Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


viernes, 31 de mayo de 2013

Pero... ¿Tú, Pedro Torres Rámila, pa´qué te metes?

¿Por qué es Famoso Pedro Torres Rámila? Por haber atacado a Lope de Vega escribiendo el libro Spongia, una obra que nadie ha logrado ver.
Esta historia fue estudiada, por primera vez, en la década de 1930 por el catedrático don Joaquín de Entrambasaguas mediante el estudio titulado: «Una guerra literaria del siglo de oro; Lope de Vega y los preceptistas aristotélicos». El Sr. Entrambasaguas encontró en el Archivo Histórico Nacional una serie de pruebas de colegiales de Alcalá realizadas en 1622. Entre ellas su partida bautismal.
Iglesia de Villarcayo
Pedro Torres Rámila nació en Villarcayo (Burgos), y fue bautizado en su iglesia parroquial el día 22 de Febrero de 1583 por el cura don Pedro de Salazar, como padrinos Rodrigo Barahona y Ángela de Ángulo. No tenemos el día exacto de su nacimiento.
Su padre fue Pedro de Rámila, natural de Bisjueces (Burgos) aunque vivió en Villarcayo, donde murió, e hijo de Pedro de Rámila y María de Rosales, nacidos en Bisjueces y Villanas (Burgos), respectivamente, y vecinos de Bisjueces, y más tarde de Villarcayo.
Su madre fue María de Torres, Villacayesa cheposa según los documentos. Residió esta en la villa hasta su muerte, ocurrida antes que la de su marido.
Partida Bautismal de Pedro Torres Rámila
De este matrimonio nació, además de Pedro, el enemigo de Lope, otro hijo menor que aquél—nacido hacia 1588, puesto que tenía treinta y cuatro años en 1622—, de nombre Sebastián, que figura como declarante en las informaciones de su hermano, donde se dice que no sabía firmar, y demuestra estar poco enterado de sus ascendientes. Si nos atenemos a Joaquín Entrambasaguas, el libro bautismal se habría perdido, pero Jesús Moya en “Crónica de las Merindades” informa de lo contrario.
Doña María de Torres, la madre de nuestro protagonista, era hija de Lucas de Torres, hijo a su vez de Pedro de Torres, natural de Villarcayo, y de su mujer, Catalina González, nacida en San Miguel de Cornezuela (Burgos). Lucas de Torres tuvo otros hermanos, y murió de más de setenta años. Fue Procurador de las Merindades de Castilla y Escribano en Villarcayo.
Don Lucas de Torres, el abuelo materno, era de Villarcayo, y estaba casado con Juana Ruiz de Velasco, de Población de Arriba (Santander), vecinos, como sus suegros, de Villarcayo, donde murieron.
En las citadas pruebas, se hace referencia a los apellidos del Maestro Torres Rámila; se afirma que casi todos sus ascendientes eran labradores, y unánimemente se les tiene por «cristianos viejos y limpios», y aun con ciertos atisbas de hidalgos.
Se apunta también que:
«Son y han sido cristianos viejos, limpios, de limpia sangre, sin raza ni mácula de judíos, moros, herejes ni otra secta nuevamente convertidos, y que no han sido condenados ni castigados por el santo oficio de la inquisición ni por otra justicia eclesiástica ni secular, ni han tenido oficio vil, bajo ni infame por derecho ni reputación, ni han sido brujos hechiceros ni desesperados ni descendientes de tales. Además que nunca ha habido fama, rumor, duda ni sospecha de lo contrario».
El padre, no se dedicó sólo a la agricultura, sino que fue sastre, porque sus bienes no le producían lo bastante para vivir (sin dar golpe, se entiende). Este humilde oficio dio base a Lope para que en sus sátiras se burle de Torres, repitiendo «Sastre fuiste y serás eternamente» y aludiendo una vez y otra a los sastres, a la aguja y al dedal.
En este ambiente nació y se crió el futuro enemigo de Lope, hasta que sus padres, ya porque desde niño diera aquél muestras de despejado, ya por su propia conveniencia de tener una boca menos que mantener, decidieron enviarle a probar fortuna a la Corte, para seguir un oficio determinado, o, si tenían alguna recomendación, ponerse al servicio de un gran señor que asegurara su situación económica.
Torres Rámila optó por esto último, y logró entrar como paje del Duque de Monteleón al poco de llegar. Recorrió con este amo varios territorios de la monarquía hispánica, en especial Italia. ¿Cuándo abandonó Villarcayo? Probablemente partió en torno a 1590 pues varios de los declarantes de las Pruebas que le hicieron en 1622 Afirmaron que llevaba muchos años fuera de Villarcayo y apuntan que marchó joven.
Nuevos documentos lo sitúan en Alcalá, probablemente en 1600, puesto que en Abril de 1601, el Maestro Cerrato le da la cédula de examen, declarando que «pasa hábil a Artes», lo cual indica haber aprobado ya la Gramática.
Antes de empezar el siguiente curso marchó con el citado Duque, a Italia, donde debió pasar cinco años, familiarizándose con la preceptiva clasicista. Vuelto a España se instaló en Alcalá nuevamente, en 1609, siendo colegial del de la Madre de Dios; y en 1612 pedía probar tres cursos de Artes que había seguido, lo cual logró, continuando matriculado los arios siguientes, hasta 1617, en que era ya Maestro en Artes.
A partir de 1613 en que ya era sacerdote y hasta 1616-17 impartió clases de Gramática en la Facultad de Artes de la citada universidad en el Colegio Trilingüe y en el Colegio Mayor de San Ildefonso y canónigo magistral de la iglesia complutense de los Santos Justo y Pastor.
Lanzó múltiples diatribas que, en nombre de los preceptistas aristotélicos, no solo contra Lope de Vega, sino también contra Luis Tribaldos de Toledo, el padre Juan Luis de la Cerda y José Antonio González de Salas. Según la declaración de Tomás Tamayo de Vargas, es conocido por todos que Torres “provocó a diferentes personas con unas sátiras en latín y en romance llamándoles a todos confesos, cornudos, hijos de puta y otras palabras que por no ofender la gravedad no es razón decirlas” (27 de marzo de 1622).
En 1617 debió imprimirse la famosa Spongia, libelo que causó tan penoso como profundo efecto en Lope y sus discípulos y admiradores. Era una sátira escrita en latín al parecer en colaboración con Juan Pablo Mártir Rizo y que según algunos se imprimió en París. Pero no cuadraría con las obligaciones vigentes en Francia e incumplirían la ley Castellana. Por ello, sería factible su impresión en Madrid o Alcalá falsificando el pie de imprenta. Aunque sin ejemplares poco se puede saber.
Lope de Vega
Como respuesta, el Fénix de los ingenios escribió dos largas epístolas satíricas muy agresivas. En ellas pueden rastrearse algunas noticias acerca de su enemigo: que era ya sacerdote, que pretendía una plaza de Colegial en Alcalá, que iba a publicar algunos libros, y que, habiendo jurado en su Universidad la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción, luego dijo que esto se había hecho por la fuerza, extremo que no parece muy cierto pero que, en una sociedad ultrarreligiosa, era un fuerte golpe.
Hicieron otras defensas de Lope diversos autores, principalmente López de Aguilar que retaba a Torres, censurándole duramente. La respuesta más detenida y más citada es la “Expostulatio Spongiae”, escrita por un Julio Columbario, seudónimo con que se ocultan una o varias personas. Cualquiera de los nombres sopesados pudo ser, además el libro lleva, cómo preliminares, versos y prosas de muy varios autores favorables a Lope, posible autor también, y en censura de su contrincante.
Volvamos a nuestro convecino, Pedro Torres siguió cursos de Teología y Cánones en 1618 y 19 y aparece en 1623 como maestro regente. Poco antes, en 1622, pretendió una beca del Colegio Mayor de S. Ildefonso de Alcalá, para alcanzar la cual era preciso hacer pruebas acreditativas de limpieza de sangre, de ser pobre, sano, buen estudiante, honesto, etc.; no haber sido «distraído, inquieto, revoltoso o murmurador», y no haber tenido él, ni sus padres, oficio infame. (Por esta circunstancia tenemos una clara descripción de su árbol genealógico)
Para hacer las informaciones se designó a un doctor, el cual, como de Torres se habían dicho tantos horrores, hubo de averiguar si eran ciertos, requiriendo diversos testimonios, el primero de todos el de Lope de Vega, quien quitó importancia a las sátiras que habían circulado, negó conocer su autor, y cuando se le preguntó si con tales sátiras el aspirante había perdido su opinión y honra, dijo, «que eso deja al Colegio y a su juicio, y que no sabe si eso importa o no; que por las sátiras no tiene mal concepto de él y por otros principios no sabe nada». Las investigaciones fueron muy detenidas y las respuestas dadas por muchos de los requeridos, más que ingeniosas, algunas de ellas. Vamos, que junto a las puñaladas de las sátiras, Lope presentó los desgarros de la condescendencia y la indiferencia. Además, para evitar posibles problemas con la justicia achacó dichos versos a muertos o residentes en el extranjero.
Colegio Mayor de San Ildefonso
En fin, el 24 de Septiembre de 1624, Torres Rámila, fue recibido como Colegial, Mayor de San Ildefonso. Siguió cursando en la Universidad, la cual le nombró fiscal del proceso para la canonización del Cardenal Cisneros en 1626 y, como tal fiscal, hubo de tomar declaraciones al propio Lope de Vega, en Madrid. Irónico, ¿no creen?
En Noviembre de dicho año, era ya párroco de Helechosa de los Montes en Badajoz donde siguió hasta fines de 1646, en que, aun continuando con el curato, se trasladó a Alcalá, y formaba ya parte del Claustro en 1647, siendo elegido Canónigo de Santos Justo y Pastor de aquella ciudad, cargo de que se posesionó en 1648, y ocupó hasta su muerte, ocurrida en 2 de Febrero de 1656.
Obras.
La obra más antigua que de conserva de Pedro Torres Rámila son los poemas que presentó para el certamen celebrado en octubre de 1616 en Toledo para el traslado de la Virgen del Sagrario: un soneto y dos epigramas y treinta versos heroicos en latín. Como todas sus obras, firmó con seudónimo (Trepus Ruitanus Lamira y Juan Pablo Ricci). Su presencia en un certamen en el que participaron mayoritariamente los seguidores de la poesía gongorina podría ser significativa desde el momento en que Torres Rámila rechaza la poesía de Lope y escribe reproduciendo algunos rasgos estilísticos e imágenes genuinos de la nueva lengua poética gongorina:
Soneto de Pedro Torres Rámila
Quien las ardientes lumbres de la esfera
al blanco escudo trasladó valiente,
y el pardo leño con que osadamente
frenó de Libia la invasión primera,
cuando capaz el orbe apenas era
para que triunfos a su nombre ostente,
breve de tierra espacio, blandamente
sella por prendas de la acción postrera.
Fuerza del tiempo si, mas no vitoria,
que animando Bernardo generoso
está el cadáver, funeral memoria.
Tanta pobreza inscribe en su reposo,
y en sombras libra deste horror historia,
que entre ofensas le aclama vitorioso.
Respecto a la Spongia, venía diciéndose que debió imprimirse en taba dos obras, la Spongia, y una poesía, incluida en el citado libro. Debemos inclinarmos a creer que saliese de una prensa de Alcalá de Henares, acaso la que sirviera a la Universidad, ignorándose si llevaba o no pie de imprenta el libro.
No existen copias pero, para refutar los ataques de Torres Rámila, la Expostulatio recogió pasajes de la Spongia. En la Spongia habían de aparecer reunidas por primera vez, de un modo sistemático, y ampliadas extensamente, las críticas contrarias a Lope, emitidas antes por los seguidores de la Poética de Aristóteles, tan en boga entonces, y los italianizantes, que también la seguían a través de la poesía renacentista.
La obra contaba, tras una portada con el título y el anagrama del autor, con un prólogo y con cuatro secciones, probablemente diferencias entre sí, dedicadas específicamente a cuatro obras de Lope de Vega. Si bien es probable que después de la cuarta parte existiera alguna sección más dedicada específicamente a censurar el teatro de Lope y, quizás, el “Isidro”.
Las cuatro obras criticadas que ocupaban la parte central de la “Esponja” son:

  • La Arcadia: Donde las críticas estarían relacionadas con la imitación y el decoro. Se burla de los pastores que hablan como nobles u obispos.
  • La hermosura de Angélica: La censura de la Spongia sobre ella gira en torno a dos puntos: uno, la soberbia de Lope por imitar el poema de “Orlando furioso” y, dos, la ignorancia por parte del escritor de los preceptos aristotélicos sobre la poesía, circunstancia que explica la debilidad estructural de la obra:
  • La Dragontea: La censura parte del común rechazo al pirata inglés.
  • Jerusalén conquistada: Comienza con las consideraciones generales sobre las unidades de acción y la verosimilitud, sigue con la acusación de copiar el poema de Tasso y finaliza comentando algunos pasajes mostrando el descuido del escritor en el seguimiento de los principios aristotélicos sobre el poema épico.
Aún consta que escribió otra poesía para un certamen celebrado en Madrid en 1622, celebrando la canonización de varios santos. Torres la presentó, pero no obtuvo premio, ni se imprimió, aunque en una relación del Certamen se le alabó pomposamente:
«El maestro Pedro de Torres Rámila, colegial en el insigne Teólogo de Alcalá, de cuyos estudios sagrados gozan premios de estimación, siendo accesorias en él tantas perfecciones humanas, por su peregrino ingenio, por la noticia de las otras artes y entero conocimiento de las lenguas Latina y Toscana, y por la excelencia con que se iguala a lo perfecto de la antigüedad en los versos latinos». (Relación de las fiestas que se han hecho en esta Corte a la canonización de cinco santos Copiada de una carta que escribió Manuel Ponce. Citada por el Sr. Entrambasaguas).
La polémica que le dio la celebridad.
Pero… ¿Qué se le había perdido a un maestro de Gramática de “La Compluténse” para enzarzarse con Lope de Vega? Encima contra el Fénix del cual Cervantes guardaba las distancias tras ciertos lances. Torres Rámila era conocido como doctor en Teología y humanista y poco como poeta (Suele calificársele, cortésmente, de discreto). ¡Y eso que no se conserva casi nada de su obra!
Probablemente, algunos de sus contemporáneos resaltarían el valor (y el desatino) del Maestro Pedro Torres al publicar una obra en latín titulada “Esponja” (Spongia). Inspirado en una obra de Erasmo, y al igual que una esponja real, su libro estaba destinado a borrar la obra y la fama nada menos que de Lope. Según algunas fuentes los escribió con Mártir Rizo y firmó con un anagrama de su nombre, el arriba indicado Trepus Ruitanus Lamira.
Lanzado el guante… Si Torres Rámila presumía apoyarse en la escuela de los preceptistas aristotélicos, Lope contaba con una legión de admiradores incondicionales dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias a la hora de defender a su intachable ídolo.... Y llegaron.
Fahrenheit451 (1966)
El libro en cuestión fue eliminado al estilo “fahrenheit 451” bien por Lope o por sus amigos y seguidores. Incluso algunas teorías avanzan que el mismo Pedro Torres Rámila colaboró en la destrucción de su obra. ¿Destruir una obra propia? ¿Por qué? De acuerdo, suena raro, casi al estilo “Dan Brown” pero debemos ponernos en situación: Un hombre con un expediente de limpieza de sangre, polémicas con diversos autores, y un buen puesto de trabajo se encuentra como autor de una obra erasmista, y por tanto condenable. ¿Qué hacer? ¿Nos arriesgamos a La Hoguera?
Del contra-libelo sólo nos han llegado siete, tampoco se crean. Gracias a estos Siete Magníficos ejemplares de la “Expostulatio Spongiae” (tirada estimada: 100 u.), vemos su carácter misceláneo, el peculiar uso de la lengua latina, barroquizada demencialmente, que sigue siendo en el siglo XVII un instrumento clave para la crítica literaria y tenemos fragmentos de la “Spongiae”. Señalo que la distribución de la respuesta contra Pedro Torres tuvo que ser entregada de mano en mano y gratis. Debió difundirse bien porque Jerónimo de Medianilla instó a su padre, miembro del Consejo de Castilla, a que se iniciasen acciones legales para proteger a Pedro Torres.
Pero, podríamos decir, que no se contentaron con eliminar el libelo. Torres Rámila fue objeto de burlas, ataques, sanciones y presiones. Muestra de ello es la metáfora del escarabajo y la rosa. La “Expostulatio Spongiae” o “Reclamación de la Esponja” (1618) tenía como “logotipo” un escarabajo coronado por una vela. Esta obra es una miscelánea escrita en latín defendiendo al gran poeta Lope de Vega del ataque de la “Spongiae” o mejor dicho, centrándose en desprestigiar a Torres Rámila porque no buscan rebatir argumentos.
El Escarabajo y la Rosa. Pedro y Lope.
¿Por qué atacaron con tanta saña a un mediocre escritor? ¿Por qué buscaron eliminar su obra? Creo que porque Pedro Torres Rámila dijo algo que Lope no quería que se dijese. Algunos teorizan sobre la mala imagen que se creaba de Lope de Vega en el mundo académico. Pero todo esto no hubiera sido necesario si la obra de Pedro Torres no hubiera sido conocida. Ergo, como hubo una desmedida reacción sospechamos que tubo gran difusión. (Ojo, según cánones de la época).
También aparece esta representación del escarabajo, el canónigo Torres Rámila, muerto al pie de un rosal, envenenado por el perfume de las rosas, en un grabado correspondiente a la portada de una de las primeras ediciones de “La Dorotea”, una de las obras más conocidas de Lope. Para los despistados se añadía una leyenda latina explicativa: Audax dum Vegae irrumpit Scarabaceus in hortos, Fragantis Periit victus odore rosae (Cuando un escarabajo audaz irrumpió en los huertos de Vega -por Lope de Vega-, pereció vencido por el olor de una rosa fragante).
Los “lopistas” decían al mundo que por muchas luces que quisiera portar sobre sí, el escarabajo, Torres Rámila, no es más que un coleóptero recogedor de mierda. Otra de las metáforas que usó Lope fue la de la lucha del Tordo (Dotor) y el Ruiseñor (Dorotea en griego).
En la reciente obra de Julián González-Barrera se subraya que la defensa de Lope, ante los ataques solitarios de Torres Rámila, supuso una obra de conjunto donde intervinieron al menos tres de sus amigos: Francisco López de Aguilar, Alfonso Sánchez y un misterioso Julio Columbario, claro pseudónimo que esconde al autor del cuerpo central de la obra. Este autor supone que tras ese seudónimo podrían estar Simon Chauvel o, preferentemente, José Antonio González de Salas. González-Barrera descarta claramente a Francisco López de Aguilar, personaje a quien el bibliógrafo Nicolás Antonio atribuyó la autoría oficial.
Reorganicemos las ideas. Tenemos a un profesor, mediocre poeta, que, por una ventolera, ataca a Lope buscando la fama. ¿Sólo eso? Podría ser que no, González-Barrera ve una lucha entre los partidarios de Góngora y del gongorismo frente a la concepción de Lope, que va más allá de la mera oposición a los defensores de la preceptiva aristotélica (visión de Entrambasaguas).
El profesor Pedro Conde Parrado (Universidad de Valladolid) ha publicado “Invectivas latinescas. Anatomía de la Expostulatio spongiae en defensa de Lope de Vega” donde propone que sea Juan de Fonseca y Figueroa quien esté realmente detrás del pseudónimo de Columbario y que fue autor de otro de los elogios incluidos en la “Expostulatio”.
¿Gongorismo? ¿Aristotélicos? ¿”Lo cualo”? Por partes:
El Gongorismo o culteranismo sería una de las manifestaciones más características del barroco literario español. Se desarrolló principalmente en la lírica, nutriéndose en la gramática y en la erudición antigua. Es una exacerbación verbal entre cuyos procedimientos externos se encuentran la metáfora mitológica, la frase retorcida o elíptica y el empleo de neologismos latinos. Vamos, difícil de entender y retorcido.
Góngora.
El aristotelismo en la literatura del siglo de oro se centra en la unidad de acción, en la construcción de la tragedia y la epopeya. Debían estructurarse en torno a una acción completa con introducción, nudo y desenlace. Es decir, centrarse en una historia única, sin elementos superfluos ni cabos sueltos.
Aristóteles
Y me dirán ustedes, ¿Por esto tanto lío?
Bueno… es, precisamente, esta sonada humillación causada por la “Expostulatio” la que hoy hace posible que Rámila siga siendo digno de recuerdo, cuando menos entre los especialistas de Lope. Con lo cual, a alguien le valió de algo.
Firma de Pedro Torres Rámila

Personajes secundarios del relato:
Luis Tribados de Toledo (1558-1636), ampuloso historiador de buen criterio e imparcial, protegido del Conde-Duque de Olivares, quien le empleó como bibliotecario. Fue amigo del poeta Esteban Manuel de Villegas, profesor de retórica en la Universidad de Alcalá (1591) y preceptor de Juan de Tassis y Peralta, segundo conde de Villamediana, a quien acompañó en 1603 a Inglaterra como secretario e intérprete para el latín. Al menos desde 1625 fue cronista mayor de Indias y se le debe como tal una Vista General de las Continuadas guerras, difícil conquista del gran reino, provincia de Chile, que sólo llegó a imprimirse en 1864. Salvó gran parte de las obras del poeta Francisco de Figueroa, el Divino (h. 1530 - d. 1588) y las editó en Lisboa en 1625. Editó también la Guerra de Granada de Diego Hurtado de Mendoza, que andaba manuscrita en numerosas copias desde 1610, también en Lisboa (1627). Otra obra suya fue la "Epaenesis Iberica", impresa en Amberes por Baltasar Moreti en 1632.
Juan Luis de la Cerda (1558-1643) ingresó a los dieciséis años en la Compañía de Jesús. Enseñó gramática en los colegios de Murcia y Oropesa (Toledo). Desde 1597 ejerció como profesor de poesía, retórica y griego en el Colegio imperial de Madrid, donde tendrá como discípulos entre otros a Pedro Calderón de la Barca y Francisco de Quevedo Su fama de humanista fue muy grande; se dice que el papa Urbano VIII tenía en su cámara un busto del toledano e incluso pidió a su sobrino el cardenal Francesco Barberini con motivo de su viaje a la corte de Felipe II que lo saludara en su nombre. Fue amigo del famoso poeta aragonés y canónigo de Zaragoza Bartolomé Leonardo de Argensola, de Esteban Manuel de Villegas y del poeta, músico y narrador Vicente Espinel, quien le pidió revisase su novela picaresca “Vida del escudero Marcos de Obregón”. Participó en la defensa de Lope de Vega en la “Expostulatio Spongiae”.
Vestuario del siglo de oro.
José Antonio González de Salas (1588-1654) hijo del contador don Diego González de Salas tuvo una educación principesca, aprendiendo a la perfección latín, griego y hebreo. Adquirió una gran erudición en todo género de letras y se consagró al estudio. Rentero, vivió apartado del bullicio de la Corte, pero instalado en medio de ella, según la filosofía neoestoica que asimiló de Séneca. Fue muy conocido sin embargo por sus escritos dentro y fuera de España y Felipe IV le hizo merced de un hábito de la Orden de Calatrava. Gran amigo de Francisco de Quevedo, cuyas poesías (Parnaso español, monte en dos cumbres dividido, 1648) editó e incluso manipuló y corrigió con pésimo gusto.
Juan Pablo Mártir Rizo (1593-1642). Amigo de Francisco de Quevedo y opuesto, como partidario de la Poética de Aristóteles, al teatro de Lope de Vega. Fue tratadista político (escribió un Norte de Príncipes, publicado en 1626), y traductor de la Poética aristotélica del latín (en un manuscrito que nunca se publicó). Esencialmente historiador, trató en varios libros las figuras de la antigüedad romana al estilo de Suetonio y Plutarco, con biografías como la de Rómulo, Mecenas, Séneca y Sejano. También publicó libros sobre Enrique IV de Francia, el Duque de Birón y Felipa de Catanea, la lavandera de Nápoles que también fue objeto de inspiración para otros dramaturgos españoles del XVII.
Cristóbal Suárez de Figueroa (1571-1644) era hijo de un modesto abogado gallego. A los 17 años, decide marcharse a Italia. Estudia derecho civil y canónico en Bolonia y Pavía, donde se doctoró en derecho (1594). En 1595, es nombrado fiscal de Martesana, al noroeste de Milán, luego ejerció su profesión de jurista en Nápoles, desde 1600, donde escribió ya algunas obras, entre ellas un perdido “Espejo de juventud”. Volvió a España en 1604 para heredar. Una vez en Valladolid, apuñaló en una pendencia a un caballero y tuvo que viajar por varios lugares del sur de España para refugiarse de la justicia, hasta que éste sanó y pudo arreglarse el asunto. En 1606 se desplaza a Madrid para buscar hueco en las letras, y entre 1609 y 1620 se dedica a escribir, compilar, traducir. Su fama se difunde con sus trabajos, aunque se hizo notar por su natural maldiciente, por lo demás propio de los escritores de entonces. Cristóbal Suárez, desde principios del siglo XVII, firmó como Cristóbal Suárez de Figueroa quizá para relacionarse con la Casa de Feria, al añadir a su nombre un apellido postizo, lo que cuadra con su personalidad orgullosa. Juan Andrés Hurtado de Mendoza, quinto marqués de Cañete, fue mecenas del escritor durante varios años. Por afinidad léxica se ha especulado con la posibilidad de que Cristóbal Suárez sea la verdadera persona que se esconde tras el nombre de Alonso Fernández de Avellaneda, autor del libro conocido como El Quijote Apócrifo, publicado en 1614. En 1623 volvió a Italia en compañía del Duque de Alba. Fue auditor en Lecce (1629 a 1632), sufrió una persecución inquisitorial y murió en tierras italianas.
Joaquín de Entrambasaguas Peña (1904-1995) fue un lector impenitente e inconfeso desde su niñez y adolescencia; poseyó una gran capacidad de trabajo, pero su escolaridad fue algo extraña que le convirtió ya en un prematuro e indeciso autodidacta así como en un tímido incorregible que evitaba las relaciones sociales que no tuvieran que ver con las letras. Estudió después en la Universidad Central simultáneamente Filosofía y Letras e Historia, y se licenció en 1928 por ambas materias. En 1930 se doctoró con una tesis sobre Lope de Vega y los preceptistas aristotélicos, aunque en ese año ya era profesor en la misma universidad. Fue miembro de la administración franquista durante la guerra civil. El «Instituto de Cultura Hispánica», en el verano de 1949, le encomendó que recorriera, con carácter oficial, los Centros dependientes de él, en la América Hispana del Sur, para comprobar su eficacia cultural y pronunciar conferencias. Fundó además con otros madrileñistas el «Instituto de Estudios Madrileños», inaugurado el 24 de octubre de 1951, en la «Casa de la Panadería» de la Plaza Mayor de la Villa de Madrid. En 1952pronunció en sus Universidades de Lisboa y Coimbra sendas conferencias sobre dos aspectos de la Poesía de Fernando Pessoa -base de un estudio posterior-. Se jubiló en 1975. Dejó inéditas unas memorias con el título de “Lo que quise callarme y lo que pude haber dicho”.
Francisco García Jurado es Profesor de filología latina en la Universidad Complutense de Madrid, acreditado para catedrático desde 2010. Dirige el Grupo UCM de investigación "Historiografía de la literatura grecolatina en España"
Bibliografía:
Artículo de José García Jurado publicado en el número 991 de “Puerta de Madrid” (15/03/1986)
Blog “Reinventar la Antigüedad”  art. Del Prof. Francisco García Jurado.
Temas e ideas de una obra perdida: La spongia (1617) De Pedro Torres Rámila por Xavier Tubau. Universitat Pompeu Fabra
Boletin de la comision provincial de monumentos historicos y artistiscos de Burgos. Año XIV. 4.° trimestre de 1935. Num. 53 por Eloy García de Quevedo.
“Lope de Vega y los preceptistas aristotélicos”. Joaquín Entrambasaguas y Peña.
“Crónica de las Merindades” Abril 2008 Artículo de Jesús Moya.

martes, 21 de mayo de 2013

¡Traición! El Duque de Frías oculta armas para Napoleón.

Tratamos hoy una trama de venganzas y traiciones. Estamos en el verano de 1808. La victoria de Bailén ha sido el 19 de Julio y el Rey José I Bonaparte evacua la Villa y Corte el día 1 de Agosto. Establecerá su nueva Corte en Vitoria el 22 de Septiembre, en vísperas de la entrada de su hermano en España.

El XIII Duque de Frías y Sumiller de Carlos IV entre los años 1792 y 1802 se había pasado al bando Francés. Desempeñó para José I el cargo de Mayordomo Mayor, esto es, el encargado de la organización de Palacio y su gobierno, teniendo jurisdicción tanto civil como criminal privativa en su interior. Se hallaba siempre junto a la persona del Rey.

Por ello hemos de entender que se retiró tras su rey, tanto para servirle como para protegerse. Recordemos que su último empleo fue el de embajador de la España Napoleónica ante la corte del emperador de los franceses. Sabía a quienes se enfrentaba y, por ello, mejor lejos. (Se encontraba en el mismo país que Fernando VII, ojo).

Es fácil entender, por tanto, que por parte de los patriotas “se le tenía ganas” y que una denuncia referente a que escondía armas y valores en los sótanos de su palacio fuese, sino factible, si deseable.

¿Y tenía sitio para más de mil fusiles, banderas y dineros en su palacio? Ante todo, el palacio del duque de Frías fue derribado. Cuenta don Ramón de Mesonero Romanos en su obra “El antiguo Madrid. Paseos histórico-anecdóticos por las calles y casas de esta villa” que el Palacio, primeramente una casa-jardín con huerta, tenía 187.200 pies cuadrados en total y que la finca fue adquirida para el Ducado en 1739. Por tanto, sí había sitio. Vamos, observen en el plano su tamaño y el del Palacio Real.

Plano de Madrid de Juan López Frías (1812)

Nuestro inmueble se encontraba en la plazuela del Duque de Frías (84) (llamado así por razones evidentes), junto a la calle de Góngora (bautizada así por el convento de las Góngoras (21) hasta el año 1961 que deciden honrar al poeta Luis de Góngora). El “nuevo y elegante” caserío al que se refiere don Ramón son las calles Almirante, Augusto Figueroa y, la citada, de Góngora que, hoy, están cerca de la boca de metro de Chueca. La fachada del palacio coincidiría con los números 3-5-7 de la calle Piamonte.

Por supuesto que no todo era el palacio sino que la finca estaba compuesta por la casa principal, varias construcciones accesorias, jardín y huerta. Se encuadraba, aproximadamente, entre las calles Barquillo, Piamonte, Libertad e Infantas.

No podemos describir la situación que se producía en Madrid durante el vacío de poder tras la captura de Fernando VII y la retirada de José I y esto nos lleva a presuponer que la justicia funcionaría como en el periodo de Carlos IV, en el antiguo régimen. Así nos aparece la orden del Excelentísimo señor Decano Gov. Interino del Consejo (Suponemos del Consejo de Castilla) instigando a que se aclare la denuncia.

A grosso modo, el derecho penal del Antiguo Régimen era fragmentario, cruel y poco definido. En España seguían en vigor la Novísima Recopilación, los Fueros y Las Partidas, pero en la práctica los Tribunales solían hacer gala de arbitrariedad, dejando de ceñirse a los textos escritos.

Y con esta somera descripción del entorno nos presentamos en el 26 de Agosto del venturoso 1808. Se delata al Duque de Frías (a la sazón Diego Pacheco Téllez-Girón Gómez de Sandoval, también llamado Diego Fernández de Velasco y Pacheco o Diego Pacheco Téllez Girón Fernández de Velasco y Enríquez) diciendo que tiene armas y dinero escondido en un zulo oculto en el sótano. ¡Ah! Lo hacen mediante un auto (Que hoy es una decisión del juez que no “llega” a sentencia).

Más nombres: Don Ignacio Martínez y Villena y don Vicente duque de estrada que podrían ser los investigadores. Los documentos indican, también, la participación de un arquitecto municipal haciendo las veces de perito judicial. Este último responde al nombre de Santiago Gutiérrez de Arintero.

Se crea la comisión judicial que acompañada de un par de agentes de la autoridad se presentan en el Palacio del Afrancesado, cuyo nombre de pila nunca aparece, y, según relata la diligencia de reconocimiento, recorren los sótanos, husmeando en todos los recovecos y ofreciéndonos una descripción de la distribución del mismo. (Para los legos en derecho, hoy una diligencia es un acto del secretario judicial en la que se refleja, básicamente, lo que ha hecho el funcionario).

La diligencia recoge los resultados de la pesquisa: NADA.

Conclusión: O no había tesoro o no lo encontraron. Y así lo reconocieron los señores don Ignacio Martínez y Villena y don Vicente duque de estrada, amén del arquitecto del ayuntamiento. Toda una pena porque las tropas españolas estaban faltas de armas y dineros.

Probablemente nunca existieron esos fusiles. ¿Por qué razón iban a ocultarlos los franceses? ¿Y las banderas? ¿Y el dinero? ¿Acaso pensaban que habría una quinta columna de afrancesados en armas? No tiene lógica salvo el deseo de denostar a una de las figuras que optaron por la modernidad que querían imponer los franceses. Figura que mantenía amistades y lealtades entre los patriotas porque vemos el mimo con que se trató todo el asunto.

Supongo que el duque de Frías se decantó por la nueva dinastía al conocer el paño que representaba Fernando VII y que, tras una brutal guerra, descubrirían los demás españoles. Pero, eso es una suposición.

Si desean leer los documentos…




















Bibliografía:

Fondos documentales de los Archivos Nacionales del Ministerio de Cultura del Reino de España (O denominación equivalente).

martes, 14 de mayo de 2013

Palacio Fernández-Villa: Una buena muerte honra toda la vida.

Entrando desde El Crucero, este será uno de los primeros caserones que el visitante se encuentra al entrar en Espinosa de los Monteros. Es un edificio renacentista, declarado Bien de Interés Cultural en el 2000, que se empezó a construir a mediados del siglo XVI, por tanto, en torno a 1550. Es en esta centuria cuando se asienta el dominio de la Corona de Castilla en Nuevo Mundo, el siglo de oro de las letras castellanas, de la Reforma y la Contrareforma, de Carlos V y Felipe II, de los Comuneros y las Germanías…

¿Y renacentista? ¿Qué es renacentista? Es un estilo arquitectónico, en este caso, que propugnó la vuelta a las líneas clásicas. En nuestro caso lo vemos al observar la fachada que es austera, hay armonía y buen uso de elementos y las ventanas se encuentran remarcadas. La línea ascendente, expresiva de la espiritualidad medieval es sustituída por el equilibrio entre líneas verticales y horizontales.

Palacio de los Fernández Villa (Febrero 2013)

El palacio de los Fernández-Villa se organiza en torno a dos cubos con un cuerpo central que actualmente presenta una serie de saeteras pero que anteriormente fue una balconada. Se destaca el cubo occidental, adosado a una casa fuerte gótica, que abre al interior una portada adintelada. Resaltemos los arcos escarzanos de la planta baja, similares a los del patio central del palacio de Castilfalé de Burgos, y su mobiliario de época.

Palacio de los Fernández Villa (Fecha sin determinar)

Aun así, los ojos se nos van a la torre de mayor tamaño, de forma cuadrangular y tres pisos, con función defensiva y de vigilancia, gran cantidad de saeteras y ventanas en su parte superior. Su cornisa está decorada con bolas y presenta dos ventanas adinteladas rodeadas con molduras decoradas sobre las que aparecen espacios para escudos. Una de ellas, la más elevada, está protegida por una cornisa que alterna bolas y puntas de diamante

Buena parte del palacio fue devastado en un incendio durante la Batalla de Espinosa (10-11 noviembre 1808). De hecho, en la parte del palacio no acondicionada para vivir se puede observar el hollín negruzco que se impregnó en las paredes de piedra y que nos recuerda aquel hecho.
Portada Palacio Fernández Villa



La familia Fernández Villa.Decíamos que hubo un incendio. Bien, las llamas acabaron con parte de la historia escrita del palacio al diezmar sus archivos. Quizá por eso fue elegido para la instalación temporal del museo de la batalla de Espinosa de los Monteros. (Al tomar la fotografía su imagen aún presidía la estampa del palacio).

Rufino de Pereda Merino lleva, en su libro sobre los Monteros de Espinosa, el inicio del linaje Fernández Villa hasta la batalla de Covadonga, pero solo por el lado de Fernández. Saltándonos las ensoñaciones, este mismo autor indica que, por la rama Villa, el linaje procedería de Nojedo en la antigua provincia de Santander.

Hacia finales del siglo XVI se unen las ramas que dan lugar a este apellido compuesto. Disponemos de documentos que indican que en 1782, D. Manuel Julián Fernández-Villa, presentó ante la Justicia Ordinaria de la Villa de Espinosa de los Monteros una Real Provisión de los señores Alcaldes Mayores de Hidalgos de la Real Chancilleria de Valladolid, refrendada de D. Atilano Cubbo lbáñez, notario del Rey nuestro Señor, fecha 6 de Mayo de 1775; con el fin de ser incluido en la referida relación de hidalgos.

También hay constancia de Don Manuel Domingo Fernández-Villa y Velarde, Montero de Cámara, que contrajo matrimonio en la Villa de Espinosa, con Doña María Sáinz Terrones; De don Manuel Julián Fernández-Villa y Velarde, casado con doña María Mazón de Solares y de don Casimiro Fernández-Villa y Velarde, enlazado con Doña Lucía Gutiérrez de Soto.

Del primero de estos matrimonios nacieron entre otros hijos D. Juan, licenciado en Derecho, y don Melchor Fernández-Villa que fue Coronel de Infantería, condecorado con la Cruz de San Fernando, y doña Petra, que contrajo matrimonio con D. Cipriano Santara.

Monteros de esta familia son:

D. Manuel Fernández Villa, que ejerció el cargo en 1807.
D. Manuel Domingo Fernández-Villa, en 1816.
D. Sotero Fernández-Villa, en 1819.
D. Antolín Fernández-Villa, en 1841.
D. Manuel Fernández Villa, en 1856, que fue a la vez caballero de la Orden de Isabel la Católica.
D. Ceferino Fernández Villa, en 1862.
D. Juan Fernández Villa y Paredes, en 1908.

Armas: Las de este linaje son complicadas por los diversos escudos que usan los del apellido Fernández, pero en este compuesto con el Villa, son:

"Escudo partido: el cuartel diestro en campo azul y en él cinco flores de lis de oro, y bordura de gules con ocho aspas de San Andrés de oro. El cuartel izquierdo, en 'campo de Oro un águila esplayada negra, atravesada por el pecho de una saeta de oro chorreando sangre de la herida, con el pico y garras rojas y un mote en letras negras que dice: «Una buena muerte honra toda la vida» que es el de Villa".
Escudo Fernández Villa

 


El Museo de la Batalla de Espinosa.La idea surgió de algunos vecinos de Espinosa, celosos de su historia, o al menos de algo más que los sempiternos Monteros, que decidieron, con el apoyo del Ayuntamiento, de los antiguos propietarios y de los nuevos propietarios del Palacio de los Carrillo del Hoyo (No he cometido una errata, se llama también así).

Dicho museo ha desaparecido. En él se recogieron piezas procedentes del campo de batalla que, fruto del trabajo en el campo, han salido a la luz: Balas de cañón, balas de fusil, botones y diversos objetos. Resaltan las maquetas que presidían una de las salas que reflejaban la espinosa de 1808, otra el campo de batalla en 3-D y la colocación de los ejércitos, una tercera con figuritas representando el orden de batalla. Completaban la exposición una colección de soldaditos de plomo que reflejaban la uniformidad en esos años, carteles descriptivos, documentos y curiosidades.

Entrada al Museo de la batalla de Espinosa de los Monteros

Pero lo determinante era la visita guiada que te ofrecían y que mostraba todo el amor puesto en esa aventura, el conocimiento y la paciencia ante preguntas fútiles de los visitantes. Todo ello lejano a las salmodias de los guías profesionales. La página Web que recogía toda esta información para los internautas tampoco se encuentra disponible. Una pena.

Bueno, hoy la mayor parte de sus fondos se han integrado en el museo de los Monteros de Espinosa.
Detalle Maqueta museo de la Batalla de Espinosa de los Monteros


Finalmente, hasta el 2009 la existencia del palacio fue discreta. Ese año, el último miembro de la familia que lo construyó, Manuel Arroyo Stephens, se desprendió del inmueble. Ahora es propiedad de la familia Peña Aranda que prevé añadirla a sus negocios. Creará allí un salón de eventos, reuniones, bodas y otros actos sociales. Para ello, y frente a los anteriores propietarios que tenía acondicionadas como vivienda las cuatro plantas de la torre más antigua, se ha unido la planta baja de la torre gótica con el patio, antes abierto y ahora protegido por un lucernario, y la planta baja del resto del palacio para crear un salón de 370 m2.

Tríptico de la exposición:






Bibliografía:

La ruta heráldica de espinosa de los Monteros.
"Los Monteros de Espinosa" de Rufino Pereda Merino.


Añadido el 20 de febrero de 2017:

Doña Eva Fernández-Villa ha estado interesada en que conozcamos todos otra presentación del escudo familiar. Le agradezco de todo corazón su interés y adjunto la foto para disfrute de todos:


Escudo Fernández-Villa y Paredes.
  

martes, 7 de mayo de 2013

Luchando contra molinos en Loma de Montija.

En el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar (de Pascual Madoz (1806-1870)) lo define de la presente forma:

“L. en la provincia, diócesis, audiencia territorial y e.g. de Burgos (17 leg), partido judicial de Villarcayo (3 Leg), y ayuntamiento titulado dé la Merindad de Montija (1/2 Leg). Sit. en una pequeña cuesta a manera de loma, con clima húmedo y frío a causa de reinar el viento N; las enfermedades que más comúnmente se padecen son dolores de costado, toses y afecciones de pecho. Se compone de 32 CASAS; escuela de primeras letras concurrida por 17 niños, cuyo maestro disfruta la dotación de 450 reales; una fuente de excelente calidad en el término y una iglesia parroquial (Sta. Maria) servida por un cura párroco y un sacristán, siendo aquel de patronato de tres particulares. Confina el término N. Edesa; E. Villasante; S. Villalázara, y O. Cuestahedo. El TERRENO es de segunda y tercera clase, bañándolo el río Trueba que nace en el sitio de este nombre, y corre por Barcenas y por la izquierda de Espinosa de los Monteros; en dicho terreno se encuentran dos deh. poco pobladas. CAMINOS: los que dirigen a los pueblos limítrofes en mal estado por el mucho lodo de que siempre están llenos, a causa de ser el terreno muy húmedo. CORREOS: la correspondencia se recibe de Villarcayo por el correo que pasa a Santoña, el cual deja aquella en Villalázara, llega y sale los domingos, miércoles y viernes. PRODUCTOS: trigo, centeno, habas, maíz y algunas legumbres; ganado lanar, vacuno y yeguar; caza de perdices, liebres, lobos, corzos, jabalíes y zorros; y pesca de truchas, barbos, anguilas, nutrias y cangrejos, INDUSTRIA: la agrícola y dos molinos harineros en buen estado, POBL. 14 vecinos, 52 almas. CAP. PRODUCCIÓN PRINCIPAL: 278,600 reales IMP. 25,694.”
Loma de Montija (Burgos)



En 1894 el “Indicador general de la industria y el comercio de Burgos” nos habla de los molinos de Trifón Gómez, veterinario y profesor. Destaco lo de los molinos porque este será el tema de esta entrada.

Presentamos el caso que se expone en las “Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España con inclusión de los reales decretos, ordenes, cedulas aranceles y ordenanzas expedidas para su gobierno y fomento” Tomo XXXIII por don Eugenio Larruga.

Se produce durante el reinado de Carlos III de Borbón (1716–1788), que fue, sucesivamente, duque de Parma entre 1731 y 1735, rey de Nápoles y rey de Sicilia de 1734 a 1759 y de España desde 1759 hasta su muerte.

Rey Carlos III

Son unos años de regeneración del País, con un rey que hoy definiríamos como más europeo, apoyado en los ilustrados y su confianza en la razón humana. Estos eran firmes partidarios de la educación y del progreso, es decir del enriquecimiento del saber y de la progresiva mejora de las condiciones de vida de todos los seres humanos.

Criticaron la organización económica, la falta de libertad para comprar y vender y defendieron la propiedad y la libertad de comercio e industria. Las ideas de La Ilustración calaron en una minoría de intelectuales españoles pertenecientes a la baja nobleza y a la burguesía que, centraban sus actividades en profesiones liberales: médicos, abogados, escritores y actividades industriales y comerciales. La preocupación básica de los ilustrados era encontrar soluciones a la decadencia española. Y para ellos la causa de la decadencia era económica.

Sólo dando un nuevo tono a la actividad económica se podrá dar una nueva vitalidad al país. Fue un balance positivo: Se limitó el nepotismo y la corrupción en la administración, se impulsaron reformas de tipo económico, se apoyaron propuestas y proyectos para el progreso de la instrucción pública, para el saneamiento de las ciudades o para la mejora de la red de calzadas. También se defendieron las prerrogativas del Estado frente al clero y se animó a los súbditos a desarrollar las actividades económicas, agrícolas e industriales, rompiendo con el viejo prejuicio de que era deshonroso su ejercicio.

Los ilustrados enviaron técnicos al extranjero, organizaron expediciones científicas y promovieron las publicaciones técnicas. También se crearon las Sociedades Económicas de Amigos del País que se extenderían por muchas provincias para estudiar y determinar la situación de cada una de ellas, fomentar la agricultura, el comercio y la industria, traducir y publicar libros extranjeros e impulsar la difusión de las ideas fisiócratas y liberales.

Se instó a los súbditos a desarrollar un trabajo productivo, declarando honestas las profesiones manuales y el comercio.

Este es el entorno general, pasemos al lío de los molinos.

Tenemos a Don Gerónimo Marcos Vallejo, de Villasante, con derecho a dos ruedas de molino en el arroyo de San Vicente que fabrica en 1769, moliendo el grano del territorio. Lo repara en 1770 y otra vez en 1775. En esa última reconstrucción realiza varias reformas. ¿Qué reformas? Bueno, buscó aumentar la producción de abatanado de lana de Las Merindades. Este empresario quería recoger esa lana que salía de la comarca hacia molinos en Frías o Vega de Pas. Hoy diríamos que vio el hueco en el mercado y actuó.

Por supuesto, como hoy, se acercó al poder a pedir ayudas (Lo típico: o dinero o monopolio zonal u otras) y justifica la viabilidad de su empresa explicando las instalaciones, la continuidad de la fuente de energía y el efecto primario de su negocio para el desarrollo de la industria y el trabajo en la merindad. Recordemos que esto era una de las obsesiones de la monarquía de Carlos III. Incluso don Gerónimo carga las tintas y resalta que si le privilegian manarán ríos de leche y miel.

Con ello, insiste en la construcción de una hendería para aprovechar el agua que salía del circuito de moler y abatanar. Parece ser que se refiere a una herrería u otro taller relacionado con el hierro. La administración de entonces no era como la de hoy y decidieron que construyese y luego volviese a pedir.

Además le surgen otros problemas: intentan paralizarle las obras. La estrategia la ejecutan don Narciso José de Salinas, abogado de los Reales Consejos, vecino de Villanueva de Mena y don Benito García, de Loma. Aducen que la nueva represa inundará tierras de su propiedad y del Duque de Frías lo que provocará hambruna y muerte de animales y gentes. Insisten en la pérdida de valor de sus terrenos y en el daño producido por el lucro cesante, adornado con la mención a un poderoso y lo rematan diciendo que el proyecto presentado por don Gregorio adolecía de graves inexactitudes, por no decir mentiras. Remataban su movimiento subrayando que no se había sacado la licencia de obra del ayuntamiento de Loma, y supongo que tampoco pagado sus tasas. Pero fijémonos que en la trama se presenta don Diego Pacheco Téllez-Girón Gómez de Sandoval, el duque de Frías y posteriormente afrancesado, miembro de la alta nobleza, grupo que no comulgaba con las ideas ilustradas. No digo que Diego Fernández de Velasco fuese reaccionario, pero lo parece.

¿Dónde presentaron su demanda? Ante el Juzgado de lo Civil de entonces. La Junta solicitó informe al intendente de Burgos que delegó en el Corregidor de Villarcayo que era el Juez de Letras más cercano. Concluyó que todo era mentira y que la nueva industria favorecería al territorio y al libre mercado al crear competencia en un sector monopolizado de facto. La teoría económica dice que eso baja los precios.

Vale, un enemigo derribado y surge otro. Don Juan José Ortiz de Bustamante, vecino de Villalázara, presenta que tiene un molino harinero y que ya en 1772 denunció a don Gregorio por intentar restringirle el agua. Fue acompañado en la demanda por don Narciso José de Salinas y don Benito García en defensa del duque de Frías... Y continuaban a la fecha en pleitos sobre aquel asunto. Lo que diríamos hoy una parte interesada. Indicó que Gregorio había recrecido una presa, la había trasladado arrollo abajo y que tras ello su molino, el de Juan José Ortiz, quedaba inutilizado durante el estío. (Genial para Gerónimo).

Pero no solo alegó eso sino que denunció la amistad existente entre el corregidor de Villarcayo y Gerónimo Marcos Vallejo.

¿Quién tenía razón?

Bueno, el intendente de Burgos informa que ya se previó la existencia de tramas para obstaculizar el proyecto de molino. Y que era de interés para la nación su desarrollo.

Si quieren pueden leer el documento original y fijarse en el cambio de nombre del molinero.













Bibliografía:
Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España. Tomo XXXII por Eugenio Larruga.
Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar de Pascual Madoz.
Indicador general de la industria y el comercio de Burgos de 1894.