Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 31 de octubre de 2021

¡Brujas! ¡Brujas! ¡Bru-u-u-u-u-jas!

 
 
Los relatos de brujería son abundantes por toda España. Pero, ¿Qué entendemos por brujería? El R.A.E. nos dice que son el conjunto de prácticas mágicas o supersticiosas que ejercen los brujos y las brujas. Poco llamativo, ciertamente, por lo que vamos a presentar una definición más, digamos, florida: son el conjunto de acciones atribuidas a personajes considerados maléficos, que tienen capacidad para alterar la causalidad de los fenómenos y las leyes naturales, y cuyos actos se consideran mágicamente agresivos y opuestos a la norma social. Mejor, ¿no?

 
Además, diferenciaremos entre bruja y hechicera que nuestra florida definición no contiene. ¿Piensa usted qué son lo mismo? ¡Quiá! es algo así como la diferencia entre pirata, bucanero y corsario. Bruja sería esa persona con facultades innatas que emplea una magia primaria y elemental (Algo así como un supervillano nato); y hechicera es la persona conocedora, y practicante, de un sistema mágico-ritual complejo, desarrollado mediante aprendizaje consciente, concretado en agresiones mágicas sofisticadas, y basado en fórmulas, libros, objetos mágicos, etc. – un Batman por seguir el silogismo-. Esta distinción no es sólo operativa en el ámbito de la magia europea, sino también, por ejemplo, de la africana.
 
Pero la cosa se desmadra al dividir a las brujas en grupos según ciertas características: bacularia (la que monta en una escoba), fascinatrix (la que causa mal de ojo), herberia (la que manipula hierbas dañinas), maliarda (la que causa otros males) y pixidaria (la que maneja ungüentos mágicos). También se clasificaba a los nigromantes como femina saga (mujer sabia), lamia (vampiro nocturno), incantator (el que realiza conjuros), magus (hombre sabio), maleficius (el que puede perjudicar a hombres, animales y objetos), sortiariae mulier (mujer adivina), strix (ave nocturna), veneficia (envenenador) y vir sortilegi (mago). Y así podríamos seguir un rato largo con las diferentes “clasificaciones taxonómicas” de las brujas. Y de los brujos. Pero los antropólogos modernos nos resumen los grupos en los dos dichos arriba: bruja o hechicera.


 
Julio Caro Baroja escribía que "los etimologistas, para la voz borujo, barullo, burujo y, en fin, brujo, dan un voluculum bajo latino, que encierra la idea de envoltorio. Bruja se considera voz de etimología desconocida y posiblemente prerromana; pero puede reconstruirse (como otras veces se hace) una voz volucula, con transformación similar a la de voluculum, y que aluda a uno de los caracteres esenciales (la de volar) de las así llamadas".
 
La primera atribución tópica de la brujería europea es la de ser una mujer vieja. Aunque en la antigüedad grecolatina la imagen de la bruja, o hechicera, se asociaba ocasionalmente a mujeres jóvenes, hermosas y seductoras (Medea, Circe, Calipso, etc.), ya era común presentarlas como mujeres viejas, feas y deformes. Ambas representaciones conviven todavía, aunque cabe atribuir a la bruja joven conexiones e identificaciones míticas amplias y variadas, y a la bruja vieja una dimensión brujeril más específica. Esta segunda representación es, por otro lado, la más conocida y difundida en la actualidad aunque el cine nos presente brujas exultantes de juventud pero con almas negras. Entiendo que “dan mejor en cámara”. En algunas tradiciones, la bruja puede asumir temporalmente la apariencia de mujer hermosa que se casa con un hombre quien acaba descubriendo su identidad.


También es normal la asociación de las brujas con la noche, y con la medianoche como hora más propicia para la ejecución encantamientos, si bien en la tradición del centro y del este de Europa ha tenido gran arraigo la creencia en la llamada "bruja de mediodía" (conectada con el "diablo de mediodía"). No solo eso, a la bruja europea se la vincula con la luna, con ritos lunares y con cultos a los muertos. También podían volar, a veces montadas en escobas o en animales como cabras o machos cabríos. Generalmente mediante ungüentos o bebedizos mágicos y secretos. Desde la Edad Media, autores como el obispo de Ávila Alonso de Madrigal (siglo XV) han defendido que eventuales ingredientes psicotrópicos y alucinógenos presentes en tales sustancias serían los causantes de la ilusión de volar.
 
Las reuniones de brujas se denominan aquelarres en España y por Europa Sabbat. Esta última palabra se documenta en diversos legajos de procesos inquisitoriales del sur de Francia entre 1330 y 1340. Quizá tomado del día santo judío. Estas reuniones solían celebrarse en vísperas de las fiestas católicas solemnes, así como los lunes, miércoles y viernes (especialmente este por ser el de la pasión de Cristo). Allí, las brujas, adoraban a Satanás, recibían instrucciones o poderes, se iniciaban a las nuevas adeptas y fornicaban con el diablo (a veces representado como macho cabrío). Las brujas eran reconocidas popularmente porque Satanás les marcaba con una cicatriz en alguna parte de su cuerpo y con una marca en el ojo izquierdo. Y, es que, el ángel caído era considerado patriarca y esposo de toda la congregación.

 
Era de común entender que en los aquelarres se procedía a actos de vampirismo de niños y de necrofilia. Eran las famosas misas negras con sus cálices y hostias negras y amargas, y prácticas sacrílegas de todo tipo que terminaban en orgías sexuales. Aquelarres donde bailaban, cantaban y tañían instrumentos de tres en tres, habilidades que solían mostrar en sus otras correrías nocturnas. La fiesta, la farra, terminaría con el canto del gallo que anunciaba la llegada del día. Y luego puede que se acercasen a la iglesia, no lo sé. Pero por lo que se comentaba en Huidobro esto podría ocurrir: “Si no cierra el misal el sacerdote, no puede salir [la bruja] de la iglesia. Yo eso siempre he oído”.
 
Y, si no podía salir del templo, difícilmente podía irse al bar como contaban los de Brizuela: “Ahí había un pueblo que había muchas brujas. En Villavés. Pero eso era antes, ahora no. Una vez, dice que decía uno:
-¡Tengo unas ganas de beber vino!
Y que le dijo una [bruja], dice:
-Ven conmigo, verás, que esta noche bebes todo lo que quieras.
Se convirtieron en gatos, y el del bar, pues no los vio. Se metieron, y aquella noche, pues [cogieron una] mona, la una y el otro. Y cuando se levanta por la mañana, que había cerrado, pues había vuelto en sí y la tenía en el bar a la señora aquella, y la dice:
-Pero, ¿Cómo estás tú aquí?
Dice:
-Perdóname, perdóname, que es que ha pasado esto.
No sé si es cierto, o [si] es mentira, o [si] es cuento. Se convirtió otra vez como era. Claro, tenía que convertirla otra vez para salir. Son cuentos”.

 
¡Y qué diremos de la apuntada capacidad de las brujas de metamorfosearse en animales para realizar sus acciones maléficas! Los animales asociados a esta capacidad eran el gato, liebre, mula, cerdo, perro, gallina, mosca... Un antiguo residente de Huidobro contaba que “eran como gatos negros. Y todas las noches había que cerrar, porque en las casas había un agujero para que entraran los gatos, y si entraba la bruja, pues siempre te hacía cosas. Mi padre, un año, tenía vacas, tres o cuatro vacas, y los bueyes para arar, y una vez se conoce que entró la bruja y abortaron las tres vacas”. Otro informante de Villamartín de Sotoscueva comentaba: “Se llamaba María, y la conocí yo. Y la hija creo que también. Se volvía gato, se metía en las casas, y cogía cosas. Dice que le dieron una pedrada, y que estaba coja a[l] otro día. Esto me lo contó mi abuelo”. Y en Leva también se tenían relatos y confidencias sobre brujas convertidas en gatos.
 
También es frecuente la representación de la bruja como gallina con pollos de oro a la que nunca se puede alcanzar. Otra creencia acerca de las capacidades de las brujas es que son aficionadas a mamar leche de las vacas, cabras u ovejas, a convertir la leche de estos animales en sangre, y a alimentarse de sangre de niños. En esto de los niños existió mucha prevención contra parteras y nodrizas por si eran brujas camufladas. También se piensa que las brujas beben el vino o comen el queso guardado en bodegas o despensas. Aunque podría ser un método para acusar a criados tragones. Sobre el trastear por la casa uno de Lomana comentaba que “mudabas las camas con sábanas blancas y te echabas a la cama, y las sábanas estaban bien. A otro día, ibas a hacer la cama y tenía cruces. Y eso nos ha pasado a nosotros y a más gente, aquí, en Lomana. Decían: andan brujas, andan brujas. Hemos comprado cartillas, sí señor, y hemos bajado a comprarlas a San Martín [de Don]. Si te quedabas dormido, [las brujas] te quitaban la cartilla en el camino. Escondíamos las cartillas en un bujero, ande no las verían. Mucha gente sacaba cartilla, [aunque] eso era cosa oculta, no se podía decir que ibas a por la cartilla”. En Villafría de San Zadornil se contaba que “si en una ropa veían una cruz, que sí [que] la había hecho una bruja”.

 
Hubo zonas de Europa donde se creía que las brujas tenían poderes especiales para causar "mal de ojo", mediante la mirada, a niños, adultos y animales que, cuando enfermaban, sólo podían ser curados mediante poderes de otra persona sanadora que contrarrestase los de la bruja. En Munilla contaba una persona anciana que “una señora a la que se la morían los hijos y que la que vivía al lado, que era bruja, y que la había echado la maldición. Tuvo catorce hijos y doce se le murieron, porque dicen que la vecina era bruja y que les echaba la maldición. Una hija todavía vive”. Para protegerse de estas acciones existían medios de protección contra las brujas en las puertas, esquinas y ventanas de la casa o de las cuadras: cardos (que son símbolos del sol), ajos, ruda, romero, orégano, cruces bendecidas, higas o lunas de azabache, fragmentos de los Evangelios o de otros textos u objetos religiosos, etc. Comentaba uno de Huidobro que su padre “fue a Poza, me parece que fue, que decían que había una que te echaba las cartas, y te decía lo que era, y le dijo que pondría una cruz hecha de un palo, y así no volvía a entrar la bruja”. El La Aldea se comentaba la utilidad de las cartillas frailunas –que ya han aparecido en esta entrada- para luchar contra las brujas: “Por aquí se decía que, en Miranda de Ebro, había un convento de frailes que daban unas cartillas que con ellas alejaban a los espíritus, y que con ellas las brujas no entraban en casa. Yo no lo he visto nunca”. Podríamos decir que una clara muestra de la efectividad de esas cartillas era que no se hallaba a las brujas.
 
En Munilla y en Huidobro corrían historias sobre brujas molestando al ganado: “Brujas, sí… A lo mejor dejabas las conchas de las patatas en el cesto, ibas y no las encontrabas en el cesto, estaban tiradas por la casa. Una hermana mía dice que una vez bajó a echar de comer a los cerdos, y aquellos cerdos no se movían, [se quedaban] quietos, y había estado una señora allí, y se conoce que aquella señora que les hipnotizó. Fueron ande ella, y la dijeron:
-Oye, ¿qué les has hecho a los cerdos míos?
-Vete, vete a casa, que cuando vayas ya están bien.- le respondieron”.
 
En las casas de Huidobro todas las noches había que cerrar el agujero de los gatos para que no entraran las brujas. “Las brujas entraban por las noches y hacían muchas cosas: berrar (berrear) a los bueyes en casa, y muchas cosas malas. Berraban en la cuadra, y es porque había entrado por el agujero de los gatos. Por ahí se metían y hacían alborotar a los bueyes”.


Además del “mal de ojo” el repertorio de armas de las brujas contenía maldiciones; operaciones mágicas con ropa, cabellos, dientes, sangre menstrual de la persona a la que pretenden embrujar; vudú sobre muñecos de cera… O una carta de baraja como contaban en Menamayor: “Los de Santecilla decían que era bruja. Una vez subió [una mujer] a la casa, y que se asomaba a la ventana, y no sé qué le dijo la bruja. Y le dijo:
-Pues esto me lo vas a pagar.
O algo así. Y total, que aquella señora, de repente, se quedó imposibilitada. Años pasaron de aquello, y la mujer siguió sin poderse mover, y una vez los hijos bajaron a sembrar patatas, y bajaron un carro de basura, y bajaron a aquella mujer, para que iría picando las patatas, y en el carro de la basura apareció una carta. Total, que, extrañados por la aparición de la carta:
-¡Esta puta carta!
La rompió y la hizo pedazos la mujer que estaba picando las patatas, y desde entonces la mujer se levantó y se puso bien”.
 
Los citados eran actos dañinos que se realizaban, supuestamente, durante la noche y, a veces, en cruces de caminos. Un relato recogido en Villamartín de Sotoscueva contaba una historia que le dijo su abuelo “que iban a un pueblo, y que el burro, que nada, y que no andaba, y que no andaba, y que no le podían hacer andar, y que eran las brujas. Que apareció una cabrita despellejada entera, viva. Yo eso lo he oído en Villamartín. Y que había brujas, eso decían”. Pero, no solo eso, sino que se acusaba a las brujas de causar tormentas, sequías, destrucción de cosechas, epidemias y catástrofes naturales; del robo de imágenes, sacrilegios; y de todo tipo de crímenes.
 
Otra de las facetas más importantes de las prácticas hechiceriles era la erótico- sexual. Podían inducir el enamoramiento o el rechazo de una persona hacia otra. Y, no nos olvidemos, de tener el don de la videncia y adivinación del pasado y del futuro.

 
Las casas también podían estar embrujadas como, parece ser, le ocurría a una casa de Irús en el Valle de Mena: “En Ordejón de Mena dice [n] que por la noche se oían golpes y cosas raras. Lo decían que [pasaba] en una casa de Ordejón”.
 
En la Hispania medieval, la represión de la brujería fue tan histérica como en el centro de Europa. En el fuero de Cuenca se ordenaba que "la muger que fuese ervolera o fechicera, quémenla o sálvese con fierro". En el Reino de Castilla se declaró en 1370 herejes a los adivinos y a quienes los consultaban, y en 1414 se promulgaron leyes muy estrictas de represión de la brujería, pero su aplicación fue muy laxa e irregular. Por su parte la Santa Inquisición peninsular no se mostró excesivamente beligerante en estos casos. Se fijaban más en eliminar las diversas formas de heterodoxia (el criptojudaísmo, el erasmismo, el jansenismo o el protestantismo).
 
Pero si hasta 1582, la Inquisición no puso reparos a que las universidades impartiesen astrología y nigromancia como asignaturas formales. Y el inquisidor y canónigo Pedro Sánchez Ciruelo (1475-1560), autor de la “Reprobación de las supersticiones y hechicerías” (1539), defendió que los vuelos nocturnos de las brujas podían ser reales o una ilusión provocada por el diablo, y que los delitos de brujería debían ser juzgados por la justicia secular en vez de por la religiosa, porque no eran formalmente heréticos. Francisco de Rojas, en “La Celestina”, daba una visión cotidiana y no exenta de humanidad y hasta de simpatía de la hechicera protagonista de la obra.


A partir de 1600, además, la Inquisición asumió la jurisdicción sobre todas las modalidades y personas acusadas de hechicería, e impuso penas por lo general menos duras que las que aplicaban los tribunales seculares. No faltaron, de todas maneras, algunos excesos. La primera supuesta bruja ejecutada por la Inquisición española se llamaba Gracia la Valle, y fue condenada a la hoguera en Zaragoza en 1498 pero, a partir de 1611, no se ejecutó a ninguna otra persona en los reinos de las Españas por delitos de brujería.
 
Curiosamente, el propio aislacionismo de la Inquisición y, en general, de la cultura y de la tradición españolas hizo que, cuando en la Europa de finales del XVII y del XVIII comenzó el rápido eclipse de las obsesiones y de los procesos por brujería, en España se mantuviera su represión, al menos formalmente, hasta la definitiva abolición de la Inquisición en 1834. Ello acaso se justifica en el hecho de que la progresiva desaparición de procesos contra moriscos y judíos permitió a los inquisidores concentrar más esfuerzos en la represión de la magia.
 

Pero no perseguidas legal o religiosamente no implica la desaparición de la creencia en la acción maléfica de brujas y hechiceras que sigue viva en amplios sectores de la población, especialmente de la que vive en áreas rurales y entre la que posee un escaso nivel de instrucción. Lo cual no entiendo con el esfuerzo que dedican los “mass media” en presentarnos una cara muy amable de las brujas. El periódico “El País” dice sobre ellas que “Han sido históricamente malvadas, pero en realidad solo se resistían a obedecer. La imagen que una sociedad tiene de sus hechiceras dice mucho de cómo esa sociedad percibe a la mujer”. Parece más una readaptación de un personaje vector de negatividad medieval en un icono positivo, protofeminista y luchador contra el heteropatriarcado de la cultura de masas… ¡Pero si hasta los piratas –los piratas- son héroes infantiles cómo no vamos a hacer de las hechiceras “mujeres no sometidas a una serie de cánones estéticos y roles pragmáticos”!
 
 
Bibliografía:
 
“Héroes, santos, moros y brujas”. José Manuel Pedrosa, César Javier Palacios, Elías Rubio Marcos.
Periódico “El País”.
Revista “Fotogramas”.
 

2 comentarios:

  1. ¡Gran artículo!
    Muchas gracias.
    De la zona norte burgalesa, que yo sepa, el tema de las brujas se centra en Cernégula como centro de aquelarres. Me suena que incluso en la vecina Cantabria algún dicho popular alude a dicho pueblo como zona de brujas o brujería.
    Los expertos lo sabrán mejor, pero la figura de brujos y brujas quizá tenga que ver con una tradición céltica anterior al cristianismo en Europa.
    Respecto a "El País", ni caso. Se dedican más a manipular que a informar y trabajan para desvirtuar todo lo que sea o suene como tradicional o autóctono.
    En este artículo, además, ha resultado muy interesante la inicial taxonomía de los tipos de brujas... ¡Enhorabuena y a seguir así! :)

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