“Una
joven aparece estrangulada en el pueblo de Hornilla de la Torre.
Parece
que el crimen se cometió a causa de frustrados requerimientos amorosos
Noticias
recibidas en Espinosa de los Monteros dan cuenta de haberse descubierto un
crimen en el pueblecito de Hornilla de la Torre (ahora
Hornillalatorre), que dista seis
kilómetros de Espinosa. A las cuatro y media de la madrugada del lunes fue
hallado el Cadáver de la joven de 25 años Urbana Peña Gutiérrez, soltera,
natural y vecina del referido Hornilla de la Torre, la cual aparecía en el
camino conocido por la Ripuerta, a sesenta y cinco metros de la carretera de
Barcenilla a Hornilla de la Torre. La víctima, a juzgar por las huellas que
presentaba en el cuello, dejó de existir por asfixia al ser estrangulada.
Inmediatamente
después de ser descubierto el crimen se dio conocimiento del mismo al Juzgado
de instrucción del partido y a la Guardia civil, acudiendo al lugar del suceso
el juez de instrucción de Villarcayo, con el médico forense, y también el jefe
de la línea de Medina, capitán Arrimadas. Practicadas las diligencias de rigor,
fue descubierto que la desgraciada joven vivía en Hornilla de la Torro, en casa
de sus padres.
Parece
ser que el crimen se cometió a causa de frustrados requerimientos amorosos. La Guardia
Civil realiza activas gestiones y diligencias en orden a la detención del autor
o autores del bárbaro hecho, que ha causado la natural consternación en toda la
región de Espinosa”.
Esta noticia del tres de septiembre de 1953
aparecía en las páginas del “Diario de Burgos” y, evidentemente, conmocionaba a
una sociedad sencilla, rural y bucólica como era la de la Merindad de
Sotoscueva. El periódico “El CASO”, mucho más tremendista y sanguinolento,
tituló: “Aparece asesinada la Bella de la
Comarca". En fin. Nada sorprendente en nuestra época de fake news y
carnaza. La situación inicial era que el padre de Urbana estaba enfermo y ella
marchó, tras la visita del médico –hacia las 18:00 horas del 30 de agosto-, en
bicicleta a la farmacia de Espinosa de los Monteros. Relatan que, como para las
once de la noche no había regresado, salió su madre, Cándida, junto al perro,
Canelo, en su busca y hallaron la bicicleta en el camino vecinal de Hornillalatorre
al cruce de la carretera de Reinosa-Bilbao, a unos setecientos metros del
pueblo.
La memoria popular continúa relatando que el
perro se adentró campo a través unos 200 metros hasta el cadáver. Cándida, llorando,
regresó al pueblo y avisó a una vecina para que buscara al alcalde Francisco
Gómez. Tras ser informado acudió al párroco que tañó las campanas a arrebato y
se organizaron partidas de búsqueda. Se halló el cuerpo en una vaguada entre
dos pequeños collados en un lugar apartado, rebosante de vegetación. Había
perdido los zapatos mientras fue arrastrada desde el camino.
¿Quién sería el asesino –o asesina, por eso de
la “igualdad”-? ¿Estaría a la caza de nuevas víctimas? ¿Habría escapado de Las
Merindades? Se dio parte a la Guardia Civil y al Juzgado de Villarcayo. Los
forenses determinaron que había muerto unas siete horas antes de ser hallada y
que recibió dos puñetazos en la frente de una mano grande, fuerte y maciza que
generaron sendas contusiones que la debieron dejar sin sentido. Las señales del
estrangulamiento eran evidentes en su cuello y tenía fracturadas varias
vértebras. No hubo violación ni robo al recuperarse el bolso con el dinero,
joyas personales y un reloj de pulsera parado a las once menos cuarto. ¿Un
crimen pasional?
El juez ordenó a la Guardia Civil reconstruir los
últimos movimientos de Urbana. Después de interrogar a sus amigas se confirma la
hora del crimen: 22:50 horas, la de su reloj. Esa primera noche se carece de un
sospechoso claro por lo que se hace una redada de mozos a los que se les vio
horas antes por las cercanías para cotejar sus coartadas. Nada.
Finalmente el “Diario de Burgos” incluía esta
noticia en su edición del sábado cinco:
Como vemos la Guardia Civil de Medina de Pomar había
tardado escasos seis días en identificar al culpable aunque este, sometido a un
“hábil interrogatorio” para que confesase, se negaba a firmar la declaración de
culpabilidad. La prensa presentaba las definitivas pruebas circunstanciales:
vecino del pueblo, labrador, treinta y dos años, pésima moralidad (¿no iba a
misa? ¿Era ateo?) y la víctima le había dado calabazas. Pero bueno, nos
apuntilla que el Juez de Villarcayo tenía ya en su poder indicios graves de
culpabilidad.
La policía seguía acumulando pruebas en contra
de Felipe Pereda López. Hombre huraño, huérfano de padre y madre y, desde que
falleció ésta, viviendo con una criada llamada Carmen Bravo López de 45 años y,
también, soltera. El problema era que no terminaba a confesar el delito. ¿Y si
no era culpable? ¿Qué había determinado su detención?
Procedamos a presentar las pruebas a la digna
manera de una novela de Hércules Poirot:
- Evidencia A, Felipe vive junto a la iglesia del pueblo pero no despertó al oír las campanas y por ello no se unió a la partida de búsqueda.
- Evidencia B, Felipe se acercó cuando se dispuso el velatorio pero el perro de la casa, de natural tranquilo, se lanzó furiosamente sobre él. El capitán de la Guardia Civil tomó nota del incidente.
- Evidencia C, Felipe al día siguiente, cuenta al cura que a las diez de la noche al ir a recoger las vacas al prado, oyó los gritos de una mujer.
- Evidencia D, Se preguntó a la criada que camisa llevaba Felipe aquella noche y ella le dice al Capitán de la benemérita que una blanca con rayas azules. Felipe les dirá después que una blanca totalmente.
Pero Felipe tiene coartada al haber estado con
el alcalde.
Los agentes llegados desde Madrid acumularon más
indicios contra el solterón: se comprueba que Felipe estuvo esa noche en la fuente
lavándose las manos y las perneras de los pantalones y que posteriormente volvió
a lavarlos en casa su criada Carmen. Se interviene la camisa y dicen que se
encuentran vestigios de sangre. Es detenido el sábado y llevado a la cárcel de
Villarcayo.
El 18 de septiembre de 1953 se obtuvo ya la
confesión del culpable:
“Como
saben nuestros lectores, el pasado día 31 de Agosto apareció estrangulada en las
cercanías del pueblo de Hornilla la Torre, la joven de dicho pueblo Urbana
Peña. Desde aquel momento el Juzgado de Instrucción de Villarcayo, secundado
por la Guardia Civil de Espinosa de los Monteros y agentes de Policía
pertenecientes a la brigada criminal, efectuaron amplios e intensos trabajos de
investigación encaminados al esclarecimiento del crimen.
Por no
entorpecen la acción judicial y policiaca, no concretamos, en memento oportuno,
pormenores acerca de la detención efectuada, pocos días después, exactamente el
día 3 del actual, por fuerzas de la Benemérita. El detenido se llama Felipe
Pereda, de 32 años de edad y según informes particulares, parece que requirió
de amores a la infortunada muchacha, que no le aceptó. Aun cuando, sobre Felipe
recalan graves sospechas, el detenido negó reiteradamente, su intervención en
el crimen, pero, ante los hábiles interrogatorios efectuados y el cumulo de circunstancias
que le identifican como gravemente complicado en el repugnante hecho, ayer,
según nuestros Informes, se confesó autor de la muerte de la desdichada
muchacha Urbana Peña”.
Al día siguiente publicaba el “Diario de Burgos”
una nota de reflejando la alegría por el esclarecimiento de este crimen:
En ella nos dan los nombres de algunos de los
protagonistas de la resolución del crimen: Mario Dean Guelbenzu (Juez),
Francisco Lozano Fernández y Jesús Moreno Pérez (Brigada de investigación
Criminal). Iremos conociendo más nombres.
En un artículo de “Crónica de Las Merindades” se
relata lo que pudo ser la reconstrucción del crimen. Al parecer a esa
diligencia acudió José María Codón Fernández: “Citadas previamente por la Justicia, se encuentran las hermanas Águeda
y María Vallejo Martínez que acompañaron a Urbana hasta minutos antes de caer
asesinada. Otra joven del pueblo llamada Victoria representa el papel de la
víctima (aunque esto último contradice lo publicado en la prensa). Se comprueban los minutos que tardó la
víctima en llegar al cruce de la carretera y montar en la bicicleta después de despedirse
de sus amigas. Se recorre el trecho hasta el sitio donde se descubrió la
bicicleta y el tiempo concuerda con la hora que se cometió el crimen: 22:50
horas. Felipe, en la reconstrucción, va señalando las fases del crimen:
-“¡¡Desde
aquí le salí al paso y la cogí del vestido y ella se cayó con la bicicleta y yo
la ayudé a levantarse.
-El
juez: ¡Entonces la bicicleta cayó hacia fuera! ¿No?
-De
ninguna manera, cayó hacia dentro -dijo Felipe-. Y después la empujé para que
entrara en el campo.
-¿Y
para que la quería meter al campo?
-Para
hablar con ella sin que nadie me viera.
-¿Quiere
usted decirme si en ese momento la golpeó con una piedra varias veces?
-¡No…
no!, ¡ni con piedras ni con palos!, se resistió, y la di dos golpes con el puño
en la frente y medio se cayó.
-¿Y qué
más? -le pregunta el juez.
-Entonces
la arrastré hacia el hondo de un ribazo. Volvió en sí y pataleó y al ver que
quería gritar me volví loco… ¡Ya no supe lo que hacía!, estaba loco por
conseguir su afecto”.
Más tarde recorren la ruta desde que dejó el
cadáver y señala el sendero por el que huyó, salvando los 700 metros que le separaban
del pueblo, para pararse en la fuente de la plaza, donde se lavó las manos y
las perneras del pantalón para quitar las manchas y los rastros de sangre que
le saltaron de las heridas de su víctima, cuando la arrastró sobre sus brazos
hasta la espesura.
La siguiente fase sería el juicio oral que se
produjo en 1955, con el reo en prisión provisional (supongo). Las fechas exactas
fueron del 10 al 13 de mayo. Así lo adelantaba el “Diario de Burgos” del ocho
de Mayo:
“Por la
Audiencia provincial se ha señalado para el próximo martes, miércoles y jueves,
la vista del juicio oral que se sigue contra Felipe Pereda López por muerte de
Urbana Peña y, para perfecto conocimiento de nuestros habituales lectores,
damos a continuación un extracto de hechos y peticiones provisionales de las
partes que intervendrán en este proceso.
El
Ministerio Fiscal, representado por el ilustrísimo señor Fiscal jefe, estima
que los hechos se sucedieron así: El procesado Felipe, soltero, de conducta
contradictoria y sin antecedentes penales vivía en Hornillalatorre
(Villarcayo), asistido en la vida doméstica y labores del campo por su
sirvienta Carmen Bravo Gómez. Su carácter era violento teniendo incidentes con
José Gutiérrez y Pablo Miranda. En el mismo lugar vivía Urbana Peña, de 25
años, de conducta intachable, en posición desahogada, de presencia delicada y
un grado cultural que la hacía sobresalir en el medio ambiente en que vivía. El
procesado se fijó en ella, sin que fuera correspondido y antes bien le
exteriorizó su repulsa por medio de Pilar Gómez.
El día
30 de agosto de 1953 teniendo que ir a comprar unas medicinas para un familiar
enfermo, tomó la bicicleta y se trasladó a Espinosa, lo que supo Felipe. En dicha
localidad la acompañó su amiga Águeda Vallejo, hizo las compras, estuvo en un
café y hacia las 22 horas salió para su casa acompañada por su amiga hasta la
bifurcación de la carretera Bilbao-Reinosa. Una vez sola y en el pago de la
Vijota, cerca del pueblo le salió al encuentro el procesado que pretendió
entablar conversación con ella, pero ésta asustada intentó marcharse y gritar,
por lo que aquél la echó las manos al cuello, apretándola, tirándola al suelo,
donde completó su propósito homicida dándola muerte y arrastrando el cadáver
hasta un desnivel cercano a fin de ocultarla. Una vez hecho esto marcha al
pueblo y procura hablar con otras personas entre ellas el Regidor a fin de
prepararse la coartada. La autopsia dio el resultado de muerte por asfixia por
estrangulación.
Estos
hechos los califica el Ministerio Público de homicidio y solicita la pena de 18
años de reclusión menor, accesorias, costas y abono de 80.000 pesetas a los
herederos de la interfecta, y propone como prueba el interrogatorio del
procesado pericial médica y 24 testigos.
El
letrado señor Codón, acusador privado, sienta los hechos en forma similar al
Ministerio Fiscal, destacando la pésima conducta e irregularísima vida de
Felipe, de inteligencia natural, violento, cínico, dotado de gran fuerza y
manos singularmente poderosas que acostumbraba a imponerse agarrando a las
personas por el cuello; la vida familiar y ejemplar de Urbana, agraciada,
recatada y virtuosa y de cultura poco común. El procesado la había hecho objeto
de groserías y proposiciones repulsivas rechazadas enérgicamente por la
muchacha. Relata los hechos y agresión en forma detallada y destaca la gran
alarma que produjo el crimen en la comarca.
Califica
los hachos de asesinato, calificado por la alevosía y solicita la pena de 30
años de reclusión mayor, accesorias y costas y abono de 100.000 pesetas de indemnización,
y solicita la misma prueba que el Ministerio Público, testifical, numerosísima y
pericial.
El
letrado señor Dancausa, defensor de Felipe, en su escrito de conclusiones
provisionales presta su disconformidad absoluta con las acusaciones, porque del
sumario no se desprende —según su criterio— que el procesado realizase los
hechos que se le imputan y solicita la absolución para su patrocinado y propone
las pruebas documental de certificación relacionada con la actuación de agentes
de Policía, antecedentes de Florentino Pereda Pereda, pericial caligráfica,
pericial, médica y testifical de cuarenta y dos testigos.
Este
juicio oral, por las circunstancias en que se perpetraron los hechos, por las dudas
sobre si el procesado fue o no el autor de este crimen, y por la personalidad
de los protagonistas de este drama ha despertado gran expectación singularmente
en todo el partido de Villarcayo donde los ánimos están tensos por este proceso,
del que informaremos debidamente a nuestros lectores. Licenciado Martín Liébana.
Saltamos hasta el “Diario de Burgos” del 11 de
mayo de 1955 donde nos relatan la primera sesión del juicio:
La cosa estaba interesante. Seguramente hoy
hubiera abierto telediarios y programaciones especiales de las tertulias de
mesa camilla televisivas donde absolutos expertos en nada dictaminarían sobre
la vida de la víctima, los policías y los culpables exigiendo a la turba que
clamase por la cabeza del procesado. Vale, es solo un desahogo. Seguimos con la
siguiente sesión del juicio, relatada por el corresponsal del “Diario de
Burgos”:
“Con la
misma expectación del día anterior continuó ayer el juicio oral de la causa que
se sigue contra Felipe Pereda López por muerte de Urbana Peña, deponiendo, en
las sesiones de mañana y tarde, cerca de cien testigos, pese a destacar la
singularidad de que no hubo ningún testigo presencial del crimen: Declaran don
Ángel Sainz, oficial del Juzgado de Villarcayo; capitán de la Guardia Civil,
señor Arrimadas; cabo señor Bravo y números de la Guardia Civil de aquel
puesto, agentes de la Brigada de Investigación criminal de Madrid señores
Lozano y Moreno y médicos forenses señores Ruiz y Pereda. Todos ellos afirman
que Felipe no fue objeto de ninguna coacción ni amenaza en sus declaraciones y
que en la Reconstitución de los hechos obró libre y espontáneamente,
describiendo minuciosamente cómo realizó el crimen. Julio Peña, hermano de la
Víctima, declara como su hermano León. Victoria Peña, amiga de la muerta, no
sabe nada relacionado con el crimen; Isabel, Vidal y Manuel Pereda, detallan la
hora en que cenaron la noche de autos y cómo, este último descubrió el cadáver
de la víctima.
Deponen
también todos los que se cruzaron con Urbana y Águeda Vallejo cuando regresaban
en bicicleta y acompañaba ésta a la víctima hasta el cruce de carreteras viniendo
a coincidir en que serían aproximadamente las 10,30 de la noche.
Alfonso
Vallejo, hermano, de Águeda, que intervino en la reconstitución de los hechos
haciendo el papel de la víctima, manifiesta que Felipe obró libremente,
accionando con la mano que le echó al cuello. Testigos de sumo interés fueron;
Carmen Bravo, la sirviente de Felipe; mujer no joven, seca y enjuta que declara
firmemente, sosteniendo que no puede precisar horas, pero que Felipe fue por
las vacas y estuvo fuera de casa una media hora únicamente; el regidor
Francisco Gómez, quien dice que habló unos diez minutos con Felipe, aproximadamente
de 10,30 a 11 de la noche, que los vio Florentino Pereda y que Felipe le dijo
que se iba por las vacas, partiendo hacia su huerta; Prudencio Gutiérrez, que
estaba descargando un carro con Hipólito Gómez, quien, declara que no vio pasar
a nadie, mientras el, segundo por el contrario afirma que pasó con las vacas la
criada de Felipe, sin que en un careo entre los dos se pongan de acuerdo;
Carmen Vallejo, la cual sostiene que la sirviente de Felipe la dijo que éste
era un criminal, lo que niega aquélla; y Florentino Pereda, quien afirma que vio
a Felipe y al regidor a las doce menos cuarto.
Declara
la maestra, doña Angelita González, a quien pretendía por cartas Felipe; Margarita
Ruiz y Micaela Pereda que afirman que Felipe, desde la era, por la tarde, vio
cómo Urbana salía en bicicleta para Espinosa y se daba cuenta de ello. Varios
testigos, Gregorio Ruiz, Pablo Marañón, Alfredo Sañudo y otros declaran que
presenciaron un incidente en la bolera del pueblo donde Felipe discutió con un
mozo y le echó las manos al cuello, aclarando algunos que fue con la mano
derecha sola; y para derribarle al suelo.
Por la
defensa deponen el procurador de Villarcayo don Alberto Mañero, procurador del
procesado, quien manifiesta que Felipe se declaró culpable presionado, y que
antes de iniciar la reconstrucción de los hechos afirmó que era inocente y que
no la había matado él; los testigos Luis Fernández, Rosendo Sainz Maza y Román
Rodríguez dicen que vieron al procesado por un ventanillo de la cárcel y les
enseñó unas manchas moradas. Otros varios declaran, sosteniendo que Felipe
observaba buena conducta y Saturnino Fernández y Julio Marañón que quedaron
velando el cadáver, afirman que Felipe llegó completamente normal y se condolió
del hecho.
Cerca
de las ocho de la noche, concluyó este gran desfile de testigos, la casi
totalidad del vecindario de Hornilialatorre. Y con estos ingredientes y
testimonios, las acusaciones y defensa, dosificándolos debidamente, pronunciarán
hoy (por el 12 de mayo de 1955) a las diez de la mañana sus respectivos
informes para sostener sus respectivas conclusiones. Licenciado Martín
Liébana”.
Debemos ampliar algunos de las declaraciones de
los testigos. Así nos sorprende la del regidor, Francisco Gómez, quién charló
con Felipe. Dijo que “me encontré con Felipe junto a la fuente en la plaza y
como no tengo reloj, le pregunté qué hora era y me aseguró que eran las diez y
cuarto. Allí estuvimos charlando de las cosechas y cosas del campo unos ocho o
diez minutos”. Pero hubo dos vecinos que los encontraron en la fuente, y que
los reconocieron al pasar y uno de ellos miró al reloj, y se extrañó que a las
once y tres cuartos de la noche estuviesen levantados Francisco y Felipe. Así
lo declaró ante la policía y el juez Florentino Pereda que lo mantuvo en un
careo con el solterón.
Bajo estas líneas leeremos el artículo referido
a la sesión del día doce, jueves, en donde nos recuerdan la participación de José
María Codón, que actúa como acusador privado, en este caso:
Como nos indica el artículo, el juicio se debió
prolongar una jornada más cuyo resumen fue publicado en la edición del sábado
de “Diario de Burgos”:
“Ayer
terminó su espléndido y brillante informe el letrado Sr. Dancausa, en defensa
de Felipe Pereda, reanudando su enérgica defensa a través de consideraciones sobre
los hechos. El regreso de Urbana lo encuentra sospechoso, ya que su amiga
Águeda afirma que solo se cruzaron con tres ciclistas y en el juicio oral se tiene
probado que luego vieron otro ciclista misterioso y a unos labradores con
caballerías y que, además, les acompañó también una hermana de Águeda,
circunstancias extrañas que se aclaran ahora y sobre las que no se ha
investigado, Examina, el tiempo de la separación de las amigas y cómo éstas, estaban
aún cenando a las dos de la madrugada.
Por
otra parte, las vacas las recogió Felipe y no la criada y el crimen ocurrió a
las once menos minutos. Precisamente, Felipe, entré diez y media y once estuvo
hablando con el regidor, que así lo ha declarado, circunstancia que confirman
la criada, Manuel Pereda, su mujer y su hija, de cuya casa salió Florentino
Pereda a las once menos minutos. Resalta la contradicción de este testigo, como
la de Hipólito, que llora de temor en el Juzgado cuando Felipe le hace una
señal de amenaza y vive en una casa que le ha cedido la familia de la víctima. Con ello, y ante la distancia del prado y huerta de Felipe al lugar del crimen,
queda demostrado que no pudo ser el autor de éste.
Examina
las dos declaraciones de culpabilidad así como las circunstancias en que se
obtuvieron según escrito del procesado dirigido a la Audiencia y confirmado por
la mecánica de las declaraciones, por el reconocimiento médico, manifestaciones
de los psiquiatras y testimonio de la representación del procesado. Si hay qué
estar a las declaraciones de culpabilidad del procesado, en qué se han apoyado
las acusaciones, hay que estar también a las restantes.
Estudia,
el hecho de reconstitución del crimen, con la advertencia previa que hizo
Felipe de que "así será", refutando toda ella y concluye su oración
forense analizando las causas próximas y remotas de las acusaciones, y
afirmando que no existe ninguna prueba evidente de la culpabilidad de su
patrocinado para el que pide la absolución.
Con
ello terminó esta intensísima causa criminal, que ha durado siete sesiones, con
una prueba extraordinariamente excepcional, causa a la que ya sólo falta el
epílogo de la sentencia que dicte la sala y por la que el procesado pueda salir
absuelto o condenado como homicida o como asesino. Licenciado Martín Liébana”.
¿Qué condena le caerá a Felipe? Se lo adjunto en
el extractado del “Diario de Burgos” del 19 de mayo de 1955:
Pues sí, fue absuelto por lo que indica el
artículo presentado sobre estas líneas y que nos lleva al título de la entrada:
Si no fue culpable, ¿Quién mató a Urbana Peña?
Bibliografía:
Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “Crónica de Las Merindades”.
Fototeca Digital de España.
Muy interesante y misterioso, mas apropiado para miss Marple que para Poirot. Por mi parte diré que me mosquea la declaración del hermano ex guardia civil, yo ahí lo dejo.
ResponderEliminarGracias por su participación y, sinceramente, ¡no sabría qué decirle!
EliminarHola, Lebato de Mena:
ResponderEliminarMuchas gracias por tu blog y por dar voz en él a las historias de Las Merindades.
El caso de Urbana (QEPD) era recordado en Hornillalatorre a principios de este siglo e incluso hoy alguien allí lo recordará. Esto sirve para darse cuenta del eco que tuvo durante décadas aquel crimen malvado.
¡Gracias y adelante con el blog! :)
Gracias a ustedes, los lectores de esta bitácora.
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