Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


martes, 25 de julio de 2017

Gaztela zaharrako txakolina / el chacolí de Castilla Vieja


Nos vamos a meter en un charco polémico por estar ensuciado por la política. Ahondaremos en la ruta del chacolí en busca de ciertas aclaraciones históricas sobre este vino tradicional.

Mapa del Txakolin del País Vasco

¿Qué es el chacolí? Es el vino de poco cuerpo, ácido, de baja graduación y con cierta agujilla de carbónico producido en lugares donde la uva no alcanza una maduración completa. Características obtenidas gracias a las temperaturas moderadas y la lluvia. El que se produce en el País Vasco está protegido con tres denominaciones de origen según provincia. El Gobierno Vasco luchó en 2010 para que el Chacolí fuese una denominación exclusiva del País Vasco. El tribunal de Estrasburgo dictaminó que no era una referencia geográfica sino un tipo de vino pero el término sigue siendo de uso exclusivo de las D.O. del País Vasco.

El interés económico llevó a que, en mayo de 2006, naciese la Asociación de Amigos del Chacolí del Valle de Tobalina y Frías. En mayo de 2008 se presentó en Villasana de Mena, donde también existe una Asociación de Amigos del Chacolí, un libro escrito por Manuel González, Pedro J. Moreno y Mikel Corcuera, que sostiene que el vino chacolí “puede ser un motor económico” y que “no es patrimonio de nadie, es un vino que se daba en toda la Cornisa Cantábrica en el Medievo, a pesar de que en el País Vasco hayan sido los primeros en aprobar una denominación de origen”.

Diccionario de Sebastián Miñano (1924)

En fin… Lo que interesa a este blog es el lado histórico del chacolí. Desde hace siglos se ha producido un vino de estas características en las comarcas burgalesas de Valle de Mena, Tobalina, la cubeta de Miranda y la comarca de la Bureba con Briviesca a la cabeza. El vino chacolí suele aparecer citado en los diversos diccionarios geográficos del siglo XIX como el de Madoz (1845-1850). El factor común de los caldos de los distintos territorios chacolineros ha sido la falta de madurez adecuada de la uva. Los viñedos y emparrados se localizaban en distintos lugares: en la costa cantábrica; a lo largo de la ría de Bilbao; y en el valle del Cadagua: Valmaseda y Gordejuela. Los viñedos penetraban por el valle de Sodupe y las Encartaciones hasta llegar al valle de Mena (Las Merindades, Burgos). Hay rastro en La Bureba y Miranda. Vale, también emplean el nombre algunos vinos chilenos de las provincias de Petorca y Cachapoal pero nos pillan muy lejos.

Incluso es probable que los viñedos del valle de Ayala deban su origen a las vides procedentes de los valle del Cadagua y Mena, más antiguas. Sabemos por ejemplo que en 1623 la producción de chacolí en el valle de Ayala constituía una fuente secundaria de los recursos agrícolas. Prácticamente en todas las aldeas del valle había algunas fanegas dedicadas al cultivo de la vid pero de escasa producción ya que los muleros traían cada año unas 26.000 cántaras (4160 Hl.) de la Rioja para consumo de los lugareños.


Pero, ¿había o no había chacolí en el Burgos medieval? Desgraciadamente, el uso del término “chacolí” en la documentación data del siglo XVI. Antes se habla de “vinos de la cosecha”, “vino de la tierra” o “vinos tintos, claretes y vinos blancos”. En ningún caso se emplea el término chacolí. El viajero inglés Fisher lo define como: “(...) vino poco alcohólico y de calidad mediocre; es una especie de bebida ligera y rojiza que los habitantes llaman chacolí y que sirve más para refrescar que para fortificar... para obtenerlo se mezclan indistintamente uvas maduras, verdes, sanas y podridas, el vino fermenta poco y mal. Se obtiene un vino desagradable que no se conserva en su punto...”. Por la descripción…

El uso de “Chacolí” será algo más tardío para los territorios burgaleses y cántabros limítrofes con Vizcaya, el siglo XVIII y comienzos del XIX. Será en estos siglos cuando se difunda ampliamente el cultivo de la vid por el interés de producir un vino propio, a pesar de su acidez, y se popularice como bebida asociada al tiempo de ocio y el festejo. Valga para ilustrar esto la Noticia histórico corográfica del Muy Noble y Real Valle de Mena, fechada en 1795 y citada por José Bustamante Bricio (1971), en la que se dice: “Conviene advertir que el vino que se hace con la uva de este país, es de poca fortaleza; le llaman chacolí”.

También comentaba que “Algo más de tres Hectáreas se dedican a producir un vino malo y flojo —achacolinado, dice el paisanaje—, que se bebe, aunque no se deje beber. Cada año de regular cosecha se recolectan unas 384 cántaras, es decir, unos 6.150 litros. La cántara se cotiza a unos tres reales y la casa o casilla del Concejo, precisamente donde se escribe y redacta el memorial, hace también de bodega del vino y lagar para su elaboración y crianza. Falta siglo y medio para que llegue a Mena la plaga del mildiu que acabará con esta producción, pero en el lugar y en otros muchos de Mena, quedarán como topónimos registrados, los nombres de Viñas, Sobreviñas, Majuelo, La Parra, etc”.

Museo de Las Merindades (Cortesía de El lío de Abi)

Pero la aparición del término “Chacolí” no nos resuelve casi nada porque los archivos municipales de algunas villas y localidades de la costa guipuzcoana más oriental –Fuenterrabía, Irún, Pasajes o San Sebastián– guardan documentos que citan la palabra “chacolín” para referirse, también, a vinos Franceses de las zonas de Burdeos y La Rochelle. ¿Por qué? ¿Eran Chacolí de verdad? Podría ser porque eran vinos muy similares a “los vinos de la tierra”. Es como si andásemos en círculos.

Si viajamos por el territorio histórico de este vinillo no encontramos cepas. Para hallar lugares donde hubo viñas nos pueden ayudar la cartografía, la toponimia y los recuerdos de las personas mayores. Incluso el posible hallazgo de parras silvestres o de parásitos de la vid nos marcan las zonas.

Ruta del chacolí Burgalés

Pero que la palabra viajase de norte a sur no parece coincidir con el despliegue de la vid. Respecto de las viníferas de Vizcaya (la Costa y las Encartaciones) se supone que procedían del Alto Ebro (mazuelo, garnacha y tempranillo) y que desde el s. XIV-XV lo más probable es que fueran mayoritariamente las tintas Gascón y Seña. Según Kepa Sagastizabal y M. González la vinífera Folla blanche que constituye la mayor parte de los viñedos de Vizcaya, se implantó en los viñedos de la ciudad de Nantes a fines del s. XIV y parece que fue introducida en Vizcaya vía marítima por los comerciantes que formaban parte de la Cofradía de Contratación. En el siglo XV se convertiría en la variedad dominante de los viñedos de la Costa y del interior. ¿Quizá eso hiciese que los guipuzcoanos llamasen chacolí a vinos de Francia?

En el valle de Valmaseda serían las tintas Gascón y Seña. En las Encartaciones se perdieron las tintas a causa de la plaga del oidium y se sustituyeron por la Parra francesa. El vino que se obtenía era poco alcohólico y de calidad mediocre. Vamos, lo que estamos buscando: un chacolí.


Si retrocedemos hasta el siglo VIII nos juntaremos con aquellos aventureros que tras la retirada de la marea islámica fueron recuperando asentamientos o afianzando nuevos y juntándose con los que rehusaron huir. Y… ¡tenían vides cultivadas! Principalmente para actos litúrgicos y como alimento diario de señores y eclesiásticos, frailes y monjas, y gentes de diversa condición. Unos vinos ásperos cultivados en zonas menores, húmedas y sombrías precursores del “vino de la tierra”. Nos ayudan a comprenderlo los viejos documentos como los de Santa María de Valpuesta, de la iglesia de Taranco en el Valle de Mena o de San Salvador de Oña. De hecho, cuando el abad Pablo “adquiere” tierras para el recién fundado monasterio de San Martín de Losa, se citan, entre ellas, siete viñas cercanas a Tobillas, documentadas hacia el 872.

En este sentido, las actas del becerro valpostano ofrecen numerosas citas sobre la vid, y señalan a Alcedo como el principal centro vinícola de toda la comarca, con su monasterio de Santiago a la cabeza. Seguramente, la orientación de sus tierras en ladera hacia la exposición solar debió de ser decisivo. En la actualidad no hay una sola viña en toda la comarca de Valdegovía.

Diploma de Taranco (Cortesía de Area Patriniani)

Respecto al Valle de Mena, hay que mencionar aquí un documento conservado en el cartulario de San Millán, a pesar de ser apócrifo. Es el acta de donación del abad Vítulo y el presbítero Ervigio de sus bienes al monasterio de San Emeterio y San Celedonio de Taranco, fundado por ellos. El texto indica que se dotaron de huertos y manzanares, y plantaron viñas. Pero al ser apócrifo no podemos asegurar al día de hoy si existieron viñas en el Valle de Mena con anterioridad al siglo XII.

De acuerdo con el Catastro del Marqués de la Ensenada, la extensión de los viñedos al norte de las Conchas de Haro, en el s. XVIII era de 2.144 Ha y a fines del XX, 500 Ha. En el siglo XVIII la viticultura formaba parte de la economía rural en las aldeas del valle de Tobalina, en Valdivielso y en la zona de Medina de Pomar, San Martín de Don, Montejo y Frías. El vino de la zona se agriaba con las primeras calores de mayo y se guardaba el mejor para la venta.

Por lo que respecta a la Bureba, de acuerdo con dicho Catastro la extensión de los viñedos alcanzaba 1.431 Ha, tres veces más que actualmente. En el s. XVI la producción era de 10.500 Hl y había viñedos a partir de Briviesca en dirección norte en Salas de Bureba, Llano de Bureba, Quintana de Bureba, Cillaperlata, Aguilar de Bureba, Trespaderne, Oña, Salas y Poza de la Sal, Tamayo, las Caderechas y el Valle de Tobalina. Se le llamaba con el nombre de “chacolí”.

Página sobre frías en el Dic. Miñano.

En Miranda había vides por todas partes y se citan ya en el Fuero fundacional de 1099, como afirma Cantera Burgos. Solía alcanzar 10 grados. Según los viajeros que pasaban por la villa (Miranda contaba con 350 vecinos), el vino no era malo. La producción de los años 1688 y 1771 llegó a alcanzar 19.458 y 29.168 cántaras respectivamente. En 1891 fue de 70.000. En la Exposición Vinícola Nacional de 1877 celebrada en Madrid, la provincia de Burgos presentó 169 productos enológicos, de los cuales 26 eran chacolís, recibiendo mención especial los procedentes de Cornudilla. El chacolí se empezaba a consumir el día de la Epifanía y se terminaba en Semana Santa en las tabernas de Aquende y de Allende.

La obsesión por cultivar vides no procedía solo de su uso litúrgico o del deseo de emborracharse con algo elegante sino que poseía un valor comercial añadido. Para ello, asentaban en sus propiedades a colonos que plantaban cepas junto con manzanos (a partir del siglo VIII). Lo vemos en el monasterio de San Salvador de Oña que, en 1229, concedió tierras para plantar a colonos por periodos de tiempo que iban de 28 a 80 años. Estos debían pagar los diezmos durante los 8 o 10 primeros años; luego, iban al 50% con el monasterio. Parte de la plantación se conducía en forma de parral, armado sobre madera de sauce, según la colección diplomática del citado año.

Con todo lo dicho entendemos que el viñedo se expandiera por el noroeste peninsular durante el medioevo –más allá del recuerdo romano- con la fundación de monasterios, hospitales y albergues a lo largo del Camino de Santiago.


En la mayor parte de los pueblos incluidos en la geografía del chacolí, como indicaba arriba Bustamante Bricio, se mantienen viejos nombres que reflejan su lejano uso vinícola: La Viña o Las Viñas, El Parral o Los Parrales, Viña Vieja, Soviñas, Mendibiña, Matxueta, Maskuribai, Mastondo, Ardanza... procedentes tanto del castellano como del euskera. Podrían haberse originado a lo largo de los siglos XIX y XX para designar aquellas parcelas en las que habrían perdurado viñas, si bien ya de manera residual y en medio de otro tipo de cultivos más generalizados. Sensu contrario, tenemos documentos de los siglos XVII y XVIII que mencionan heredades en las que hubo viñedos pero cuyos topónimos no lo reflejan. Sería porque en los tiempos en que el viñedo cubría una gran extensión, no sería funcional el empleo de términos como “La Viña” o “El Parral” para designar viñedos en medio de un agro, precisamente, con abundancia de vides y emparrados.

En cuanto al proceso de producción de los chacolís castellanos, la fermentación, siempre con levaduras autóctonas, se iniciaba en el lago, donde se tenía el mosto algunos días en contacto con los hollejos, dependiendo de que se quisiera obtener un clarete – el “ojo de gallo”- o bien, un tinto. Los claretes eran propios de La Bureba y Miranda, donde existían calados subterráneos muy semejantes a los de La Rioja. Los tintos eran producidos en Poza de la Sal, Frías y Trespaderne. Los blancos: del Valle de Mena. El proceso se terminaba en las cubas de distinto volumen, que llegaban a alcanzar las 100 cántaras. Pero la media eran barriles de 40 cántaras.

Para mantener la aguja típica del chacolí, se recurría a conservar el vino en contacto con las lías dentro de las cubas, como también se hacía con los claretes de la vecina Rioja Alta, de forma similar a la técnica del madreo empleada para la obtención de rosados de Prieto Picudo en León. Las clarificaciones se realizaban con cola de pescado o claras de huevo. Las primeras pruebas de chacolí solían coincidir con la Navidad. Tranquilos porque muy poco tienen que ver los chacolís tradicionales con los comercializados actualmente.


Todo esto es muy bonito pero, ¿Por qué no encontramos esas viñas por Las Merindades, La Bureba, Miranda o Valdegovía? ¿Por qué hacia finales del XIX la producción de vino de Mena superaba las 12.000 cántaras (unas 90 hectáreas) y la extensión del viñedo en Frías era de 3.500 obreros, es decir, en torno a 700.000 cepas y ahora hay lo que hay? Les diremos que, aparte de los problemas sanitarios sobre el viñedo, desde la segunda mitad del s. XIX tenemos: la concentración parcelaria; la importación de vinos foráneos para dar de beber a la mano de obra acumulada por la industrialización (caso de Miranda) que, además, no tenía el paladar acostumbrado al ácido chacolí; el robo de las uvas; y el arranque de las cepas.

Pablo Arribas, autor del libro “El chacolí en Burgos: Vino heroico de la primitiva Castilla”, escribe que el chacolí en las áreas burgalesas aguantó hasta 1936 y, añade, que el arranque masivo de cepas se produce en la década de 1970. En la comarca burebana, muchos son los que recuerdan la producción de este caldo en localidades del Valle de Caderechas, Poza de la Sal, Llano de Bureba o Aguilar de Bureba.

Las principales plagas de la zona chacolinera antes de mediados del s. XIX eran la piral, polilla de racimo y araña roja. A partir de la segunda mitad, sin embargo, se fueron haciendo patentes los síntomas de las enfermedades criptogámicas oídio y mildiu. El primer hongo citado fue encontrado en los viñedos del Ebro, a su paso por Miranda en 1855. El segundo hacia 1885. El impacto sanitario de oídio contribuyó a que la producción mirandesa de 30.000 cántaras en 1821, se redujera a 11.541 en 1861. Gracias al empleo del azufre en polvo para combatir al parásito norteamericano, se superaron las 36.000 cántaras en 1884. Ambos patógenos afectan también a las poblaciones silvestres de la zona.


En cuanto al asunto de las vides silvestres, las encontramos en el Valle de Ayala, zona de Angulo y resto del Valle de Mena. Esta subespecie dioica pertenece al taxón Vitis vinifera L. subespecie sylvestris (Gmelin) Hegi. El mosto procedente de los ejemplares femeninos se empleaba para producir el agua de agraz, que poseía efectos medicinales, según la Noticia Histórico Corográfica del Muy Noble y Real Valle de Mena, fechada en 1796: “Hállanse muchas parras en los montes y en los costados de los caminos y ríos y su fruto es muy bueno para agua de agraz”.

Bibliografía:

Periódico digital “OK diario.com”.
Periódico “Diario de Burgos”.
Urbina vinos Blog.
Burgospedia.
“El chacolí en el País Vasco y aledaños: Bosquejo histórico y otras consideraciones” por Ricardo Cierbide Martinena.
“DICCIONARIO GEOGRAFICO-ESTADISTICO DE ESPAÑA Y PORTUGAL” por Sebastián Miñano.
“Vid cultivada y silvestre en el territorio de la antigua diócesis de Valpuesta (Álava, Burgos y Cantabria, España): un acercamiento a la historia del vino chacolí” por Juanjo Hidalgo, Teresa Sáenz de Buruaga y Rafael Ocete.

Para Saber más:

Blog “Tierras de Burgos”. (1) y (2)
Blog “Belosticalle”. (1) y (2)
El blog de Delicias de Burgos.

sábado, 15 de julio de 2017

Asesinato en dos tiempos en Villacomparada de rueda (1925)


Dejábamos la anterior entrada con Clemente –por cierto, vaya nombre más inadecuado- recibiendo la Navidad en libertad y callejeando por el pueblo donde residía su víctima. ¡Y eso que él mismo reconocería después lo estúpido de esa situación!


En uno de esos paseos de mal agüero debió enterarse de que Dolores González, junto a unas amigas, iría al baile de Villarcayo el siguiente uno de enero (en algunas fuentes fijan el asesinato en el día dos). Fríamente, esperó el regreso de las muchachas escondido tras el pretil del puentecillo que vadeaba un pequeño cauce, en la carretera entre Villarcayo y Bilbao. Cuando, con el caer de la tarde, llegaron las seis muchachas riendo y cantando Clemente Huidobro saltó del escondite, disparando a quemarropa la pistola contra la joven.

En algún momento se argumentó que fueron las risas y chanzas de las muchachas lo que irritó al sacerdote y que esta fue la causa del ataque. Fútil argumento para desmontar la premeditación porque estaba esperándolas escondido y armado. Además, en una entrevista periodística él mismo buscaba esta escapatoria al decir: “(…) Lo sé y por eso no trato de hallarla; pero le juro a usted que no hice lo que hice con premeditación. Estuve aquella tarde en Villarcayo a llevar unas cartas, y ya camino de Bocos, donde vivía con mi familia, me dije: "Voy a esperar a mi cuñado." Y sentado en una piedra del puente lo esperé. Entonces pasó un grupo de chicas de Bocos, a las que saludé. Seguidamente fue a pasar Dolores con sus amigas. No me pude contener. Me dio rabia que, después de lo pasado meses atrás (¡!), hiciera públicas ostentaciones, sabiendo que yo no salía de día más que cuando iba fuera, y que sólo de noche daba algún que otro paseo, y me dije: "Pues ahora te mato". Y ciego, llevado de este temperamento nervioso, de este mi carácter, no sé los tiros que disparé. Puedo afirmar a usted que jamás se me pasó por la imaginación la idea de matarla después de salir de la cárcel. Lo pasado, pasado estaba, y no iba a ocuparme más de ella, a pesar de que no me dejaba en paz. Prueba de ello es que durante este tiempo me he portado como un santo varón, y todos los días he practicada mis rezos”. Si nos fijamos es todo un párrafo exculpatorio para él y vuelca toda la responsabilidad en la víctima: ella era culpable porque no se escondía y flagelaba como él; ella acosaba al sacerdote; y Clemente era inocente porque durante esos últimos meses no había pecado.


Retomemos el relato. Dolores fue alcanzada por siete balas que le causaron la muerte. Algunos testigos indican que para asegurarse el blanco cogió a dolores por el brazo antes de disparar. ¿Por qué lo hizo? En la entrevista respondió: “Pues yo, ya ve usted, no podía ver con buenos ojos que anduviera ella como andaba, porque después es uno quien se lleva la culpa, y porque, además, yo quería que me respetara, que fuera buena...”

Puente del cura en 2017 (Google)

Cometido el asesinato –siempre según algunas fuentes- volvió a huir a Burgos donde le detuvieron. Claro que esto se contradice con la información publicada por otros medios donde dejaban claro que la Guardia Civil sólo había tardado dos horas en capturarle y llevarle a la cárcel de Villarcayo. En dos horas no da tiempo a escapar a Burgos, ser capturado y traerle de vuelta. De todas formas, la noticia conmocionó a la comarca.

Los vecinos indignados intentaron linchar al criminal y tomarse la justicia por su mano teniendo la guardia civil que defender la cárcel incluso disparando al aire. Un joven de Villarcayo Francisco Churruca resultó herido al recibir un golpe con un fusil.

Ayuntamiento y cárcel de Villarcayo

No fue el primer crimen ejecutado por sacerdotes en Las Merindades pero las circunstancias tecnológicas y políticas favorecieron su divulgación. Así uno de los periodistas que se acercaron a Villacomparada de Rueda comentó: “Abajo, en la carretera, está la taberna, estación obligada del transeúnte. Pocas veces veréis vacía esta clásica venta. Cuando llegamos se encuentra llena. Los vecinos, y no pocos de fuera, comentan el drama a voces, en formidable algarabía”.

El siete de enero se procedió a la autopsia del cadáver de la joven. Para este procedimiento se personó el juez del partido judicial de Villarcayo, Alberto Gil Albert, y los médicos forenses López Ríos y Otero. Los forenses detallaron las lesiones: un tremendo destrozo visceral; los pulmones, el hígado, el corazón (con cuatro orificios de bala); el estómago, todos los órganos internos aparecían lesionados. Además la trayectoria de los proyectiles era irregular. El cadáver presentaba siete balazos: uno, en el occipucio, alojado el proyectil en la base del cráneo; cuatro en la espalda y dos en la región precordial.

Dolores González

Se descartó así una primera teoría de que Dolores había recibido un disparo en la frente. Probablemente la lesión que se apreció inicialmente fuese producto de la caída contra el suelo.

También el Teniente Fiscal visitó el lugar del asesinato junto con las amigas que acompañaban a Dolores en el paseo de vuelta a Villacomparada. Con todas estas actuaciones se cerraba el sumario y se enviaba a la Audiencia de Burgos.

El entierro de Dolores fue el día ocho de enero de 1925 a las dos y media de la tarde. Era un momento crítico para las autoridades porque el populacho local continuaba irritado por el crimen. El féretro de Dolores fue trasladado a hombros de algunos mozos, entre los que figuraba el herido Francisco Churruca y el novio de la víctima, Agapito Peña. La comitiva marchó desde el Depósito judicial de Villarcayo al cementerio de Villacomparada. Durante ese trayecto, y en el lugar del asesinato, se rezó un responso. Puesto de nuevo en marcha el cortejo continuó a paso lento para acompasar el ritmo de los cerca de 3.000 vecinos asistentes. En el momento de enterrar a la víctima el nuevo sacerdote afirmó que la justicia debía ser inexorable en el castigo, porque sobre Huidobro no sólo caía la maldición de los hombres, sino también la de Dios. De hecho, las autoridades eclesiásticas incoaron el oportuno expediente.


Mientras, el cura Huidobro, catalogado como un mujeriego y bebedor, no muestra ningún tipo de arrepentimiento ni empatía con la víctima y su familia. El único sentimiento que le descubrieron fue el miedo ante los tumultos iniciales que se produjeron en la calle de la cárcel del corregimiento, en Villarcayo, al temer por su vida. Llegó a decírselo al carcelero: “que entran, carcelero, que entran!”.

Otro preso manifestó a quien le estaba visitando que había oído decir al cura Huidobro, hablando con uno de los carceleros, que “Yo estaba loco por la muchacha, y más loco porque estaba convencido de que no me quería. Por eso decidí matarla al enterarme de que iba a casarse”.

Casas de Villacomparada de Rueda

El Juicio oral fue señalado para el 21 de enero de 1925 aunque hubo dudas porque el primer abogado renunció a la defensa del sacerdote dado el cariz del crimen. Asumió esta Jesús Sáenz Martínez, letrado del colegio de Bilbao. Les adelanto que lo defenderá también en el recurso al supremo.

Finalmente el juicio empezó el 16 de abril en la citada audiencia provincial de Burgos. Hubo mucha expectación. Clemente llegó vestido de paisano y escoltado por Guardia Civil a caballo. Había atravesado calles abarrotadas de curiosos a los que miraba desenfadadamente. La vista comenzó a las once de la mañana.

Ábside de la iglesia de Villacomparada de Rueda.

El procesado declaró que, aunque amenazó a Dolores, solo era un “hablar por hablar” porque no tenía intención de cumplirlas. Negó que se ocultara a la espera de la chica y añadió que había facilitado dinero en varias ocasiones a la familia de Dolores.

Los informes de los cinco peritos no fueron concluyentes: para los de la acusación era un hombre sano pero para los de la defensa se trataba de un loco. Vamos, que tres opinaron que estaba cuerdo y dos que se trató de un individuo sin voluntad, incapaz para dominarse, obsesionado hasta el punto de haberle podido conducir a otro delito.


Luego desfilaron por el estrado alguno de los que acompañaban a Dolores que manifestaron que cuando iban con ésta les salió al paso el cura Huidobro, quien dirigiéndose a Dolores le dijo: “¿Dónde has estado? ¿De dónde vienes?” Y cogiéndola por un brazo disparó sobre ella. La madre de la infortunada dijo que en distintas ocasiones el cura hizo ciertas proposiciones a Dolores. Negó que hubiese recibido dinero de Clemente. Un hermano de Huidobro  manifestó que su hermano es un anormal.

Tras la prueba testifical, donde el acusado declaró a puerta cerrada, el Fiscal elevó a definitivas sus conclusiones. Calificó el hecho de asesinato con el agravante de premeditación y delito de tenencia de armas. Pidió para el procesado la pena de muerte. Frente a él tenemos al abogado que consideró que Huidobro estaba loco y por ello irresponsable. Pedía que se le condenase a 12 años en función del artículo octavo (puntos: primero y séptimo) del código penal de 1870. Es decir que estaba loco, enajenado.


Como hoy, la vista atrajo a numeroso público que esperaba en el exterior de la Audiencia Provincial. Evidentemente no sacaron a Clemente Huidobro en un furgón cerrado y por los garajes permitiéndose así el espectáculo del “paseíllo”. No lo desaprovechó el cura y, rodeado de los guardias, hizo ademanes impropios de un sacerdote, lo cual excitó al público, que intentó agredirle, teniendo que despejar la fuerza armada.

El martes 21 de abril de aquel 1925 se conoció la condena dictada por la Audiencia Provincial de Burgos: Veinte años de prisión temporal por homicidio con el agravante de desprecio del sexo y 10.000 pesetas de indemnización a la familia de la víctima, dos años más de prisión correccional por el delito de tenencia de armas sin licencia y el pago de 500 pesetas de multa y costas.


El siguiente paso fue el recurso al Tribunal Supremo. Lo interpuso el fiscal al entender que la sentencia había sido suave. Insistía en la pena de muerte. Se vio el 28 de mayo de 1926 en la sala de lo criminal. Se discutió si debió aceptarse la circunstancia calificativa de alevosía puesto que esta conseguiría la ansiada pena de muerte. El ponente del caso fue el magistrado del tribunal supremo Cubillo.

El fiscal Urdangarin arguyó que eran hechos probados que el exsacerdote Clemente Huidoblo sujetó a su víctima por sorpresa, que la disparó por la espalda, no dándola medios de defensa y asegurando la realización del crimen sin riesgo alguno para el agresor, es decir, que concurrieron todos y cada uno de los elementos de la alevosía.


El defensor, Jesús Sáenz Martínez, solo pidió la confirmación de la sentencia recurrida. Señal de que su defendido había salido bien parado. Parte de los argumentos del colegiado de Bilbao fueron: “Clemente Huidobro es un pasional hasta la exaltación, que traspasa, a mi juicio y al de los peritos por esta parte designados, los límites de la normalidad. Para que hubiera quedado palmariamente demostrada esta anormalidad hubiera sido preciso que los peritos designados por el ministerio fiscal no se hubieran declarado incompetentes en materia de psiquiatría; pero ocurrido esto, hay que examinar con frialdad los hechos, reprobables desde luego, dignos de castigo; pero que, a juicio de este letrado, estaban atenuados por el arrebato, y en los que nunca intervino la premeditación, ni mucho menos la alevosía. Clemente Huidobro tenía cuentas económicas pendientes con la familia de Dolores González y había intentado varias veces cobrar lo que se le debía, y en la tarde de autos creyó que Dolores, con sus amigas, se reía de él, y hasta percibió palabras que eran una injuria. Entonces, obcecado, le dirigió las frases que constan como probadas en la sentencia, y exasperado porque ante el insulto únicamente encontró la mofa y el escarnio, no siendo dueño de sus actos, sin buscar la imposibilidad de la defensa de la víctima, hizo los disparos. La tragedia es superior a la voluntad de loa hombres, porque es la fatalidad, y lo mismo pudo herir frente a frente que por la espalda. El no buscó esta forma en la agresión. Por ello la Audiencia de Burgos no estimó la alevosía. Y yo pido a la Sala que confirme la sentencia entonces dictada.”

Se desestimó el recurso y, por tanto, se declaró firme la sentencia de la audiencia de Burgos. Era junio de 1926.




Bibliografía:

Periódico “El Liberal”.
Periódico “El correo militar”.
Periódico “la opinión”.
Periódico “La correspondencia de España”.
Periódico “El Papa-moscas”.
Periódico “El heraldo de Madrid”.
Periódico “El imparcial”.
Periódico “El sol”.
Periódico “La correspondencia militar”.
Periódico “La época”.
Periódico “La libertad”.
Periódico “La Nación”.
Periódico “La voz”.
Revista “Mundo Gráfico”.
Revista “Nuevo Mundo”
Periódico “Crónica de Las Merindades”.
Código Penal 1870.




miércoles, 5 de julio de 2017

Asesinato en dos tiempos en Villacomparada de rueda (1924)


La imagen actual de un sacerdote es la de una persona entregada a la difusión de la palabra de Dios, pastoreo de su grey y al cuidado de los pobres. Aunque, desgraciadamente, también aparecen personas que, pervirtiendo las funciones y el respeto a su cargo, abusan de una posición preponderante. Son humanos mal que nos pese y actúan como tales. No es algo excepcional, si leemos los periódicos del siglo XIX y XX nos encontramos con casos repugnantes y con casos heroicos. Les presentaré dos, uno de cada tipo, que están alejados en el tiempo pero no en el espacio. Después hincamos el diente al sangrante plato principal.

Casa de Villacomparada de Rueda

Pecado: Trasladémonos al pueblo de Rucandio, el de Burgos porque hay otro en Cantabria, donde Silverio Cuevas Lorente, cura párroco del lugar en aquel abril de 1900 y amancebado con su sirviente Benita Saiz Fernández, decidió suprimir el fruto de su lujuria de la forma más expeditiva: estrangulando a la niña.

Bizarría: Frente a esta muestra de carácter corrompido les presento la valentía del párroco de Extramiana quien, en 1892, repelió a tiros de pistola el asalto a su residencia espantando a seis ladrones que, desgraciadamente, se dirigieron a Quintanilla Monte Cabezas donde atacaron la rectoría… ¡Donde el sacerdote se defendió a dentelladas y patadas! Y lo puso en fuga.

Como ven había de todo en la viña del señor pero siempre es más llamativo el recuerdo de las “bestias pardas” que se escondían bajo el vuelo de una sotana que los que se desvivían por sus convecinos. Y la peor de entre ellas parece que fue la alimaña cazada en 1925 que, además, fue reincidente. Recordamos un asesinato por “violencia de género” o “violencia machista” –términos semánticamente peculiares, por cierto- y que ya causó un gran escándalo en su tiempo. Otrosí, fue durante la dictadura de Primo de Rivera y se necesitaban noticias impactantes que desviasen la atención y mostrasen la dureza legal del régimen.

Clemente Huidobro Marquina.

Seguro que han escuchado la historia del cura de Villacomparada de Rueda, Clemente Huidobro Marquina, que mató a Dolores González González una vez y lo intentó dos. Lo consiguió entrado el año nuevo de 1925 cuando le descerrajó siete tiros. Pero ya lo había intentado unos meses antes. Fue en junio de 1924 y la causa se vio –siguiendo la más reputada tradición española- tras el asesinato de la muchacha, en febrero de 1925.

Desandemos el camino hasta un viernes de junio de 1924. Pocos días antes, o quizá la víspera de ese día, cuando Dolores paseaba con Agapito Peña, que supongo era su novio, fue amenazada de muerte. Algunas fuentes añaden un disparo por parte de Clemente para amedrentarles. Así que ese viernes de junio la chica ya sabía con quién se tenía que enfrentar. Y Clemente Huidobro fue a la huerta donde estaba trabajando Dolores y la incitó a mantener relaciones sexuales que ella rechazó airada. Entonces él le dijo que estaba dispuesto a matarla y sacando la pistola hizo un disparo al aire. Ella marchó a contárselo a sus padres seguida por el cura que seguía lanzando propuestas tales como que estaba dispuesto a colgar los hábitos y marchar a América para casarse con ella.


Al llegar a casa la chica se lo contó a su madre. Sorprendentemente, el cura entró en la habitación y dijo: “¡He dicho que te mataba y te mato!”. Y disparó. Atravesó el vientre de la muchacha. La madre se abalanzó contra él y sujetó su mano impidiendo que hiciera nuevos disparos. El disparo atrajo al padre de la moza que vio al sacerdote aún sujeto por su esposa. El ensotanado peleó con ambos hasta que por fin se liberó y se marchó a Villarcayo.

Otra versión –avanzo que en la prensa de la época esto es normal- dice que al día siguiente de amenazar a la muchacha y a su novio y enterado de que iba a ser denunciado a las autoridades, Clemente se presentó en el domicilio de Dolores, y a cuatro pasos de distancia hizo un disparo sobre la joven y la hirió gravemente en el hipocondrio izquierdo. Tras ello, golpeó al padre y mordió en un hombro a la madre, supongo que para zafarse de ella. Luego ya coincide en la marcha a Villarcayo.

 En el juicio por el homicidio figura una tercera versión: “(…) por lo que llegó una vez, en que iba acompañada del vecino Agapito Peña, a amenazarla de muerte, y el día 26 de Junio último, encontrándola en la calle, la hizo varios disparos de pistola con el propósito de matarla, causándole heridas gravísimas”. Y empalmamos con la escapada a Villarcayo.


En dicha población consiguió que un amigo le llevase a Burgos en su automóvil. Conocido el suceso salieron, persiguiéndolo, dos o cuatro Guardias Civiles (la prensa baila la cifra) en otro coche. Ya en Burgos lo detuvieron en la fonda donde solía alojarse. Había solicitado una habitación para la noche. En ese momento se encontraba de sobremesa fumando un puro y cuando vio a los agentes les dijo: “¿Venís por mí? Pues vamos, la he matado”.

La benemérita condujo al criminal a Villarcayo donde ingresó en la cárcel. La muchacha herida estuvo en estado grave, pero se recuperó.

Se le acusó del delito de homicidio frustrado en la persona de Dolores González. Claro, a esas alturas (16 de febrero) la protección de la Audiencia Provincial de Burgos estaba reforzada dada la expectación del caso y la siempre habitual querencia al morbo y la crónica negra. Daba igual, la vista se hizo a puerta cerrada. El fiscal pedía 12 años de prisión. Fue condenado a 10 años y un día de prisión mayor.


¿Notan algo raro en esto? Yo me encuentro con la peculiaridad de que quien dispara contra una feligresa, un alma de su grey, no es enviado lejos del lugar. Parte de los lugareños pudieron tener –a toro pasado- cierta culpa en el crimen. Tras el acto de junio de 1924, Clemente Huidobro bajaba casi todos los días a Villacomparada desde Bocos (residía allí) y entraba en casa de los vecinos participando de su cordialidad hasta la madrugada. ¡Sin reproches por ello! Incluso le eran admitidos los convites de vasos de vino que agradecían los parroquianos.

Claro, tras saberse el asesinato, y siguiendo una muy humana tendencia exculpatoria, muchos residentes en Villacomparada de Rueda se escudaban en las influencias del cura, el poder de sus familiares, de las protecciones de los de arriba…

Los vecinos le valoraban las recientes obras de arreglo de la iglesia. En esa Navidad de 1925 seguía la torre desmantelada, pero el interior y el pórtico estaban ya rematados. Las hizo Clemente por propia voluntad sin tener claro el origen de las 2.500 pesetas de coste. Se rumoreó que procedían de un legado instituido por un señor fallecido en Villarcayo para la reparación de la iglesia.


Pero, ¿por qué mató a Dolores? Porque no accedió a sus demandas de trato carnal… ¿O porque dejó de acceder a las mismas? ¿Y eso se sabía? ¡Qué decirles! Era, y es, un pueblo pequeño en una comarca con poca población donde los cotilleos se difundirían con la velocidad de los arrieros y esta historia había tenido ya capítulos menores. Se tenía que saber que el cura estaba encelado con Dolores, que no cedía en su postura.

Lo chocante es que durante la instrucción del proceso por homicidio frustrado no se decretó ningún tipo de prisión provisional a la espera de juicio y el sacerdote salió el 23 de septiembre con una fianza de unas muy respetables 3.000 pesetas de 1924. Ni siquiera tuvieron la prevención de obligarle a residir lejos de la víctima o quitarle cualquier arma de fuego.

Le sorprendió, incluso, a Clemente que en una entrevista carcelaria concedida a “El liberal” comenta el asunto de 1924 con las siguientes palabras que nos muestran pinceladas del carácter del sacerdote y de su época:

“Además, si yo disparé la primera vez contra ella fue por defenderme de sus padres y no por otra cosa. Pero, en fin, aquello no tuvo importancia, y se hubiera arreglado. Un año de cárcel, y después a Madrid o a otro punto cualquiera, y hasta olvidarlo todo...”

Libre, Clemente, recuperó la pistola que tenía escondida. El 29 de Septiembre, buscó en el campo a Dolores, quién al verle y temiendo una agresión, se encerró corriendo en su casa, saliendo al poco acompañada de varias personas lo que obligó al cura a retirarse.


El juicio por este delito se produjo el 16 de febrero de 1925, es decir, tras cometer el asesinato de Dolores. Evidentemente, esto distorsionó el ambiente de forma imposible amen de resultar totalmente superfluo.

Superado el Homicidio nos queda el asesinato.


Bibliografía:

Periódico “El Liberal”.
Periódico “El correo militar”.
Periódico “la opinión”.
Periódico “La correspondencia de España”.
Periódico “El Papa-moscas”.
Periódico “El heraldo de Madrid”.
Periódico “El imparcial”.
Periódico “El sol”.
Periódico “La correspondencia militar”.
Periódico “La época”.
Periódico “La libertad”.
Periódico “La Nación”.
Periódico “La voz”.
Revista “Mundo Gráfico”.
Revista “Nuevo Mundo”
Periódico “Crónica de Las Merindades”.
“Crónica negra de 1925” por Carlos Maza Gómez.