Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 10 de octubre de 2021

Encuentros en la tercera finca (Cogullos contact).

 
Las Merindades son una tierra en la que hay de todo. Por hacer el chiste, les diré que tenemos hasta visitantes de otros mundos. Como ocurrió en Cogullos que está en el Valle de Valdebodres, en Sotoscueva. Hoy en día el pueblo es prácticamente una granja con una población mínima. Lo rodean montes como El Cerrillo, La Castañona, Dulla, La Mata o Los Casares que serán los protagonistas del aterrizaje. La Mata es un monte que se sitúa al oeste de Cogullos con hayedos y robledales de gran valor que atrae a caminantes, ciclistas y a cazadores de ovnis que buscan tener su encuentro de la tercera clase. No lo duden, el periódico “El Correo” del uno de marzo de 2013 nos lo recuerda en una noticia sobre rutas en bicicleta: “Cuentan los lugareños que dos habitantes de Cogullos que se dedicaban al cuidado de las ricas masas forestales del entorno vieron, un día, una extraña luz cuando se encontraban en el monte. Se asustaron y corrieron a encerrarse en sus casas. El episodio se repitió varias veces y salió a la luz pública porque los protagonistas de aquel encuentro se lo comentaron a un cura. Parece ser que el sacerdote, a su vez, se le comunicó a un periodista, que no dudó en escribir un artículo en un diario de la capital burgalesa. Algunos de los investigadores de ovnis más conocidos de aquel entonces no tardaron en aparecer por la aldea. Parece ser que el asunto fue portada en la revista Año Cero y una de las personas que nos acompaña en la ruta de hoy recuerda cómo entonces acudió varias noches con su moto al alto de Ahedo de Linares para intentar avistar algún ovni. “Me acuerdo que pasaba la Guardia Civil y nos decía a todos los que allí nos reuníamos que nos fuéramos a casa, que qué hacíamos allí a esas horas””.

Monte de La Mata (fuente Google)
 
Hablemos un poco del mundo ovni. Por un lado, casi la totalidad de los casos se pueden explicar con razones alejadas de los extraterrestres. Aunque no disipen las dudas de los muy convencidos porque, asumámoslo, la existencia de un solo caso de extraterrestres verdadero validaría todos. Por otro lado, la forma de contactar con los marcianos no es homogénea: un encuentro de la primera fase es un avistamiento en el que se manifiesta uno o más ovnis (UFO); de la segunda fase son los que han dejado rastro; y los que han entrado en contacto personal con extraterrestres son los encuentros en la tercera fase. Sobre la descripción de los visitantes del espacio tenemos desde enanos cabezones hasta rubios muy altos.
 
Trasladémonos al 28 de abril de 1991. Era un día lluvioso y frío. Nuestros protagonistas son Ermitas Rodríguez y Neftalí (Tali) Saiz. Eran un matrimonio que habitaban de continuo en el pueblo desde, al menos, unos veinte años. Al parecer, ese día hacia las 15:30 h fueron al monte de La Castañona, perteneciente a Brizuela, para recoger leña que tanto vendían como quemaban en su chimenea. En los anales que se pueden encontrar por la internet figuran más casos ovni en ese mes de abril como el del 21 de abril de 1991 ocurrido en un vuelo de pasajeros procedente de Milán sobrevolando Kent (Inglaterra).
 
Mirando a la colina frente a La Castañoda –La Mata-, Ermitas y Tali vieron una especie de luz refulgente y llamativa a varios cientos de metros. El paraje de La Castañona, a mayor altitud que el de La Mata, permite otear otras lomas más bajas, con claros en su foresta, como ocurre con el punto exacto en el que supuestamente tuvo lugar el aterrizaje de tan rocambolesco aparato y, a su vez, donde fueron observadas las extrañas huellas. Nuestros protagonistas pensaron en algún avión o helicóptero. Pero en sus primeras declaraciones describieron el objeto como una bombona de butano algo achatada, muy grande, o como una pera alargada y rodeado de luces en su parte superior. Luces que iban emitiendo destellos de colores llamativos según iba descendiendo. Así estuvo durante unos minutos, suspendido en el aire a unos veinte metros del terreno. Se podían divisar un par de ventanillas cuadradas en el fuselaje, con ciertas sombras moviéndose en su interior. Cuando tocó tierra, los destellos cesaron y pudieron ver mejor las dimensiones del aparato. Tenía unos cuatro metros de altura, por unos tres de diámetro. Se abrió una portezuela en su parte inferior y salieron del aparato ocho individuos que desde la distancia levantaban los brazos como si saludaran, señas a las que respondió el anonadado matrimonio de igual manera.


 
Al poco, una luz roja se proyectó desde la nave y rodeó a la pareja que se vio a pocos metros de los humanoides. La imagen de los visitantes se había acercado o, al contrario, ellos estaban a pocos metros de los extraterrestres. Ahora pudieron observar detalles de su fisonomía. Ermitas y Talí dijeron que eran “gentes” bajas, con el pelo rubio por todo su delgado cuerpo, orejas grandes y puntiagudas y la cara roja. Con una suerte de pequeña caja que portaban en las manos, parecía que les hacían fotografías. Tan cerca estaban de aquellas desconocidas criaturas que uno de ellos agarró de la muñeca derecha a Neftalí. Curioso detalle, ya que el buen hombre padecería dolores y molestias durante muchos años en esa determinada parte de su brazo, amén de otras lesiones que a raíz de tal encuentro sufrirían tanto él como su esposa. En esto, los seguidores de programas como “Cuarto Milenio” saben que es peligrosísimo acercarse a estos seres y vehículos.

Diario de Burgos (02/09/1992)
 
Y como habían llegado, se marcharon. La nave se elevó realizando una espiral y se marchó horizontalmente a gran velocidad hacia el Norte. Consultaron su reloj y se dieron cuenta de que el encuentro había durado una hora y media. Toda la noche la pasaron en vela. Días más tarde volvieron a La Castañona para recoger la leña que necesitaban. ¡Y regresaron los marcianos! Vieron el extraño aparato posado y a varios de los seres idénticos merodeando a su alrededor. En esta ocasión apreciaron cómo se desplazaban mediante saltos, brincando, como si flotaran o fueran ligeros. Ermitas sufrió un ataque de pánico al verse enfocados con un pequeño objeto, que su marido creyó que se trataba de una cámara fotográfica pero ella sospechaba fuese algún tipo de arma. Al poco tiempo el objeto ascendió y marchó hacia la parte de Villamartín.
 
En palabras de Ermitas en declaraciones de 2017: “Habían pasado unos ocho días desde aquella jornada primera. Recuerdo que era martes, porque los miércoles nos venían a buscar la madera y estábamos preparándolo todo. Nos encontrábamos en el mismo lugar, en La Castañona, y yo estaba trayendo con la carretilla los trozos de leña que mi marido estaba haciendo. Justo en ese momento nos dispusimos a comer un tentempié que habíamos traído, por lo que serían alrededor de las dos o las tres de la tarde. Entonces pasó por allí el pastor de Quintanilla con sus ovejas, que pastoreaba por esos montes. Nos saludamos y hablamos un poco. Cuando se marchó, mi marido, Tali, se tumbó unos instantes sobre una encina después de comer. Pero yo continué con la labor, acarreando leña. En una de esas idas y venidas, la luz, igual que la del primer día, me impactó en los ojos. Era fortísima y no te dejaba ver: "¡¡Tali, levántate, que allí está otra vez eso!!", le dije. Entonces se incorporó y apoyado en el árbol pudimos verlo mejor. Era tremendo y yo cogí mucho miedo, incluso comencé a chillar de los nervios, porque aquello no era normal en absoluto... La luz, cuando no nos pegaba en la cara, dejaba ver a su alrededor un aparato grande, porque estaba a la distancia, pero como quedaba a nuestra altura, sobre el monte, encima de Quintanilla, se distinguía medianamente bien y calculamos que podría ser como un autobús o más, y alrededor unos seres pequeños, lejanos, eso sí, pero apreciables, como enanos moviéndose de un lado a otro y muy deprisa. Habían salido de aquella cosa por una especie de puerta grande que se había abierto. A veces parecía que nos miraban desde la distancia, como nosotros a ellos. Claro, alrededor no había nada más que árboles y parece ser que repararon en nosotros. En un momento incluso no sé qué nos pasó, pero salió una luz muy fuerte que parecía que nos aclaraba la vista y los pudimos ver más cerca. Eran pequeños y con una cabeza y unas orejas muy grandes. Yo conté hasta siete. Mi marido lo vio mejor, porque a mí me pareció una visión y cerré los ojos gritando de terror. Luego lo contó mejor mi marido, porque fue el que mejor lo contempló. De repente, se apagó la luz y desapareció todo.
 
Unos días después del primer avistamiento volvieron al lugar del aterrizaje junto a algunos conocidos y observaron varias huellas impresas en el barro, muy pequeñas, infantiles. Serían evidencias para que no los tomaran como locos. En palabras de la testigo y con la niebla del paso del tiempo: “Pero a los pocos días, vino un grupo de personas con el cura de Brizuela al frente. Dijeron que eran médicos y periodistas y que querían ver el lugar justamente donde se había posado aquello que vimos. Tali los llevó hasta allí. Había llovido durante varios días atrás y al parecer aún se pudieron ver unas huellas pequeñas, como de niños, justo en aquel lugar del monte La Mata”.
 
Ya no hubo más avistamientos pero quedarían las secuelas físicas, psicológicas y sociales. Recurrentes pesadillas en las que aparecían en el interior del ovni, dolores de cabeza, perdida sustancial de la visión, un estado de agotamiento y de pesadez inusual –“parecía que nos pesaba hasta la piel”, según las palabras del señor Neftalí Saiz-, miedo a deambular por el bosque y agorafobia. Se les veía acobardados e introvertidos. Los que investigan este mundo ovni, por este cuadro postcontacto ven el caso de Cogullos como un encuentro con abducción incluida.
 
¿Mintieron? No dan el perfil de amantes de los flases: “Yo no quise decir nunca nada. Pero mi marido comenzó a decírselo a ciertas personas, como al secretario de Pedrosa, que venía por aquí habitualmente a buscar setas, a varios pastores que faenaban por aquellos montes, a vecinos... En fin, que la cosa se fue extendiendo y comenzaron a venir muchos forasteros y multitud de periodistas. Nos advertían los amigos que no dijéramos nada, que todos querían que habláramos por el interés y que iban a ganar mucho dinero con nosotros. Uno, que le llamaban el Ovejero, que era pastor, nos advirtió: "¡Dicen que va a venir el secretario de Pedrosa y otras gentes importantes a hablar con vosotros! No digáis nada... no metáis la pata, que os puede salir caro el asunto". Pero nunca pedimos nada, ni dinero ni nada, solamente que al final estábamos un poco hartos de todo el mundo. Nos volvieron locos y nos cansamos de repetir siempre lo mismo. Además, ¡qué sacamos nosotros en todo esto! Nada de nada, ni tampoco queríamos. Porque mucha gente se rio de nosotros e incluso dijeron que habíamos bebido. Pero todo es mentira y yo no sé lo que nos pasó o lo que vimos, porque no tengo estudios, pero jamás lo he vuelto a ver ni a sentir. Además las noches siguientes, yo sobre todo, las pasé muy mal, con muchas pesadillas y los nervios destrozados. ¡Se me presentaban aquellos hombrecillos en sueños y me querían llevar...!”

 
Su historia era abundante en detalles que se solapaban con testigos a lo largo del orbe, de distintas creencias, educación o culturas. En 2019 Francisco Renedo Carrandi visitó Cogullos persiguiendo el caso. Allí entrevistó a Nieves, que fue vecina de Ermitas y Talí en aquellos años: “Lo cierto es que eran unos buenos vecinos. Pero claro, yo no puedo asegurar si fue cierto lo que les pasó. Lo que fue real es que después de toda la que se armó, ellos estaban muy asustados. Yo creo que les sobrepasó. Además continuamente venían curiosos y periodistas, preguntándoles una y otra vez por lo mismo, y ellos se atemorizaron porque creían que alguien les podía hacer algo. Incluso el cura de Brizuela vino con unos amigos y les confesaron para que no mintieran, amenazándoles casi. Por todo ello, yo creo que se asustaron y quisieron acabar rápidamente para evitar males mayores. Eran unas personas sencillas y humildes, como todos los vecinos. Lo cierto es que no habían nacido en el pueblo, sino que provenían de Galicia. Se dedicaban sobre todo a la madera, cortando leña en el monte y haciendo carboneras, para vender después el carbón y la leña. También le puedo decir que a pesar de tener todos aquí pocos recursos, ser pobres, aunque no pasáramos necesidades, ellos jamás sacaron provecho en aquellos días, cuando vinieron los periodistas, que bien podrían haberles pedido dinero por hablar o por hacerles fotos. No fue así y como le decía, no sé lo que les ocurrió, pero ellos se mostraron a partir de entonces acobardados y recelosos con todos. Neftalí ya murió, ahí lo tiene al pobre, en el cementerio, pero su mujer, Ermitas, aún vive, está en el asilo...”.
 
Fran Renedo entrevistó a Ermita en su residencia: “Yo iba con mi marido, y la primera que lo vi fui yo. Era el monte de La Castañona, perteneciente al pueblo de Brizuela. De repente, a lo lejos, encima de Quintanilla, en La Mata, una luz muy fuerte, como de destello, me llamó la atención. Parecía que había bajado del cielo, porque hasta allí era imposible llegar con algún coche o tractor, como alguno nos quiso explicar. Era bastante más grande y no hacía ruido. Y era del color del metal, gris, muy brillante todo ello. No se podía casi mirar para ella en ocasiones, porque cegaba. Yo le dije a mi esposo:"¡Tali! ¿Qué es aquello que brilla tanto allí?". Y él, al principio, sin ni siquiera mirar, me dijo: "¡Calla, mujer, será alguna vaca en la que refleja el sol!". Pero no era ninguna vaca y las luces siguieron molestándome. Brillaba mucho, muchísimo. Tali tenía mucha prisa, ya que teníamos que preparar un pedido de leña que nos habían encargado y no nos podíamos distraer de nuestro quehacer. Y yo insistí: "¿Cómo que una vaca...? ¡Mira para allí, por favor!". Él no quería, hasta le tuve que coger del brazo y mostrárselo violentamente:"¡¡Será un tractor, déjame seguir con la labor, mujer!!". Pero cuando ya lo pudimos ver bien, él se quedó muy serio. No sabíamos lo que era aquello tan raro y así nos quedamos ese primer día...”

Diario de Burgos (02/09/1992)
 
Ermitas terminó harta de esta fama espuria como le dijo a Fran Renedo: “Y no quisimos decir más. Pero volvimos a verlo varios días después. Como un extraño aparato que volaba y pasó muy cerca de Cogullos incluso. Pero de esto, en aquel momento no contamos nada a nadie, para evitar que nos molestaran más... Vino incluso el cura de Brizuela con unos periodistas y me sacaron muchas fotos y me preguntaron muchas cosas. A los pocos días salimos en los periódicos y yo lloré mucho, porque ya le había advertido a Tali que no contara nada. Y ahora nos veíamos allí retratados y la gente comenzó a llegar aún más... De esos días recuerdo uno en especial, cuando un vecino del pueblo nos pidió que le ayudáramos para recoger un tractor de hierba y de paso reconstruir una pared de la finca que se había estorregado. Después de estas faenas, volviendo del monte al pueblo, por una cuesta que era muy pindia, él lo vio como nosotros. Una luz muy intensa, como la habíamos observado anteriormente, pasaba por entre los árboles, en lo alto. Fue desplazándose y llego a sobrevolar el pueblo, situándose por unos momentos sobre la casa que se conocía como la de Román. Y allí despareció de repente. Y él lo vio como nosotros, le repito. No éramos los únicos. En pueblos de alrededor también vieron todo esto, aunque la gente callaba. En Sobrepeña, Salazar y en otros lugares yo me enteré de que habían tenido experiencias como las nuestras. Cogí tanto miedo, que no volví a subir a aquella parte del monte nunca más. Y a las otras siempre de día y con mi marido”.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Misterios y enigmas del norte de Burgos”. Fran Renedo Carrandi.
Periódico “El Correo Español- El Pueblo Vasco”.
Enciclopedia cosmonáutica. www.cosmonautica.es
Periódico “Burgos conecta.es”
Periódico “Diario de Burgos”.
Estatista.com
 

1 comentario:

  1. A mitad de los años 90 un amigo y servidor vimos en Las Merindades un fenómeno de este tipo. Era una noche despejada y estrellada de agosto, serían entre las 23h y medianoche, y en el estrellado cielo vimos una luz que se desplazaba de oeste a este, mirando hacia el sur desde Hornillalatorre.
    Esa luz, según recuerdo entre blanca y amarilla, que pensamos sería de un avión, circulaba despacio hasta que -repentinamente- hizo un acelerado movimiento en zigzag y despareció velozmente con una elevación fugaz en dirección al cielo, con orientación al este.
    Nos quedamos alucinados...
    Totalmente veraz.

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