Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 15 de mayo de 2022

Derecho y guerra. ¡Vaya coyunda! (Primera sesión, parte dos)

 

Dejábamos este proceso judicial en plena guerra cuando se producía el receso para comer. Ciertamente todo esto resulta irónico cuando la gente estaba ya dándose “matarile” por montes, pueblos y ciudades pero la Justicia tiene plazos diferentes al resto. Volvamos al tema.

Quisicedo
 
A las cuatro y cuarto volvió a constituirse la Sala, de la misma forma que lo estuvo durante la mañana. Se continuó la declaración de los procesados:
 
JOSE ZORRILLA ECHEVARRÍA. De casi dieciocho años de edad y labrador. Procesado por los incidentes del día 25 de julio de 1936. Y defendido por Arturo Casanueva. A preguntas del fiscal dijo que él fue obligado, que si disparó contra las fuerzas leales lo hizo presionado por el cabo de la Guardia civil que mandaba la expedición. Al pretender huir en la camioneta, los guardias no estaban en ella, pero que al ponerse en marcha el vehículo, subió Valerio, para huir con los demás. Añadió, contestando al defensor Leandro Mateo, que el corneta de Espinosa y los cabos de Espinosa y de Quisicedo, organizaron la expedición. A preguntas del jurado Vicente Solar, dijo que él jamás había empuñado un fusil y que tan sólo le fue dada una ligerísima instrucción momentos antes de comenzar el tiroteo contra las fuerzas del Gobierno.
 
EDUARDO CANO RIAÑO. Era un muchacho natural del Valle de Ruesga en Cantabria, nacido el 15 de noviembre de 1915. Era hijo de Francisco Cano Galán y Paz Riaño Cano, maestra. Vivía en Quintanilla de los Prados donde era maestra su madre. A preguntas del Ministerio público negó haber pertenecido a las Juventudes Católicas. Pero otro resumen de prensa dijo que Eduardo respondió afirmativamente. Manifestó que fue a Espinosa a pasar el día de Santiago (25 de julio) con unos familiares, y que allí la Guardia civil le obligó a subir a la camioneta. Dentro viajaban elementos de Acción Popular y varios números de la Guardia civil y, agrega, que quien les enseñó el manejo del fusil fue un corneta de la benemérita. En la acción guerrera, se desplegó en guerrilla con los demás haciendo uso de las armas.


DIONISIO CHAPARRO ISLA. De diecinueve años en aquel momento, soltero, natural de Villasante y de profesión chófer. Vecino de Quintanilla Sopeña. A las preguntas del presidente confirmó su anterior procesamiento pero que fue absuelto de haber dado vivas al fascio. Creía que su detención fue porque su padre era de derechas, pero negó ser fascista. Manifestó que el día 21 de julio de 1936, encontrándose en casa de un vecino, le detuvieron y que estaba desarmado. Afirmó no conocer a José María Pereda.
 
MANUEL LOMANA RUÍZ. Defendido por Adolfo Mazarrasa. Nacido en 1911, soltero, natural de Mijangos, vecino de Bercedo, auxiliar de caminero. Confirmó al fiscal que él fue quien informó al capataz de Obras Públicas de existir en la carretera varios agujeros. Y negó que fueran obra suya. Escuchó el tiroteo entre las fuerzas leales al Gobierno y las procedentes de Espinosa de los Monteros. Fue detenido en casa de su patrona, María Cruz López, el día 22 de julio, a la una de la madrugada.
 
DOMINGO VALLEJO COBO, 29 años en 1936, soltero, natural de Espinosa de los Monteros, labrador. Dijo que en la camioneta viajaban varios guardias civiles y treinta y tantos paisanos. Que el arma se lo dieron cuando subió a la camioneta. Aseguró que quien dio la orden de disparar contra las fuerzas de Villarías fue el cabo de la Guardia civil. A las preguntas de la defensa, entiendo que Arturo Casanueva, declaró no pertenecer a agrupación o partido político alguno. Que “no conoce a José María Pereda como jefe de los falangistas de Espinosa, ni recibió órdenes, ni vio que se las diera a nadie el guardia Mauricio”. El presidente preguntó: “¿Hay muchos mozos de su edad en él pueblo?” Domingo contestó que unos doscientos o trescientos. “Y, ¿cómo no se llevarán más que a ustedes?” Respondió que no lo sabía.


ANTONIO SAINZ DE LA MAZA CHAVEZ, nacido en 1912, soltero, de Espinosa de los Monteros, labrador y aspirante a Guardia civil. En su declaración dijo que el día 24 de julio le requirió el cabo del puesto de Espinosa, para que se incorporase al cuartel como otros mozos que tenían solicitado el ingreso en el Instituto Armado. A preguntas del fiscal dijo que escuchó que el alcalde, afiliado a Izquierda Republicana, y otros elementos de izquierdas habían huido del pueblo. Afirmó que quien mandó la expedición facciosa, que hizo frente a la columna leal, fue el cabo de la Guardia civil. No supo de quién partió la orden de fuego, pero que él disparó voluntariamente para asegurar su defensa. A preguntas del jurado Cipriano López Monar dijo que “se presentó en el cuartel el día 24 por la noche pero que el arma le fue entregada en el ayuntamiento”. Como la declaración prestada en la vista, difería de la expuesta con anterioridad en el de sumario, el presidente del Tribunal le obligó a confirma si era su firma la que aparecía en el sumario. Lo era, pero el acusado incurrió en contradicciones en su declaración.
 
JOSÉ LÓPEZ MARTÍNEZ. De dieciséis años en 1936, soltero, natural de Espinosa de los Monteros. En su declaración dijo que él viajó en la segunda camioneta, en cuyo interior y al momento de subir a ella le fue entregado el fusil por uno de los guardias civiles, que supuso pertenecían a la plantilla de Burgos. Negó haber disparado, ni que sea fascista, ni pertenece a la juventud católica. Le obligó a subir al vehículo un guardia de barba cerrada. Negó que le hubiesen torturado y confirmó que salieron de Espinosa al mando de dos cabos de la Guardia Civil.

 
JESUS DE LA FUENTE VILLAMAÑAL. De 18 años, natural de La Espina (León), vecino de Sotoscueva (Burgos), en 1936 era auxiliar de Farmacia. Contó que el día de Santiago, mientras hablaba con unas chicas, pasaron unos cuantos en un coche saludando a estilo fascista y le obligaron a ir a con ellos a Espinosa de los Monteros. En el camión donde él viajó iban dos guardias civiles. Le obligaron a subir a la camioneta pero antes le dieron un fusil. Allí le enseñaron el manejo del arma. Dijo que había siete u ocho individuos, venidos de Burgos, que vestían camisas pardas considerando a alguno de ellos como jefes pues eran ellos los que daban las órdenes a los guardias y al chofer. No reconoce a ninguno de los vestidos de pardo entre los procesados. Este vestir de pardo podría recordarnos al uniforme de la milicia JAP. Por ello, entiendo, la insistencia en preguntar por esta organización a los procesados.
 
JOSE MARIA PEREDA y HELGUERA. En la prensa del momento aparece como Helguero. De 56 años, soltero, natural de Madrid, profesor mercantil. Era hijo de José Pereda y María Helguera. Negó haber celebrado o asistido a reuniones fascistas ni haber sido jefe ni dio dinero a los fascistas. Refiriéndose a la concentración derechista de Medina del Campo, aseguró que sólo dio “una exigua cantidad de dinero a una persona para que se trasladara a dicha concentración, ya que quien deseaba tomar parte en la misma carecía de recursos”. Negó hubiese pertenecido jamás a partido político alguno. Acompañó al diputado de derechas –y médico- Manuel Bermejillo Martínez en la campaña electoral de febrero de 1936, pero lo hizo tan sólo por vínculos de amistad. Afirma no haber tenido nunca amistad con el doctor Albiñana -José María Albiñana Sanz, líder del Partido Nacionalista Español-. Explicó que cuando tuvo noticias del suceso ocurrido en Quintanilla Sopeña el 21 de julio y, el día 25, vio llegar gentes de Burgos armadas, deseó alejarse de Las Merindades para trasladarse a Amurrio porque allí tenía parientes. Dijo que fue detenido en el Crucero de Villasante, sin que llevase arma alguna, ni documento que no fuese su cédula personal. Añadió que al llegar detenido a Bercedo, oyó los tiros.

 
AURELIO RUIZ ZORRILLA. De 24 años, soltero, ebanista. Manifestó que el fusil se lo entregaron en el domicilio social de Acción Popular, en Burgos. Insistió en que fue reclutado por la fuerza, los jefes le dijeron que no se trataba de combatir en el frente, sino de hacer un reconocimiento hasta Villarcayo. Sumó unos veintiocho paisanos y dos guardias civiles en el grupo. Informa que en el camino recogieron a un chico de Espinosa. El Fiscal le pregunto: “¿Y cómo 25 hombres armados se dejaron manejar por dos guardias civiles?” a lo que respondió Aurelio que porque iban con otros hombres también armados. El defensor Leandro Mateo preguntó si en Burgos había una gran organización y si fue el guardia Valerio el que levantó el pañuelo para entregarse a lo que respondió afirmativamente. El jurado Eleofredo García preguntó “¿Cómo estaban vestidos los jefes fascistas?” Vestidos de color garbanzo, dijo Aurelio.
 
EMILIANO DIEGO FERNANDEZ. De 23 años, soltero, labrador. Dijo que iba a Espinosa el día de Santiago para visitar a su familia y que al llegar allí le obligaron a engrosar las líneas facciosas. A otras preguntas, dijo que él no es fascista, pero que simpatiza con los partidos derechistas. (Casi un rasgo de integridad suicida).
 
AMARANTO VELASCO PINEDO. Estuvo en la acción de la casa de Consuelo del día 21 de julio. Le cogieron en Trespaderne y le llevaron a Burgos, desde donde le trajeron a Bercedo. Estuvo en la acción de aquel pueblo y luego se refugió en la casa. Afirmó que le amenazaron para que disparase y que siempre que lo hizo, fue al aire. Curioso para alguien que en 1955 tenía licencia de armas de caza.


DESIDERIO LUIS CAMPILLO. Le requisaron su camioneta y le llevaron al frente de Espinosa unos guardias civiles y algunos jefes civiles que iban con ellos. Cuando se entregaron ante la columna Villarías, los que iban con él desaparecieron.
 
TOMÁS GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, de veintiún años, soltero y chofer. Era propietario de una camioneta y estaba al servicio de un tal Juan Gómez. Le requisaron la camioneta y le llevaron a Burgos, desde donde fue a Espinosa obligado por un jefe de la expedición de coches. A preguntas del fiscal, dijo que no pertenecía a ningún partido político de derechas. Vio cómo era herido el corneta y detener a un guardia y tres civiles.
 
JUAN SANTAMARIA PANIAGUA, de 23 años, tallista. Contó al fiscal que estaba en un asilo y que fueron a buscarle, dándole el fusil en Burgos, en el Centro de Acción Popular de la que era afiliado. Salió el 25 de julio para Espinosa, al mando de dos hombres, llamados Salgado y Sedano, que iban de paisano. Cuando montó en la camioneta fue detenido. Hizo cinco disiparos sin ver al enemigo.
 
HILARIO PALACIO SAEZ, de 19 años, de Burgos. Era tipógrafo y contestó al fiscal que la expedición que salió de Burgos estaba organizada militarmente. Iba con el botiquín, y le detuvieron en la camioneta, a la vez que a uno de los guardias civiles que estaba en el banquillo.
 
BALBINO GONZÁLEZ GONZÁLEZ, de diecisiete años, labrador. Contó que fue a Espinosa de los Monteros porque era día de fiesta. Allí el corneta le dio un fusil y le obligó a subir a una camioneta. Niega que disparase a las tropas del gobierno. “Me escondí detrás de una pared y me detuvieron con el fusil en la mano”
 
ROSENDO GONZÁLEZ LÓPEZ, de veinticinco años. Contó que “estaba en un café y el cabo de la Guardia civil me obligó a ir con él a Los Tornos”. Que al mando estaban los cabos y el guardia civil Mauricio Sanz. Fue detenido, el día 25 de julio, en la carretera, donde estaba escondido.

Espinosa de los Monteros
 
CONSUELO ISLA CÉSPEDES, de cincuenta y un años, de Quintanilla Sopeña, dueña del chalet donde se escondieron los sediciosos el día 21 de julio de 1936. Abrió la puerta para curar a un herido que iba desangrándose. Dejó la puerta abierta y allí se metieron algunos de los que huían. Sintió el tiroteo por las cuatro esquinas de la casa, y vio cómo entraban los milicianos, sin que supiera que primero habían entrado los rebeldes. El fiscal preguntó: “¿Cómo se opuso usted a que entraran las fuerzas del Gobierno?” ella respondió que “cuando cesó el tiroteo abrí la puerta al señor Villarías y dije que de los otros no sabía si estaban dentro o habían salido. No vi si disparaban desde dentro de mi casa, porque estaba en la parte de abajo”. Tampoco sintió disparos dentro del chalet cuando entró el señor Villarías.
 
BERNARDA RUIZ LÓPEZ, de cincuenta y siete años, del pueblo de Bercedo. El fiscal le preguntó: “¿No indicó usted a los rebeldes que fueran por determinado sitio para coger por la espalda a las fuerzas del Gobierno?” “No, señor,”-respondió- “Es un “invento” que se ha hecho contra mí. Yo oí los tiros que se hacían en la tejera de Bercedo y me refugié en mi casa”. Prosiguió el fiscal: “¿No recuerda usted quién le dijo que Nazario había pasado un susto tremendo al oír los tiros?” Bernarda respondió: “Creo que fue su mujer”. Fiscal: “¿Y a eso sólo fue la mujer de Nazario a su casa por la noche”? Bernarda: “A eso sólo”
-¿Simpatiza usted con las derechas?
-Sí, señor.
-Entonces, a quién tenía usted más miedo, ¿a los leales o a los rebeldes?
-A los tiros solamente.
 
PEDRO SAIZ DE LA MAZA. Procesado por los incidentes del día 25 de julio. Quedó lesionado en un pie y, por ello, el presidente le ordenó tomar asiento en una silla. Dijo que el día de Santiago le entregaron un fusil en Espinosa y le subieron al Ayuntamiento, donde le dieron de comer. “Si no cogía el fusil me pegaban un tiro, y marché con los de Espinosa en la camioneta”. Conocía poco al guardia Valerio, y dijo que la orden de echar pie a tierra la dio el corneta, que resultó muerto. Él no disparó y que le dijeron que había que proteger la vía del ferrocarril de La Robla contra una columna del Gobierno mientras se arreglaban algunos tramos. Y que no quería ir con ellos.


PEDRO RUIZ BEATO, tomó parte el día 21 en la acción de Quintanilla Sopeña, marchando allí desde Burgos, en cuyo Gobierno civil estuvo haciendo guardia hasta la noche del día 19 de julio. Se sintió herido a los primeros tiros, y se refugió en el chalet de Consuelo, donde llegaron luego las fuerzas de Villarías. Se entregó a los milicianos una media hora después de ser herido. Preguntado por el jurado Manuel Prieto Ruiz, dijo qué vio entrar en el chalet a cinco hombres armados de los suyos, a los que Consuelo no pudo ver por estar en la cocina.
 
PEDRO VALLEJO CHAVES, de dieciocho años, labrador. Salió de Espinosa el día 25 de julio en la camioneta con un fusil que le dieron en el Ayuntamiento. Manifestó que todo lo hizo obligado y que no disparó. Le hicieron prisionero, y como iba herido en la nariz, llevaba casi tapados los ojos y no vio a nadie.
 
En este momento hubo un receso de diez minutos en el juicio. Para continuar con las declaraciones de los restantes acusados.
 
NAZARIO VARONA GARCIA, casado, de cuarenta y cuatro años, también labrador. No sabía nada de nada. El día de Santiago estaba en unas praderas, segando cebada, con su mujer y sus hijos. Desde lejos, un conocido del pueblo, apellidado Sánchez López, le gritó que había tiros, estando a unos cien metros de él. Dijo Nazario que Sánchez López disparó luego un cohete. Indicó que apenas conocía a la señora Bernarda. Que quien la conocía era su mujer. A preguntas del fiscal, alegó que su familia, al oír los primeros disparos, se escondió en una alcantarilla del ferrocarril. Negó que hubiera montado a caballo para llevar muchachos al frente. La defensa le preguntó si conocía a Ángela López. Contestó que no. Todo claro, pero en el resumen de prensa de otro periódico cuentan que: “se hallaba en una finca de su propiedad cuando le dijo un soldado que iba a haber tiros, lo que le hizo buscar a sus hijos pequeños, para llevárselos a su casa. Dejó el ganado en el campo y dijo a su mujer que había pasado mucho miedo”. Refleja este segundo noticiero que respondió al fiscal que no indicó a los fascistas dónde se encontraban los leales y que no había vuelto a hablar con Bernarda hasta que los llevaron detenidos a Ramales.

 
VALERIO GÓMEZ SANTAOLALLA, Nacido en Fuentecén (Burgos) era hijo de Maximino Gómez y Brígida Santaolalla. Treinta y cinco años. Guardia civil destinado en Quisicedo, soltero según la prensa, pero otras fuentes lo definen como casado. Procesado por el incidente del día de Santiago. Reflejamos el interrogatorio:
 
Fiscal: -¿Tuvo Conocimiento del movimiento faccioso?
-De Burgos; sí, señor.
-¿No ha prestado juramento de fidelidad a la República?
-Sí, señor.
-Y ¿cómo tomó parte en la acción contra las fuerzas leales al Gobierno?
-Porque nos lo mandó el cabo, que traía instrucciones.
-¿Usted no sospechó, al ir en la camioneta, que allí ocurría algo anormal?
-Lo sospeché, sí, señor.
-Y ¿cómo se desplegaron en guerrilla?
-Porque no creímos que había que hacer fuego.
-¿Eran ustedes Leales a La República?
-Hasta el día 23, sí, señor.
-¿Y usted no sabe que podía ir en contra de las órdenes quo le daba su superior?
-Sí, señor. Pero no me podía oponer a lo que me decía mi superior.
-En el caso de rebelión contra el Gobierno debió usted no acata esas órdenes.
-Yo no lo sabía...
-¿Sabía usted que la columna que luchaba contra ustedes era del Gobierno?
-No, señor. Yo no oí las balas; pero al darme cuenta de ello saqué el pañuelo, para entregarme. (La rendición de la camioneta)
-¿No se enteraron de lo ocurrido en (Quintanilla) Sopeña?
-No, señor.
-¿Hacían ustedes guardia por la noche, acompañados de paisanos?
-Sí, señor. Cuatro guardias.
 
Contestando al defensor Leandro Mateo, dice que hasta el día 27 no se había enterado que había focos de rebelión en distintos puntos de España.
 
-¿Usted ha sido siempre liberal?
-Sí, señor. Me gustaba más ser amigo de los de izquierda que de los de derecha.
 
Habló de la llegada de la camioneta de Burgos, y afirmó que los que llegaron se entendieron directamente con el cabo. Luego cuando confirmó que las tropas ante las que se enfrentaban eran las del gobierno, se entregó con el fusil y las municiones. Indicó que fue el cabo quien mandaba, no poniéndose él en comunicación con persona alguna.
 
-¿Tienen ustedes qué cumplir ciegamente las órdenes de sus superiores?
-Sí, señor.
-¿Si hubiera usted podido pasarse a las fuerzas del Gobierno, lo hubiera hecho?
-Sí, señor.
-¿Huyeron los cabos?
-Sí, señor.

El jurado Cipriano López Monar preguntó si conocía bien el reglamento del Cuerpo, y si sabía que cuando un jefe se declara en rebeldía no hay que obedecerle. El procesado contestó que así es, pero que no lo sabía.
 
-¿A pesar de que la primera autoridad municipal había sido depuesta?
-A pesar de eso.
 
Pregunta el Presidente si Mauricio llegó a Espinosa antes de los sucesos.

-Llegó cinco días antes.
-¿Fueron ustedes en la camioneta con los paisanos?
-Sí, señor.
-¿Dónde montaron?
-En el Ayuntamiento. Fuimos seis guardias y dos cabos.
-¿Fueron las dos camionetas al mismo tiempo?
-Sí, señor.
-¿Se desplegaron en guerrilla?
-Yo me fui con otro y nos detuvimos en una portilla de un prado para echar un cigarro. Después oímos los tiros.
-Entonces, ¿usted no intervino en nada?
-No señor.


A preguntas concretas del defensor, Leandro Mateo, responde que el día 25 llegó a Burgos una camioneta con gente desconocida y que con esta camioneta venia un coche particular. Al hablar de los guardias civiles que eran sus compañeros de puesto dio algunos nombres: Carbolleda, Villarreal, Germán, Carmelo Hernando, Jesús Fernández Gómez y el corneta Escudero. Seis guardias y dos cabos, contando a los dos guardias procesados.
 
MAURICIO SÁNZ Y SÁNZ. Nació en Aldea del Pinar (Burgos). Tenía 28 años en 1936. Era hijo de Tomás Sanz y Benita Sanz casado, guardia civil que estaba en Soria en casa de sus padres cuando se inició la lucha civil. Dijo que en su pueblo no había aparatos de “radio”, o, que, si los había, él no los conocía. Llegó a Espinosa de los Monteros el día 18 de julio por la noche con su esposa.
 
Fiscal: ¿No pertenecía usted a Quisicedo?
-Sí, señor. Pero al llegar a Espinosa, el cabo me dijo que me quedase allí como concentrado.
-¿No sabía usted nada del movimiento subversivo?
-Hasta el día 23 o 24, no, señor.
-¿Quién le ordenó subir a la camioneta con los paisanos?
-El cabo. Me dio la orden por un compañero, cuando estaba echando la siesta, y subí a la camioneta.
-¿Iban paisanos armados?
-Sí, señor.
-¿Quién buscaba a los paisanos?
-El cabo, que les daba las armas.
-¿A todos los que armaban eran de tipo fascista?
-No lo sé. No conocía bien el pueblo.
-Cuando se realizó la acción militar, ¿qué hizo usted?
-Me quedé solo. Sospeché algo al ver a los paisanos armados, pero el cabo no nos dijo nada.
-¿Usted fue con los paisanos?
-No, señor. Me quedé en la carretera.
 
El defensor, Arturo Casanueva, le pregunta qué día se casó, y contesta que el día 19 de julio. Lo que, si son perspicaces, choca con lo arriba declarado que refiere a su llegada a Espinosa de los Monteros el día 18 de julio con su esposa. Dijo que estaba en un puesto de la provincia de Soria y de allí le trasladaron a Quisicedo, donde estuvo prestando servicio ocho días. Al llegar a Espinosa, terminado el permiso, le dijo el cabo que se quedase allí. Añadió que no conoce nada de política y que no realizó ninguna detención. Insistió que no es posible a los guardias desobedecer las órdenes de un superior.
 
-¿Hizo usted fuego?
-No, Señor.
-Sabiéndolo, ¿hubiera usted luchado contra el Gobierno?
-No, señor.
-Cuando usted se dio cuenta de que las fuerzas contrarias eran del Gobierno, ¿se entregó?
-Inmediatamente.
 
El Jurado Cipriano López Monar preguntó: ¿Estaban armados todos los paisanos?
-No, señor.
El presidente: ¿No disparó usted?
-No, señor.
-¿Cada uno se fue por donde quiso?
-Sí, señor. Y el Cabo huyó.
 
Y con este interrogatorio el presidente suspendió el juicio hasta la mañana siguiente, día 8 de octubre de 1936.
 

 
 
Bibliografía:
 
Real Academia Nacional de Medicina de España.
 
Periódico “La voz de Cantabria”.
Periódico “El Cantábrico”.
“La radio en la segunda república española: sociedad y publicidad”. Ana Sebastián Morillas.
Código de Justicia Militar Español de 1890.
“La República sitiada: Trece meses de Guerra Civil en Cantabria”. Miguel Ángel Solla Gutiérrez.
Blog de Iñaki Anasagasti.
Blog “medallas e insignias de la guerra civil, postguerra y franquismo”.
“República, Guerra Civil y Postguerra en Espinosa de los Monteros y merindades de Montija, Sotoscueva y Valdeporres (1931-1950)”. Fernando Obregón Goyarrola.
Blog “Merindades en la Memoria”.
“uniformes de la Guardia Civil”. Delfín Salas.
 
 
 
Anejos:
 
Manuel Bermejillo Martínez, (28/04/1897-21/7/1977). Nacido y muerto en Madrid, hizo la carrera de medicina en la Universidad de su ciudad y obtuvo el Premio Extraordinario de doctorado. Ganó la cátedra de Patología de la facultad de Medicina de esa universidad. También fue durante muchos años director del Instituto de Higiene y Seguridad en el Trabajo. Fue diputado a Cortes en 1936 por la CEDA. Doctor en Medicina y Cirugía con Premio Extraordinario (1925). Diputado por Burgos (1931). Subsecretario de Sanidad y Previsión Social. Director del Hospital de San Francisco Javier (Burgos). Catedrático, por oposición, de Patología General de la Facultad de Medicina de Madrid (1943). Director del Instituto y Escuela de Medicina y Seguridad del Trabajo. Vicepresidente del Tribunal Central de Medicina del Trabajo. Director del Hospital de San Francisco de Asís y de su Escuela de Enfermeras. Vocal Consejero del Patronato "Santiago Ramón y Cajal" del CSIC. Presidente de la Asociación de la Prensa Médica Española y cofundador de la revista "Medicina". Director de la Academia Médico-Quirúrgica Española. Presidente del Consejo de Administración de Previsión Sanitaria Nacional, del Patronato de Médicos y del de Protección a la Mujer y del Consejo General de Colegios Médicos de España. Primer Presidente de la Federación de Hermandades Médico-Farmacéuticas de los Santos Cosme y Damián y fundador de su Academia Deontológica (Madrid). Medalla de la Campaña. Medalla de Oro de la Cruz Roja. Cruz de Alfonso X el Sabio. Gran Cruz de Sanidad. Medallas de Oro de la Previsión y del Mérito al Trabajo. Destacan sus publicaciones "Muerte por quemaduras", "Alteraciones gástricas de origen ovárico", "Vacunoterapia de la tos ferina", "Fisiología y fisiopatología de la circulación pulmonar", etc. Ocupó la Medalla Nº 7 de la Real Academia Nacional de Medicina y fue su Presidente (1970-77).

Manuel Bermejillo Martínez
 
 
José María Albiñana Sanz. Nació el 13 de octubre de 1883 en la localidad valenciana de Enguera. Durante su época de alumno de Medicina en la Universidad de Valencia fue un destacado cabecilla estudiantil. Promotor del asociacionismo entre los estudiantes, fue uno de los impulsores de la Unión Escolar de Valencia, constituida en 1903, sociedad de la que fue secretario y luego presidente. Licenciado en medicina, entró en la actividad política animado por Francisco Moliner Nicolás y presidiendo la Juventud Liberal-Democrática de Valencia. Fue académico de número de la Real Academia Nacional de Medicina donde fue premiado por su obra “Concepto actual de la Filosofía médica y su valor en el desarrollo de la Medicina”.
 
Fue fundador del periódico “La Sanidad Civil” que reivindica los derechos de los profesionales de la medicina y pretende conseguir para ellos una paga estatal. En 1920 oposita sin éxito a la cátedra de Historia de la medicina de la Universidad Central. Al considerar injusto el resultado, se aparta de la vida universitaria. Pero no le apartó de la publicación de numerosas obras relacionadas con la ciencia.

 
Se trasladará a Mexico donde establece su clínica. Esta nueva vida le permite conocer la realidad hispanoamericana, desarrollando su sentido de la hispanidad que se tradujo en varios trabajos y conferencias. Este país norteamericano vive una política peligrosa y sangrienta que terminará con la expulsión del doctor Albiñana al intentar participar de aquella. Fue el fundador del Partido Nacionalista Español en la primavera de 1930.
 
Durante la II República fue detenido tras emitir, en marzo de 1932, un discurso contrario al gobierno republicano en el que ofrecía a sus paramilitares, los “Legionarios de España”, para defender a la patria de los “lobos revolucionarios” y tras enviar un mensaje en el que atacaba al ministro de la Gobernación. Participo en el intento de golpe de Estado de la Sanjurjada y fue recluido en Las Hurdes, primero en la alquería de Martilandrán, para poco después ser trasladado a Nuñomoral, donde estuvo confinado diez meses. Fue elegido diputado por Burgos en las elecciones generales de 1933 y nuevamente en las elecciones de 1936.
 
Durante estos años recorre la provincia de Burgos y consigue el afecto de ciertas capas de la población atendiendo a cuestiones prácticas, intentando resolver necesidades reales de sus vecindarios: Rectificación legal del funcionamiento de la Compañía de Aguas de Burgos, instalación de teléfono en Villarcayo y Medina de Pomar, creación del aeropuerto de Burgos, consiguiendo importantes subvenciones, etc. Sus numerosas intervenciones en las Cortes se centraban tanto en los problemas específicos de su circunscripción (como son carreteras, teléfonos, mercado triguero, sanidad, etc.) como en sus ataques a Azaña y al catalanismo.
 
En 1934 aceptó la jefatura de José Calvo Sotelo en el Bloque Nacional, al que se adhirió el Partido Nacionalista Español. El ideario antirrepublicano de Albiñana fue con frecuencia acompañado de un visceral antisemitismo, con los habituales tópicos de raza, Imperio, antijudaísmo o antimasonería.
 
En los inicios del Golpe de Estado contra la República, julio de 1936, Albiñana optó por refugiarse en el Congreso. Dormía en una habitación contigua al botiquín, y se hacía llevar la comida desde un bar próximo. Hacia el 28 de julio se presentó en la cámara el vicepresidente, Luis Fernández Clérigo, quien en nombre del presidente Diego Martínez Barrio le exigió que abandonara el edificio porque temía que el Congreso fuera asaltado por las turbas. Fue detenido por las autoridades republicanas y encarcelado. El 22 de agosto de 1936, sin embargo, la turba descontrolada asaltó la Cárcel Modelo. Un numeroso grupo de milicianos anarquistas comenzó a fusilar a algunos de los detenidos en la prisión, entre los que se encontraban el propio Albiñana y otros como el falangista Ruiz de Alda o el republicano liberal Melquíades Álvarez.

Doctor Albiñana
 
Una vez que triunfó el bando sublevado y acabada la guerra, se le dedicaron calles en localidades varias, sobre todo valencianas y burgalesas.

 

1 comentario:

  1. No creo que el Doctor Albiñana sea digno de una calle después de leer íntegro todo esto...

    Gracias por todo Lebato

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