Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 24 de septiembre de 2017

Demasiados mitos en Peña Amaya (primera parte).

  
Hoy salimos fuera de nuestra comarca. Vamos a un lugar que ha influido mucho –más como entelequia que como principio- en la historia política de Las Merindades, de Burgos, de la antigua provincia de Santander y de Vizcaya.


Peña Amaya (comarca de Las Loras) está situada sobre un cerro amesetado, una muela, de altitud creciente de Oeste a Este, con su máxima cota (1370 m) en su extremo Noreste. El acceso al castro se realiza a través de una trinchera ascendente excavada en la roca, de unos 2 m de ancho y 250 m de longitud, que pudo formar parte de un recinto defensivo. Romualdo Moro pareció identificarlo en 1891. Amaya es un yacimiento arqueológico peculiar por sí, por su dilatada ocupación y por la leyenda. Para algunos fue la capital de los cántabros prerromanos cuando no aparece citada por los historiadores clásicos. ¡Mecachis!.

En aquellos tiempos la situación geográfica de esta “capital”, Amaya, era muy importante al situarse en la aceptada frontera entre los cántabros y los turmogos. Una zona de contacto, con enfrentamientos militares y límites difusos y cambiantes. Estas fronteras son cultural y materialmente ambiguas donde influyen las relaciones étnicas, comerciales, sociales y las vías de comunicación más que monolitismos culturales. Sin embargo, por tradición, el asentamiento ha sido incluido dentro de la Cantabria prerromana, debido al supuesto trazado de la línea de su frontera meridional y no a la existencia de una estructura social o de una cultura material ya que incluso la consideración de Amaya como ciudad cántabra sólo puede establecerse en época visigótica.


No nos olvidemos del cercano yacimiento de La Ulaña, a 4 km. Dada su presencia es difícil asumir una coexistencia de hábitats de grandes dimensiones tan cerca. Podría llegar a considerarse como una línea de estudio la posibilidad de una traslación del centro de poder político, si en época cántabra pudo estar en La Ulaña a Amaya tras la conquista, aunque tendría un papel secundario respecto a Pisoraca y Iuliobriga.

Cortesía de BUCIERO VIDA SALVAJE

Volviendo al camino. En la explanada hay ruinas de edificaciones medievales y en la cumbre los restos de la fortaleza, debiendo flanquear una muralla de aparejo ciclópeo. Desde las ruinas otra senda continúa hacia el Norte hasta topar con un alomamiento de 240 m de longitud que esconde una muralla medieval de mampostería y de 3 m de ancho. El Castillo, que es la zona de la fortaleza medieval, continuó en uso hasta el siglo XIV. Se han dado cuenta que tenemos un castro, ruinas de poblamiento medieval, un castillo… ¿Qué necesitaba? Cierto, agua. Lo había en la zona de la Peña. Todo arreglado.

Amaya ha sido un recurso literario durante más de 150 años y, quizá, por ello el yacimiento arqueológico es conocido y –en cierta forma- sobrevalorado. Podemos citar libros como “Peña Amaya” de Pedro Santamaría o el folletín "Amaya o los vascos del s. VIII" del sobrevalorado Navarro Villoslada (1879). Fue tal su impacto que hoy en día callejean personas con los nombres que inventó para sus protagonistas. Evidentemente carecía de base histórica y sus nombres no tenían nada que ver con la peña de Burgos y sí con los conceptos de principio (Hasiera/Asier) y fin (Amaia/Amaya). Para que quede claro, es el mismo caso que ocurre actualmente, 2017, con “Juego de Tronos” y las niñas registradas con el nombre de Daenerys o de Khaleesi. ¡Espero expectante encontrarme con algún Tyrion!


Vayamos a lo serio: la historia que conocemos. Allí existe un poblado de la edad del hierro, un castro provisto de murallas y en un lugar protegido naturalmente. Si nos ponemos a escarbar obtenemos un limitado conocimiento del asunto y, en muchos casos, impreciso.

Como acabamos de señalar, Peña Amaya conoce su primera ocupación en el Bronce Final como lo atestiguan la espada de lengua de carpa y el hacha de talón que recupera Moro y en las cerámicas de Cogotas I en la zona de la fuente donde, al parecer, se halló la espada citada. Pero, siempre tenemos peros, su poblamiento no fue más allá del siglo XII a.C. y hubo una migración hacia otros asentamientos aunque Amaya permaneció en el plano simbólico. De ahí esas piezas encontradas (la espada y el hacha).

Otrosí, por ahora no se han encontrado en las excavaciones restos de la edad del Hierro lo que podría llevarnos a la conclusión –aunada con lo ya dicho- que el inhóspito alto estuvo deshabitado, o casi, en los inicios de ese periodo. En otros castros sí se han hallado restos del Hierro. Por citar uno importante para el caso Amaya: La Uleña.


Quizá la muralla ciclópea del cerro del castillo pertenecería al periodo del bronce porque no se parece a las defensas cántabras ni romanas o medievales. La etapa cántabra parece ser conocida por algunos materiales metálicos (piezas de cinturón, una fíbula tipo Miraveche, etc.), los denarios ibéricos del Museo de Burgos, un cuchillo tipo Monte Bernorio y el enganche metálico y la canica presentados por Bohigas. Pero los trabajos de Miguel Cisneros, Javier Quintana y José Luis Ramírez apenas han encontrado restos de este periodo. Dos cerámicas pintadas que recuperaron se inscriben entre las manufacturas de tradición indígena de comienzos de época romana. El cuchillo afalcatado encontrado en un hoyo junto a un ánfora altoimperial, fechado en los siglos II-I a. C. estaba totalmente descontextualizado. Aun así, confirmaron la existencia de una Amaya Cántabra pero de poco fuste e improbable capital. Más enjundia tuvieron los castros de La Ulaña o Monte Bernorio.

Muralla. Cortesía de ZaLeZ

Y esta cercanía de castros puede ayudar a esclarecer las dudas sobre su régimen económico dadas las tierras del contorno. Apoyamos este razonamiento en la general existencia de recintos fortificados en los castros. Veamos, ¿para qué necesitas una muralla? Para que no te ataquen y para mostrar fortaleza, claro. ¿Por qué te atacarían? Para quitarte los bienes que tienes en el poblado. Bien. ¿Quién te atacaría? Según el cine típico: los “malos”. ¿Y si nos atacan los “buenos”? Me explico: la población castreña se dedicaba a la rapiña de los pueblos agrícolas y ganaderos, más ricos, de su entorno. Por ello, no importaba la cercanía de otros castros depredadores y, siendo ellos los atacantes, las murallas eran para proteger sus capturas. Por cierto, ¿recuerdan la razón para el ataque de los romanos a los cántabros? La protección de sus aliados ante la rapiña de los montañeses.

Tampoco es segura la participación de Amaya en los combates de las guerras cántabras, no es mencionada por ninguno de los cronistas romanos que sí mencionan otros castros tomados por las legiones. Aunque su posición estratégica en una ruta que seguro que transitaron las cohortes augusteas en liza implicaría que Amaya fue tomada por Roma en algún momento entre los años 29 a.C. y 19 a.C. y que no les representó mucho esfuerzo.


Aunque podría ser que sí tuviese importancia en la guerra. Pero no en el lado que suponemos. Amaya fue un castro cántabro con poca población pero en un lugar estratégico para Roma cuando establece su base de operaciones en Sasamón. Ello explicaría la presencia de materiales y estructuras romanas de época augusta que en este lugar de la península no pueden entenderse si no es vinculadas al contingente militar. Llegada la victoria continuó como establecimiento militar para el control y protección de la vías, y consecuentemente con efectivos de la legión establecida en Pisoraca, acogiendo una población civil dependiente primeramente de la propia presencia del ejército y pudiendo desempeñar cierto papel administrativo, siempre en un segundo orden respecto a Iuliobriga o Pisoraca, al menos en el altoimperio.

Itinerario de Barro

La cita más antigua de esta ciudad la encontramos en el muy controvertido Itinerario de Barro, hallado en Astorga (León) y fechado hacia finales del siglo I o principios del siglo II d.C. donde aparece como una de las etapas.

La presencia romana se ve en fragmentos de terra sigillata hallados en superficie, en la colección de estelas –con onomástica romana e indígena-y en las monedas depositadas en el Museo de Burgos (acuñaciones de Augusto y Tiberio, de las cecas de Caesaraugusta, Calagurris, Celsa, Bilbilis o Cascantum, además de una de Antonino Pío de mediados del II d. C.). Otros hallazgos dejarían caer la posibilidad de actividades diferentes a las militares como parecen indicar las estelas y las piezas de tocador (pinzas, paleta, cucharita de cerumen, ungüentarios), asas de muebles, pulseras, etc., del museo burgalés.

La presencia de numerosos fragmentos de tejas en la cumbre del cerro del castillo confirmaría la ocupación de este periodo. Uno de los sondeos de la ladera Sur proporcionó una estratigrafía con niveles altoimperiales y tardorromanos asociados a construcciones. La más interesante es una pobre edificación formada por muros que emplean tanto grandes bloques como pequeños mampuestos, todos ellos sin regularizar y sin mortero. Una edificación secundaria, tal vez inmediata a otra de mayor porte, pero en cuyo derrumbe se conservan interesantes materiales: fragmentos de vasos de paredes finas, un pequeño trozo de sigillata, tachuelas y dos monedas, un quinario de Augusto de la serie acuñada por Lucius Carisius para las guerras cántabras entre el 25 y el 23 a. C. y una curiosa falsificación de época, un quinario forrado tardorrepublicano que parece imitar algunas de las amonedaciones de la familia Cassia.


En una de las zonas más favorables del castro, la del llano de la fuente, se localizaron una estructura de barro pobremente construida con fragmentos de dos lucernas, del siglo I a. C., vasos de paredes finas y de cerámica común, de cerámica pintada de tradición indígena y objetos metálicos, como un cuchillo de hierro y un fragmento de pulsera de bronce. En la zona de La Peña más próxima al ingreso al castro también hay restos romanos, más modestos, que corresponden al periodo tardío, como demuestra un vaso con esquemas de círculos.

Dados los restos se llegó a la conclusión según la cual el primer establecimiento romano fue un acuartelamiento. Lógico. Así, los endebles restos constructivos del momento procederían de un Castra Aestiva, campamento provisional, fruto de las necesidades de la guerra contra los cántabros. Las estructuras, los restos domésticos y la información deducible de la colección epigráfica demuestran que andando el tiempo el asentamiento tuvo también carácter civil. Pensemos que las once estelas recuperadas es un número relativamente significativo que nos empuja a pensar en una ciudad o establecimiento de cierta entidad.


El asentamiento romano cambiará el statu quo: surgen nuevos centros que, desplazando a los anteriores, conservarán su topónimo. En el caso de La Ulaña-Amaya, quizá, el proceso no fue exactamente así, pero podría ser esa reorganización político-espacial la razón oculta tras una hipotética traslación. ¿Razones?:

1) la escasa entidad de los restos del horizonte Hierro II en Amaya y la ausencia de romanos en La Ulaña.
2) su proximidad, alrededor de 4 km.
3) su extensión —Amaya 42 ha y La Ulaña 285—, dados los problemas de concepción y de explotación del espacio que plantean dos centros de grandes dimensiones en este periodo alejado de las rapiñas.
4) el trazado viario de época romana, ya que la calzada que comunicaba la Meseta Norte con la costa cantábrica, que era un eje viario para toda la red de caminos secundarios que cruzaban la zona vertebrando el área, discurre al Oeste de Amaya, quedando La Ulaña desplazada.

Asumimos con ello la presencia de un centro, aunque su nombre no conste en la documentación imperial que nos ha llegado, que atraería población romanizada y permitiría la creación de las villas circundantes.

Desde el desmoronamiento del Imperio Romano (oficialmente en el 476, pero en Hispania esta fecha se adelanta al 411) las noticias que poseemos sobre el devenir histórico de la cordillera cantábrica son muy escasas. Algo dicen el fortalecimiento de las guarniciones e infraestructuras militares del limes entre los cántabros y la meseta en el siglo III, que se ampliaba hacia los astures por el oeste y los íberos por el sudeste. Podríamos decir que la zona de Amaya quedó fuera de los dominios de los Suevos y los Visigodos y parece que fue la cabecera de un territorio autónomo. Para Javier Quintana López esta situación sería fruto de quedar fuera de los principales intereses de los germanos y alejada de los pillajes que se producían en las zonas costeras.

Guerreros Visigodos

Los testimonios literarios hablaron de su peso en el esquema del territorio. Juan Biclaro (Chronica de Iohannes Biclarensis), cronista de Leovigildo, determinó que el objeto de la conquista del 574 era tomar Amaya como principal núcleo (¿civil o militar?) al sur de la cordillera y que estaba fortificado. ¿Mejoraron las defensas romanas con recrecimientos nuevos?

San Braulio en su “Vida de San Emiliano”, escrita entre los años 635-640 cita la curación de la paralítica Bárbara en un lugar cercano a Amaya que es usada como referencia para los lectores. Cita también que el santo, en un probable proceso evangelizador, anunció al senado de la población su caída, en especial menciona al senador Abundancio que caerá a manos de Leovigildo.


Y, ese senado, ¿Lo era local –un concejo-o era una asamblea de múltiples tribus cántabras libres? No se sabe pero para algunos la asamblea es una atractiva visión política que podrían emplear en el presente.

¿Qué tenemos? Tenemos dos nombres latinos, una sociedad estructurada al presentarnos propietarios y nobles y que hay una organización política al menos municipal. ¿Qué no tenemos? No hay nombres germánicos (ni suevos ni godos entre estas gentes), ni indígenas, ni estructuras sociales diferentes a las romanas. Concluiríamos que, es estos aspectos, es una sociedad romanizada en profundidad que siguió –a su manera- por estos cauces. Para E.A. Thompson en “Los godos en España” sería “una sociedad gobernada por los terratenientes hispano-romanos locales”.

Los restos de vasos y sigillatas recuperados se refieren a un arco cronológico que va del siglo VI al VII y los metales recogidos (como el sello signatario de oro hallado por Osaba en 1970) se fechan en pleno periodo de dominio visigodo. También hay discusiones con la cerámica sobre si son modelos altomedievales o no. Estas cerámicas pintadas y estriadas –las conocidas como cerámicas de repoblación- deberían ser continuación de los procesos bajo imperiales para evitar el absurdo de que el Ducado de Cantabria no hubiese dejado rastros en el registro estratigráfico.


Avanzamos. El territorio cae bajo el control de Leovigildo en el 574 como lo recuerda el relieve del relicario de marfil de San Millán de la Cogolla (La Rioja), del siglo XI, donde se representa a este rey castigando a los habitantes de Amaya, y en él figura la inscripción “Ubi Leovigildus rex Cantabros afficit” (En donde el rey Leovigildo castigó a los cántabros).

Y, entonces… ¡aparecen los merovingios! O, al menos, eso dicen algunos partiendo de un texto recogido en la Crónica de Fredegario donde se dice que, con anterioridad al reinado de Sisebuto- es decir, antes del 612-, la provincia (goda, se entiende) de Cantabria habría caído en manos de los francos. Y, por ende, con ella Las Merindades. Según esta Crónica, durante un tiempo la región de Cantabria habría sido un ducado tributario del reino franco bajo el gobierno de un duque llamado Francio (“Dux Francio nomen, qui Cantabriam in tempore Francorum egerat, tributa Francorum regibus multo tempore impleverat”). Durante su reinado Sisebuto (612-621) reintegraría gradualmente este territorio del norte llegando hasta los Pirineos.

Pero este controvertido incidente debió ocurrir más al este –aun cuando se habla de Cantabria- y serían las tierras del oriente alavés y zonas de navarra las concernidas en esta historia. ¿Entonces? ¿Los nombres? Pues, la impresión que producen tanto los hallazgos arqueológicos como las distintas noticias históricas es que nos encontramos ante un territorio fronterizo por el que rivalizan francos y visigodos y al que, siguiendo un método habitual en la época, las fuentes literarias de uno y otro bando aluden siguiendo unos códigos de referencia basados en la toponimia clásica. Según esto, la mención franca a un “ducado de Cantabria” ha de contrastarse con el testimonio godo de una “Gallia Comata”. Un territorio, grosso modo, coincidente con el actual área vascófona. Vamos, que Amaya no fue ciudad merovingia.


Peña Amaya se constituyó en una de las principales plazas del ducado de Cantabria y en fortaleza contra las incursiones de grupos de cántabros y vascones no sometidos que actuaban en las fronteras administrativas de esta provincia visigoda. Su frontera oriental se situaría entre Victoriacum (Vitoria) y Ologicus (Olite).

Para no olvidarnos de todos los aspectos, tocaremos la campana de la posible sede episcopal en Amaya. Probablemente simultanearía ser sede administrativa y sede religiosa en un mundo con poder político arriano y pueblo católico.

En el 712, Táriq ben Ziyad conquista la ciudad y vuelve en el 714 a sofocar una rebelión, arrasándola. El dux Pedro huye a las montañas del norte y…

Y eso será contado próximamente.


Bibliografía:

“PEÑA AMAYA Y PEÑA ULAÑA: TOPONIMIA Y ARQUEOLOGÍA PRERROMANAS” por Miguel Cisneros, Javier Quintana y José Luis Ramírez.
“LA CASTILLA GERMANICA” por José María SANCHEZ DIANA.
“LA CONFERENCIA DE FRAY JUSTO PEREZ DE URBEL, O. S. B. Origen y camino de los repobladores de la Castilla primitiva.”
“Los obispos hispanos a fines del Imperio Romano (ss IV-VII): El nacimiento de una élite social” tesis doctoral por Manuel Prieto Vilas.
“PEÑA AMAYA: EL OTRO SANTUARIO DE LA RECONQUISTA” por Alfonso Romero, Ingeniero.
“LAS LEYENDAS DE LOS SEÑORES DE VIZCAYA Y LA TRADICIÓN MELUSINIANA” por José Ramón Prieto Lasa.
“Los cántabros en la antigüedad: la historia frente al mito” por José Ramón Aja Sánchez, Miguel Cisneros Cunchillos, José Luis Ramírez Sádaba, J. Quintana López y otros.
“¿Váscones o Wascónes? Acerca del Ducado de Cantabria y la fundación de ciudades en el norte peninsular en época visigoda” por Rafael BARROSO CABRERA, Jesús CARROBLES SANTOS y Jorge MORÍN DE PABLOS.
"Atlas de historia de España" por Fernándo García de Cortazar.
Arteguías.com


Para saber más:








domingo, 17 de septiembre de 2017

Cuando el cielo nos cae encima.


Faltan un par de horas para anochecer en las Montañas de Burgos. Ha sido un día tranquilo este 5 de noviembre de 1180, la amenaza musulmana queda lejos y en Castilla reina Alfonso VIII. Se acerca el momento para retirarse a descansar en este otoño –no sabemos si benigno o frío- de Castilla Vieja.


Repentinamente: el infierno se desata. En la villa de Medina de Pomar arde una casa. Los vecinos corren a apagarla tratando de evitar que las llamas se expandan. Aterrados ven que sale humo -¡llamas!- de otras casas. No hay manos suficientes. Los atribulados villanos se reparten para apagar los múltiples focos. Ya es imposible sofocarlo. Abandonan Medina por las diferentes puertas y, con lo puesto, se encaminan hacia las poblaciones vecinas buscando las casas de amigos o parientes que les acojan.

Desgraciadamente no solo Medina de Pomar estaba ardiendo. Se veían más puntos rojos en el atardecer. ¿Cómo había podido extenderse así el fuego? ¿Han sido los judíos? ¡Esos deicidas! ¿O es que los moros que sobreviven en la comarca se han confabulado?

Las llamas han llegado a San Pedro de Tejada (Puentearenas), al Almiñé, a Incinillas y a Vivideces (¿?). Sus vecinos han salido de sus casas y ven fuego en un monte entre Posadas, y Villa Alta, y otro sobre la Villa de Sedano. Seguramente no sean los únicos lugares ardiendo.

San Pedro de Tejada

Aterrados por estos incendios generalizados los lugareños buscaron refugio en el agua y se dirigen hacia las orillas de los principales ríos, en especial el Ebro. Los fuegos continuaron durante ocho días.

Conjetura el cronista de Felipe IV, Alonso Núñez de Castro (Madrid, 1627-1695), con que “el elemento del fuego, desconocido de algunos en su centro sobre el aire, parece se había bajado a la tierra”. En su relato nuestro hombre del renacimiento duda de la veracidad del hecho pero le da un voto de confianza puesto que “parece no pudo dejar de ser verdadero, porque era mucho atrevimiento, cargare de la mofa de un mundo de hombres, que pudieran averiguar en contra”.

el Almiñé

Le generaba suspicacias el que surgiese repentinamente fuego –deduzco que sin tormenta eléctrica- y que los hombres no pudiesen apagarlo. Pero, aun así, lo cuenta porque aparece en un “Becerro” antiguo que permanece en el Hospital de Medina de Pomar. Pero, insiste, en que “le falta el apoyo de muchos autores de aquel siglo. Discurrir causa natural a una misma hora en lugares tan distantes, es echarse a adivinar: pudo ser que fuera castigo del Cielo, por algunos delitos de aquellos pueblos, que el fuego no le tiene Dios destinado solo para castigar liviandades de Sodoma”.

Pero… ¿Y si de verdad fue el fuego celestial? Entiéndanme, celestial en el sentido de celeste, no como adjetivo religioso. Puede –casi seguro- que lo que relata Alonso Núñez es la caída de un meteorito en Las Merindades. ¿Cómo se les queda el cuerpo?


Antes de nada, terminología:
  
Meteoroide: trozo de roca y metal que flota por el espacio.
Meteoro: el anterior, cuando entra en la atmósfera y se desintegra antes de tocar el suelo. Nuestras estrellas fugaces. ¿Pedimos un deseo?
Meteorito: meteoroides que llegan hasta el suelo.
Bólido: Masa mineral en ignición procedente de la disgregación de los asteroides o de algún cometa, que atraviesa rápidamente la atmósfera y suele estallar en pedazos provocando la caída de aerolitos o fragmentos.

Vale. Pero, ¿el fuego? Bien, aclaremos que los meteoriodes al entrar en la atmósfera pueden llevar una velocidad de hasta unos 70 km/s. Esto hace que el gas frente al meteoro se comprima y aumente su temperatura hasta el punto en el cual su superficie se funde. Así se produce una disipación en el aire de los materiales y del calor porque queda expuesto el interior, más frío, del objeto.

Entonces, ¿permite la temperatura final que se incendie un territorio? Tendremos en cuenta diversos factores como su tamaño, su temperatura inicial, el material del que está compuesto o su velocidad. Claro que esto no es concluyente. Personas que han estado junto a un meteorito cuando había caído declararon que estaban calientes al tacto. ¿Tanto como para provocar incendios? No uno aislado fruto de la casualidad sino generalizados en una amplio área.

Pues… ¡Un meteorito se cargó a los dinosaurios, con que algo hará al caer!


Los meteoritos pequeños, que son más frecuentes que los grandes, suelen producir cráteres insignificantes y pocos daños. El meteorito de Carutha Barnard, de Claxton(Georgia), que mide 10 centímetros de largo, deformó un buzón antes de quedar enterrado en el suelo a una profundidad de 28 centímetros. Sin quemadura. Y, es que, tienen poca masa, se frenan al penetrar en la atmósfera y no caen ardiendo.

Pero, aun así, hay noticias que afirman que algunos incendios han sido provocados por meteoritos. Como es el caso que relatan diversas noticias publicadas como este caso de www.orihuela.info el uno de enero de 2016:

“Sobre la 1 de la madrugada, los vecinos de la Senda del Obispo se han visto sobresaltados al estrellar en su calle un objeto desconocido y ardiente que ha provocado un pequeño incendio. Según relatan testigos presenciales se veía una bola blanca la cual, a medida que se iba acercando a la tierra en dirección al centro comercial Ociopía, se iba poniendo cada vez más roja hasta que colisionó con la tierra en la Senda del Obispo y provocó un pequeño incendio en un cañizal que afectó a una de las viviendas, teniendo que intervenir los bomberos. Se desconoce todavía de si se trata de algún pequeño meteorito o simplemente es otro resto de basura espacial, algo que ya viene siendo cada vez más común”. Claro que hace casi 840 años no habría mucha basura espacial.

Otra de www.diarioinformacion.com del 12 de enero de 2016:

“Una misteriosa bola de fuego causa un pequeño incendio en Orihuela. Un policía fuera de servicio graba la caída de un objeto incandescente del cielo que causó un incendio junto a unas viviendas en Orihuela”.

E incluso en www.periodismoalternativoblog.wordpress.com en septiembre de 2015:

“El pasado 1 de setiembre (2015) varios residentes de Córdoba, Argentina reportaron que una luz blanca cayó del cielo causando incendios en la zona. Pobladores de la localidad de Tránsito, en Córdoba, aseguraron ayer que en la zona cayó un meteorito y provocó incendios en un campo.

El incidente se produjo en ese pueblo de unos cuatro mil habitantes situado a unos cien kilómetros al este de la capital provincial. Natalia Campos, jefa del cuartel de bomberos local, que estuvo a cargo del control de los incendios de la zona, dijo que varios de los habitantes aseguraron que las llamas fueron provocadas por “una luz blanca” que cayó del cielo. “Hay gente que ha visto como una luz, la gente dice que cayó como un meteorito”, expresó Campos a la prensa.

Por otro lado, admitió que otro foco que tuvieron que apagar en la misma noche podría ser adjudicado a un incendio intencional, como los que habitualmente ocurren en la zona, aunque relacionó el incendio principal con el fenómeno que denunciaron los vecinos”.

Con lo cual podría haber sido posible que cayesen unos cuantos meteoritos en Las Merindades.

Zona de impacto reseñadas en el Becerro

O, no.


Bibliografía:

“Crónica de los señores reyes de Castilla don Sancho “el deseado”, don Alonso VIII y don Enrique I” por Alonso Núñez de Castro.
“Apuntes descriptivos históricos y arqueológicos de la Merindad de Valdivielso” por Luciano Huidobro Serna y Julián García Sainz de Baranda.
 “¿Por qué son importantes los meteoritos?” Por Jesús Martínez-Frías. Revista Muy Interesante.
“Apuntes sobre la historia de Las Merindades antiguas de Castilla” por Julián García Sainz de Baranda.
www.Ciencia de Sofa.com




Anexos:

Alonso Núñez de Castro (Madrid, 1627-1695) fue un historiador español, cronista real de Felipe IV de España.

El título de una de sus obras dio origen a una expresión tópica: Solo Madrid es Corte (de título completo Libro histórico político: Sólo Madrid es corte y el cortesano en Madrid, 1658). De su tarea como cronista destaca la continuación de Corona gótica, castellana y austríaca, que había iniciado Saavedra Fajardo ("dividida en quatro partes",1 "segunda parte", 1671, "tercero tomo", 1678). Se le reconoce la amplitud de fuentes utilizadas.

Como corresponde a la retórica barroca, algunos de sus títulos son particularmente rebuscados, aunque su estilo ha sido calificado de "pedestre": Espejo cristalino de armas para generales valerosos, de desengaños para cristianos príncipes (1648), Séneca impugnado de Séneca en cuestiones políticas y morales (1651), Vida de San Fernando el tercer rey de Castilla y León, ley viva de príncipes perfectos (1673).



domingo, 10 de septiembre de 2017

El balneario de Corconte (Las Merindades, por poco pero Las Merindades).


Esta semana nos vamos a tomar las aguas en un balneario de los clásicos y, a diferencia de las otras veces que hemos tocado el tema, este sigue en funcionamiento. De hecho, es el último balneario de Burgos. Aunque en guías del siglo XIX, e incluso del siglo XX, figuraba como de la provincia de Santander. En fin. Lo que no sigue en funcionamiento es un conjunto de edificaciones situadas en la otra margen de la carretera a Reinosa. Está solo.

Pantano del Ebro

Al circular por esta carretera nos encontramos con un robusto edificio de principios de los años veinte y cercano al pantano del Ebro de cuya avaricia se libró por poco. Solitario, como si su aislamiento fuese parte de las virtudes salutíferas de sus aguas.


La leyenda cuenta que un carretero de los que hacían el camino entre Reinosa y el puerto de Santander decidió “jubilar” uno de sus caballos dejándolo en aquellos parajes. Tiempo después descubrió que la bestia había recuperado vigor tras beber las aguas de un desconocido manantial. La realidad habrá sido más prosaica, seguro. Su antiguo nombre era el de “Fuente Salada” y emergía a una temperatura de 10-11 grados celsius en la ya inexistente llanura de la Vilga o Virga. Surge con un caudal que ha oscilado entre 100 y 450 litros/minuto. Más datos: el agua de Corconte es un agua de mineralización débil; brota en condiciones extremadamente puras y asépticas; a una altura de 837 m; Contiene en hasta 24 elementos, que hacen de ella un marcado agente terapéutico. Esta agua se recomendaba para Herpetismo, escrofulismo, litiasis renal, Arenillas, cálculos vesicales o cistitis crónica. Son unas aguas que están caracterizadas por el predominio de iones sodio y, hechas pruebas en días posteriores a la ingesta, se percibía una reducción de urea en sangre y orina.

El pantano desde los jardines

Con estos mimbres se buscó atraer a los “agüistas”. ¿Quiénes? Los que transitaban por zonas termales en busca de una curación a una enfermedad –real o imaginaria-. Un individuo que necesitaba alimentarse, vestirse, trasladarse y divertirse. En Corconte, además, obligado al no haber nada en el contorno.


Pero esa perspectiva es muy de finales del siglo XIX porque en el siglo XVIII pocos balnearios disponían, siquiera, de edificaciones especializadas para los baños. Fue en ese tiempo cuando se manifiesta el interés del estado por el control de la sanidad, lo que afectó también a los balnearios, ya que reglamentó su actividad. En 1816, durante el reinado de Fernando VII, se redactó el primer Reglamento de Aguas y Baños Minerales al que siguieron otros que regularon la intervención de los médicos con competencia y autoridad en los asuntos concernientes a los balnearios.


Esta importancia económica y social del balneario hizo que los arquitectos más prestigiosos intervinieran en la construcción de las principales casas de baños. Esta situación se disparó durante la época isabelina (Isabel II tomaba las aguas en Ontaneda) gracias a las sucesivas desamortizaciones que liberaron zonas termales en manos del clero y de los municipios; la progresiva industrialización y mejora de los transportes; y los conocimientos médicos del momento. Surgirán nuevos proyectos de construcción o de renovación de los balnearios existentes donde invierte capitales la burguesía urbana.


Si nos fijamos en Corconte descubrimos que sus aguas ya eran reconocidas a finales del siglo XVIII y que en 1850 recibía numerosos enfermos de Santander, Burgos, Palencia, Valladolid y León.

La imagen no corresponde. es una errata.

Y, es que, en la España de 1851, se estimaba en 60.000 los enfermos que habían acudido a balnearios y en más de 30.000 la cantidad de acompañantes distribuidos entre los casi ochenta y cinco balnearios con dirección médica. En 1892, los 152 balnearios abiertos en ese año llegaron a albergar a 150.000 agüistas.

En esta ola se había subido nuestro manantial “fronterizo” que de propiedad del pueblo de Corconte pasó a manos de un particular –entiendo que en alguna de las desamortizaciones decretadas- que lo vende en 1878 a una sociedad de Santander, propiedad de Francisco Martínez Conde. Adquiría un modesto establecimiento que le obligaría a invertir en su mejora.


Se diseñan varios edificios: una galería con doce habitaciones situadas a derecha e izquierda, destinadas a cuartos de baños, aparatos hidroterápicos; un depósito de aguas; y la fuente. Cada cuarto de baño tuvo una pila alimentada de agua natural y caliente, además, dos de estas habitaciones fueron destinadas a baños locales y duchas de diferentes formas como un baño familiar capaz para seis individuos y destinado a clases humildes. También se dispuso una sala de inhalaciones.


Para la fonda se creó un edificio de tres pisos que comunicaba con la galería. Los pisos superiores disponían de cincuenta y cuatro habitaciones dobles; en el piso bajo estaban situados el comedor, salón de reuniones y lectura, la administración y la cocina principal. Seguido de la fonda había otro edificio destinado a aquellos que solo reservaban la habitación. Para ellos estaba la tienda del otro lado de la carretera, junto a la cochera.

Área del primitivo hotel

Ese mismo 1878, en un folleto, se clasificaba las aguas "como clorurado sódicas, sulfurosas, frías de variedad ferruginosa". Empleadas ingeridas o en baño para "combatir las enfermedades de las vías urinarias, artritismo, cólicos nefríticos, diabetes, arenillas, ácido úrico y cálculos". Demostrar y controlar la calidad de las aguas, "eminentemente diuréticas" como rezaba su eslogan, se convierte en una necesidad imperiosa. También aquí se resalta el respaldo de médicos de prestigio, como el Dr. Gregorio Marañón. Diremos a favor de los propietarios que desde 1880 existió un laboratorio en la galería. Señalaremos algunos de los directores médicos del balneario: Tomás Peña (1885), Remigio Rodríguez Sánchez (1888); José Morales (1890); T. Santos Revuelta (1917); o Barrado Herrero (1922).


El señor Martínez Conde sabía que un manantial de calidad reconocida junto a la construcción de un buen balneario con instalaciones hidroterápicas y hoteleras bien equipadas, amén de ciertas condiciones de clima y situación atraían una clientela acomodada y un alto volumen de negocio.


Pero no solo eso. El centro debía estar bien comunicado. Por ello se informaba en los catálogos y panfletos de cuáles eran las estaciones de ferrocarril cercanas -del Norte de Reinosa, donde paraba el tren rápido Madrid-Santander; Bilbao-Valmaseda-La Robla, en Soncillo-; del buen estado de la carreteras; y de la existencia de servicio diario de coches. Dos horas se tardaba en realizar en coche de caballos aquellos 24 Kms. de Corconte a Reinosa en el citado 1878.


Con el cambio de siglo se consolida un nuevo tipo de usuarios que no eran necesariamente enfermos y que surgía gracias a los cambios sociales del momento, a la aparición del veraneo, a la mejora de los tendidos ferroviarios y a la adecuación y modernización de las instalaciones hidroterápicas. Recordemos que las guías ferroviarias referían los balnearios de sus zonas, las formas de llegar y la temporada de baños. Por ejemplo, en 1917 una de ellas fijaba la temporada de Corconte entre el 15 de junio y el 15 de septiembre y en 1931 del uno de julio al treinta de septiembre.

Capilla del Balneario

¡Y entra en escena un nuevo propietario! El actual balneario surge gracias a Juan Correa López, pudiente empresario santanderino con intereses navieros. Su esposa, doña Blanca, recorría balnearios por Europa para mejorar su salud y la recuperó en la casa de baños de Corconte que hemos descrito arriba y que parecía no ajustarse a las necesidades del siglo XX. Ante esta situación en 1890 se levanta el primero de los edificios del actual balneario y se busca colocarlo entre las preferencias de los agüistas porque la competencia es mucha. El máximo número de establecimientos balnearios en funcionamiento en España se produjo entre los años 1885 y 1920. Por ello, las empresas explotadoras mejoran sus servicios para proporcionar actividades atractivas que permitirán aumentar y consolidar la asistencia de los agüistas.


En el parque del balneario de Corconte dispusieron dos pistas de tenis, un campo de croquet, frontón, tiro y una bolera montañesa. La cuadra propia alquilaba caballos para pasear o para hacer excursiones. En el interior del Gran Hotel se dispuso sala de billar, sala de conciertos, cinematógrafo, salones de fiestas, peluquería... La vajilla inglesa y la cubertería de plata estaban presentes en las mesas. Una orquesta tocaba en el comedor durante los almuerzos; por la noche, al concluir la comida, se pasaba al salón y los músicos amenizaban veladas y fiestas.


Los agüistas pudientes que se movían con enseres y criados y pasaban largas temporadas en los balnearios. ¡Que le pregunten al presidente Maura por Corconte! Pronto hubo que ampliar el centro y en 1920 se levantó el palacio de piedra en estilo regionalista que hoy observamos. El Gran Hotel de Corconte se levantó según planos de Valentín Ramón Lavín del Noval y se inaugura en 1922. Las más de cien habitaciones se dotan de "confort moderno": electricidad, agua corriente caliente y fría, y algunas habitaciones con baño. Un día de estancia con pensión completa costaba 24 ptas. por persona. Tiene capilla y el nuevo edificio queda adosado al viejo "hotel de la Fuente", relegado ahora a hotel de segunda que cuesta 13 ptas. por persona y día. En el pueblo de Corconte, casas particulares alojan a "clases más modestas", percibiendo de 5 a 9 ptas. por persona. Se nota el clasismo imperante en aquellos tiempos.

Es entre los años 1922 y 1936 cuando Corconte alcanza su época dorada. Al otro lado de la carretera se sitúa la vivienda del encargado; el personal temporal llega de los pueblos de alrededor.


Los clientes de relieve abundaban. Durante sus estancias en Santander, Alfonso XIII visitaba ocasionalmente Corconte. Don Antonio Maura y su esposa Constanza pasaron más de 25 veranos, llegando a celebrarse aquí consejos de ministros.

La Guerra Civil dejó el balneario de Corconte muy cerca del frente. Y, como en muchas otras partes de España, la rabia, el odio y la falta de la ley se desató con toda su crudeza. La primera víctima de ello fue Sanjurjo, "el hijo de". Todo empezó el 19 de julio, a media tarde. En el balneario teníamos 18 Guardias Civiles más la pareja de servicio. En la madrugada siguiente llegó un grupo de milicianos para analizar la situación y, más tarde, aparecieron varios camiones repletos de milicianos desde Reinosa. Los comandaba Miguel Aguado Cadelo, jefe de la Guardia Municipal local, y su lugarteniente, un guardia de seguridad apodado "el Andaluz".


Mientras negocian la rendición de los Guardias Civiles, el capitán Justo Sanjurjo Jiménez, vestido de uniforme, se fuga hacia territorio nacional. Lo capturan en la bifurcación de la carretera hacia Santander. Lo montan en un coche y se lo llevan hacia Reinosa. Cuando pasa frente al Balneario, el capitán se arrojó del coche hiriéndose en la cabeza. El médico trató de curarle con la mayor lentitud posible para dar tiempo a que se marcharan los milicianos y facilitarle la fuga pero esperaron al paciente. Los milicianos se negaron a su evacuación al Hospital Valdecilla de Santander (era perder la presa). Junto a su esposa, Concepción Comyn, fue trasladado al Hospital de Reinosa. Ella permaneció detenida en un hotel de la población.


El periódico “El día de Palencia” comentó que el herido permaneció hospitalizado durante quince días hasta que Enrique Anaya (¿quién?) lo asesina. Informado del asunto el comandante de la plaza, el teniente Jambrina del Cuerpo de Asalto, informa a sus superiores. Se exhuma el cadáver y se encuentran tres balazos: dos en la cabeza y uno en el pecho.


Dicho esto, volvemos al edificio. Fue saqueado pero su propietario lo reabrirá el mismo 1939. El primer año de la guerra, como habrán entendido, lo pasó en el lado republicano ejerciendo de Cuartel General de diversas unidades. Y de blanco de los llamados Nacionales. Caído el frente Norte lo ocuparon los italianos que colocaron un cementerio de sus soldados. Por lo menos no devino en hospital de sangre o sanatorio. El mayor destrozo lo hizo un general del C.T.V. italiano que se encaprichó de una de las monumentales chimeneas que decoraban los salones y la envió a Italia.

Balneario de Corconte con tropas italianas

Debemos señalar también el paso por el lugar de Guglielmo Sandri quien, formando parte de los voluntarios italianos, fotografió muchos de los lugares en que estos estuvieron, incluido el balneario de Corconte. Su legado forma parte del archivo de Bolzano Alto Adige en Italia.

Cementerio de Italianos

Gracias a Dios Corconte no acabó convertido, tras la guerra, en un convento, seminario, abandonado y arruinado o –peor- hospital de tuberculosos. Ya no se podían mantener esos grandes balnearios. Serán las botellas de “agua de Corconte” las que ayudaron en los tiempos duros a mantener la casa de baños. Pensemos en la calidad medicinal del líquido que estaba en las farmacias,  que fue declarada de Utilidad Pública en 1883 y que se llegó a vender en Cuba, México y Filipinas. Como dato curioso, o pintoresco, diremos que el precio neto de venta al público, de una botella en 1942 de un litro era de 1`90 pesetas y el importe del envase a reintegrar solo 0`80 pesetas. ¡Como para no reciclar!

Menú firmado por Ciano

El 13 de Julio de 1939, el conde Ciano, ministro de Asuntos Exteriores de Mussolini, fue agasajado con una comida en el balneario de Corconte cuando vino a la inauguración del cementerio de italianos del puerto de El Escudo.

Salón del balneario

En la posguerra el balneario comienza a decaer, aunque mantiene su nivel de lujo; como curiosidad, se puede mencionar la estancia de las nietas de Franco acompañando a un familiar. Se mantienen ciertas normas (una pareja de la Guardia Civil hace guardia en verano), pero la orquesta se reduce a un pianista.


El pantano del Ebro alterará el paisaje y el clima pero se salva el edificio y parte de su finca. Ahora tenía playa. Por los pasillos pueden encontrarse fotos del antiguo hotel, de vehículos y bañistas, de los visitantes destacados; menús, etiquetas y botellas antiguas, cartas autógrafas de los doctores Marañón y Cifuentes, del conde Ciano, el plano de Lavín del Noval…

El presidente Maura entre amigos en Corconte

Hoy sigue perteneciendo al mismo grupo familiar que hace casi cien años.


Dedicado a Zoe, Ana y Aitor. 

Bibliografía:

“Balnearios y aguas termales en Campoo” por Encarnación-Niceas Martínez Ruiz en Cuadernos de Campoo.
“Una parada en el tiempo” en Cantabria negocios por José Ramón Esquiaga.
“Historia de los balnearios en España. Arquitectura - patrimonio – sociedad” por Josep Sánchez Ferré (Arquitecto asesor del ministerio de fomento).
“Burgos en el recuerdo 2” de Elías Rubio Marcos.
www.Webnovias.com
www.Balneariosconencanto.net
www.Abalnearios.com
Historia de la psicofarmacología, Volumen 1
www.Balneariodecorconte.es
Boletín Oficial de la provincia de León.
Guía descriptiva de los caminos de hierro del norte de España.
Memorias de las aguas minero-medicinales españolas (siglos XIX y XX)” de Juan Antonio Méndez Aparicio.
Periódico “El Globo”
“Las aguas minerales y las enfermedades” por el doctor Isaías Bobo-Díez.
“Cuatro derroteros militares de la Guerra Civil en Cantabria” por José Gutiérrez Flores y Enrique Gundín de la Lama.
Periódico “El día de Palencia”.
Periódico “La Voz”
“El metabolismo de la urea bajo la influencia de ciertas aguas minerales” tesis doctoral de Francisco García-Bermejo Luna (1929).
“Guglielmo Sandri en Las Merindades. La guerra Civil tras la cámara del teniente italiano” de Carlota Martínez Sáez y otros.
“Relaciones entre el patrimonio y el desarrollo turístico. Burgos 1900-1939”. Tesis doctoral de Montserrat Espremans Baranda.
Archivo Provincial de Bolzano.



Para saber más: