Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 30 de enero de 2022

¿Qué podemos saber de las Cuevas o Cabañas de los Moros de Quecedo de Valdivielso?

  
Debemos desplazarnos hasta el pueblo de Quecedo de Valdivielso, al pie de la Sierra de La Tesla, cerca del cual se halla esta peculiar ¿necrópolis? de nichos excavados en roca, conocida en la zona como "Las Cuevas de los Moros". El acceso puede realizarse también desde Arroyo de Valdivielso pero lo haremos desde Quecedo. Subiremos hasta las últimas casas del pueblo y tomaremos el camino que se dirige hacia Arroyo hasta llegar a un cruce. Caminaremos por una senda hasta un pequeño paso situado entre dos grandes promontorios rocosos junto a los que discurre un arroyo. En el peñón de la derecha se localizan las tumbas, en un escarpe calcáreo con muy buenas vistas. Pascual Madoz llama a este enclave la ciudad de Iberia, “pudiendo asegurarse desde luego la existencia de alguna población por los carbones, fragmentos de tejas y ladrillos y losas sepulcrales que se encuentran a cualquier excavación que se haga”.

Cortesía de ZaLeZ
 
Cuando nos acerquemos tendremos en cuenta que los restos se distribuyen en dos sectores. El primero se ubica en la zona media de la peña con dieciséis nichos excavados en la roca junto a algunas tejas curvas. El segundo foco lo tenemos en el pago de “Socastillo”, a los pies del afloramiento rocoso, que presenta por toda su superficie y de modo regular teja curva y cerámica. Pero tanto la técnica constructiva, como los materiales que han aparecido en la parte de abajo del yacimiento son iguales a los encontrados arriba, en las “cabañas de los moros”, por lo que los arqueólogos han concluido que ambas partes constituyen un único yacimiento.

Foto de Jokin Garmilla
 
En el risco aparecen unos veinte escalones labrados que nos llevan hasta la cornisa de los dieciséis nichos rectangulares abiertos al Sur y alineados en una sola fila, excepto dos que aparecen superpuestos. Los nichos son similares entre sí: planta rectangular y cubierta plana que en el sector del fondo se curva, adoptando forma de horno. Por encima de varias oquedades, se observan ranuras individuales con forma de arco apuntado, algunas casi inapreciables debido a la erosión. En algunos casos, estas ranuras se refuerzan con otra rectilínea de mayor potencia que se extiende sobre varias oquedades. Dentro de este conjunto, destaca una por sus mayores dimensiones y por presentar dos entalladuras a ambos lados de la entrada que pudieron servir para encajar los elementos de cierre. Lo más probable es que todos los nichos llevaran este sistema de cierre. Quizá esas entalladuras funcionasen como canal de desagüe. También hay señales de mechinales para vigas y entalles para tejados a dos aguas.

 
Así reflejaron Julián García Sainz de Baranda y Luciano Huidobro la impresión que les produjo estas oquedades: “Allí se encuentran, las llamadas en el país, Cuevas de los Moros, que son catorce cavidades talladas en roca viva, mirando al Mediodía. Dadas sus dimensiones, parecen sepulturas o silos preparados para tapiarlos después. Son cavidades cuadrangulares, sin resto alguno que indique su destino, de poco más de un metro de abertura y otro tanto de profundidad”.
 
La forma rectangular que presentan las oquedades y su disposición en hilera a lo largo de una pared vertical les da un aire fúnebre. Claro que, algunas oquedades son grandes para tumba individual e inútiles como celda eremítica. Además, las dimensiones de las oquedades tendrían todas tamaño de adulto descartándose así la suposición de que fuese un enterramiento familiar ocasional. En algunos análisis se ha llegado a pensar que estos agujeros hubieran sido celdas de emparedados, pero el emparedamiento era una respuesta eremítica de carácter urbano surgida a partir del siglo XI. La asociación con tumbas es apoyada por su similitud con las cuevas sepulcrales excavadas del monasterio riojano de Suso. Serían unas tumbas de tipo "de armario" o nichos superpuestos sellados con cerámica. Las de las catacumbas y que, en época altomedieval, reaparecen como enterramientos eremíticos. Desgraciadamente, de estos supuestos enterramientos no ha sobrevivido fragmento alguno de las lápidas de cierre. O todavía no se han hallado. Otrosí, si fuesen enterramientos exteriores nos surge la duda de porqué se construiría una estructura de madera cubriéndolos. Ramón Bohigas Roldán señalaba la peña de la Cueva de los Moros como necrópolis medieval y en sus cercanías documentó cerámica a mano. ¿Entonces, necrópolis?


Luis Alberto Monreal Jimeno, en su publicación "Eremitorios Rupestres Altomedievales" Cuadernos de Arqueología de Deusto (1989) afirmaba que: "Varios son los aspectos que parecen acreditar un destino funerario para estas cavidades, su correcta orientación y el hecho de que el espacio ocupado por la cabecera (hacia el Oeste) sea sensiblemente más ancho, reduciéndose hacia los pies, respondiendo al tipo de lóculos longitudinales, cerrados por placas colocadas verticalmente. Las dimensiones, sin embargo, pudieran parecer sorprendentemente grandes, oscilando entre 1`95 metros y dos metros de longitud, incluso sobrepasando algunas los 2`10 metros. También las alturas y profundidades resultan excesivas para enterramientos individuales."

 
Por ello, suponiéndoles enterramientos, los sitúan entre los siglos VIII y IX. Se sabe que cuando el primer conde de Castilla, Rodrigo, comienza a crear el Condado de Castilla en el año 860 organiza el territorio y se lleva a los pobladores de los diez eremitorios de Valdivielso a San Pedro de Tejada con un abad. Uno de ellos eremitorios se llamaba San Esteban Valmonstriun, San Esteban Valle de los Tres Montes, y el lugar coincidiría con las Cabañas de los Moros. Esta información reforzaba la teoría de que nos enfrentásemos ante unos peculiares eremitorios donde cada oquedad era una especie de celda. Con todo, la firma de dicho pacto no supuso el cierre del hábitat, que siguió al menos durante un par de siglos en funcionamiento.

 
Otra forma de ver estas oquedades es que hubieran sido parte de un pequeño poblado cuyas viviendas concluían en la zona del crestón, excavadas en roca, pero que se adelantaban con estructuras de madera de las que quedan restos de los tejados y del lugar donde estuvieron ubicadas las vigas que sustentaban las cubiertas gracias a los citados mechinales. Los habitáculos de estas oquedades se elevan sobre el nivel de lo pudo ser la base de las viviendas, hecho que se manifiesta con una cornisa que recorre la mayor parte de las oquedades. Frente a los habitáculos que los especialistas han nombrado 8 y 9, tenemos excavado en roca un espacio que tiende a la forma rectangular, que presenta rebordes y mechinales donde pudieran haber estado colocadas vigas y algún elemento para cubrir este espacio y que pudiera tratarse de un aljibe para la recogida de agua. No se descarta que estas edificaciones hubieran podido haber sido aprovechadas, después, por los eremitas, pues su forma es diferente a la decena de eremitorios del resto de Valdivielso y de Las Merindades.


En la parte inferior del yacimiento se ha estudiado los restos de una muralla de dos metros de ancho, unos diez metros de largo y que podría llegar a los cuatro metros de alto que defendía el acceso ya que delante tenía una plataforma de cerca de metro y medio para colocar algún tipo de empalizada. Una vez librada la muralla, se llegaba a un espacio de unos 300 metros cuadrados, que serviría para dejar el ganado o como cobertizo para almacenar lo que difícilmente se podía subir por los escalones hasta la parte de arriba donde se encontraban las viviendas.
 
Podríamos decir que hubo un monasterio -perdón, una posible laura- y un poblado altomedieval dados los restos cerámicos hallados bajo lo que fue la ermita de San Esteban. Estos frag…

Dibujo de Enrique Dies Cusí
 
Un momento. Un momento. ¿Qué es eso de una ermita dedicada a San Esteban? Cierto, debemos hacer un inciso para hablar de esta ermita. Fue construida en la plataforma de unos cuatro metros delante de las oquedades indefinidas. Y estaría situada a la misma altura que el castillo de toba (solo como curiosidad, o no). La pequeña ermita habría usado toda la piedra que había en el yacimiento y por eso prácticamente ya no queda nada. Tuvo las paredes encaladas y la cubierta con tejas. Se estima que era de cuatro por tres metros, suficiente para que un eremita estuviera rezando y para ser un lugar de culto visible desde todo el Valle. Esta ermita habría estado en pie hasta principios del siglo XIX. Luciano Huidobro y Julián García Sainz de Baranda dejaban escrito: “No queda ya apenas nada de la ermita que recordaba el emplazamiento del castillo de la ciudad de Iberia, situado sobre una eminencia abundante en acantilados de difícil acceso y llenos de espesos matorrales”.

 
Reiniciamos: Estos fragmentos (cerámicos) son de dos tipos principales. Los más antiguo estarían ubicados entre los siglos VIII y X -son anaranjadas o negras- y parece que hay otra cronología posterior de cerámicas fabricadas con torno de pastas anarajandas. Quizá las procedentes de la ermita que van desde el siglo XIV al XVIII. Debemos comprender que era el horno el que determinaba el color. Unas se cocían en los de ambientes oxidantes, con mucho oxígeno que les imprimía el color naranja, y las negras se fabricaban en hornos de ambiente reductor, sin apenas oxígeno. Las cerámicas son fósiles guías que nos hablan de las cronologías y de las culturas del lugar. Las de las Cabañas de los moros nos hablan de los siglos VIII al X, cuando no existe un poder centralizado y las poblaciones tienen una producción local de cerámicas que pierden mucha calidad. “Podrían datarse incluso en el siglo VII y hablarían de visigodos; si son del VIII, de musulmanes; si fueran de la segunda mitad del siglo VIII, a lo mejor, de un primer intento de la monarquía asturleonesa de controlar estos valles” teorizaba Enrique Dies Cusí que ha realizado las campañas de excavación en el lugar. En la práctica se han encontrado restos que podrían proceder del periodo visigótico final con influencias; cerámica con motivos de ondas; y cerámicas con decoración de peine. Pero pensemos que los estilos de decoración conviven en el tiempo. Aún así son, en su inmensa mayoría, de poca calidad.

Bases de las edificaciones
 
Estos restos cerámicos fueran trabajados a mano y a torneta. Se observaría en ellas una pérdida de conocimientos y capacidad tecnológica en su fabricación frente al periodo del Imperio Romano de Occidente. Quizá resultado del colapso -exageramos-, de la reducción, del comercio. Pero, como ocurre muchas veces, hay excepciones y se ha encontrado restos de una jarrita de cerámica andalusí de un color naranja pálido. Es de buena factura y marcada decoración que nos grita sobre la existencia de ciertos contactos comerciales o, por conjeturar, podría ser el recuerdo traído desde el sur musulmán por un mozárabe que se asentó en estas casas. O el regalo de un soldado a su esposa. O…

 
Las dieciséis oquedades, que se distribuirían dos o tres por cada casa, serían las despensas -o silos- donde se guardaban los alimentos. Se supone que había unas tres o cuatro casas terminadas y dos en construcción. La roca servía como pared del fondo del inmueble y en ella se tallaban los huecos donde se introducían las vigas de sus techumbres. Las otras tres paredes se construían partiendo de este fondo, parte roca y parte material de relleno tras construir un muro de contención, del que solo se conserva un paño de unos pocos metros. Esto nos permitiría calcular que las viviendas tenían unas dimensiones de 1`60 metros de ancho por tres -o cuatro- de largo. Bajo el suelo de mortero de cal de la ermita ha pervivido la base de una pared de una antigua cabaña altomedieval gracias al haberse introducido entre sus piedras la cal del siglo XIV. Y eso ayuda a calcular sus dimensiones.

Cuchillo visigótico de Valdivielso
 
En la campaña de excavación de 2017 se encontraron fragmentos cerámicos, tejas, monedas de escasísimo valor numismático y clavos de hierro. La joya de la campaña de 2021 ha sido un cuchillo con espiga para el mango de unos diez centímetros que tiene factura de tradición germánica. Ha sido catalogado, inicialmente, como visigodo. ¿Eso quiere decir que este emplazamiento fue erigido por los visigodos? No tiene por qué, el cuchillo puede haber llegado de la misma forma que el vidrio o la cerámica andalusí. Si durante los años setenta un saqueador -que no investigador aficionado- no hubiera destruido pavimentos, estratos y estructuras y llevado lo que no sabemos, tendríamos más restos para evaluar el yacimiento. Ese saqueo obligó a los investigadores a ralentizar sus trabajos para tratar de aislar las zonas donde aparecían materiales mezclados de diferentes épocas de las que estaban intactas. Aun así, las monedas no saqueadas del siglo XIV, se vinculan con la ermita de San Esteban. Será en este tiempo cuando se lució con cal el muro de contención y lo hizo resistente a las escorrentías de agua. El resto de este muro, hecho solo de piedras y barro, se desmoronó y desaparecido ladera abajo.

 
Recapitulando. Aquí tenemos un poblamiento sobre una plataforma ganada y protegidas por una muralla que cerraba el acceso y una parte elevada a la que se accedía a través de unas escaleras. Además, disponían de una atalaya desde la que se vigilaba desde mayor altura la Gargantilla, el paso natural de Valdivielso a Medina de Pomar por Arroyo. En esta garita también se han hallado restos de cerámica. Este lugar servía para vigilar y controlar… ¡el valle de Valdivielso! Su orientación sur nos indica que controlaba a los propios vecinos y sus movimientos dependiendo de un poder superior que podría ser el Castillo de Tedeja, o bien en Medina de Pomar o quizás un intento de la monarquía Astur-Leonesa de recuperar el Valle.

Cortesía de ZaLeZ
 
Parece tratarse de un proyecto inacabado y que posteriormente fue recuperado por los eremitas que ocuparon las construcciones abandonadas y las utilizaron como viviendas, una casa para cada eremita y que se juntasen solo para la oración. Los eremitas habrían estado allí hasta que fueron absorbidos por el Monasterio de san Pedro de Tejada, y el lugar quedaría como una zona secundaria para otro tipo de usos. Llegaría un tiempo en que se abandonó y volvió a atenderse en el siglo XIV al construirse una ermita que aguantó hasta el siglo XIX.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Eremitorios rupestres en la comarca de Las Merindades (Burgos)”. Judith Trueba Longo.
“Las siete merindades de Castilla Vieja. Valdivielso, Losa y Cuesta Urría”. María del Carmen Arribas Magro.
Periódico “Diario de Burgos”.
Burgosconecta.es
Blog “García Huidobro de Valdivielso”.
Web del G.E. Edelweiss.
Web “Condado de Castilla”
Blog “Tierras de Burgos”.
Periódico “Crónica de Las Merindades”.
Blog “ZaLeZ”.
“Catálogo de bienes integrantes del patrimonio arqueológico de Merindad de Valdivielso (Burgos)”.
“Apuntes descriptivos, históricos y arqueológicos de la Merindad de Valdivielso”. Luciano Huidobro Serna y Julián García Sainz de Baranda.
Radio Valdivielso.
Wikiloc
 
 

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