Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 12 de noviembre de 2023

Filantropía de Orrantia

 
 
Nos acercamos al Valle de Mena que formó parte de la provincia de Santander y que quiso ser Vizcaya para visitar un pueblito situado en la parte más secreta de Las Merindades. Estamos hablando de Orrantia que fue muy conocido por los lectores de periódicos durante la guerra de 1833 a 1840 al estar en la línea del frente. Pero hoy reposa mirando al País Vasco.
 
Su iglesia está dedicada a la Asunción de Nuestra Señora. Es de una nave rectangular, recrecida hasta casi la altura de espadaña preexistente a la reforma con dos huecos y dos campanillos. El ábside es rectangular con contrafuertes en las esquinas. Y la portada es adintelada guarecida bajo un pórtico decimonónico con tres arcos de medio punto con impostas. El cielo y las paredes de este pórtico es de color azul desconchado y sobre la pared del templo hay una placa: “Reedificada por Joaquín de Orrantia por orden de su hermano coronel don Francisco. Dirigido por Ángel de Urruela en 1842”.

 
Hay bastante información aquí. Sabemos el nombre del arquitecto encargado de la obra de reforma que, a diferencia de los maestros medievales, adjuntó su nombre para que pasase a la posteridad. O porque era una iglesia. También hay dos hermanos implicados: Joaquín y Francisco de Orrantia. Nos centraremos en Francisco que, al fin y al cabo, es el instigador de esta obra.
 
El coronel Francisco de Orrantia nació en esta población en 1780. Siendo joven fue enviado al virreinato de Nueva España junto a su abuelo. Este le preparó para dirigir una de sus haciendas, entiendo que, en San Miguel el Grande en Oaxaca. En alguna publicación nos dice que se unió al regimiento local cuando el cura Hidalgo se levantó contra la corona el 16 de septiembre de 1810. Pero Francisco aparece en 1795 en la relación de oficiales que habrían de integrar el Regimiento Provincial de Dragones de la Reina en San Miguel el Grande como porta guiones. Ojo, era un regimiento de milicias.
 
Lo tenemos peleando en 1810 no contra los franceses sino contra otros españoles, los del independentista Hidalgo. En el año 1817, exactamente el 17 de abril, desembarca el guerrillero liberal Javier Mina en Soto la Marina (Tamaulipas). Le acompañaban 308 “voluntarios” procedentes de Londres y Nueva Orleans para reavivar el sentimiento independentista que el virrey había logrado encauzar. En su manifiesto, Mina, decía no combatir la soberanía española en sus territorios de Ultramar, sino la tiranía del rey Fernando VII. Pero, se proclamó general del "Ejército Auxiliador de la República Mexicana". El 24 de mayo avanzó hacia el interior del país para unirse a los insurgentes de Pedro Moreno en el fuerte del Sombrero, al noreste de Guanajuato.

 
La rápida sucesión de los triunfos de Mina alarmó al virrey Apodaca que envió contra Mina y sus aliados una fuerte columna al mando del mariscal de campo Pascual Liñán. El Virrey puso a disposición del mariscal cuantas tropas operaban en las provincias vecinas al teatro de las operaciones de Mina, al cual declaró en su proclama de 12 de Julio, “sacrílego, malvado, enemigo de la religión y traidor a su rey y a su patria”.
 
Las unidades de Apodaca persiguieron y acosaron a Mina hasta el punto de refugiarse este en Guanajuato el 25 de octubre y salir al escape el 26 con cuarenta hombres hacia el cerro de Venadito (Provincia de Guanajato), anexo a la hacienda de la Tlachiquera donde le recibió el propietario Mariano Herrera. Parece que fueron delatados al comandante de Silao que avisará a Orrantia. Eso sí la tropa del menés estaba cansada -cosa que sabía Mina- y Francisco solicitó al general Negrete doscientos caballos de refresco.
 
Con ellos recorrió esas millas y sorprendió a Mina al amanecer del día 27. Esta victoria le valió al virrey Apodaca el título de Conde de Venadito y a Orrantia el grado de coronel. Al poco hizo líquido su patrimonio y herencia y regresó a la península para instalarse en Jerez de la Frontera.
 
El otro elemento que nos habla de generosidad será la escuela. No he visto placa conmemorativa alguna, por cierto. Esta fue fundada por Domingo Tomás de Lámbarri (o Lambarri). Como el expatriado anterior fue residente en San Miguel el Grande y formó parte del Regimiento Provincial de Dragones de la Reina en San Miguel el Grande. Siendo teniente de la décimo segunda compañía de ese regimiento de milicias. Sabemos que en 1802 seguía residiendo allá porque consta un pleito de Manuel Lámbarri, vecino de Orrantia, que junto a Domingo Tomás y Pedro José de Lámbarri -sus hermanos residentes en San Miguel el Grande (Oaxaca, México)- en la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid, sala de los Hijosdalgo. Por cierto, Pedro José era teniente en la séptima compañía del regimiento que estamos citando. A su vez, Manuel de Lámbarri residía en Méjico y ante el grito de Hidalgo en Dolores logró las charreteras de Capitán de caballería. Domingo llegó en esa guerra al grado de teniente coronel de caballería.

Edificio de la escuela (tras el árbol) y la iglesia
 
Decíamos que la escuela de Orrantia se fundó con bienes Domingo Tomás de Lámbarri según se dispuso en su testamento, otorgado en Sevilla en el año 1837. En un testimonio expedido por el Ayuntamiento de Villasana de Mena, con fecha 15 de enero de 1845, se hace constar que los albaceas fueron Francisco de Orrantia (el coronel arriba citado) y Marcos Santos de Lámbarri, residentes en Jerez de la Frontera. Se dotaba una escuela de primeras letras con 3.000 rs. de renta anual, casa y huerta satisfaciéndose dicha cantidad al Maestro en la forma siguiente: 1.140 rs. en réditos de un censo, y el resto lo remiten los albaceas.
 
Los testamentarios tuvieron que comprar casas y tierras, y realizaron diferentes plantaciones de arbolado y viñedo, para el establecimiento de la escuela. “Primeramente una casa fabricada de nueva planta en este pueblo de Orrantia para habitación del Maestro con local separado de la misma para la enseñanza y bodega destinada para cubas, con derecho de esta casa a trillar en la era de Santa María; linda esta casa solano a la Iglesia, cierzo a Benita Gutiérrez, y vínculo de Bringas, ábrego a campilla común, y regañón carrera pública”. Parece que fue instituida en 1850 por los albaceas.
 
Además, Domingo dejó una cantidad de dinero para que se repartiera entre los vecinos pobres de Orrantia y atender a las necesidades que hubiese en el pueblo. Con el dinero de este militar voluntario se costearon la fábrica de la iglesia de Orrantia, la casa rectoral, la obra de la fuente comunal, una calzada y varios caminos concejiles. (recuerden esta frase).
 
Los albaceas no fueron lo rectos que se esperaba en el cumplimiento del encargo malgastando las rentas asignadas. Recurrieron al municipio para reflotar el asunto para encontrarse con que el ayuntamiento rechazaba asumir el patronato de la escuela al considerar que era dañoso para los intereses generales. Una escuela era dañosa. ¡Una escuela! pero, desgraciadamente, no es todo tan claro.

 
Hubo un oficio del Ayuntamiento del Valle de Mena dirigió a Fray Joaquín Miguel de Orrantia (exacto, el “hermano” cuyo nombre sale en la placa de la iglesia era un religioso) en donde se le dice que: Este Ayuntamiento no sabe por qué ha obrado V. como dueño absoluto de los fondos destinados a la fundación de una escuela en ese pueblo, verificando compras y obras de mucho costo e improductivas, haciendo desaparecer así un crecido capital, sin dar cuenta alguna ni razón de su inversión. No sabe por qué cuando se contrató por V. Maestro para dicha escuela le asignó la dotación anual de 3000 reales, y se la pagó algunos años, y después le dijo que no podía pagarle, y tuvo que despedirse el Maestro por no habérsele cumplido lo ofrecido; no sabe cómo en tan breve tiempo, contándose con productos para el pago de dicha dotación, los que ofrecen las fincas compradas o destinadas por V. para el sostenimiento de la escuela, aun contándose con los que puedan rendir impuestas que sean las pequeñas existencias que V. conserva, se han reducido en términos que no llegarán ni a una cuarta parte de aquéllos en el día. No sabe por qué V., cuando tenía fondos abundantes, dispuso arbitrariamente de ellos, dándoles un empleo tan improductivo, y sin haber contado para nada con esa Justicia Pedánea ni con el Ayuntamiento; y cuando V. ha reducido casi a la nulidad los productos, por su impericia, pretende ahora con toda urgencia que ese pueblo, primeramente, y el Ayuntamiento, después, se encargue de los miserables restos de tan pingüe fundación, sin presentar cuenta ni razón alguna del capital recibido ni de su inversión. El Ayuntamiento desearía conocer bajo de qué título él o ese pueblo de su residencia se ha de encargar de las dichas existencias, si como patrono, o sólo como autoridad a falta de patronos; si el bienhechor no dejó fundación escrita; si los testamentarios no la han formalizado ni piensan formalizarla, como parece de su deber, pues de otorgarse, en ella debían nombrarse los patronos, no sólo para la administración, sino para la elección de Maestro. El Ayuntamiento, sin estos y otros datos, no puede encargarse de las fincas y existencias que V. le ofrece, porque sería aprobar tácitamente la inversión de fondos sin previa cuenta ni razón.
 
El Ayuntamiento no perderá de vista este asunto por el deber que le incumbe de vigilar por el cumplimiento de semejantes fundaciones, por el objeto laudable y benéfico a que tienden, pero de pronto no puede acceder a lo que V. pretende en su oficio del 15 del corriente; si ese pueblo, por medio de su Alcalde y señor Cura, o de sujetos de moralidad y responsabilidad, quieren encargarse de las existencias y administración de las fincas, por medio de escritura pública para que siempre conste, podrán hacerlo, sin perjuicio de los derechos y reclamaciones que quepan; y si así no fuese, no debe V. abandonar la administración ni dejar de atender las fincas, ni de arrendarlas, aunque sea en pública licitación, mientras que los testamentarios del fundador, que se lo encargaron, no dispongan lo conveniente, o se proceda en otro caso como corresponda.
 
Dios guarde á V. muchos años. Villasana octubre 30 del año 1849. El alcalde presidente, Juan de la Azuela.
Sr. D. Joaquín Miguel de Orrantia. (Papeles de D. José de San Pelayo y Lámbarri.)”
 
Recordemos que Domingo Tomás de Lámbarri debió de ser un hombre rico pues su fundación adquirió nuevas propiedades para la escuela, disponía en Orrantia de varias casas, hornos, una huerta para hortalizas del Maestro, y terrenos con muchos árboles frutales y plantaciones de veintiuno a veintidós mil cepas de parras en viña. Y no había fondos en 1849 para mantener la escuela.
 
¿No notan nada raro?
 
Venga, por un lado, tenemos que uno de los autores consultados -el único que lo refiere- indica que la reconstrucción o actualización de la iglesia y la casa del párroco lo pagó Domingo (o su herencia). Si lo hizo Domingo, ¿Por qué figuran los nombres de Joaquín y Francisco en la placa? Hay dos respuestas, que lo hicieran ellos, o directamente Joaquín con su dinero y el autor está equivocado; o que lo pagase Domingo y los hermanos Orantia se aprovecharon de que el “paganini” estuviese muerto.

 
Por otro lado, y asociado a lo anterior, vemos que las escuelas fueron mal económicamente y que los representantes municipales dejan caer que el responsable de que hayan desaparecido los fondos para la escuela es Joaquín y que no invertirán dinero si no se hacen con el control.
 
Con los pocos datos que he podido encontrar me asusta llegar a la conclusión de que el benefactor de la iglesia fuese Domingo Lámbarri y los Orrantia emplearon su dinero para homenajearse. Tanto en el pórtico de la iglesia como dilapidando los fondos de la fundación.
 
Ojo, que los libros consultados pueden estar equivocados.
 
 
Bibliografía:
 
“Amo a mi pueblo”. Emiliano Nebreda Perdiguero.
“Arquitectura religiosa del valle de mena durante la primera mitad del siglo XVIII”. Isabel Cofiño Fernández.
“Memoria de los trabajos hechos por la junta provincial de beneficencia particular de Burgos durante el año de 1874, y reseña de las fundaciones particulares instituidas en la provincia por d. Federico Martínez del Campo”.
“La Virgen de Mesyco. Seis encuentros con el fenómeno guadalupano”. Fredo Arias de la Canal.
“Noticia del noble y real Valle de Mena. Provincia de Cantabria”.
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar (1846-1850)”. Pascual Madoz.
“Memorias de un criollo. El conde del Venadito.”. Enrique de Olavarría y Ferrari.
 
 

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