Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 5 de septiembre de 2021

Para ir de Frías al cielo no se pasa por Pamplona.

José López Mendoza García  

Hablaremos esta vez de un hombre de Iglesia, de la iglesia encaballada entre el siglo XIX y el siglo XX. Nuestro hombre se llamaba José López Mendoza García. Sus padres eran Pedro López Mendoza y Josefa García, vecinos de Frías (Las Merindades - Burgos), donde nació el 4 de febrero de 1848. En su pueblo recibió la enseñanza primaria. He llegado a leer que en Frías dominaba ya el latín. Tal vez. A los doce años ingresó en el seminario conciliar de Burgos donde estudió humanidades, filosofía y dos años de teología. Parece ser que, hacia el año 1865, un Padre Agustino buscando misioneros para las provincias Filipinas llegó a su colegio convenciéndole para trasladarse al Real Colegio Seminario de Filipinos deValladolid. Allí tomó el hábito de agustino descalzo el 9 de septiembre de 1866. Y siguió con sus estudios filosóficos y teológicos.

Fachada norte del colegio de Filipinos
 
En 1869 pasó al monasterio de Santa María de La Vid (Burgos), donde mereció, “por su formalidad ejemplar y por su adelanto en las asignaturas que los Superiores le encargasen, en los últimos años de la carrera, la instrucción, vigilancia y educación de los Hermanos legos del convento de La Vid. Terminados los estudios con excepcional lucimiento y, ordenado de sacerdote [16 de marzo de 1872], fue nombrado lector de Sagrada Teología, que explicó cuatro años con grande aprovechamiento de sus discípulos”, alternando la cátedra con el púlpito.

Monasterio de Santa María de la Vid 
(cortesía de "A un Clic")
 
Fue enviado a Roma en 1877 para especializarse en Derecho Canónico. Tuvo como profesor a Filippo De Angelis y como condiscípulo a Giacomo Della Chiesa, futuro Benedicto XV, de cuya amistad y apoyo gozó siempre. Siempre. Regresó en agosto de 1879 a La Vid doctorado en Cánones -teología y derecho, siendo doctor en esta última- y regentó durante un lustro dicha cátedra (dogma, moral y derecho), cultivando al mismo tiempo las misiones populares y los sermones desde el púlpito por los pueblos y ciudades de la diócesis del Burgo de Osma, Aranda de Duero, Roa, San Esteban, Noviercas... Lo definían como “un predicador fecundo, de fácil y elocuente palabra, nutrido de doctrina, sencillo y tierno en la expresión”.
 
En 1885, al confiársele a la provincia agustiniana de Filipinas la custodia del monasterio de El Escorial y la dirección del Colegio Alfonso XII, fue nombrado vicerrector, director espiritual y profesor de Metafísica y francés. Fue además redactor y colaborador de la revista “La Ciudad de Dios”, en la sección canónica. Seguía alternando lecciones y sermones. Su oratoria le tituló como predicador supernumerario de la Real Capilla (7 de mayo de 1889). A la muerte de Alfonso XII, fue encargado de su oración fúnebre. Estuvo condecorado por la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares con el título de Maestro en Sagrada Teología.

Colegio Alfonso XII
 
El 28 de enero de 1891 el ministro de Gracia y Justicia nombró a José López Mendoza como Obispo de Jaca por la muerte de Ramón Fernández y Lafita. A primeros de febrero se notificó a la Santa Sede. Su consagración tuvo lugar el 24 de agosto de 1891 por monseñor Pedro María Lagüera y Menezo, obispo de Osma, quien le había conferido la primera tonsura y todas las órdenes. Su entrada oficial en su diócesis fue el 27 de septiembre. Destacaremos de su estancia allá sus dos visitas pastorales a todas las parroquias, la elaboración de los Estatutos y Reglamento del Cabildo catedralicio y también los del seminario, así como la celebración del Sínodo Diocesano. Fundó el Círculo de Obreros Católicos, la Casa-Asilo para ancianos desamparados y restauró el monasterio de San Juan de la Peña. Acusado de invectivas contra las autoridades locales y gubernamentales, no supo ganarse a sus diocesanos, por lo que se barajó su nombre para la prelatura de Puerto Rico. Vamos, mandarlo lejos a sus cincuenta y un años.
 
"El faro de Castilla" del 30 de enero de 1891

La renuncia por “motivos de salud” de monseñor Antonio Ruiz-Cabal facilitó que el papa León XIII le promocionase para la sede de Pamplona el 14 de octubre de 1899. José hizo su entrada pública el 11 de marzo de 1900. Por informes del nuncio apostólico monseñor Arístide al cardenal secretario de Estado monseñor Merry del Val, se sabe “que el obispo de Jaca fue trasladado a Pamplona poco antes de su llegada a la Nunciatura [la de Arístide]. Oyó entonces hacer elogios de su doctrina, virtud y celo apostólico, y se le aseguró que su traslación a la diócesis más vasta y mucho más importante de Pamplona, fue también efecto de la adhesión del prelado a la dinastía reinante y de la seguridad que se tenía en las altas esferas sobre sus ideas opuestas a los partidos políticos integrista y carlista. Por el contrario el obispo comunicó en carta al nuncio que se encontraba “colocado entre carlistas, integristas y liberales, e inculpado respectivamente como afiliado a uno de esos grupos según conviene a los otros. De aquí nace una situación comprometidísima”.

"El eco de Navarra" 
del 12 de marzo de 1900
 
El obispo López Mendoza, aunque nunca manifestó sus preferencias políticas y se mantuvo por encima de los partidos buscando la unión de los católicos en las cuestiones religiosas, fue un ferviente partidario del catolicismo social que entonces recorría toda la Europa católica. Envió a los sacerdotes Flamarique y Yoldi a Valencia a iniciarse en esta visión y volvieron deseosos de aplicar esa vía entre liberales y socialistas. Surgió en Navarra un poderoso movimiento social agrario y cooperativista. El obispo lo apoyó incondicionalmente, creándose fuertes enemigos. En 1907 chocará con el “Diario de Navarra” por los ataques del periódico a los clérigos sociales. El obispo exigió una retractación y el periódico la dio.

Basilio Lacourt
 
Aunque, también el obispo apuntaba a los liberales decretando, el 28 de noviembre de 1900 la excomunión de Basilio Lacourt, director del semanario “El Porvenir Navarro” y de forma genérica a cuantas personas realizaban o leían el semanario. La bronca llegó a Madrid. El Ayuntamiento de Pamplona promovió un homenaje al obispo y, así, el 9 de diciembre de 1900 hubo una manifestación que terminó ante el palacio del obispo, quien agradeció las palabras de apoyo y reiteró su recomendación de que no se leyesen periódicos impíos –No creo que veamos en José una persona muy conciliadora-. El día anterior, el gobernador civil había prohibido la publicación del semanario por razones de orden público y la “serie no interrumpida de ataques a los sentimientos religiosos, que afortunadamente tan arraigados están en los hijos de este país”. La medida fue aplaudida por la prensa antiliberal y muy criticada por la mayoría de los diarios madrileños, llegando el asunto a las Cortes donde se plantearon preguntas al Gobierno y se ofrecieron incisivos debates sobre la libertad de expresión y la situación política del momento. En parte como resultado de estos sucesos, Lacort fue autorizado el 18 de diciembre a sacar otra publicación, que sería “La Nueva Navarra” y levantaría otra vez polémicas en Pamplona.
 
Estructuralmente, la diócesis de Pamplona tenía un seminario y dos colegios de vocaciones. Su cabildo estaba integrado por cinco dignidades, trece canónigos y catorce beneficiados. Otro cabildo más reducido atendía la colegial de Roncesvalles. Algunos de los diecinueve arciprestazgos eran de mayoría vascoparlante, siendo este un factor importante para que fuesen más tradicionalistas según ponían de manifiesto los prelados en sus “relationes ad Limina”. Había veinte conventos de religiosos y los monasterios femeninos eran doscientos cinco. Las monjas atendían veintinueve establecimientos asistenciales y de enseñanza. Una buena diócesis.

Palacio episcopal de Pamplona
 
Reiteramos que existían problemas como la división ideológica de los Católicos entre dinásticos y carlistas e integristas (en estos primaba la soberanía social de Jesucristo). En este avispero religioso e ideológico aterrizó José López Mendoza que conseguirá enemistarse con el clero más influyente de la diócesis. López Mendoza era inteligente pero, como ya hemos comprobado, sin mano izquierda para regir una diócesis tan conflictiva. Enseguida se le acusó de favorecer a los sacerdotes no navarros y de frecuentar a personas sospechosas para los verdaderos católicos.

Periódico "El Lábaro" 
del 11 de diciembre de 1900
 
La asignación de López Mendoza en el grupo de “antinavarristas” estaría reafirmada en las oposiciones a la canonjía de doctoral en junio de 1902. De nada le sirvió sus muestras antiliberales de 1900. En estas oposiciones perdió Hilario Yaben frente a Juan Gómez Delgado, leal al obispo y que no era navarro. Se azuzó la polémica con argumentos como que esta acción era una maniobra que tenía por objetivo “ir matando poco a poco nuestro espíritu foral”. Al poco, un grupo de canónigos firmaban una protesta contra el Obispo López Mendoza –que tampoco era navarro- rápidamente publicada en el “Diario de Navarra”. Eran los profesores Legaz, Garnica, Irujo, Hernán y Tirapu. El de Frías respondió suspendiendo las licencias de estos canónigos y destituyéndoles como profesores del seminario. Estos confirmaron que apelarían contra las medidas disciplinares que se les habían impuesto.
 
Hilario Yaben

Hilario Yaben agitó las aguas con una circular donde reivindicaba a los canónigos censurados y los apoyaba; declaraba que el “pueblo cristiano” lamentaba profundamente la decisión y la juzgaba injustificada; que los sancionados se habían limitado a defenderse de gravísimas imputaciones y a renunciar a los cargos de confianza, ya que carecían de ella para ejercerlos... El obispo Juan López pidió que se retirara esa circular amenazando con retirarles las licencias para ejercer el sacerdocio. El arzobispo de Zaragoza, Juan Soldevila, notificó oficialmente a López Mendoza la solicitud de apelación sus canónigos. Había que buscar una solución.
 
El 27 de septiembre de 1902 se firmaba un acta de conciliación, que se publicaría con algunas modificaciones introducidas unilateralmente por José López. Los canónigos protestaron privadamente y el arzobispo amonestó al obispo de Pamplona. Cuando el visitador apostólico revisó el asunto dejó claro que se notaban las tensiones internas del obispado. Una forma muy clerical de decir que se estaba empleando el foralismo navarro como arma tanto contra la ampliación de las funciones de un estado moderno que pretendía el gobierno y los liberales como contra la pérdida del monopolio nativo de los cargos eclesiásticos en Navarra.

 
La consagración en 1905 de dos nuevos obispos navarros, Baztán e Ilundaín, en diócesis no navarras – en este caso las diócesis de estos obispos no tendrían derecho a quejarse por tener un obispo “extranjero”- desencadenó más problemas al verse esta situación como ¡un ataque a Navarra! Por lo visto los seminaristas no asistieron al acto y el “Diario de Navarra” denunció los hechos. Ante la acción del periódico dirigido por Eustaquio Echauri Martínez –antiguo sacerdote-, el rector del seminario buscó la adhesión de los profesores a una protesta contra el diario. El acto de firmarla se interpretó como una adhesión al obispo. Por tanto, la actitud de los siete no firmantes era una provocación. López Mendoza les dio tiempo de rectificar, desde marzo hasta final de curso. Cuando hacia el 25 de septiembre se hizo pública la separación de los profesores, un nuevo artículo del “Diario de Navarra” quiso ser la convocatoria a una recogida de firmas, que no llegaron a trescientas, y de una manifestación contra el obispo.
 
La cosa no pareció ir bien para el rector ceutí del seminario Tomás Fornesa porque destituyó a algunos profesores. El jaleo salpicó al obispo que denunció una campaña contra su autoridad, fraguada y llevada a cabo durante varios meses por parte del “Diario de Navarra”. José López Mendoza decía que ese periódico excitaba “al católico pueblo navarro sumiso siempre y siempre dócil a sus legítimas autoridades, como verdaderamente católico, a un cisma que, abortado ahora por la misericordia y gracia de Dios, hemos de procurar que no se vuelva a intentar jamás”.
 
José López Mendoza García

López Mendoza firmó el 31 de octubre de 1905 una pastoral al clero y fieles de su obispado. Allí decía que aquello era una campaña que prostituía el catolicismo, al ponerlo al servicio de miras anticatólicas, ya que se dañaba la caridad cristiana. El prelado situaba al “Diario de Navarra” entre los “periódicos más o menos hostiles a la Iglesia católica y a sus ministros, cuya audacia había que sufrir y perdonar merced a la malicia de los tiempos”. Desobediencia al obispo y un exagerado regionalismo eran los dos aspectos condenables del periódico. Eustaquio Echauri juzgó que la condena era contra derecho y recurrió a Roma.

Arzobispo Soldevila y Romero
 
A la vez llegó al Vaticano un informe del arzobispo de Zaragoza. El objetivo de la comunicación de Soldevila era llamar la atención del cardenal secretario de Estado del Vaticano Rafael Merry del Val y Zulueta (español nacido en Londres), en previsión de que le llegaran quejas de los adversarios del obispo y para que la autoridad episcopal quedara a salvo, como el propio López Mendoza le pedía.
 
El obispo también escribió una extensa carta al cardenal secretario de Estado. En ella declaraba que la falta de autoridad episcopal provenía de “la altivez de carácter de estos naturales, una vana presunción de su saber y su valer, acompañada de una dosis excesiva de provincialismo, rayano, en algunos, en separatismo y muy poca caridad cristiana”. Unido esto al desprecio con el que miraban a los que “somos de fuera, especialmente, si no somos dóciles instrumentos de su suprema voluntad”. (Esto me recuerda a lo que dijeron dirigentes del PNV ante el nombramiento de Ricardo Blázquez como obispo de Bilbao). Para López Mendoza la lucha sorda contra su autoridad surgió tras la destitución de José Iguerategui y de Dámaso Legaz de sus puestos de provisor y vicario general y de rector respectivamente, para nombrar a dos “extranjeros”, Tomás Fornesa y Secundino Vitrián, canónigos de la Catedral y con mucho tiempo de residencia en la diócesis. Así, dos capitulares que aspiraban a esas vacantes, dos ex-profesores del seminario y el ex-rector formaron un bloque de oposición. Intentaron torcer la voluntad del obispo con motivo de las oposiciones a doctoral en 1902. El elegido, Juan Gómez Delgado, mayordomo del obispo, no era navarro. Aquella suspensión de licencias arriba citada no fue inicialmente total, sino que se limitaba a su ejercicio fuera de la catedral. Pretendía con esto evitar el escándalo y preparar el camino a la reconciliación, porque así podrían “con honor volverlas a recibir humillándose”. Pero cuando publicaron íntegro el oficio en el que se les comunicaban estas medidas disciplinares, entonces el obispo les retiró las licencias sin limitación alguna. No fue plena ni sincera la reconciliación tras el incidente, que, en el caso de Yaben se prolongó hasta febrero de 1903. Las presiones navarristas se dieron de nuevo ese 1903 cuando se proveyó la vacante de lectoral. El electo no era navarro, pero no tuvo consecuencias esta vez. Como vemos el de Frías se despachó a gusto en su carta.

Cardenal Rafael Merry del Val
 
López de Mendoza estaba convencido de que eran clérigos los que estaban detrás de la campaña contra él. Buscaban su marcha. Él Estaba dispuesto a someterse a la decisión del Papa pero, en principio, sólo ponía una condición: “que no quiera mandarme desprestigiado a ninguna Diócesis, pues estaría imposibilitado para hacer ningún bien, cualquiera que fuere, y que me deje retirar a mi Convento a llorar y a hacer penitencias por mis yerros”.
 
El 12 de noviembre de 1905 salían para Roma los enviados del “Diario de Navarra” con sus argumentos. Entiendan que la circular del obispo de Pamplona destruía los objetivos empresariales de los editores del periódico. ¡Por eso necesitaban una respuesta favorable de la Santa Sede! Rafael Merry del Val, conciliador, envía al obispo de Pamplona una fórmula de sumisión, en la que quedaba garantizada y a salvo la autoridad episcopal. El 21 de noviembre de 1905 Echauri firmaba su retractación en Roma, según la fórmula incluida por Merry. Y se envió a Pamplona.

Cardenal Aristide Rinaldini
 
El nuncio Rinaldini -¡¿Quién le mandaría aceptar la propuesta de López Mendoza?!- veía crecer el problema navarro más allá de España y pidió que se enviase alguien a investigar la diócesis. El 22 de noviembre de 1905 el secretario de Estado encomendaba al padre Ezequiel del Sagrado Corazón una misión informativa en Pamplona.
 
El obispo burgalés recibió la retractación de Echauri el 25 de ese mes e inmediatamente la publicó para que los párrocos la divulgaran entre los fieles. López Mendoza afirmaba que estaba “completamente satisfecho de la retractación”. Pero entendía que el acuerdo era un triunfo del “Diario de Navarra” y que él, López Mendoza, perdía prestigio ante la Santa Sede. Y volvió a asumirlo cuando le anunciaron el comienzo de la visita apostólica.
 
¿Por qué había elegido el recién llegado nuncio Aristide Rinaldini aquel 1899 al obispo de Jaca para la sede Navarra? Había escuchado buenas palabras sobre López Mendoza pero quienes lo elogiaban lo hacían en base a la fidelidad que los agustinos tenían hacia la Corona y deseaban a José en Pamplona como freno para carlistas e integristas, dos fuerzas políticas ajenas al sistema de la Restauración y una de ellas abiertamente antidinástica. Pero era como un elefante en una cacharrería. Insistía en decir que no estaba con ningún partido y que el clero debía ser apolítico. Las tensiones se agudizaron con la creación de las Ligas Católicas. Los carlistas se le enfrentaron, incluso mediante fakenews, lo que provocó que López Mendoza a través de una circular prohibiera al clero la lectura de “El Pensamiento Navarro” y la asistencia al casino carlista. El obispo informó al nuncio sobre los riesgos en los que se movía para el ejercicio de su ministerio pastoral. Excomulgó al director del órgano del partido liberal en Pamplona cuando Canalejas lanzaba su campaña contra el clericalismo. Por su parte, el partido conservador estaba convencido de que el obispo apoyaba a los carlistas. ¿Por qué? Porque Tomás Fornesa, el rector que nombró para el Seminario, era un conocido carlista, que ¡alardeaba de sus ideas políticas!

León XIII
 
El arzobispo de Zaragoza, Juan Soldevila, creía que la agitación existente era resultado de las medidas precipitadas y por exceso de celo del de Frías. La solución que Rinaldini veía era el traslado. Pero, para ello, necesitaba el consentimiento del obispo y debían endulzarlo dejando la sensación de que era una promoción. La clásica patada hacia arriba para que no moleste. José dijo no. Sin problema, el nuncio y el arzobispo estarían atentos para separar al prelado de Pamplona de alguno de sus consejeros y para cambiar al rector del seminario.
 
Tres meses después de iniciar su misión investigadora, el padre Ezequiel del Sagrado Corazón entregaba sus conclusiones: juzgaba difícil que López Mendoza recuperara la confianza de sus diocesanos y que volviera a gozar del prestigio exigible para el cargo. Opinaba que “la solución más prudente... sería la traslación del Sr. Obispo en la forma más decorosa que quepa, para que no tenga carácter de castigo y no se envalentonen los diocesanos de Pamplona ni sufra el prestigio del Prelado en la diócesis a donde vaya”.

Periódico "El Lábaro" del 8 de mayo de 1906
 
La propuesta de trasladar al obispo a otra sede tenía serios inconvenientes. El propio López Mendoza iba a adelantarse, el 13 de abril de 1906, a ofrecer su dimisión en una carta privada dirigida al Cardenal español José de Calasanz Félix Santiago Vives y Tutó, que era uno de los más influyentes miembros de la Curia Romana y a quien podía acudir con confianza. En esa carta dejaba patente su actitud de disponibilidad a retornar a la celda monacal. Pero Roma –en un estilo muy propio, muy clerical- no quería forzar la renuncia. Si López Mendoza la presentaba “Su Santidad se cuidaría muy mucho del prestigio del Sr. Obispo”. Al enviar su renuncia, el Obispo volvía a insistir en su convicción de que la situación podía haberse parado a tiempo y advertía sobre las consecuencias que podría tener este acto en las relaciones entre España y la Santa Sede. Se le aceptó la renuncia y se le impuso silencio. ¡Qué sorpresa! La advertencia López Mendoza se convirtió en una indicación para Rinaldini. Todo debía hacerse con discreción. Nada debía publicarse hasta que pudiera anunciarse al mismo tiempo la dimisión del obispo y el nombramiento de su sucesor, aunque este fuera un administrador apostólico.

Vivés y Tudó
 
El obispo contaba con la protección del partido liberal y del gobierno presidido por Segismundo Moret (1905-1906). Rinaldini no consiguió convencer al gobierno del carácter canónico del cambio de obispo. Para Moret era un triunfo de los carlistas y temía que los liberales tomasen la renuncia como una claudicación frente al Vaticano. Dado que el ministerio no se negó a negociar la pensión para el dimisionario, que se retiraría a un convento de su orden, el cardenal secretario de Estado juzgó que había base para negociar. No estaba en lo cierto. El gobierno estaba preocupado. Las dificultades surgían del clero y de otros “elementos reconocidamente ultrarregionalistas y separatistas”. Había una tradición que tenía como un derecho de la Corona que la Santa Sede no pudiera apartar a un obispo sin el consentimiento previo del gobierno.

Segismundo Moret
 
Entonces, hacia 23 de mayo de 1906, se presentó inesperadamente López Mendoza en Roma. Esta acción podía situar en mal lugar a la Santa Sede. Para el 11 de junio había regresado. Por eso era urgente poner de relieve que en nada había lesionado los derechos del gobierno, tal como se reconocían en el Concordato de 1851. La prensa de todos los colores hablaba del problema del obispado de Pamplona. Así el periódico “El Pueblo” apuntaba la teoría de que era una lucha entre Agustinos y Jesuitas por el poder en Navarra.

Periódico "El Heraldo Alavés" 
del 23 de mayo de 1906.
 
Inmediatamente Rinaldini escribió al ministro de Gracia y justicia, Manuel García Prieto. Pero ese año no pudo llegarse a ninguna solución. Un nuevo ministerio conservador abría una posibilidad, que había que intentar. Rinaldini acudió a entrevistarse con el nuevo ministro de Gracia y Justicia, el marqués de Figueroa, Juan de Armada y Losada. Se necesitaba un nuevo Obispo, capaz de acuerdos, y el nuevo ministro desconocía la situación.

Marqués de Figueroa
 
La cuestión no avanzó un solo paso en los años siguientes. Tuvo lugar entonces una iniciativa de varios seglares que en un escrito a Pío X se lamentaban de los graves desaciertos del Obispo y las consecuencias de estos. Así, el Papa, en 1909, exige que se aceptase la dimisión presentada por el Obispo tres años antes. Nada. El cansancio de la Santa Sede se ve en el hecho que, en 1913, el Secretario de Estado, Cardenal Merry del Val dejaba la solución del caso de la renuncia al Nuncio en España.

Papa Pio X
 
Por si fuera poco surgirá en abril de ese año una nueva crisis por mor de una denuncia de estupro –acto sexual valiéndose de preminencia sobre la otra parte- que salpica a Juan Gómez Delgado, el Doctoral, íntimo del Obispo y protagonista de otras trifulcas. La acusación se extendía a la tolerancia de López Mendoza con los clérigos que violaban las obligaciones inherentes a su celibato. El Obispo replicaba que “era peor vicio la soberbia de quienes no acataban su autoridad y a ella se oponían”. No había que extrañarse de estas acusaciones que eran arma común entre adversarios dentro del clero.
 
Se produjo entonces un cambio en la nunciatura de Madrid para alivio de Rinaldini. Al nuevo, Ragonesi, se le comentó el lío navarro y la posibilidad de la dimisión de López Mendoza antes de que se incorporara a su destino. Estuvo a punto de conseguirse en 1909 pero la caída de Maura el 21 de octubre de ese año frustró el arreglo.

Francesco Ragonesi
 
Francesco di Paola Ragonesi recibió una carta de Iguerategui y la acusación contra el Doctoral. Era muy importante que el nuncio tratara de llegar a un acuerdo con el gobierno conservador de modo que, ¡por fin!, saliera de Pamplona López Mendoza. Las acusaciones contra el Doctoral habían llegado directamente a la Santa Sede. El nuncio escribió de forma reservada al obispo. Indicaba que “con frecuencia el deshonor de los subordinados redunda desgraciadamente en detrimento de los superiores”.
 
López Mendoza respondió con una amplia carta: Las denuncias se remontaban a diez años antes; nunca habían estado dispuestos los que las presentaban y hasta publicaban en la prensa a ratificarlas en un tribunal, que incoara proceso contra el Doctoral; las acusaciones iban más contra él que contra el familiar; fueron estas quejas las que provocaron una visita de un comisionado de la Santa Sede; se redactaron “muchos folios”, sin que se hubiera sabido nada de lo que se escribió... Como sugerencias prácticas presentaba la formación de un proceso judicial para depurar las delaciones o que Roma diera crédito a quienes afirmaban que era incapaz de regir bien la diócesis y que, en consecuencia, tomara las resoluciones que juzgara mejores.

Benedicto XV
 
Leída la carta, el nuncio informó al obispo que las acusaciones estaban suscritas por personas “dignas de estimación y libres, al parecer, de pasión y parcialidad”. ¡Como si esto fuera posible! Ragonesi traspasó el problema a la secretaría de Estado del Vaticano. Y lo pareció resolver López Mendoza porque en una audiencia privada con el papa Pío X, ese 1913, vino la calma.
 
No sé si la paz fue duradera o solo una tensa guerra fría pero en 1916 se realizaron los fastos por las bodas de plata como obispo de José López Mendoza García que se celebrarían el 24 de agosto. Asistieron el Nuncio apostólico, monseñor Ragonesi; el arzobispo de Zaragoza y los obispos de Teruel, Vitoria, Tarazona, Segovia, Orense, Jaca, Salamanca, Oviedo y Sigüenza. Todo empezó con una misa a las diez de la mañana organizada por el Cabildo catedral. Ofició el propio obispo con un cáliz adquirido por suscripción ente los niños de la diócesis. Después se celebró una manifestación de homenaje a López Mendoza y a la una un banquete oficial para autoridades y personalidades. Por supuesto, hubo un banquete para el pueblo en el patio del seminario. ¡Para algo se es obispo! Tras la comida se celebró una velada literario musical con discursos de alago hacia López Mendoza. Por la noche hubo iluminación.

 
Para el pago de algunos festejos populares y dar regalos se abrió una suscripción popular. El Cabildo catedralicio le regaló un anillo pastoral, con una gran amatista labrada y el Clero parroquial un báculo de plata sobredorada con la imagen del Buen Pastor y las efigies de San Francisco Javier, San Saturnino, San Fermín, San Agustín, y las armas del Prelado. ¡Toma humildad y pobreza!
 
En la “visita ad limina” –visita obligada del obispo a Roma- de 1917 abrazó a su antiguo condiscípulo el Papa Benedicto XV (Giacomo della Chiesa), escena recordada con cariño en una pastoral. Aunque siguió girando visitas pastorales, su salud se vio bastante quebrada desde 1918, quedando muy mermado en su capacidad de trabajo y movimiento.

Periódico "Diario de Valencia"
 
José López Mendoza y García, de la Orden de San Agustín, Maestro en Sagrada Teología, Doctor en Derecho Canónico, Obispo de Pamplona, Caballero de la Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, Predicador honorario de S. M., etc, murió a las nueve de la noche del 31 de enero de 1923. La causa fue el agravamiento de la bronquitis que padecía. No fue nada imprevisto porque a las diez de la mañana de ese día, entre vomitonas, se le administraron los Sacramentos por el deán, asistiendo el Cabildo, el Clero y seminaristas. El obispo enfermo pronunció palabras de despedida y bendijo a su diócesis y al Cabildo de la catedral.
 
Por el palacio episcopal desfilaron las autoridades y las personalidades más salientes de la población. El cadáver, revestido de pontifical, fue trasladado al salón del Nuncio, convertido en capilla ardiente. El ayuntamiento levantó la sesión en señal de duelo. Los funerales fueron presididos por el arzobispo de Zaragoza, Soldevila, y por el obispo auxiliar de la sede primada de Toledo.
 
Recapitulando, el bloque católico lo formaban en Navarra carlistas e integristas. Ambos grupos fueron subrayando su opción por la defensa de los fueros frente a un Estado que tanto liberales como conservadores querían fortalecer, autentificando sus bases parlamentarías, ampliando sus competencias para encarar los nuevos problemas, como la cuestión social, o secularizando sus instituciones como una forma de instaurar un ámbito de convivencia donde todos pudieran habitar. No era ese el horizonte del tradicionalismo católico español. Carlistas e integristas en Navarra y el naciente nacionalismo vasco, unieron los fueros patrios con la religión.
 
Merece destacar como aspecto más positivo de su gestión al frente de su diócesis el apoyo e impulso que prestó al catolicismo social: la fundación de La Conciliación, organización tripartita (obreros, patronos y protectores) que buscaba el bienestar moral y económico de la clase obrera; el nacimiento de las cajas rurales; la erección de la Federación Católico-Social de Navarra, organización más poderosa e influyente del campo navarro; y la celebración de la VI Semana Social (1912).

Frías
 
Un capítulo de especial interés es el referente a la Congregación femenina “Misioneras de la Eucaristía” que fue fundada en 1916 por una colombiana, la madre Soledad de la Torre, y contó con el favor del Prelado de Pamplona, que la erigió canónicamente en 1920. Muy polémica resultó la “Obra de los sacerdotes niños” rama de la congregación que fue suprimida por la Santa Sede tras el fallecimiento del Obispo López de Mendoza. La Congregación se extinguió tras la muerte de la fundadora, sin haber recibido la aprobación romana.
 
Dejó un puñado de pastorales entre las que destacan las conmemorativas de los grandes centenarios: Año santo (1900), edicto de Milán (1913) y canonización de San Francisco Javier (1922). Sus circulares fueron más de 400.
 
 
 
Bibliografía:
 
Real Academia de la Historia. Jesús Álvarez Fernández.
Institutum Historicum Augustinianum.
“Iglesia y navarrismo (1902-1913). La dimisión del obispo López Mendoza”. Cristóbal Robles Muñoz.
Auñamendi Eusko entzikopedia.
Periódico “La fidelidad castellana”.
Periódico “La correspondencia de España”.
Periódico “La Libertad”.
Periódico “La paz de Murcia”.
Revista “La política de España en Filipinas”.
Periódico “El eco de Navarra”.
Periódico “El Lábaro”.
Periódico “La Cruz”.
Periódico “El Pueblo”.
Periódico “La Tarde”.
Periódico “Diario de Valencia”.
Periódico “Telegrama del Rif”.
Periódico “Heraldo de Madrid”.
“Revista ibero-americana de ciencias eclesiásticas”.
Periódico “La Acción”.
Periódico “La época”.
Periódico “La Voz”.
“Escritores burgaleses”. Julián García Sainz de Baranda y Licinio Ruiz.
Gran enciclopedia de Navarra.
Centro cultural San Agustín.
A un clic de la aventura. Blog de viajes.
Periódico “ABC”.
 

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