Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


sábado, 28 de diciembre de 2019

“Estampita” de la vida.



Revisaremos en esta entrada el camino de una pequeña estafa cañí nacida en Cantabria y muerta en una carretera de Las Merindades según nos contaba el periódico “El Cantábrico” el 23 de mayo de 1923:

“Estafa de dos mil pesetas.

Nuevamente la excesiva credulidad y la superstición han dado lugar a que se haya cometido una estafa, de la que ha sido víctima la vecina del pueblo de Pandillo Eusebia González Pardo, de cincuenta y tres años.

En casa de dicha mujer se presentó días pasados una gitana, manifestándola que ella tenía poder suficiente para curará una hija que aquélla tiene y que padece ataques. Añadió que para realizar la maravillosa cura necesitaba dos mil pesetas, que pondría a la madre al lado del corazón, donde había de tenerlas durante cinco días sin quitárselas ni decírselo a persona alguna.

Eusebia González, en su deseo de que sanara su hija, no dudó un instante en acceder a la proposición de la gitana, y entregó las dos mil pesetas a ésta, que colocó en un trapo, a manera de cataplasma, sobre el corazón de la crédula mujer. Pasaron dos días, y sospechando que pudiera haber sido víctima de un engaño, fue a mirar el envoltorio y se encontró con que en lugar de los billetes contenía, recortes de periódico.

Un hijo de la estafada denunció, el hecho a la Guardia Civil de Espinosa de los Monteros. El comandante del puesto, con la fuerza a sus órdenes, salió en automóvil en persecución de la gitana, logrando darla alcance en Medina de Pomar y rescatar las dos mil pesetas estafadas.

La benemérita procedió a la detención de la gitana María de la Cruz y de un sujeto que la acompañaba llamado Juan Malla. También fueron detenidos por la Guardia civil de Selaya los gitanos Ramón Larralde y Emilia Dimas, siendo puestos a disposición del Juzgado de Villacarriedo”.


Nos encontramos con una mujer que desconoce los fundamentos de la medicina y que asocia la curación con poderes mágicos; y con una gitana que conoce la debilidad de la vecina de Pandillo y, abusando de la confianza de mujer a mujer, la visita para hacerla soltar 2.000 pesetas de 1923. Pensemos que un periódico costaba 10 céntimos de peseta y una noche de hotel unas 20 pesetas. Vamos, que la curación milagrosa partía de una cantidad importante. La prensa, “Diario de Burgos”, nos informa de la enfermedad: ataques epilépticos. Quizá el tratamiento podía ser en función de la cantidad de dinero disponible para las consultas médicas… ¡Qué se podían conseguir con 2.000 pesetas!

Otra cosa curiosa es que el hijo, como dirigido por la santa providencia, acude a la Guardia Civil de otra provincia suponiendo que los timadores tomaron el camino de Las Merindades. Claro que, quizás antes o después, se debió de dar parte a la de Santander porque otra pareja de gitanos son detenidos en Selaya. O no.

La disposición de medios para esta operación fue enorme. ¿Tenía un coche la Guardia Civil de Espinosa de los Monteros? ¡Qué quieren que les diga! En 1924 el cuerpo tenía doce coches con lo cual veo difícil que tuviesen uno adscrito a este cuartelillo. Seguramente confiscaron uno, como en las películas americanas. Puede que, simplemente, el periodista se “acelerase”.

Diario de Burgos (26/05/1923)

“El diario palentino” también comenta el timo y su captura. Su nota periodística varía un par de nombres –nada raro en esta época- con Ramón Larralde en Lasalde y a Emilia Dimas en López, deja claro que iban juntos y que son capturados en la carretera de Cornudilla a Briviesca. ¡Viva las contradicciones! También nos da una cantidad de dinero diferente: 2.025 pesetas. Lo situaba en el día 17 de mayo.

Hemos hablado del “Diario de Burgos” y de cómo presenta la noticia el día 26 de mayo de 1923. Y también tiene sus contradicciones:

“Según noticias de Santander, el día 15 del actual se presentó en el barrio de Pandillo, pueblo de Vega de Pas, una gitana llamada María Cruz Pardo, la cual, enterada de que la vecina Eusebia González Pardo tenía una hija que padecía ataques epilépticos, se brindó a curarla, pues según dijo tenía poder para ello. Recomendó a Eusebia que guardara 2.000 pesetas en una bolsita y se la colocara en el pecho, teniéndola en esta forma unos siete días sin decírselo a nadie, ni aun á la enferma.

Como Eusebia no se sabía colocar la bolsita, lo hizo la gitana, la cual desapareció del pueblo. A los tres días se le ocurrió a Eusebia registrar la bolsita, y con la natural sorpresa vio que las pesetas habían desaparecido.

Un hijo suyo, sin decir nada a nadie, se trasladó a Espinosa de los Monteros, dando cuenta de lo sucedido a la Guardia Civil. Una pareja salió en automóvil, deteniendo en Medina de Pomar a la gitana, a su amante y a dos sujetos que les acompañaban, recuperando las 2.000 pesetas. Los detenidos ingresaron en la cárcel”.

¿En qué consistió el timo? Pues, en un cambiazo. La timadora prepara el paquete con los billetes auténticos y luego lo cambia por otro relleno de recortes de periódico. Lo hemos visto en la película “el golpe” con Robert Redford o en “Los tramposos” con Toni Leblanc. Lo difícil es el cambiar los paquetes y conseguir un tiempo para escapar. En nuestro caso no juegan con la avaricia de la víctima sino con su amor e ignorancia al obligarla a llevarlo cerrado durante tiempo suficiente para que los gitanos escapasen. Sobre cómo realizó el cambiazo sin tener a un acompañante que distraiga al panoli lo resolvió como dice el artículo del “Diario de Burgos”.

Gitanos en 1923

Finalmente vemos que son capturados -gracias a un gran despliegue de medios para la época- por el puesto de la Guardia Civil de Espinosa de los Monteros (por ello lo presentamos en esta bitácora). Claro que podemos suponer que fuese en colaboración con los agentes de la zona de Selaya. O no.

Está bien lo que bien acaba pero… ¿Fueron condenados?

¡A saber! Si nos fijamos en el código penal español de 1870, vigente en el momento del delito, tendríamos que detenernos en el artículo 10 donde se enumeran los agravantes del delito. Concretamente los puntos: 7. Obrar con premeditación conocida; 8. Emplear astucia, fraude o disfraz; y 10. Obrar con abuso de confianza.

Vale, conocemos los agravantes del delito… ¿Y el delito? Bueno, por la falta de violencia sería un hurto. Y el artículo es el…

“Art. 530. Son reos de hurto:
1. Los que con ánimo de lucrarse, y sin violencia o intimidación en las personas ni fuerza en las cosas, toman las cosas muebles ajenas sin la voluntad de su dueño. (…)

Art. 531. Los reos de hurto serán castigados:
1. Con la pena de presidio correccional en sus grados medio y máximo si el valor de la cosa hurtada excediere de 2.500 pesetas.
2. Con la pena de presidio correccional en sus grados mínimo y medio si no excediere de 2.500 pesetas y pasare de 500. (…)

Art. 533. El hurto se castigará con las penas inmediatamente superiores en grado á las respectivamente señaladas en los dos artículos anteriores:
1. Si fueren cosas destinadas al culto, ó se cometieren en acto religioso ó en edificio destinado á celebrarlos.
2. Si fuere doméstico o interviniere grave abuso de confianza.
3. Si fuere dos o más veces reincidente”.

Es decir que la reclusión de María de la Cruz podría llegar desde seis meses y un día hasta dos años, cuatro meses y un día en el grado medio. Si es que no le encontraban agravantes o cosas así.

Casa de Pandillo (Vega del Pas )

Pero, creo, que no toda la culpa era de ella. Entiéndanme, no estoy excusando al delincuente pero recurriré a la revista “La Montaña” para ir cerrando posiciones:

“La ignorancia de nuestra gente aldeana no puede desterrarse de manera radical como convenía a los intereses de la Montaña. Aún quedan, aunque por fortuna no muchos, aldeanos que conceden crédito a las cosas más fantásticas, y que hacen la señal de la cruz al oír hablar de supercherías y embrujamientos. Las consecuencias de esta crasa ignorancia, las pagan siempre los interesados, pero esta no es razón suficiente para que los sacerdotes y los maestros y con ellos las autoridades, tengan el ineludible deber de hacer una labor intensa para desterrar creencias y temores, de épocas lejanas.

El caso que nos inspira estas líneas, merece conocerse: En el barrio de Pandillo, de la Vega de Pas, habita Eusebia González Pardo, de 53 años, que tiene varios hijos. Desde hace algún tiempo, una de las hijas de Eusebia se encuentra enferma del corazón, y la infeliz mujer, para buscar la salud de la muchacha, se puso de acuerdo con una gitana. El remedio era sencillísimo; 2,000 pesetas en billetes, envueltas en un pañuelo, y guardadas en el pecho por la dolorida madre, curarían a la pobre chica librándola de una muerte prematura.

Muchos sacrificios para reunir esta cantidad, pero como en ello se jugaba la salud de su hija, la mujer no dudó un solo momento en entregar a la cañí las pesetas, quien a su presencia las envolvió en el pañuelo, entregándoselas. Antes la gitana tenía que invocar a los buenos espíritus y rezar unas oraciones para que el Señor del Gran Poder, sanase a la muchacha.

Todo se cumplió según las órdenes de la embaucadora, y la Eusebia guardó en el pecho el envoltorio, después de agasajar a la gitana por su buen corazón. Pasaron tres de los cinco días que el dinero tenía que permanecer guardado en el maternal seno, y como la joven no notase alivio alguno, la cándida mujer quiso echar un vistazo a los billetes de Banco que tan cuidadosamente guardaba. La sorpresa de la infeliz no tuvo límites al comprender que había sido burlada y víctima de su candidez.

Las pesetas habían desaparecido, y con ellas la gitana que tuvo buen cuidado de largarse cuando tuvo en su poder el dinero. Un pasiego de aquel barrio, que se ríe de todas las gitanerías y de todas las "mardisiones" de la gente cañí, logró convencer a la infeliz de que las hechicerías de las gitanas solo tenían un remedio, la Guardia Civil y denunciado el caso, fue detenida la estafadora en compañía de su "hombre" y del metálico remedio.

El caso en esta o parecida forma se repite con tanta frecuencia, por lo menos como el ya gastado y productivo timo del entierro. La candidez sigue siendo reina y señora en muchos corazones, y esto lo sabe bien la andante gitanería, y lo explota mejor en su provecho. Menos mal que las vecinas de Pandillo ya están enteradas y gitana que asome por allí se expone a que la perniquiebren. Y con muchísima razón”.

Y… sí. Es cierto. La versión que cuenta este último artículo difiere –y mucho- con lo que comentaba el “Diario de Burgos” en relación a la forma en que se procedió a denunciar el caso y la enfermedad que pasa de ataques epilépticos a una enfermedad del corazón. Pero, muchas de estas publicaciones redactaban de oído, sin recurrir a las fuentes. Es lo que hay.

Si en esta versión se resarce a Eusebia de su vergüenza presentándola como un Pablo de Tarso que se percata de su error… ¿Qué hay de malo en ello? ¿Qué se miente en la prensa? ¿Acaso parecía importarles? ¿Acaso nos importa hoy?


Bibliografía:

Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “El diario palentino”.
Periódico “El cantábrico”.
Revista “La Montaña”.
Código Penal de España de 1870.


domingo, 15 de diciembre de 2019

¿Mi lema?:“Ave María veritas vincit”



Conoceremos hoy algo de la vida de un pariente menos llamativo de la casa de los Velasco. Nos acercamos a la casa de La Revilla a través de uno de sus miembros: Alonso de Velasco, Salinas, Hurtado de Mendoza y Sainz de Angulo. ¡Toma!

Nació en San Llorente de Losa, parte del mayorazgo de La Revilla, donde residían sus padres en el año 1558. Fue hijo de Pedro de Velasco y Hurtado de Mendoza, VIII señor de La Revilla, comendador de Hornachos en la Orden de Santiago, y Capitán General del Ejército de Andalucía en el año 1596, y de Juana de Salinas y Sáenz de Angulo, señora de Trespaderne. Además de sobrino del VI Condestable de Castilla, Juan Fernández de Velasco y Tovar. Tuvo como hermanas a Ana y Petronila, esta monja en el monasterio de San Quirce.

Parentesco de Alonso de Velasco y Salinas

Entró al servicio del Rey Felipe II como paje el año 1572, en la etapa posterior a la victoria en Lepanto, siendo después gentilhombre de Cámara y miembro del Consejo Real.

En 1576, con dieciocho años, siendo teniente de capitán de la Guardia del Rey, se casó en el Valle de Mena con su prima Casilda de Velasco, señora de la casa y torre de Ungo, y heredera de Francisco del Campo y Velasco y de Ana de Velasco. Del matrimonio, nacieron tres hijos: Pedro, II conde de La Revilla; Alonso, que falleció sin sucesión; y Ana, que casó con Jerónimo de Medinilla, corregidor de Valladolid.

Alcanzó el grado de general de Galeras, y Felipe II le nombró Veedor General del Reino de Portugal en el año 1586. En el año 1587, tomó el hábito de la Orden Militar de Santiago, de la que fue administrador de la encomienda de Villahermosa, hasta que en el año 1598, fue nombrado por el Rey comendador de la orden en Mérida que dejaba libre el marqués de Denia -¿quién?-. Ese mismo año estaba Alonso al mando de las Galeras en Nápoles. Y fallecía su padre. En 1589 recibió el nombramiento de veedor de los Ejércitos y Armadas Españolas. Tuvo el mando de las Galeras del Reino de Nápoles, bajo las órdenes del príncipe Carlos, duque de Saboya y capitán general.

En el año 1600, ya bajo el reinado de Felipe III, el príncipe Filiberto de Saboya, sobrino del monarca español, le nombró mayordomo mayor y sumiller de corps, de su casa.

Durante los últimos años del siglo XVI tuvo mucha relación con Francisco de Sandoval y Rojas, Marqués de Denia, que sería luego Duque de Lerma y gran valido -caído en desgracia al final de su vida- del Rey Don Felipe III, coronado en 1598. En 1602, el Rey le nombró Capitán General del Mar Océano.

Duque de Lerma (Rubens)

Alonso acudiría junto a su primo, el Condestable de Castilla, a la firma del Tratado de Londres en agosto de 1604 por el que se lograba una paz con Inglaterra. Diego Sarmiento y Acuña, años después primer Conde de Gondomar, fue amigo de Alonso de la que queda constancia en su correspondencia. Un filón para conocer algunos aspectos de esa época. La biblioteca de la Real Academia de la Historia conserva treinta y dos cartas de Alonso a Diego fechadas entre los años 1601 y 1613. Alonso avisaba en alguna de ellas del meteórico ascenso de Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias; del ocaso del Duque de Lerma; también le pide acuda junto con su primo el Condestable a visitar las casas de Argüello; en otras le da noticias de la Corte etc. Las cartas están fechadas en San Lorenzo del Escorial, Madrid, Valladolid, Alcalá de Henares, Londres, etc.

El rey Felipe II le nombró embajador ante la Corte de Jacobo I Estuardo, Jacobo VI de Escocia, el cuatro de junio de 1609, sustituyendo en el cargo a Pedro de Zúñiga, marqués de Flores-Dávila que renunció por enfermedad. Permaneció en Inglaterra hasta octubre de 1613. Influyó -¿sobornó a…?- en la corte inglesa para proteger a los católicos perseguidos duramente por los anglicanos. (¿Pero no prometió el Rey Jacobo I a Felipe II la conversión al catolicismo de Inglaterra y Escocia, cuándo llegara al Trono? Ja, ja, ja.)

Intentó relanzar el Tratado de Londres, firmado en 1604, y buscar la colaboración inglesa, necesaria para el éxito de la política exterior española. La Paz de Londres no podía restañar antiguas heridas y ambos países mantenían el recelo y la suspicacia por las acciones del pasado. Los españoles consideraban a los ingleses corsarios que habían tratado de desestabilizar a la Monarquía hispánica además de —según circulaba en muchos escritos de la época— “favorecer los rebeldes de los Estados de Flandes y de las islas, sino también en las Indias y en la misma España”.

Mapa de Velasco

Evidentemente, una alianza anglo-española produciría importantes efectos positivos para ambos países. Por ello, entre las instrucciones recibidas por Alonso de Velasco estaban las de aproximar posiciones entre las Cortes de Madrid y Londres. Un hipotético acuerdo permitiría: aprovechar la estratégica posición de Inglaterra en la costa, especialmente en el Canal y en el Mar del Norte; el reclutamiento de tropas en el ámbito militar, particularmente católicos irlandeses, ingleses y escoceses, así como el comercio de suministros militares, pólvora y barcos de guerra mediante buques mercantes ingleses; la preservación de los territorios españoles en las Indias de los ataques ingleses, con la erradicación, al menos en teoría, del corso inglés de los mares; y mejorar las condiciones del catolicismo en Inglaterra, según las predicciones de los teólogos españoles.

España debía intentar explotar un viejo filón: las rivalidades comerciales anglo-holandesas que ya venían de antaño, fundamentalmente, para dirimir los derechos pesqueros en aguas inglesas, en el área del Ártico en torno a Spitzbergen y en el comercio con las Indias Orientales.

De la embajada en Londres de Alonso también quedan escritos de algunas de las penurias económicas por las que atravesó. En cartas al Consejo de Estado se lamenta de haber prácticamente dilapidado su fortuna y la de su esposa al servicio de la embajada, “con apretado estado en que se halla de hazienda”, solicitando mantener el cargo de veedor para su hijo Alonso con el sueldo anual asignado.

Allí continuó con las pesquisas comenzadas por Zúñiga sobre los movimientos ingleses en sus colonias de Norteamérica, que chocaban con los españoles en la explotación del Nuevo Mundo. En este aspecto, Alonso de Velasco enviaba, como buen embajador, mapas de las posesiones británicas en Norteamérica. Estos mapas, algunos de los cuales se encuentran en el Archivo General de Simancas, incluían zonas como la Bahía de Chesapeake, el Lago Ontario, el río Hudson, el río Canadá y el Golfo de San Lorenzo. Como ejemplo mencionamos el conocido como “Mapa Velasco”, el único de la época sobre la costa atlántica de Norteamérica, en concreto, el territorio de Virginia, que Alonso de Velasco consiguió y envió desde Londres a Felipe III el 22 de marzo de 1610.

Jacobo I

Durante su periodo de embajador las relaciones entre las dos monarquías fueron deteriorándose al continuar las tensiones religiosas, los problemas financieros y la competencia mercantil.

En 1613 Alonso de Velasco era relevado de su misión en Inglaterra, siendo cubierta la embajada de Londres por Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar. En octubre de 1613 este escribió a Rodrigo de Calderón, Marqués de Siete Iglesias, valído del Rey, “(...) Don Alonso de Velasco llegara pronto a la Corte pues ha salido ya de Bruselas luego de tomar las aguas en Fuente de Aspe y sé que ha tenido mucho bien por su salud (...)”. El embajador de Flandes consoló a Diego Sarmiento de Acuña con las palabras de que sería breve su asistencia, “porque las cosas están en estado que es imposible que pasen seis meses sin romperse la guerra con España”. Vaticinios que el conde de Gondomar evitaría, al menos, en los próximos diez años.

Escudo en Barrio de Díaz Ruiz (Tierras de Burgos)

De regreso a España, con 55 años y un delicado estado de salud, Alonso de Velasco hizo cesión de sus mayorazgos y posesiones a su hijo Pedro, que había casado con su prima Ana María de Velasco y Velasco, hija de su hermana Ana.

En 1618 y como agradecimiento a una vida de servicio a la Corona, el hasta entonces IX señor de La Revilla se convirtió, por merced de Felipe III, en el primer conde de La Revilla por Real Carta dada en El Pardo en enero de 1.619. Alonso de Velasco establecerá como su divisa personal, el lema “Ave María veritas vincit”.

Claro que ya existió antes otro conde de la Revilla. ¿Cómo se quedan? Pues el Título de Conde de La Revilla fue creado por los Reyes Católicos en octubre de 1.481 para Hernando Sánchez de Velasco, II Señor de La Revilla, de los Palacios de Valmaseda, de la Casa de la Torrecilla, de San Julián, y del Monasterio de San Juan en Rozas. Caballero de la Orden de Santiago, primo hermano del primer Conde de Haro, quien falleció antes de que se le expidiese el privilegio. Y se canceló todo.

En julio de 1620, pocos días antes de su fallecimiento, todavía se ocupaba de los asuntos del Duque de Saboya, ya que consta en el archivo de La Revilla, un poder otorgado por él, a Alonso, Conde de La Revilla, “(...) Mi Mayordomo Mayor y Sumiller de Corps... para el cobro de censos y rentas (...)”.

Iglesia de Barrio de Díaz Ruiz (Cortesía de Tierras de Burgos)

Murió en Madrid el 13 de julio de 1620 y fue enterrado en el Monasterio de la Victoria, de la orden de Santiago, en Madrid. Posteriormente, su hijo y sucesor, Pedro Fernández de Velasco, II conde de La Revilla, los trasladó al panteón de los condes de La Revilla, en Barrio de Díaz Ruiz (Burgos).


Bibliografía:

“Historia genealógica de la casa de Lara justificada con instrumentos y escritores de inviolable fe” por Luis de Salazar y castro.
“Apuntes sobre la historia de las antiguas Merindades de Castilla”. Julián García Sainz de Baranda.
“Nobiliario Genealógico de los reyes y títulos de España” por Alonso López de Haro.
“La casa de la Revilla. Siete siglos al servicio de la monarquía española”. Francisco de Arróspide y Ruiz de Arana.
Real Academia de la Historia de España.


domingo, 8 de diciembre de 2019

La turris de Peña Partida



Nos vamos hasta el desfiladero de La Horadada en busca de un yacimiento que creemos, a lo más, romano. Nos iremos hasta unos 500 metros de la entrada del lado de Trespaderne, andando pegados al borde de la carretera -que hay tráfico pesado- y pasando bajo la fortaleza de Tedeja y junto a los restos de la iglesia de Santa María de los Reyes Godos. Nos pararemos junto a un espolón de roca caliza desgajado de la Sierra de la Tesla.

Peña Partida (Google)

Estamos ante Peña Partida, parece que se llama así por la voladura que hubo que practicar para poder construir esta carretera. La “Turris” debió estar sobre esta peña. Tal cual. Pero la roca es inaccesible excepto con técnicas de escalada o llegando a ella desde la parte alta del Vallejo de Santullán. Alcanza en su vertical unos treinta metros de altura sobre la carretera que unido a la su localización lo convirtieron en un punto privilegiado para controlar el paso en el desfiladero.

El lugar era conocido ya como yacimiento arqueológico desde antes de la elaboración del Inventario Arqueológico Provincial, estando publicado en la carta que realzaron Bohigas, Campillo y Churruca en 1984, pero de forma imprecisa pues se atribuida a esa plataforma un material recogido y documentado previamente a su pie, catalogado como romano -cerámica y tégulas-, y se añadían relatos tradicionales referidos a restos de muros en su cota superior.


El progreso y la ampliación de la carretera del desfiladero de La Horadada desencadenaron el estudio del yacimiento porque el proyecto inicial proponía perforar la Peña Partida bajo el yacimiento, y abrir su salida, en dirección Trespaderne, precisamente por medio del yacimiento –ya presentado en Siete Merindades- de Santa María de los Reyes Godos. ¡Típica salvajada!

¿La solución definitiva? No perforar ese túnel para no dañar el yacimiento de Santa María de los Reyes Godos, que es muy valioso -¡Bien!- pero ampliar la actual carretera cortando, otra vez, la Peña Cortada -¡Mal!-. Se perdía toda o parte de esta roca y, por tanto, del yacimiento. En fin, hubo que agradecer que se tuvo tiempo para la excavación arqueológica. Traducido: cuando se acerquen a conocer los yacimientos del cañón de La Horadada se encontrarán una peña nuevamente afeitada y un yacimiento parcialmente perdido y del que solo quedan los documentos.

Sobre el trabajo de campo diremos que fue una campaña a contra reloj en la que se buscó excavar la máxima superficie posible y registrar arqueológicamente el yacimiento y sus materiales antes de la voladura. Además el trabajo fue difícil y peligroso pues hubo que abrir una vía para escalada, desbrozar el terreno, fijar algunos sistemas de seguridad anti-caída y determinar la zona de excavación. Incluso el momento de hacer la campaña de excavación fue anormal: diciembre de 1999 con unas condiciones meteorológicas duras y escasas horas de luz.


El yacimiento estaba en una estrecha plataforma con una anchura máxima de diez metros pero la norma eran seis metros. No solo eso, existía una fuerte inclinación de unos sesenta grados aunque compensada base de terrazas escalonadas cortadas a plomo sobre la carretera y sobre el Vallejo de Santillán. Solo la cara oeste tiene un pronunciado reborde rocoso, que actúa como muro o pretil natural.

En la última de estas terrazas o plataformas, la más cercana a la carretera, eran visibles, entre la vegetación arbustiva, los restos de dos muros de piedra paralelos y transversales a la pendiente del crestón.

La pared occidental del crestón se eleva por encima de la cota de la plataforma, de manera que tanto el muro construido como esta pared vertical deben entenderse como integrantes de la misma construcción, ya que la sobre elevación pétrea vertical evita tener que levantar muros de fábrica en lugar tan complicado. En el alzado de este “parapeto” rocoso natural, no se identificaron huellas de instrumental ni mechinales o retalles para estructuras anexas.


En el flanco oriental de la roca, este muro natural no alcanzaba el desarrollo del anterior pero suficiente para ayudar a la construcción de los muros de fábrica, paralelos entre sí y dispuestos transversalmente al eje de la peña. Tenemos así una habitación cuadrangular de unos nueve metros de lado.

Los muros estaban construidos con la técnica de muro caja. Fruto de su deterioro se ve mejor su interior que sus forros externos. El núcleo se compone de mampostería caliza autóctona y cantos de río, de tamaño medio y grande, irregulares y sin ordenación alguna, con algunos fragmentos de teja rojiza, todo ello concertado con argamasa de cal y arena, blanquecina, dura y compacta, de muy buena calidad, para trazar una pared recta y de potente anchura, que en su forro exterior todavía conserva algunos sillares. Tenían una orientación este a oeste.

El primer muro empieza desde el mismo reborde o crestón occidental de la peña, el más próximo a la carretera. Se levantaba desde una cota inferior respecto a su par y tenía un alzado mejor conservado, de casi dos metros por su paño exterior aunque por su cara interior solo conservaba una hilada de sillares. Se le estudió una longitud de unos 260 cm (aunque debe prolongarse algo más hasta alcanzar el límite oriental de la plataforma) y un grosor de algo más de 1`6 metros. Su paño interior estaba construido con grandes sillares de caliza –se reconocieron cuatro- muy semejantes entre sí y perfectamente alineados. Los huecos entre los muros de la caja se rellenan con sillarejo, mampostería y argamasa.

Se ve como uno de los laterales de la torre
queda construido por la roca

El paño exterior muestra directamente el relleno ya que los recortes antiguos de la roca y la erosión natural parecen haberlo destruido. Por ello se muestra aparentemente muy alterado. Este muro, por su cara interna, presentaba claros síntomas de rehabilitaciones y reutilizaciones posteriores tras momentos de ruina o amortización, llegándose a un momento dado en que ya no se reconstruyó el muro y su caja, y junto a la pared natural, sirvió para establecer un hogar.

Al norte de este muro hay un derrumbe que colmatará el interior de la construcción. Se compone de piedras calizas de gran tamaño, algunas areniscas y tobas, así como de una matriz terrosa con abundantes fragmentos de teja. Su extensión es mayor que la del área de excavación, al menos hacia el Este. Debajo se documentó un nuevo suelo que constaba, a su vez, de dos unidades estratigráficas distintas. Por un lado, un nivel de argamasa de cal y arena, muy regular, que incluye pequeños fragmentos de roca y una coloración de grises claros con una fuerte compactación, con una potencia de unos 15 cm. y que prácticamente puede ser catalogado como un opus signinum. Bajo esta capa una segunda: un relleno formado por piedra caliza de tamaño medio y grande y alguna arenisca, mezclado con tierra arenosa y suelta de color marrón claro. Este nivel de suelo no llega a tocar actualmente el paño interior del muro meridional de la construcción, aunque debió hacerlo en su tiempo pues hoy es claramente visible la línea interfacial de destrucción del mismo.


Fuera del área de excavación pero junto al primer muro descrito, pegando al reborde rocoso del crestón, se halló un hogar: una pequeña cubeta excavada sobre las misma piedras del relleno y alcanzando, en algún punto, la roca madre. Su forma era casi circular con un diámetro aproximado de 80 cm y huellas de combustión, de fuego. En el interior del hogar se detectó un relleno terroso con abundante material orgánico y de color ceniciento. La posición estratigráfica del hogar es posterior a la amortización del muro.

El análisis llevó a determinar que hubo un primer suelo y que, tras el derrumbe, se dispuso un nuevo suelo sobre los escombros que, aunque material y técnicamente era parecido al anterior, mostraba peor preparación previa. Con esto, su cota quedaba sobre elevada unos 70 centímetros. Su superficie hacia el Este supera el área de excavación.

Los arqueólogos trabajaban contra reloj y ampliaron la zona de trabajo para alcanzar unos restos materiales, constructivos, de tipo muro, que se ya se habían documentado previamente en superficie. Un muro dispuesto en paralelo al anterior, a una distancia respecto a él de unos 9`5 metros, en una cota superior de la plataforma sobre el crestón. Se construyó con bloques calizos de tamaño medio, formas irregulares y caras superiores planas para permitir un mejor asiento de las sucesivas hiladas; en algunos tramos se detectó restos de argamasa. Se hallaron, al menos, dos hiladas. Un trabajo tan apresurado no permitió llegar a conclusiones taxativas con lo cual su interpretación solo fue provisional y contextualizada. Podría ser el muro septentrional de la construcción. Por sus características formales parecía una reforma posterior a la obra inicial. Siempre y cuando esta última fuese el muro de sillería del que hablamos. Esta reforma y el hogar citado demostrarían la reutilización de la construcción a lo largo de un amplio periodo de tiempo.


¿Cuánto tiempo? Pues, nos metemos en un problema porque la situación del yacimiento y su excesiva erosión más los cortes distorsionan el cálculo temporal. Y no olvidemos que, una vez que perdió su funcionalidad, era una buena cantera de piedra labrada relativamente accesible. Y si nos acogemos a la teoría de Roberto Fernández Ruiz sobre la Aceifa de La Morcuera podemos llegar a pensar que su ruina pudo llegar por esta acción bélica.

No es el único tema que queda colgando, tampoco se pudo identificar el lugar y el sistema para acceder a la construcción. A los arqueólogos les pareció razonable suponer que el acceso se produciría desde la parte superior del monte, desde la parte alta del Vallejo de Santillán, o incluso desde las laderas de Tedeja, descendiendo por la cúspide de todo el crestón. ¡Hombre! Pudo haber alguna puerta sobre el vacío y una escalera retirable. No hay pruebas de su existencia o de su falta.

Se concluye que era una construcción poliorcética vinculada a Tedeja como parte de sus defensas por el lado del desfiladero de La Horadada -¿una torre albarrana dado que no conocemos acceso?-. Cualquiera es posible para el control directo y efectivo del desfiladero desde este punto porque este control no puede realizarse desde lo alto de la colina donde sitúa la fortaleza. Y explicaría también su pervivencia y reconstrucción.


Conocemos que tuvo una planta rectangular, de unos 9`50 metros de largo (orientación norte sur) y unos 7`00 metros de ancho condicionados por la roca en la que se construyó. ¿Demasiado grande? Parece de un tamaño excesivo para una torre de funcionalidad limitada y de época temprana pero el estudio aclaraba que los dos muros documentados eran de dos momentos diferentes. Vamos, que eran de dos edificios distintos.

El muro sur, tanto por su tipología como por el uso de la plataforma incluso después de su amortización parcial como demuestra el hogar, parece demostrar que es más antiguo que el localizado al norte de la cata. Lo vemos en que este era de peor calidad mostrándonos la menor capacitación técnica o, subsidiariamente, menor disposición de medios en esta fase de ocupación.

Así, puede hablarse de un primer nivel de ocupación de la construcción, a la que se vinculan diversas estructuras como son el potente muro norte, un relleno para acondicionar la plataforma y un suelo de opus caementicium. Posteriormente se documenta un colapso de la construcción -al menos parcial-, cae parte de ese muro y la cubierta de la torre, que colmata parcialmente su interior. ¿Se abandonó? ¿Sí? ¿No? ¿Durante mucho tiempo? Lo que sabemos es que al recuperarse se arrellana ese nivel de derrumbe y se reacondiciona el suelo. Además se repararía parcialmente el muro meridional y se levantaría de nuevo el muro norte pero con medios y modelos constructivos alejados de los iniciales. Lo que tendríamos en esta segunda fase sería un simple parapeto a fin de permitir estancias temporales sobre la Peña, para lo que se instala un lugar para cocinar. Cuando por segunda vez el edificio se derrumba se abandona. ¿Ya no es necesario?


Asignar a cada uno de estos periodos de ocupación un momento histórico concreto y acotado con precisión es difícil. Tampoco ayudan los restos materiales encontrados: son escasos y con características técnicas, formales y decorativas muy homogéneas y persistentes dentro de la Alta Edad Media. Provienen mayoritariamente del derrumbe de piedras que cubre el suelo más antiguo y sirve de solera para el siguiente y del hogar instalado sobre la amortización del muro meridional de la construcción.

Tenemos algo de cerámica que irían desde el periodo tardo romano hasta el altomedieval. Predominan las elaboraciones a torno con pastas sedimentarias bien decantadas. La cocción se produjo bajo ambientes mixtos. Las superficies presentan principalmente acabados alisados, aunque algunos ejemplares muestran engobe exterior. La mayoría son formas cerradas de tipo ollita. En menor proporción se reconocen jarritas. Hay un amplio predominio de los fondos planos, tanto para unas como para otras.

Los motivos decorativos más frecuentes son los acanalados paralelos de disposición horizontal, siguiendo las líneas del torno, que por lo general se agrupan en bandas bajo el borde, en el cuello o en la parte superior de la panza. Algunas piezas, en menor número, muestran acanalados simples en delineación ondulada. También muy frecuentes son los fragmentos que muestran decoración pintada, en motivos lineales simples o reticulados. Menos abundantes son las decoraciones incisas e impresas. De todo ello parece desprenderse una adscripción cronológica básicamente altomedieval. Nos situaríamos en los siglos VIII a X d.C.

Pero la cosa no es tan sencilla porque una parte de las cerámicas tienen aires visigodos. Entendamos que la caída del reino visigodo no fue instantánea sino que la mancha islámica fue extendiéndose a distintos ritmos y zonas. Y así su influencia. Por ello, esta cerámica la podemos asociar a las halladas en La Cabeza de Navasangil (Villaviciosa-Solosancho, Ávila), Monte Cildá (Olleros de Pisuerga, Palencia), Castillo de Camargo (Cantabria), Recópolis (Zorita de los Canes, Guadalajara) o El Bovalá (Serós, Lleida).

(Google)

También se documentaron algunos restos óseos de procedencia animal. Varios de ellos muestran huellas de manipulación humana. Tenemos restos de ovicáprido, equino, aves y de un cánido. ¡Incluso hay una concha!

También se han encontrado tejas curvas, cocidas en ambiente oxidante aunque hay algunos fragmentos que parecen corresponderse con piezas cocidas en ambientes mixtos. Predominan las coloraciones rojizas y anaranjadas. Son de gran tamaño, aunque no se conserva ninguna entera. Pese a que su sección es variable y tienen un mayor o menor radio de curvatura, resulta un lote claramente homogéneo. Equiparables a los encontrados en los yacimientos de Mijangos y de Reyes Godos.

Esta torre formaría parte de un sistema creado en época bajoimperial. La pista no lo dan los restos encontrados, básicamente altomedievales, sino la secuencia estratigráfica del yacimiento. Es decir, los restos estaban sobre los derrumbes que cubren el primer suelo del edificio, un opus signinum. Pero esto solo nos dice que existía antes de una fecha no desde cuando existía. Buscando ese dato se apuntaba la existencia de algunos fragmentos del periodo siglo IV a VI.

La existencia de otra pieza, recogida hace años por los obreros del Santander-Mediterráneo y que hoy forma parte de una colección particular, puede ayudarnos a avanzar en este sentido; se trata de una punta de lanza. De hierro, tiene la hoja lanceolada con sección losángica, con nervio central y bordes paralelos. Su cuello es cónico; mide 24 cm y tiene enmangue tubular abierto, por enroscamiento del metal del vástago. Es un tipo de pieza documentada en el limes británico, en Vindolanda como pieza utilizada por unidades de caballería fronteriza desde el siglo II d.C. Se trata de un arma típica de caballería, la lanza larga no arrojadiza. También se encontró una punta similar en la necrópolis de Tañine (Soria), del siglo V y en las “Necrópolis del Duero”, antaño relacionadas con tropas limitáneas y hoy con tropas particulares vinculadas a los latifundios tardorromanos.

En cualquier caso somos conscientes de que resulta difícil establecer relaciones entre tipos y datas, pues, como dice Soler del Campo, “desde la Edad del Bronce (…) podían cambiar los materiales, pero no siempre las formas, por lo que la identificación y catalogación de los modelos genéricos es muy complicada (…). Las puntas de forma laurel o de traza triangular de doble filo, asociadas a un enmangue tubular y dotadas de nervadura central, son tipo de gran pervivencia conocidos también en época visigoda”

La mejor herramienta para la datación de este yacimiento es Tedeja, donde se han hecho análisis radiocarbónicos, debido a que La torre de Peña Partida forma parte de un sistema de vigilancia asociado a la fortaleza.


La simple comparación tipológica y de sus rasgos constructivos con los modelos básicos de tipología poliorcética romana, así como por su posición en la secuencia estratigráfica de la fortaleza, afirmaríamos que la obra original procedería del Bajo Imperio. Por datos comparados con Tedeja lo situaríamos en el siglo IV. Y la segunda ocupación, tras un lapso temporal de abandono relativamente largo a tenor del nivel de ruina de los muros primigenios y por la ausencia de material cerámico explícito del periodo V-VII, se produjo ya en el periodo altomedieval. Época que, además, se encuentra documentada en el material cerámico exhumado que, a grandes rasgos, puede datarse entre el VIII y el X.

Una vez practicada la intervención, Peña Partida fue parcialmente volada, lo que supuso el daño parcial del yacimiento.



Bibliografía:

“Batallas en Las Merindades”. Aitor Lizarazu Pérez y Felipe González López.
“Estudio arqueológico del desfiladero de La Horadada: La transición entre la tardorromanidad y la Alta Edad Media (ss.V-X d.n.e.)”. José Ángel Lecanda.