Lo
interesante de Sancho IV de Castilla (1258-1295) es que no era el príncipe
heredero natural, sino que tuvo la oportunidad tras la muerte de su hermano
Fernando en 1275. Como segundón sí participó en la política del reino y así, en
1272, fue nombrado por su padre alférez y almirante de la Orden Militar de
Santa María de España. Fue mayordomo de la casa de Alfonso X entre 1276 y 1277
con unos dieciocho años de edad. También destacó en la lucha contra el Reino de
Granada, tras hallarse junto a su padre en la entrevista con Jaime I en
Requena, por la que se trató de los proyectos de intervención militar
castellano-aragonesa en tierras granadinas.
Como
entenderemos, todo iba muy bien hasta que Fernando de la Cerda muere. En ese
momento se alentarán las aspiraciones al trono de Sancho frente a sus sobrinos,
que parecen ser respaldadas por Alfonso X. De hecho, se procedió a su jura como
heredero del Trono en las Cortes de Segovia de 1278. En los meses siguientes,
Sancho, asumió funciones de gobierno mientras su padre consolidaba la frontera
andaluza. En 1281, el príncipe Sancho participó en la campaña hasta la ciudad
de Granada. Pero, será regresando de ella cuando se calentó el enfrentamiento
entre el rey y heredero al girar Alfonso a favor de sus nietos. Y esa tensión
se proyectó entre los miembros de la Corte. Una parte de la nobleza, encabezada
por el señor de Albarracín Juan Núñez de Lara exigió el reconocimiento de los
infantes de la Cerda, y la parte mayoritaria de la nobleza, encabezada por el
señor de Vizcaya Lope Díaz de Haro, exigió que se mantuviese a Sancho según la
norma tradicional castellana. El conflicto sucesorio se agravó cuando la reina
Violante se enfrentó a Alfonso X al tomar partido por sus nietos los infantes
de la Cerda y, temiendo por la seguridad de estos, huyó con ellos y con su
nuera, Blanca de Francia, a Aragón para ponerse bajo la protección de Pedro
III, que instaló a los infantes en el castillo de Játiva.
Corona de Sancho IV de Castilla
¿Y
todo esto por qué? Por una reforma legal de Alfonso X que colocaba, tras el
padre, a los hijos varones y no a los hermanos del primer heredero. Recordemos
que, en 1280 o 1281, para evitar la guerra civil y resolver el conflicto de la
herencia de los infantes de la Cerda, Alfonso X y Felipe III de Francia -abuelo
materno de los niños de la Cerda- celebraron varias reuniones. Alfonso X
ofreció un reino feudatario en Jaén y quinientas libras de rentas para sus
nietos, pero a Felipe III le pareció poco y pidió el reino de Castilla o el de
León. Evidentemente no hubo acuerdo. Pero la oferta de Alfonso X empeoró sus
relaciones con Sancho que se mudó a Córdoba.
Felipe III de Francia
Allí
captó lealtades a cualquier precio -como un sanchista del siglo XXI-. El rey
buscó el acuerdo, pero ya no había ocasión para ello. Cada uno buscó aliados. En
1282 -año en que Alfonso X deshereda a Sancho- buena parte de la nobleza, la
Iglesia y ciudades importantes respaldaban a Sancho. Y Sancho atacó: se intituló
“hijo mayor y heredero al trono”. La cosa pareció irle bien hasta que enfermó
y, ante la duda, sus partidarios le fueron abandonando. Este fue el caso de los
infantes Juan y Jaime. Finalmente, cuando Sancho se disponía a entrevistarse
con su padre con el objeto de llegar a un acuerdo, Alfonso X murió. Era el 4 de
abril del año 1284.
Sancho
lo supo en Ávila desde donde marchó a Toledo junto con su esposa María de
Molina. ¿Hemos hablado ya de esta señora? Creo que no. Y me parece conveniente
centrarnos en los asuntos del corazón de Sancho ahora porque “el muerto” puede
esperar algún párrafo. En el citado año 1282 otra de las causas del
desheredamiento fue la negativa de Sancho a cumplir con el matrimonio
concertado por su padre. El muchacho debía haber cumplido con Guillerma de
Moncada, hija de Gastón, vizconde de Bearne. Pero Sancho se casó, en julio de
ese mismo año, en Toledo con María Alfonso de Meneses, hija del infante Alfonso
de Molina – hermano de Fernando III- y nieta de Alfonso II de Aragón. El
matrimonio no fue reconocido por Alfonso X, ni tampoco fue sancionado con la
correspondiente dispensa papal. ¿Esto último era un problema? Pues era
condición indispensable para que jurídicamente el enlace fuese reconocido,
debido al grado de consanguinidad entre los contrayentes.
Del
matrimonio nacieron siete hijos: Isabel, Fernando, Alfonso, Enrique, Pedro,
Felipe y Beatriz. Y una reata de bastardos. ¿Bastardos? ¡Todos sus hijos eran
bastardos! Y no solo eso porque sin la dispensa de Roma lo que ocurría con
Sancho y María es que cometían incesto y pública infamia por su consanguinidad.
Además, para los curas seguía siendo válido el matrimonio -no consumado- de
Sancho con la hija de Gastón de Bearne. Un lío para alguien que iba a ser rey.
A
cambio María fue uno de los apoyos más sólidos del rey y de sus intereses hasta
mucho después de la propia muerte de Sancho, durante las minorías de Fernando
IV y de Alfonso XI.
Tras
Ávila -volviendo a la línea principal de nuestro relato-, Sancho IV fue a la
Catedral de Toledo para la solemne coronación, dando lugar a otras ceremonias
públicas de acatamiento del nuevo Monarca. Llegados a este punto, las ciudades
y muchos personajes “procerda” asumieron que el rey era Sancho IV. Junto al
nuevo rey estaban, entre otros nobles, Lope Díaz y su hermano Diego y le era
hostil Juan Núñez de Lara. Gracias a Dios tenía el apoyo de su abuelo, el rey
Jaime I de Aragón. Que murió. Por ello, en febrero de 1285, Sancho IV se reunió
con su tío Pedro III en Uclés (Cuenca) para ratificar sus necesarios pactos y
compromisos de ayuda mutua. Pero ante el inminente enfrentamiento entre Aragón
y Francia, Sancho advirtió que sólo acudiría si no tuviera que repeler a los
moros del sur. El aragonés prometió retener a los infantes de la Cerda y
combatir a Juan Núñez de Lara, señor de Albarracín, máximo valedor de estos.
Este Lara se exilió en Francia. Por si acaso.
Pedro III de Aragón.
Estupendo
porque el infante Juan trataba de proclamarse rey en Sevilla donde se hallaba
el núcleo amigo de Alfonso X. Allí se dirige Sancho, pero cuando llega a
Córdoba encuentra a su hermano, Juan, y a otros nobles que le juran lealtad. Siguen
todos hacia Sevilla donde convocará Sancho IV las Cortes del reino para
confirmar su coronación. Sancho IV recompensó a sus aliados (alférez: el marido
de su hermana Violante, Diego López de Haro) y… ¡a sus enemigos! especialmente
a su siempre descontento hermano menor, el infante Juan, al que colocó en el
importante puesto de mayordomo mayor de palacio. ¡Qué paciencia!
Tras
calmar Sevilla se desplaza a Badajoz para afirmar su autoridad en un lugar que
el testamento de su padre le excluía. Además, quizás se proponía también
entrevistarse con su sobrino Dionís de Portugal a fin de ventilar la cuestión
del Algarbe. Luego Salamanca, Zamora, Benavente y León. Seguirá desplazándose
por el reino realizando pactos y confirmando lealtades.
Dionisio I de Portugal.
Ese
1285 Castilla fue invadida por los benimerines que superaron rápidamente la
frontera andaluza, asediaron Jerez y saquearon los alrededores de Sevilla. El
ataque fue motivado por la mala contestación de Sancho IV a los embajadores de
Abú Yusuf. Sancho marchó a Jerez, donde estaban acampados los moros que
levantaron el campo. El castellano no los persiguió al ser convencido por el
infante Juan y por Lope Díaz de Haro para que no lo hiciera. La actitud de Juan
y Lope levantó sospechas en otros cortesanos. Esta guerra le permitió al rey de
Castilla incumplir lo pactado en Uclés, negando, en mayo, la ayuda que le pidió
Pedro III para hacer frente a la invasión del rey francés. Pedro III no aceptó
la excusa y la paz entre los dos reinos se resintió. En aquella época no eran
tan simples y crédulos como pensamos: Pedro III asumía que Sancho IV estaba
interesado en la amistad de Felipe III para que este le apoyase ante el Papa en
el tema de la dispensa. Por su parte Sancho firmó un tratado de paz con el emir
marroquí, en Sevilla, el 21 de octubre de 1285.
Lo
bueno del asunto fue que para noviembre de ese año habían muerto Pedro III de
Aragón, el papa Martín IV -quien se había negado a conceder la bula matrimonial
a Sancho- y Felipe III de Francia. Le faltó tiempo a Sancho IV para enviar a su
privado Gómez García, abad de Valladolid, a la corte del nuevo monarca francés
-y navarro-, Felipe IV el Hermoso. Este propuso al enviado de Sancho IV la
anulación del matrimonio con María de Molina y desposarle con su hermana, a cambio
de retirar definitivamente su apoyo a los infantes de la Cerda. Para cerrar el
trato, se concertó una entrevista entre ambos reyes, en la ciudad de Bayona, en
la primavera de 1286, a la que Sancho IV acudió sin saber lo que le cocían. Al
enterarse de ello, encolerizado en extremo, finiquitó la entrevista, negándose
a repudiar a su esposa. En el otoño del mismo año, Sancho IV retiró su favor a
Gómez García, al que designó, como compensación y exilio político, obispo de la
lejana sede metropolitana de Mondoñedo.
El
hueco de Gómez García lo cubrió Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya, con el
cargo de mayordomo mayor del Rey. Este mismo 1286 Sancho continuó con la
reorganización del reino celebrando Cortes en Palencia, ordenando la disolución
de las hermandades formadas durante la sublevación contra Alfonso X y acuñando
una nueva moneda bajo el nombre de cornado. En marzo de ese año, el sultán Abú
Yusuf enfermó y murió en Algeciras, siendo sucedido por su hijo Abú Yaqub.
Felipe IV de Francia
El
rey confió mucho en Lope Díaz de Haro otorgándole el título de conde en 1287, la
tenencia de los castillos y fortalezas, una llave de la real chancillería y
otros grandes honores. Su influencia sobre el rey fue creciente, hasta el punto
de que Sancho IV arrendó, en junio de este año, al judío Abraham Barchilón,
vasallo de Lope, todas las rentas reales. Por tanto, Lope Díaz de Haro se
convirtió en el dueño de las rentas de la corona. En ese momento el vizcaíno
tocó el techo de su poder. Sancho empezó a mosquearse cuando comprendió que su valido
generaba resistencias y alardeaba de sus enchufados familiares. Ejemplos eran
los problemas en la frontera portuguesa por Alvar Núñez de Lara (clan partidario
de los de la Cerda) y por el consejero real y obispo de Astorga Martín García. Una
curiosidad: Lope era concuñado del rey al estar casado con la hermana de la
reina.
En
las cortes de Toro (febrero de 1288) el infante Juan y Lope Díaz de Haro
aconsejaron a Sancho IV la firma de un tratado de paz y amistad con Aragón para
eliminar el riesgo de los infantes de la Cerda. Por su parte, Aragón ayudaría ante
la curia pontificia (totalmente a merced del rey francés) en la cuestión de la
deseada dispensa papal. Tras unas acaloradas discusiones, no triunfó la
propuesta. Lope y el “hermanito Real” promovieron altercados en la zona de Salamanca
para mostrar su fuerza. Supieron atraerse el descontento del pueblo llano azuzando
el odio a los judíos que aparecían -¡hay que fastidiarse!- como arrendadores de
los impuestos reales.
Alfonso
IV tenía el sobre nombre de “el bravo” no por su arrojo bélico sino por su mal
genio e impulsividad. Teniendo esto en cuenta nos vamos a una reunión del
consejo del rey en Alfaro el 8 de junio de 1288. Allí Sancho pidió cuentas a
Lope y a Juan. La cosa se empezó a salir de madre y el rey abandonó la sala
para que los demás pudieran deliberar con libertad. A los pocos minutos volvió y
le pidió a Lope que le devolviese los castillos o que se considerase preso. El
conde, enfurecido, sacó el puñal y fue hacia el rey, que también sacó la espada
al tiempo que tropezaba con una alfombra. Los hombres del rey, al verlo en
peligro, atacaron al conde y le cortaron la mano que sostenía la daga. Al mismo
tiempo, el rey se rehízo y a su vez hirió mortalmente al señor de Vizcaya. La
misma suerte corrió Diego López de Campos. Y lo mismo pudo ocurrir con el infante
Juan si no llega a ser por la intervención de la reina que estaba en una
habitación contigua. Calmado Sancho sólo mandó encarcelar a su hermano. Personalmente
me resulta una historia sorprendente. ¿Qué hubiera hecho Lope tras matar al
rey? ¿Pensaba coronar a Juan? En fin, tras lo de Alfaro se celebran cortes en
Haro y ascienden nuevos intrigantes, digo personajes: el obispo de Astorga
Martín García y el arzobispo de Toledo, Gonzalo Pétrez Gudiel.
Sancho
IV deberá aplacar un intento de levantamiento en el Señorío de Vizcaya tras la
muerte de su señor. Y acelera su acercamiento a la corona francesa, concretado
en el acuerdo de Lyón, del 13 de julio del año 1288, por el que Felipe IV se
comprometió a defender ante el Papa el asunto de la dispensa matrimonial para
Sancho IV y María de Molina a cambio de ayuda Castilla y por León en la pugna francesa
contra Aragón.
La
respuesta del Alfonso III de Aragón fue jurar a Alfonso de la Cerda como rey de
Castilla y de León en Jaca. El 17 de diciembre, ambos alfonsos firmaron un acuerdo
de alianza comprometiéndose a no pactar por separado con Sancho IV. Formaron parte
de dicha alianza Diego López de Haro -heredero del señorío de Vizcaya tras la
muerte de su sobrino- y Gastón de Moncada, dos que se la tenían jurada al rey. Ya
sólo quedaba una cosa por hacer: atacar a Sancho IV. La víctima fue la villa de
Almazán. El contragolpe se hizo contra Tarazona y su huerta.
Sepulcro de Alfonso de la Cerda.
En
1289 los enfrentamientos en la frontera de Aragón entre los partidarios de
Alfonso de la Cerda culminaron en la derrota castellana de Pajarón (Cuenca). En
octubre, Sancho IV recibió en Guadalajara una embajada de Felipe IV para
organizar la reunión de los dos reyes en Bayona. Era importante para el
castellano esa reunión al verse debilitado por los aragoneses. Con la embajada
vino Juan Núñez de Lara, antiguo señor de Albarracín y defensor de los derechos
de los infantes de la Cerda que, recuerden, se encontraba refugiado en Francia.
Sancho IV le recibió afectuosamente y le entregó las villas fronterizas de Moya
y Cañete en señorío, además, le nombró “frontero” contra Aragón. El Tratado de
Bayona aunó más a Castilla y Francia frente a Aragón. ¡Estupendo! Porque en ese
1290 la salud de Sancho se resiente tras padecer malaria que, por segunda vez en
un lustro, hizo “calentar en la banda” al heredero. Pero las lealtades de los
nobles son cambiantes y el Lara se pasa al bando aragonés derrotando a los
castellanos en Chinchilla. Alucinantemente, gracias a la reina María de Molina,
Núñez de Lara se reconciliará con Sancho y lo sellarán con la boda de Juan
Núñez de Lara, el Mozo, con una descendiente de la familia real castellana y en
condiciones patrimoniales muy favorables.
En
marzo de 1291, Sancho IV conoció el tratado de Tarascón entre Francia, la Santa
Sede y Aragón, donde se obligaba a Aragón a tener buena amistad o, al menos,
treguas con Castilla. Por ello, Alfonso III de Aragón envió a Sancho IV
embajadores para cumplimentar el tratado, pero Sancho les dio largas. Y luego, durante
ese marzo, empezaron los disturbios gallegos.
Aunque
las luchas entre los concejos y los prelados por el dominio de las ciudades
gallegas no eran nuevas, ahora estaban implicados Juan Núñez de Lara y Juan
Alfonso de Alburquerque, adelantado mayor en Galicia y amigo del obispo de
Lugo. A finales de julio Sancho IV llegó a Galicia y destituyó al de
Alburquerque. En Orense, consiguió la paz entre los contendientes y una tregua
por diez años, pero tras la marcha del rey se produjo un gran motín con numerosos
asesinatos. Sancho IV administró justicia y volvió a Valladolid cuando se
restableció la paz. Allí, para atraerse nuevamente a Juan Núñez de Lara -¿¡Qué
necesidad había?!-, concertó el matrimonio de su hijo Alfonso con la hija del
de Lara pero falleció el infante. Para compensarlo, el rey le nombró mayordomo
mayor. Pero los Lara no dejaron de crear problemas a Sancho IV. Esta vez fue
Juan Núñez “el Mozo” el que pidió la libertad del infante Juan, prisionero en
el castillo de Curiel desde la tragedia de Alfaro, con el compromiso de
garantizar la fidelidad del reo. El rey, harto de conflictos o por complacer a
los Lara, accedió en agosto a la excarcelación.
A
pesar de todo lo que le estaba ocurriendo, Alfonso IV de Castilla quería
ampliar las fronteras de su reino. Por el sur, claro. Para una acción como la
que deseaba necesitó a los genoveses y su flota. Y no dejar enemigos a sus
costados. En septiembre de 1291, Sancho IV y María de Molina se dirigieron a la
frontera de Portugal para ratificar las paces con Dionisio I. En el viaje
conoce la muerte de Alfonso III de Aragón. Dionis I – el Dionisio I- ratificó
el compromiso matrimonial entre el heredero castellano Fernando, de seis años,
y la infanta portuguesa Constanza, de veinte meses de edad. Con este tratado,
con la alianza con Francia y con el cambio de política del nuevo rey de Aragón
Jaime II, que había suspendido las hostilidades en la frontera con Castilla,
Sancho IV y Aragón firmaron el tratado de Monteagudo, el 29 de noviembre de ese
1291. Sancho IV entregó a Jaime II la carta plomada, hecha en tiempos de
Alfonso X, de la cesión de Albarracín a la Corona de Aragón, sin considerar el
posible conflicto con Juan Núñez de Lara. También se esbozó un plan de ataque
conjunto para acabar con la presencia naval de los benimerines en el estrecho
de Gibraltar. Dado el objetivo es lógico saber que el emir de Granada se sumó a
la aventura. En este tratado también se repartió el futuro dominio del norte de
África (¡olé tus…!). Para sancionar la nueva amistad del acuerdo de Monteagudo se
proyectó el matrimonio de la infanta Isabel, hija de Sancho IV, con el rey
aragonés, Jaime II.
La
flota cristiana derrotó a las fuerzas del sultán Aben Yacub pero los
benimerines desembarcaron y asediaron Vejer y saquearon el entorno de Jerez y
Sevilla. Sancho IV no acudió con tropas a la frontera quizá al suponer que las
existentes en la zona solucionarían el problema. En enero de 1292 se subleva
Juan Núñez de Lara cabreado por los acuerdos de Monteagudo sobre Albarracín. Las
buenas palabras de Sancho no lo calmaron. La estrategia regia fue quitar a Núñez
de Lara las villas cedidas más Moya y Cañete y exiliarle en Francia. Poco
después, Sancho IV recibió a dos embajadores de Felipe IV que le comunicaron,
entre otros asuntos, que el rey francés había enviado diplomáticos a la corte
de Roma para procurar la dispensa papal del matrimonio real. A través de los
mismos enviados, Sancho IV se excusó ante Felipe IV de haber pactado con Jaime
II con el argumento de que así evitó que este se aliara con los benimerines.
Creo que pensó que “si cuela, cuela”.
Un
charco más que pisó fue el ceder a su hijo Enrique, de unos cuatro años de edad
y mudo, el señorío de Vizcaya y no a María Díaz de Haro, hija del difunto Lope
Díaz de Haro, y que tiene avenida en Bilbao. No paraba nuestro Sancho y en marzo
firmó pactos de amistad con el sultán de Tremecén (actual Argelia) que era
enemigo de los benimerines. En abril afianzó la alianza con Francia al
confirmar los pactos de Bayona en lo referente a Aragón, ya que estos
mencionaban a Alfonso III y no a su sucesor Jaime II. No debió colar la
anterior escusa.
Jaime II de Aragón
En
mayo, Sancho IV llegó a Sevilla para ponerse al frente del ejército y marchar
contra los benimerines. Allí le esperaba el ejército aliado y la reina, que dio
a luz al infante Felipe a los pocos días. En un principio el plan era cercar
Algeciras, pero luego se dispuso que fuera Tarifa la acosada. En junio, las
tropas cristianas apoyadas por las del reino nazarí atacaron la ciudad por
tierra, y las flotas de Castilla y Aragón lo hicieron por mar. En septiembre,
los cercados, que estaban escasos de alimentos, no pudieron resistir las
acometidas cristianas y se rindieron. En octubre, después de negociar las
capitulaciones, Sancho IV entró en la ciudad y puso una guarnición al mando de
Rodrigo Pérez Ponce, maestre de Calatrava.
En
diciembre, el infante Juan, que se había distinguido por su bravura en la
campaña de Tarifa, volvió enfrentarse a Sancho IV. Y fingiendo temer un nuevo
encarcelamiento, marchó a Portugal. A finales del mismo mes, Muhammad II pidió
a Sancho IV la cesión de Tarifa a cambió de varios castillos y una gran
cantidad de dinero. La negativa del castellano provocó que el nazarí enfriara
su alianza con Castilla y se aproximara a los benimerines.
Creo
que nos habíamos olvidado de la resiliencia -palabra muy sanchista- de nuestro
animosos infante Juan que vuelve a las andadas en febrero de 1293. Se alía con Juan
Núñez de Lara “el Mozo” -ese favorecido por el bien quedar del rey con el clan
Lara- y son derrotados. El rey, pese a su carácter, les perdona la vida y pacta
su reconciliación. ¿Para qué? Para nada porque el infante volverá a traicionar
a su hermano y, para resolver el asunto, el rey lo expulsa a Portugal con
engaños. Y Juan escapa a Marruecos protegido por Aben Yacub. ¡Amor de hermano! Por
su parte, Sancho IV, convocó cortes en Valladolid y medió entre Aragón y
Francia para limar las tensiones por la presencia aragonesa en Sicilia.
En
1294 Tarifa vuelve a estar acosada. Y la salud de Sancho IV decidió fastidiarle
de forma casi continua lo que obligó a su camarero mayor -no mayordomo- , Juan
Mathe de Luna, a reunir rentas, provisiones y fuerzas para resistir el embate
de granadinos y benimerines (más el infante Juan) contra Tarifa. Es en este
momento cuando se produce el sacrificio del hijo de Alfonso Pérez de Guzmán,
Guzmán el Bueno. No será un ejército de rescate quien levante el sitio sino un brote
de peste entre los musulmanes. También será preciso sofocar el alzamiento de
Diego López de Haro para hacerse con el señorío de Vizcaya, del que había sido
desposeído.
Guzmán "El Bueno" lanzando el puñal
para que sacrifiquen a su hijo.
Sancho
IV era un hombre de su momento y acumulaba enfermedades y desgaste físico
extremo (a pesar de ser el rey). La puntilla fue la tuberculosis. Y no era
cuestión de físicos, de médicos, porque tuvo muchos y buenos: los judíos Yuçaf,
Çag y Abraham, estos dos últimos hermanos; y los cristianos como maestre
Nicolás, fray Pedro de Pontevedra o fray Albert. Evidentemente poco
consiguieron con Sancho y la merma de las capacidades regias “autorizó” la
mayor influencia de los principales nobles y las banderías políticas y de lealtades.
El Rey hizo testamento en Alcalá de Henares señalando como tutora de su
heredero a María de Molina al iniciarse el año 1295. De ahí marcharon al
Convento de Santo Domingo el Real de Madrid, donde se dispusieron nuevas
previsiones sobre la gobernación del reino con un nuevo rey. Y partieron en
dirección a Toledo. Sancho IV había previsto ser sepultado en la Capilla Real
de la catedral, que él había mandado construir. En fin, que Sancho murió el 25
de abril sin cumplir los treinta y siete años.
Abstrayéndonos
de la política, este reinado fue una época de relativo florecimiento comercial.
En el interior del reino se asistió al desarrollo de las ferias comerciales. El
comercio marítimo de Castilla y de León se expandió por el Atlántico, gracias a
la libertad de exportación e importación decretada. Culturalmente, Sancho IV
mandó finalizar la Crónica General, comenzada por su padre, completándose su
redacción en 1289. Hay autores que han desarrollado una lista de obras que
situarían a Alfonso IV a la altura de Alfonso X. Citaríamos el “Libro de los
Castigos e documentos” y “La Gran conquista de Ultramar”. En este contexto de
labor cultural, no conviene dejar de hacer referencia a sus iniciativas en
materia universitaria y de enseñanza que tuvieron su reflejo en distintas
localidades como Sevilla, Alcalá de Henares, Valladolid o Salamanca.
Como
final de la entrada hablaremos de moda. Sabemos por el libro de cuentas de
Sancho IV, que vestía generalmente de escarlata, “con tabardo et
sobretabardo de viado, las pennas lesendrinas y las aljubas y pellotes de
carcasona prietos; los guardas iban vestidos con sayas y calzas de paño tinto,
pellotes y mantos de viado; los ballesteros de viado et blao; los escuderos con
sayas y pellotes de paño tinto, capas de viado con peñas prietas y calzas de
paño de suerte”. ¿Cómo se quedan?
Bibliografía:
“Historia
del Reinado de Sancho IV de Castilla”. Mercedes Gaibrois de Ballesteros.
Periódico
“eldiario.es”
Real
Academia de la Historia de España.
Reyes Medievales.
“Historia
de Castilla. De Atapuerca a Fuensaldaña”. Juan José García González.
“La
Casa del Rey de Castilla y León en la Edad Media”. Jaime de Salazar y Acha.
“Las
dinastías reales de España en la Edad Media”. Jaime de Salazar y Acha.
“Historia
de España”. Salvat.
“Atlas
de historia de España”. Fernando García de Cortázar.
Anexos:
Adjuntamos
aquí algunos datos familiares que, por no saturar de información el principal
de la entrada, tanto del rey Sancho IV “el bravo” como de sus hijos.
Sancho,
rey de Castilla, León, Córdoba, Murcia, Jaén y Sevilla (1284-1295), mayordomo
del rey (1276 a 7 de julio de 1277), nacido en Valladolid el 12 de mayo de 1258
y fallecido en Toledo el 25 de abril de 1295, sepultado en la catedral de
Toledo. En 4 de abril de 1270, en Burgos, había sido concertado su matrimonio
con Guillermina de Bearn, hija de Gastón VII, vizconde de Bearn, y de Matha de
Bigorre, pero este matrimonio no se llevó a efecto. Casó en Toledo en el mes de
julio de 1282 con María Alfonso, hija del Infante de Molina (María de Molina),
señora de Molina y Mesa (1293), regente del reino (1295-1301) y (1312-1321),
nacida en 1264 y fallecida en Valladolid el 1 de junio de 1321; sepultada en
Santa María la Real de Valladolid, hija del infante Alfonso de León señor de
Molina, y de Mayor Alfonso de Meneses. Hijos:
- Infanta
Isabel, señora de Guadalajara, nacida en Toro el año 1283, falleció el 24 de
julio de 1328, siendo enterrada en la abadía de Prieres, Morbihan. En 23 de
febrero de 1285 es llamada “la Infanta doña Isabel nuestra fija y heredera”.
Casó primero en Soria el 1 de diciembre de 1291 con Jaime II , rey de Aragón y
conde de Barcelona, matrimonio no consumado y anulado en agosto de 1295. Casó
en segundas nupcias en Burgos en 1310, después del 22 de junio, con Juan III ,
duque de Bretaña y conde de Richemont, viudo de Isabel de Valois, nacido el 8
de marzo de 1286 y muerto camino de Caen el 30 de abril de 1341, inhumado en
los carmelitas de Ploërmel, Morbihan; sin descendencia.
- Fernando
IV.
- Infante
Alfonso, nacido en Valladolid circa junio de 1287 y muerto niño en Valladolid
en agosto de 1291, enterrado en los Dominicos de Valladolid.
- Infante
Enrique, nacido en Vitoria entre septiembre y diciembre de 1288 y muerto en
Toro en 1299, sepultado en los Dominicos de Toro.
- Infante
Pedro, señor de los Cameros, Almazán, Berlanga, Monteagudo, Cifuentes,
mayordomo mayor del rey (desde 25 de febrero de 1310 hasta 29 de enero de 1311)
y regente del reino. Nacido en Valladolid en 1290, después del 14 de mayo 2446
y muerto en acción de guerra en la Vega de Granada el 25 de junio de 1319;
sepultado en las Huelgas de Burgos. Casó en Calatayud por Navidad de 1311 o en
enero del año siguiente 2448 con la infanta María de Aragón, nacida en Valencia
entre abril y mayo de 1298 y fallecida en Barcelona en 1347 y sepultada en
Santa Catalina de Barcelona, hija de Jaime II, rey de Aragón, y de la reina
Blanca, princesa de Nápoles.
- Infante
Felipe, señor de Cabrera y Ribera, adelantado mayor de Galicia (1304-1306),
regente del reino: 1319-1325. Nació en Sevilla en 1292, antes del 21 de
noviembre y murió en Madrid después de testar el 12 de abril, antes de 5 de
junio de 1327, sepultado en Santa Clara de Allariz. Casó antes del 20 de
febrero de 1315 con Margarita [de la Cerda], nacida en Francia circa 1293 y
fallecida después de testar en Santa Olalla el 4 de mayo de 1328; sepultada en
Santa Clara de Allariz; sin descendencia.
- María,
que vivía cuando su padre hizo testamento en Madrid el 12 de abril de 1327.
Hija ilegítima con Estefanía Gómez.
- Infanta
Beatriz, nacida en Toro en 1293 y fallecida en Lisboa el 25 de octubre de 1359.
Casó en Lisboa el 12 de septiembre de 1309 con Alfonso IV, rey de Portugal,
muerto en Lisboa el 28 de mayo de 1357; con descendencia.
- Hija
natural con María Alfonso de Meneses, mujer de Juan García, señor de Ucero,
hija de Alfonso Téllez de Meneses Tizón y de Mayor González Girón.
- Violante
Sánchez, señora de Ucero, nacida antes de 1280 y falleció como freira y
comendadora de la Orden de Santiago en Sancti Spíritus de Salamanca después de
27 de diciembre de 1327. Casó (carta de arras en Layosa de Galicia, el 17 de
abril de 1293) con Fernando Rodríguez de Castro, señor de Lemos, Monforte,
pertiguero mayor de Galicia y ricohombre de Castilla, murió en Monforte,
después del 10 de noviembre de 1302, en combate con el infante Felipe que
relata la crónica del rey, año 1305; con sucesión.
- Hija
natural con una señora de la Bureba.
- Teresa
Sánchez, hija del rey, nacida antes de 1280, casó en primeras nupcias con Juan
Alfonso de Meneses, I conde de Barcelos (8 de mayo de 1298), señor de
Alburquerque y Medellín, alférez mayor de Portugal, fallecido poco después de
testar el 5 de mayo de 1304; sepultado en Pombeiro. Casó en segundas nupcias
con Ruy Gil de Villalobos, ricohombre de Castilla, hijo de Ruy Gil, señor de
Villalobos, y de María de Haro, señora de Autillo; con descendencia de ambos.
- Hijo
ilegítimo con Marina Pérez.
- Alfonso
Sánchez, que era niño en 1293 y casó con María Díaz de Haro, hija de Diego
López de Salcedo, adelantado mayor de Guipúzcoa (1272-1282), y de María
Álvarez; sin descendencia.
- Juan
Sánchez, que era también niño en 1293.
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