Las Merindades
son una tierra en la que hay de todo. Por hacer el chiste, les diré que tenemos
hasta visitantes de otros mundos. Como ocurrió en Cogullos que está en el Valle
de Valdebodres, en Sotoscueva. Hoy en día el pueblo es prácticamente una
granja con una población mínima. Lo rodean montes como El Cerrillo, La
Castañona, Dulla, La Mata o Los Casares que serán los protagonistas del
aterrizaje. La Mata es un monte que se sitúa al oeste de Cogullos con hayedos y
robledales de gran valor que atrae a caminantes, ciclistas y a cazadores de
ovnis que buscan tener su encuentro de la tercera clase. No lo duden, el
periódico “El Correo” del uno de marzo de 2013 nos lo recuerda en una noticia
sobre rutas en bicicleta: “Cuentan los
lugareños que dos habitantes de Cogullos que se dedicaban al cuidado de las
ricas masas forestales del entorno vieron, un día, una extraña luz cuando se
encontraban en el monte. Se asustaron y corrieron a encerrarse en sus casas. El
episodio se repitió varias veces y salió a la luz pública porque los
protagonistas de aquel encuentro se lo comentaron a un cura. Parece ser que el
sacerdote, a su vez, se le comunicó a un periodista, que no dudó en escribir un
artículo en un diario de la capital burgalesa. Algunos de los investigadores de
ovnis más conocidos de aquel entonces no tardaron en aparecer por la aldea.
Parece ser que el asunto fue portada en la revista Año Cero y una de las
personas que nos acompaña en la ruta de hoy recuerda cómo entonces acudió
varias noches con su moto al alto de Ahedo de Linares para intentar avistar
algún ovni. “Me acuerdo que pasaba la Guardia Civil y nos decía a todos los que
allí nos reuníamos que nos fuéramos a casa, que qué hacíamos allí a esas
horas””.
Hablemos un poco
del mundo ovni. Por un lado, casi la totalidad de los casos se pueden explicar
con razones alejadas de los extraterrestres. Aunque no disipen las dudas de los
muy convencidos porque, asumámoslo, la existencia de un solo caso de
extraterrestres verdadero validaría todos. Por otro lado, la forma de contactar
con los marcianos no es homogénea: un encuentro de la primera fase es un
avistamiento en el que se manifiesta uno o más ovnis (UFO); de la segunda fase
son los que han dejado rastro; y los que han entrado en contacto personal con extraterrestres
son los encuentros en la tercera fase. Sobre la descripción de los visitantes
del espacio tenemos desde enanos cabezones hasta rubios muy altos.
Trasladémonos al
28 de abril de 1991. Era un día lluvioso y frío. Nuestros protagonistas son
Ermitas Rodríguez y Neftalí (Tali) Saiz. Eran un matrimonio que habitaban de
continuo en el pueblo desde, al menos, unos veinte años. Al parecer, ese día hacia
las 15:30 h fueron al monte de La Castañona, perteneciente a Brizuela, para
recoger leña que tanto vendían como quemaban en su chimenea. En los anales que
se pueden encontrar por la internet figuran más casos ovni en ese mes de abril
como el del 21 de abril de 1991 ocurrido en un vuelo de pasajeros procedente de
Milán sobrevolando Kent (Inglaterra).
Mirando a la colina
frente a La Castañoda –La Mata-, Ermitas y Tali vieron una especie de luz
refulgente y llamativa a varios cientos de metros. El paraje de La Castañona, a
mayor altitud que el de La Mata, permite otear otras lomas más bajas, con
claros en su foresta, como ocurre con el punto exacto en el que supuestamente
tuvo lugar el aterrizaje de tan rocambolesco aparato y, a su vez, donde fueron
observadas las extrañas huellas. Nuestros protagonistas pensaron en algún avión
o helicóptero. Pero en sus primeras declaraciones describieron el objeto como una
bombona de butano algo achatada, muy grande, o como una pera alargada y rodeado
de luces en su parte superior. Luces que iban emitiendo destellos de colores
llamativos según iba descendiendo. Así estuvo durante unos minutos, suspendido
en el aire a unos veinte metros del terreno. Se podían divisar un par de
ventanillas cuadradas en el fuselaje, con ciertas sombras moviéndose en su
interior. Cuando tocó tierra, los destellos cesaron y pudieron ver mejor las
dimensiones del aparato. Tenía unos cuatro metros de altura, por unos tres de
diámetro. Se abrió una portezuela en su parte inferior y salieron del aparato
ocho individuos que desde la distancia levantaban los brazos como si saludaran,
señas a las que respondió el anonadado matrimonio de igual manera.
Al poco, una luz
roja se proyectó desde la nave y rodeó a la pareja que se vio a pocos metros de
los humanoides. La imagen de los visitantes se había acercado o, al contrario,
ellos estaban a pocos metros de los extraterrestres. Ahora pudieron observar detalles
de su fisonomía. Ermitas y Talí dijeron que eran “gentes” bajas, con el pelo
rubio por todo su delgado cuerpo, orejas grandes y puntiagudas y la cara roja.
Con una suerte de pequeña caja que portaban en las manos, parecía que les
hacían fotografías. Tan cerca estaban de aquellas desconocidas criaturas que
uno de ellos agarró de la muñeca derecha a Neftalí. Curioso detalle, ya que el
buen hombre padecería dolores y molestias durante muchos años en esa
determinada parte de su brazo, amén de otras lesiones que a raíz de tal
encuentro sufrirían tanto él como su esposa. En esto, los seguidores de
programas como “Cuarto Milenio” saben que es peligrosísimo acercarse a estos
seres y vehículos.
Y como habían
llegado, se marcharon. La nave se elevó realizando una espiral y se marchó
horizontalmente a gran velocidad hacia el Norte. Consultaron su reloj y se
dieron cuenta de que el encuentro había durado una hora y media. Toda la noche
la pasaron en vela. Días más tarde volvieron a La Castañona para recoger la
leña que necesitaban. ¡Y regresaron los marcianos! Vieron el extraño aparato
posado y a varios de los seres idénticos merodeando a su alrededor. En esta
ocasión apreciaron cómo se desplazaban mediante saltos, brincando, como si
flotaran o fueran ligeros. Ermitas sufrió un ataque de pánico al verse
enfocados con un pequeño objeto, que su marido creyó que se trataba de una cámara
fotográfica pero ella sospechaba fuese algún tipo de arma. Al poco tiempo el
objeto ascendió y marchó hacia la parte de Villamartín.
En palabras de
Ermitas en declaraciones de 2017: “Habían
pasado unos ocho días desde aquella jornada primera. Recuerdo que era martes,
porque los miércoles nos venían a buscar la madera y estábamos preparándolo
todo. Nos encontrábamos en el mismo lugar, en La Castañona, y yo estaba
trayendo con la carretilla los trozos de leña que mi marido estaba haciendo.
Justo en ese momento nos dispusimos a comer un tentempié que habíamos traído,
por lo que serían alrededor de las dos o las tres de la tarde. Entonces pasó
por allí el pastor de Quintanilla con sus ovejas, que pastoreaba por esos
montes. Nos saludamos y hablamos un poco. Cuando se marchó, mi marido, Tali, se
tumbó unos instantes sobre una encina después de comer. Pero yo continué con la
labor, acarreando leña. En una de esas idas y venidas, la luz, igual que la del
primer día, me impactó en los ojos. Era fortísima y no te dejaba ver:
"¡¡Tali, levántate, que allí está otra vez eso!!", le dije. Entonces
se incorporó y apoyado en el árbol pudimos verlo mejor. Era tremendo y yo cogí
mucho miedo, incluso comencé a chillar de los nervios, porque aquello no era
normal en absoluto... La luz, cuando no nos pegaba en la cara, dejaba ver a su
alrededor un aparato grande, porque estaba a la distancia, pero como quedaba a
nuestra altura, sobre el monte, encima de Quintanilla, se distinguía
medianamente bien y calculamos que podría ser como un autobús o más, y
alrededor unos seres pequeños, lejanos, eso sí, pero apreciables, como enanos
moviéndose de un lado a otro y muy deprisa. Habían salido de aquella cosa por
una especie de puerta grande que se había abierto. A veces parecía que nos miraban
desde la distancia, como nosotros a ellos. Claro, alrededor no había nada más
que árboles y parece ser que repararon en nosotros. En un momento incluso no sé
qué nos pasó, pero salió una luz muy fuerte que parecía que nos aclaraba la
vista y los pudimos ver más cerca. Eran pequeños y con una cabeza y unas orejas
muy grandes. Yo conté hasta siete. Mi marido lo vio mejor, porque a mí me
pareció una visión y cerré los ojos gritando de terror. Luego lo contó mejor mi
marido, porque fue el que mejor lo contempló. De repente, se apagó la luz y
desapareció todo.
Unos días
después del primer avistamiento volvieron al lugar del aterrizaje junto a
algunos conocidos y observaron varias huellas impresas en el barro, muy
pequeñas, infantiles. Serían evidencias para que no los tomaran como locos. En
palabras de la testigo y con la niebla del paso del tiempo: “Pero a los pocos días, vino un grupo de
personas con el cura de Brizuela al frente. Dijeron que eran médicos y
periodistas y que querían ver el lugar justamente donde se había posado aquello
que vimos. Tali los llevó hasta allí. Había llovido durante varios días atrás y
al parecer aún se pudieron ver unas huellas pequeñas, como de niños, justo en
aquel lugar del monte La Mata”.
Ya no hubo más
avistamientos pero quedarían las secuelas físicas, psicológicas y sociales.
Recurrentes pesadillas en las que aparecían en el interior del ovni, dolores de
cabeza, perdida sustancial de la visión, un estado de agotamiento y de pesadez
inusual –“parecía que nos pesaba hasta la
piel”, según las palabras del señor Neftalí Saiz-, miedo a deambular por el bosque
y agorafobia. Se les veía acobardados e introvertidos. Los que investigan este
mundo ovni, por este cuadro postcontacto ven el caso de Cogullos como un
encuentro con abducción incluida.
¿Mintieron? No
dan el perfil de amantes de los flases: “Yo
no quise decir nunca nada. Pero mi marido comenzó a decírselo a ciertas
personas, como al secretario de Pedrosa, que venía por aquí habitualmente a
buscar setas, a varios pastores que faenaban por aquellos montes, a vecinos...
En fin, que la cosa se fue extendiendo y comenzaron a venir muchos forasteros y
multitud de periodistas. Nos advertían los amigos que no dijéramos nada, que
todos querían que habláramos por el interés y que iban a ganar mucho dinero con
nosotros. Uno, que le llamaban el Ovejero, que era pastor, nos advirtió:
"¡Dicen que va a venir el secretario de Pedrosa y otras gentes importantes
a hablar con vosotros! No digáis nada... no metáis la pata, que os puede salir
caro el asunto". Pero nunca pedimos nada, ni dinero ni nada, solamente que
al final estábamos un poco hartos de todo el mundo. Nos volvieron locos y nos
cansamos de repetir siempre lo mismo. Además, ¡qué sacamos nosotros en todo
esto! Nada de nada, ni tampoco queríamos. Porque mucha gente se rio de nosotros
e incluso dijeron que habíamos bebido. Pero todo es mentira y yo no sé lo que
nos pasó o lo que vimos, porque no tengo estudios, pero jamás lo he vuelto a
ver ni a sentir. Además las noches siguientes, yo sobre todo, las pasé muy mal,
con muchas pesadillas y los nervios destrozados. ¡Se me presentaban aquellos
hombrecillos en sueños y me querían llevar...!”
Su historia era
abundante en detalles que se solapaban con testigos a lo largo del orbe, de
distintas creencias, educación o culturas. En 2019 Francisco Renedo Carrandi
visitó Cogullos persiguiendo el caso. Allí entrevistó a Nieves, que fue vecina
de Ermitas y Talí en aquellos años: “Lo
cierto es que eran unos buenos vecinos. Pero claro, yo no puedo asegurar si fue
cierto lo que les pasó. Lo que fue real es que después de toda la que se armó,
ellos estaban muy asustados. Yo creo que les sobrepasó. Además continuamente
venían curiosos y periodistas, preguntándoles una y otra vez por lo mismo, y
ellos se atemorizaron porque creían que alguien les podía hacer algo. Incluso
el cura de Brizuela vino con unos amigos y les confesaron para que no
mintieran, amenazándoles casi. Por todo ello, yo creo que se asustaron y
quisieron acabar rápidamente para evitar males mayores. Eran unas personas
sencillas y humildes, como todos los vecinos. Lo cierto es que no habían nacido
en el pueblo, sino que provenían de Galicia. Se dedicaban sobre todo a la
madera, cortando leña en el monte y haciendo carboneras, para vender después el
carbón y la leña. También le puedo decir que a pesar de tener todos aquí pocos
recursos, ser pobres, aunque no pasáramos necesidades, ellos jamás sacaron
provecho en aquellos días, cuando vinieron los periodistas, que bien podrían
haberles pedido dinero por hablar o por hacerles fotos. No fue así y como le
decía, no sé lo que les ocurrió, pero ellos se mostraron a partir de entonces
acobardados y recelosos con todos. Neftalí
ya murió, ahí lo tiene al pobre, en el cementerio, pero su mujer, Ermitas, aún
vive, está en el asilo...”.
Fran Renedo
entrevistó a Ermita en su residencia: “Yo
iba con mi marido, y la primera que lo vi fui yo. Era el monte de La Castañona,
perteneciente al pueblo de Brizuela. De repente, a lo lejos, encima de
Quintanilla, en La Mata, una luz muy fuerte, como de destello, me llamó la
atención. Parecía que había bajado del cielo, porque hasta allí era imposible
llegar con algún coche o tractor, como alguno nos quiso explicar. Era bastante
más grande y no hacía ruido. Y era del color del metal, gris, muy brillante
todo ello. No se podía casi mirar para ella en ocasiones, porque cegaba. Yo le
dije a mi esposo:"¡Tali! ¿Qué es aquello que brilla tanto allí?". Y
él, al principio, sin ni siquiera mirar, me dijo: "¡Calla, mujer, será
alguna vaca en la que refleja el sol!". Pero no era ninguna vaca y las
luces siguieron molestándome. Brillaba mucho, muchísimo. Tali tenía mucha
prisa, ya que teníamos que preparar un pedido de leña que nos habían encargado
y no nos podíamos distraer de nuestro quehacer. Y yo insistí: "¿Cómo que
una vaca...? ¡Mira para allí, por favor!". Él no quería, hasta le tuve que
coger del brazo y mostrárselo violentamente:"¡¡Será un tractor, déjame
seguir con la labor, mujer!!". Pero cuando ya lo pudimos ver bien, él se
quedó muy serio. No sabíamos lo que era aquello tan raro y así nos quedamos ese
primer día...”
Ermitas terminó
harta de esta fama espuria como le dijo a Fran Renedo: “Y no quisimos decir más. Pero volvimos a verlo varios días después.
Como un extraño aparato que volaba y pasó muy cerca de Cogullos incluso. Pero
de esto, en aquel momento no contamos nada a nadie, para evitar que nos molestaran
más... Vino incluso el cura de Brizuela con unos periodistas y me sacaron
muchas fotos y me preguntaron muchas cosas. A los pocos días salimos en los
periódicos y yo lloré mucho, porque ya le había advertido a Tali que no contara
nada. Y ahora nos veíamos allí retratados y la gente comenzó a llegar aún
más... De esos días recuerdo uno en especial, cuando un vecino del pueblo nos
pidió que le ayudáramos para recoger un tractor de hierba y de paso reconstruir
una pared de la finca que se había estorregado. Después de estas faenas,
volviendo del monte al pueblo, por una cuesta que era muy pindia, él lo vio
como nosotros. Una luz muy intensa, como la habíamos observado anteriormente,
pasaba por entre los árboles, en lo alto. Fue desplazándose y llego a
sobrevolar el pueblo, situándose por unos momentos sobre la casa que se conocía
como la de Román. Y allí despareció de repente. Y él lo vio como nosotros, le
repito. No éramos los únicos. En pueblos de alrededor también vieron todo esto,
aunque la gente callaba. En Sobrepeña, Salazar y en otros lugares yo me enteré
de que habían tenido experiencias como las nuestras. Cogí tanto miedo, que no
volví a subir a aquella parte del monte nunca más. Y a las otras siempre de día
y con mi marido”.
Bibliografía:
“Misterios y
enigmas del norte de Burgos”. Fran Renedo Carrandi.
Periódico “El
Correo Español- El Pueblo Vasco”.
Enciclopedia
cosmonáutica. www.cosmonautica.es
Periódico
“Burgos conecta.es”
Periódico
“Diario de Burgos”.
Estatista.com
A mitad de los años 90 un amigo y servidor vimos en Las Merindades un fenómeno de este tipo. Era una noche despejada y estrellada de agosto, serían entre las 23h y medianoche, y en el estrellado cielo vimos una luz que se desplazaba de oeste a este, mirando hacia el sur desde Hornillalatorre.
ResponderEliminarEsa luz, según recuerdo entre blanca y amarilla, que pensamos sería de un avión, circulaba despacio hasta que -repentinamente- hizo un acelerado movimiento en zigzag y despareció velozmente con una elevación fugaz en dirección al cielo, con orientación al este.
Nos quedamos alucinados...
Totalmente veraz.