Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 31 de enero de 2021

"Senderos de gloria" en Gayangos



“Muchas son las ventajas que tiene el partido liberal frente al carlista: más y mejores generales; más tropas; más disciplinadas y de más valor, y aun también más fieles; un gobierno fijo, arreglado, completo, respetado y poderoso, recursos legales, la opinión nacional, la fuerza de una milicia numerosísima que cuantas veces se ha ofrecido la ocasión ha competido en denuedo con el ejército en el campo de batalla.

Con tantos elementos no es de admirar hayamos conseguido algunas victorias contra nuestros enemigos que sostienen esta guerra sin orden ni medios seguros y prevenidos, fuera de la libertad de obrar sin ley y sin honor, que si bien se pondera puede ser que equivalga a todo lo que tenemos nosotros dentro del orden y la ley, y con un gobierno bien constituido”.


Lo que acaban de leer es un fragmento de un artículo editorial de “El Castellano” del doce de octubre de 1837. Evidentemente está del lado de Isabel II y la Reina Gobernadora, su madre. Como en toda guerra contiene muchos elementos de apoyo a la moral de las tropas y de la retaguardia: Son mejores, son más y disponen de mejores medios y el respaldo de la ley y la virtud encarnada en el “honor”. Bien, pero… ¿era esto cierto? ¿Cierto del todo? ¿Quizá cierto en parte?

Debemos comprender que una de las primeras bajas en una guerra es la verdad –ya lo sé: tampoco tiene buena salud en la paz-. Asumamos que existía una censura gubernativa que impedía, principalmente, publicar en España textos desfavorables a Isabel II. Por ello, la propaganda carlista se imprimió, fundamentalmente, en Francia y se introdujo por los más variados métodos. Pero todo esto no impedía que se divulgasen otras informaciones que afectaban negativamente al campo Cristino o a la moral de las tropas.

Porque se puede hablar mucho sobre la moral de las tropas Isabelinas. Aparte de la tensión de morir en combate nos encontramos con trampas para retrasar la licencia de quintos, infiltración de agentes carlistas, deserciones individuales o por unidades para pasarse a los carlistas o desaparecer, mutilaciones previas a la incorporación o al sorteo de quintos para librarse de ir al frente, retrasos en los pagos de las nóminas de los soldados…


Los Carlistas encontraban un reemplazo constante y numeroso de esta forma. Las familias y el clero, enviaban a los soldados consejos para que faltaran a su deber. Así pues, se tomaron duras medidas no solo contra los desertores, sino también contra sus familias, tanto más fuertes según se prolongaba la guerra. ¡Se expulsaba a la familia del desertor a zona carlista!

Con relación a la falta de liquidez la obra de Pirala cuenta que Oráa buscaba recursos por todas partes para tratar de pagar a la tropa y contenerla: “A todos pedía, y en una ocasión, casi con lágrimas en los ojos se presentó al ayuntamiento de Vitoria, manifestándole que se marcharía todo el ejército a la facción sino le daban dinero para pagarle”. Por su parte, Espartero hubo de recurrir a los bienes de su mujer y amigos para tratar de restablecer la situación. Es decir: pocas bromas con el tema de luchar solo por el honor de la Reina.

La duración de la guerra empeoró la situación provocando una creciente politización del ejército cristino, agudizado por la rivalidad personal entre diversos generales. Esto también ocasionará serios problemas de disciplina. Muchos de ellos provocados por la Milicia Nacional o los cuerpos francos pero también por el ejército regular. La primera fue la de agosto de 1836 a través de los sargentos y soldados de la Guardia Real que se sublevaron en La Granja e impusieron a la Reina la Constitución de 1812.


En agosto de 1837, coincidiendo con la expedición de don Carlos, la insubordinación de los oficiales de la Guardia Real en Aravaca, consentida por Espartero, origino la caída de Calatrava y el inicio de un nuevo giro hacia el moderantismo. Ese verano hubo revueltas en más lugares lo que mostraba hasta qué punto se había resquebrajado la disciplina en el ejército liberal. El 15 de agosto, como consecuencia de los rumores que se habían hecho correr sobre la llegada de grandes remesas de dinero destinadas a pagar a las tropas, se subleva en Miranda el provincial de Segovia, que ya había dado numerosas pruebas de insubordinación, y asesina al general Ceballos Escalera, que trata de mantener el orden. En Vitoria, los francos de Zurbano y el regimiento de Almansa asesinan al gobernador militar, al jefe de la plana mayor y a varias autoridades civiles y militares, al tiempo que se dan gritos a favor de Zurbano, Alaix y la Constitución. En Pamplona son los cuerpos francos quien, con el consentimiento del gobernador de la plaza, asesinan al general Sarsfield, el coronel Mendivil y diversos civiles.

Las medidas con que respondió el estamento militar fueron muy duras. Por ejemplo: “Toledo: En la plaza del Tránsito de esta ciudad, a las 4 de la tarde del día de hoy, ha sido pasado por las armas Paulino Díaz, asistente del desgraciado capitán asesinado en la sublevación ocurrida entre Villatobas y Corral de Almaguer el día 21 del último Agosto: fue el que le tiró el segundo tiro del cual murió”. Esta era una noticia publicada en el periódico “El Castellano” el 14 de octubre de 1837. Solo para señalar cómo estaban los ánimos.


Finalmente, en septiembre, se sublevó el primer batallón del regimiento de Mallorca que estaba acantonado en Gayangos (Las Merindades-Burgos). Este regimiento fue creado el 13 de mayo de 1662, en Jaén, en cumplimiento de la Real Cédula de esa fecha, donde se mandaba al corregidor Luis de Cea y Angulo hacer una leva de mil hombres y crear un tercio de diez compañías. Este Tercio se llamó “Tercio Nuevo de la Armada del Mar Océano”, siendo destinado al servicio de la Marina Real. Para el mando se designó al Teniente de Maestre de Campo Pedro Fernández Navarrete, caballero de la Orden de Santiago.

En 1704 pasó a llamarse “Regimiento Nuevo de la Armada del Mar Océano” y, popularmente en la Guerra de Sucesión como “Regimiento de Santa Cruz”, por ser su coronel el marqués de dicho título. La Ordenanza de 28 de febrero de 1707 lo designó como “Regimiento de la Armada num. 1”, pasando a llamarse “Regimiento de Infantería Mallorca num. 14” el 10 de febrero de 1718. Posteriormente cambió su numeración varias veces. En 1815 absorbió al Regimiento Segundo de Vizcaya y en 1818 al segundo Batallón del Regimiento de Hibernia. En 1823 se dividió en dos Batallones independientes bajo los nombres de “Batallón de Infantería num. 39” y “Batallón de Infantería num. 40”. Estos dos Batallones desaparecieron al disolverse aquel año el Ejército Constitucional. En 1828, por Decreto de 29 de marzo y Reglamento de 31 de mayo, se dio nueva vida al Regimiento de línea “Mallorca num. 12”. En el mes de junio se organizaron sus Batallones en Zaragoza con fuerzas procedentes del “Bailén num. 5” ligero y “África num. 7” de línea.

En marzo de 1829 sus efectivos se reunieron en Pamplona y en 1830 se dotó al “Mallorca num. 12” de un tercer Batallón. En 1833 se le dio el num. 13, que ya no cambiaría hasta la Guerra Civil de 1936-1939. Por tanto, con este numeral nos lo encontraremos en Gayangos. Espero que no sean supersticiosos. Porque no lo son. ¿Verdad?

En 1837, según el “Estado Militar de España” el Coronel del regimiento era Francisco Javier Rodríguez Vera con el coronel José María Miranda ejerciendo como Teniente Coronel Mayor. Al frente del primer batallón –protagonista de esta entrada- el Teniente Coronel José Sánchez Navarro y como su Mayor Comandante, el Teniente Coronel Pedro María Suárez.

El artículo de “El Español” no tiene desperdicio. Hay una mezcla de imprecaciones y halagos a la tropa sumados a llamadas al espíritu de cuerpo y a la defensa de la Reina. Léanlo y luego seguimos:






¿Interesante? Parece que sí. La jerarquía militar del momento estaba preocupada por los diversos motines y deserciones que se producían entre sus tropas y recurrieron a la mano dura para solucionarlo. Vemos que recuerda a la novela –y después película de Stanley Kubrick- “Senderos de Gloria” que estuvo prohibida en España hasta la llegada de la democracia. ¿Por qué sería?

La obra está parcialmente inspirada en la ejecución por insubordinación de cuatro soldados franceses durante la Primera Guerra Mundial. Pertenecían a la Brigada 119 de infantería. Fueron rehabilitados en 1934 aunque siguieron muertos. El comandante de esa brigada era el general Géraud Réveilhac que no le importaba nada derramar sangre mientras no fuera la suya. Incluso llegó a ordenar que se bombardearan sus trincheras para que sus tropas atacasen. Claro que el comandante de las baterías se negó sin una orden por escrito pero, más tarde, ordenó repetir un ataque aduciendo que ese día no se había alcanzado el porcentaje de bajas considerado como aceptable.


Para que las tropas obedeciesen a este tipo de elementos se llevaban a cabo fusilamientos por cobardía. Líbreme Dios de pensar que los sargentos segundos Julián Escudero y Manuel Bustamante, el cabo de tambores Gregorio Álvarez con los cabos segundos Francisco Cuesta y Manuel Lample y los soldados Bernardo Cerezo, Mariano S*ne*o, Eusebio Merino, y Ciriaco Pérez junto a los otros dieciséis castigados eran unos cobardes. Lo que sufrieron era una práctica muy común en los ejércitos del siglo XIX y hasta la primera guerra mundial que era fusilar a soldados mediante un macabro sorteo entre el batallón. De esa brutal práctica trata “Senderos de Gloria”. Y eso se aplicó en Gayangos.

Era la “Decimatio” romana. Un sistema para ante actos de cobardía de la unidad. Era un escarmiento para el resto de los soldados. Imagínense el sufrimiento de esos soldados de reemplazo que fueron seleccionados para purgar la pena de un delito que, seguramente, no habían cometido. Ese dolor, esa angustia… Recuerden a sus compañeros obligados a dispararles… Por eso hay tantos halagos al regimiento en los textos militares que han leído. Por eso se insiste en que sean leídos varios días…

Y esto pasó en Gayangos.

Bibliografía:

Periódico “El Castellano”.
Periódico “El Español”.
“El regimiento Mallorca nº 13 (“el invencible”) en la guerra de Cuba (1895-1898)”.
Enrique de Miguel Fernández-Carranza, Raúl Izquierdo Canosa y Francisco Javier Navarro Chueca.
“La primera guerra carlista”. Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera.
Estado Militar de España (1937)


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