Debemos
desplazarnos hasta el pueblo de Quecedo de Valdivielso, al pie de la Sierra de
La Tesla, cerca del cual se halla esta peculiar ¿necrópolis? de nichos excavados
en roca, conocida en la zona como "Las Cuevas de los Moros". El
acceso puede realizarse también desde Arroyo de Valdivielso pero lo haremos
desde Quecedo. Subiremos hasta las últimas casas del pueblo y tomaremos el
camino que se dirige hacia Arroyo hasta llegar a un cruce. Caminaremos por una
senda hasta un pequeño paso situado entre dos grandes promontorios rocosos
junto a los que discurre un arroyo. En el peñón de la derecha se localizan las
tumbas, en un escarpe calcáreo con muy buenas vistas. Pascual Madoz llama a
este enclave la ciudad de Iberia, “pudiendo asegurarse desde luego la
existencia de alguna población por los carbones, fragmentos de tejas y
ladrillos y losas sepulcrales que se encuentran a cualquier excavación que se
haga”.
Cortesía de ZaLeZ
Cuando
nos acerquemos tendremos en cuenta que los restos se distribuyen en dos sectores.
El primero se ubica en la zona media de la peña con dieciséis nichos excavados
en la roca junto a algunas tejas curvas. El segundo foco lo tenemos en el pago
de “Socastillo”, a los pies del afloramiento rocoso, que presenta por toda su
superficie y de modo regular teja curva y cerámica. Pero tanto la técnica
constructiva, como los materiales que han aparecido en la parte de abajo del
yacimiento son iguales a los encontrados arriba, en las “cabañas de los moros”,
por lo que los arqueólogos han concluido que ambas partes constituyen un único
yacimiento.
Foto de Jokin Garmilla
En
el risco aparecen unos veinte escalones labrados que nos llevan hasta la
cornisa de los dieciséis nichos rectangulares abiertos al Sur y alineados en
una sola fila, excepto dos que aparecen superpuestos. Los nichos son similares
entre sí: planta rectangular y cubierta plana que en el sector del fondo se
curva, adoptando forma de horno. Por encima de varias oquedades, se observan
ranuras individuales con forma de arco apuntado, algunas casi inapreciables
debido a la erosión. En algunos casos, estas ranuras se refuerzan con otra
rectilínea de mayor potencia que se extiende sobre varias oquedades. Dentro de
este conjunto, destaca una por sus mayores dimensiones y por presentar dos
entalladuras a ambos lados de la entrada que pudieron servir para encajar los
elementos de cierre. Lo más probable es que todos los nichos llevaran este
sistema de cierre. Quizá esas entalladuras funcionasen como canal de desagüe. También
hay señales de mechinales para vigas y entalles para tejados a dos aguas.
Así
reflejaron Julián García Sainz de Baranda y Luciano Huidobro la impresión que
les produjo estas oquedades: “Allí se encuentran, las llamadas en el país,
Cuevas de los Moros, que son catorce cavidades talladas en roca viva, mirando
al Mediodía. Dadas sus dimensiones, parecen sepulturas o silos preparados para
tapiarlos después. Son cavidades cuadrangulares, sin resto alguno que indique
su destino, de poco más de un metro de abertura y otro tanto de profundidad”.
La
forma rectangular que presentan las oquedades y su disposición en hilera a lo
largo de una pared vertical les da un aire fúnebre. Claro que, algunas
oquedades son grandes para tumba individual e inútiles como celda eremítica. Además,
las dimensiones de las oquedades tendrían todas tamaño de adulto descartándose
así la suposición de que fuese un enterramiento familiar ocasional. En algunos
análisis se ha llegado a pensar que estos agujeros hubieran sido celdas de emparedados,
pero el emparedamiento era una respuesta eremítica de carácter urbano surgida a
partir del siglo XI. La asociación con tumbas es apoyada por su similitud con
las cuevas sepulcrales excavadas del monasterio riojano de Suso. Serían unas
tumbas de tipo "de armario" o nichos superpuestos sellados con
cerámica. Las de las catacumbas y que, en época altomedieval, reaparecen como
enterramientos eremíticos. Desgraciadamente, de estos supuestos enterramientos
no ha sobrevivido fragmento alguno de las lápidas de cierre. O todavía no se
han hallado. Otrosí, si fuesen enterramientos exteriores nos surge la duda de
porqué se construiría una estructura de madera cubriéndolos. Ramón Bohigas
Roldán señalaba la peña de la Cueva de los Moros como necrópolis medieval y en
sus cercanías documentó cerámica a mano. ¿Entonces, necrópolis?
Luis
Alberto Monreal Jimeno, en su publicación "Eremitorios Rupestres
Altomedievales" Cuadernos de Arqueología de Deusto (1989) afirmaba que: "Varios
son los aspectos que parecen acreditar un destino funerario para estas
cavidades, su correcta orientación y el hecho de que el espacio ocupado por la
cabecera (hacia el Oeste) sea sensiblemente más ancho, reduciéndose hacia los
pies, respondiendo al tipo de lóculos longitudinales, cerrados por placas
colocadas verticalmente. Las dimensiones, sin embargo, pudieran parecer
sorprendentemente grandes, oscilando entre 1`95 metros y dos metros de
longitud, incluso sobrepasando algunas los 2`10 metros. También las alturas y
profundidades resultan excesivas para enterramientos individuales."
Por
ello, suponiéndoles enterramientos, los sitúan entre los siglos VIII y IX. Se
sabe que cuando el primer conde de Castilla, Rodrigo, comienza a crear el
Condado de Castilla en el año 860 organiza el territorio y se lleva a los
pobladores de los diez eremitorios de Valdivielso a San Pedro de Tejada con un
abad. Uno de ellos eremitorios se llamaba San Esteban Valmonstriun, San Esteban
Valle de los Tres Montes, y el lugar coincidiría con las Cabañas de los Moros. Esta
información reforzaba la teoría de que nos enfrentásemos ante unos peculiares
eremitorios donde cada oquedad era una especie de celda. Con todo, la firma de
dicho pacto no supuso el cierre del hábitat, que siguió al menos durante un par
de siglos en funcionamiento.
Otra
forma de ver estas oquedades es que hubieran sido parte de un pequeño poblado cuyas
viviendas concluían en la zona del crestón, excavadas en roca, pero que se
adelantaban con estructuras de madera de las que quedan restos de los tejados y
del lugar donde estuvieron ubicadas las vigas que sustentaban las cubiertas
gracias a los citados mechinales. Los habitáculos de estas oquedades se elevan
sobre el nivel de lo pudo ser la base de las viviendas, hecho que se manifiesta
con una cornisa que recorre la mayor parte de las oquedades. Frente a los
habitáculos que los especialistas han nombrado 8 y 9, tenemos excavado en roca un espacio que tiende a la forma
rectangular, que presenta rebordes y mechinales donde pudieran haber estado
colocadas vigas y algún elemento para cubrir este espacio y que pudiera tratarse
de un aljibe para la recogida de agua. No se descarta que estas edificaciones
hubieran podido haber sido aprovechadas, después, por los eremitas, pues su
forma es diferente a la decena de eremitorios del resto de Valdivielso y de Las
Merindades.
En
la parte inferior del yacimiento se ha estudiado los restos de una muralla de
dos metros de ancho, unos diez metros de largo y que podría llegar a los cuatro
metros de alto que defendía el acceso ya que delante tenía una plataforma de cerca
de metro y medio para colocar algún tipo de empalizada. Una vez librada la
muralla, se llegaba a un espacio de unos 300 metros cuadrados, que serviría
para dejar el ganado o como cobertizo para almacenar lo que difícilmente se
podía subir por los escalones hasta la parte de arriba donde se encontraban las
viviendas.
Podríamos
decir que hubo un monasterio -perdón, una posible laura- y un poblado
altomedieval dados los restos cerámicos hallados bajo lo que fue la ermita de
San Esteban. Estos frag…
Dibujo de Enrique Dies Cusí
Un
momento. Un momento. ¿Qué es eso de una ermita dedicada a San Esteban? Cierto,
debemos hacer un inciso para hablar de esta ermita. Fue construida en la
plataforma de unos cuatro metros delante de las oquedades indefinidas. Y
estaría situada a la misma altura que el castillo de toba (solo como
curiosidad, o no). La pequeña ermita habría usado toda la piedra que había en
el yacimiento y por eso prácticamente ya no queda nada. Tuvo las paredes
encaladas y la cubierta con tejas. Se estima que era de cuatro por tres metros,
suficiente para que un eremita estuviera rezando y para ser un lugar de culto
visible desde todo el Valle. Esta ermita habría estado en pie hasta principios
del siglo XIX. Luciano Huidobro y Julián García Sainz de Baranda dejaban
escrito: “No queda ya apenas nada de la ermita que recordaba el
emplazamiento del castillo de la ciudad de Iberia, situado sobre una eminencia
abundante en acantilados de difícil acceso y llenos de espesos matorrales”.
Reiniciamos:
Estos fragmentos (cerámicos) son de dos tipos principales. Los más antiguo
estarían ubicados entre los siglos VIII y X -son anaranjadas o negras- y parece
que hay otra cronología posterior de cerámicas fabricadas con torno de pastas
anarajandas. Quizá las procedentes de la ermita que van desde el siglo XIV al
XVIII. Debemos comprender que era el horno el que determinaba el color. Unas se
cocían en los de ambientes oxidantes, con mucho oxígeno que les imprimía el
color naranja, y las negras se fabricaban en hornos de ambiente reductor, sin
apenas oxígeno. Las cerámicas son fósiles guías que nos hablan de las
cronologías y de las culturas del lugar. Las de las Cabañas de los moros nos
hablan de los siglos VIII al X, cuando no existe un poder centralizado y las
poblaciones tienen una producción local de cerámicas que pierden mucha calidad.
“Podrían datarse incluso en el siglo VII y hablarían de visigodos; si son
del VIII, de musulmanes; si fueran de la segunda mitad del siglo VIII, a lo
mejor, de un primer intento de la monarquía asturleonesa de controlar estos
valles” teorizaba Enrique Dies Cusí que ha realizado las campañas de
excavación en el lugar. En la práctica se han encontrado restos que podrían
proceder del periodo visigótico final con influencias; cerámica con motivos de
ondas; y cerámicas con decoración de peine. Pero pensemos que los estilos de
decoración conviven en el tiempo. Aún así son, en su inmensa mayoría, de poca
calidad.
Bases de las edificaciones
Estos
restos cerámicos fueran trabajados a mano y a torneta. Se observaría en ellas
una pérdida de conocimientos y capacidad tecnológica en su fabricación frente
al periodo del Imperio Romano de Occidente. Quizá resultado del colapso
-exageramos-, de la reducción, del comercio. Pero, como ocurre muchas veces,
hay excepciones y se ha encontrado restos de una jarrita de cerámica andalusí
de un color naranja pálido. Es de buena factura y marcada decoración que nos
grita sobre la existencia de ciertos contactos comerciales o, por conjeturar,
podría ser el recuerdo traído desde el sur musulmán por un mozárabe que se
asentó en estas casas. O el regalo de un soldado a su esposa. O…
Las
dieciséis oquedades, que se distribuirían dos o tres por cada casa, serían las
despensas -o silos- donde se guardaban los alimentos. Se supone que había unas
tres o cuatro casas terminadas y dos en construcción. La roca servía como pared
del fondo del inmueble y en ella se tallaban los huecos donde se introducían
las vigas de sus techumbres. Las otras tres paredes se construían partiendo de
este fondo, parte roca y parte material de relleno tras construir un muro de
contención, del que solo se conserva un paño de unos pocos metros. Esto nos
permitiría calcular que las viviendas tenían unas dimensiones de 1`60 metros de
ancho por tres -o cuatro- de largo. Bajo el suelo de mortero de cal de la
ermita ha pervivido la base de una pared de una antigua cabaña altomedieval
gracias al haberse introducido entre sus piedras la cal del siglo XIV. Y eso
ayuda a calcular sus dimensiones.
Cuchillo visigótico de Valdivielso
En
la campaña de excavación de 2017 se encontraron fragmentos cerámicos, tejas,
monedas de escasísimo valor numismático y clavos de hierro. La joya de la campaña
de 2021 ha sido un cuchillo con espiga para el mango de unos diez centímetros
que tiene factura de tradición germánica. Ha sido catalogado, inicialmente,
como visigodo. ¿Eso quiere decir que este emplazamiento fue erigido por los
visigodos? No tiene por qué, el cuchillo puede haber llegado de la misma forma
que el vidrio o la cerámica andalusí. Si durante los años setenta un saqueador
-que no investigador aficionado- no hubiera destruido pavimentos, estratos y
estructuras y llevado lo que no sabemos, tendríamos más restos para evaluar el
yacimiento. Ese saqueo obligó a los investigadores a ralentizar sus trabajos
para tratar de aislar las zonas donde aparecían materiales mezclados de
diferentes épocas de las que estaban intactas. Aun así, las monedas no
saqueadas del siglo XIV, se vinculan con la ermita de San Esteban. Será en este
tiempo cuando se lució con cal el muro de contención y lo hizo resistente a las
escorrentías de agua. El resto de este muro, hecho solo de piedras y barro, se desmoronó
y desaparecido ladera abajo.
Recapitulando.
Aquí tenemos un poblamiento sobre una plataforma ganada y protegidas por una
muralla que cerraba el acceso y una parte elevada a la que se accedía a través
de unas escaleras. Además, disponían de una atalaya desde la que se vigilaba
desde mayor altura la Gargantilla, el paso natural de Valdivielso a Medina de
Pomar por Arroyo. En esta garita también se han hallado restos de cerámica. Este
lugar servía para vigilar y controlar… ¡el valle de Valdivielso! Su orientación
sur nos indica que controlaba a los propios vecinos y sus movimientos
dependiendo de un poder superior que podría ser el Castillo de Tedeja, o bien
en Medina de Pomar o quizás un intento de la monarquía Astur-Leonesa de
recuperar el Valle.
Cortesía de ZaLeZ
Parece
tratarse de un proyecto inacabado y que posteriormente fue recuperado por los
eremitas que ocuparon las construcciones abandonadas y las utilizaron como
viviendas, una casa para cada eremita y que se juntasen solo para la oración.
Los eremitas habrían estado allí hasta que fueron absorbidos por el Monasterio
de san Pedro de Tejada, y el lugar quedaría como una zona secundaria para otro
tipo de usos. Llegaría un tiempo en que se abandonó y volvió a atenderse en el
siglo XIV al construirse una ermita que aguantó hasta el siglo XIX.
Bibliografía:
“Eremitorios
rupestres en la comarca de Las Merindades (Burgos)”. Judith Trueba Longo.
“Las
siete merindades de Castilla Vieja. Valdivielso, Losa y Cuesta Urría”. María
del Carmen Arribas Magro.
Periódico
“Diario de Burgos”.
Burgosconecta.es
Blog
“García Huidobro de Valdivielso”.
Web
del G.E. Edelweiss.
Web
“Condado de Castilla”
Blog
“Tierras de Burgos”.
Periódico
“Crónica de Las Merindades”.
Blog
“ZaLeZ”.
“Catálogo
de bienes integrantes del patrimonio arqueológico de Merindad de Valdivielso
(Burgos)”.
“Apuntes
descriptivos, históricos y arqueológicos de la Merindad de Valdivielso”. Luciano
Huidobro Serna y Julián García Sainz de Baranda.
Radio
Valdivielso.
Wikiloc
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