Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 26 de noviembre de 2023

Analizando brevemente las ordenanzas municipales de Cigüenza de la Merindad de Castilla Vieja del año del señor de 1584.

  
Hoy en día pocos nos preocupamos de las ordenanzas municipales del lugar donde estamos empadronados o de donde vivimos. Salvo cuando vemos que tememos que pagar ese permiso de obras, no podemos hacer ruido a partir de cierto momento, abrimos un negocio… Realmente, poco sabemos de lo que nos lían “nuestros” representantes municipales.
 
Pero, por otro lado, las ordenanzas antiguas -las muy antiguas- nos describen la vida y necesidades populares en esa fecha. Como estas de 1584. Entonces Cigüenza era un lugar de realengo incluida en la Merindad de Castilla Vieja, capital en Villarcayo, y de pequeño tamaño. Al concejo que proclamó las ordenanzas acudieron veintidós vecinos que vivían del campo y la ganadería principalmente. Ojo, vecino no era habitante. Cifrando unos cuatro residentes por casa podemos obtener una cantidad aproximada de habitantes. Digamos unos ciento y pico. En 1591 Cigüenza tenía treinta y un vecinos, de los cuales veintiuno eran hidalgos, nueve pecheros y un clérigo. Para tener un poco del perfil jurídico de sus habitantes.

 
Estas no fueron las primeras ordenanzas de la población. Lo confirma el preámbulo de las de 1584 cuando se afirma que los vecinos fueron reunidos a concejo “usando de nuestras costtunbres anttiguas y añadiendo y mengüando nuestras ordenanzas biexas en lo que nos a parecido”. Es decir, que las nuevas no se crearon de cero, sino que fueron adaptaciones y correcciones realizadas sobre las anteriores. Nada raro ni entonces ni ahora.
 
El escribano Sancho Fernández, vecino de Cigüenza dio fe el veintiséis de febrero de ese año, domingo, de la voluntad vecinal de tener esas ordenanzas. Fueron testigos Pedro López de Rámila, Cura del lugar, Juan de Torres hijo de Pedro de Torres, y Francisco Núñez hijo de Francisco Núñez, Pedro Varona, Felipe Martínez, Pedro Ruiz, Hernán Pérez y el maestre Diego. El veinticinco de octubre de 1584, en Villarcayo, el Doctor Juan Ruiz de Velasco, alcalde y Justicia Mayor en la Merindad de Castilla Vieja por Su Majestad, y en presencia de Juan Pérez de Chavarría, escribano de S.M. y de la Audiencia de Las Merindades de Castilla Vieja, confirmó las ordenanzas de Cigüenza.
 
El concejo, y la población, de Cigüenza era gestionado por dos regidores que representaban al pueblo en las Juntas Generales de la Merindad. La renovación de los cargos de regidores se realizaba el día de San Esteban (26 de diciembre). Después de comer se juntaba todo el concejo y los regidores salientes y los del año anterior nombraban los nuevos regidores. Cargo obligatorio bajo pena de 48 maravedís por cada día sin aceptar el puesto. Estos nuevos electos nombrarán a los dos contadores, los dos ejecutores, un recaudador de bulas y a los dos mayordomos que estarán obligados a aceptar so pena de… ¡48 maravedís! Los mayordomos eran elegidos entre los vecinos según su antigüedad y antes de volver a tener el cargo debían haber servido todos los demás al menos una vez. Trabajaban gratis bajo pena de medio real (unos 17 maravedís) por cada incumplimiento. Y, algo fundamental visto cómo se comportan los políticos españoles del siglo XXI, se les obligaba a los regidores a justificar las variaciones de su patrimonio. También los mayordomos con relación a su negociado en los treinta días siguientes al cese: venta de “lejía”, cobro de sanciones y de tasas municipales. Si no cumplían eran 48 maravedís por cada día de retraso. En caso de pillarles en robos o corruptelas debían pagar el doble al concejo. Señalemos que, si no se aplicaban las sanciones por los regidores, entonces, las pagaban dichos regidores.

 
Estos cargos eran importantes porque estas comunidades debían resolver por ellas mismas muchos de sus problemas. Todos estaban atentos a los repiques de campana que llamaban a concejo para afrontar incendios, derrumbes, riadas, arreglos de caminos y puentes…
 
Se prohibía a los vecinos convocar concejos sin razón de peso y, llegado el caso y no estando el regidor, se le sancionaba con los ya habituales 48 maravedís por gastos del concejo. Como una tasa. Y de tasas seguimos hablando: si un vecino no asistía al concejo se le sancionaba con cinco maravedís si no había justificación. Claro que si el que faltaba era el regidor, pues, pagaría 10 maravedís. Me parece que la asistencia a los concejos era bastante deficiente. De hecho, si alguno era citado al concejo y no se presentaba se le sancionaba con 48 maravedís. Por no ceder la palabra: 10 maravedís. Peleas en el concejo: 48 maravedís. Amenazar o discutir con los regidores o mayordomos: 48 maravedís. Y más sanciones de cuantía similar como los 48 maravedís por llevar armas a los concejos. Eso sí, si la sanción al vecino no tenía base pues, ¡pagaba el regidor! O el que acusó a ese vecino. Hoy se juega mucho por parte de los ayuntamientos -y políticos al mando de una administración- a denunciar o ejecutar acciones que, cuando son anuladas por los tribunales, no revierten en daño a ese administrador público. Y lo sufrimos.
 
Las ordenanzas fijaban los sistemas de votación en concejo; la inclusión de nuevos vecinos en Cigüenza mediante el pago acostumbrado -500 maravedís- en quince días. Y pago de una multa de 48 maravedís “por cada vez que pasare” sin pagarlos; las ejecuciones contra las infracciones de estas ordenanzas; pago de gastos comunitarios por el sistema de derramas… Y las de Cigüenza lo hicieron muy bien porque estas ordenanzas fueron confirmadas sucesivamente, al menos, hasta el año 1834 cuando consta la ratificación por el Corregidor de la Merindad, Pedro Regalado López Montenegro.

 
Como en nuestras locas ciudades del siglo XXI las normas de convivencia interna nos muestran, también, la actividad comercial e industrial de la población. Con errores como la ausencia del molino, que existía. Figuran una panadería y una taberna situados en un solar del municipio y arrendados anualmente el día de año nuevo tras un periodo de oferta pública iniciado el día de San Esteban (26 de diciembre). Ganaba el arrendamiento el que “más varatto la vendiere de ganancia, para el tabernero, o como se pagare en Medina o Villarcayo por grueso; y el pan vendiéndolo al precio que valiere en las dichas villas”. Los regidores, además, le exigían fianza al arrendador y mantener el servicio -que siempre haya pan y vino-, los locales limpios y que no timen en los pesos y medidas. Todo bajo pena de un real si cerrase medio día y 48 maravedís por cada día cerrado. También había más penas a los taberneros por diferentes cuestiones y sujetas a la ya conocida multa de los cuarenta y ocho maravedís.
 
Vale, hasta ahora todo es lógico porque mostrar patrimonio municipal y fuentes de ingreso es un clásico. Lo que ya no es tan aceptado en una sociedad laica como la de nuestros días es que se ordenaba “que todos los vezinos e moradores en el dicho lugar seamos obligados a alabar a Dios, Nuestro Señor, a su venditta Madre, y todos sus santtos” y, en caso de incumplimiento se le sancionaba con 48 maravedís que se destinaban la mitad a la iglesia y la mitad al mantenimiento del puente de Cigüenza. También se obligaba a guardar las fiestas religiosas (¡¿había otras?!) so pena de un real con el mismo reparto. Incluso durante la cosecha. Y a asistir a las procesiones, sin armas como las asistencias a los concejos.
 
No contentos con ello, escandaliza a un hijo de Las Merindades que se obligase a todos los vecinos -al cabeza de familia- a oír misa en la iglesia de Nuestra Señora todos los sábados y si no pudiese tenía que ir su esposa, o su viuda, o la persona de más edad de la casa. La multa era de cuatro maravedís. La misma que si uno se marchaba del templo antes de terminar la misa. Lo recaudaban los mayordomos para la lumbre de Nuestra Señora. Yo llego a pensar que los curas podían intentar ser muy tediosos como método alternativo de recaudación.

 
Aparte de las obligaciones espirituales los de Cigüenza tenían obligaciones tributarias que fijaba el concejo. No tu nivel de ingresos o renta sino el concejo que repartía lo que tenía que pagar el municipio entre los vecinos del mismo. Si todo esto no fuera suficiente los vecinos podían ser designados representantes del concejo y en estos casos, “los Rexidores nombren las tales personas, quales comvengan, y ellas lo azeptten y agan lo que sea justto, y coniforme a su trabajo y ocupación les paguen lo que sea justto. Y si fueren a azer suerttes les den a real por cada día, a cada uno”.
 
Pero no todo eran normas religiosas, tributarias o de gestión política. Así: “Ottrssi, que qualesquiere que en el dicho lugar comettiere urtto o enttrare caminos o exidos para metter en su heredad o hazer algún arroio en perjuizio de los caminos o arrancar moxón de los caminos o heredades, pague quarenta y ocho maravedías por cada cosa y a su costa se desaga el daño y quede su derecho a salbo a la xusttizia”.
 
Los mojones que se citan eran responsabilidad de los mayordomos que los revisaban el primer día de marzo bajo la recurrente pena de 48 maravedís. Claro que, si el mayordomo tenía que hacer pesquisas cobraría ocho maravedís por derechos. Y al que no colaborase medio real de pena por cada día que “estubiere de por jurar”. Otra de las cosas que se controlaban eran los pesos y medidas de los vendedores que llegasen a Cigüenza a comerciar y los de la panadería. Cualquier residente podía denunciarlos a los regidores. Será uno de estos quien guardase la medida de la media fanega y el celemín. “Y de allí la lleve quien la hubiere menestter para medir. Y el que la llevare la torne luego al Rexidor, so pena de diez maravedís por cada noche que durmiere en casa de qualquier vezino”.
 
Cigüenza tenía sus montes con su normativa. Por ello, “qualquiera que en el montte o monttes del lugar paresciere traer pie o rama de enzina o robre o velle corttado, pague quarenta y ocho maravedís por cada vez”. Las ordenanzas solicitaban a los residentes a que actuasen con inteligencia y rectitud, sin abusar ni esquilmar, “so pena de quarenta y ocho maravedís por cada vez, y su derecho a salvo a la xusticia”. La leña recogida era para uso privado de cada vecino prohibiéndose la venta por este. Tampoco podían cortar leña los no residentes bajo multa de cuatro docenas de maravedís (48 mr.) y se les quitaba la leña. Fijaba la ordenanza la entrada de animales al monte, como los puercos mayores. “Y entiéndese puerco major todos los que fueren nascidos el primer de Abril, y los que nascieren dende arriba enttren dos lechones por un puerco”. Y la sanción por exceso de animales decía que “el que más metiere en el monte los tenga perdidos y sean para conzexo y aga su volunttad de ello el dicho conzexo. Y los puercos que fueren al monte, vaian todos señalados”. Evidentemente, el concejo -y sus ordenanzas- se preocupaban de las encinas y las bellotas por razones evidentes. Controlaba, a su vez, el consumo local de enebros, aulagas y espliegos so pena de… ¡48 maravedís!

 
Como había ganado que no podía estar continuamente estabulado el concejo gestionaba la contratación de dos pastores a través de dos delegados elegidos ocho días antes de San Juan (23 de junio). Los pagaban a escote los vecinos bajo multa de cuarenta y ocho maravedís. Los Regidores cuantificaban el ganado de los vecinos el día de Santa Marina (18 de julio) y desde ese valor se repartía los costes de los pastores. Estos, a su vez, debían cuidar el ganado y evitar peleas entre los animales, pérdidas, robos y muertes.
 
Las ordenanzas llegan a ser hasta puntillosas en ciertos aspectos del trato del ganado que para un lector del siglo XXI resulta desquiciante: que si bueyes, que si vacas, carneros, ovejas, puercos… Así por cualquier ganado mayor hallado en los parrales o huertas el dueño debía pagar medio real. Y en caso de ser ganado menor serían cuatro maravedís. Los cerdos cogidos en la misma situación, y si había parras en el lugar, pagaban medio real. ¡Y los perros! Se mandaba tenerlos atados en tiempos de uvas teniendo que pagar el propietario, si lo encuentran en los parrales o las viñas, medio real si estaba suelto y “con caiado diez maravedís. Y andándose por el pueblo sin cayado o sin esttar attado, pague diez maravedís por cada vez”.
 
Se legisló el tema de los accesos a las fincas, las lindes y aspectos similares. Así “qualquiera que enttrare por azera axena pudiendo enttrar por la suia a labrar ni a ottra cosa, pague diez maravedís por cada vez”. Pero si lo hace para sacar pan o meter estiércol e hiciese un camino por fincas de otro pudiéndolo haber hecho por la suya, pague cuarenta y ocho maravedís. En cambio, si lo que hubiera necesitado era una servidumbre de paso “séalo más sin daño que ser pueda y, luego en acavando de azerla, que a de azer dentro de cinco días, la torne a zerrar como estaba, so pena de cinco maravedís por cada día que pasare: la mittad para conzexo y la mitad para el dueño de la azera abiertta”.

 
El mantenimiento de las infraestructuras municipales (el puente, los caminos y pontones) se hacía mediante llamamiento de los regidores a concejo de todos, todos, los vecinos sin escusa ninguna. Piensen que votaban la forma de hacer la obra. Y el que no pudiese ir debía enviar un trabajador sustituto o pagar un real. “Y si hubieren de yr arar o acarretear piedras de las peñas, de los que falttaren se paguen partte de su trabajo los que pusieren los bueies, y también aiuden con algo los que fueren sin ellos, a vista y parezer de los Rexidores”.
 
Las autoridades de Cigüenza ejercían funciones de orden público. Incluso había una, llamémoslo así, prescripción de delitos porque si “los Rexidores no le mandaren prender y casttigar denttro de diez días después que venga a su notizia, que, aquellos pasados, el tal delinquentte quede libre de ella y la paguen los Rexidores o Mayordomos, el que la deviere”. Si el condenado no estaba de acuerdo con la resolución municipal había diez días para presentar la causa al juez. Si el juez estaba de acuerdo con el regidor el multado debía pagar medio real de costas.
 
Los vecinos podían ser reclutados por el concejo para defender la localidad y prender a cualquier persona o ganados hallados dañando los montes o bienes. Para incentivar tal sacrificio las ordenanzas declaraban que la multa del infractor se repartiría entre el concejo y el vecino prendador. Si no se ayudaba, pues, 48 maravedís. Entre otros problemas a los que se enfrentaban los mayordomos. Por no liarles les diré solo la pena que sufrían los que delinquían: 48 maravedís. Como en el caso de detener a cualquier mayor de quince años localizado en finca ajena. Si es menor de esa edad el intruso pagaba medio real de multa y el daño.

 
Y, ciertamente, dejamos cosas sin comentar, pero para hacernos una idea creo que esto puede ser suficiente.
 
Solo queda una duda: ¡¡¡¿¿¿Por qué la cifra de 48 maravedís???!!!
 
 
Bibliografía:
 
“Las ordenanzas municipales de Cigüenza (Merindad de Castilla-Vieja)”. Luis Miguel Díez de Salazar Fernández.
“Las siete Merindades de Castilla Vieja. Castilla Vieja, Sotoscueva, Valdeporres y Montija”. María del Carmen Arribas Magro.
 
 
Anexos:
 
Se sabe que las ordenanzas fueron confirmadas también por:
 
  • Licenciado Juan de Escobar, alcalde Mayor (Villarcayo, 22-XII-1585).
  • Licenciado Pedro de Monsalbe, alcalde Mayor (Villarcayo, 15-1-1586).
  • Doctor Hernando Ruiz de la Cámara, alcalde Mayor (Villarcayo, 5-X-1600).
  • Licenciado Alonso de Valos Jofre, alcalde Mayor (Villarcayo, 3-VI-1604).
  • Licenciado Oces Sarmiento (Villarcayo, 21-X-1608).
  • Licenciado Fco. De la Puente Agüero, Corregidor (Villarcayo, 8-V-1612).
  • Licenciado Juan de Villafranca Ortiz, Corregidor (Villarcayo, 2-IX-1618).
  • Doctor Juan de Arredondo Agüero, Corregidor (Villarcayo, 20-11-1621).
  • Miguel de Urtaza, Corregidor (Villarcayo, 30-X-1624 y 28-VII-1625).
  • Licenciado Alonso de Ribeta, Corregidor (Villarcayo, 14-V-1629).
  • Licenciado Teza Anuncibay, Corregidor (Villarcayo, 15-X-1639).
  • Doctor Ubillos, Corregidor (Villarcayo, 31-V-1643).
  • Licenciado Pedro Sevil de La Oceja, Corregidor (Villarcayo, 3-VI-1636).
  • Licenciado Diego Ramírez de Navarra, Corregidor (Villarcayo, 17-IV-1652).
  • Licenciado Alonso Bueno de León y Rojas, Corregidor (Villarcayo, 17-XI-1658).
  • Juan de Barona (Villarcayo, 14-X-1663).
  • Nuevas ordenanzas (Cigüenza, 24-11-1671) confirmadas por el Dr. Juan Arrosa (Villarcayo, 22-IV-1671).
  • Licenciado Luis de Ichaso y Gaona, Corregidor (Villarcayo, 14-V-1673).
  • Licenciado Juan Antonio de Cubillos Venero, Corregidor (Villarcayo, 13-X-1680).
  • Real Provisión de Don Felipe (Valladolid, 12-111-1715) ordenando que los términos y montes de Canaleja, las Castañeras, las Cuentas de Morales, Soperia, Herreruelas, Salaisay y Cotarro sean privativos de Cigüenza para leña, roza y pasto, ordenando al Corregidor y Capitán a Guerra a las 7 Merindades, Licenciado Juan Gómez Suárez, lo observe así. El corregidor requirió al concejo de Cigüenza (30-XII-1688) que dictase las ordenanzas sobre la venta de leña fuera del pueblo. Luego lo aprobó el licenciado Joseph de Valdivielso, Corregidor (Villarcayo, 4-VIII-1689). También se modificaron otras ordenanzas sectoriales en Villarcayo el 17-VI-1690.
  • Nuevas ordenanzas (Cigüenza, 12-V-1715) sobre el ganado menudo a guardar por un pastor asalariado, confirmada por el Dr. Vasco de Parada y Castillo, Corregidor (Villarcayo, 8-1-1720) que dicta otras disposiciones sobre escribanos, rondas, etc. para detener a los facinerosos y malhechores.
  • Ordenanzas sobre ganado (Cigüenza, 31-X-1814) aprobadas por el Dr. Manuel Juan de La Parra, Corregidor (Villarcayo, 20-VIII-1759).
  • Dr. Pedro Antonio de Corona y Campa, Corregidor (Villarcayo, 9-VIII-1762).
  • Corregidor Campo (Villarcayo, 9-XI-1814).
  • Nuevas ordenanzas de Cigüenza, redactadas el 17-11-1825 y confirmas por el licenciado Gabriel Gutiérrez, Corregidor (Villarcayo, 22-11-1825).
 
 

domingo, 19 de noviembre de 2023

Las Merindades en tiempos de Carlos V.

 
 
Volvemos a conversar -metafóricamente- con Ricardo San Martín Vadillo quién, a pesar de estar lejos de Las Merindades, acorta esa distancia con amor a su tierra y tinta. Nos presentará aquí su participación en el Tercer Congreso CAROLVS organizado durante los días 27 y 28 de octubre de 2023 como homenaje a la historiadora de la Universidad de Málaga Marion Reder Gadow, quien posee una amplia labor docente y cientos de publicaciones. Este año se presentaron 76 trabajos o ponencias con personas venidas de toda España y del extranjero.


 
El Primer Congreso CAROLVS fue el año 2017, como homenaje al profesor Friedrich Edelmayer (una figura de prestigio internacional). El Segundo Congreso fue el año 2019, como homenaje a José María Ruiz Povedano. Nada estraño porque de Alcalá la Real se dice que "es una ciudad de Congresos", pues se celebran varios desde hace años: Jornadas de Historia de la Abadía (desde 1997, van por las octavas Jornadas); Estudios de Frontera (desde 1996, decimo primera convocatoria); y Estudios de Alcalá la Real (sobre temas de historia local), desde 2009, van por la cuarta edición.
 
Dicho esto, les dejo con este artículo que trata… de lo que indica el encabezamiento.
 
Los aspectos que trataré en este artículo son: los viajes por las Merindades de Castilla Vieja en tiempos de Carlos V y el estado de sus caminos, sus puentes y sus ventas en nuestra zona. Entre los viajes me ocuparé del paso del emperador por Las Merindades en 1556, la estancia de Felipe II en el monasterio de San Salvador de Oña, el viaje de Ana de Austria por Las Merindades en 1570, el Itinerario de Juan de Arce Otálora en 1544 y la estancia de Andrea Navagiero en Poza de la Sal (1527-1528).

 
Como viajero Carlos V lo fue en grado muy notable. No en vano en su discurso en Bruselas, en el momento de abdicar dijo: “Nueve veces fui a Alemania la Alta, seis he pasado en España, siete en Italia, diez he venido aquí a Flandes, cuatro en tiempos de paz y de guerra he entrado en Francia, dos en Inglaterra, otras dos fui contra África, las cuales son todas cuarenta, sin otros caminos de menos cuenta, que por visitar mis tierras tengo hechos. Y para esto he navegado ocho veces el mar Mediterráneo y tres el océano de España, y agora será la cuarta que volveré a pasarlo para sepultarme; por manera que doce veces he padecido las molestias y trabajos de la mar”.
 
Cuando el emperador Carlos V decide retirarse al monasterio de Yuste, embarca el 15 de septiembre de 1556 en Flessinga. De ese viaje hay una extensa documentación. Robertson describe su llegada a Laredo de la siguiente manera: “Así que puso el pie en tierra arrodillose en la playa, y considerándose ya muerto para el mundo besó la tierra diciendo: “Madre común de los hombres, desnudo nací en el seno de mi madre, desnudo volveré a entrar en él”.
 
Álvarez Llopis y Peña Bocos (2008) cuentan que “Llegó a la villa, con buen tiempo y buena salud, con las reinas sus hermanas, la víspera del día de San Miguel, permaneciendo en Laredo hasta el cinco de octubre, de donde partió a las 12 de la mañana después de comer, según la carta de Luis de Quijada a Juan Vázquez. En la misma carta se especifica que “el emperador tenía el proyecto de ir en cuatro jornadas hasta Medina de Pomar, donde resolvería el camino que quería hacer”. El lunes 6, Carlos V se detiene y pernocta en Ampuero, de donde parte hacia Lanestosa al día siguiente, deteniéndose en esta villa a dormir, para marchar al día siguiente hacia Agüera, situada a cuatro leguas (22,28 km) de Medina de Pomar. En esta última villa, a la que llega el 9 de octubre, permanece hasta el día 11 a causa de una indisposición por haber comido escabeche. Este testimonio de cómo fue su traslado desde Laredo a Medina da una idea del agotamiento del emperador: “De Laredo le traxeron poco a poco, unas veces en silla de brazos de hombres y otras en litera. Venían con sus hermanas las reynas Leonor y María”.
 
Lo confirma una carta de Luis Quijada a Juan Vázquez: “Nueve de octubre (de 1556), viernes, en Medina de Pomar: S. M. se detuvo el cuarto día en Medina de Pomar, donde permaneció enfermo, a consecuencia de haber comido “Thon frais” (escabeche). Diez de octubre, sábado, en Medina de Pomar: S. M. huelga aquí hoy”. El viaje prosigue el día once a mediodía, para ir a Pesadas y al día siguiente a Hontomín. Llegando finalmente a Burgos el día 13 de octubre por la noche.

 
Yolanda Scheuber de Lovaglio, publica en 2010 su obra Leonor de Habsburgo, (Leonor, 1498-1558, era hermana de Carlos V) que en mi opinión es una novela historiada por lo que ciertos datos no me parecen fiables. No obstante, recojo aquí su narración del paso por Medina de Pomar: “Llegamos a Laredo el 28 de septiembre. La recepción no fue la aguardada. Sólo estaban esperándolo a Carlos V el obispo de Salamanca y el alcalde de Durango […] Salimos de aquel puerto el 6 de octubre camino de Ampuero, Nestosa (sic), Agüera, Medina de Pomar […] hacia Valladolid […] Nos acompañaba una corte de 150 personas incluida su pequeña guardia de alabarderos […] Carlos V rehusó todos los agasajos”. Puede ser, estaba en la última etapa de su vida, se estaba preparando para “el último viaje”, su salud le martirizaba...
 
He encontrado también referencia a este viaje en el insigne granadino Pedro Antonio de Alarcón que aporta otros detalles: “Partió el 6 de octubre de Laredo para Medina de Pomar, acompañado del alcalde de Durango, de la Chancillería de Valladolid, con cinco alguaciles, disgustado y como avergonzado de verse entre tantas varas de justicia, que parecía le llevaban preso. No quería que le hablaran de negocios; huía de que le tocaran asuntos políticos, y mostraba no tener otro anhelo que sepultarse cuanto antes en Yuste. Al fin le llegaron los 4.000 ducados, con lo cual prosiguió ya más contento a Burgos, donde llegó el 13 y permaneció hasta el 16, no queriendo que el Condestable de Navarra le hiciese ningún recibimiento. Las dos reinas hermanas marchaban una jornada detrás por falta de medios de transporte, que esto le sucedía en su antiguo reino de Castilla al mismo que tantas veces y con tanta rapidez y tanto aparato había cruzado y atravesado la Europa. Marchaba tan lentamente, que empleó cerca de seis días desde Burgos a Valladolid”.
 
En Retraite et mort de Charles Quint ou monastère de Yuste (1854) nos cuentan, por medio de cartas escritas durante el viaje, más detalles del mismo. Una de esas cartas, escrita por Martín de Gaztelu, desde Laredo da cuenta de la salida el 6 de octubre: “Se parte hoy a dormir dos leguas de aquí, y en otras tres jornadas irá a Medina de Pomar, donde el condestable, si su indisposición no se lo impide, y la duquesa de Frías, saldrán a besalle las manos, y se dará en el viaje toda la priesa que pudiere”. Otras cartas informan del séquito que le acompañaba y las muestras de aprecio que recibía en forma de vituallas: el abad de Oña le agasaja con frutas, conservas y aves; el condestable con melones, melocotones y perniles de tocino. Nos sirven, asimismo, para saber de las penurias por tierras norteñas. Escribe el señor de Chaulx: “Pasé trabajo, y no de caminar, más de hacello en las más ruines bestias y peores caminos y más sucias casas que yo he visto en mi vida”. Un informe previo de los asesores reales ya había apuntado el mal estado y peligro de ciertos tramos del camino que debería seguir el rey en su viaje hasta Yuste: “El camino real que ba de Laredo a Burgos que es el que su magestad a de traer, he hallado en él muy malos pasos en los términos de las dichas Merindades, en especial el paso de los Ocinos y el paso de la Oradada y lo que va del dicho camino desde donde se acaba la jurisdicción de Medina de Pumar hasta llegar a los Ocinos […]  malos pasos de la Oradada de cómo sale Hebro a Trespaderne fasta sobir a Oña y los Ocinos desde el llano de Bisjueces fasta llegar a La Puente de Valdivielso”. Así pues, ambos caminos se estudiaron, por Oña y por el Almiñé, y de hecho se llevaron a cabo reparos en las dos rutas.

 
Sabemos que el cuarto día (el de la llegada a Medina) “realizó el trayecto de cinco leguas con aceptable comodidad en una litera encaramada en un caballo y cuando el terreno se volvía escabroso o pronunciado cambiaba a una litera de mano portada por hombres. Llevaban dos de estas sillas de mano y tres literas. En la misma carta, escrita desde Medina de Pomar el 10 de octubre de 1556, el señor de Chaulx informa de la inminente partida de Medina: “Y partirse mañana de aquí a mediodía, para ir a Pesadas, y otro día a Gontomí [Hontomín], y el tercero, que será martes, llegará a Burgos”.
 
Respecto al extremo de dónde se alojó el emperador en Medina, he encontrado cuatro versiones distintas de otros tantos investigadores: la primera de Domingo Sánchez Loro, en La inquietud postrimera, dice: “Grande, ostentosa, de lucimiento, fue la acogida que hicieron a don Carlos en Medina de Pomar […] Don Carlos se alojó en el Hospital de la Vera Cruz [...] que sustentaba trece pobres”. La segunda propuesta que leo está contenida en las Actas del Congreso sobre Carlos V y su tiempo: “Se alojó en casa del cambista, Rodrigo Dueñas”. La tercera es la propuesta por Miguel Ojeda que sostiene que el emperador descansó en la casa-torre del alcaide de Medina en la Puerta de la Cadena (que puede tener cierta base histórica). Finalmente, la cuarta la encuentro en el libro de Federico Sainz de Robles, (1971), Benito Pérez Galdós: vida y época: “Se alojó en el palacio del condestable”. Esta opinión, que había leído antes en otros autores, me parece la más plausible. No me imagino al emperador alojándose en estancias del Hospital de la Veracruz, por muy mejoradas que las dejasen para la ocasión, ni en casa de un cambista, tal vez sí en la del alcaide. Sin embargo, el condestable y su esposa estaban deseosos de recibir en su castillo al emperador y por rango y condiciones de comodidad es lo más probable que se eligiese. Además, una Crónica de su viaje dice “durmió en Palacio”.
 
Curiosamente Medina de Pomar también aparece citada en la Crónica burlesca del emperador Carlos V, obra de Francés de Zúñiga, escrita en 1520, en el capítulo XXVII deja escrito: “El Condestable tomó su camino, y el bienaventurado Emperador y los grandes salieron con él quanto una pieça, diciéndole quánto confiava en su esfuerço y sabiduría, aunque por otra parte los vasallos de Medina de Pomar eran almas de cabeçales, porque andavan por Castilla a comprar pluma; y el Condestable se apeó y besó las manos al muy alto Emperador”.

 
Pasados los siglos, el día 25 de abril de 2007, se creó en Medina de Pomar un organismo para la cooperación de ciudades europeas relacionadas con el emperador Carlos V. El objetivo es promover el desarrollo de una ruta turística y cultural entre esos lugares. En 2018, 150 “andarines” realizaron a pie la misma ruta que Carlos V cubrió de Laredo a Medina en 1556. Al amparo de aquel postrimero viaje real algunos pueblos merinos organizan anualmente representaciones del paso y estancia del emperador con mercados, música, bailes y vestidos de época. Tal es el caso de Medina de Pomar el tercer fin de semana de octubre.
 
Sin embargo, hay al menos tres autores que sostienen que Carlos V visitó Oña en su viaje hacia Burgos. Esto le alejaría de la ruta directa a esa ciudad. Así lo recoge Argaiz, en su Soledad laureada de San Benito: “Passó en su tiempo el Emperador por esta Casa, que iba a recogerse a lustte, Conuento de la Orden de San Gerónimo, en la vera de Plasencia. Hospedose y regalose junto con sus hermanas, Leonor, reyna de Françia y María, reyna de Vngría, con todo el cumplimiento que le fue possible. Y agradose tanto el César de la Casa, el sitio y las delicias de la huerta, y de todo el Valle que prometió de venirse a Oña si se hallaua mal de salud en luste”.
 
También lo recogen Herrera y Oria en su libro Oña y su monasterio (1917), que da como posibles fechas de su viaje el 10 u 11 de octubre de 1556: “Por los años de mill quinientos y cinquenta y seis, poco más o menos, passó este supremo emperador por Oña, quando iba a recogerse a Iuste, convento del orden de San Gerónimo, en la vera de Plasencia. Fue grandemente hospedado y regalado del abad y sus monges, juntos con sus hermanas Leonor, reyna de Francia, y María, reyna de Ungría, con todo el cumplimiento que le fue posible. Y agradóse tanto el César del monasterio, del sitio, delicia de la huerta y de todo el valle, que prometió al abad (a quien estimaba mucho, que era don Fray Alonso Zorrilla) y a los monges, venirse a Oña si el sitio de Yuste no le probaba bien de salud”.
 
También lo he leído en Miguel Ojeda: “…entra en la provincia de Burgos por Medina de Pomar el 9 de octubre de 1556, pernocta en el monasterio de Oña el 10, en Briviesca el 11, y dolorido de tanto movimiento en literas y sillas de mano, tiene que hacer alto durante tres días en monasterio de Rodilla”.

 
No creo que el emperador pasase por Oña y luego por Briviesca. La única narración de tal viaje con cierta solidez es la de Argáiz, pero me temo que esa teoría tampoco se sostiene. Las opciones de coger esta ruta o la del páramo de Masa las expresa la carta del 3 de octubre de 1570 con motivo del viaje de Ana de Austria desde Laredo a Burgos: “A Medina de Pomar dos leguas, adonde habrá muy buen aloxamiento en treze leguas de Laredo. De aquí se puede venir a Burgos por dos caminos: el uno es por Oña y el otro por Hontomín, el de Hontomín es más breue de legua y media poco más, aunque si haze mal tienpo es más trabajoso”.
 
Por si fuera poco, la Crónica de Juan de Vandenesse que acompañaba a Carlos V en sus viajes, no deja lugar a dudas: Medina, el Vado, Bisjueces, Incinillas, paso del desfiladero de los Hocinos, Valdenoceda, Quintana, El Almiñé, subida por el camino medieval hasta la ermita de la Hoz, Pesadas, Villalta, Cernégula, Hontomín, Peñahorada, Sotopalacios y Burgos.

 
Ciertamente debió ser un suplicio el ascenso desde El Almiñé a la ermita de la Virgen de la Hoz: ¡Sobre todo para los porteadores de la silla Real! Quienes hemos hecho alguna vez el recorrido desde Valdenoceda hasta la ermita conocemos bien la pendiente que hay que salvar, incluso hoy en día la ascensión por la cuesta de la Mazorra es pronunciada y llena de curvas y contracurvas.
 
¿Qué sabemos de ese camino que fue paso de viajeros, mercaderes de la lana, mulateros del pescado y otros productos? Es un camino muy bien documentado: en mi libro Viajeros por las Merindades (2021) -perdonen que me cite- incluyo no menos de treinta y nueve documentos en los que se habla de repartimientos para su mantenimiento y reparación, puentes, malos pasos, ventas y viandantes, así como de la universidad de los mulateros de Burgos (la cofradía de mulateros y recueros de la Merindad de Castilla Vieja era la asociación mercantil que agrupaba a los de Burgos y Laredo).

 
Encontré, en el Archivo Municipal de Villarcayo, un documento que da poder al abad de Rueda para representar a Las Merindades en los preparativos del viaje real por Las Merindades y los reparos que se debían hacer en caminos, puentes y malos pasos: […] Deçimos que por quanto en este dicho ayuntamiento a sydo propuesto por el dicho señor doctor Cacharro, alcalde, la neszesidad que ay de reparar el camino real que atrabiesa las dichas Merindades de Burgos a Laredo y los pasos de los Ozinos y la Horadada, que confinan con el río de Hebro, de que ay grand neszesidad para la benida de su magestad, e nos fue mandado por el dicho señor alcalde diésemos orden que los dichos reparos y sobre ello emos dado, conferido y platicado en este dicho ayuntamiento, como todo está por auto y por escrito ante Juan de Valdibielso, escriuano del Audiençia del dicho señor alcalde […] damos y otorgamos nuestro poder conplido tan bastante como le abemos e tenemos de las dichas Merindades a vos, el dicho señor Juan López de Rueda, abad de Rueda, que hestáys presente para que en nuestro nombre y de las dichas Merindades podáys paresçer y parezcáys ante su magestad y los dichos señores presydente y oydores de su muy alto e real Consejo, y zerca de lo sobredicho dar petiçión y petiçiones y pedir y suplicar a su magestad que mande remediar los dichos caminos, puentes e malos pasos (…)”
 
Podemos conocer los reparos que se hicieron en el camino de Laredo a Burgos en 1499. Se hallan contenidas en este extenso y detallado documento que incluido en -reitero mis disculpas por citarme- mi libro Las Merindades: documentos para su historia: “Término de La Aldea e Queçiles e Barruelo: ay en este término tres caminos, que todos tres salen al lugar de Bizuezes: vno de la puente del Vado fasta el lugar de Bizuezes, el otro que ba de Medina a la puente de Santa Maryna de Medina, por do dizen a la Hortiçuela, e otro que ba de la dicha puente de Santa Maryna al lugar de Villarías anbas las puentes del Bado e Santa Marina son de cal e canto e mui buenos para sufrir el carro e recua al camino que ba de la puente del Bado a Bizuezes es el más cursado porque en los dichos lugares de La Aldea e Queçiles e Barruelo ay muchos mulateros e mesones para se aderezar este camino […] Término de Bizuezes fasta el mesmo lugar: ase de fazer en este dicho término fasta el dicho lugar ochoçientas brazas de calzada con peñas que se an de quebrar […] Más se a de fazer en el término de los dichos lugares en la venta de Medinilla, que es del avad de Rioseco, fasta la venta de Valdemera […] Ase de fazer desde la peña donde llega el dicho término de Bizuezes fasta la puente de Baldibielso, en ziertos lugares neçesaryos doçientas e seys brazas de calzada […] Más se a de faser en este dicho término, ribera del dicho río de Hebro, çiento e ochenta e çinco brazas de pared para ensanchar el dicho camino para el carro […] Término de El Alminié, que es en Baldibielso: que se midieron desde la dicha Puente de Valdibielso fasta el lugar del Alminié doçientas brazas de calzada […] Más se a de fazer del dicho lugar de El Alminié fasta ençima el puerto de Santa María de la Hoz, el vno que ba a la yglesia y el otro al lugar de Pesadas, y entramos caminos acuden al lugar del Cuerno y entram[b]os son mui neçesarios de se aderezar […] Término de Santa María de la Hoz fasta el Cuerno: en las bentas del dicho lugar del Cuerno ay mucha neçesidad de agua porque de El Alminié fasta Zernégula ay çinco leguas, que no ay en todo el camino agua ninguna, salbo en las dichas ventas e allí poca […]

 
Como señalé más arriba -y a modo de recapitulación- señalaré los pueblos por los que pasó la comitiva real: Tras salir de Medina de Pomar pasaron sobre el río Nela por el puente de tres ojos del Vado. Pasaron por Bisjueces, Incinillas, Valdenoceda a través de los Hocinos, Puente Arenas, El Almiñé y su pina cuesta hasta la ermita de la Virgen de la Hoz, alcanzada una altitud de 1.000 metros. Anduvieron el páramo de Masa hasta Pesadas, donde pernoctaron, al día siguiente pasaron por Villalta y después por Cernégula. A la siguiente alba salieron de Hontomín, Peñahorada, Sotopalacios, Vivar y entraron en Burgos.
 
Puentes debió pasar la comitiva por muchos en su recorrido por Las Merindades ya que los ríos abundan en esta parte norteña de Burgos y de notable caudal, los tres más importantes el Ebro, el Nela y el Trueba. Entró el emperador y su comitiva en la provincia de Burgos por Agüera (cerca de esta localidad había dos puentes, según la Provisión del Supremo Consejo del 15 de enero de 1499, el puente del Canto y el de la Tabla: “En este dicho término desde la dicha puente del Canto fasta el dicho lugar de Agüera e otras dos puentes de madera, la vna que dizen de La Tabla e la otra en el mesmo lugar…”. Pasó por el puente de Villasante, de este pueblo se decía en 1499: “… en este lugar de Villasante se apartan los caminos: vno para Laredo y otro para Bilbao e a Castro e Portugalete; es gran paso el de este lugar”. Siguiente lugar de paso el Rivero, también con su puente: En el Ribero ay vna puente de cal y canto que está por la vna parte descalzado e por la otra llevado vn pilar, que está agora en seco…”. A continuación, el puente de Quintanilla de Pienza, sobre el río Trueba: “Término de Rebilla e Quintanilla de Pienza: estaba dada a fazer la puente de Quintanilla de Pienza, los dos arcos que se cayeron con vn pilar y aderezar los petriles…”. Aunque Juan de Vandenesse no lo nombra debieron pasar por Villamezán, hogar del linaje Hontañón, antes de entrar en Medina de Pomar aquel viernes, 9 de octubre de 1556. Debió ser recibido por una multitud, entre ellos nobles, alcaldes, clérigos, pero no pudo estar presente el condestable por hallarse enfermo. Luego vino la copiosa comida, la indigestión por “thon frais” (escabeche) y el reposo obligado del día diez.
 
Como he dicho, tras salir de Medina, el día 11, domingo, debió pasar junto al convento de Santa Clara y el hospital de la Vera Cruz, cruzó el Nela por el puente romano del Vado. En Valdenoceda el puente sobre el Ebro y en Puente Arenas el que da nombre al pueblo.

 
Por lo que respecta a las ventas que existían en ese año de 1556 en el camino que siguió Carlos V están bien documentadas. María del Carmen Arribas Magro recoge: “El monasterio de Rioseco tuvo otras tres ventas, la principal de ellas denominada de Hocina, Afuera, Marroquina o Medinilla, que por todos esos nombres se ha conocido; estaba situada cerca del Ebro, a la salida del desfiladero de los Hocinos, en dirección a Incinillas, donde aún se puede ver la Granja de Hocina [...] La venta de Valdemera o Adentro se situaba cerca del santuario del mismo nombre, en lo alto de la Tesla, junto al camino que comunicaba Bisjueces con Valdivielso por la sierra, está también documentada en la donación de Alfonso VIII en 1186”. La venta de Afuera o Marroquina aparece en Villuga (1546) citada como “venta de Moroquien”, en 1557 rentaba 9.000 maravedís y cuatro cántaras de vino, era propiedad de Luxán o Luján; la venta de Adentro o Valdemera se llamaba también Los Paños, era propiedad de Sancho Díez. Hubo también venta en Incinillas, antes de entrar en el desfiladero de los Hocinos.
 
Hubo una venta en Quintana de Valdivielso que en 1502 era de Pedro Luc, de ella dicen un documento: “pasan muchos caminantes e recueros e otras personas”. En el pueblo de El Almiñé, a la salida del pueblo, junto al barrio del Molino, del que fue dueño Juan Antonio de la Gala, hubo una antigua venta o casa de postas que dependía de la Casa Grande de Quintana; la venta de El Almiñé se cita en un documento: “… se deben hacer junto a la venta de El Almiñé 20 brazas de pared de tres pies de ancho desde debajo del arroyo…”; a partir de ahí arranca de empedrada calzada medieval que lleva al alto de la Hoz. No queda rastro de la venta en la que se alojó el emperador en Pesadas. En Villalta estaba la venta del Cuerno, aunque en Villuga leo “El Cuervo”. De esa venta se dice en un documento: “Los mesoneros de El Cuerno han de dar tres mill maravedís para las dichas calçadas…” Tras los reparos hechos en 1556 para el paso del emperador el siguiente arreglo se hizo en 1652. En Cernégula hubo albergue de caminantes y cerca de Escóbados de Arriba estuvo la Venta del Bolero. Muy cerca de Sotopalacios estaba la venta de Quintanaortuño, aun hoy en día se conserva una calle llamada La Venta.

 
Otras ventas en la zona de las Merindades: Bisjueces tuvo mesón. La venta de Pajares estaba entre Bocos y Villarcayo; en Villacomparada de Rueda hubo también venta junto al camino (hoy carretera a Bilbao); El Ribero también tuvo venta. De la venta de Tartalés de Cilla hay hecho un plano a color de 1840; Venta del Crucero, Venta de Timoteo y venta de Isidoro (ambas muy cerca de Villasante); Venta de Quintanilla (entre Medina y Villasante).
 
Otros viajes por las Merindades en el siglo XVI. Pasados los años, el hijo y sucesor de Carlos V, el rey Felipe II, viajó y visitó el monasterio de San Salvador de Oña el 12 de septiembre de 1559 (el día anterior había estado en Medina de Pomar). Así lo afirman García Mercadal (1952) y Enrique Herrera Oria en su libro: “Confirmó después el parecer del emperador su hijo el cathólico rey don Phelipe II, el qual, aportando a España desde Ynglaterra, se acordó de la carta del César su padre que le encomendaba no dejasse de passar por Oña, donde recibiría grande complacencia y gusto en ver aquel magnífico monasterio y delicioso valle. Practicolo el rey y vino gustosíssimo a Oña, donde fue recivido con grande alegría y ostentación de regalo por el abad don Fray Antonio de Tamayo y sus monges. En un libro de este nuestro archivo de Oña están escritas todas las personas que vinieron con su magestad y los que acudieron a darle la bienvenida. Vio el rey todo lo bueno que avía, ponderó mucho la grandeza de los edificios, la amenidad de la huerta y todo el valle, el recreo de las fuentes y estanques; sobre todo, la observancia, assistencia de los monges y magestad con que se celebraban los divinos oficios”. Ya les digo que dudo de la existencia de tal misiva de Carlos V a su hijo. Nada similar se conserva en su correspondencia.
 
Durante su visita a Oña, extasiado por la belleza del paisaje y por el magnífico arte que atesora el monasterio de San Salvador dicen que Felipe II exclamó: “¿Por dónde se entró en valle tan cercado magnificencia tanta?”

 
Digno de ser reseñado es el viaje de Ana de Austria, muy similar al que en su día realizó el emperador Carlos V. Por documentos del Archivo General de Simancas sabemos que el viaje fue meticulosamente preparado con antelación. Hay una serie de cartas entre Felipe II, el cardenal de Sevilla (Gaspar de Zúñiga y Avellaneda) y el duque de Béjar (Francisco de Zúñiga y Sotomayor). En carta de Felipe II al duque de Béjar le dice: “La serenísima reyna, mi muger, hauía partido de Spira, por el Rin […] sería en Hiniega […] y de allí a otros dos proseguiría su viage para se poder embarcar y hacer a la vela […] os fuérades el cardenal de Seuilla y vos a esperarla en Laredo […] e cardenal y vos lleguéis hasta Medina de Pomar y paréis y os detengáis en aquella villa y su contorno…” Considera el duque de Béjar difícil “cauer [en Medina] tanta gente” y lamenta que el alcalde Ortiz de Medina “haya hallado la tierra tan desproueída” para atenderlos. En términos similares escribe el cardenal de Sevilla a Felipe II diciéndole haber recibido su carta en Briviesca, el 28 de agosto, “… me manda V.Md. por ella benga aquí, a Medina de Pumar […] llegué aquí el biernes en la noche, primero de setiembre, a do aguardaré el horden de V.Md.” Carta desde Medina el 5 de agosto.
 
Ana viajó de Austria a España en el otoño de 1570 acompañada de sus hermanos, Alberto y Wenceslao. Debía haber llegado en viaje por mar a Laredo, pero debieron atracar en Santander el 3 de octubre, de allí parte el cortejo el 16 de octubre: “Saldría de Laredo por Medina de Pomar y los coches de su séquito tomarían otro camino “… por donde pueden venir los coches hasta Burgos. Sobre este último camino, se indica que en Agüera de Montija “se han de apartar los coches a Espinosa de los Monteros, y a Ruerrero y a Rocamundo y ban dando la buelta por tierra llana a Burgos aunque es rodeosa”, dejando en este caso que la reina siguiese en literas por Medina. El séquito debió pasar por Villasevil, Luena, Cilleruelo de Bezana, Soncillo, Incinillas, Pesadas, Hontomín y llegaron a las Huelgas.
 

Ganzo Galaz dice del viaje: “[Al cardenal de Sevilla y el duque de Béjar] les fue encomendado el recibimiento de la reina en Laredo, si bien debían esperar en Medina de Pomar nuevas indicaciones del rey antes de viajar hasta aquella villa, debido a los pocos mantenimientos que había allí aun en aquel momento. El alcalde Ortiz ya había expuesto su opinión de que ambos se quedasen aún en Medina de Pomar, pues llegando, como así lo indicaba el rey “lo más cerca de aquella villa que se pudiere” -Ampuero, Ramales, Santoña eran los lugares señalados en los que, repartidamente, podían instalarse “para acudir a su tiempo [de la reina] a esperarla allí, y hacer en su recibimiento y de los príncipes, sus hermanos, que vienen con ella”.
 
Llama la atención en este viaje el séquito de acompañantes desde su partida de los Países Bajos (595 personas), las bestias de carga y las cabalgaduras (230 caballos), los carros para el transporte (con 17 cofres), el volumen de provisiones, etc. Se conserva relación pormenorizada de todo ello. Así sabemos que iban a su servicio once mozos de caballos, ocho ayudas para las carretas, dos cocheros, 35 caballos de montar, 32 para el arrastre de carros, ocho carros…

 
El alcalde Ortiz de Zárate habla en el viaje de “gran inconveniente”, de “pocas posadas que había”, de “falta de camas, pocas y ruinas” y de pocas provisiones para el numeroso séquito real. La previsión del viaje era que: “Tras el recibimiento de la reina en Laredo, ésta viaja por el camino del actual puerto de los Tornos hasta Medina de Pomar, desde donde llegaría a Burgos, bien por Oña o bien por el de Hontomín”. Parece ser que al final se optó por Villasevil (día 17 de octubre), Luena (día 18), Cilleruelo de Bezana (día 19) y llegar directos a Pesadas (aquí durmió el día 21 de octubre) y en Hontomín el 22 y de aquí hasta el monasterio de las Huelgas (día 23). El transporte de la reina se debió hacer por medio de una litera “una especie de caja decorada con textiles y sustentada por dos varales que transportaban dos caballerías”, ya se había utilizado durante toda la Edad Media; con posterioridad se fueron introduciendo sillas de mano.
 
Pocos han oído hablar del Itinerario de Juan de Arce Otálora, un viaje de búsqueda e investigación por encargo. Juan de Arce nació en Valladolid en 1520, de familia hidalga; estudió Leyes en Salamanca. En 1551 le encontramos trabajando en la Real Chancillería de Granada; regresa a Valladolid (largos viajes) en 1554 como oidor de aquella Chancillería. Era un gran aficionado a los documentos antiguos y esta afición debe ser el motivo para que su patrocinador, el condestable Pedro Fernández de Velasco y Tovar, le encargase “recoger datos del linaje de los Velasco con el fin de proporcionar al condestable materia para la redacción del tratado Origen de la Ylustrísima Casa de los Velasco”.

 
El Itinerario es una relación del viaje de Juan Arce por diversos lugares de España, sobre todo monasterios y archivos, en busca de datos para escribir el linaje de los Velasco. Se inicia en el “Monasterio de Oña”; sigue por “Poza, tres leguas de Oña”; salto hasta describir “La Casa y Solar de los Velasco”; “Descripción de la Cassa y Solar de Velasco, en lo circunferente”; “El valle de Mena, término de Santa Cecilia”.
 
Aunque el Itinerario es anónimo, estudios de Bartolomé Marcos (2013) y Gutiérrez González (2020) le hacen a éste concluir: “… no cabe dudar de que Arce de Otálora compuso su Itinerario en 1544”. El Itinerario fue copiado y difundido posteriormente por Ambrosio de Morales y Tirso de Avilés.
 
El embajador veneciano Andrea Navagero o Navagiero (1423-1529) escribió un muy interesante libro de viajes: Il Viaggio fatto in Spagna et in Francia dal magnifico M. Andrea Navagiero, su oratore dell'yllustrissimo senato veneto alla Cesarea Maesta di Carlo V. El motivo del viaje era mantener conversaciones varios embajadores con el emperador Carlos V, pero éste les pide que salgan de la Corte y mantiene a todos en espera y bajo vigilancia en el pueblo de Poza durante un largo periodo de tiempo (para Navagero fueron cuarenta días en lo que él llamó “aquel cómodo y apacible lugar”). La Corte estaba en Burgos el 17 de octubre de 1527. El día 23 de enero llegan los embajadores a Poza, que mantenía entonces un impresionante aspecto amurallado. El 20 de febrero llegan a Poza los embajadores de Inglaterra y Milán y allí permanecieron a la espera de ser llamados por el emperador, hasta el 19 de mayo de 1528. Pasa Navagero el invierno en Poza y recorre los alrededores: habla de un acueducto que servía para llevar el agua, menciona el monasterio franciscano de San Bernardino, el palacio de los Rojas y el castillo, el monasterio de la Asunción en Castil de Lences.
 
Que un embajador veneciano se vea obligado a pasar una larga temporada en un pequeño pueblo norteño influyó en su visión negativa del lugar, por eso su descripción de Poza es poco halagüeña: “Poza es un lugarejo situado en la sierra entre montes muy ásperos, y en la falda de ellos, bajo una cima altísima fuera del camino, por lo cual hay pocas personas aún en España que conozcan este pueblo”.

 
Navagiero prosigue señalando un aspecto característico de Poza: “En un valle del mismo lugar hay muchos pozos de agua salada, de la que se saca la sal en varias salinas que allí se han hecho; la sal es muy buena y la mitad de la que se hace es para los vecinos y la otra mitad para el señor, que tiene con esto cerca de tres mil ducados de renta […] el señor tiene junto a la cima de un monte un grande y buen palacio”.
 
De su prolongada estancia en Poza, esperando a ser recibidos por Carlos V, nos da detalles del pueblo y de dónde se alojaron: “Estuvimos en Poza, donde no hay ni una buena casa, muchos días, primero bajo la guarda de don Lope Hurtado y de Diego Flórez […] los franceses estaban más vigilados que nosotros […] El día diez y nueve de mayo, a poco de salir de Poza, pasamos el río Omino por un puente de piedra y fuimos a Hermosilla”. Nombra también otros pueblos: Cavantra (¿Calzada?), Pesquera, Busto, Castil de Lences…
 
Queda probado que Andrea Navagero viajó a Oña desde Poza de la Sal durante el largo tiempo en que estuvo en este segundo pueblo, precisando la distancia de Poza a Oña y da todo tipo de detalles: “Yendo por el valle a la izquierda, a dos leguas de Poza, hay un monasterio de benedictinos, muy bello y rico, en un lugar que se llama Oña, el cual es de los monjes; el sitio es apacible abundante en agua en medio de los jardines del monasterio, además de otras que hay en el lugar, nace una fuente que forma bellísimo estanque y canales que corren por todos los jardines y están llenos de truchas, entrando luego en el monasterio donde sirve para todos los menesteres de los frailes, y saliendo después atraviesa el pueblo y desagua en un riachuelo que se llama Omino, que viene de Briviesca, pasando por medio del valle de Poza, va a Oña, y a media legua de Oña desemboca en el Ebro”.
 
Además, deja constancia del monasterio de San Salvador y del vino que allí se hacía; escribe: “Hay en Oña, en las bodegas de los frailes (que siempre es la cosa más notable que suelen tener estos santos padres) algunos toneles tan grandes que caben en cada uno treinta mil cántaras”.

 
Podemos concluir que Las Merindades de Castilla Vieja, una zona colindante con Cantabria y Vizcaya fue siempre lugar de paso para reyes, embajadores, mercaderes, mulateros y trajineros.
 
 
 
Bibliografía:
 
Álvarez Llopis, E. y Peña Burgos, E. 2008: “Un itinerario histórico: el camino Laredo-Burgos en la Edad Media”, en Caminería Hispánica. Actas del VIII  Congreso Internacional, pp. 1-18
Álvarez Llopis, E. 2016: “Viajar y gobernar”, en Carolus. Homenaje a Friedrich Edelmayer. Excmo. Ayuntamiento de Alcalá la Real, pp. 37-47
Arribas Magro, M.C. 2016: Las Merindades de Burgos 300 a.c. - 1560. Madrid: Editorial ACCI.
Cadenas y Vicent, V. de, 1999: Caminos y derroteros que recorrió el emperador Carlos V (noticias fundamentales para su historia). Madrid: Ediciones Hidalguía.
Domingo Mena, S. 2015: Caminos burgaleses: los caminos del norte (Siglos XV y XVI). Burgos: Universidad de Burgos: Departamento de Ciencias Históricas y Geografía. Tesis Doctoral; 2 tomos.
Fernández Álvarez, M. 1975: Corpus Documental de Carlos V. Salamanca. Ediciones de la Universidad  de Salamanca. Vol. IV (1554-1558)
Foronda y Aguilera, M. de, 1914: Estancias y Viajes del Emperador Carlos V, desde el día de su nacimiento hasta el de su muerte, comprobados y corroborados con documentos originales, relaciones auténticas, manuscritos de su época y otras obras existentes en los Archivos y Bibliotecas públicos y particulares de España y del Extranjero, Madrid.
Gallardo Laureda, A. 2003: De Laredo a Medina de Pomar. Tras las huellas del emperador Carlos V en su viaje a Yuste. Villarcayo: Imprenta García.
Gallardo Laureda, A. 2003: De Medina de Pomar a Burgos. Tras las huellas del emperador Carlos V en su viaje a Yuste. Villarcayo: Imprenta García.
Gutiérrez González, R. 2020: “El Itinerario de Juan Arce de Otálora”. Lemir , nº 24; pp. 281-308
Jiménez Ortega, J.J. 2017: Visitas reales a Burgos en los siglos XVI y XVII. UNED. Trabajo de Fin de Master. 141 págs.
López Rojo, M. 1985: “Aproximación a la importancia de los caminos que relacionaban a Burgos con las más antiguas Merindades de Castilla-Vieja: los Hocinos y la Horadada”. La ciudad de Burgos. Actas del Congreso de Historia de Burgos. Junta de Castilla y León, pp. 375-383.
Miguel Ojeda, G. 1959: “Carlos I de España y V de Alemania en Burgos y provincia”. BIFG, nº 146; pp. 502-513
Proyecto Aldaba, 2006: La Ruta de la Lana. Villarcayo: Imprenta García.
Sandoval, F.P. de, 1618: Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V. Pamplona: Primera y segunda parte.
Sánchez Domingo, R. et al., 1999: Felipe II y las Merindades. Estudios sobre el Corregimiento de Villarcayo y las Merindades de Castilla Vieja.  Villarcayo: Imprenta García.
San Martín Vadillo, R.  2021: Viajeros por las Merindades. Granada: Autoedición. 409 págs.
San Martín Vadillo, R. 2022: Las Merindades: documentos para su historia. Granada: Autoedición, 392 págs.
Vandenesse, J. de: Sommaire des voyages faits par Charles le Cinquiésme de ce nom depuis l'an 1514 jusques le 25 May 1551. Biblioteca de Viena, núm. 8.067, y Biblioteca Nacional de Madrid, manuscrito 1.758.