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domingo, 27 de junio de 2021

Las Merindades se le “hace bola” a Bessières

 
 
Debemos remontarnos al lejano 1811 cuando –según nuestra mitología política- los españoles luchaban con todo lo que podían contra el invasor francés que tenía secuestrado al legítimo rey Fernando VII. El cuadro general de la situación a principios de 1811 tenía varios vectores: la necesidad de refuerzos por parte del Mariscal André Masséna en Portugal; la distribución de las tropas imperiales del centro peninsular con 275.313 soldados; la ubicación de los patriotas con seis ejércitos -Cataluña, Valencia, Murcia, Cádiz, Extremadura y Galicia- que sumaban unos 110.000 hombres; y el inglés Wellington cuidando sus 110.000 combatientes británicos y portugueses. Y de sus intereses.

Disposición de Guerrillas y unidades francesas al inicio de 1811 en noreste
 
Como vemos el año empezaba con los franceses dominando el centro y con más soldados. Sus desventajas, porque todos sabemos que perdieron, eran la cantidad de soldados destinados a cubrir retaguardia y líneas de suministros y la falta de unidad de mando. Entiendan que la unidad de mando era fundamental para aprovechar la ventaja estratégica de disponer del centro peninsular al permitir desplazar rápidamente unidades desde un frente a otro. Y si esto fuera poco estaba la pelea entre Napoleón y su hermano José a causa de la creación de los Gobiernos Militares del norte de España que dependían directamente de Francia y el deseo del emperador de pacificar la península a sangre y fuego –y pasándole la factura a los españoles- frente a la voluntad de pacto de su hermano. ¿Conclusión? Las tropas francesas encabronaban al paisanaje y las acciones amistosas de José desequilibraban el golpe militar e irritaban a los mariscales de Napoleón que reaccionaba con acciones agresivas que torpedeaban la política de José.
 
Claro que estas ineficiencias eran compensadas por las torpezas del lado español: irrecuperable desgaste militar; población agotada y empobrecida por la guerra; falta de recursos dado lo reducido del territorio controlado y al alejamiento de las colonias americanas; y tensión política del proceso constituyente por el régimen de libertad de imprenta.

 
Napoleón, para unificar el mando en el norte de España, creó el Ejército del Norte. Buscaba suprimir situaciones como que cada gobernador general sólo persiguiera a las guerrillas dentro de los límites de su territorio, lo que impedía que los brigantes fueran aniquilados a pesar de la enorme desproporción entre los efectivos franceses y los de la resistencia española. Longa, por acercarnos más a nuestra zona, actuaba en un espacio dividido entre los gobiernos militares cuarto (provincias vascas y Santander) y quinto (Burgos). Como jefe de este nuevo ejército fue nombrado el mariscal Bessières, duque de Istria, que ya había operado en Burgos. Controlaría –es un decir- el tercer Gobierno Militar de Navarra, el cuarto de las provincias vascas y Santander, el quinto de Burgos, Aranda y Soria, el sexto de Valladolid, Palencia, León, Benavente, Toro y Zamora, el Principado de Asturias y la provincia de Salamanca. Lo haría con 57.702 hombres y 8.783 caballos organizados en seis divisiones (dos de ellas de la Guardia Imperial) una brigada de caballería ligera, la Legión de Gendarmería a caballo –unidades de caballería de línea que destacaron en Astorga y Cuidad Rodrigo- y unidades estacionadas en los diversos gobiernos.

Bessières, duque de Istria,
 
La Guardia Imperial era lo más granado de la Grande Armée, una unidad de élite con divisiones de infantería y de caballería. ¡Un ejemplo a seguir por el ejército! En sus inicios eran un cuerpo protocolario. La infantería de la Guardia raramente era usada en combate pero la caballería era lanzada en gloriosas y renombradas cargas.
 
La caballería ligera empleaba caballos ágiles y veloces. Tenían sables curvos para herir con el filo en la lucha individual y se empleaba en las fases preliminares de los combates y durante la persecución. Los cazadores empleaban la carabina y la pistola en sus misiones de exploración, mientras que los húsares preferían el arma blanca y solían desempeñar tareas de enlace y explotación del éxito.

 
Este ejército debía ocupar unos 86.000 kilómetros cuadrados, pacificarlos y mejorar el control de la ruta Madrid-Olmedo-Valladolid-Irún de 430 km y de sus ramificaciones con Portugal y Aragón. Y esto no era nada sencillo. Les explico: España y Portugal, grandes potencias imperiales, eran metrópolis pobres según los estándares continentales tanto económica como agrícolamente. Únicamente si un Ejército se trasladaba con gran rapidez podría subsistir en estas tierras. Si esta limitación se ve ayudada por la red de caminos, poco desarrollada, y la topografía montañosa de la cornisa cantábrica, tenemos a las tropas marchando por las mismas rutas –esquilmadas- una y otra vez. Y los brigantes, o guerrilleros, que cortaba los abastecimientos no solo de hombres sino también de animales.
 
Si esto fuera poco, Bessières estaba obligado a crear un “muro cantábrico” contra las incursiones de la marina británica y los cuerpos españoles que ésta desembarcaba periódicamente mediante unas treinta guarniciones entre Avilés y el Bidasoa. Sin olvidar que tenía que proteger Asturias y el Reino de León al norte del Duero contra el sexto ejército español de Galicia y los portugueses de Silveira. No solo eso sino que serviría como apoyo al Ejército de Portugal. ¿A que ahora parecen pocos su sesenta y pico mil soldados?

 
Bessières sabía que cumplir todo era algo harto difícil al tener unas fuerzas escasas tanto en cantidad como en calidad. Salvo la división Bonet que actuaba en Asturias. Los años de guerra habían hecho mella en el ejército Imperial. Muchos oficiales no vigilaban la disciplina y el entrenamiento de sus soldados. Existió un el constante deterioro de la calidad de las tropas francesas en España a pesar, o como consecuencia, del aumento de la recluta con este destino que cubría plazas de cualificados veteranos muertos.
 
Para cubrir las vías de comunicación este Mariscal de Francia diseñó una red de guarniciones y puestos de etapas separados unos 30 km entre sí. Y unidades para escoltar a los emisarios, correos y convoyes. Traducido: la Intendencia francesa aprendió a funcionar en cooperación con las tropas para conseguir suministros. Por hacer paralelismos con el presente estos puestos serían como los destacamentos aislados del Afganistán Soviético que eran abastecidos por helicópteros. Ningún mando francés ignoraba el impacto que tenía en sus hombres el permanecer en un lugar poco conveniente o inhóspito más tiempo del necesario. Para que todas estas unidades cumpliesen con su cometido era necesaria una trama de columnas móviles para acopio de víveres (faltaban más de cien años para que se inventase algo parecido al helicóptero) y cobro de contribuciones. Si en 1809 habían bastado unos 50 hombres por columna, en 1811 ya se necesitaban varios centenares, en 1812 las columnas se debían constituir por 800 o 1.000 hombres.

 
El mariscal Bessières buscó reducir la tensión con los españoles mediante medidas de clemencia. Buena idea pero… tarde. Entiendan que había que alimentar la maquinaria de la guerra, de una manera o de otra. Se exigió a España una contribución con la que el Ejército Imperial adquiriese lo que precisase o… permitirle saquear y procurarse su subsistencia. Lo que nunca hace un ocupante es cubrir los gastos de la ocupación con su dinero porque convierte esta en una carga de la que se beneficia ¡el país ocupado! Además, en 1810, las finanzas del Imperio se tambaleaban, y Napoleón decidió que España, que hasta entonces había procurado la alimentación –es un decir- del Ejército de ocupación, abonase además los sueldos.
 
En febrero de 1811 en Ejército del Norte Imperial trasladó 6.000 hombres de la Guardia Imperial de Burgos a Valladolid, lo que mejoraría la situación patriótica en Las Merindades. Para abril de 1811 había 8.000 infantes, y 2000 caballos entre Burgos, Aranda y Soria y el total de Bessières eran 24.500 bayonetas y 3.520 sables (unos 9.000 combatientes menos que a principios del año). El mariscal tenía un dilema: si se dispersaba para ocupar el territorio y cubrir las líneas de comunicación no era suficientemente fuerte en ningún punto para poner en aprietos a la guerrilla, si se reunía en varias columnas potentes capaces de amenazar seriamente a las fuerzas insurrectas, perdía el control de las comunicaciones y la población, dejando libres extensos territorios donde otras partidas se podían instalar. Sólo permaneciendo en las poblaciones más importantes de forma continua conseguían las fuerzas ocupantes someter a los habitantes. Pero, si no estaban los imperiales, las partidas podían castigar o amenazar a los colaboracionistas. Problema, problemón.

Villarcayo
 
A la dispersión general de fuerzas en pequeños núcleos había que añadir que cada una de esas unidades tenía que destacar pequeñas guarniciones a una serie de poblaciones cercanas quedando el núcleo principal de fuerzas aún más reducido.
 
A diferencia de las fuerzas ocupantes que a lo largo de los primeros meses de 1811 redujeron su presencia en las provincias del tercero, cuarto y quinto gobiernos militares, la guerrilla fue incrementando su fuerza. En las provincias vascas los guerrilleros que allí operaban no pasaban en aquellas fechas de 4.000, incluyendo la fuerza de Longa que actuaba también fuera de esa área. En la actual Cantabria actuaba Campillo. Más al oeste encontraba su territorio Herrero. Al sur y suroeste del feudo de Longa, por los llanos y sierras burgaleses y riojanos, operaban Amor y Salazar. Por la tierras de Palencia cabalgaban Tapia y Padilla, y hacia el suroeste de Las Merindades la guerrilla del cura Merino. Cuevillas se movía por toda aquella región sin un santuario fijo. En los límites con Soria se estaba organizando una fuerza bien instruida y disciplinada el brigadier Durán. Longa disponía de una partida de casi mil hombres, un tercio de ellos de caballería. Amén de un servicio de información sobre el Camino real a la altura de Miranda de Ebro para vigilar las idas y venidas de los soldados franceses.

 
El 7 de enero de 1811 aparecieron en Villalaín los soldados y la mujer de Bartolomé Amor que vinieron a instalarse en Villarcayo y se hicieron cargo de la vigilancia por aquel lugar. Bartolomé Amor había nacido en Revenga de Campos, provincia de Palencia. Al principio de la guerra era soldado en las milicias provinciales de Burgos y tenía experiencia en campaña: participó en la batalla de Gamonal y, tras la derrota, formó parte de la guerrilla de Porlier donde actuó como su sargento mayor. En este momento disponía de su propia partida que actúa por las provincias de Burgos, La Rioja y Soria.
 
Las discrepancias o la descoordinación o ¡Vayan a saber! entre Longa y Amor permitió que 150 lanceros franceses llegaran hasta la misma plaza de Villarcayo matando a siete hombres de Longa y llevándose 53 caballos. Seguramente fuesen unidades de caballería ligera, cazadores o lanceros, que realizaban misiones de descubierta. Enterado el jefe guerrillero local marchó con algunos jinetes y con toda la infantería disponible en persecución de los lanceros: Su caballería les alcanzó entre Villalaín e Incinillas.

Valdenoceda
 
Desgraciadamente allí estaban otros 150 lanceros imperiales que se acercaban en apoyo de los que atacaron Villarcayo. Esto permitió que los caballos ya quedasen fuera del alcance de los españoles. Aun así se persiguió a las tropas de Napoleón hasta Puente Arenas. El combate no sería sencillo porque, a pesar de la pérdida de calidad de las tropas francesas, la caballería solía vencer a las pobres tropas montadas españolas y sus oficiales mantenían un buen control sobre sus tropas y las dirigían acertadamente en las batallas.
 
Al anochecer llegó allí también la infantería de la partida que mantuvo una intensa lucha. Me temo que los franceses escaparon con los caballos. No sé. Me lo dice que no consta su recuperación. Aunque también lo reconoció Longa en un oficio al general Mariano de Renovales unos días después. En una rápida operación la guerrilla había perdido casi un veinte por ciento de sus monturas a favor de los franceses.

Puente Arenas
 
Pero los imperiales no siempre se lanzaban a combatir en operaciones de descubierta. Cuando de Vitoria salieron columnas de 400 y 500 hombres contra la guerrilla de Francisco de Longa este debió replegarse a Cantabria porque, el 20 de enero, los imperiales ocuparon los puntos de paso sobre el Ebro: 300 soldados en Frías cerrando el paso por su puente y 400 cubrían Trespaderne y el puente del cañón de la Horadada. 
 
Y ya que estaba por La Montaña –antiguo nombre de la zona- Longa decidió atacar la guarnición de 150 hombres de Cabezón de la Sal. Era el 26 de enero de 1811. ¿Recuerdan lo de los destacamentos aislados de Bessières? Eso facilitó las acciones de la guerrilla. Al caer la guarnición de Cabezón de la Sal, que era la principal de la provincia al oeste de Torrelavega, las otras próximas quedaron en una situación muy precaria y con dificultad para recibir refuerzos. El día 30 Longa atacó la guarnición de Comillas, compuesta por unos 40 hombres, encerrados en una casa-colegio. Ya no le fue tan fácil porque los franceses de la comarca se organizaron para hacerle frente y pidieron refuerzos.

 
En Burgos y Vitoria empezaron a concentrarse inmediatamente tropas imperiales para acudir en socorro de las guarniciones de la Montaña. La mayor parte de la fuerza se dirigió hacia Santander y Torrelavega para una vez allí actuar de común acuerdo. Al saber que Longa se hallaba en Molledo se preparó el siguiente plan: tres columnas subirían de norte a sur por los valles de Toranzo al este, Besaya directamente a Molledo y Cabuérniga al oeste, mientras una cuarta columna bajaría desde Reinosa. El clásico embolsamiento. No salió bien, claro. A pesar que se calculó en 7.000 hombres el número de tropas francesas que acudieron La Montaña. Longa había interceptado el 7 de febrero cerca de Torrelavega un correo francés del coronel Lauriber al general conde Dorsenne en que se detallaban el plan para cazar a la partida de Longa en Molledo.
 
Para escapar del cerco, Longa, dejó 50 hombres distribuidos por el valle de Cabuerniga que era donde se había refugiado del acoso imperial con la orden de mantener encendidas numerosas hogueras y retener a la población local para que el enemigo creyera que la guerrilla seguía allí. Los demás salieron hacia Soncillo esperando que los retrasados se les uniesen al día siguiente. Desde allí se dirigirían reunidos hacia Medina de Pomar. Longa, en 21 horas, bajo la lluvia y la nieve, llegó a Soncillo. Los 50 hombres que habían quedado en el valle de Cabuérniga se reunieron, al amanecer, en Cabezón de la Sal donde fueron sorprendidos y atacados por una columna francesa.

Soncillo
 
Una vez reunida la partida en Soncillo, ésta se dirigió a su cuartel general en Medina de Pomar y Villarcayo. La noche del 12 de febrero, al poco tiempo de haber llegado a su feudo, el ya teniente coronel Longa recibió la noticia de sus espías de que habían llegado a Soncillo, en persecución de la guerrilla, 1.600 franceses y que de Reinosa habían salido otros 80 lanceros y 800 de infantería que se encontraban en Manzanedo. ¿Qué hizo Longa quien estaba en Moneo? Decidió lanzar su caballería para frenar a los franceses y dar cobertura a la infantería para que se retirase sin peligro.

 
Los franceses ocuparon por unos días Villarcayo y Medina de Pomar. Y hasta allí llevaron a dos oficiales de Longa que habían cogido prisioneros en Cabezón de la Sal: Dionisio Álvarez y Mateo Fernández de Arenas. Les ahorcaron, uno en Medina de Pomar y el otro en Villarcayo. Se ensañaron sobre ambos, pues a uno le atravesaron con una espada de parte a parte antes de ascenderle al patíbulo y al otro le dieron primero un balazo en el vientre. Se recalcó que no se les dejaba confesarse como tortura psicológica para ellos y los testigos de la ejecución.
 
A principios de marzo una fuerza de 2.000 hombres avanzó en tres columnas para expulsar a la guerrilla de Las Merindades y las zonas cercanas de Álava y Vizcaya. Reocuparon Medina de Pomar, Villarcayo, Valmaseda, Arceniega, Orduña, Berberana y Salinas de Añana. Por un rato.
 
Puente de Frías
 
 
 
Bibliografía:
 
“Francisco de Longa. De guerrillero a general en la guerra de la independencia”. José Pardo de Santayana y Gómez de Olea.
“El Ejército Imperial en la Guerra de la Independencia. Napoleón sin gloria (II)”. Jesús Maroto y Miguel Ángel Martín Más.
“El fracaso de Napoleón en España”. Teniente coronel Madelín del Ejército Francés.
 
 
Para saber más:
 
 
 
 

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