Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


lunes, 25 de abril de 2016

943: el año que vivimos peligrosamente.


Habíamos dejado nuestro relato en el año 940, con un apaleado Abderramán III, y un Ramiro enfilando otro tipo de problemas: ordenar su casa. El rey veía que ahora León era una potencia regional… ¡muy poco organizada!

Ramiro II de León

Su peso político debía igualar a su nueva extensión territorial y para eso era imprescindible organizarse. Lo que pasaba por dos puntos: controlar el espacio político de la corona y mejorar la Administración. Lo segundo era lo que más problemas traería, dados los necesarios equilibrios entre las poderosas familias leonesas, gallegas, asturianas, castellanas… ¿Cómo reforzó la estructura del reino ante esos terratenientes? Reglamentando las distintas jurisdicciones, es decir, aclarar quién mandaba en cada sitio y con qué competencias.

Miremos la estructura de poder del reino de León: bajo el rey nos encontramos con la curia regia, una suerte de consejo de estado integrado por los grandes notables, tanto eclesiásticos como nobiliarios. Descendiendo vemos una serie de instituciones subordinadas que atendía los negocios de palacio y cuyo origen era, por decirlo suavemente, espontáneo, es decir, fruto de necesidades puntuales. Ramiro buscó racionalizar algo todo esto con el sencillo sistema de definir funciones y nombrar personas para desempeñarlas.


¿Recuerdan que teníamos un primer problema? Exacto, el del control del territorio. Para ello optó por organizar la repoblación. Nunca olviden que reconquista es repoblación. Punto. Razones demográficas, sociales, religiosas, políticas y económicas impulsan a los cristianos del norte hacia las tierras del sur. Hacia la que empiezan a llamar “España perdida”. Y quienes cubren el terreno con lágrimas, sudor y, más veces de las que quisieran, sangre son los campesinos. Sólo después asomaba por la zona el poder político del rey y sus condes, para organiza el espacio y “civilizar” los territorios dentro de la corona, concediendo fueros y reglamentando la vida comunitaria. Vamos, lo normal en el siglo IX.

La cosa cambia un poco con el siglo X cuando junto a la colonización de campesinos libres aparece nítidamente definida la repoblación oficial, de iniciativa regia. Hacia 939 el protagonismo del rey y los nobles crece en las tareas de repoblación. Aun así, el peso principal lo seguían llevando las familias de campesinos que sacrificaban seguridad a favor de libertad. No olviden esta ecuación.


Ramiro II está organizando su territorio. Eso está claro. En especial trata de organizar las nuevas tierras que han quedado en sus manos, es decir, hasta la línea del Tormes. Zonas que no pertenecían al espacio político de León, pero tampoco formaban parte de las divisiones administrativas cordobesas. Eran, ciertamente, una tierra de nadie. Bueno, de sus colonos cristianos.

Colonos solos, sin castillos ni fortalezas que les protejan. Ante esta realidad el rey se pone delante de la manifestación y asume en persona la repoblación de la cuenca del Cea, en León, y se ocupa de instalar en los nuevos territorios grandes contingentes mozárabes, es decir, cristianos que habían huido de Al-Ándalus. No serán ciudades de nuevo cuño sino de localidades que ya conocían las azadas de los colonos. Pero el rey se cuida de introducirlas en el espacio controlado militar, política y económicamente por la corona. Ésta es ahora la nueva frontera del reino.


Como no hay reino grande sin manifestación externa de grandeza, Ramiro II se ocupó también de que sus súbditos vieran físicamente la importancia de la corona mediante la construcción de un nuevo palacio real y el aumento de la corte. También actuando por el lado espiritual, al fin y al cabo la razón de ser del estado, y levantó el monasterio de San Salvador, el de San Marcelo y restaurar el de San Claudio.

Pero los moros no se dejaban conquistar con frases tipo “Welcome, cristianos” –por utilizar simplezas contemporáneas- sino que mantenían una dura actividad guerrera. ¿Que Córdoba ataca ese año 940? Los castellanos contestan atacando Salamanca. Hacia agosto de 941, León, Córdoba y Pamplona firman una frágil tregua. Dura un mes. Se rompe por cuenta de los ataques navarros contra las fortificaciones moras en Huesca.

Tumba de Toda en San Millán de Suso

Y es que estos navarros eran de armas tomar. Además, estaban en todas las salsas. Gracias, especialmente, a Toda Aznar, o Aznárez, que era hija de la princesa Oneca de Pamplona y de don Aznar Sánchez de Larraun, y nieta del rey de Pamplona Fortún Garcés, de la dinastía Íñiga. Nació hacia 876, casi con el reino. Cuando le llegó la edad casó con Sancho Garcés, de la familia Jimena.

Ya hemos hablado de cuando Alfonso III, a principios del siglo x, propició el golpe contra el rey Fortún, el abuelo de Toda. ¿Por qué derrocarle? Por “promoro”, lo que debilitaba el frente cristiano. La persona escogida para reemplazarle fue Sancho Garcés, el marido de nuestra dama. ¿Y eso? Mirad, está casado con Toda (nieta de Fortún) y podrá presentar los derechos de su esposa; y porque representa a una familia nueva, los Jimenos, ajena a la vieja querella entre Íñigos y Velascos.


Salvo que la esposa del nuevo rey es una Iñigo. Con 30 años Toda es la clave del equilibrio político en Navarra. Y, pronto, en toda Hispania. Pamplona presentó sus estrategias: alianza férrea con Asturias-León y afirmación del reino desde el Pirineo hasta el Ebro. La cosa funcionará. Navarra absorbe el condado de Aragón, baja la frontera hasta Nájera y marca su territorio frente a los señores musulmanes del valle del Ebro. Internamente la nueva dinastía Jimena reforma la corte, acuñan moneda, estructura el control del territorio en “tenencias” y emparentan con todos. Con todos, todos.

Sancho I Garcés muere en 925 y nuestra protagonista queda viuda a los cuarenta y nueve años con un heredero, su hijo García, menor de edad. Claro que había dos regentes que buscaban impedir la intromisión de los “magnates” en el poder. Lo bueno para Toda, es que fue en nombre de sus derechos cómo su esposo, Sancho, tomó la corona. Por lo tanto, lo fundamental era preservar esos derechos.

Guerreros Cristianos y Musulmanes por Ángel Pinto.

Decisiones de Toda, la navarra: Permanecer viuda y colocar bien a sus hijas. Con respecto a estas chavalas vemos: Sancha, casada en 923 con el rey de León Ordoño II (muerto en 924); Onneca o Iñiga, el mismo año de 923 se había casado con un hijo de Ordoño, Alfonso, que sería Alfonso IV. Tenemos así que, por mor de la política, dos hermanas se convierten en suegra y nuera –Alucinante-. Claro que la prematura muerte de la princesa Onneca solventó el problema. O no. Porque Alfonso cayó en una depresión y se aisló en un convento.

El nuevo rey leonés será Ramiro II… que se casará con ¡otra hija de doña Toda! Será Urraca en 932, una vez que Ramiro renunció a su matrimonio con la gallega Adosinda por parentesco. Mientras tanto, la viuda Sancha –digna hija de Toda-, pasado el luto por Ordoño, se casará primero con el conde de Álava don Álvaro Herraméliz quién tras la guerra civil de 931 pierde sus dominios y, seguramente, la vida. ¿Descansó Sancha? No. Ahora se unirá a Fernán González (932), conde de Castilla. Para el 935 ya tenían dos hijos: Gundisalvo Fredinandiz y Sancius Fredinandiz. Con lo cual ya asoma la “Castilla clásica” en esta historia.


¿Se han perdido? No, ¿verdad? Pasamos a una cuarta hija, Velasquita, que contraerá matrimonio con un conde alavés Munio, o Nuño, Vela hacia el año 924 o 925. El conde tuvo la desagradable idea de morirse enseguida siendo sustituido por Álvaro Herraméliz de problemática trayectoria, arriba citado, y trastocando los planes de doña Toda. La obediente Velasquita casó entonces con Galindo de Ribagorza y después con el aragonés Fortún Galíndez que fue gobernador de Nájera entre 928 y 973. León, Castilla, Álava, Ribagorza, Aragón... Toda tocaba todos los palos. Y, por si no estaba suficientemente claro, dichos palos estaban en Álava, Castilla y León. Aliados en el este.

¿Y al nene? A García Sánchez lo casa primero con la condesa de Aragón, Andregoto Galíndez, y después, anulado ese matrimonio por razones de parentesco, con Teresa de León, hija del rey Ramiro II. No cabe duda que apostaba fuerte por controlar el mayor reino cristiano de Hispania.

Torre de Covarrubias

No era suficiente para Toda. Influirá en el campo moro. Abderramán (‘Abd al-Rahman III) era sobrino suyo. Y esto evitó que arrasara Pamplona. Eso y que doña Toda tuvo que acudir al campamento andalusí y rendir vasallaje al califa. Al menos, logró que el soberano de Córdoba reconociera los derechos de García, su hijo, el heredero de Pamplona. Doña Toda no le perdonará la humillación. Y, no lo olvidemos, León –y su condado de Castilla especialmente- pagó ese acuerdo porque los ejércitos cordobeses se dirigieron hacia La Rioja para atacar Álava y luego la ciudad de Burgos, que fue completamente destruida.

La venganza fue en Simancas, donde las armas de Pamplona comparecieron junto a las leonesas para descalabrar al califa.

Bonito rollo para situarnos en el momento pero ¿Castilla Vieja? ¿Qué estaba pasando con Las Merindades? Bueno, ahora toca. Pensad que a mediados del siglo X, el Reino de León tiene una seria crisis social. En especial en Castilla. Vamos, que a Ramiro II se le romperá el reino por Castilla.


Así como doña Toda estaba controlando otros reinos, en León era la nobleza la que controlaba a la corona. Sobre todo en sus nuevos territorios. Sobre esas tierras colonizadas por hombre libres, los nobles, en nombre del rey, despliegan físicamente su poder. Vale, los nobles protegían una tierra de frontera y para ello tenían un poder. Un poder limitado, ojo. En el Reino de León el noble no es dueño de la tierra sobre la que ejerce su jurisdicción. Uno es conde en Castilla, pero no es señor de Castilla. Ahora bien, aunque esas tierras no sean suyas, sino del rey o de los colonos, el hecho de prestar protección exige una contraprestación: los campesinos han de mantener al conde y sus tropas. Ésta es la segunda cara del fenómeno, el deber de defensa implica que el defendido pague al defensor. ¿Cómo paga? Con bienes y servicios: grano, mieses, comida, y, también, trabajo. ¡Tachán! bienvenidos al vasallaje típico del feudalismo y su hija la obediencia del campesino otrora libre. Claro que en Castilla ese feudalismo no podrá ser tan “feudal” como en otras partes del reino.

¿Por qué? Uno: Repoblar la frontera se compensaba con derechos, personales y colectivos, que les salvaguardan de algunas de las presiones de los poderosos. Dos: Si vives en el frente de guerra aprendes a defenderte, a manejar armas y eso te hace peligroso e igual al noble. Tres: los nobles hispanos, las grandes fortunas tardoimperiales y godas, tras la invasión musulmana de 711 quedaron arruinadas en la mayor parte de Hispania. Quienes no pudieron o no quisieron pactar con los musulmanes lo perdieron todo. Mantenían preminencia social pero no parné.

Tumba de doña Sancha en la Colegiata de Covarrubias

Así las nuevas tierras de la frontera darán la oportunidad de sumar al nombre la riqueza. Y para esto habrá muchos pretendientes. Pero, ¿Quién trabaja y quién es el amo del trabajo y de sus frutos? ¿Trabajarán los esclavos? En la España repoblada no había esclavos. Eso en el siglo X era una radical novedad. ¿Por qué? Porque la toma de riesgos se ha de compensar con libertad y porque la Iglesia, determinante en el proceso de la repoblación, veta el sistema esclavista porque no es aceptable esclavizar ni a un cristiano ni a un moro, al que hay que convertir.

Solo queda pactar. El pacto entre señor y campesino contendrá protección por un lado, servicio por el otro. El señor intentará por todos los medios que esos servicios crezcan y crezcan, para su propio enriquecimiento. Y el campesino intentará hasta donde pueda que los servicios se mantengan dentro de un límite razonable que no merme su libertad. Y, además, está el rey que teme que su poder sea cercenado por los nobles para lo que se apoya en las comunidades de campesinos, así, en grupo. Es como esa escena de las películas de crimen donde todos apuntan a todos y se mantiene un tenso equilibrio. Muy tenso.

Y claro, lo que está muy tenso aumenta su riesgo de quiebra. Y esta se produjo en Castilla de la mano de Fernán González. En el 942 el conde de Castilla, que era la mano derecha del rey y había acompañado su ascenso, se rebela. Tengamos en cuenta que, tras el 912 y la batalla de Simancas, la frontera había desbordado el Duero y aumentado su territorio.


Esa tierra de aluvión, con vascones, cántabros y godos acostumbrados a una frontera peligrosa disfrutaban de mayores libertades forales. ¡Bien! Pero esta identidad social y cultural no tenía una identidad política. Los territorios de Castilla quedaban bajo la jurisdicción de distintos condes con atribuciones y comarcas variables. Porque los condes -hay que insistir en ello- no eran señores de las tierras que gobernaban, sino que ejercían su gobierno en nombre del rey y sobre las comarcas que éste les encomendaba. No solo eso sino que había tensión en la corte sobre quienes obtenían los cargos de condes en Castilla, o en las diferentes zonas, alfoces o comarcas de la misma. Era una lucha entre leoneses y castellanos.

Cuanto más se consolidaban los nuevos clanes castellanos, y su influencia en León, más dura era la refriega. Y ya nos es obligado hablar de los Lara (Fernán González era un Lara) y de los Assures o Ansúrez. Casi siempre oponentes. Los Ansúrez controlaban entre el Ebro y el Arlanzón, y los Lara entre el Duero y el Arlanza.

Fernán González, el Lara, era íntimo del rey, o eso creía, porque después de Simancas el rey no confía la repoblación del área sur castellana a Fernán, sino a Assur Fernández, de la familia de los Ansúrez. La “broma” tuvo unas consecuencias políticas inmediatas: Fernán había perdido el favor regio (¿Desconfianza? ¿Castigo? ¿Diversificación de favores y riesgos?). Ramiro había entregado a Assur Fernández un área que abarcaba en línea recta norte-sur desde Peñafiel, en Valladolid, hasta Cuéllar, en Segovia. Le acababan de taponar la expansión al sur a Fernán González, que había llegado hasta Sepúlveda y, ahora, quedaba encajonado ante la muralla del Sistema Central.


El rey Ramiro, para colmo, nombraba a Assur Fernández conde de Monzón. En resumen, el principal beneficiario de la batalla de Simancas (939) no era Fernán, sino su rival. El conde de Castilla veía limitado su poder y, en su lugar, crecía la influencia de los Ansúrez. Parece que Fernán González vio en todo esto una afrenta insoportable, una manifestación de ingratitud por parte del rey a quien tanto había servido. Y así se incubó la rebelión. Corriendo el curso de 943, el conde de Castilla y yerno de doña Toda de Pamplona, que ya era el hombre más poderoso del reino antes de cumplir los cuarenta años, tomaba la decisión más grave de su vida.

Nada hacía presagiar esta acción por parte de Quien había recibido en 932 la gestión del macrocondado de Castilla; de aquél que acompañó a su rey en la primavera del 933 cuando se paró el ataque a Osma y San Esteban de Gormaz; la espada que acudió en la razzia contra la fortaleza de Mayrit (Madrid); y el hombre que en la primavera del 942 –por orden de Ramiro II- ayuda a García de Pamplona contra al-Tuyibi en Tudela y que por ello sufrió una inmediata aceifa contra Castilla.

Declararía a Castilla como condado vasallo del Reino de León. Para muestra de ello se construirá la torre de Covarrubias sin permiso del rey.



Anexos:

El poder condal en Castilla entre el 926 y el 931. Hagamos ahora un repaso de los diferentes magnates con atribuciones condales que dominan el territorio castellano en esta época.

Nuño Fernández: Nuño Fernández ostenta el título de conde de Castilla y de Burgos desde el 921. Es muy difícil conocer su posición en el conflicto entre Alfonso Ordóñez (Alfonso IV) y Alfonso Froilaz. Y es que en un documento del 25/II/926 aún aparece con estos títulos en una donación del presbítero Aliemo y su nieto Elleca al monasterio de San Pedro de Cardeña, reinando Alfonso Ordóñez en León. En este documento aparece otro nombre con dignidad condal, “Roderico Fredinandiz, comite” quizás su hermano.

Sin embargo es esta su última aparición en la zona. En un documento del 20-III-927 que narra un litigio entre el monasterio de Santa María del Puerto en Santoña y un tal Cixila, aparece un “domno Nunu Comite” que puede ser Nuño Fernández, pero ya reconociendo a Alfonso Froilaz como rey, tal y como ocurre en otras zonas como Liébana, Santillana del Mar, etc. Desde ese momento ya no se vuelve a tener noticia de él.

Fernando Ansúrez: Fernando Ansúrez aparece como conde en Castilla en el 929 quizás sustituyendo a Nuño Fernández. En concreto se disponen de dos documentos del monasterio de San Pedro de Cardeña fechados el 1-X-929 y 24-XI-929 con su nombre. En el último confirmó la donación de Villagonzalo Pedernales a San Pedro de Cardeña por parte de Flámula, la viuda del antiguo conde Gonzalo Téllez. No se vuelve a tener noticia de él desde esta fecha en Castilla coincidiendo con los sucesos de la renuncia al trono de Alfonso IV y su posterior arrepentimiento y conflicto con Ramiro II.

Álvaro Herraméliz: Álvaro Herraméliz domina el condado de Álava, siendo nombrado por primera vez en el 924 (sin ser citado conde) y desde esta base parece que dominó el condado de Lantarón y el de Cerezo. En un documento del 28-VIII-929 confirma en un documento de Valpuesta la venta de un tal Araspio de sus bienes al presbítero Severo, “reinando don Alfonso en León y Álvaro Herraméliz en Lantarón”.

Parece que apoyó a Alfonso IV, pues estaba casado con una hermana de la mujer del rey, frente a Ramiro II pues desde el 931 ya no se vuelven a tener noticias de él en Castilla. El 11/I/931 aparece en Viguera junto al rey de Navarra confirmando un documento junto con el rey García Sánchez.

Gutier Núñez: Gutier Núñez aparece como conde en Burgos en el difícil año del 931, en pleno enfrentamiento entre Alfonso IV y Ramiro II. En un documento del monasterio de San Pedro de Cardeña firmado el 1-III-931 dice “Adefonso rey en León y conde en Burgos Gutier Nunniz”. Poco después otro documento del monasterio de San Pedro de Arlanza referente al monasterio de San Martín de Tabladillo con fecha 24-VI-931 sigue reconociendo a Alfonso IV como rey.

Dice Pérez de Urbel que este magnate debía de ser un importante con conde gallego hermano de Gotona, viuda de su hermano el rey Sancho y que pudo ser nombrado conde para asegurar la fidelidad de esta importante familia. Si es así, la caída de Alfonso IV también provocó la suya. Años después, en el 935, parece que recuperó la confianza real pues aparece en León confirmando una donación real a la sede episcopal leonesa.




Bibliografía:

Programa de radio “Plaza de Armas”
“Moros y Cristianos. La gran aventura de la España Medieval” por José Javier Esparza.
“Historia de Castilla. De Atapuerca a Fuensaldaña” Juan José González García.
Guías-viajar.com



lunes, 18 de abril de 2016

Don Francisco Pascual de Hoyos Saraviedra, Larabiedra o Laraviedra (A saber)

Debemos caer hasta el siglo XVIII cuando, gracias a Zenón de Somadevilla, Marqués de la Ensenada, se estimuló la ciencia, la investigación y la marina. Se creó la escuela de guardias marinas de Cádiz, la Naval de Cádiz. De sus aulas saldrán Valdés, Patiño, Ulloa, Lángara, Mazarredo, Tofiño, Barceló, Gravina y Churruca. ¡Un mundo de oportunidades para las mentes científicas y aventureras!

Casa señorial de Araduenga

Y una oportunidad para un mozo de tierra adentro (no mucho, ciertamente) que había nacido en Araduenga, junto a Santa María del Llano –a cuya parroquia pertenecía-, Valle de Mena, Las Merindades, el 18 de Mayo de 1786. Este íntimo pueblecito está enclavado en el Valle de Tudela, en la falda norte de Peña Mayor, casi en Álava. Sus padres fueron don Manuel Florencio de Hoyos y Llanos y doña Francisca de Larabiedra, Laraviedra o Saraviedra, a elegir. Claro que no permaneció muchos años en el lugar porque, tras unos estudios básicos y la existencia de parientes en buena posición en Cádiz, para allá abajo le mandaron sus padres.


Esos parientes, probablemente por parte de madre, serían Francisco Ángel y Manuel Ubaldo de Larabiedra que eran hijos de Francisco de Larabiedra y rivacoba. Constan en Cádiz al existir en la “Gazeta de Gerona” del 2 de agosto de 1793 – en un periodo de guerra con Francia- una oferta patriótica de Francisco y Manuel Larabiedra. Fíjense que el nombre de uno de ellos coincide con el del protagonista de hoy. Bueno, pues estos hermanos se dedicaban al comercio en la tacita de plata (¡eureka!) y debían tener dinero porque, aparte de ayudar en la oferta de 20 millones de reales hecha por todo el comercio; colaboraban en la suscripción del vecindario gaditano para la manutención de un regimiento; en dos suscripciones para enganches y gratificaciones para voluntarios; cubrían el coste de tres soldados durante esa guerra.

Descubrió el mar y las oportunidades de la gran metrópoli que era esta ciudad. Consiguió sentar plaza de guardia marina en la Escuela Naval gaditana el día 14 de julio de 1800. Es decir, con catorce añitos. Su expediente fue el 2.158.

Navío de Línea de 112 cañones

En palabras suyas: Llamado por una irresistible inclinación a la noble profesión de las armas, en la Marina militar ingresé en ella desde muy joven, y tanto, que ya a los 15 años de edad, había presenciado las imponentes escenas de las tempestades y el rudo y destructor aspecto de los combates navales”.

Aprobados los exámenes teóricos embarcó en 4 de septiembre de 1800 en el navío “Atlante” para vivir un periodo de aventuras y desventuras navales, vitalmente apasionantes, gracias a los pactos de familia con Francia, su revolución e Inglaterra… El 1 de diciembre de 1800, tres meses después, desembarcó por desarme del barco y subió a bordo de la fragata“Sabina”.

Combate de Algeciras

La “Sabina” formaba parte de la flota del general Juan Joaquín Moreno y esto le permitió que, tras zarpar en derrota desde el puerto de Algeciras el 1 de julio de 1801 para proteger y auxiliar a la escuadra francesa del contralmirante Linois, bloqueada por los ingleses en Algeciras. Rompen el cerco, y regresan ambas flotas a Cádiz. El 12 de julio combaten en aguas del estrecho a la flota inglesa del almirante Saumarez… que ganó.

Antoine Maurin Linois

Se perdieron el combate fratricida de los navíos “Real Carlos” y “San Hermenegildo”, de tres puentes. La fragata de Hoyos, que circunstancialmente llevaba al almirante Moreno, arribó bien a Cádiz. Aquella salida fue el primer hecho de armas de la carrera militar del futuro general.

Vicealmirante James Saumarez

En septiembre de 1801 embarcó en la balandra“Pitt” donde permanece hasta mayo de 1802 cuando embarca en el “Santo Domingo” hacia Nueva España, arribando a Veracruz; luego a la Habana donde trasborda a la urca “Presentación”; y regreso a Veracruz. En esta ciudad le informan de su ascenso a alférez de fragata con fecha del 5 de octubre siguiente. Este navío le llevará hasta Cádiz fondeando allí el 28 de junio de 1803.

No paraba: zarpó rumbo a Ferrol arribando el 21 de agosto; el 4 de noviembre a Cartagena donde fondeará el 19 de ese mes; el 3 de enero de 1804 vuelta a Ferrol; luego a la bahía de Cádiz el 11 de abril; el 31 continuo vuelta hacia La Coruña y Ferrol; descenso a Cádiz el 13 de septiembre; y, finalmente, desembarca para ser destinado a los batallones de Infantería de Marina.

Federico Gravina y Napoli

El 28 de febrero de 1805 le ordenan embarcar en el “San Rafael”, de la escuadra combinada del general Gravina y del almirante francés Villeneuve. Un destino que le pondría en la historia. Al salir de la bahía de Cádiz hacia la Martinica (9 de abril) varó en el bajo de la Cabezuela. Con la primera pleamar navegó hacia el Arsenal de La Carraca para una reparación de urgencia. Zarpó al día siguiente.

En Martinica mandará la lancha armada del “San Rafael” bajo el mando del capitán de fragata don Rosendo Porlier. Participó en el asalto al fuerte del Diamante. Lo tomaron, claro.

Fuerte San Rafael del Diamante

El viaje de vuelta a España será difícil. La escuadra combinada iba rumbo a Ferrol cuando, el 22 de julio, combaten en el cabo Finisterre contra el almirante británico Calder. El buque de Francisco de Hornos es apresado y la tripulación llevada a Portmouth (Reino Unido). No estará mucho tiempo al ser canjeado tras Trafalgar. Estará en su Departamento el 1 de febrero de 1806 y asumirá un destino en los batallones de Infantería de Marina. Al poco será elegido como Ayudante del arsenal de La Carraca.

Una situación kafkiana, que no se repetirían hasta 1943 cuando Italia logró participar en los dos lados de una guerra, se produjo tras el 2 de mayo de 1808. En ese momento los restos de la escuadra del aliado se tornarán enemigos. El general don Juan Ruiz de Apodaca atacará entre los días 9 a 14 de junio. El hijo de Las Merindades participará -¡Y de qué manera!- en esta victoria sobre los restos de la flota francesa.

Juan Ruiz de Apodaca

Trasladémonos a ese Junio de 1808, dos días después del primer combate con la escuadra francesa encerrada en Cádiz, a ocho cables de la Carraca. El alférez de fragata Francisco de Hoyos se presentó al General Moreno para manifestarle que era imprescindible hundir uno o dos buques de grueso porte lo más distante que ser pudiera de la batería del ángulo del parque, y en dirección al punto donde estaban anclados los enemigos, para así impedir que los franceses buscasen prolongar la resistencia trasladándose –gracias a los vientos virazones- al Gaño de la Carraca. Allí situados cortarían la comunicación del arsenal con tierra firme y le hubiera hecho dueños de una posición inexpugnable.

Hubiera sido muy difícil doblegar a una combinada línea de más de doscientos cañones de grueso calibre por cada banda, estando tripulados por 4,000 veteranos, y con víveres para tres meses. Amén de la posibilidad de que incendiasen el arsenal. Por ello se siguió el consejo de nuestro protagonista y la escuadra francesa terminó rindiéndose.

Bahía de Cádiz

Ya no había bloqueo hispano-británico y Francisco de Hoyos embarcará el 1 de agosto en el “Príncipe de Asturias”, luego en el “San Fulgencio” para enfilar el 1 de diciembre el Callao. Volverá a Cádiz con caudales el 17 de agosto de 1809. Entonces le notificarán su ascenso al grado de alférez de navío.

El 9 de septiembre trasbordó al navío “San PedroAlcántara” que iniciará un tornaviaje el 16 de octubre con destino al Callao. Arribar y enfermar fue todo uno y eso le obligó a desembarcar, al recuperarse, por orden del 4 de enero de 1810 será nombrado Ayudante de la Mayoría General del apostadero, donde terminó de restablecer su salud.

Puerto del Callao (principios s. XIX)

Volvió a embarcar, ahora en la fragata “Astrea” y, al poco, a la “Castor” en busca de capitales para pagar al ejército del alto Perú. Luego volvió a zarpar en tres ocasiones con rumbo a Panamá.

En julio de 1813 pasa al bergantín “Potrillo”, zarpando en persecución de la fragata “Limeña”, cuya dotación se había amotinado e incorporado a las fuerzas navales chilenas, consiguiendo recuperarla. Eran los primeros coletazos de la emancipación de las provincias de la américa continental.


Por haberse perdido la ciudad de Concepción (chile) quedaron cortadas las comunicaciones con el ejército del virreinato del Perú, el 1 de enero de 1814 zarpó con su bergantín en conserva de la corbeta “Sebastiana”, transportando tropas con rumbo a las costas del Arauco donde desembarcaron como refuerzo. ¿Después? A bloquear la bahía de Concepción. Setenta y dos días tardaron en recuperar la ciudad. Y la de Talcahuano. Ya había comunicación con Chile. Francisco de Hoyos será encargado de verificar los trabajos de fortificación de un refugio naval en la costa. Estableció cinco baterías entre el Morro de Talcahuano y el puerto de San Vicente.

Ese agosto trasborda al “Asía” y en septiembre pasa a la corbeta “Descubierta”,-la del viaje de Malaspina-  regresando al Callao el 1 de diciembre. El 9 de febrero de 1815 zarpó, en esa corbeta, con rumbo Manila fondeando el día 22 de junio. Allí le esperaba la Real orden del 30 de mayo de 1815 con su ascenso a teniente de fragata.

Navío San Rafael

Su salida de las Filipinas, 16 de enero de 1816, será un hecho memorable porque lo hará hacia occidente, doblando el cabo de Buena Esperanza, y fondeando en la bahía de Cádiz el 13 de mayo. No tuvo tiempo para celebraciones porque doce días después cruzaba entre los cabos de Santa María y San Vicente de patrulla.

El 15 de junio retorna al “Asia”, de la división al mando del brigadier don José Rodríguez de Arias, para participar en la misión diplomática a las regencias de Argel, Túnez y Trípoli. Sin desembarcar en España cruzaron entre los cabos de San Vicente y Santa María para llegarse hasta las islas Azores y proteger a los buques de América. En tierra se le entregó la Real orden del 26 de octubre de 1816 con su ascenso al grado de teniente de navío.

Arsenal de La Carraca

El 11 de septiembre de 1817 pasará a las órdenes del teniente general don Juan José Martínez, quien tenía orden de pasar inspección al Arsenal de La Carraca. Por Real orden del 21 de febrero de 1818 fue nombrado segundo comandante del convoy que realizó el viaje a Rusia, zarpando el 5 de abril con la fragata mercante “San Fernando”, trasladando de vuelta a las dotaciones rusas de los cinco navíos y tres fragatas comprados a aquel país, regresando a la bahía al mando de la fragata “Viva” (una de las regaladas por el Emperador) el 12 de octubre siguiente. Fue uno de los que comprobó cómo se las gastaba el rey felón y su camarilla al comprar barcos podridos para robar al erario público.

A finales de octubre de 1818 vuelve a Rusia dando escolta a los mercantes españoles “Carmen” y “San José”, al sueco “Delphin” y el danés “Irina” y transportando a la marinería que faltaba al puerto ruso de Kronshtadt en el mar Báltico. Las unidades de Francisco de Hoyos tocaron puerto el 26 de mayo de 1819 después de haber sufrido ciertos contratiempos. El Zar Alejandro I lo condecoró con la Cruz de cuarta clase de San Vladimir (Waldomiro encastellano). Será el 30 de enero de 1820 cuando toque Cádiz.

Navío San Genaro

El 3 de noviembre de 1818 había sido ascendido al grado de teniente de navío. El 12 de mayo de 1819 se le nombra segundo comandante de la fragata “Prueba”, zarpando bajo el mando del brigadier Rosendo Porlier con destino al Callao. Allí se intentó forzar el bloqueo de la escuadra de Cochrane y al no poder tomaron rumbo a Guayaquil donde fondeó después de cinco meses y medio de navegación ininterrumpida.

Francisco de Hoyos, enfermo, fue desembarcado. Cuando estuvo recuperado embarcó en la misma fragata que, zarpando de Guayaquil, persiguió y batió, varándola en la costa del Choco, a la fragata insurgente “Rosa de los Andes”, de 36 cañones, quedando tan destrozada que no volvió a navegar.


En Arica desembarcaron la artillería para su defensa, pasando mediado el mes de julio al Callao, quedando desembarco en el mes de agosto y siendo destinado como Ayudante del jefe de escuadra don AntonioVacaro, Comandante del apostadero.

Participó en los combates que tuvieron lugar en el Callao durante el bloqueo llevado a cabo por el almirante Cochrane. Tomada Lima por el ejército independentista nuestro protagonista regresó a Cádiz en la fragata mercante británica “Patricio”. Era el 20 de abril de 1822.

Estado militar de España 1835

El 12 de septiembre de 1822, en pleno Trienio Liberal, obtuvo dos años de licencia con medio sueldo. Podemos señalar que aquí empezará una nueva etapa de la vida de este andaluz de Las Merindades. Por Real orden del 11 de diciembre de 1824 fue nombrado Ayudante del Tercio de Sevilla y por R. O. del 16/XII/1824 se le concede el retiro sujeto a reglamento. Por R.O. del 25 de agosto de 1829 se le destina al Observatorio de la Marina como segundo astrónomo.

Con Isabel II -regencia de María Cristina y plena guerra carlista- se le concede (Real orden del 23/II/1837) los distintivos y honores de capitán de fragata y el 13 de abril de 1839 se le asciende al grado de capitán de navío. A petición propia, el 15 de mayo de 1840 regresa al servicio como “pasivo”, siéndole respetado el último grado obtenido.


Espartero, Regente del Reino, lo nombra el 4 de mayo de 1841 director interino del Colegio Naval de San Telmo. Por Orden del Regente del 18 de mayo de 1841 pasa a la clase de “activo”. El 13 de septiembre cesa en el cargo del colegio y el 16 de diciembre se le destina a los Tercios navales y se le confirma destino en el de Sevilla.


La mayoría de edad de Isabel II –una conjura palaciega- obliga a Francisco de Hoyos a rechazar el cambio y se traslada a Cádiz presentándose al Comandante General del Departamento. El 13 de noviembre de 1844, calmadas las aguas, obtiene el cargo de segundo jefe del Colegio Naval Militar que abriría sus puertas al año siguiente en la población de San Carlos.

Juan José Martínez de espinosa y Carrillo

Tendrá el rango de Brigadier con fecha del 10 de octubre de 1846 pero el 19 de diciembre queda relevado de su puesto. En agradecimiento S. M. Isabel II ordena se le hagan llegar las Reales Gracias.

Por Real orden del 4 de abril de 1848 se le nombra auxiliar del jefe de escuadra Juan José Martínez para la redacción de obras elementales para los aspirantes al Colegio Naval, obras suyas la mayor parte. Una R.O. del 9 de mayo se le comisiona para redactar un reglamento del cuerpo de Ingenieros de marina.

El 10 de junio de 1848 se le nombra Vocal de la Junta Consultiva de la Armada y el 14 se le nombra su Mayor General. Continua redactando el reglamento y las obras para el Colegio Naval y se le encarga la revisión de historiales de los marinos que deberían ser enterrados en el Panteón de Marinos Ilustres.

José Rodríguez de Árias y Álvarez de la Campana

Residiendo en Sevilla combatirá la asonada militar del 13 de mayo de 1848 lo que le conseguirá la Cruz de tercera clase dela Real y Militar Orden de San Fernando. Es en esta época cuando por su cultura y ciencia, a su vez, es elegido miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.

De su pluma salió “Biografía de los marinos sevillanos: Tenientes Generales de la real Armada don Antonio de Ulloa y don José Espinosa Tello, del Capitán General don Cayetano Valdés y del Capitán de Navío don José de Mendoza Ríos”, que fue leída en la citada Academia Sevillana de Buenas Letras el 17 de marzo de 1848 y después impresa en Madrid. La memoria está dedicada al Excmo. Ayuntamiento de Sevilla con el fin de que diera nombres de calles a esos célebres marinos.

Salón de Actos de la real Academia Sevillana de Buenas Letras

También en mencionada Academia, leyó “Memoria sobre la Geografía Griega de los tiempos de Hornero y de la Escuela de Mileto”, en la sesión del 19 de enero de 1848 y también fue impresa en Madrid en 1849.


Publicó, también, una biografía del Capitán general de la Armada Juan Joaquín Moreno quien le distinguió con su afecto y reconoció su valor por haber estado mucho tiempo bajo sus órdenes, titulada “Informe sobre la vida política, militar y marinera de del Capitán general de la Armada Juan Joaquín Moreno”, que se imprimió en Madrid en 1849. La dedicó a los marinos españoles y se imprimió a expensas del nieto de referido Capitán general, Leonardo de Santiago.


En 1850 fue elegido Diputado a Cortes, por los moderados, por Sevilla para la legislatura de 1851. Obtuvo la cifra de 249 votos. Una discrepancia con la mayoría del gobierno le impulsó a votar de forma diferente a esta por cuestiones de conciencia. Ello llevó a su cese en el cargo de Mayor General de la Armada el 9 de abril de ese año y, curiosamente, recibiendo la orden del Gobierno de salir inmediatamente para Cádiz. Fue sustituido por el Jefe de Escuadra Juan José Martínez. Ante esas, pidió licencia de seis meses –que le concedieron-, cuyo tiempo lo invirtió en viajar por las grandes capitales europeas como Paris, Londres o Bruselas en cuyas cortes fue recibido. Cambió de aires y aprendió nuevas formas y maneras.


Regresó a su casa de Cádiz, en situación de disponible, y al poco, 2 de julio de 1852, se le vuelve a nombrar Vocal de la Junta Consultiva de la Armada y por R. D. de 12 de octubre de 1853, se le asciende a Jefe de Escuadra y se le concede la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

El Balear (15/10/1853)

Encontrándose muy delicado de salud pidió licencia para viajar a Sevilla. Falleció antes de iniciar el viaje, en su casa de Cádiz; o falleció en Sevilla; o en Alhama de Granada (¡¿Qué se le habría perdido allí?!) el 6 de septiembre de 1854. Tenía 72 años de los cuales había dedicado 54 al servicio a España.

Dice Francisco de Paula Pavía en su obra “Galería Biográfica de los generales de marina”: “Pocos pueden presentar, como él, veintidós años de carrera de constantes y largas navegaciones y distinguidos y brillantes hechos de armas, en que se dio a conocer por su pericia militar y marinera”. Y el propio Francisco Hoyos afirma que “apenas llegado a los treinta años de mi vida, yo había dado la vuelta al globo que habitamos y hollado con su planta las cuatro partes en que antes se dividió, y recorrido los varios climas que median entre el círculo polar ártico y su opuesto”.



Bibliografía:

“Catálogo por autores de las disertaciones del siglo XIX de la real Academia Sevillana de Buenas Letras” por José Vallecillo López.
“Informe dado por el brigadier de la Real Armada D. Francisco de Hoyos sobre la vida militar, política y marinera del Excmo. Señor D. Juan Joaquín Moreno, Capitán General Honorario de la Armada” (1849)
"Un ilustre marino burgalés. D. Francisco Pascual de Hoyos Saraviedra". Boletín de la Institución Fernán González, XI (1954-1955). Por Julián García Sainz de Baranda.
“Galería Biográfica de los generales de marina” por Francisco de Paula Pavía.
“Pleitos de hidalguía que se conservan en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid: extracto de sus expedientes: siglo XVIII. Madrid” (Instituto Salazar y Castro, 1980-2003) por María Esperanza Alonso.
Biblioteca Nacional de España.
Wikiburgos.
Estado Militar de España de 1835.
Periódico  EL GUARDIA NACIONAL.
Periódico EL HERALDO.
Periódico EL ÁNCORA.
Periódico EL BALEAR.