Volvemos a
recorrer los caminos de Las Merindades pisando el polvo junto a las tropas
liberales que se enfrentaron a los carlistas durante la guerra de 1872-1876, la
tercera guerra carlista. Acompañaremos a unas tropas que, aunque pudiera
parecer lo contrario por el tremendo “gasto de suelas” y el desgaste de luchar siempre
por las mismas poblaciones, actuaron siguiendo despliegues tácticos. Inicialmente
los soldados del gobierno revolucionario instalaron guarniciones en poblaciones
importantes cercando la zona carlista. Después, parte de las tropas permanecían
en multitud de pequeñas guarniciones y el resto estaban en columnas móviles que
recorrían el área asignada. Y, finalmente, en 1876, volvieron a las fuertes
guarniciones en las capitales y otras menores en los pueblos que rodeaban el
territorio carlista, desde Castro Urdiales hasta Jaca, apoyándose en Medina de
Pomar, Miranda, Logroño, Tudela y Tafalla.
En las
guarniciones fijas estaba cerca del cuarenta por ciento de los efectivos. El
resto constituía el Ejército de Operaciones que actuaba en bloque en un frente
principal, salvo una o dos unidades tamaño división o brigada que operaban en
frentes secundarios en labores de distracción o contención. La composición de
estas unidades operativas siguió un patrón binario: cuerpos de ejército de dos
divisiones, cada una de dos brigadas, divididas a su vez en dos medias brigadas
de dos batallones de seis u ocho compañías (100 a 125 soldados) cada una. La
caballería estaba estructurada en regimientos de 4 escuadrones de 100 a 125
jinetes cada uno. Además de la artillería y los ingenieros.
Los valles de
Mena y de Losa eran una zona caliente en esta guerra. Un frente permeable donde
los ejércitos fluían y refluían como olas en la playa. El general Loma y
Argüelles, comandaba las tropas liberales de Losa y Mena desde septiembre de 1874
cuando asumió la Capitanía General de Burgos. Pero solía dirigir las unidades
móviles. En aquellas fechas de junio de 1875, cuando el general Loma no estaba
en el valle de Mena, se quedaba la brigada Murriel formada por el batallón de
la reserva número 3, mandado por el coronel Senén Caveda con dos piezas de
artillería. La operación que relataremos se inició cuando la unidad del
brigadier Murriel ocupó los pueblos de Anzó, Carrasquedo y Medianas para
asegurar sus posiciones mientras las tropas que se movían con el general
estaban ausentes. Enseguida fueron atacados por doce batallones carlistas, dirigidos por Fulgencio de Carasa Soto y Antonio Díez de Mogrovejo Gómez, que se
dispusieron en semicírculo frente a los pueblos donde estaban las tropas
liberales.
El combate duró
hasta las cuatro de la tarde momento en que, dada la falta de municiones de las
tropas, los de Alfonso XII se fueron replegando hacia Mercadillo. Avisado Loma
descendió al valle de Mena desde la Merindad de Montija. Según el periódico “La
Política” los carlistas le esperaban porque las unidades situadas en la Peña
Complacera le lanzaron algunas granadas que, evidentemente, no les alcanzaron.
El 21 de junio escribía el general Loma y Argüelles al ministro de la guerra: “Villanueva de Mena, 21. He llegado aquí á las siete, rompiéndose el fuego desde Villanueva y este pueblo, ocupado por el enemigo y desalojado con mis tropas, poniéndolo en precipitada huida, y haciéndole algunos prisioneros. Continuó la marcha á Mercadillo. Acto continuo con las tropas de allí y con las que yo traía continué el ataque al enemigo tomando las posiciones y pueblos á pesar de la resistencia y tenacidad en conservarlos. Las bajas que he tenido en este ataque y combate que ha durado hasta la una no puedo aún precisarlas á V. E., pero son insignificantes, habiendo causado bastantes al enemigo, hechos prisioneros y cogidos caballos, municiones y otros pertrechos”.
Incluso se puso
en duda que el General Loma y Argüelles estuviese al frente de sus tropas
porque el telegrama aparecía fechado en Briviesca y hubo algunos que afirmaron
que estaba en esa población de la retaguardia. Lo cierto es que Briviesca era
el punto más próximo donde había cable telegráfico y allí se envió el parte de
guerra.
La columna de
Loma, tras unas seis horas de combates (hasta las 13:00 h del 22 de junio),
desalojará a los de Carlos VII de allí y los empujaron, junto a los soldados
del brigadier Muriel, hacia el nordeste liberando poblaciones de esa zona.
La prensa
liberal destacaba que los soldados de Alfonso XII habían causado “numerosas
bajas y haciéndoles muchos prisioneros, cogiéndoles además caballos y
municiones. Las bajas de nuestras tropas han sido insignificantes”. En
algunos periódicos llegan a señalar unas 500 bajas carlistas.
El periódico de
referencia de los liberales bilbaínos, el “Irurac Bat” comentaba que “Las
pérdidas han debido ser tan considerables, que no guardan proporción con la
importancia del combate, ni con la cifra de las fuerzas empeñadas en la acción”.
Se hablaba de “varios
jefes conocidos é importantes, muertos; de un terrible estrago hecho en las
filas carlistas por la caballería de Loma (que los cogió de flanco el segundo día)
y del espantoso contingente de pérdidas que han tenido determinados cuerpos,
entre ellos un batallón cántabro, el de encartados y el de Durango. Se asegura
que entre los muertos figuran el primer jefe de este último batallón, D. José
María de Orúe, y entre los heridos, el antiguo capitán de barco y hoy teniente coronel
D. Andrés de Olascoaga. En Durango hay un verdadero luto, pues es grandísimo el
número de mozos de aquella villa y sus contornos que han sucumbido en la pelea.
El fuerte estrago, la ruda lección para la hueste carlista fué, según se tiene
por seguro, el segundo día de combate, en que no solo perdieron todo el terreno
que habían ganado en algunos puntos, sino que cedieron al empuje de un brillantísimo
é impetuoso ataque de flanco del general Loma, quien teniendo noticia del
compromiso en que se decía estar Villegas, hizo un regreso ofensivo desde el valle
de Losa con celeridad fulminante”. Pero recuerden que los periódicos en una
guerra son parte de las unidades bélicas. Son el frente de papel. Ya me
entienden.
Además, seguramente
para dar más empaque o rechifla a la victoria de Loma, se decía que el
pretendiente había visitado con Alfonso de Borbón-Dos Sicilias y Austria (conde
de Caserta) y Enrique Carlos de Borbón-Parma (Conde de Bardi) el frente de
Valmaseda y Orduña donde Mogrovejo le informó del próximo plan de campaña que
se supone destinado a alejar a Loma de los valles de Mena y de Losa.
No creo que
necesitasen los carlistas ningún plan sofisticado porque el general Loma y
Argüelles partió hacia el valle de Losa el día 29 de junio de 1875 a las dos de
la madrugada. Claro que los problemas empezaron cuando, tras subir por el
puerto de la Magdalena, junto a Cadagua, llegaron al pueblo de Lastras (probablemente el apellidado “de la Torre”) en cuyas inmediaciones estaba apostada una avanzadilla carlista
que disparó sobre la Caballería de Albuera. Sin más problemas llegaron a
Quincoces de Yuso donde estaban alojados a las 16:00 horas.
Esta marcha de
las unidades de maniobra derivó en un ataque carlista a Mercadillo el amanecer
del día 30 de junio. Las unidades liberales reaccionaron ocupando las alturas
cercanas a la capital del valle con cuatro compañías y la contraguerrilla de
Mena.
En Quincoces de
Yuso la diana del día 30 de junio fue a las 03:00 horas. En esta población se
reunió todo el tercer cuerpo de ejército al mando de los generales Loma y
Villegas. Y enfilaron el camino hacia la Peña de Angulo. Saliendo del pueblo se
ordenó a la compañía de vanguardia, en este caso la compañía quinta del segundo
batallón de Mallorca, que se desplegase por secciones que marcharían por la
izquierda y derecha del camino. Esta última mandada por el capitán José la
Huerta.
Llevarían como
un cuarto de legua cuando vieron al enemigo dominando los cerros frente a
ellos. Los de la quinta compañía del segundo de Mallorca asaltaron a la
bayoneta el primero de esos cerros. Dada la alarma avanzó el resto del batallón
que se desplegó a la izquierda de la quinta compañía situada en el primer
cerro. Las guerrillas de este batallón avanzaron unidas y seguidas por el
primer batallón del regimiento como reserva. Expulsaron a los carlistas hacia
las 11:00 horas y -según el relato- el general Loma felicitó al coronel Costa.
Apoyaron el
movimiento de las unidades de Loma y Villegas las tropas de la brigada segunda
de este cuerpo y las del brigadier Prendergast que avanzaban por las peñas de
Higaña y del Haro.
Se consiguió
expulsar a los carlistas de las peñas sobre el Valle de Mena y se evitó que
disparasen su artillería sobre las tropas liberales. A media tarde, tres horas
después de acabar los combates, cuando las tropas del rey Alfonso XII se
retiraban hacia los pueblos de los que salieron se desencadenó una tempestad de
granizo. Las tropas esperaban que, al día siguiente, se replegasen al Valle de
Mena. Todas estas escaramuzas me recuerdan a las operaciones de los norteamericanos
en Vietnam o rusos, y norteamericanos, en Afganistán. Espantaban al enemigo y
dejaban el terreno para que el contrario lo volviese a recuperar.
Días después el
general Loma avanzó a través del valle de Losa hasta el pueblo de Salinas de
Añana, del que tuvo que desalojar un batallón carlista, porque tenía órdenes de
juntarse con las tropas del general en jefe Jenaro de Quesada. Se preparaba la
operación de Treviño que abriría el camino a Vitoria.
Este modelo
organizativo a base de un sólo Ejército de Operaciones desapareció a finales de
1875 cuando, concluida la guerra en el Centro y Cataluña, el Ejército del Norte
fue disuelto (14/12/75) y se organizaron 2 ejércitos: el de la Derecha, formado
por tropas venidas del Centro y Cataluña y destinado a operar en Navarra, y el
de la Izquierda, que aglutinaba a las del antiguo Ejército del Norte y tenía
como teatro de operaciones Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. En conjunto
representaban casi la mitad del Ejército español y eran cuatro veces más que
las fuerzas reunidas por los carlistas. La victoria en este frente estaba
cantada.
Bibliografía:
Periódico
“Boletín del Comercio”.
Periódico “El
Pabellón Nacional”.
Periódico “La
Época”.
Periódico “La
Correspondencia de España”.
Periódico
“Crónica de Cataluña”.
Periódico “El
siglo Futuro”.
Periódico “El
Globo”.
Diario Oficial
de Avisos de Madrid.
Periódico “El
Imparcial”.
Periódico “La
correspondencia de la mañana”.
Periódico “La
Iberia”.
“La segunda
guerra carlista en “el norte” (1872-1876): los ejércitos contendientes”. Juan
Pardo San Gil.
Real Academia de
la Historia.
Senado del reino
de España.
Blog “El rincón
de Carlos modelismo y pintura de figuras”.
Bilbaopedia.
Anexos:
José Loma Argüelles (1820-1893), primer marqués
de Oria. Su trayectoria militar fue rápida dentro de una Nación casi
en continua guerra y, por ello, el 13 de febrero de 1838 adquirió el empleo de
subteniente de milicias, incorporándose al batallón provincial de Ciudad
Rodrigo, que en esos momentos se encontraba en el País Vasco en plena campaña
de la Primera Guerra Carlista. Por acciones de guerra ascendió hasta teniente
en agosto de 1838. Para 1846 era capitán de Infantería por gracia general. En
ese tiempo, estuvo destinado en Valladolid, Pamplona, Tudela, Zaragoza,
Santoña, Soria, País Vasco, Galicia, Burgos y Madrid.
En 1853 estando destinado en el Regimiento de Gerona
ascendió a capitán por antigüedad, permaneciendo en Vascongadas hasta 1856. En
el levantamiento contra el gobierno de O’Donnell, Loma intervino contra los
sublevados, que le hicieron acreedor de la Cruz de San Fernando. Dos años más
tarde, en 1858, recibió la Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.
Estuvo en la guerra contra Marruecos de 1859-1860. Desde ese momento y hasta 1872 su trayectoria profesional le llevó a diferentes unidades y al ascenso a los sucesivos empleos de comandante por antigüedad, teniente coronel por gracia general y grado de coronel por méritos de guerra en las operaciones que ejecutó en el año 1870, impermeabilizando la frontera francesa para evitar el paso de elementos carlistas a España.
En 1872 con la reanudación de la Tercera Guerra Carlista,
pasó a formar parte con su batallón del ejército del Norte que mandaba como
general jefe el capitán general Serrano. Se le ascendió a coronel con el mando
del Regimiento del Príncipe. En septiembre de 1873 fue ascendido a brigadier,
siendo nombrado también, gobernador militar de Guipúzcoa. El 29 de septiembre se
le concedió la jefatura de una las columnas que se organizaron para combatir
con mayor eficacia a las fuerzas carlistas. Por sus méritos de guerra contra
las tropas carlistas, le fue concedida la Gran Cruz del Mérito Militar en 1873.
En febrero de 1874 se vio obligado a abandonar Tolosa, donde
hizo su entrada don Carlos el 5 de marzo. En junio fue nombrado capitán general
de las Provincias Vascongadas y ascendido, por Decreto de 24 de julio, a
teniente general. En septiembre de 1874 asumió la Capitanía General de Burgos y
ejerció como comandante jefe del Cuerpo de Ejército de la Izquierda, mando que
conservó hasta la finalización de la guerra.
En marzo, Loma acompañó, con otros generales, al rey Alfonso
XII en su visita a las Provincias Vascongadas y, asimismo, al triunfal regreso
del Monarca a la Corte de Madrid. El 2 de abril de 1878, se le concedió el
título de marqués con la denominación del Oria, río sobre cuya línea se
produjeron algunos de los hechos de armas más significativos protagonizados por
el general.
Senador por Vitoria en 1876, su papel en la Guerra Carlista
y su profundo conocimiento de las provincias vascas motivó que el Gobierno le
nombrara nuevamente capitán general de Vascongadas, permaneciendo en dicho
cargo nada menos que quince años, hasta 1892, con un paréntesis de un año en
1885, que fue capitán general de Burgos. Asimismo, en 1880 se le concedió la
Gran Cruz de Isabel la Católica y en 1892 la Gran Cruz de la Orden de Carlos
III.
En noviembre de 1892 cesó en el cargo de capitán general,
pasando a la reserva y residiendo a partir de entonces, hasta su muerte en
1893, en Vitoria.
Estuvo casado con María del Carmen Bárcena.
Fulgencio de Carasa y Soto:
primer conde de Villaverde de Trucíos (Bárcena de Cicero, Cantabria, 1805-Morentin,
Francia, 1877). Ingresó en el primer batallón de Realistas de Vizcaya en 1822 y
un año más tarde alcanzó el grado de subteniente, debido a su valía. En 1831
fue ascendido a teniente por su actuación contra la partida de Salvador
Manzanares en Estepona. En la primera carlistada comandó el sexto Batallón de
Navarra, ascendiendo a coronel en 1837 y a brigadier dos años después. Al no
aceptar el Abrazo de Vergara se exilió en Francia y no regresó a España hasta
1847. En 1868 se puso al servicio de Carlos María de Borbón y Austria-Este,
pretendiente carlista con el nombre de Carlos VII. Al estallar la Tercera
Guerra Carlista (1872-1876) se convirtió en la cabeza de la guerrilla en el
norte de España. Nombrado mariscal de campo y comandante general de Vizcaya en
1875, capitaneó las tropas carlistas en la batalla de Villaverde de Trucíos,
pudiendo resistir y provocando la retirada del liberal Baldomero Villegas, por
esta actuación se le concedió el título carlista de conde de Villaverde de
Trucíos. Durante la Acción de Abadiano (último enfrentamiento de importancia
registrada en Vizcaya cuando ya la guerra tocaba a su fin), fueron derrotados
su batallón junto con los de Cavero y Ugarte por las divisiones liberales
mandadas por Loma, Goyeneche, Álvarez Maldonado y Villegas. Al fracasar de
nuevo las pretensiones carlistas, se exilió en Francia y un año más tarde
falleció.
Antonio Díez de Mogrovejo y Gómez: Se
duda donde nació (Mogrovejo o Potes) el 16 de octubre de 1805 y murió en Madrid
el 23 de diciembre de 1883. Ya en 1822 empuñó las armas contra el gobierno
liberal y se licenció con el rango de alférez. Cursó en Valladolid la carrera
de leyes, y al terminarla, coincidiendo con el primer levantamiento carlista en
1833, se alistó bajo las banderas de Don Carlos, entrando en clase de cadete en
las fuerzas castellanas. Destacaremos que formó parte de la expedición de
Gómez. Al terminar la primera carlistada mandaba el tercer batallón de Castilla
con el empleo de teniente coronel y grado de coronel, revalidándose en el
ejército y pasando a servir en el regimiento de África, después al de Zamora,
tomando luego el mando de los batallones de Barbastro y Baza. Ascendido a
coronel se le confirió el mando del regimiento de Asturias. Luchó contra los
revolucionarios de Málaga en 1846 y ¡contra los carlistas en la provincia de
Burgos durante la guerra montemolinista!
Antonio Diez de Mogrovejo
El general O'Donnell, en 1855, a la sazón ministro de la Guerra y presidente del Consejo, le comisionó para organizar en el Pardo la brigada de cazadores, a instruirla en la nueva táctica de Rivera aceptada para la infantería. En pocos meses aquellos batallones eran la escuela del ejército, y con ellos atacó en 1856 a la milicia sublevada en Madrid, logrando dominar el pronunciamiento. Por ello fue ascendido a brigadier.
Participó en la guerra de áfrica logrando la gran cruz de
Isabel la Católica. Después fue nombrado comandante general de Oviedo, y, luego,
de Alicante. Triunfante la revolución de 1868, el brigadier Mogrovejo entendió
rotos sus compromisos con Isabel II y retornó al lado de Carlos de Borbón y
Austria-Este.
En 1872 fue reducido a prisión, formando antes y después de
ella parte de la junta secreta de guerra, nombramiento especial que le confirió
el mismo Don Carlos. En 1874 se presentó en Lequeitio a su rey. Su llegada fue
de gran resonancia en el ejército carlista, pues su fama y nombre hicieron
concebir a los carlistas esperanzas que se esterilizaron por diversas
circunstancias. En 1875 era jefe del Cuarto militar de Carlos VII. El general
Mogrovejo resultó herido
de bala en los campos de Urnieta, donde su reputación militar se acrecentó,
acrecentándose al propio tiempo su prestigio en el ejército carlista. La herida
amenguó sus bríos e hizo decaer su espíritu, y por la avanzada edad que tenía,
el general Mogrovejo hubiera podido llegar a ser uno de los hombres que
necesitaba el partido carlista.
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