En 1126
tenemos nuevo rey en León: Alfonso VII. Este deberá, como primera tarea,
achicarle los espacios a su ex padrastro, el rey de Aragón y Navarra, quien continuaba
empleando el título imperial que le otorgó su matrimonio con Urraca y ejercía ciertos
derechos sobre Castilla. Alfonso VII asediará en abril de 1127 el castillo de
Burgos. “¡Qué se cree ese crío!” supongo que pensaría el rey de Aragón. Reunió su
ejército y se enfrentó en junio al de León en el valle de Támara (Palencia)… ¿A
mi señal ira y fuego? No. No eran tiempos para la lírica bélica como los de
“Gladiator”. Alfonso de León tenía un problema en Portugal y Alfonso de Aragón y
Navarra tenía a los almorávides buscando venganza por la campaña mozárabe del
Batallador en 1126.
Alfonso I, el Batallador
La
situación derivó en “las Paces de Támara”. ¿Qué acordaron allí? Tomando como referencia
los acuerdos de 1054 se reconoció al Batallador su soberanía sobre Vizcaya,
Álava, Guipúzcoa, Belorado, La Bureba y La Rioja. Así, la sierra de la Demanda
y el río Bayas actuaban como frontera. Pero, además, controlaría las plazas
sorianas y riojanas que el Aragonés había repoblado: Soria, San Esteban de
Gormaz, Calahorra, Ágreda, Almazán, Monreal de Ariza, y Molina de Aragón. Por
su parte, Alfonso VII de León obtuvo las plazas que le correspondían por
derecho hereditario: en el norte, Frías, Pancorbo, Briviesca y Villafranca de
Montes de Oca; en el interior de Castilla, Burgos y Santiuste; al suroeste,
Sigüenza y Medinaceli.
¿Raro
reparto? Sí, si lo intentamos mirar como fronteras nacionales pero ¡es que no
lo son! Solo son límites patrimoniales. Los reyes organizan los territorios en
función de lo que a cada cual le toca por herencia patrimonial de sus
respectivas coronas. Y ¿por qué era tan importante hacerlo en este momento?
Porque Alfonso, El Batallador, era rey de Navarra. Un rey soltero y sin hijos.
¡Sin hijos! ¿Quién sería su heredero? Después de las Paces de Támara, sin
embargo, el paisaje se aclaraba: las tierras navarras en lo que hoy es Álava y
Burgos se definían con nitidez.
Y el
acuerdo llegó a tiempo porque en 1128 hubo una ruptura: el condado portucalense
se separaba de león. No pensemos que la idea inicial era esta porque Teresa solo
quería recuperar los territorios al norte del Miño e incorporarlos a sus
dominios de Portugal. Eso la enfrentaba necesariamente a su hermanastra Urraca,
la reina, y a la inversa, le granjeaba la amistad de los magnates opuestos al
poder de la corona. Como los Traba. Anotemos que Teresa estaba enamorada de Fernán
Pérez, hijo del viejo conde Pedro de Traba.
Retrocedamos
un poco: hacia 1116 Teresa tenía unos treinta y dos años y Fernán los
veinticinco. Muchacho sacrificado repudió a su esposa y se encamó en la de la
Condesa de Portugal. No creo que su padre se disgustase porque así nació la
alianza con los Traba. Teresa hace a Fernán gobernador de Coímbra y Oporto; y casa
a su hija, la niña Urraca –otra Urraca-, con el primogénito de los Traba,
Bermudo, al que nombra gobernador de Viseu.
Añadamos
la ambición del “hombre de dios” Diego Gelmírez, arzobispo de Santiago de
Compostela, que soñaba con poner todo el oeste del reino bajo la autoridad de
la sede compostelana, bajo su autoridad. Frente a él, el arzobispo de Braga, Paio
Mendes, que no dejaría que su sede episcopal –zona que marcaba derechos y
deberes, tributos y obligaciones, dependencias y vecindades, y que muy difícilmente
cambiaba de naturaleza- fuese controlada por la de Santiago. Todos sabían que si
alguien quería construirse un dominio político debía procurar que los límites
de este coincidieran con los de una diócesis eclesiástica. El Papa Pascual
otorgará al compostelano la potestad para intitularse arzobispo con los
atributos correspondientes, pero no resolverá la cuestión de la supremacía de
la sede jacobea. Mientras se lo pensaba murió y, tras un papa breve, llegó Calixto
II, un borgoñón, tío de Alfonso VII que no iba a satisfacer a Gelmírez. Calixto
estaba más cerca de la sede de Toledo, en manos de cluniacenses de origen
borgoñón, y temía que dotar a Santiago de excesiva relevancia pudiera conducir
a problemas intraeclesiásticos. ¿Perdón? En aquel momento la Iglesia medieval padecía
el cisma de Mauricio, anterior arzobispo de Braga -¡de Braga!- que se había
proclamado Papa. Y Gelmírez estaba intentando, entonces, que Roma le permitiera
absorber la diócesis de Braga. ¡Ni de coña! Pero le dieron la de Mérida con la
pequeña pega de que estaba en zona mora. Finalmente, el Papa Calixto cederá a
las presiones de Gelmírez -bien lubricadas con oro- y le dará el privilegio del
jubileo, lo cual equiparaba a la sede compostelana con la misma Roma en materia
de peregrinación. Pero Braga seguía siendo independiente y era inevitable que
sus límites se convirtieran en el espacio natural de una nueva realidad política:
Portugal.
Diego Gelmírez según la serie "El final del camino"
El
arzobispo de Braga, Paio Mendes, pertenecía a la poderosa familia de los Mendes
da Mala y, como otros magnates portucaleños, no quiere una Gran Galicia desde
el Cantábrico hasta el Tajo y ve con horror la posibilidad de caer bajo el
dominio de la sede compostelana. Por ello conspirará contra Teresa y Fernán Pérez
de Traba. ¿Cómo lo hará? Recurriendo a la misma plantilla que los gallegos: levantar
la bandera del hijo de Teresa, Alfonso Enríquez. ¡Somos tan predecibles y
reaccionamos de forma tan similar!
Alfonso
Enríquez, primo de Alfonso VII de León, tendría unos diez años cuando lo
convirtieron en “líder” de la facción portuguesa. Evidentemente el director de
la operación era Paio Mendes con sus pares de la nobleza feudal portucalense. Tratan
al niño como un príncipe y lo arman caballero con trece años. A la altura del
año 1127 Alfonso VII lanza una campaña militar contra los territorios de Teresa
y Fernán que se doblegan. Llega a Guimaraes, la ciudad que su primo portugués
ha convertido en capital. Alfonso Enríquez, dieciocho años en aquel momento, reconoce
a su primo leonés como rey. Ganan todos. ¿¡Cómo!? Alfonso VII obtiene el
reconocimiento de los portugueses y Enríquez, ahora vasallo de su primo, es reconocido
como la autoridad en estas tierras y proyectará sus ambiciones hasta la línea
del Tajo con la plena anuencia del soberano. ¿Qué hizo Teresa? Ensañarse con el
arzobispo Paio Mendes de Braga. Mala jugada.
El
hermano del obispo, Sueiro Mendes, se subleva y arrastra a toda la diócesis de
Braga. Teresa y su amante Fernán lanzan a sus tropas contra los rebeldes.
Alfonso Enríquez, el hijo de la propia Teresa, encabeza a las huestes de “Portugal”.
Era el 24 de junio de 1128. Ganó el hijo. Bueno, los padrinos del Alfonso. Teresa
y su amante se retiraron a Galicia.
Alfonso
dejó hacer porque estaba enfilado a mostrar a los almorávides su fuerza. Ya
tenía como vasallo a Alfonso Enríquez y el reconocimiento de los enemigos del
Batallador: los condes de Tolosa, el conde de Barcelona... Por algo Alfonso VII
estaba casado con Berenguela de Barcelona. Esperen. ¿Se ha casado el rey? ¿Y
con una catalana? Pues sí. Y si me preguntan cómo se lo tomaron en los reinos
de Castilla y León les diré que hubo de todo. Los obispos de León, Oviedo y
Salamanca mostraron su desagrado. Alfonso VII, dentro de su fairplay, los depone.
Zanjado el problema episcopal resurge el político entre los magnates castellanos
que aprovechan el incidente para canalizar su descontento. Entre ellos está Pedro
González de Lara, el amante de la difunta reina Urraca, la madre del rey.
Extraño destino el de Alfonso VII, obligado a pelearse con su ex padrastro y,
ahora, con el amante de su madre. Junto a Pedro, casi un sesentón, se sublevan
otros nobles, como su hermano Rodrigo en Asturias, su ahijado Bertrán de
Risnel, que era el hombre del Batallador en Castilla, Pedro Díaz de Aller en
Coyanza, Gonzalo Peláez en Oviedo y Jimeno Iñiguez, que se levanta en Valencia
de Don Juan. Los revoltosos toman Palencia.
La península Ibérica en el siglo XII
¿Qué
demandaban? ¿Qué derechos protegían? A saber… Pero tengan en cuenta que Alfonso
VII estaba recortando el amplio poder que ejercía en Castilla Pedro González de
Lara. El rey envió un ejército contra Palencia, derrotó a los revoltosos y
prendió a sus cabecillas. Sin embargo, Alfonso VII fue prudente: a Pedro González
de Lara y Bertrán de Risnel les aplicó una condena relativamente leve:
confiscación de sus bienes y exilio, nada de decapitaciones. En cuanto a
Rodrigo González de Lara, que también sufrió destierro, volvió pronto. Estos
levantamientos nobiliarios tuvieron lugar entre 1130 y 1131. Pues pásmense: Rodrigo
reaparece en Castilla en 1132 como alcalde de Toledo, es decir, una de las
jefaturas más importantes de la frontera. ¿Por qué? Porque el rey necesitaba
guerreros veteranos como Rodrigo que ya tenía cincuenta años. Sepamos que en
1131 los almorávides atacaron Toledo. Morirá el alcalde de la villa, Gutierre
Armíldez. Es en ese instante cuando Rodrigo vuelve al reino y el rey le designa
para remplazar al difunto gobernador de Toledo.
Está
pasando de todo en ese momento de la historia: en Rueda de jalón, el moro
Zafadola, hijo del último rey taifa de Zaragoza, reconoce a Alfonso VII lo que
ayuda a este frente a Aragoneses y los, ahora débiles, almorávides. Atacará el
sur en 1132. Dos ejércitos partieron desde Salamanca y Toledo. Los de Salamanca
llegaron hasta Badajoz. Los de Toledo, reforzados con las milicias concejales
de Ávila y Segovia, recorrieron todo el valle del Guadalquivir y se plantaron
en Sevilla. Era dirigido por Rodrigo González de Lara que derrotó y mató a su
gobernador Umar. Tras la doble ofensiva, en 1133, el rey Alfonso en persona se
pone al frente de sus tropas, baja por el valle del Guadalquivir hasta Sevilla
y vuelve a aniquilar a las tropas enemigas que le salen al encuentro. Y sigue
hacia el sur. Llega a Jerez de la Frontera y Cádiz sin que los almorávides
puedan oponer resistencia y, como hizo Alfonso el Batallador, bañó sus pies en las
playas de Cádiz para demostrar que era el emperador de toda España. Este gesto
no solo decía cosas a los aragoneses sino que para los musulmanes significaba,
al cabalgar Zafadola con Alfonso, que el tiempo de los almorávides en Al Ándalus
había terminado. Las huestes de Alfonso VII regresaron a León con camellos,
caballos, vacas, ovejas, cabras... Y en Al-Ándalus quedaba una población
convencida de que los almorávides no garantizaban su seguridad. Ergo, habría
revueltas.
Rueda de Jalón (Zaragoza)
El 7 de
septiembre de 1134 muere Alfonso el Batallador, pasados los sesenta años, a la
vuelta de la derrota más amarga de su vida en Fraga y ¡sin heredero! Su
testamento dejó el reino a las Órdenes Militares. Nadie en Aragón y Navarra
pensaba cumplirlo. Recurrieron a coronar a Ramiro, hermano del finado. Sólo
hubo un problema que resolver: era monje desde los nueve años.
¿Y
Alfonso de León no participaba en el enjuague? Pues como se creía con derecho a
la corona de Aragón mandó tropas a la frontera oriental, sitió Vitoria, se
apodera de Nájera, avanzó hacia Zaragoza... El navarro ofrece a Alfonso VII su
vasallaje. Ramiro II, por su parte, decide encomendar el gobierno de Zaragoza a
Armengol VI de Urgel, que era nieto del conde castellano Pedro Ansúrez, en la
esperanza de que por ese parentesco pudiera defender mejor los intereses
aragoneses ante el rey leonés. Pues no: Armengol, el 26 de diciembre de 1134, se
apresuró a reconocer rey a Alfonso VII con el apoyo de la población de Zaragoza,
en la que había numerosos castellanos. El mismo camino de Zaragoza siguieron
otras ciudades aragonesas: Tarazona, Calatayud, Daroca... reconocían al leonés
como su defensor ante los moros. Parece una buena jugada pero entró en liza el
papado exigiendo su parte. Bueno, el todo. El Papa Inocencio II instaba a
Alfonso VII a cumplir el testamento del Batallador, es decir, entregar los
territorios de Aragón a las Órdenes Militares.
Papa Inocencio II
La
Iglesia no reconoce a Ramiro de Aragón ni a García de Pamplona porque quiere
esos reinos. Alfonso VII no está por la labor. El Papa insiste pero Alfonso contacta
con García Ramírez de Navarra, con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV
(que era cuñado de Alfonso) que era también el conde de Tolosa y que con la
muerte del Batallador aspiraba a una mayor independencia. No se cuenta con Ramiro
el Monje que entorpecería el control de Alfonso VII en Aragón.
El
Monje no estaba para esa guerra. Una parte de su nobleza le tomaba por el pito
del sereno. Esto lo resolvió Ramiro II con el asesinato de los cabecillas en el
acto llamado la “campana de Huesca”. El otro grave problema que tenía era su
soltería. Busca esposa en el condado de Tolosa que intentaba ganarse Alfonso
VII. Ramiro vuelve con la mano de Inés de Poitiers, sobrina del conde tolosano.
Alfonso VII hará un gesto: se corona emperador el 25 de mayo de 1135 en León. Todos
los poderes de la España cristiana, menos Ramiro de Aragón y el portugués, acuden
a la ceremonia. También los condes de los territorios franceses bajo influencia
catalana y aragonesa. Y un moro: Zafadola, el reyezuelo de Rueda de jalón. Tras
ser coronado como Imperator totius Hispaniae todos marcharon a Zaragoza, donde
Alfonso otorga al navarro García Ramírez la tenencia de la ciudad.
"La campana de Huesca" de José Casado del Alisal
Enseguida
hay más adhesiones: los señores de Álava y Guipúzcoa, territorios que siempre
habían oscilado entre Navarra y Castilla, se declaran vasallos del emperador.
Estos señores eran los hermanos Lope y Ladrón Iñiguez, que a partir de ahora
participarán en todas las curias convocadas por León.
Ramiro
II tuvo una hija, Petronila, y firmó un pacto con Alfonso VII en 1136. Ahora García
Ramírez, el navarro, estaba mosqueado. ¿Seguían valiendo los acuerdos con
Alfonso VII? Sí, pero, como en la política de 2021, por poco tiempo. Roma exigía
al emperador que se restituyera Zaragoza a la corona aragonesa y que se combatiera
al navarro. Y ya le tocaba a Alfonso ceder ante el papado. Y quien ganaba con
ello era... Ramiro el Monje que, al estilo eclesiástico que tan bien conocía,
preparaba la venganza por el pacto traicionado. Y lo haría mediante la boda de
su heredera con Ramón Berenguer IV que podía ser un excelente aliado de Aragón.
Y era un templario, miembro de una orden religiosa por lo que se cumplía en
algo el testamento del Batallador.
En
agosto de 1137 la niña Petronila quedó casada con Ramón Berenguer IV cuajando
así una cuidada muestra de orfebrería política: Ramiro depositaba en Ramón el
poder político aragonés de tal forma que este firmará como conde de Barcelona y
príncipe de Aragón. Nada de corona “catalanoaragonesa”. Y el Monje, aun
manteniendo el título de rey, se quitará de en medio. ¿Lo llamarían “rey
emérito”? Ramiro lega a Ramón “las villas
y castillos desde Ariza hasta Herrera, desde Herrera hasta Tarazona, desde
Tarazona hasta Tudela”. Esta línea era la que separaba las diócesis de
Osma, Sigüenza y Tarazona. ¿Recuerdan lo que decíamos del valor político de las
demarcaciones diocesanas? Esta línea será la frontera definitiva entre Aragón
–Corona de Aragón-y Castilla.
Pero no
nos olvidemos del oeste. ¿Qué estaba pasando en Portugal? Que Alfonso Enríquez
se había hecho amigo de García Ramírez de Pamplona. García había dejado de ser
amiguito de Alfonso VII y era un monarca en precario. Por eso buscó el apoyo
del incómodo vecino portugués de León. Enríquez esperaba que García
entretuviese muchas tropas castellanas para poder actuar en Galicia. Alfonso
Enríquez se la tenía jurada a los condes de Traba -los que cortaban el bacalao
en Galicia-. Sigámosle la pista: en 1137 logró tomar Tuy, pero enseguida fue
derrotado y tuvo que aceptar una tregua. Ese mismo verano los almorávides
aprovechaban la inestabilidad portuguesa y atacaban la fortaleza de Leiría,
amenazando Coímbra. Alfonso Enríquez, necesitado de auxilio, se vio obligado a
prestar vasallaje a Alfonso VII. Fin. ¿Fin? Pues será que no. La culpa la
tendrá el deseo de los obispos de las diócesis portuguesas de no someterse al
poder de Santiago de Compostela ni al de Toledo. Los obispos de Braga y Oporto
han impulsado un monasterio en Coímbra, el de la Santa Cruz, que empieza a
proporcionar a Portugal un clero propio con la misión de llevar la palabra de
Dios al sur, a las tierras que ocupan los moros. Y, de paso, conseguir tierras
para la sobreabundante población entre el Miño y el Duero.
Alfonso Enríquez
¿Cuándo
comenzó a llamarse rey a Alfonso Enríquez? Dice la tradición que todo ocurrió
después de una gran batalla, la de Ourique, en el Alentejo, el 25 de julio de
1139. Les informo que es un relato muy épico donde se enfrenta -¡cómo no!- a
cinco reyes moros y sus ejércitos. Recibe Alfonso la ayuda divina, gana, en la
euforia le aclaman “espontáneamente” y tenemos los cinco escudetes del escudo
de Portugal. ¿Fue así? ¿Importa? Supongo que ¿sí?: Alfonso Enríquez se venía
titulando rey al menos desde marzo de 1139. Sí parece que hubo una batalla pero
es poco probable que fuese en el Alentejo. Y la visión mística es una morcilla
añadida muchos siglos después. A partir de 1139 Portugal llevará una vida
propia. Sigue siendo reino vasallo de León, pero reino independiente.
Batalla de Ourique
Alfonso
VII aprovechará la descomposición del estado almorávide, acosado por los
almohades y la desafección de las principales poblaciones peninsulares, para
extender su título de “emperador de toda Hispania” también a la zona musulmana.
Para ello cuenta con Zafadola, el reyezuelo moro de Rueda de jalón, el hijo del
último rey taifa de Zaragoza y que puede presentarse como garante ante los
andalusíes de la paz con los cristianos. La tarea empieza por dominar el valle
del Tajo, ocupando plazas fuertes para proteger la repoblación. Alfonso VII
intenta por dos veces tomar Coria. En 1139 cerca la fortaleza mora de Colmenar
de Oreja, al noreste de Toledo. El objetivo era el castillo de Oreja, en
Ontígola, a pocos kilómetros de Colmenar y no lejos de Aranjuez. Alfonso VII,
acompañado de Zafadola, concentró sus tropas allí. Incluidas las de Toledo. Para
los almorávides perder Oreja volvía su posición extremadamente frágil, porque
esa plaza estaba en la orilla sur del río, abierta ya a las llanuras de La
Mancha. Los moros movilizan todo lo que tienen: los gobernadores de Córdoba,
Sevilla y Valencia envían sus ejércitos para frenar al rey de León. Pero los
almorávides hicieron algo más: una parte de su contingente marchaba contra
Toledo.
Una
maniobra clásica: obligar a Alfonso VII a mandar huestes a Toledo o retirarse
y, así, aliviar el cerco sobre Oreja. En Toledo -dice la tradición- habían
quedado solamente la reina Berenguela, sus hijos y sus damas. Berenguela, de
unos veintitrés años, esposa de Alfonso VII, hija de Ramón Berenguer III,
hermana del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. Había sido entregada en
matrimonio al rey de León en 1128, a la edad de catorce años. Tenía ya cinco
hijos: Sancho, Ramón, Constanza, Sancha y Fernando, con varios partos
múltiples. No era un florero, Berenguela: parece indudable que su influencia
fue decisiva para soldar la alianza entre el emperador leonés y la corona de
Aragón. Esta dama ve desde las almenas las tropas almorávides. ¿Qué hacer?
Berenguela
Berenguela
pidió pluma y papel para dictar una carta para el jefe de las huestes moras: “Hija soy de Raimundo Berenguer de
Barcelona, muerto hace ahora nueve natividades, e hija soy de Doña Dulce de
Provenza. Cuando por ellos fui entregada en matrimonio a mi esposo, el
emperador, me fue explicada la importancia de mi presencia junto a él, y se me ilustró
sobre el valor de mi vida, y sobre el valor de mi muerte. Desde entonces no
temo ni al día de las pompas ni a la noche de las guerras. Preparada estoy,
pues, para morir en cualquier instante, como mujer y como emperatriz. Y lo
haré, si es menester, en la defensa de este castillo de San Servando, si a vos
os quema la vergüenza de guerrear contra una mujer, sabiendo como sabéis que mi
esposo, el emperador, se halla en conquista de Oreja, a no muchas leguas de
aquí, donde con su ejército podría ofreceros la batalla que tanto parecéis
anhelar como miedo parecéis tener...”.Y para reafirmar sus palabras, la
reina se vistió con las ropas más suntuosas que tenía a mano, hizo trasladar su
trono a la torre más alta de la muralla toledana y se sentó allí. Los moros se
fueron a atacar a Alfonso VII.
Castillo de San Servando (Toledo)
El
castillo de Oreja cayó el mes de octubre. Con el control sobre el valle sur del
Tajo asegurado, y las líneas sarracenas debilitadas por el conflicto interno
con los almohades, el rey de León multiplica las ofensivas. En el oeste,
Alfonso VII recupera, en 1142, la ciudad de Coria, al norte de Cáceres. Y en el
sur, en 1143, los cristianos logran tomar el castillo de Mora. Ahora la
frontera está en las planicies de La Mancha, en las sierras del Segura y en las
peñas de Sierra Morena.
Todo
parece a favor de Alfonso VII ese 1143: los almorávides retiran tropas de Al-Ándalus
para luchar contra los almohades lo que permite a los moros hispanos mostrar su
descontento. El rey leonés multiplicará las incursiones en Andalucía. Cuando la
controle piensa colocar en ella, como rey vasallo, a Zafadola. También es el
año de la proclamación como rey de Alfonso Enríquez. Había tensión, mucha,
entre los dos primos. Necesitaban llegar a un acuerdo. Uno de ellos o ambos. Hubo
un primer encuentro entre los dos Alfonsos en Valdevez. En el mes de septiembre,
Alfonso VII convoca concilio en León, y allí estará también el cardenal Guido,
legado papal. El último acto del proceso será ese acuerdo de Zamora donde
acuerdan que Alfonso Enríquez podría ser rey de Portugal. El condado
portucalense adquiría la condición de reino y Alfonso Enríquez de rey... vasallo
del rey emperador de León. Y para subrayar ese vasallaje, el emperador entregó
a Enríquez el señorío de Astorga, que era dominio de la corona leonesa.
Alfonso VII de León y Castilla
Así,
por esa tenencia, Enríquez quedaba obligado para con el rey de León. Era el 5
de octubre de 1143. Nadie podrá negar que Alfonso VII de León puso todo de su
parte para lograr la concordia. Las circunstancias le empujaban a ello, y tal vez
el calor de sus recientes victorias en Coria, Oreja y Montiel le llevaron a ser
demasiado confiado. Alfonso Enríquez no tenía intención de quedar como rey
subordinado. Apenas unos días después del tratado de Zamora, en el mes de
noviembre, Enríquez intenta una nueva maniobra: escribe al papa y le solicita
convertirse en vasallo de la Silla de Pedro. Si el rey de Portugal se convertía
en vasallo del papa, ya no podría ser vasallo del emperador de León, porque una
dependencia excluía a la otra y en todo caso prevalecería la superior, que era
el Papa. Para engrasar bien su petición, Enríquez añadía la oferta de pagar a
Roma un censo anual de cuatro onzas de oro. Sin embargo, esta vez Roma anduvo
avisada: el papa dijo no. Más precisamente: no dijo nada. Sin duda el cardenal
Guido, el legado papal, intervino en el asunto. Nadie ignoraba en Roma que
aceptar el vasallaje de Portugal significaría crear un nuevo conflicto en Hispania.
De hecho, Roma no reconocerá la existencia de un rey en Portugal hasta 1179.
Continuamos
la semana próxima.
Bibliografía:
“Moros
y cristianos”. José Javier Esparza.
“Historia
de España”. Salvat.
“Atlas
de Historia de España”. Fernando García de Cortázar.
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