Los relatos de
brujería son abundantes por toda España. Pero, ¿Qué entendemos por brujería? El
R.A.E. nos dice que son el conjunto de prácticas mágicas o supersticiosas que
ejercen los brujos y las brujas. Poco llamativo, ciertamente, por lo que vamos
a presentar una definición más, digamos, florida: son el conjunto de acciones
atribuidas a personajes considerados maléficos, que tienen capacidad para
alterar la causalidad de los fenómenos y las leyes naturales, y cuyos actos se
consideran mágicamente agresivos y opuestos a la norma social. Mejor, ¿no?
Además, diferenciaremos entre bruja y hechicera que nuestra florida definición no contiene.
¿Piensa usted qué son lo mismo? ¡Quiá! es algo así como la diferencia entre
pirata, bucanero y corsario. Bruja sería esa persona con facultades innatas que
emplea una magia primaria y elemental (Algo así como un supervillano nato); y
hechicera es la persona conocedora, y practicante, de un sistema mágico-ritual
complejo, desarrollado mediante aprendizaje consciente, concretado en
agresiones mágicas sofisticadas, y basado en fórmulas, libros, objetos mágicos,
etc. – un Batman por seguir el silogismo-. Esta distinción no es sólo operativa
en el ámbito de la magia europea, sino también, por ejemplo, de la africana.
Pero la cosa se
desmadra al dividir a las brujas en grupos según ciertas características: bacularia
(la que monta en una escoba), fascinatrix (la que causa mal de ojo), herberia
(la que manipula hierbas dañinas), maliarda (la que causa otros males) y
pixidaria (la que maneja ungüentos mágicos). También se clasificaba a los
nigromantes como femina saga (mujer sabia), lamia (vampiro nocturno),
incantator (el que realiza conjuros), magus (hombre sabio), maleficius (el que
puede perjudicar a hombres, animales y objetos), sortiariae mulier (mujer
adivina), strix (ave nocturna), veneficia (envenenador) y vir sortilegi (mago).
Y así podríamos seguir un rato largo con las diferentes “clasificaciones taxonómicas”
de las brujas. Y de los brujos. Pero los antropólogos modernos nos resumen los
grupos en los dos dichos arriba: bruja o hechicera.
Julio Caro
Baroja escribía que "los
etimologistas, para la voz borujo, barullo, burujo y, en fin, brujo, dan un
voluculum bajo latino, que encierra la idea de envoltorio. Bruja se considera
voz de etimología desconocida y posiblemente prerromana; pero puede
reconstruirse (como otras veces se hace) una voz volucula, con transformación
similar a la de voluculum, y que aluda a uno de los caracteres esenciales (la
de volar) de las así llamadas".
La primera
atribución tópica de la brujería europea es la de ser una mujer vieja. Aunque
en la antigüedad grecolatina la imagen de la bruja, o hechicera, se asociaba
ocasionalmente a mujeres jóvenes, hermosas y seductoras (Medea, Circe, Calipso,
etc.), ya era común presentarlas como mujeres viejas, feas y deformes. Ambas
representaciones conviven todavía, aunque cabe atribuir a la bruja joven
conexiones e identificaciones míticas amplias y variadas, y a la bruja vieja
una dimensión brujeril más específica. Esta segunda representación es, por otro
lado, la más conocida y difundida en la actualidad aunque el cine nos presente
brujas exultantes de juventud pero con almas negras. Entiendo que “dan mejor en
cámara”. En algunas tradiciones, la bruja puede asumir temporalmente la
apariencia de mujer hermosa que se casa con un hombre quien acaba descubriendo
su identidad.
También es
normal la asociación de las brujas con la noche, y con la medianoche como hora
más propicia para la ejecución encantamientos, si bien en la tradición del
centro y del este de Europa ha tenido gran arraigo la creencia en la llamada
"bruja de mediodía" (conectada con el "diablo de
mediodía"). No solo eso, a la bruja europea se la vincula con la luna, con
ritos lunares y con cultos a los muertos. También podían volar, a veces
montadas en escobas o en animales como cabras o machos cabríos. Generalmente
mediante ungüentos o bebedizos mágicos y secretos. Desde la Edad Media, autores
como el obispo de Ávila Alonso de Madrigal (siglo XV) han defendido que
eventuales ingredientes psicotrópicos y alucinógenos presentes en tales sustancias
serían los causantes de la ilusión de volar.
Las reuniones de
brujas se denominan aquelarres en España y por Europa Sabbat. Esta última
palabra se documenta en diversos legajos de procesos inquisitoriales del sur de
Francia entre 1330 y 1340. Quizá tomado del día santo judío. Estas reuniones solían
celebrarse en vísperas de las fiestas católicas solemnes, así como los lunes,
miércoles y viernes (especialmente este por ser el de la pasión de Cristo). Allí,
las brujas, adoraban a Satanás, recibían instrucciones o poderes, se iniciaban
a las nuevas adeptas y fornicaban con el diablo (a veces representado como
macho cabrío). Las brujas eran reconocidas popularmente porque Satanás les
marcaba con una cicatriz en alguna parte de su cuerpo y con una marca en el ojo
izquierdo. Y, es que, el ángel caído era considerado patriarca y esposo de toda
la congregación.
Era de común
entender que en los aquelarres se procedía a actos de vampirismo de niños y de
necrofilia. Eran las famosas misas negras con sus cálices y hostias negras y
amargas, y prácticas sacrílegas de todo tipo que terminaban en orgías sexuales.
Aquelarres donde bailaban, cantaban y tañían instrumentos de tres en tres,
habilidades que solían mostrar en sus otras correrías nocturnas. La fiesta, la
farra, terminaría con el canto del gallo que anunciaba la llegada del día. Y
luego puede que se acercasen a la iglesia, no lo sé. Pero por lo que se
comentaba en Huidobro esto podría ocurrir: “Si
no cierra el misal el sacerdote, no puede salir [la bruja] de la iglesia. Yo
eso siempre he oído”.
Y, si no podía
salir del templo, difícilmente podía irse al bar como contaban los de Brizuela:
“Ahí había un pueblo que había muchas
brujas. En Villavés. Pero eso era antes, ahora no. Una vez, dice que decía uno:
-¡Tengo unas ganas de beber vino!
Y que le dijo una [bruja], dice:
-Ven conmigo, verás, que esta noche bebes
todo lo que quieras.
Se convirtieron en gatos, y el del bar,
pues no los vio. Se metieron, y aquella noche, pues [cogieron una] mona, la una
y el otro. Y cuando se levanta por la mañana, que había cerrado, pues había vuelto
en sí y la tenía en el bar a la señora aquella, y la dice:
-Pero, ¿Cómo estás tú aquí?
Dice:
-Perdóname, perdóname, que es que ha pasado
esto.
No sé si es cierto, o [si] es mentira, o
[si] es cuento. Se convirtió otra vez como era. Claro, tenía que convertirla
otra vez para salir. Son cuentos”.
¡Y qué diremos
de la apuntada capacidad de las brujas de metamorfosearse en animales para realizar
sus acciones maléficas! Los animales asociados a esta capacidad eran el gato,
liebre, mula, cerdo, perro, gallina, mosca... Un antiguo residente de Huidobro
contaba que “eran como gatos negros. Y
todas las noches había que cerrar, porque en las casas había un agujero para
que entraran los gatos, y si entraba la bruja, pues siempre te hacía cosas. Mi
padre, un año, tenía vacas, tres o cuatro vacas, y los bueyes para arar, y una
vez se conoce que entró la bruja y abortaron las tres vacas”. Otro
informante de Villamartín de Sotoscueva comentaba: “Se llamaba María, y la conocí yo. Y la hija creo que también. Se
volvía gato, se metía en las casas, y cogía cosas. Dice que le dieron una
pedrada, y que estaba coja a[l] otro día. Esto me lo contó mi abuelo”. Y en
Leva también se tenían relatos y confidencias sobre brujas convertidas en
gatos.
También es
frecuente la representación de la bruja como gallina con pollos de oro a la que
nunca se puede alcanzar. Otra creencia acerca de las capacidades de las brujas
es que son aficionadas a mamar leche de las vacas, cabras u ovejas, a convertir
la leche de estos animales en sangre, y a alimentarse de sangre de niños. En
esto de los niños existió mucha prevención contra parteras y nodrizas por si
eran brujas camufladas. También se piensa que las brujas beben el vino o comen
el queso guardado en bodegas o despensas. Aunque podría ser un método para
acusar a criados tragones. Sobre el trastear por la casa uno de Lomana
comentaba que “mudabas las camas con
sábanas blancas y te echabas a la cama, y las sábanas estaban bien. A otro día,
ibas a hacer la cama y tenía cruces. Y eso nos ha pasado a nosotros y a más
gente, aquí, en Lomana. Decían: andan brujas, andan brujas. Hemos comprado
cartillas, sí señor, y hemos bajado a comprarlas a San Martín [de Don]. Si te
quedabas dormido, [las brujas] te quitaban la cartilla en el camino.
Escondíamos las cartillas en un bujero, ande no las verían. Mucha gente sacaba
cartilla, [aunque] eso era cosa oculta, no se podía decir que ibas a por la
cartilla”. En Villafría de San Zadornil se contaba que “si en una ropa veían una cruz, que sí [que] la había hecho una bruja”.
Hubo zonas de
Europa donde se creía que las brujas tenían poderes especiales para causar
"mal de ojo", mediante la mirada, a niños, adultos y animales que,
cuando enfermaban, sólo podían ser curados mediante poderes de otra persona sanadora
que contrarrestase los de la bruja. En Munilla contaba una persona anciana que “una señora a la que se la morían los hijos
y que la que vivía al lado, que era bruja, y que la había echado la maldición.
Tuvo catorce hijos y doce se le murieron, porque dicen que la vecina era bruja
y que les echaba la maldición. Una hija todavía vive”. Para protegerse de
estas acciones existían medios de protección contra las brujas en las puertas,
esquinas y ventanas de la casa o de las cuadras: cardos (que son símbolos del
sol), ajos, ruda, romero, orégano, cruces bendecidas, higas o lunas de azabache,
fragmentos de los Evangelios o de otros textos u objetos religiosos, etc. Comentaba
uno de Huidobro que su padre “fue a Poza,
me parece que fue, que decían que había una que te echaba las cartas, y te
decía lo que era, y le dijo que pondría una cruz hecha de un palo, y así no
volvía a entrar la bruja”. El La Aldea se comentaba la utilidad de las
cartillas frailunas –que ya han aparecido en esta entrada- para luchar contra
las brujas: “Por aquí se decía que, en
Miranda de Ebro, había un convento de frailes que daban unas cartillas que con
ellas alejaban a los espíritus, y que con ellas las brujas no entraban en casa.
Yo no lo he visto nunca”. Podríamos decir que una clara muestra de la
efectividad de esas cartillas era que no se hallaba a las brujas.
En Munilla y en
Huidobro corrían historias sobre brujas molestando al ganado: “Brujas, sí… A lo mejor dejabas las conchas
de las patatas en el cesto, ibas y no las encontrabas en el cesto, estaban tiradas
por la casa. Una hermana mía dice que una vez bajó a echar de comer a los
cerdos, y aquellos cerdos no se movían, [se quedaban] quietos, y había estado
una señora allí, y se conoce que aquella señora que les hipnotizó. Fueron ande
ella, y la dijeron:
-Oye, ¿qué les has hecho a los cerdos
míos?
-Vete, vete a casa, que cuando vayas ya
están bien.- le respondieron”.
En las casas de
Huidobro todas las noches había que cerrar el agujero de los gatos para que no
entraran las brujas. “Las brujas entraban
por las noches y hacían muchas cosas: berrar (berrear) a los bueyes en casa, y muchas cosas malas. Berraban en la cuadra, y
es porque había entrado por el agujero de los gatos. Por ahí se metían y hacían
alborotar a los bueyes”.
Además del “mal
de ojo” el repertorio de armas de las brujas contenía maldiciones; operaciones
mágicas con ropa, cabellos, dientes, sangre menstrual de la persona a la que
pretenden embrujar; vudú sobre muñecos de cera… O una carta de baraja como
contaban en Menamayor: “Los de Santecilla
decían que era bruja. Una vez subió [una mujer] a la casa, y que se asomaba a
la ventana, y no sé qué le dijo la bruja. Y le dijo:
-Pues esto me lo vas a pagar.
O algo así. Y total, que aquella señora,
de repente, se quedó imposibilitada. Años pasaron de aquello, y la mujer siguió
sin poderse mover, y una vez los hijos bajaron a sembrar patatas, y bajaron un
carro de basura, y bajaron a aquella mujer, para que iría picando las patatas,
y en el carro de la basura apareció una carta. Total, que, extrañados por la
aparición de la carta:
-¡Esta puta carta!
La rompió y la hizo pedazos la mujer que
estaba picando las patatas, y desde entonces la mujer se levantó y se puso
bien”.
Los citados eran
actos dañinos que se realizaban, supuestamente, durante la noche y, a veces, en
cruces de caminos. Un relato recogido en Villamartín de Sotoscueva contaba una
historia que le dijo su abuelo “que iban
a un pueblo, y que el burro, que nada, y que no andaba, y que no andaba, y que
no le podían hacer andar, y que eran las brujas. Que apareció una cabrita
despellejada entera, viva. Yo eso lo he oído en Villamartín. Y que había
brujas, eso decían”. Pero, no solo eso, sino que se acusaba a las brujas de
causar tormentas, sequías, destrucción de cosechas, epidemias y catástrofes naturales;
del robo de imágenes, sacrilegios; y de todo tipo de crímenes.
Otra de las
facetas más importantes de las prácticas hechiceriles era la erótico- sexual. Podían
inducir el enamoramiento o el rechazo de una persona hacia otra. Y, no nos
olvidemos, de tener el don de la videncia y adivinación del pasado y del futuro.
Las casas
también podían estar embrujadas como, parece ser, le ocurría a una casa de Irús
en el Valle de Mena: “En Ordejón de Mena
dice [n] que por la noche se oían golpes y cosas raras. Lo decían que [pasaba]
en una casa de Ordejón”.
En la Hispania
medieval, la represión de la brujería fue tan histérica como en el centro de
Europa. En el fuero de Cuenca se ordenaba que "la muger que fuese ervolera o fechicera, quémenla o sálvese con
fierro". En el Reino de Castilla se declaró en 1370 herejes a los
adivinos y a quienes los consultaban, y en 1414 se promulgaron leyes muy estrictas
de represión de la brujería, pero su aplicación fue muy laxa e irregular. Por
su parte la Santa Inquisición peninsular no se mostró excesivamente beligerante
en estos casos. Se fijaban más en eliminar las diversas formas de heterodoxia
(el criptojudaísmo, el erasmismo, el jansenismo o el protestantismo).
Pero si hasta
1582, la Inquisición no puso reparos a que las universidades impartiesen
astrología y nigromancia como asignaturas formales. Y el inquisidor y canónigo
Pedro Sánchez Ciruelo (1475-1560), autor de la “Reprobación de las
supersticiones y hechicerías” (1539), defendió que los vuelos nocturnos de las
brujas podían ser reales o una ilusión provocada por el diablo, y que los
delitos de brujería debían ser juzgados por la justicia secular en vez de por
la religiosa, porque no eran formalmente heréticos. Francisco de Rojas, en “La Celestina”,
daba una visión cotidiana y no exenta de humanidad y hasta de simpatía de la
hechicera protagonista de la obra.
A partir de
1600, además, la Inquisición asumió la jurisdicción sobre todas las modalidades
y personas acusadas de hechicería, e impuso penas por lo general menos duras
que las que aplicaban los tribunales seculares. No faltaron, de todas maneras,
algunos excesos. La primera supuesta bruja ejecutada por la Inquisición
española se llamaba Gracia la Valle, y fue condenada a la hoguera en Zaragoza
en 1498 pero, a partir de 1611, no se ejecutó a ninguna otra persona en los
reinos de las Españas por delitos de brujería.
Curiosamente, el
propio aislacionismo de la Inquisición y, en general, de la cultura y de la
tradición españolas hizo que, cuando en la Europa de finales del XVII y del
XVIII comenzó el rápido eclipse de las obsesiones y de los procesos por
brujería, en España se mantuviera su represión, al menos formalmente, hasta la
definitiva abolición de la Inquisición en 1834. Ello acaso se justifica en el
hecho de que la progresiva desaparición de procesos contra moriscos y judíos
permitió a los inquisidores concentrar más esfuerzos en la represión de la
magia.
Pero no
perseguidas legal o religiosamente no implica la desaparición de la creencia en
la acción maléfica de brujas y hechiceras que sigue viva en amplios sectores de
la población, especialmente de la que vive en áreas rurales y entre la que posee
un escaso nivel de instrucción. Lo cual no entiendo con el esfuerzo que dedican
los “mass media” en presentarnos una cara muy amable de las brujas. El
periódico “El País” dice sobre ellas que “Han
sido históricamente malvadas, pero en realidad solo se resistían a obedecer. La
imagen que una sociedad tiene de sus hechiceras dice mucho de cómo esa sociedad
percibe a la mujer”. Parece más una readaptación de un personaje vector de
negatividad medieval en un icono positivo, protofeminista y luchador contra el
heteropatriarcado de la cultura de masas… ¡Pero si hasta los piratas –los piratas-
son héroes infantiles cómo no vamos a hacer de las hechiceras “mujeres no sometidas a una serie de cánones
estéticos y roles pragmáticos”!
Bibliografía:
“Héroes, santos,
moros y brujas”. José Manuel Pedrosa, César Javier Palacios, Elías Rubio
Marcos.
Periódico “El
País”.
Revista “Cactus”.
Revista “Fotogramas”.
¡Gran artículo!
ResponderEliminarMuchas gracias.
De la zona norte burgalesa, que yo sepa, el tema de las brujas se centra en Cernégula como centro de aquelarres. Me suena que incluso en la vecina Cantabria algún dicho popular alude a dicho pueblo como zona de brujas o brujería.
Los expertos lo sabrán mejor, pero la figura de brujos y brujas quizá tenga que ver con una tradición céltica anterior al cristianismo en Europa.
Respecto a "El País", ni caso. Se dedican más a manipular que a informar y trabajan para desvirtuar todo lo que sea o suene como tradicional o autóctono.
En este artículo, además, ha resultado muy interesante la inicial taxonomía de los tipos de brujas... ¡Enhorabuena y a seguir así! :)
Muchas gracias a usted por participar.
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