Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


sábado, 23 de febrero de 2013

Juan de Urbina: Ni dónde, ni cuándo.

La presente entrada trata sobre un militar de las guerras de Italia del rey de Aragón Fernando II y su nieto Carlos I. A aquel monarca lo conocemos mejor como Fernando El Católico y a este como Carlos V. El abuelo era digno modelo de “El Príncipe” de Maquiavelo y recurrió a la tropa de Castilla para librarse del dogal que suponían las cortes de los reinos de la Corona de Aragón (Así, a secas, nada de eso de Catalano-aragonesa porque ni los reinos tenían nombre compuesto ni se empiezan los títulos nobiliarios por el menor).

Juan de Urbina nacido en
Berberana (Las Merindades),
según Prudencio de Sandoval.

Para el cronista oficial de la provincia de Burgos en 1980, Fray Valentín de la Cruz y su vehemente verbo, había nacido en Berberana. Puntualizaba que la documentación de la Casa de Berberana lo confirmaba. Respaldaba su decisión, además, con las palabras de Prudencio de Sandoval (1553-1620) quien lo afirmaba, aunque, decía, era una localización más cerca de Orduña o Amurrio (Vizcaya) que del centro de Castilla.

Otros autores simplemente lo presentan como vizcaíno (Retratos de Españoles Ilustres) o alavés. Así Ángel Casimiro de Govantes y Fernández Angulo, en 1802, fijó su nacimiento en el lugar de Urbina de Basabe, en la cuadrilla de Añana. Tal vez lo asoció fruto del uso como apellido de un lugar geográfico que, en muchos casos, coincidía con el lugar de nacimiento del portador o del linaje. Si fuese este segundo caso, no podríamos afirmar con claridad su origen alavés.

De todas formas, los límites geográficos actuales no afectan a las gentes del pasado, por mucho que algunos piensen lo contrario, y Juan de Urbina creció inmerso en la cosmogonía de las zonas viejas de Castilla.


Pero dónde nació no es el único punto oscuro, también cuándo. Fray Valentín lo sitúa hacia el año 1485, Römling en 1490 y Espasa en 1492. La primera es la más ajustada si anotamos las noticias de Sandoval, Zurita o Cadenas, entre otros, que forjan su reputación de valiente soldado durante las campañas napolitanas del Gran Capitán (1502-1503). Y es Sandoval quién nos da una descripción del muchacho: Grande, robusto, de lindo entendimiento, limosnero, liberal, devoto y hombre que nunca juraba, pero su carácter era terrible en la cólera.

En 1506 pasó al servicio del Papa Julio II como alabardero del “Sacro palacio” (Vaticano). En mayo de 1507, para someter Monte-fiascone, pasa a ser alférez de la compañía de Diego García de Paredes. Tiene, Juan, 20 o 21 años de edad y 5 de servicios y adelanta a militares más experimentados o mejor relacionados.

Diego Gª de Paredes

En el verano de 1509, tras la toma de Orán, asentó de nuevo plaza de soldado en la infantería española y partió de Nápoles para otra expedición en Berbería: Bujía, Trípoli y los Gelves. Tras este periplo queda de guarnición en Trípoli, a las órdenes de Jaime de Requesens.

Motín, relevo de Requesens y regresó a Nápoles. Desmovilizado, Juan de Urbina vuelve al servicio del Papa Julio II que preparaba una campaña en la Romaña contra Venecia. Está al mando de una compañía con la que participa en la toma de Mirandola y la retirada de Bolonia, amenazada por un poderoso ejército francés.

Con la primera “Liga Santa” entre la Iglesia, Venecia y Fernando el Católico, Urbina pasa a servir en el ejército del virrey Ramón de Cardona, que le respetó el empleo de capitán de infantería. Al mando de su propia compañía se halló en el infructuoso asedio de Bolonia (Febrero de 1512), levantado ante la llegada de un ejército francés de socorro; así como en la batalla que se dio en las inmediaciones de Rávena, donde Cardona fue derrotado por Gastón de Foix, duque de Nemours. El escuadrón de infantería de Urbina consiguió replegarse en orden, rechazando todas las cargas del enemigo, incluso la última de la caballería, mandada personalmente por el duque de Nemours, que perdió su vida en el empeño.

Aquella acción permitió salvar al virrey y al núcleo del ejército que Cardona lograría rehacer en Nápoles, desde donde partió el 7 de junio. En una rápida campaña logró restablecer la autoridad de los Medici en Florencia y, después, la del duque Maximiliano Sforza en Lombardía.

En 1513 tomó parte en la victoria contra los venecianos en la Motta. Permanece en Lombardía hasta la paz con Francia. Paz rota en 1521, cuando el rey francés invadió Navarra para intentar la restauración de la Casa de Albret (Labrit).

Rodelero Español y Piquero Suizo 1503
Carlos I (o Carlos V) atacó el Milanesado apoyado por tropas suizas y venecianas. Urbina fue fundamental en la ruptura de las defensas francesas en el río Adda al lograr cruzarlo con 30 hombres en una barca y sostener la cabeza de puente en la orilla opuesta hasta que pudo ser apoyado. Hoy lo llamaríamos una acción de comando.

Colonna, el general de Carlos I, tomó por sorpresa Milán, bueno, el castillo no. Pero los franceses terminarían humillados al año siguiente en Bicocca (1522) casi a la vista de la capital lombarda. Y, en estas refriegas Urbina captura a su antiguo jefe, Pedro Navarro. Con ello, en 1523 capitula el castillo de Milán.

Total, otro ejército francés llegaba a Milán ese septiembre de 1523. Durante este asedio, Juan de Urbina, con 600 españoles, condujo una “encamisada” (ataque nocturno) sobre el campamento enemigo, con un muy favorable saldo de bajas. Conociendo la inminente llegada del socorro, los franceses se replegaron.

El 19 de enero de 1524 el virrey Lannoy, con Hernando de Alarcón y Juan de Urbina, asaltaron el cuartel de los franceses en Robecco, masacrando a la mayor parte de la guarnición y capturando su bagaje, armas y caballos; Urbina fue quien tomó el puente que protegía el campamento, en otra acción de comando para impedir la alarma. Gracias a refuerzos venecianos, los franceses son expulsados de la Lombardía.

Italia en época de Carlos V

Ante la tibieza del virrey en una acción donde Urbina fue herido, este reaccionó viscerálmente y acusó al virrey de connivencia con el jefe francés, arguyendo que ambos eran borgoñones, logrando que tanto Hernando de Alarcón, comisario general del ejército, como el duque Carlos de Borbón, Condestable de Francia, que militaba por Carlos I desde comienzos de aquel mismo año, arrancaran del virrey una conducta más enérgica.

Tras diversas refriegas se decidió la invasión de Provenza para favorecer la pretensión del condestable de Borbón de reinstaurar el viejo reino de Arles e Intentar distraer la atención de Francisco I sobre Italia. Mandaban la expedición el Condestable, al mando de 13.000 hombres y el apoyo una escuadra de galeras al mando de Hugo de Moncada. Urbina era de maestre de campo de la infantería española, 2.000 soldados. Llegaron hasta Marsella pero, sabiendo que Francisco I reunía un ejército en Avignon, se levantó el campo. Aquella marcha fue conocida como «la bella retirada» porque en 23 días se retornó cómodamente a Milán.

Y llega la batalla de Pavía. Los franceses la pusieron cerco el 28 de octubre de 1524. Es bien sabido como Francisco I resultaría completamente derrotado al año siguiente ante dicha plaza, aunque Juan de Urbina no se halló en aquella jornada. Había seguido la retirada del ejército hasta San Remo, pero allí se embarcó con licencia hacia Nápoles para matar a su mujer.

Llegamos a lo que más tinta, y sangre, hizo correr en torno a Juan de Urbina. Había transcendido que su mujer se la pegaba con otro en Nápoles, cuestión que zanjó matándola en su propia casa. Y no solo a ella: “con cuantas cosas halló vivas en ella”. ¿A qué otros posibles crímenes puede aludir esta cita de Sandoval? ¿Alcanzaría también su venganza al amante, al personal de servicio y algún posible fruto del matrimonio? Silencio. Solo la indulgencia de los historiadores, poetas y comediógrafos del Siglo de Oro, que lo vieron como legítima reacción al daño en la honra.

Así, Luis Zapata sugiere, en un poema en octavas (Carlo famoso. Valencia, 1566) que tras algún infanticidio estranguló a la esposa con sus propias manos; pero mientras el licenciado Manuel González afirma que quemó su casa con toda su familia dentro (El español Juan de Urbina, o el cerco de Nápoles, 1656), Lope de Vega apunta que los ahogó en el mar, reputando dicha acción como otra de sus hazañas (La contienda de don Diego García de Paredes y el capitán Juan de Urbina, 1600). Aunque la falta de unanimidad hizo sospechar a Restori en una posible tradición infundada del suceso, su ausencia del ejército durante casi dos años invita a creer que Urbina tuviera más de un quebradero de cabeza con la justicia, aunque aparentemente quedara absuelto de los posibles cargos y reforzada su promoción personal con el empleo de maestre de campo de la infantería del Reino de Nápoles.

En septiembre de 1526, derrota a Birago en las montañas del Piamonte. Pero éste logró refugiarse en el castillo de Revello, desde donde organizaría frecuentes ataques contra los imperiales.


Y nueva guerra en Italia al denunciar Francisco I el Tratado de Madrid (1526) que era fruto de su cautiverio. Nuevo asedio a Milán que desmontan para aguardar refuerzos de Francia, y fuerzan la rendición de Cremona. El 2 de enero del año siguiente (1527), el Condestable de Borbón, tras dejar guarnecidas las plazas que controlaba en el Milanesado se dirigió al encuentro de las tropas alemanas de Frundsberg.

Se encuentran tras cruzar el río Trebbia donde el ejército hubo de detenerse más de un mes debido al riguroso invierno, problemas de aprovisionamiento y motines. Ayudó algo las maniobras dilatorias de los florentinos, que intentaron comprar su retirada mediante el compromiso de abonar sus pagas atrasadas. Tales promesas no llegaron a concretarse y, mientras las tropas coaligadas con Francia reforzaban Piacenza, Bolonia y Florencia, en el campo imperial se declararon diversos motines. Primero fueron los alemanes, siempre celosos del cobro puntual de sus pagas. Viéndose incapaz de calmar a sus soldados, Frundsberg sufrió una apoplejía. Alfonso de Ávalos logró aquietarles distribuyéndoles 12.000 ducados que le prestó el duque de Ferrara, provocando la revuelta de los españoles, siempre relegados en lo de las pagas. “El marqués del Gasto con el medio de Juan de Urbina, a quienes los españoles tienen gran respeto, los concertó que se contentasen con un escudo por hombre y caminasen” (El Abad de Nájera al Emperador, 1527).

Entretanto, los venecianos se mantenían a prudente distancia manifestando su intención de no llegar al combate con los imperiales. El Papa Clemente VII, quizá excesivamente confiado en el apoyo de sus aliados, había dirigido sus esfuerzos contra el Reino de Nápoles. Sin embargo sus victorias fueron anuladas por el rápido agotamiento de los recursos y la falta de auxilios de Francia.

En ese contexto, el ejército del Condestable representaba una seria amenaza y, para neutralizarla, el Papa ofreció una tregua al virrey de Nápoles, Charles de Lannoy, comprometiéndose a restituirle sus conquistas y al pago de 65.000 ducados para que los imperiales se replegaran a Lombardía. El virrey firmó el tratado comunicándoselo al Condestable; pero a éste la oferta le pareció insuficiente y la rechazó y provocó que los subordinados directos del Virrey abandonaran el teatro de operaciones. Todo esto dejó a Urbina como jefe de la infantería española.

Mientras el ejército imperial recorría el área de Florencia, llegan nuevos emisarios del Pontífice intentando comprar por segunda vez la retirada de los imperiales, aunque ahora las pretensiones del Borbón se elevaron a 300.000 ducados. Fuera por ello o porque el Papa confiara en la capacidad de resistencia de la ciudad, incumplió el plazo de su entrega, fijado en Siena.

El Condestable, como desquite saqueó los contornos para proveerse de la artillería y municiones precisas para formalizar el asedio de Florencia. Pero en consejo se decidió por otro objetivo: Roma. Como sabían que dejaban detrás un ejército tan numeroso como el suyo, debían ser rápidos y en ocho días llegan a ciudad Eterna.

La sorpresa había sido total. El asalto se pospuso al alba del día 6, a favor de una espesa niebla que impedía hacer blanco a la artillería de las defensas. Los alemanes atacaron por la puerta Torrione el burgo de San Pedro, mientras que los españoles, liderados por Urbina, lo hacían por la de Santo Spirito y los italianos por la de Settimiana, todas al Trastevere.

Lansquenetes

Los alemanes fueron rechazados y, queriendo el Condestable darles ejemplo, se apeó del caballo para afirmar una escala, cayendo atravesado por un arcabuzazo. Urbina tomó entonces las riendas del asalto, pero la defensa se mantuvo obstinada hasta el mediodía, sin que la niebla remitiese. Renzo de Cieri venía a reforzar aquel sector cuando, repentinamente, se topó con una compañía española que había penetrado dentro del recinto amurado por un postiguete. El comandante en jefe de la guarnición romana, en una reacción inexplicable, indujo el pánico entre sus hombres al ordenar el abandono de las murallas para fortificarse tras el Tíber.

Completada la conquista del burgo de San Pedro y del palacio Vaticano, los atacantes descansaron hasta que el Príncipe de Orange, nuevo jefe del ejército imperial, renovó el ataque. Le cupo a Juan de Urbina la misión de desalojar a los defensores del puente Sixto que ofrecieron poca resistencia. Poco después, sin que nadie pudiera impedirlo, los soldados se desparramaron por la ciudad, matando, violando y saqueando.

El Papa, cercado en Sant’ Ángelo, se avino a pagar 400.000 ducados, 100.000 al momento, con el oro y la plata que encerraba en el castillo, y el resto en dos meses. El tratado, redactado en latín, fue firmado por 13 cardenales y 19 altos oficiales del ejército imperial; Urbina, lo hizo en cuarto lugar.

El ejército imperial salió de Roma el 30 de junio pero Urbina permaneció en Roma y se creó fama de “crápula de campamento”. Jugaba mucho y fuertes sumas, norma entre los oficiales de alta graduación, sus contrincantes habituales.

El 8 de julio impedía un nuevo saqueo a la ciudad por los lansquenetes, siempre ávidos de botín, a los que logró someter. Diversos documentos le sitúan en Roma hasta finales de 1527, arrostrando impávidamente los riesgos de la ciudad en ese momento. El 25 de setiembre volvió a evitar un tumulto de los alemanes, que en esta ocasión obtuvieron la custodia de algunos cardenales en garantía del cobro de sus pagas y, en noviembre, hubo de enfrentarse a un grupo de desertores que intentaron desparramarse por la ciudad, logrando expulsar a la mayoría; poco después, sofocaba de raíz un intento de motín de la infantería española, matando con su espada a uno de sus promotores.

La conmoción en Europa por el Saco de Roma forzó a Francisco I y Enrique VIII a renovar su alianza mediante un nuevo tratado que comprometía al primero a enviar a Italia un ejército de 50.000 hombres, al mando de Lautrec, mientras que el segundo contribuiría a su financiación con 30.000 ducados mensuales.

Tras forzar la sumisión de Génova, el general francés invadió el Milanesado, ahora sumamente debilitado. Luego plantó su ejército ante Milán, ofreciendo pactar su rendición a Leiva, que se negó; y, ante las imponentes defensas de la plaza, marchó sobre Pavía, defendida por Ludovico Barbiano. También éste se negó a rendirla y la ciudad fue saqueada durante 8 días.

Pero el verdadero objetivo francés era el Reino de Nápoles, del cual Francisco I había designado ya por virrey a Louis de Lorraine, conde de Vaudémont. Ante el giro de los acontecimientos, Francisco Gonzaga, duque de Mantua y Alfonso de Este, duque de Ferrara, tradicionales aliados del Imperio, pasaron a engrosar las filas de la liga, firmándose la renovación de la misma, el 7 de diciembre de 1527, en Mantua. Curiosamente, al alba del día anterior, el Papa había sido puesto en libertad, por orden de Carlos I, pese a no haber cumplido todas sus obligaciones económicas.

El avance de Lautrec fue cómodo. Los imperiales, maniatados por el cobro de las pagas, salieron de Roma el 17 de febrero. A grandes marchas, intentando oponer alguna resistencia a los franceses, se retiraron a Nápoles.

Lautrec intentó someter la ciudad por hambre, pero los sitiados forzaban sus líneas con salidas diarias que dieron lugar a numerosas escaramuzas. La mayor de ellas se dio cuando unas naves francesas cargadas de vituallas, municiones y dinero fueron abordadas cerca de la desembocadura del Sebeto. Siendo preciso transportar la presa por tierra para asegurarla contra el bloqueo naval del enemigo. El Príncipe de Orange ordenó salir a Juan de Urbina, de tal manera que hizo una gran matanza y tomó preso al coronel de los tudescos del campo francés, regresando a Nápoles con el botín.


Nápoles en 1550

La situación se agravaría para los sitiados cuando apareció en aguas del Golfo la flota veneciana del almirante Lando, agravando el bloqueo naval, pero cambiaría cuando Andrea Doria ofreció sus servicios al Emperador. Con ello, pudo restablecerse el abastecimiento desde Sicilia, en tanto que el hambre y la peste caen sobre los franceses eliminando a Vaudémont y Lautrec. Los imperiales, el 28 de agosto, hacen una salida nocturna al mando de Juan de Urbina. Tras pelear toda la noche se rindieron los últimos defensores.

Al conocer la noticia, el marqués de Saluzzo y Pedro Navarro, que habían asumido el mando de los sitiadores, decidieron levantar su campo aquella misma noche, enterrando la mayor parte de su artillería para poder marchar con más desembarazo. Tras la caída de ciudades en cascada el rey francés firmó la "Paz de las Damas” (1529).

Como curiosidad, se apunta que durante su estancia en Nápoles, Urbina contrajo segundas nupcias con una joven aragonesa, hija de un capitán. La boda debió celebrarse a finales de 1528 o a principios de 1529, porque no pudo hallarse presente en ella el que fuera su alférez y gran amigo Rodrigo de Ripalda que casaría después con su viuda.
Por variaciones de los juegos de alianzas, Papa y emperador quedan en el mismo bando con el compromiso de este de apoyar las pretensiones de aquel de dominar Florencia. El virrey reúne las tropas destinadas a la empresa de Florencia. Apenas llegado Urbina, le nombró su lugarteniente, encomendándole el ejército mientras él partía a Roma para entrevistarse con el Papa.

El 28 de agosto el virrey ordenó a Urbina que tomara Hispelo, villa amurallada cerca de la ciudad. Pasado el mediodía, Urbina intimó la entrega de la plaza a su gobernador quien ordena dispararle mientras negocian. El príncipe de Orange, al conocer el hecho, se presentó ante el lugar con todas sus fuerzas, lo sometió a un duro bombardeo y forzó su capitulación el 31 de agosto. Urbina falleció ese día. En Nápoles fue colocado en un sepulcro de bronce, que después convirtió en artillería el Virrey D. Pedro de Toledo.

Relación de títulos:
Señor del Giardino di Milano y de la villa Sforzesca,
Marques D'oira,
Conde de Borgomanero.
Comendador de Heliche, en la orden de alcántara (1528-29);
Soldado infª española (1502),
Alférez infª pontificia (1507),
Capitán Infª pontificia (1511),
Capitán infª española (1512);
Mariscal de Campo infª española (1522),
Castellano de Aversa y de Casteldell'ovo (1528),
Maestre justiciero del reino de Nápoles (1529).

Bibliografía:

Burgos Capitanes Insignes (I) Fray valentín de la Cruz.
Juan Luis Sanchez en Tercios.org
Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V. Prudencio de Sandoval.


Fray Prudencio de Sandoval (Valladolid, 1553- Pamplona, 1620) fue un clérigo benedictino, obispo de Tuy de 1608 a 1612 y de Pamplona (desde esa fecha hasta su muerte en 1620), e historiador español. Continuó la crónica iniciada por Florián de Ocampo y Ambrosio de Morales, recopilando gran cantidad de fuentes documentales, sin demasiada crítica. Utiliza muchos datos de Guevara y Mejía. Su Vida y Hechos del Emperador Carlos V es considerada como fuente fundamental por los historiadores del periodo. Gozó de prestigio internacional como historiador. Tras su muerte dejó un legado para la construcción de una capilla y su enterramiento en la catedral de Pamplona. Esta capilla, denominada por ello "capilla de Sandoval", es la única que no se encuentra dentro de la planta del templo catedralicio, si no que sale al exterior. Su construcción se demoró hasta 1651, año en el que se colocó el lienzo de San Benito Abad, a cuya advocación está suscrita la capilla.

martes, 12 de febrero de 2013

Balneario de Fuensanta en Gayangos

Cuando hoy atravesamos el pueblo de Gayangos, más preocupados por el radar que por el paisaje, poco podemos imaginar que, escondido entre los árboles, desaparece parte de la historia del turismo en Las Merindades. Una honorable muestra de la Belle Epoque y del culto a la salud mediante el agua en nuestras tierras.


Hubo un tiempo en que los baños de agua eran fuente de salud y no un moderno recurso de ocio oculto bajo el nombre de SPA. Las terapias de agua son tan viejas como la humanidad. La observancia de animales y la propia experiencia entorno a manantiales de agua caliente o con un sabor u olor peculiar que curaban o mejoraban la salud pasó de ser ingesta de agua procedente de los abismos de la tierra a ser el bautismo que limpia el pecado.
El griego Hipócrates consideraba la hidroterapia como método terapéutico de primer orden. En Roma, la 'Historia Natural' de Plinio hace referencia a manantiales ferruginosos, describiendo su sabor y sus características curativas. Y Vitrubio dividió las fuentes en sulfurosas, aluminosas, saladas y bituminosas y también decía que todas las fuentes de agua caliente tenían virtudes medicinales otorgadas por la tierra, que calentaba el agua cocinando los minerales y dándole una nueva fuerza distinta a la normal.


Juan Miguel Savonarola publica 'De Balneis et Thermis' (1498) considerado el primer tratado sobre termalismo. Andrea Bacius, en 1571, recoge en su libro 'De Termis' las características y efectos de las aguas medicinales, considerada una de las más importantes obras sobre el tema.


Durante los siglo XVII a XVIII las técnicas médicas evolucionan pasando de sangrías, purgantes y enemas, a tratamientos que, al menos, no dañaban a los enfermos, dejando que la naturaleza, la dieta, la quietud, la tolerancia y el agua curaran las dolencias.


Fue en 1697 cuando el médico español Alfonso Limón Montero escribió una obra admirable por el esfuerzo de su realización: “El espejo cristalino de las aguas de España” que se publicó dieciocho años más tarde. A partir de este momento los descubrimientos en el campo de la química impulsaron nuevos tratados científicos de hidrología.


A finales del siglo XVIII y principios del XIX, Vincent Priessnitz, iniciador de las medicinas alternativas, comenzó a aplicar baños totales o parciales, compresas y duchas de agua fría combinadas con ingesta de agua, ejercicio físico y dieta. Las aplicaciones las realizaba para curar contusiones, heridas, erupciones cutáneas y fracturas.


Otro de los personajes importantes para la hidroterapia en este siglo fue Kneipp, religioso que siguió las enseñanzas de los médicos Hahn ante su enfermedad, la tuberculosis. Los baños de agua fría, fricciones, ejercicio físico e ingesta abundante de agua, mejoraban su enfermedad. Kneipp comenzó a aplicársela a sus compañeros, también afectados por tuberculosis, llegando a crear una de las técnicas mas importantes de la hidroterapia: la 'Cura-Kneipp', basada en chorros parciales o totales con agua fría.


En España, en 1816, la hidroterapia se regula por medio de un Real Decreto, en el que se dice que cada uno de los baños más importantes del reino deben tener un profesor versado en hidroterapia y medicina, para indicar su aplicación y uso.


Y este cariño a la salud a través del agua, junto con las noticias sobre las fuentes salutíferas en Las merindades -recordemos a el historiador E. Larruga en el siglo XVIII, indicando que “En el lugar de Gayangos hay una fuente de agua mineral que se atribuye su virtud a alguna agua de cinabrio”- y añadido al tratamiento “profesional” del manantial llevado a cabo por el sacerdote propietario del terreno, decidido a sanear el lugar donde los vecinos se sumergían para aliviar sus dolencias, desemboca en la posterior creación del Balneario de Gayangos.


No solo ese sino que existirían otros manantiales, el de Baranda, Fuente y Poza Quibilla, donde los enfermos de la comarca tenían por costumbre tomar baños de manera indiscriminada. El Balneario de Fuensanta presionaría para eliminar esa competencia escudándose en la necesidad de ordenación en el uso de aguas medicinales y en el cristiano decoro. Pero, es que, esas otras aguas salían caliente, y, en invierno, era comprensible su uso para aseo personal o culinario.


Consta en el concejo de Gayangos un documento del 9 de julio de 1834 que trata de la concesión del permiso para la construcción de una casa de baños en el lugar que entonces era conocido como Fuente Santa. Comienza dicho escrito con una providencia del gobernador civil de la provincia, Manuel de la Riva Herrera, para que el citado Concejo “del terreno común se le proporcione a Don Manuel Ormaeche, vecino de Munguía, lo suficiente para hacer a sus expensas una Casa de Baños en las inmediaciones de la Fuente Santa con su cerrado”. Continúa puntualizando los pormenores de la venta, límites, tasación, además de una serie de condiciones sobre el comprador:
  • Por ejemplo, que el sobrante del agua de la Fuente Santa, “que sirve para medicinarse y curar el mal de orina tan experimentado por los buenos resultados a cuantas personas la beben anualmente tanto del pueblo como forasteros… tengan su curso y dirección para el destino de regar los huertos y demás del pueblo”.
  • O, “dejar libre, expedido y desembarazado sin que se pueda hacer al presente, ni en ningún otro tiempo, cierre de pared ni estacadas para que tanto el pueblo, como cualquier persona forastera, pueda entrar y pasear libremente, y sin impedimento alguno a tomar y beber las aguas o lo que acomode”.
  • Y, por último, la de que Manuel Ormaeche “pueda tomar todo el agua que necesite de dicha fuente para uso y surtido de la Casa de Baños que trata de hacer mientras estos estén ocupados, y no estándolo ha de estar obligado a dar curso y dirección a las aguas, el que siempre han tenido y tienen, como queda dicho y dar igualmente los baños que necesite cualquier persona avecinada y domiciliada en este lugar, para curar sus dolencias y enfermedades, previa certificación del facultativo, sin exigirles ningún tipo de interés, ni retribución por citado baños”.
Podemos sentirnos orgullosos de que el desaparecido balneario debió ser, si nos acogemos a Madoz, el primero de la provincia de Burgos (“Un establecimiento público de baños minerales en el centro del pueblo, cuyas aguas son muy buenas para el mal de orina y erupciones cutáneas, habiendo en él localidad bastante para hospedar los dolientes”). Se abastecía de dos manantiales; uno de ellos de aguas sulfurosas ya citado por D. Pedro María Rubio en 1853, “cuyo agua es cristalina, de olor y sabor a huevos podridos”.


Piensen que en 1851 se estimaba en 60.000 el número de enfermos que habían visitado los 85 balnearios con dirección médica y en más de 30.000 los acompañantes. Pero, en 1892, los ya 152 balnearios abiertos llegaron a albergar a 150.000 agüistas. ¡Un volumen nada despreciable para la época!


Conocemos los distintos directores médicos que lo tuvieron a su cargo mediante las memorias anuales reglamentarias, nombramientos y notas de prensa. Podemos citar a don Santiago García Fernández (1894), distinguido especialista de Madrid, como lo define “El Papa-moscas”, al Doctor Bouthelier y, especialmente, a doña Soledad Ruiz-Capillas, la primera mujer médico de Balneario que se estreno en Fuensanta. Durante la República, 1933, se disuelve el Cuerpo de Médicos Directores de Baños, que se repondrá en 1934.
Volvamos a finales del siglo XIX, aparece una nueva clientela, no necesariamente enferma, que está propiciada por los cambios sociales del momento, por la aparición del fenómeno del veraneo, por la mejora de los tendidos ferroviarios, así como la adecuación y modernización de las instalaciones hidroterápicas.


Una suma de factores que llevarán a los Balnearios a su gran época. La mejora de las técnicas de aplicación de los tratamientos, la difusión de la crenoterapia (efectos de clima en el tratamiento hidroterápico) ejercen una gran atracción hacia la clientela. Será necesario destacar el nuevo componente lúdico de los balnearios.


Problemas: Esas mejoras en las comunicaciones y el aumento del número de establecimientos (la competencia, vamos) debió afectar al balneario burgalés. Si hay balnearios de nuevo estilo más cerca de Bilbao, Santander y San Sebastián los clientes de Gayangos merman. O, en el mejor de los casos, merman los de clase alta. De hecho, nos consta la ampliación del Balneario. Quizá obligados por el incendio que ocurrió a primeros de Agosto de 1895 cuyos daños ascendieron a unas 25.000 Pts.

En 1916, “por imposibilidad de seguir atendiéndole sus dueños con todo el interés que merece, dada su creciente fama y continuo aumento de bañistas”, el balneario es puesto a la venta, según consta en un anuncio insertado en Diario de Burgos. Los interesados habían de dirigirse a Julio Romero Garmendia, en Castro Urdiales, quien con toda probabilidad, era uno de los “señores Garmendia” que, como propietarios del establecimiento figuraban en 1887, según la memoria de Viejo Bacho. En el “Indicador General de la Industria y el Comercio de Burgos” de 1894 consta como propietario Dionisio Garmendia López. No era nuevo el deseo de reducir la inversión, nos consta, como mínimo, otro intento de venta en 1880 en un anuncio en “El Liberal”. Y era tal la situación que vendían todo o parte para que entrasen nuevos socios.


Cuando se anuncia el deseo de traspasar un negocio solemos maliciarnos que tiene perdidas. Las causas del declive son diversas: La primera guerra mundial, problemas políticos (el desastre de las colonias, la dictadura de Primo de Rivera), sociales (las inquietudes de las masas obreras, el anarquismo), económicos (la pérdida del poder adquisitivo, las huelgas) y sobre todo, las médicas, con la aparición y rápida divulgación de los fármacos que precipitaron la caída de la actividad balnearia. Quizá esto es lo que refleja el anuncio de 1935 donde subraya el precio como elemento atrayente.


La guerra de 1936 a 1939, una de las guerras civiles que hirieron las tierras de España, lo apuntilló. Los militares declararon los balnearios, colegios, conventos, almacenes y similares edificios de utilidad para la causa nacional. Estos edificios pasaron por centros de reposo de combatientes, hospitales de sangre, cárceles, sanatorios de tuberculosos…


En 1938 Fuensanta se convirtió en hospital de “Tísicos” y continuó como tal hasta 1945. En algún lugar próximo a Fuensanta tendremos un cementerio, olvidado, que hubo de construirse para enterrar a los casi 130 muertos del sanatorio.


Tras ello, no se pudo prolongar la vida de la Casa de Baños, probablemente porque nadie estaba dispuesto a respirar el ambiente ni compartir los muros tocados por el bacilo de Koch. En un principio ni los vecinos del pueblo querían entrar, digo en un principio porque, con los años, iniciaron el expolio de las mismas.

Desaparecieron las bañeras de mármol, las tuberías de plomo, las baldosas, las vigas…


El balneario de Gayangos llevaba 20 años muerto cuando el desarrollismo de los 60 hacía crecer segundas residencias en los pueblos de España. El 600 no pararía en su entrada.

La actual situación del edifico y su entorno no hacen justicia a lo que los viajeros decimonónicos se encontraban al llegar ante el balneario. Un artículo recogido en el Boletín de la Real Academia de la Historia en 1887:
“ (…) Al norte de la provincia de Burgos, en la carretera que conduce a Bilbao, se encuentra el establecimiento Balneario, minero-medicinal, denominado “Fuente Santa de Gayangos”, recostado sobre una colina, dentro de la Merindad de Montija. El establecimiento se encuentra cercado de un elegante jardín y hermoso paseo que sembrado de acacias, pueden los bañistas recorrer libremente todas las horas del día, aún en las de más calor, sin ser molestados por los rayos del sol, disfrutándose de una agradable temperatura.


Sus aguas dan excelentes resultados en la curación del mal de orina, en las erupciones cutáneas, en la mayor parte de los que sufren las membranas mucosas, en los vicios escrupulosos y sifilíticos, en los reumatismos y parálisis. Son claras y diáfanas, y de un olor fuerte a huevos podridos. Su temperatura es de 15-17 grados.


El edificio fue construido en 1835 y puede competir con los mejores de su clase, hallándose montado con todos los adelantos modernos debido a la actividad de su propietario Dionisio Garmendia, que no ha omitido sacrificio alguno. Además de la elegante y hermosa galería para los baños, tiene otros departamentos y cuantos aparatos son necesarios para gases, inhalaciones, pulverizaciones, duchas... El establecimiento que se comunica con la galería, consta de dos pisos con magníficos cuartos, sala de recreo, lectura, excelente comedor y piano (…)” (Presbítero Antolín Sainz de Baranda 29 de Agosto 1886)


Gayangos era un centro respetando, inicialmente centro de ocio de la burguesía bilbaína, que llegaba a Bercedo a través del ferrocarril de la Robla y de allí, tras hora y media en coche de caballos, al Balneario.

Uno de los ilustres visitantes fue el poeta Gerardo Diego (1896-1987) que acompañó a su madre en 1910.
Citemos también a don Odón de Buen y de Cos (1863-1945) naturalista de fama mundial, padre de la oceanografía española, muerto en el exilio y poseedor de grandes honores y condecoraciones internacionales y que, entre otras cosa, escribió un artículo desde nuestro balneario para la revista “Las Dominicales del Libre Pensamiento” del 19 de Octubre de 1884.


El balneario forma parte de la nebulosa de recuerdos que enriquecen la vida de los más ancianos pero esas aguas que huelen como huevos podridos continúan fluyendo.
Finalmente adjunto la descripción de 1900 que nos permitirá soñar con lo que ya no podrá ser:




BIBLIOGRAFIA
Burgos en el recuerdo 2. Elías Moreno Marcos.
HISTORIA DE LOS BALNEARIOS EN ESPAÑA: ARQUITECTURA - PATRIMONIO – SOCIEDAD. Josep SÁNCHEZ FERRÉ Arquitecto Asesor del Ministerio de Fomento
El Liberal (Madrid. 1879). 12-3-1880
Guía de los establecimientos balnearios de España por Miguel Dávila (año 1900)
Nuevo mundo (Madrid). 10-4-1925
Muestreo de las aguas de 2006.




Actualización Octubre de 2013:


Esta es la situación del Balneario el día 19 de Octubre de 2013. Finalmente ha caido.

Balneario de Fuensanta de Gayangos

sábado, 2 de febrero de 2013

¿De verdad hay una Calzada Romana en Las Merindades?

Hispania, año 218 antes de Cristo, Cneo Escipión, padre del que llamará la historia “El Africano”, desembarca en Rosas durante la segunda guerra púnica.



Los romanos ya no se irán. Son parte de nosotros aunque el imperio desaparecería 627 años después. Más de medio milenio da para mucho y entre otras cosas construyeron cientos de kilómetros de caminos. Inicialmente para mover a su ejército pero con ellas avanzó la cultura y el comercio hasta el último rincón de la piel de toro.


Pero ni con las fabulosas vías rápidas que construían fue fácil la conquista, casi 200 años. Después de ese desembarco tenemos las guerras cántabras y, antes, Numancia que cambió la fecha de nombramiento de los Cónsules de la República y con ello el día de nuestro año nuevo. Imaginen 200 años de guerra de Vietnam o, también con Yankees, una fatigosa y sangrante conquista del oeste. Aunque, si lo pensamos bien, la reconquista de ese mismo terreno nos llevó 778 años. Frente a esto Roma fue rápida.


Venga, saltemos atrás en el tiempo. En aquel 29 a.C. Octavio Augusto decide acabar con las razzias de Astures, Cántabros y Vacceos (No Vascones) y culmina la conquista en el 19 a.C.
Guerreros Cántabros, Astúres y Baleares
¿Qué deducimos con esto?
  1. Que las Merindades están el la zona oriental de las guerras Cántabras.
  2. Las tropas y sus abastecimientos se trasladaban por las calzadas.
  3. Seguramente algún ramal de una u otra calzada principal pasaba por estas tierras.
  4. Tras la conquista, era necesario comunicar la meseta con el mar más próximo y el mejor camino era por el Valle de Mena.
Si no las vemos, será porque no hay. ¿Quiere decir eso que no las hicieron? ¿Qué las hicieron de mala calidad y han desaparecido tras 2000 años? ¿Sabe alguien cómo se construía una calzada?
  



¿Se han fijado en estas dos viñetas que explican cómo se construían las calzadas? Pues, según las modernos descubrimientos basados en trabajos del siglo XVIII y del actual estudio de campo, las calzadas no eran lo que han visto. El clásico diseño que hemos conocido existía en los cascos urbanos y, fuera de las ciudades, llegaba hasta los cementerios romanos. ¿Entonces? 


Pues, las calzadas tenían una base de piedra que elevaba la vía hasta una altura cercana al metro. Sobre estas piedras se vertía zahorra para que los caballos, mulas y burros pudiesen desplazarse con tranquilidad al carecer de herraduras sobre sus uñas. Este sistema permitía, además, que los carruajes se desplazasen sobre una superficie cómoda. ¿Se imaginan los botes que darían los pasajeros y las cargas en un camino empedrado?


Esas zahorras y los cantos que estaban bajo ellas eran traídos de diferentes lugares, muchas veces lejanos al lugar donde se han encontrado y que hoy nos gritan su procedencia. Por cierto, eso de que los construían los legionarios... nada. Quizá sí que gestionaban el diseño y la contratación de los constructores locales que eran los que, con trabajadores especialistas, ejecutaban la obra. Sigan a Isaac Moreno Gallo para saber más. y mejor.. 

Dicho esto, si tenían calzadas y eran gente tan cualificada, ¿Cuál fue la razón de tardar 200 años en dominar toda la península?


Por un lado, la conquista no fue continua, estuvo salpicada de periodos de inactividad y de guerras civiles romanas. Además, el ejército pasó en ese tiempo de uno de levas a otro de voluntarios y, finalmente, la estructura política y de distribución del poder cambió.
Hastatii republicanos
En la República Roma tenía 4 legiones, pero podrían formarse más en caso de necesidad y cada Cónsul comandaba dos de ellas. Se estableció el cargo de Tribuni Militium: por lo general había seis hombres (uno de rango senatorial) que tenía el mando de parte del ejército y de la caballería.


Tras las Guerras Púnicas el ejército y el estado romano entró en crisis ya que las obligaciones militares habían forzado a los agricultores a abandonar el campo y al regreso de la guerra los suelos se encontraban descuidados o sus familias los habían vendido para sobrevivir. En 107 a.C. Cayo Mario fue elegido cónsul y como solución a parte de estos problemas decidió el reclutamiento voluntario. De esta manera los soldados recibían armas y armadura que iban pagando con su sueldo y cuando se retiraban recibían tierras públicas.

Legionarios de la época de Cayo Mario

La división de la infantería en secciones especializadas, hastati, príncipes y triarii, desaparecerá con la reforma de Cayo Mario. La infantería legionaria constituirá un cuerpo homogéneo de infantería pesada, sin distinciones por razón del armamento o la veteranía de los soldados, aunque pervivió de algún modo en la nomenclatura de los empleos de la oficialidad con fines de escalafón. Del mismo modo, se eliminó de la legión el contingente de vélites, que ya estaba totalmente en desuso: la infantería ligera de las legiones primitivas era muy poco efectiva, como se demostró una y otra vez durante las Guerras Púnicas, y fue sustituida por cuerpos especializados de "auxiliares", que en la época imperial procedían de reclutamientos entre los indígenas de las diversas provincias, agrupándose según su origen étnico y conservando su indumentaria y estilo peculiar de combate. A los legionarios se les viste con una túnica roja (no se nota la sangre) y con un puñal “pugio” como arma auxiliar.
  
Legionario "Clásico"

Legionarios Bajo Imperio
También se crea el “paquete de batalla” que permitía a los legionarios llevar todo lo necesario (pala, pico, bolsa para el trigo, cantimplora, el plato para las raciones y piezas de repuesto). Todo esto además de la espada y las pila. Esto les valió a los legionarios el apodo de “las mulas de Mario” por la cantidad de bienes transportados.


Con todos estos básicos conocimientos sobre construcción de calzadas y milicia romana nos enfrentamos al dilema de Irús.

¿Es o no es romana la Calzada de Irús?
  
Para la página de Turismo del Valle de Mena hay tres alternativas. A saber:
  • Es parte de la vía romana Flaviobriga (Castro Urdiales) a Pisoraca (Herrera de Pisuerga) por el Valle de Mena.
  • Por el trazado que presenta y por su construcción sería posterior al s. XVIII.
  • Podría ser un antiguo camino neolítico utilizado por la población indígena y posteriormente por los romanos sin adecuarlo a las características técnicas de una vía romana. Pero entonces…
Con esta posición la idea de afirmar que era de época romana no es descabellada, de hecho 2/3 de las alternativas apuntaban a esa posibilidad. Un 66`66 % a favor, es para pensarlo.
Vale. Pero entre mayo y junio de 2009 un estudio aseguró que, basado en la observación de los 6 Km. entre Irús y Burceña, la vía era posterior, muy posterior, a los romanos.

La vía, según describe el estudio, tiene un total de once kilómetros de longitud pero en muchos tramos ha desaparecido. El camino tiene cuatro metros de anchura media construidos mediante una “única capa de piedras hincadas en vertical y colocadas de manera inmediata”. Son de bloques de piedra caliza de pequeño y mediano tamaño amalgamados con tierra o barro y priman los cantos alargados sobre redondeados. Es un camino mulatero mientras que las calzadas eran caminos carreteros de seis metros o más.

Camino de las Enderrozas

Podríamos suponer que esto solo ocurre en alguna zona apartada pero el estudio informó que esta disposición predomina en la mayor parte del recorrido estudiable.


Con todo ello los analistas indican que no aparecen las señales comunes de calzada romana.
  
Entonces, ¿de cuándo es?


Parece ser que era un corto camino comercial hacia los puertos cantábricos y que era transitado por mulas y machos y no carros por la dificultad de circular sobre ese pavimento. Una variante del Camino Real entre Villasana y Bercedo.


Varios documentos del Archivo Municipal del Valle de Mena informan de las constantes reparaciones obligadas por las riadas del Cadagua, su coste y las quejas vecinales.
  
Un ejemplo de estos documentos, que menciona tanto Las Enderrozas como “otra” es el de 1743. En él Simón de las Ribas y Francisco del Valle Salazar (síndicos procuradores generales del Valle de Mena) presentan ante Domingo Lasomera Alvarado (teniente de gobernador y justicia ordinaria en el Valle de Mena) a diversos testigos, que declaran bajo juramento que los caminos del valle están transitables y en buen estado, y que el valle gasta grandes sumas cada año en mantenerlos practicables, incluyendo el de las Enderrozas (que es para las recuas y va desde Irús por medio del valle) y el camino carretero por el que desde hace poco transitan los carros con lana de la Cabaña Real. En este documento vemos la diferencia del camino de Uña, que ha sido tomado erróneamente por romano y el Camino Real de Villasana, para carros por su trazado en alzado, ya que es el mayor condicionante de cuantos puedan establecerse para este tipo de tráfico. (Judith Trueba Longo, 2009).
  
Y ¿por qué hemos identificado Las Enderrozas como una calzada romana?

a) Porque se han encontrado varios miliarios. Como muestra lo que contaba don José Bustamante Bricio en su obra “La tierra y los valles de Mena. Biografía de un municipio” que lo incluye como parte de la calzada romana de Flaviobriga a Pisoraca. En ella describe los miliarios y otras inscripciones encontradas.

La primera de dichas inscripciones rezaba:

D. N. FLAVIO VALERO SEVERO
P. F. INVICTO NOBILIS SIM. CAES
  
Y para aquellos de nosotros no familiarizados con la manía romana de las abreviaturas se leería:

 D(omino) N(ostro) FlavioValerio SeveroP(io) F(elici) Invicto Nobilissim(o) Caes(ari)

A unos trescientos metros de esta se encontraron asimismo otros sepulcros y lápidas, una de cuyas inscripciones decía:
  
IMPERATORES C. MESSIO
Q. TRAJANO DECIO
P. F. HERENIO ,-.UGUSTO
TRIBUNICIAE POTESTATIS
CIVIUM VEL VIATORUM USUI P. P.
Lo que quiere decir:

[Imp(eratori) Caes(ari)] G(aio) Messio [Q(uinto) Traia]no Decio [PioFel(ici) Invi]cto Aug(usto) [P(ontifici) M(aximo) Trib(unitiae) Pot]estatis III[Proco(n)s(uli) C]o(n)s(uli) III P(atri) P(atriae)

El miliario se data entre el 1 de enero del 251 y noviembre del mismo año, o sea, el período de tiempo durante el que Decio detentó la Tribunicia Potestad y el Consulado por tercera vez.
Miliario de Santecilla
Como digresión podemos indicar que don Martín de los Heros creía que P. P. significaba «pecunia publica» lo que le confirmaría que allí existió una población romana, que debió desaparecer hacia el año 306, reinando Constantino, o acaso dos siglos más tarde con motivo de las invasiones godas.
  
Por aquellos mismos lugares - y ello refuerza el argumento - apareció la piedra mal llamada del Berrón cuya inscripción transcribió:
  
IMP CESARI C. IVLIO VERO
MAXIMINO PIO FELICI AVG. GERMANICO
MAXIMO DACIÇO MAX, SARMATICO MAX
PONT MAX, TRIB POT V. IMP VII COS PROCOS
C IULIO VERO MAX, NOB, CAESARI
SARMATICO FIL D. M. MAX PRINCIPE IVETUTIS
IMP G. IVLI VER! MAXIMINI P. FEL. AVG.
VIAM ET PONTES
TEMPORE VETUSTATIS
COMLAPSOS RESTITVERVNT
CVRANT Q. DECIO LEG. AVG. G. P. C. V.

Lo que con todas sus letras se leía:

VImp(eratori) Caesari C(aio) lulio VeroMaximino Pío Felici Aug(usto) GermanicoMax(imo) Dacico Max(imo) Sarmatico Max(imo)Pont(ifici) Max(imo) Trib(unitiae) Pot(estatis) V Imp(erio)VII P(atri) P(atriae) Co(n)s(ul)Proco(n)s(ul)G(aio) lulio Vero Max(imo) Nob(ilissimo) CaesariGer(manico) Max(imo) Dacico Max(imo)Sarmatico Max(imo) Principi luventutisFil(io) D(omini) N(ostri)Imp(eratoris) C(ai) luli Veri Maximini P(ii) Fel(icis) Aug(usti)Via[m Et] Pontes Tempore VetustatisConlapsos RestitueruntCuran[te] Q(uinto) Decio Leg(ato) Aug(usti) Pr(o) Pr(aetore)C(larissimo) V(iro)
  
Esta piedra se halló junto a la iglesia de Santecilla, a la que debió trasladarse al desaparecer la ermita de San Andrés, también en la pedanía de Santecilla. En 1920 fue trasladada al Museo Arqueológico de Vizcaya. La inscripción corresponde al año 238 d. de J. C. Su traducción, en extracto, es como sigue: “Cesar Cayo Julio Vero (e inserta sus títulos) y Cayo Julio Vero Maximino (también los suyos), mandaron arreglar y reparar los caminos y puentes que por su vejez estaban destruidos. Teniendo el cuidado de las obras Q. Dedo, cuyo arreglo se inició una milla más delante de Bracara Augusta”
  
b) Los vetustos documentos viarios que nos han llegado del periodo Romano, bien originales o copias, nos informan de la existencia de las calzadas imperiales. Fuentes de este tipo son: El itinerario Antonino, los vasos de Vicarello, el Anónimo de Rávena, las tablas de barro de Astorga, algún otro (por no ser exhaustivos) y la Tabula Peutingeriana.
  
Tabula Peutingeriana. Iberia.
Dicha Tabula es un mapa esquemático donde las masas de tierra están distorsionadas y muestra muchos asentamientos romanos, las carreteras que los unen, ríos, montañas y mares. También incluye las distancias entre los asentamientos. Pero tiene un problema: La parte del mapa que representa Britania e Hispania no es como las otras sino que es una copia que puede tener olvidos y desviaciones sobre el deteriorado original.

c) La geografía y la Guerra. Limitamos con el territorio de las guerras Cántabras y es el mejor paso desde el Cantábrico a la meseta. Junto a esto, ya se ha comentado en el Blog, la forma de repoblación tras la conquista árabe avanzó desde el Cabrio y giró hacia Valpuesta.
d) Hay poblaciones y diversos yacimientos Romanos en Las Merindades lo que refuerza la idea de que debe haber calzadas. Recordad que la sal de Salinas de Rosío tenía que comercializarse por algún camino. Y en este sentido, ¿cómo transportaban los productos durante la república y el imperio?
  
El transporte por carretera se realizaba en carros de ruedas pesadas y sin amortiguación tirados por bueyes que avanzaban diariamente la distancia entre dos o quizás tres manssio.
  
Podríamos dudar de la corrección del estudio, pero los romanos eran ortodoxos en temas de construcción y no alteraban un modelo exitoso. Y si esta no es nuestra calzada, la pregunta sería dónde esta la calzada. Porque haberla, la hay, como las meigas. Repetimos que se han encontrado miliarios, hay restos de poblaciones romanas de cierta importancia, topónimos y el lugar es una zona de paso hacia la meseta.
  
¿Alguien ha visto una Calzada Romana rondando por Las Merindades?

Lo primero que indicaremos es que la propia calzada, como ruta completa, no está claramente identificada. Aunque la asociación entre Flaviobriga (Castro Urdiales) y Pisoraca (Herrera de Pisuerga) se ha dado por segura como lugares de origen y destino de ella, ni un solo metro de camino realmente romano parece haber sido encontrado nunca entre estas dos localidades.

Los miliarios encontrados en el valle de Otañes indican de manera parcial en su leyenda un posible destino a Pisoraca., la leyenda A PIS, que parece significar “desde Pisoraca”. Otro miliario indica en las líneas finales ORACA·M/CLXXX. Genial porque eso significaría una distancia de 180 millas. Distancia excesiva que Iglesias Gil justificaba mediante conexión previa hacia la Vía de Aquitania entre Valmaseda y Puente Larrá para luego, a través de Sasamón llegar a Pisoraca. Aplicando la navaja de Ockham, la solución más simple es la de la falsificación. (Por la época en que se halló, su rápido deterioro posterior, etc.).

Nuestra vía transitaría por el vallejo de Rucalzada (río de la calzada) y el puerto de las Muñecas (muñeca=miliario), Sopuerta (subpuerta=bajo el puerto), Valmaseda (Val massada= val de la mansio) y ya el Valle de Mena. Es aquí donde hay constancia del miliario de Santecilla.

Descartamos el camino de Las Enderrozas. Su trazado es malo para Vía e impropio de ingenieros romanos, cosa que tampoco avala que algunos autores, que con buen juicio lo han considerado medieval, lo supongan, sin embargo, asentado sobre la traza de una romano.

Así pues, rastrearemos la existencia de la vía a través de Las Merindades: valle de Mena y valle de Losa. Se unen así Flaviobriga en Castro Urdiales, Valmaseda, el yacimiento de Salinas de Rosío, unos pequeños núcleos romanos en torno a San Llorente y a San Martín de Losa y Vxama Varca, al sur de Osma de Álava.

Tenemos claro la zona por donde debería transitar, busquémosla. Partimos de Valmaseda, cuyo nombre podría venir del apelativo de masada o massal derivado de mansio (Mansión, Posada) como ya indicaba Fita en 1908. Saliendo del pueblo hay otro lugar llamado de la Calzada, bien visible en los mapas1/25.000 del IGN.
  
Y en el límite administrativo con Las Merindades (Provincia de Burgos) se conoce el hallazgo de tres miliarios. Uno el llamado del Berrón, pero encontrado en las ruinas de una ermita de Santecilla. Esta pieza está conservada hoy en el museo Etnográfico de Bilbao y está dedicada a Maximino, en el año 238. Nava de Mena tiene otro miliario, en este caso de Decio, del año 25.1. (Los textos latinos están más arriba).
  
Todas estas piezas se encuentran en al único camino que ha podido ser vía romana en la zona. Exactamente al pie de la actual carretera, la de mejor trazado posible. Y esto no es algo excepcional. En todos los territorios que formaron parte del Imperio Romano se extendieron infinidad de Calzadas y por los mejores sitios. Lugares que los ingenieros posteriores aprovecharon para las carreteras modernas.

Y es en estas primeras rampas del puerto donde se encuentra el camino medieval de las Enderrozas o de Nava de Ordunte – la que vulgarmente hemos llamado siempre calzada romana-. Se desarrolla en el valle del río Ordunte desde Nava hasta Burceña, ascendiendo luego hasta Arceo e Irús. Acorta sensiblemente el recorrido entre Gijano e Irús, respecto al trazado de la vía romana, pero a costa de discurrir por una orografía endemoniada, sobre todo a partir de Burceña. Este factor, hipoteca su trazado en alzada hasta el punto de imposibilitarle su uso para el tránsito de rueda. Sus planta apuntan también a esta característica, siendo su anchura irregular y muy escasa en muchos tramos donde apenas supera los dos metros. Su pavimento a base de cantos de lajas hincados en vertical, separados en fajas por otros dispuestos longitudinalmente, no es apto para el tráfico rodado e incómodo en todo caso para el de uña.

Es una senda con pretensiones, encachada con cierta gracia en algunos tramos, acompañada de puentes de regular o mala factura, que posibilitaba el tránsito mulatero concierta comodidad. Características alejadas de la técnica constructiva de las vías romanas, suficientes para considerar que no es ni el camino romano, ni el trazado que le conviene a una carretera como son las romanas.
Sin embargo, el corredor de la actual carretera por Villasana de Mena presenta condiciones inmejorables para el establecimiento de una vía romana. Isaac Moreno se basa en restos perceptibles en el vuelo Americano de 1957 y en los vestigios físicos encontrados en el trazado viejo, en la zona de Tarriba, en Entrambasaguas y entre los paradores de Taranco y Vivanco de Mena, nos fijan en curso de la Vía. En Paradores de Concejero existe un pequeño terraplén lleno de vegetación que muestra la estructura interna de la clásica vía romana.
Desde Irús, el camino se unifica hasta el Cabrio. La actual carretera se superpondría a la calzada. En alto del Cabrio aparecen topónimos latinos: Leciñana, que podría aludir a un tal Licinio, más adelante el lugar de las Muñeca, que figura en los mapas del Catastro a poco más de un kilómetro de Leciñana. Cerca de Bercedo, las Calzadillas, que parece aludir a camino romano. No se sabe el curso exacto de la calzada por este alto pero puede estar bajo la carretera actual.
En Villasante se separan el Camino Real de Burgos y Madrid, camino de Villarcayo y el Almiñé, y la vía romana que cruzaba el río en el Ribero para dirigirse al Portillo de Tabliega. Entre Villasante y el Crucero, se conservan importantes trozos con la estructura de la vía romana entera. Se distingue la loma que forma la calzada en las fincas. Nada más cruzar el río Cerneja, la vía se ve labrada desde tierra y desde el aire perfectamente y luego vuelve a estar conservada devorada por la vegetación primero y en forma de camino muy poco transitado, después.
Villasante de Montija
En Salinas de Rosío se han realizado sondeos arqueológicos con resultados excelentes, dejándose ver una gruesa cimentación coronada con una buena capa de cantos menudos calizos que formaban tanto la estructura del firme y la capa de rodadura, exenta aquí de cantos rodados. En el cruce de la vía romana con el río Salón, al sur de esta, se encuentra el yacimiento romano de las Molleras, de 19 Ha de extensión. Una ciudad romana que se sirvió de la explotación de las Salinas, que hoy dan nombre al pueblo, y cuyas eras de secado más modernas, se ven hoy junto al pueblo. Desde aquí pasa al Vallejo del Cuerno al pie del cerro del Castillo, con yacimiento romano importante en el alto. Probablemente se trate de un puesto de vigilancia desde el que se domina bien el corredor en ambas direcciones.
Salinas de Rosío
  
El yacimiento de Nocedo, con 2 Ha de extensión y en el mismo pie de la vía, podría ser una manssio de servicio, existentes siempre en todas las vías. Ahora el camino antiguo se llama Camino de Medina de Pomar. En el Valle de Losa se llaman los lugares próximos a la calzada Socalzada y Calzadillas.

Para los autores de “Vías Romanas de Castilla y León” el estado de conservación de la vía romana es admirable. Se confirmó su existencia en noviembre de 2009. Así entre Villabentín y Castresana se conserva perfectamente. De Castresana a Lastras de la Torre, está labrada desde no hace muchos años, por lo que se ven sus restos en superficie. El rastro llega hasta el pueblo de Calzada, de cuya génesis toponímica ahora se conoce verdaderamente.
Cata de la calzada en Lastras de la Torre y Villaventin
La identificación entre Salinas de Rosío y Calzada alcanza, de esta forma, una precisión inusitada en este tipo de trabajos, gracias a la enorme cantidad de indicios encontrados y al extraordinario estado de conservación en tanta longitud.

Desde Calzada, se conserva también parte del empedrado en el camino hasta el cruce del río Jerea, en el lugar del Campo Santo. Hasta san Llorente, la calzada se conserva bien en la subida desde el río y parcialmente al margen del camino actual que llega al pueblo. Como documento clave en esta zona tenemos la cita medieval del Monasterio de San Salvador de Oña (1032-1284), en la que se cita el desaparecido puente del río Jerea en Calzada. Tras un quiebro hacia el noreste, para pasar por el lugar de San Pelayo se aproxima al cañón de Angúlo, para seguir desde aquí por el Camino Real de Quincoces a Berberana.
  
San Martín de Losa
Bordea el río Nabón al norte de la carretera actual y lo cruza cerca del yacimiento de los Casarejos (San Martín de Losa). La huella aérea y los restos visibles en tierra, identifican de nuevo a la vía romana en la zona de Villalambrús (Villa Lumpnos) y Fresno de Losa. Pasa entre Mambliga de Losa y Aostri e ignora las actuales localidades de Villalba y Berberana. Pasa junto al yacimiento romano de las Cascajas y abandona Las Merindades.


Anexo: Ruta de la Calzada de Flaviobriga a Pisoraca en las Merindades:
  
Nos enganchamos a la vía en Valmaseda y la seguimos cruzando el Cadagua y por la margen derecha al Berrón, la Cayuela, cruzando allí el arroyo Romarín. Desde la Cayuela, por la carretera C-6318 de Valmaseda a Medina de Pomar, sigue a Gijano por un camino ya desaparecido, luego a Tarriba por lugares cercanos a la vía del tren y a Cereceda, Ungo y la Presilla por algún lugar cercano a la carretera actual. En la Presilla se deriva al oriente por un camino mal conservado y continúa entre Menamayor y Entrambasaguas hasta Mercadillo, donde coincide con la carretera de nuevo. Cruza Villasana de Mena por la travesía actual. El río Cadagua lo hace por el lugar del puente. Enseguida se desvía de la carretera para juntarse en Barrasa. Sigue por ella hasta los paradores de Taranco y se separa de nuevo al sur, para volver al trazado de la carretera en Vivanco de Mena. Sigue por la carretera desde Urbaneja hasta Irús y con escasas variaciones, por este mismo corredor llega hasta Bercedo. En Bercedo pasaba el río Cerneja por el lugar del puente actual de piedra que, aunque moderno, parece instalado en el mismo sitio favorable al paso en todos los tiempos.


A partir de aquí, llega hasta la carretera N-629 de Laredo a Burgos, con la que coincide hasta Villasante. En este punto se separa, al oriente de la carretera, para cruzar otra vez el río ala altura del Ribero. Cruza luego la carretera de Castrobarto para dirigirse al portillo del Peñalón camino de Tabliega. San Miguel y los Arcillos, hacia Salinas de Rosío. Sale bordeando la colina del Castillo, por el norte, hacia Návagos, pasando al norte del Alto de las Cruces de Rivamediana. Cruza Návagos de sur a norte y sigue por el Camino del Apeadero. Pasa por el yacimiento de Nocedo y el lugar de los Casares (Junta de Trasloma). Entra en el Valle de Losa, pasando por los lugares de Socalzada y Calzadilla, hasta llegar al pueblo de Calzada, presentando tramos labrados y tramos conservados.


Cruza el río Jerea en el lugar del Campo Santo, entre Calzada y San Llorente. Sigue por el camino de San Llorente hasta Lastras de Teza, cruza la carretera de Quincoces de Yuso y coincide un pequeño tramo con el Camino Real de Quincoces. Continúa al sur de Teza de Losa, para cruzar el río Navón en el lugar de las Presas. Desde aquí gira al sur, hasta tocar la carretera de Quincoces y discurrir paralelo al arroyo de Los Molinos. Pasa entre Mambliga y Aosti de Losa, por Las Calzadas, La Venta y Las Crucijadas. Sigue al sur de Villalba de Losa, pasando por Carrolateja y Arguijo. Luego pasa al sur del pueblo de Berberana, por Fuente Horcajo y las Calzadas. Por el lugar de la Cruz, entra en Álava para llegar a Osma.


Bibliografía:

Crónica de las Merindades.
 “La tierra y los valles de Mena. Biografía de un municipio” de José Bustamante Bricio.1971.
 Diputación Provincial de Burgos. IGLESIAS GIL, J. M., MUÑÍZ CASTRO, J. A. 1992, pp. 145 y ss.: Las comunicaciones en la Cantabria romana
Vias Romanas.NET  Isaac Moreno Gallo.
 “Atlas de Historia de España” de Fernando García de Cortazar. (Circulo de Lectores)
 Soldados de Plomo de la Antigua Roma. Planeta D´agostino.
 Historia de España. Salvat.
 La Aventura de los romanos. Juan Antonio Cebrián.
 Angel G Pinto. Ilustrador.