¿Petraqué?
Petralata. Esta es una palabra compuesta de origen latino formada por las voces
“petra” (piedra) y “lata” (ancha, dilatada, extensa, incluso lejana). El nombre
del castillo está asociado a la larga y afilada cresta caliza donde se ubica.
En castellano dará “Piedralada”. Pero entre la palabra latina y la romance
plena se pueden comprobar un buen número de evoluciones intermedias: Pietralata
(1042 y 1130); Petralada (1127); Pedralada (1198); y todavía tenemos un
Piedralata (1486). Y eso no tiene solo un problema semántico sino que genera
problemas de localización del castillo al confundir “Petralata” (Piedra ancha)
con “Petralta” (Piedra alta), Peralta, la antigua tenencia del reino de
Pamplona situada en Navarra. Cometieron este despiste Luciano Serrano, Martín
Duque o Rodríguez de Lama. En otras ocasiones se relaciona Petralata con
topónimos similares de la zona burgalesa como el caso de Pennas Latas, que hay
que localizarlo en el desfiladero de la Horadada.
Petralata
estuvo dentro de la línea de castillos que García de Nájera preparó para
defender su frontera en los montes Obarenes, que pasa por La Rioja, Pancorbo, la
sierra de Oña, Poza de la Sal y Monasterio de Rodilla para adentrarse en el
Páramo durante unos pocos años, incluso hasta Urbel y Ubierna. Más al norte de
esta raya se sitúan las fortalezas de Tedeja y Término, con Cuevarana en una
posición intermedia y en un segundo plano desde el punto de vista estratégico.
Sigamos
con el nombre. La primera vez que encontramos el nombre del alfoz de Petralata es
en 934 en la reja de San Millán. Alfoz y castillo no es lo mismo, ojo. El
castillo pudo crearse en el siglo X, después de que los árabes arrasarán la
fortaleza de Oña. Petralata, bajo la denominación de alfoz, no aparece en la
documentación hasta 1198. La mención más destacada aparece en 1040 dentro de la
carta de arras que García de Nájera da a su mujer, Estefanía. Y Petralata es de
Navarra, como Tedeja hasta al menos 1054, tras la batalla de Atapuerca. En ese
documento de 1040 se menciona, a su vez, el senior en ese momento, Aznar
Sánchez, primer tenente del castillo de Petralata que conocemos. Aznar Sánchez lo
gobernará desde 1040 hasta 1054. Tras la derrota de García de Nájera en
Atapuerca, Aznar desaparecerá de la documentación relativa a Petralata. La
tenencia debió comprender los valles de Dondisle, Tobalina, Leciñana,
Valderrama, Frías, Orcha, Rio Jerea, Penches y Petrapidonia y el alfoz de
Petralada.
En
esos tiempos, Oña es un régimen de abadengo y, militarmente,, está en un
segundo plano. Parte de su primitivo alfoz ha pasado al de Petralata -distrito
de realengo- que es el que queda pendiente de los vaivenes fronterizos entre
Castilla y Navarra. Algunos autores consideran que Petralata asumirá también
parte del alfoz de Tobalina. ¿Era importante Petralata? Sí. Nadie construye un
castillo en un lugar así si no es necesario. Tenemos que tener claro que en
1040 pasó esta zona a Castilla pero Pancorbo siguió en manos de los navarros
hasta 1076.
Será
tras Sancho II de Castilla (1038-1072) que tendremos a los condes de la Bureba
como nuevos señores de Petralata. Sancho Fortunionis es el tenente de Petralata
en 1088. Sin embargo la tenencia, como en el caso de Tedeja, está bajo el
mandato de un conde: Gómez González. En 1089 tenemos a la condesa doña Sancha,
viuda de Gonzalo Salvadorez, que se titula “in
Petralata et in Boroua” en una donación a Oña de tierras en San Miguel de
Marcillo, pequeña localidad situada debajo del castillo. El conde Gómez
González consta en 1090 como señor de Cerezo, Pancorbo y Petralata y en 1097 cambia
Cerezo por Poza, marcando toda la línea defensiva sobre los montes Obarenes. En
1106 estan bajo su dominio Pancorbo, Cerezo y Petralata. Gómez González, hijo
de doña Sancha, fue conde de la Bureba y murió en 1110 en la batalla de
Candespina, frente a Alfonso I el Batallador.
Gonzalo
Díaz aparece al frente de Petralata durante diez años, desde 1107 hasta 1117,
pero su presencia en la documentación es escasa. Sin embargo, llama la atención
que en dos documentos del 6 de mayo de 1107, relacionados con la iglesia de San
Miguel de Busto, aparece de testigo Gonzalo Díaz firmando, como tenente de
Petralata, junto al conde Gómez González, que es el que hace la donación, este
como dominante o tenente en la Bureba.
Cortesía de Senderos de Burgos
El
último tenente que conocemos en Petralata será Pedro Íñiguez –Petro Ennecoc-,
de origen navarro, con bastantes menciones entre 1127 y 1131. No nos olvidemos
que el obispo de Pamplona Prudencio de Sandoval nos habla de un Diego Yñiguez. ¡A
saber! El caso es que, por falta de datos o por abandono del castillo, a partir
de Pedro Íñiguez desaparece de la documentación Petralata como alfoz. En el
último registro documental en 1183, Petralata ya no es más que una referencia
geográfica en la donación a Oña del conde Fernando, Álvaro, Gonzalo Núñez y
Doña Leonor de diversos bienes en Tobalina y Montija (“totam nostram hereditatem quam habemus in Castella Vetula usque in
Petralada”) desde hacía años no era más que un castillo dependiente del
Conde de la Bureba. Consta que en 1280 el castillo fue derribado por el abad de
Oña que tenía la propiedad de todo el entorno desde 1190, puesto que habían
sido donados por Alfonso VIII y la reina Urraca. Un cronista del siglo XVII
señala que el castillo de Petralata estaba ya entonces “echado por el suelo”.
Todo
lo dicho nos muestra la pérdida de su valor militar lo que unido a su localización
en la cima de la sierra de Oña, en un lugar de acceso muy complicado derivó en
su conversión en material de construcción y en su desubicación. A pesar de que algunos
lugareños de la sierra llaman a una zona “El castillo”. Como hemos señalado, muchos
autores lo daban por desaparecido o lo situaban de forma errónea. Así Balparda lo
planta en Barcina “sobre una loma central
en el valle muy indicada para castillo”. Señala que no hay restos y que
otro emplazamiento de Petralata podría ser un montículo sobre el camino que
viene desde la Bureba, por la desaparecida laguna de Marcillo (junto a Soto),
justo donde se bifurca para ir hacia Zangandez o Barcina. Pérez de Urbel sitúa
el alfoz de Petralata en la zona de los montes Obarenes, y dibuja castillos en
Barcina, Zangandez, la Molina y Frías. Miguel Á. González sitúa el castillo en
la ladera del monte Pan Perdido, un kilómetro más hacia el oeste de donde en
realidad está Petralata. Basilio Osaba y Ruiz de Erenchun lo sitúan “junto a Portillo de Busto, en la Bureba”.
No se mojaban mucho, ciertamente.
(Cortesía de Senderos de Burgos)
Los
restos del castillo se encuentran en lo alto de una cresta que oscila entre los
1.192 metros de altura de la base llana y los 1.208 de la atalaya Ventanas. Es
una zona de vegetación baja y situada sobre un hayedo que pertenece a la
localidad de La Aldea del Portillo de Busto, justo en el límite con el término
de Barcina de los Montes. Petralata domina toda la llanura de la Bureba y el
desfiladero del río Molinar que lleva a Frías, con cuyo castillo tiene contacto
visual. La fortaleza está situada entre el portillo de Busto al este y por el
portillo de Soto, al oeste. Debajo del castillo, al final de la ladera sur, se
encuentran los poblados prerromanos de La Cerca y Los Llanos, ya en Soto de
Bureba. En la vertiente norte se han descubierto, entre otras, varias aras
romanas dedicadas al dios Vurovio, teónimo que está en el origen de la palabra
Bureba.
El
alfoz tendría una extensión reducida constreñida al sur por la cumbre de la
sierra donde está ubicado el castillo y por el este por una línea desde el
actual portillo de Busto hasta Zangandez. El límite por el norte sería la
población de Ranera, hasta Santa Tusia ―un lugar que desconocemos, pero que estaría por el actual monte de San Miguel―, y por el oeste, Barcina de los Montes. En el interior de
este dominio se encuentra la localidad de La Aldea del Portillo de Busto, a la
que actualmente pertenece el castillo de Petralata. El problema lo tenemos al
determinar qué villa era la cabeza del alfoz. La Aldea es la única población
incluida con seguridad pero no parece tener la suficiente entidad para ser la sede
de un distrito. Claro que, esa circunstancia, podría ser la evidencia de la escasa
o coyuntural importancia de Petralata como alfoz. Si Barcina perteneciera al
alfoz sería una villa con más posibilidades de ser la cabecera. El padre Argaiz
asegura que la población se llama Barcina de los Montes porque está precisamente
en los Montes de Piedralada. Saquen ustedes sus propias deducciones.
Para
acceder al castillo se sube por un ramal que sale desde el conocido como camino
viejo de Navas, que pasa por debajo de las llamadas hoy Peñas de San Juan. Este
camino antiguo discurre longitudinalmente por la ladera sur de los Obarenes, en
torno a los mil metros de altura, para descender hasta La Aldea ―localidad situada en la vertiente norte― tras cruzar la cumbre por el portillo de Busto. Los accesos
al castillo desde el norte, imprescindibles y seguros mientras la plaza militar
estuvo en funcionamiento, tuvieron que ser desde La Aldea y desde Barcina, las
dos villas con posibilidades de ser los centros del alfoz.
La
creación de villas reales, como Frías en 1202, y de merindades sustituyen el sistema
de alfoces y tenencias que tenían un castillo como cabeza del distrito. El rey
buscaba limitar el control territorial de los nobles primando el sistema de
concejos. El alfoz de Petralata se convierte así en una de las primeras
víctimas del nuevo orden jurisdiccional sobre el territorio, ya que en 1280 el
castillo ya no está operativo. Aunque no existe un documento que hable
expresamente de la integración de Petralata en Frías, sí que podemos deducir
que sus funciones fueron absorbidas por Frías y que su territorio se repartió
entre la ciudad real y el monasterio de Oña.
Llegados
al castillo, a su ubicación más bien, los elementos reconocibles que tenemos
son:
- El aljibe: Está excavado en la roca y pegado a la pared sur. Se encuentra a un nivel algo superior a la explanada del castillo. Sus dimensiones son de 3x2x1`5 metros con una capacidad estimada antes de excavaciones de unos 2.000 litros. Fue un trabajo de cantería preciso para ganar capacidad y eliminar posibles agrietamientos en la roca caliza. ¿Impermeabilizado? No se aprecia ningún tipo de impermeabilización aunque pudo haberse empleado la pez, un derivado de la resina del abundante pino de la zona. Debido a que el castillo se ubica en torno a los 1.200 metros de altura, no es descartable la utilización del aljibe como nevero.
Aljibe (Cortesía de ZaLeZ)
- La escalera: Está tallada en la roca y sube desde el nivel del aljibe hasta la parte alta del castillo que se asoma a la Bureba. Los escalones están cincelados toscamente, abiertos lateralmente al norte, y aprovechando la inclinación de la pared que asciende. En algunos peldaños hay indicios de retalla de la piedra como para readaptar unos escalones anteriores desgastados. Esta escalinata es la única manera de acceder a la cresta. Es posible que hubiera otro tramo de escalera desde el aljibe hasta la plataforma principal, situada en una cota más baja.
- Muros de sillares en la torre principal: Son dos paredes incompletas, apoyadas en roca viva, y que coronan la escalera. Se trata de la esquina noreste de la base de una de las torres. El muro norte está formado por siete hiladas de piedras talladas a escuadra, una docena de piedras apoyadas en un plano inclinado. La pared este utiliza el mismo material pero solo se aprecian cinco hiladas, de una piedra cada una, colocadas pegadas a una pared rocosa que cae en diagonal. Los sillares de ambos muros están puestos de forma trabada. No se aprecia argamasa ni cimiento alguno y, seguramente, están apoyados sobre la roca madre. Estas dos paredes forman parte de una base casi rectangular obtenida tras ahuecar el suelo calizo. En el vértice opuesto al formado por las paredes de sillares de la torre arruinada se observa un ángulo de noventa grados que formaría parte de una ventana, con el alféizar (de casi un metro) y el lado este tallados directamente en la piedra y con la desaparición de los sillares que compondrían todo el paño sur de la torre. Esta ventana mira al sur y al este, hacia la entrada del desfiladero de Pancorbo. En la parte suroccidental de esta torre se aprecian retalles que parecen haber servido para apoyar las maderas de la techumbre. La base del conjunto es rectangular y tiene escasa superficie (2x4m), incluso considerando que su desarrollo se prolonga hasta la escalera. En cualquier caso, suficiente para albergar a un par de soldados. La torre no sería muy alta, lo justo para permitir a una persona permanecer de pie.
- Retalles en la parte central y occidental de la cresta rocosa: Habría un espacio central que parece fue un habitáculo entre las dos torres de los extremos del castillo. En el extremo oeste de este espacio se ve la existencia de un tosco mechinal que hablaría de una estructura de madera. La base de este tramo (3`25 metros de largo) es muy estrecha en la actualidad (60 centímetros de anchura) lo que sugiere que hubo una pequeña plataforma recrecida con pared de piedra y relleno de tierra y cascajo. Se creó, así, un espacio para diversos usos de la guarnición del castillo junto a las torres de vigilancia. Siguiendo hacia el oeste, nos encontramos con un pasadizo de 4`5x0`80x2`50 metros y de formación natural, aunque posiblemente canteado en algunos tramos. Este pasadizo nos sirve para subir hasta el punto culminante del castillo, de 1.208 metros de altura. En la parte más elevada de la cresta, en la pared norte que forma el pasadizo, se encuentran marcados en la roca tres lados de un rectángulo que formarían la base sobre la que se asentaba la torre occidental. En este caso no quedan sillares. Esta segunda torre, aunque situada en el punto más elevado del castillo y con mayor campo de visión, tiene menores dimensiones (2`10x1`60 m) que la otra. De torre a torre, de extremo a extremo de la cresta caliza del castillo, la distancia es de dieciocho metros.
También
hay otros componentes del castillo pero que están poco determinados, como la
plataforma y los muros de cierre. La plataforma del castillo, la zona llana, es
rectangular con una superficie de unos 350 metros cuadrados. Este espacio queda
oculto desde el sur por una pared de más de diez metros de altura, en cuya cima
se ubican las torres descritas. Por el lado norte se encuentra limitado por un
barranco, que hace de base rocosa y que muere a paño con la explanada natural,
en cuyo borde podría haberse levantado un pequeño muro. Pero los cierres más
claros que se observan son los costados de la explanada donde se aprecian
elevaciones del terreno que parecen producto del derrumbe de los respectivos
muros. En el extremo noroeste se levanta un pronunciado peñasco que hace de
esquinazo del muro occidental (12 metros de longitud). Se distingue otra peña
mucho más pequeña en la esquina noreste, en el extremo del muro oriental (14
metros). En los otros dos ángulos del recinto, los muros se unen a la elevada
pared sur. Los muros laterales están separados entre sí por una distancia de 27
metros y a ambos costados existen sendos taludes muy pendientes, que hacen
dificultosa la entrada en el recinto, y en ellos también se observa la
existencia de bloques calizos y material de derrumbe.
En
cuanto al acceso al recinto militar, hay indicios de que la puerta de entrada estaba
en el muro del este, ya que hay una zona libre del terreno y después se vuelve
a reanudar, cerca ya de la pared sur.
La
plataforma llana sería la parte principal del castillo tanto por ser la parte
de mayores dimensiones del conjunto como por albergar el aljibe y las
escalinatas de acceso a la atalaya de la cresta. La presencia de una guarnición
conllevaría la existencia del alojamiento de los soldados, almacenamiento de
los víveres, estabulación de las caballerías, armería, etc. Los abundantes fragmentos
de teja curva indican que Petralata tuvo habitáculos techados. Fuera del
recinto, tanto a la derecha como a la izquierda, se suceden diversas covachas
naturales que pudieron ser también aprovechadas por la guarnición. Petralata
es, por tanto, un pequeño castillo roquero con una guarnición no muy numerosa y
fortificaciones sencillas, de escaso desarrollo y adaptadas a la roca natural.
Por
otro lado, la desaparición de prácticamente todos sus restos indica que fue un
castillo ocupado durante poco tiempo. Amén de su desmantelamiento. Su posición
elevada, lo dificultoso del acceso, su pequeño tamaño para acuartelar tropas y
su situación relativamente alejada de los núcleos de población y de las vías de
comunicación principales destinaron Petralata a ser vigilante de la llanura de
la Bureba y solo mientras Navarra y Castilla tuvieron su frontera en esa zona.
El
castillo tendría dos periodos diferentes. La torre de la atalaya que conserva
los muros de sillares podría ser un puesto de vigilancia de época tardorromana
(siglos IV-V) porque las piedras escuadradas que forman las paredes de la torre
así lo apuntan. De esa época podrían ser también la escalera tallada en la roca
que sube a la torre e, incluso, el aljibe. Destaquemos que el castillo de
Petralata está ubicado, vigilante, sobre una zona donde se han identificado
numerosos poblamientos indígenas de la Edad del Bronce que tuvieron después una
continuidad hasta la época romana tardía. El segundo momento sería
altomedieval, coincidiendo con la aparición del castillo en la documentación en
el año 1040, con el desarrollo fortificado de la plataforma como elemento
central del castillo y con el reaprovechamiento de las instalaciones de
vigilancia de la cresta caliza, como se aprecia por el segundo retalle de los
escalones.
Bibliografía:
“Oña
y el alfoz de Petralata en la Edad Media: Nuevas aportaciones”. Eduardo Rojo
Díez.
“La
frontera de Castilla con el reino de Pamplona en el siglo XI”. Gonzalo Martínez
Diez.
“Poblados,
Monasterios y Castillos desaparecidos en la provincia de Burgos”. Basilio Osaba
y Ruiz de Erenchun.
“Las
Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la
Antigüedad a la Edad Media”. María del Carmen Sonsoles Arribas Magro.
“Historia
de los reyes de Castilla y de León. Don Fernando el Magno, primero de este
nombre, Infante de Navarra”. Fray Prudencio de Sandoval Obispo de Pamplona.
“Estudio
arqueológico del Desfiladero de La Horadada: La transición entre la
tardorromanidad y la Alta Edad Media (Siglos V-X D.N.E.)”. José Ángel Lecanda.
Periódico
“Diario de Burgos”.
Sendas
de Burgos. Montes Obarenes.
Para
saber más:
ZaLeZ:
El castillo fantasma. Petralata "El regreso".
Sendas
de Burgos. Montes Obarenes.
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