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domingo, 16 de junio de 2019

…Y en el camino nos veremos. (Segunda parte)



Habíamos dejado el tema de los portes tras conocer en qué consistía el oficio de arriero, las rutas principales que pasaban por Las Merindades, las fuentes de negocio y los problemas que surgían en sus desplazamientos.


Otro cosa que debemos mirar eran los animales que cargaban esos productos y que se dividían en caballerías mayores y menores. Las bestias mayores eran el caballo y el mulo o macho, y las menores a los asnos. El empleo principal de los caballos fue el de la monta para los desplazamientos, casi nunca como bestias de carga o para el tiro o acarreo. El mulo o macho fue el animal básico utilizado por la arriería, por encima del asno. Era duro para el trabajo, soportaba más carga y era más dócil que el burro. Estos tuvieron un papel de cierta relevancia para el transporte de productos en régimen local o comarcal, poniendo en contacto las localidades rurales entre sí y con las ferias cercanas. También fue utilizado, en menor medida que el caballo, para llevar en sus lomos al arriero que iba a cargo de la recua.

El número habitual de machos por arriero podía oscilar entre uno y siete, pero a veces este número era rebasado con creces aunque era poco habitual por la dificultad de gobernar tan alto número de bestias. Otro factor a tener en cuenta para el tamaño de la reata era la dificultad del camino. Es frecuente que entre el grupo de animales que conduce el mulatero, se contabilicen junto a los mulos o machos el caballo o asno que montaba.


A mediados del siglo XVIII, el Catastro del marqués de Ensenada nos informa sobre el número de bestias que llevaban los arrieros de Las Merindades: Gregorio de Sarabia, vecino de Arroyuelo, “es arriero que transita de Madrid a Vilbao con seis machos y una mula en que anda a cavallo”. En Villanueva la Lastra Andrés de Pereda y José de Villamor, trajineros, “estte ultimo con un macho y quatro pollinos y aquel un cavallo y ocho pollinos”. Además nos muestra el doble uso del caballo, animal de monta y de carga a la vez. En Santa Olaja Joaquín de Arechavala trata “con un caballo que tiene a bajar trigo y otras semillas de tierra de Losa para llebarlo a bender a el mercado de la villa de Arciniega”.

Tomando la muestra correspondiente a la capital del distrito de Cinco Villas de la Merindad de Sotoscueva vemos que los ingresos generados por las caballerías mayores ascendían a 847 reales por unidad mientras que las de las acémilas menores producían 400. Este equilibrio coincide también con la relación existente entre los pesos transportados por los dos distintos tipos de caballería.

Caballos Losinos.

Cada mulo podía llevar sobre sus lomos en distancias cortas hasta 11 arrobas, unos 126 kg, pero lo habitual era que desplazase en distancia larga entre 6 y 8 arrobas (entre 70 y 90 kg), y el animal pequeño un tercio menos. El terreno accidentado de Las Merindades obligaba a rebajar los pesos. A veces, los mulateros -arrieros- no sólo transportaban cargas y mercaderías, sino que, basándose indudablemente en la confianza que inspiraban, llevaban dinero en metálico, como se constata en un encargo realizado por la Universidad de Burgos. En 1553 Alonso de Compludo debía a Hernando de Trezanos 170.000 mrs. “que son por 5.000 rreales que por bia de Laredo se ynbiaron a Arnao del Oyo Somado con Alonso Martinez mulatero, vezino de Muneo”, para que de allí los enviase a Santander.

O cosas como esta en que se ve, en agosto de 1605, a Diego Ruiz de Ahumada, vecino de Frías, que otorga carta de obligación para enviar a Juan Fernández de Carrión, de Burgos, cuantas arrobas de pábilo para velas pudiese comprar en Frías y su tierra y otras partes, no comprando “pabilo para otra ninguna persona y que poco o mucho que comprare, a de ser para el, el qual pabilo a de ser bueno y blanco de dar y tomar”, entregándolo en Frías al arriero Juan de Mendoza para que lo lleve a Burgos por su cuenta y riesgo, siendo por cuenta de Juan Fernández el pago al arriero.


Como en cualquier otro grupo con intereses mutuos entre los arrieros también surgió el asociacionismo. Desde, al menos, el año 1483 encontramos referencias a asociaciones o cofradías de mulateros asentados en las Merindades de Castilla Vieja que comparecen ante las autoridades para defender los derechos de sus miembros. Posiblemente se asocian de manera coyuntural para presentarse unidos y representados por un procurador, por lo general otro arriero, cuando un motivo concreto los obliga a ello, ya que entre 1483 y 1515 aparecen con distintas denominaciones. En ocasiones actúa como corporación o hermandad, como en 1511 o 1512, cuando un mulatero que entre Gayangos y Quintanilla iba “con sus mulos cargados de bino blanco, yendose por el camino rreal ançia la montaña a Bilvao o a Laredo, e salieron al dicho por fuerça e contra su voluntad e le llebaban a Medina, e despues como los vesynos de las dichas merindades lo sopieron, algunos dellos fueron a repique de canpana con el alcalde de la hermandad tras los que le tomaron los dichos mulos e vino”. Después de 1515 no aparecen más alusiones a ninguna otra asociación de mulateros.

Analizando los datos sobre los arrieros y sus circunstancias en Las Merindades podemos  sacar unas pocas conclusiones:

  • Que todos los lugares de procedencia de los arrieros se sitúan en un pasillo de 30 km de anchura, que tiene como eje el camino de Burgos a Laredo y se corresponden con lugares en los que la agricultura no era especialmente productiva, lo que obligaba a sus vecinos a buscar medios alternativos de subsistencia.
  • Que destacan pequeñas zonas en las que el oficio de muleros es muy importante, como la Hermandad y cofradía de Dobro, Villaescusa y Pesadas, los Partidos de las Cinco Villas y de la Sonsierra en la merindad de Sotoscueva y la merindad de Castilla Vieja. Ya con menor importancia se encuentran otros grupos como un pequeño núcleo al sur de Medina de Pomar, el valle de Valdivielso, la merindad de Montija, el valle de Caderechas, zona norte de Medina de Pomar y en la zona oeste del mencionado pasillo hay otro grupo junto al valle de Zamanzas.
  • Destacan sobre todas las localidades, Villanueva de Ladrero en la merindad de Castilla Vieja, que con 24 mulateros en 1515 tenía casi toda su población en edad apta para el trabajo, dedicada a la arriería, Hornillayuso en el Partido de las Cinco Villas, que entre 1590 y 1624 tenía 20 mulateros y Torme, que en 1515 tenía 14.
  • Existían familias que transmitieron el oficio a través de varias generaciones, y destaca sobre todas ellas la de López Borricón de Hornillayuso, en la que encontramos un Juan López Borricón en 1515, y hacia 1590 cuatro hermanos que se siguen dedicando a la arriería: García, Pedro, Tomás y Juan. En 1621, seguían la labor García y Pedro ya que Tomás y Juan habían fallecido. Era corriente que los mulateros heredasen el oficio de su padre y tuviesen hermanos dedicados a lo mismo.
  • Las edades de los mulateros oscilan entre los treinta y los 75 años. Aunque las edades altas parecen corresponder a antiguos arrieros que, aunque ya no ejercen, responden como testigos en los interrogatorios. No obstante, la mayoría tiene más de 45 años lo que es una edad muy alta para un trabajo tan duro.


El valle de Mena era zona donde existían numerosos arrieros, ya que en septiembre de 1495 uno, testigo en un interrogatorio realizado sobre el camino que pasa por Valmaseda, declara que los arrieros que más de continuo andan y tratan en esta villa son los de “toda la junta e tierra e valle de Mena”. En el mismo interrogatorio se indica que también pasan de continuo por Valmaseda arrieros de “toda la tierra e valle de Salzedo, e toda la tierra de Sopuerta, e valle de Galdames, e Somorrostro e su tyerra e Arzentales, e Troçios, e Carrança, e valle de Villaverde y el valle de Gordojuela, e los de Arrigorriaga, e Llodio, e Luyando, e toda la tierra de Losa”. Otra ausencia notable es la de los arrieros de Poza de la Sal, que siempre mantuvo una cabaña muy notable, y en la documentación tan solo se menciona en 1495 a un tal Rodrigo como mulatero de Poza.

Villasana de Mena.

Poza de la Sal era una población productora de sal que tenía que transportar su producción y atender una amplia zona donde se ubicaban sus alfolíes. Necesitaba un conjunto importante y permanente de arrieros, capaces de realizar dicha labor. Naturalmente, procuraban cargar para el retorno, con los productos más necesarios y demandados en los lugares de la comarca pozana, como los pescados frescos y salazones. En 1691, había en la villa 83 arrieros que utilizaban 338 bestias, cantidad justificada por las necesidades mencionadas.

Las zonas comentadas conservan en su mayor parte la pervivencia de la mulatería un siglo y medio después. Así, en el Catastro del Marqués de Ensenada vemos que se mantienen con vitalidad las zonas del Butrón, Sotoscueva o Castilla Vieja. Irrumpe con fuerza no obstante el valle de Caderechas y el valle de Tobalina. Para hacer esta comparación, debemos tener en cuenta que el tipo de tráfico y algunas de las mercaderías acarreadas se han modificado, así como el régimen de muchos de los antiguos arrieros. De hecho, en el siglo XVIII, el número de trajineros ha aumentado considerablemente y destaca la estabilidad de la arriería vinculada al tráfico de la sal, dependiente de las salinas de Poza. Las cifras de arrieros y caballerías de 1691 son muy parecidas a las que presenta el Catastro en 1752.

Frías.

Fue necesario que el reformismo borbónico con Fernando VI y Carlos III, especialmente en la época en que el Conde de Floridablanca desempeñó la Superintendencia de Caminos, impulsase la red de carreteras cuyas grandes deficiencias tanto estaban perjudicando el desarrollo económico español para marcar el ocaso de esta actividad. Declive iniciado en las primeras décadas del siglo XIX.

En 1820, el diccionario de Miñano incluye la arriería entre las actividades de poblaciones como Bedón, pero en el diccionario de Madoz ya no la cita entre las practicadas en esta zona. Probablemente su desaparición está relacionada, en gran medida, con el cambio que experimentaron las comunicaciones a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, reflejado sobre todo en la mejora de los caminos de ruedas frente a los de herradura que permitió ir sustituyendo el transporte a lomo de acémilas por el de carretas. Esto abarató los costes y expulsó al transporte ineficiente.

 
Valdenoceda.



Bibliografía:

“La arriería en la merindad de Sotoscueva”. Pedro Fernández Díaz-Sarabia.
“Abastecimiento y consumo en burgos durante el siglo xviii. Una primera aproximación”. Adriano Gutiérrez Alonso.
“Los puentes del norte de la provincia de burgos durante la edad moderna”. Inocencio Cadiñanos Bardecí.
“La Hidalguía en las Merindades antiguas de Castilla”. Julián García Sainz de Baranda.
“Caminos burgaleses: los caminos del norte (siglos XV y XVI)”. Salvador Domingo Mena.


Anexo:

El caso de Bedón.


Bedón es una de las localidades del distrito de "Cinco Villas", que con los de Cornejo, Villamartin, el Valle, Valdebodres o la Jereta y la Sonsierra, integran la Merindad de Sotoscueva. El carácter montañoso de Bedón, que afectó a sus posibilidades para la agricultura, se encuentra reconocido en diversas fuentes históricas, como el Diccionario de Miñano, que localiza al pueblo en "una hondonada rodeada de montes muy altos" y el de Madoz, que califica sus tierras de "mediana calidad" y le sitúa en "una hondonada dominada por los vientos del Norte y el Oeste". Este pequeño pueblo ha tropezado siempre, para su desarrollo agrícola, con la falta de una corriente continua de agua. En la época en que se recogieron las respuestas del Catastro del marqués de la Ensenada, no existía una extensión sensible de tierras de regadío, a pesar de que por la zona Sur de su término, a bastante distancia ya del casco urbano, discurre el río Trema que recoge la totalidad de las aguas de la Merindad, si se excluyen las correspondientes a la cuenca del Nela que recibe las de varios términos del Distrito de Valdebodres.

(Google)

Otro dato que se deduce del citado documento es el carácter minifundista de la propiedad rural, frecuente lacra de los pueblos pobres y que no ha desaparecido en Sotoscueva hasta finales del siglo XX con la concentración parcelaria. En 1752 existían en Bedón 63 propietarios, una gran parte de ellos vecinos de otras localidades. Entre estos últimos cabe destacar, por su carácter señorial, al Duque de Frías con 17 heredades y eras y una superficie de 42`5 fanegas y al Conde de Lences, con nueve fincas con una extensión total de 20`5 fanegas. También aparecen, casi simbólicamente, como propietarios de tierras y titulares incluso de algún censo, el citado Monasterio de Oña y el convento de la Santa Fe de Toledo.

Su pequeño núcleo urbano se extiende a lo largo del tramo final de la carretera de unos cuatro kilómetros de longitud que comunica el pueblo con otra de carácter comarcal, que partiendo de Quintanilla del Rebollar, en la propia merindad, termina, en las cercanías de Villacomparada de Rueda, en la 629 que, a través del puerto de la Mazorra, une Burgos y Bilbao. Del centro del pueblo parten dos caminos, uno en dirección Norte que sube hasta el Alto de Bedón para descender a Espinosa de los Monteros y otro, actualmente casi impracticable, en dirección Noreste, que, pasando por el llamado alto de las Mulillas, nombre evidentemente ligado al tráfico de los arrieros, finaliza hoy día en una pista forestal que lleva a Espinosa y Fresnedo, pueblo este último perteneciente a la antigua Merindad de Castilla la Vieja y que, hoy día, forma parte del municipio de Villarcayo.

Bedón (Fuente Google).

Destaca una casa, recientemente restaurada y antigua propiedad de los López-Borricón, la más importante entre todas las familias del pueblo históricamente relacionadas con la mulería, de planta rectangular y que, con sus tres escudos, es la más blasonada de Sotoscueva. A su entrada se abre el patio de grandes dimensiones, característico de las viviendas de los vecinos dedicados al transporte animal e imprescindible para la carga y descarga de los mulos y demás animales de tiro y el almacenamiento de los géneros.

Los viajes más largos eran los que realizaban Juan López-Borricón de Hornillayuso y Juan de Pereda de Hornillalastra que iban respectivamente, ida y vuelta, de Bilbao a Tordesillas y de Bilbao a Madrid. En este último caso la distancia entre Madrid y Burgos, por el camino de ruedas, era, según Joseph Mathias Escribano, de 41 leguas y de Burgos a Bilbao de 29, lo que significa un total de 70, mientras que por el camino de herraduras era de 64. La distancia a Laredo, desde la capital de España, tomando en Villasante la desviación a los Tornos, ascendía 70 leguas, idéntica a la existente a Bilbao.

Demográficamente, dentro del conjunto del Ayuntamiento de Sotoscueva, Bedón ocupa hoy día uno de los últimos lugares por el número de sus habitantes. No obstante, en el siglo XVIII y gran parte del XIX, solía encontrarse entre los diez primeros pueblos de la Merindad con mayor número de "almas". Los datos reseñados seguidamente ilustran, a través del número de sus habitantes o vecinos, la evolución poblacional de este pequeño lugar que pasó, de una relativa prosperidad a finales del Antiguo Régimen y gran parte del siglo XIX, a su actual postración económica y demográfica.


En el censo de 1960, con la arriería convertida en un simple recuerdo y año en el que Sotoscueva con 3007 habitantes alcanzó una de las mayores cifras poblacionales de su historia, el número de habitantes de Bedón llegó a 119. En 1991, con la Merindad en 711 habitantes, Bedón, con 11 "almas", ocupó el puesto 20 sobre un total de 25 pueblos. Según los últimos datos del Ayuntamiento en el ario 2002, con 16 habitantes, representaba, sobre el total de 548 de toda la Merindad, el 2,92 °/0. Su alejamiento de las principales vías de comunicación -circunstancia paradójica si se considera su anterior situación a este respecto- y la escasa importancia relativa de su agricultura y ganadería, ha hecho que el éxodo rural se haya notado en Bedón en mayor medida que en el resto del municipio.

El peso demográfico relativo de Bedón dentro de la Merindad parece que alcanzó su punto máximo en torno a la mitad del siglo XIX para ir descendiendo a partir de esta época hasta sus mínimos actuales. Llama quizá la atención el hecho de que su punta demográfica no coincida con el posible máximo de su prosperidad económica, ligada a la práctica de la arriería. Ésta, tuvo lugar probablemente, según se deduce de sus datos, en la época que discurre entre la redacción del Catastro del Marqués de la Ensenada y la primera mitad del XIX, período durante el cual alcanzó su mayor desarrollo la dedicación al transporte animal desaparecido ya en 1849. Hay que tener en cuenta también que los elevados beneficios producidos por la arriería generaron, entre los habitantes de Bedón, una acumulación de capital que posiblemente tuvo su reflejo en un aumento demográfico.




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