Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 25 de febrero de 2018

Juan de Salazar y ¿Espinosa?


Nuestro protagonista nació para el mundo en Espinosa de los Monteros el año del señor de 1508. Excepto para Medina de Pomar, donde le han erigido una estatua de medio cuerpo diciendo que es oriundo de la actual pedanía de Pomar y que nació en 1509. En la internet podemos encontrarnos lugares que siguen esta corriente y algunos autores burgaleses –Elías Rubio Marcos, por ejemplo- que resultan confundidos por la estatua.

Estatua en Medina de Pomar.


Fray Valentín de la Cruz, en su libro “Burgos. Capitanes insignes I” de 1981 lo presenta como Medinés pero, en cambio, le hace afirmar que repetía orgullosamente que su apellido era Espinosa de los Monteros. Pura contradicción.

Ruy Díaz de Guzmán, en su “Anales del descubrimiento, conquista y población del Río de la Plata” comúnmente llamada “La Argentina” (1612) nos dice que es Pomarés:

“Traía por su maestre de campo un caballero de Ávila, llamado Juan de Osorio, que había sido en Italia capitán de infantería española, al cual todos querían y estimaban por su grande afabilidad y valor. Iba por almirante de la armada don Diego de Mendoza, hermano del adelantado; y por su alguacil mayor Juan de Oyolas (sic), que a más de la privanza grande que con el adelantado tenía, era su mayordomo. Por proveedor de Su Majestad, un caballero llamado Francisco de Alvarado, y junto con él, un hermano suyo llamado don Juan de Carabajal. Entre los de más cuenta que llevaba, eran el capitán Domingo Martínez de Irala, natural de Bergara en la provincia de Guipúzcoa; Francisco Ruiz Galán, de la ciudad de León en Castilla; el capitán Salazar de Espinosa, de la villa de Pomar; Gonzalo de Mendoza, de Baeza, y don Diego de Avalos”.

Por el contrario en la “Verdadera relación de lo que sucedió al Gobernador Jaime Rasquín en el viaje que intentó para el río de la Plata en el año de 1559, hecha por Alonso Gómez de Santoya, Alférez del Maestre de Campo don Juan de Villandrando” nos dicen que es Espinosiego: “(…) que fue poblada por el capitán Juan de Salazar que fue de Espinosa de los Monteros (…)”.

Detalle de la Relación donde se indica la procedencia de
 Juan de Salazar

Si acertar el lugar de nacimiento fuese fruto de una votación o de la suma de opiniones afirmaríamos que habría nacido en Espinosa de los Monteros y no en Pomar. Claro que la internet está plagada de “corta y pega” con lo cual una versión se multiplica exponencialmente. Yo le creo de Espinosa de los Monteros por el empleo de este lugar en el apellido de Juan de Salazar que estaría dentro de la corriente de su época. Otrosí, Rufino Pereda nos habla de una familia de Monteros del rey con el apellido Salazar. En Medina de Pomar nacieron Juan “de Medina” y Hernando “de Medina” y siguiendo esta línea resulta ilógico llamarse “de Espinosa de los Monteros” siendo de otra población. Pero, a falta de más documentos a mi alcance, confío en lo dicho por aquellos más cercanos a él en el tiempo, siempre y cuando no estuviesen equivocados.
Torre de los Azulejos en Espinosa de los
Monteros.

Sigamos. Algunas de sus biografías nos lo presentan en Salamanca para graduarse en Leyes -¡Incluso doctor en leyes!- y comendador de la orden de Santiago. Pero no nos confundamos, era de carácter guerrero. Fue descrito como “un oso peludo, grandullón, centauro si jinete, especie de hóplite macedonio, de paso lento, si combatiente a pie”.

Este hijo de Las Merindades partió en 1535 desde Cádiz en pos de la aventura americana y de la eternidad quizá gracias a Juan de Ayolas que era de Briviesca. Situémonos en Toledo ese 1534 cuando la corona otorga Nueva Andalucía a Pedro de Mendoza y Nueva León, es decir, el extremo sur de América, a Simón de Alcazaba.

Mendoza es un gran y leal señor con experiencia militar y acreditadas dotes políticas. Va a conquistar y a poblar, a crear colonia. Ha sido nombrado, el 22 de agosto, primer adelantado, gobernador y capitán general de Nueva Andalucía. Saldrán en 1535 con 14 barcos. Juan de Salazar y Espinosa de los Monteros manda el galeón “La Anunciada”. Además, hay una veintena de hidalgos con título, mucho mayorazgo —primogénitos de familia noble—, caballeros de órdenes militares (nuestro Juan) y oficiales veteranos de las guerras de Italia. Por ejemplo, el hermano de Santa Teresa de Ávila, Rodrigo de Cepeda.

Escultura a Pedro de Mendoza (Buenos Aires)

Mendoza está muy enfermo: no es un hombre viejo —no llega a los cincuenta años—, pero su cuerpo quebrantado por la sífilis apenas aguanta el viaje. Mata en Río de Janeiro a su maestre de campo y a alguno más. Parece que es estos ajusticiamientos participó nuestro protagonista (nada extraño si comandaba una nave). Tras estos incidentes y la llegada a destino en enero de 1536 hubo cierta prematura sensación de alivio. A principios de febrero se funda formalmente la ciudad de Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire. Tras pelearse con los guaranís tendrá poco futuro. El alguacil mayor, Juan de Ayolas e Irala son enviados para explorar mejores asentamientos. ¡Y le va bien! Recurrió a aliarse con otros guaranís y funda varias poblaciones. Regresa a Buenos Aires en julio y se encuentra que, tras un incendio, los bonaerenses se refugian en los barcos. El hambre hace estragos y “todo sirve de alimento -escribe Ruy Díaz de Guzmán-: sapos, culebras, carroña y la misma carne humana. Dos personas a escondidas recortan jirones de carne de un colgado a quien ejecutaron por robar un caballo y se los comen”.

Para octubre de 1536, Buenos Aires estaba libre de asedio y funcionando como una ciudad. Juan de Salazar es nombrado veedor interior por el adelantado don Pedro de Mendoza en la población de Buena Esperanza (20-10-1536). Claro que Juan de Ayolas está desaparecido río arriba. Para ver qué pasa se comisiona a Juan de Salazar que llevará consigo 2 bergantines y 60 hombres el 15 de enero de 1537. Debe encontrar a Ayolas, y a su segundo Irala claro, porque Buenos Aires está en un páramo con escasos recursos y bajo muy difíciles condiciones de supervivencia. Lo bueno es que se dispone, río Paraná arriba, de dos fuertes - Corpus Christi (cerca de la actual Puerto Gaboto de Argentina) y Buena Esperanza- y más al norte otro asentamiento, el de Candelaria, actual Fuerte Olimpo a orillas del río Paraguay. La población de Buenos Aires ha quedado diezmada y la única solución pasa por trasladarse a esos asentamientos río arriba. Pero necesitan que Ayolas les diga que el campo está libre.

Batalla frente a los Quenandíes.

Desgraciadamente cuando Juan llega al puerto de Buena Esperanza lo encuentra abandonado. Tras dejas equipo en Corpus Christi siguió remontando el Paraná. Como la estación era poco favorable y los vientos contrarios, el avance se realizaba por el procedimiento de la sirga, lo que hacía la navegación fatigosa y tremendamente lenta. Después de habituales detenciones en las orillas e islas del Paraná, consiguieron pasar las Tres Bocas e internarse en el río Paraguay. A finales de abril los hombres de Salazar recalaron en una pequeña bahía de este río.

Durante ese tiempo, en Buenos Aires, se producirá una serie de hechos surrealistas: Pedro de Mendoza, enfermo, hace pública su intención de volver a España y pasa todas sus atribuciones a Ayolas, al que nombra teniente de gobernador y capitán general. ¡A un ausente! Estupendo para el que dirige Buenos Aires: Francisco Ruiz Galán.

Domingo Martínez de Irala.

Y Mendoza muere en alta mar. Lo que empuja a Galán a buscar a Juan de Ayolas. Llegó a Corpus Christi y se entrevistó con Martínez de Irala, aquel que marchó de segundo con Ayolas, que dice que su superior le había nombrado lugarteniente en su ausencia y, por tanto, era él quien mandaba. Y no Galán que se vuelve a la colonia de Buenos Aires a… mandar.

Pero, ¡¿dónde está Ayolas?! Río Paraná arriba, o río Paraguay arriba. ¿Qué sabemos de este hombre? Salió con Irala pero a este lo hemos encontrado enfadado con Galán. Por su segundo sabemos que continuaron río arriba por el Paraguay. En la exploración de los cauces fluviales iban unos detrás de otros.

Naveguemos en el tiempo para encontrarnos, otra vez, con Juan de Salazar. Estos necesitaron reparar los bergantines y obtener alimentos frescos para continuar el viaje. Los indios guaraníes que poblaban esa área les recibieron bien y a mediados de mayo Salazar de Espinosa continúa río Paraguay arriba, hallando el 23 de junio a Martínez de Irala 30 leguas arriba de Candelaria. La situación de Irala y sus hombres era muy precaria, dado que a duras penas resistían, navegando río arriba y río abajo para proporcionarse alimentos, según palabras del propio hijo de Vergara.

Estudiante representando a Juan de Salazar
y Espinosa de los Monteros en un desfile en
la ciudad de Luque (Paraguay)

Transcurridos ampliamente los cuatro meses fijados por Ayolas para que Irala le esperase en Candelaria, y debido a lo deteriorados que estaban los bergantines de éste, los dos capitanes Irala y Salazar navegaron hacia el Sur hasta un puerto de los indios carios o guaraníes. Allí ordenó Irala que calafatearan sus bergantines y les repusieran los remos y jarcias y se volvió a esperar a Ayolas y sus hombres.

Separados los dos capitanes, Juan de Salazar navegó río abajo. Pasada la desembocadura del Pilcomayo, los castellanos hallaron una gran bahía, con una mansa rada, grande como para albergar bergantines, protegida por un banco de tierras bajas que recibió el nombre de Banco San Miguel. Le había gustado a Martínez de Irala cuando llegó allí. Y, más tarde, cuando remontaron los dos bergantines de Juan de Salazar y Espinosa, estos también apuntaron el lugar. Los castellanos construyeron una casa de madera “para asegarse, y poder salir a buscar comida dexando las espaldas seguras”.

Poblaban el lugar la zona tribus indias de los caciques Caracará, Abambaré, Cupirani, Timbuai, Mayreru y Moquiracé. Tengamos claro que los guaraníes eran una tribu numerosa y de cultura relativamente avanzada. Se extendían desde el Plata hasta el imperio Inca, dividido en múltiples tribus. Eran sedentarios, agricultores e industriosos, lo que les proporcionaba un cierto bienestar económico.

Al fondo la población de Buena Esperanza.

Allí es posible plantar, cultivar y compartir recursos con los indios. El 15 de agosto de 1537 Juan de Salazar y Espinosa funda solemnemente el fuerte de Nuestra Señora de la Asunción. De forma cuadrangular, con dos torreones elevados a cierta altura, desde donde se divisaban fácilmente las tolderías de los guaraníes. La jurisdicción y distrito del asiento se fijó en cien leguas a su alrededor. La capilla fue bajo la advocación de la Encarnación. Había nacido Asunción, la que después será capital de Paraguay y que desde ese momento sería el centro de la conquista del río de la Plata. En 1538 Juan es designado como el primer alcalde de Asunción y, más tarde en 1542, nombrado gobernador de la misma.

Vista GOOGLE de Asunción con detalles del cauce del Paraguay.
Si pinchan aquí conocerán la calle Juan de Salazar y Espinosa.

Al sur, Irala y Galán siguen discutiendo. Pero en noviembre de 1538 la cosa evolucionó –para mal- al aparecer Alonso Cabrera, el veedor de justicia que había zarpado con la expedición de Mendoza y, en algún momento, se desvió de la ruta. Cabrera estaba loco y metido en el pleito juzga que debe gobernar Ayolas. Es decir, Irala, que es su segundo. La discusión seguirá hasta que Cabrera decide destruir Buenos Aires para anular el poder de Galán y evitar que el nuevo adelantado, que está al caer, le quite el poder. Se lo ordena a Domingo Martínez de Irala. Era junio de 1541. Todos los colonos serán alojados en Asunción que se convertía en una ciudad con 600 habitantes. Una población enorme para el momento.

Y ¿dónde se había metido Ayolas? En Asunción supieron los colonos algo que Irala y Cabrera sabían ya: que Ayolas había muerto. Así que Cabrera reinaba como veedor y Domingo Martínez de Irala ejercía como gobernador provisional. El nuevo adelantado será Cabeza de Vaca, el que se recorrió América del Norte. El 11 de marzo de 1542 la compañía del adelantado aparecía en Asunción. Ni Cabrera ni Irala aceptaban de buena gana la aparición de un nuevo jefe. Pero el adelantado llegaba con 400 hombres.

Cortesía de www.Todocoleccion.net

Fíjense con qué tipo de gente se codeaba nuestro paisano: Domingo Martínez de Irala era un hombre muy ambicioso. Era hijo de un escribano real y había abandonado la segura comodidad de un mayorazgo en Vergara para buscar riqueza y gloria. Nunca se disipará la sospecha de que abandonó Fuerte Candelaria a sabiendas, para que Ayolas se encontrara allí solo frente a los indios que acabaron matándole. Y ¡ahora es el jefe! Y no entregaría el poder a la vieja gloria de Cabeza de Vaca. Hubo juego sucio y mentiras para conseguir la destitución del veterano explorador pero este lo descubrió.

El adelantado intentó deshacerse de Irala nombrándole maestre de campo y ofreciéndole buscar la ansiada sierra de plata. El guipuzcoano pasó el invierno de 1542-1543 explorando el interior del país. Irala trajo también piezas de oro y plata, y eso fue suficiente estímulo para que Cabeza de Vaca decidiera de inmediato partir en búsqueda de las fuentes de esa riqueza.

¿Dejar el poder? ¿Dejar Asunción? ¿El adelantado estaba en sus cabales? No lo tengo claro. Piensen que la ciudad fundada por Juan de Salazar y Espinosa de los Monteros era, a la fecha, una ciudad en crecimiento gracias a la abundancia de mujeres indígenas, sus intercambios y por la placentera vida que llevaban sus pobladores. ¡Llamaban a Asunción El Paraíso de Mahoma!


Cuando en 1543 el Adelantado partió en una expedición hacia el Norte, Salazar, que vivía junto a la iglesia de la Merced, quedó como teniente gobernador y con el encargo de mantener la paz con los indios (yapirus, guatacas, huemes), ordenar y reagrupar las casas de la ciudad y tejar la casa fuerte.

Insistiendo en el desorden pasional, en 1545 el capellán Francisco González Panlagua escribía al Emperador: “acá tienen algunos setenta [mujeres]; si no es algún pobre, no hay quien baje de cinco o de seis; la mayor parte de quince y de veinte, de treinta y cuarenta...”.

Cuando Cabeza de Vaca regresó a Asunción sin encontrar nada, la conspiración ya era imparable. Para que vean: los conspiradores se llamaron “los comuneros” y Juan de Salazar actuó, en este caso, como don Tancredo. Corría el 8 de abril de 1544. El nuevo –viejo- hombre fuerte será Domingo Martínez de Irala con Ñuflo de Chaves como su lugarteniente. En marzo de 1545 se factura a Alvar Núñez Cabeza de Vaca a Castilla acompañado del veedor Alonso Cabrera, y el tesorero, García Venegas. Estos llevaron las pruebas contra el Adelantado. Al tiempo de partir, dejó Cabeza de Vaca un poder secreto al capitán Juan de Salazar y Espinosa para que en su nombre gobernase la provincia. Este levantará hombres en armas pero son pillados. Juan de Salazar es expulsado y enviado de regreso a España en el mismo barco que el adelantado. Para ello se fletó un barco que debía alcanzar el otro navío.


Por un azar el barco en el que retornaban a la Península se llamaba “Comunero”. No debemos desconocer tampoco, que en la conquista del Plata intervienen muchos de los hombres que habían militado con los comuneros castellanos.

Tres años más tarde se permitió a Juan de Salazar regresar en calidad de Tesorero Real de los territorios rioplatenses y se le otorgaron nuevos cuarteles para su escudo de armas. Esta autorización le permitirá explorar vastos territorios y participar en la llegada de ganado para los nuevos pobladores. Dos años después se le elevó el sueldo y se le otorgó un cargo de regidor.

Mientras, Irala pasó esos años luchando contra los indios. Finalmente, en 1549 la corona le denegó el cargo de adelantado. Se lo concedieron a Juan de Sanabria. Llega con la orden de suspender la conquista y poblar. Para ello organizarán una “caravana de mujeres” al Río de la Plata.

La actriz Ingrid Rubio como Mencía Calderón
en la teleserie "El corazón del océano".

Los Sanabria han fletado tres barcos al mando del capitán Juan de Salazar, el de Las Merindades, el espinosiego, el fundador de Asunción que, parece ser, dicen que se hallaba en Portugal al servicio de duque de Braganza. Vale, me lo creo. En esos barcos viajarán los Sanabria con otras familias, unos 100 matrimonios con hijos y 100 mujeres solteras. Es el verano de 1549. Pero don Juan de Sanabria, cuarenta y ocho años, va y se muere. ¡¿Entonces?! ¿Se quedará nuestro bravo capitán Juan de Salazar en tierra? Será doña Mencía Calderón, la viuda, quien dirija la expedición. A su vez reclamará para su hijastro Diego el cargo de su difunto esposo.

Con doña Mencía y las tres hijas de su matrimonio viajan Salazar, los capitanes Cristóbal de Saavedra y Francisco Becerra, y el artillero alemán Hans Staden, que dejaría testimonio escrito de su aventura. En Sevilla queda el joven Diego, reclutando gentes de armas para zarpar en cuanto le sea posible. Es abril de 1550.

Cuando la expedición todavía navega por la costa africana, una tormenta dispersa los tres barcos. Es un contratiempo gravísimo: un barco aislado puede fácilmente ser presa de los piratas. Y efectivamente, eso es lo que ocurre: frente a las costas de la Guinea queda la nave de Salazar de Espinosa con 100 labradores, los soldados y las mujeres. A la desgracia acude el corsario francés Scorcer Normand de la Rochelle. Era el 25 de julio cuando se proponen despojar a los castellanos. Entonces doña Mencía hace de tripas corazón y toma el control. Se dirige a los piratas, les amenaza, les habla de la proximidad de refuerzos, evita el abordaje y finalmente consigue comprar la libertad —y la integridad— de todo el pasaje.

Mermados de víveres –y de otros elementos- llegaron a la isla guineana de Annobón donde días antes (25-XI-1550) había fondeado una de las carabelas perdidas. Juntas se disponen a cruzar el Atlántico hasta la isla de Santa Catalina, al sur de Brasil.

Reparto de la serie "El corazón del océano" donde le actor Hugo
Silva (marrón con camisa blanca) interpreta a Juan de Salazar y
Espinosa de los Monteros.

En una tempestad el barco en el que viaja Salazar sufre daños. La mayor parte de la tripulación consigue ponerse a salvo, pero el accidente hace la situación angustiosa: si ya quedaban pocos víveres después del ataque pirata, ahora tienen que compartirlos entre más gente. Hay disturbios contra Juan de Salazar. Hacia el mes de diciembre de 1550, los dos barcos supervivientes divisan su destino: Santa Catalina o La Vera. Allí no hay rastro de Diego.

Las naves están deshechas; solo uno puede navegar. Tampoco hay nadie para auxiliarles. No encuentran españoles. Solo a los portugueses de la isla de San Vicente… Que se dedican al tráfico de esclavos indígenas, que está prohibido. Doña Mencía, indignada, escribe cartas a la Casa de la Contratación, en Sevilla, donde no solo da cuenta de su situación y pide socorro, sino que además denuncia el innoble tráfico de los portugueses. El gobernador portugués intercepta las cartas y lee su contenido. Decide aislar a los españoles y les priva de cualquier ayuda y alimento. Solo la intervención de dos jesuitas les librará de la muerte. Son el portugués Manuel da Nóbrega y el canario José de Anchieta, el futuro fundador de Sao Paulo y Río de Janeiro.

Estamos ya a mediados de 1553. Por cierto, Diego no aparece. Doña Mencía decide botar el único barco medianamente útil, el bergantín Concepción, y trasladarse a un minúsculo asentamiento algo al sur, San Francisco de Mbiazá. En agradecimiento, construyen una capilla dedicada a Nuestra Señora de Gracia. Muchos de los expedicionarios solteros contraen matrimonio allí mismo, en la costa de Mbiazá. El número de damas solteras se reduce de manera ostensible. En un altercado entre Hernando del Trejo –ahora yerno de doña Mencía- y Juan de Salazar este pierde su cargo a favor del otro.

Itinerario de la expedición de las Sanabria (Cortesía de Eloisa
Gómez Lucena)

Cuando nuestros protagonistas logran reconstruir el barco, la expedición se divide. Una parte embarca para intentar ir río arriba, remontando la fuerte corriente, hasta Asunción del Paraguay. Los demás, con doña Mencía a la cabeza, cubren a pie el camino: casi 1.500 kilómetros de travesía entre selvas, llanuras y sierras, muchas de ellas inexploradas. La expedición alcanzará por fin su destino en la primavera de 1556, seis años después de su partida desde Sevilla. Por cierto, Irala hará como que no recuerda nada de lo pasado entre Salazar y él.

¿Y Diego? Nunca llegó a Asunción. Tardó muchísimo en zarpar porque su nombre no ofrecía garantías. Consiguió llegar al Río de la Plata, pero tarde. La corona, viendo que Sanabria no llegaba, nombró adelantado a Irala. Otras versiones dicen que naufragó y se le perdió el rastro en la Amazonía.

Detalle de la escultura medinense.

¿Y Juan de Salazar y Espinosa? Pues falleció el 11 de febrero de 1560 ejerciendo el cargo de tesorero. Tuvo tres hijos mestizos llamados Agustín, Hipólito y Juan de Salazar. Fue enterrado a los pies del altar de la primitiva catedral de Asunción.




Bibliografía:

“Anales del descubrimiento, conquista y población del Río de la Plata”. Ruy Díaz de Guzmán.
“La cruzada del océano” José Javier Esparza.
Burgospedia.
“Los burgaleses en el descubrimiento y formación de américa” Eufemio Lorenzo Sanz.
“Los Monteros de Espinosa” por Rufino Pereda Merino.
“Burgos. Capitanes Insignes” por Fray Valentín de la Cruz.
“Medina de Pomar. Cuna de Castilla” Inocencio Cadiñanos Bardeci, Emilio González Terán y Antonio Gallardo Laureda.

Para saber más:

La primera fundación de Asunción.

Esta entrada está dedicada a José Antonio San Millán Cobo y al espléndido extinto programa "Huellas en el Tiempo" de Radio Espinosa Merindades.




domingo, 18 de febrero de 2018

Un paseo por el Monasterio de Rioseco.


Daremos un paseo mirando los restos de este monasterio. Hay partes que brillan todavía, partes que sobreviven lejos –de las que hoy no hablaremos- y otras que ya solo resisten en la imaginación de los más viejos y en grises fotografías que están desapareciendo, tanto los individuos como los papeles. Cuando vengan aquí verán claramente la iglesia, el claustro procesional, la cilla y la sala capitular. Para conocer lo existente y lo ausente podemos recurrir a la uniformidad del Cister. 

Refectorio o cocinas de Santa María de Rioseco.

Entiéndanlo, casi todos sus monasterios se ajustan a un plano similar. La iglesia es el eje del que cuelgan el resto de dependencias. Primero construían las dependencias del lado del claustro pegado a la sala capitular. Y se añadían la sacristía, armariolum (donde se guardaban los libros litúrgicos), la escalera de acceso al dormitorio de los monjes (sobre la sala capitular), auditorio, sala de los monjes y letrinas. En el lado del refectorio –generalmente perpendicular al claustro- estaba la cocina, y el calefactorio. En el lado de la cilla teníamos esta y el dormitorio de los conversos. Sobre ella, el callejón de los conversos y el comedor de los conversos. Finalmente en el lado del mandatum (la galería contigua a la iglesia que solía ser el lado norte) sólo estaba la iglesia con una tipología con cabecera plana y luminosa. Por cierto que ese último latinajo procede del ritual del lavatorio de pies o “mandatum” todos los sábados y el Jueves Santo. Gracias a este tipo de “chuletas” se ha podido interpretar los espacios clásicos del monasterio. Con los mejor conservados resultó muy fácil.


Otra cosa es con lo que ya no está. Sabemos que del primitivo monasterio tan solo permanece la iglesia, la escalera de caracol con husillo y los canecillos del lado norte de la iglesia, que son sencillas molduras geométricas, sobre todo modillones de rollo, en la línea de la sencillez cisterciense. Conviene hacer alusión a una pequeña pieza que apareció en el arreglo de la techumbre de la sala capitular. Se trata de una pieza apuntada con un lóbulo y el arranque de otro que pertenece al período gótico y que pudo ser parte de una ventana medieval.

Pieza encontrada en la Sala Capitular.

Con respecto al renacimiento pleno desarrollado en la segunda mitad del siglo XVI lo tenemos en la zona más arruinada del monasterio –por deterioro o por espolio-. La entrada al monasterio fue vendida en el segundo tercio del siglo XX. Lo sabemos por la fotografía que le hizo el soldado italiano Guglielmo Sandri de 1937. Poseía un arco de medio punto en el que destacaba la clave con una sencilla moldura. Se enmarca el arco de entrada por dos columnas jónicas sobre alto pedestal que soportan un sencillo friso sin decoración y un frontón triangular rematado con florones y un jarrón con flores en el vértice, sin duda aludiendo a la consagración del convento a Santa María.

Entrada originaria del Monasterio de Rioseco.

Al flaquear esta entrada bajo espacio abovedado, hoy destruido, se accede a un patio a cuya izquierda se dispone la Torre del abad, a la que se accedía a través de una escalera de piedra situada en el muro del lado oeste de la torre. A partir de ella se construyó una galería jónica, que en origen fue abierta, que formaría un bello corredor porticado que permitía la vista de la zona de las huertas del monasterio. Estaba compuesta por ocho arcos de medio punto que descargaban sobre diminutas columnas jónicas situadas sobre pedestales acanalados casi de su misma altura. El antepecho de la galería iba hasta la altura de las basas de las columnas. Una sobria cornisa finalizaba este trabajo arquitectónico.

Galería bajo la torre del Abad. (Guillermo Sandri-1937)

El mismo lugar actualmente

Posteriormente, en fecha desconocida se cerró esta galería, abriéndose dos ventanas adinteladas con una sencilla moldura a su alrededor. Posiblemente a finales del siglo XIX se abrieron unos toscos ventanucos en los arcos de los extremos, cuyos sillares fueron eliminados para sustituirse por ladrillos que permitieron ajustar de un modo más fácil el marco de la ventana al espacio. Al necesitar más espacio, se colocó la trompa acanalada de la esquina norte que permitía ochavar (hacer chaflán) el espacio y colocar los dos arcos escarzanos que fueron cegados sin ningún respeto por las familias que a partir del siglo XIX habitaron estos espacios, destruyendo elementos que facilitarían la lectura de los muros.

Detalle de la Galería Porticada.

La subida a la galería y la comunicación con el claustro de la hospedería, situado en una cota superior, se realizaba por medio de una escalera de la que queda muy poco. Estaba formada por dos tramos, el primero de los cuales pasaba por debajo de un arco rebajado que se apoyaba en ménsulas acanaladas, aunque hoy solo se puede ver una, pues el resto del arco ha sido tapiado. La comunicación con el claustro de la hospedería se realiza por medio de un complicado arco en esviaje, que permite acceder al descansillo de la escalera. Gracias a su oblicuidad permite ver fácilmente los diferentes espacios. La escalera se desarrollaba dentro de una estancia cuadrangular, cuyas paredes en el primer piso estaban cubiertas con esgrafiados con flores y grutescos (motivo decorativo que combina vegetales y seres mitológicos) pero la erosión y la intemperie tan solo han permitido conservar las flores.

Torre del Abad y Galería Porticada por Guillermo Sandri (1937)
En Rioseco existen muchos vanos en esviaje. Algunos autores lo achacan a que, desde los siglos XV y XVI, se resaltó el hecho de que las ventanas del Templo de Jerusalén fueran descritas como “Fenestras Obliquas” en la Biblia Vulgata. Es decir, asimilar la construcción a una arquitectura inspirada por Dios.



Del patio de la galería jónica se accedía al claustro de la hospedería por otra portada renacentista, hoy erosionada. Pero se aprecia un arco de medio punto flanqueado por columnas estriadas que soportaban un sencillo friso.

Paso desde la galería Jónica al Claustro de
la Hospedería.

Miremos ahora la escalera monumental que unió el claustro procesional con el de la hospedería. De esta no queda casi nada, algunos restos que permiten conjeturar. La escalera no pudo ser realizada en 1770, fue anterior. A través de un arco de medio punto se accedería desde el claustro procesional al final del lado de la sala capitular, desde allí se podría subir a los pisos superiores o bien bajar hacia la hospedería. En cualquiera de estas opciones nos adentraríamos en una escalera que discurriría bajo una bóveda en… exacto: ¡esviaje! El espacio rectangular en el que se desarrollaba la escalera se cubriría con una bóveda de terceletes, de la que tan solo se conserva una ménsula con la cabeza de un ángel, la bóveda debió ser de ladrillo a juzgar por los restos de los arranques. Actualmente, como en la vieja foto de  de Guillermo Sandri, se ve el acceso desde el patio de la hospedería y el arco de medio punto sobre jambas cajeadas por el que se accedería al segundo piso, justo encima de la bóveda que permitiría el trazado de los escalones. Por último se dispondría un vano adintelado por el que entraba luz al monumental espacio que generaba esta escalera.

Escalera de comunicación entre
el claustro y la hospedería.

Por su estilo constructivo y a expensas de confirmación documental, dataríamos el espacio que va desde la entrada principal hasta el patio de la hospedería como renacimiento pleno. ¿Y del barroco? Básicamente ornamentación porque las obras que se acometieron en esta época perpetuaron la unidad de estilo conseguida con las reformas renacentistas. Son, sobre todo, puertas de marcado clasicismo y la cornisa que cubre los capiteles de las columnas. De los últimos años del siglo XVII (1691) data la construcción de los dos arcos en esviaje de la cabecera de la iglesia –de los que hablaremos- que también presentan una estética clasicista con geométricos casetones.

Exterior de la cabecera del templo.

Y, como acabamos de decir, hablamos de la iglesia. En ella se ve –para el ojo casi experto- la evolución del cenobio. Exteriormente domina la sobriedad de sus volúmenes, con muros de sillería al desnudo, interrumpidos por ventanales que en la cabecera primitiva fueron tres luminosas ventanas góticas de sencilla tracería. La ventana de la capilla del lado sur posee una celosía geométrica de tres ojos mientras que la de la otra capilla se encuentra semicegada, resultando imposible imaginar cómo era en origen.

Situación actual de la cabecera de la iglesia (interior)

El templo inicial era de una nave con cabecera plana y poseía la luminosidad propia del cister. Con los años le adosaron las dos capillas de paredes planas que forman línea recta con la cabecera de la iglesia. En el lado del evangelio, al haberse destruido la techumbre, queda actualmente a la vista la existencia de dos ventanas anteriores a la construcción de esta capilla, así como un contrafuerte que al estar embutido dentro de esta construcción no resulta visible desde el exterior. Un chivato que nos avisa de su construcción posterior a la nave principal. Con ello se puede concluir que, únicamente, debió de sobresalir en planta la escalera de caracol con husillo que hoy está ocultada por la construcción posterior.

Capilla de las Reliquias y acceso a
la Sacristía.

Las ventanas con arcos apuntados en la epístola (derecha mirando el altar) indican que el primitivo claustro gótico del monasterio era de una altura. Fueron cegadas a finales del siglo XVI cuando se construyó el claustro procesional actual. La planta de la iglesia muestra cuatro tramos de diferentes dimensiones con unas bóvedas que crecen a medida que se alejan del altar para salvar el desnivel del terreno. Estas son cuatripartitas en cada uno de los tramos de la nave y de ocho nervios confluyentes en la clave en la cabecera. Los empujes interiores de las bóvedas se sostenían en las prácticamente desaparecidas columnas adosadas al muro y en algunas ménsulas.

Detalle lado norte de la iglesia.

Estudiar el lado norte de la iglesia es más complicado por las pequeñas dependencias que se fueron adosando en diferentes momentos. Después de la capilla, donde se encuentra la cripta de los Varona Murueta, hay una estancia cubierta con sencilla bóveda de crucería, que pudo ser una primitiva sacristía y donde, posteriormente, se construyó una escalera para acceder al púlpito. Uno de los nervios de su bóveda descansa sobre una ménsula con forma de cabeza humana que nos resalta el cariño del Cister por los soportes indirectos y un regusto por lo románico. Se darán cuenta que el arco fue robado y se apuntaló la estructura. Su derrumbe hubiera significado la caída de parte del templo. Asimismo, en el lado norte se abre el vano que conduce a la escalera de caracol con husillo. Poco después se encuentra la puerta que conduce al cementerio, y junto a ella un reducido espacio en el que se aloja la escalera por la que se accede al órgano, obra que, al ser realizada con posterioridad a la construcción de la primitiva iglesia, se acomoda al espacio del modo más funcional posible.

Acceso sacristía y púlpito.

Anotaremos que los capiteles de este tramo son los únicos –junto al de la capilla anterior- donde encontramos cabezas de hombre. También tendremos un báculo en otro capitel y un monje con báculo en la clave de la bóveda.

Estado actual de la portería norte.

Portería norte en 1937 (G. Sandri)


En 1610 el cantero Pedro López Díaz se ocupó del arreglo de la portería norte de la iglesia por medio de un arco escarzano de amplia luz, que en 1701 era transformado al cerrarse con un dintel. A ambos lados del arco se disponían: el escudo de Castilla y León, coronado por un águila bicéfala; y el del Císter. Entre ellos se situaba una hornacina con la escultura de un monje bernardo. 

Coro de la iglesia.

En la capilla del lado norte de la iglesia, denominada de las Reliquias o, posteriormente, del Cristo -en alusión a los retablos que en ella se encontraban- hallamos la cripta de los Varona Murueta, enterrados en 1595. La lápida del licenciado Cristóbal Varona Sarabia, de mayor tamaño que la su esposa, se situaba situada bajo el arco oblicuamente, más cerca del altar principal. Figura la fecha de realización: 20 de marzo de 1596. el escudo ocupa casi la totalidad de la superficie, dejando espacio pon la inscripción en los laterales. En la zona superior izquierda, el relieve de una mano señala con el dedo índice el lugar por el que debe comenzar su lectura "ESTE SEPVLCHRO ES DEL LICENCIADO CRISTOSBAL VARONA SARAVIA". El escudo se adorna con un penacho del que sale un brazo con armadura y espada con la punta rota y a su alrededor aparece anotado "HIC EST VARONA". La lápida de Catalina de Murueta cubre la bajada a la cripta, es de menor tamaño y la mitad se encuentra ocupada por el escudo del linaje familiar.

Lápida de Catalina de Murueta.

La capilla de la zona sur, conocida como capilla de Santiago por el primitivo retablo dedicado a este santo y posteriormente como capilla de San Bernardo, muestra en la clave de la bóveda del primer tramo el escudo de los Velasco, mientras que en la clave del segundo aparece una flor hexapétala con el siguiente lema a su alrededor: "ESTA OBRA FESO EL CONVENTO".

Detalle

La iglesia es transformada a finales del siglo XVI. El ventanal gótico de la cabecera se cegó al ser colocado el retablo principal, realizado en 1590, que se sustituyó por otro en 1716 en el más claro gusto barroco, cuya traza presentaba arcos en la parte superior tras los que se abrieron sendos ventanales adintelados de vulgar factura, así como otro a la altura de la hornacina central en la que se disponía la talla de la asunción de la Virgen. Al construirse el claustro se cegó las ventanas del muro de la epístola y el templo perdió luz.

Púlpito

El aspecto de la nave de la iglesia de nuevo modificó su estética a lo largo del siglo XVII y comienzos del XVIII. En el siglo XVII se remodelan algunas puertas, como la que lleva al cementerio, o la de acceso a la sala capitular. En 1691 se abren los dos grandes arcos oblicuos que permiten observar desde las dos capillas de la cabecera el altar mayor. Posteriormente, al agrietarse los cercanos pilares, se dispondrían los altares de piedra adosados, que desempeñan la función de contrafuertes. La iglesia se llena entonces de retablos: en las cabeceras, sobre los altares de los pilares y en diversos laterales de la iglesia. Buscando alejarse de la imagen medieval se pican los fustes de las columnas adosadas del arco de triunfo de la iglesia y del resto de la nave, para enmascarar sus capiteles dentro de una clasicista cornisa denticulada que recorría toda la iglesia, asimismo placas barrocas decoran las bóvedas de la cabecera. La decoración se completaba con claves policromadas que cubrían las bóvedas de crucería.

Los arcos oblicuos

A los pies del templo se encuentra, sobre elevado, el coro que estuvo separado del resto del templo por una balaustrada y su sillería llevaba en sus respaldos bajorelieves con figuras de fundadores de órdenes religiosas de unos 35 centímetros de altura. Con la desamortización se trasladó a Villalaín y luego vendida.

Detalles etapas decorativas 

Como siempre gustan las cifras les diré que las tres naves del ábside tienen una anchura total de 20 metros y la nave central son 7 metros de ancho por 40 de largo.

Movámonos ahora hacia el claustro. Es un ejemplo de la arquitectura clasicista de finales del siglo XVI, de resonancias herrerianas, muy del gusto contrarreformista de la época. Fue contratado en 1595 con el cantero cántabro Juan de Naveda del Cerro. Era miembro de una familia de maestros. El padre, del mismo nombre, trabajó con Herrera en el Escorial. Y su nieto, Juan de Naveda Sisniega fue el autor de la cabecera de la iglesia del convento de las clarisas de Medina de Pomar.

Claustro en 1937 (G. Sandri)

Fue construido en el espacio del primitivo claustro medieval pero en dos alturas. Presenta arcos de medio punto entre pilares con sobrias pilastras dóricas adosadas. En realidad se trata de un espacio rectangular, aunque sugiere en el espectador la idea del cuadrado, desde el momento en el que dispone en cada lado cinco arcos de medio punto, que en los lados más cortos del rectángulo obliga a peraltar los arcos para que ocupen el mismo espacio. Las claves de los arcos del segundo piso se adornan con una sencilla ménsula finalizada en roleo (una voluta de capitel). Sobre ellas se anota la fecha en la que finalizó la construcción de ese lado. Por eso sabemos que se comenzó por el lado del refectorio – sur- en 1636, para realizar luego el lado capitular en 1637 y por último el del mandatum en mayo de 1638. Irónicamente estas fechas aceleraron el derrumbe.

Claustro en 2017

El refectorio debió reformarse y acabó siendo la zona del noviciado, a partir de 1770, lo que nos impide ubicarlo con claridad entre las actuales ruinas. Junto a él debieron encontrarse las cocinas (tenemos unas conducciones de agua) y el calefactorio que era el lugar donde se rasuraban semanalmente los monjes y se realizaban sangrías.

Escalera del Mandatum

Existen en el claustro dos escaleras de gran interés, una realizada en estos momentos, que se embute en el muro del lado del mandatum y otra anterior. Esta segunda es una muestra cisterciense que se dispone entre la iglesia y la sala capitular y que comunicaba el claustro con las habitaciones de los monjes, situadas sobre la primitiva sala capitular. Es una escalera de caracol sin alma. Este espectacular tipo de escaleras fue muy usado en el siglo XV. Un diseño que permitía repartir mejor la luz, transitar cómodamente por ella y transportar objetos voluminosos. Si subimos por ella llegamos a una sala rectangular cubierta con bóveda de cañón y en la que hay un ventanuco que da a la iglesia. ¿Qué fue? No lo sabemos: cárcel, biblioteca, enfermería…

Escalera sin alma.

La otra escalera, la del mandatum, está en el muro que separa el claustro de la iglesia. Es estrecha y abovedada. Permite, de un modo funcional comunicar la iglesia con el segundo piso del claustro. A través de ella los monjes acudían a los rezos diarios desde las dependencias monásticas situadas en el primer piso.

Miremos la Cilla y la Sala Capitular. Ambas cambiaron al remodelarse el monasterio con el nuevo claustro de Juan de Naveda. Las anteriores eran de menor altura, para permitir disponer sobre ellas el dormitorio de los monjes, sobre la sala capitular, y el de los conversos, sobre la cilla. A pesar de que el lado del claustro de la sala capitular se termina en 1637 la obra interior finalizó más tarde puesto que no se enlazaba el claustro con el tramo que precede a la dicha sala hasta 1651, asimismo en la puerta de acceso desde la iglesia hacia la sala capitular aparece grabada la fecha de 1668.

La cilla tapiada

La sala capitular que podrán ver es cuadrangular, cubierta con una bóveda de terceletes en cuya clave hay una inscripción que por el momento resulta imposible de leer al encontrarse cubierta con otra posterior de madera policromada. La primitiva sala capitular fue más baja y un poco más ancha a juzgar por las ventanas cegadas que comunicaban con el claustro y por la ventana con celosía de piedra que hoy distingue la depen­dencia, pero que anteriormente se encontraba en una zona más baja, enmascarada posteriormente al exterior por el grueso contrafuerte que consolida el muro. A veces se la define como sacristía por haber sido esta su postrera función y por no tener acceso al claustro.
Detalle policromía en el claustro

Respecto a la cilla, situada en la parte occidental del claustro, tiene su último tramo asentado sobre la roca. Esto debió de generar problemas de filtraciones de agua en su interior por lo que se preparó una canalización de drenaje que permitía desaguar en el claustro el agua que se acumulase en ese almacén. La cilla se cubre con una bóveda de terceletes semejante a la de la sala capitular, si bien los plementos se rellenan con piedra de toba, para aligerar el peso. Debió de tener otro tramo abovedado precediendo al actual, a juzgar por la cornisa que perduran en el muro. Resulta excesiva su altura para un almacén, siendo su justificación la eliminación del dormitorio de los conversos y tener que ajustarse a las medidas de techumbres y estilos requeridos por las nuevas trazas claustrales. Al lado de la cilla estaría el totalmente desaparecido refectorio de los conversos.

Horno de pan.

Alejándonos del claustro y de los edificios supervivientes nos encontraremos uno de los hornos de pan y los estanques para el riego de la huerta y para el refectorio y el claustro y su lavabo aunque en este último tramo no se conserva nada de la canalización ni de la fuente. Esta fue realizada por Diego González en 1590. Fue trasformada en 1623 para –supongo- adaptarse a los diseños de Naveda. El agua, que entraba en el convento desde el oeste por un segundo ramal se dirigía hasta la “torre del Abad”.

Estanque.


Bibliografía:

“El monasterio de Rioseco. Evolución histórico-artística. (Jornadas del monasterio de Rioseco)” Esther López Sobrado.
“Santa María de Rioseco. El monasterio evocado” Esther López Sobrado.
“El monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco (Valle de Manzanedo-Villarcayo) Historia y Cartulario” por Inocencio Cadiñanos Bardecí.

Para saber más:





Anexos:

Juan de Naveda.

Juan de Naveda del Cerro, en 1587, concertaba la obra del monasterio de San Pedro de Gumiel de Izán, ya desaparecido. Se iniciaba así su vinculación con la Orden del Císter, puesto que después vendrían sus trabajos para el monasterio de Fitero, la Oliva y Rioseco. De hecho, el claustro de Fitero guarda una gran relación con el de Rioseco.

El claustro de Rioseco fue contratado por Juan de Naveda del Cerro el 28 de marzo de 1595. Dos años después, conseguía el contrato para la reparación de la calzada de los Hocinos. Pero su muerte impidió que las finalizara. Entonces, su viuda Catalina Sisniega otorgó un poder a favor de su hermano Diego de Sisniega cediéndole la obra del puente de Astudillo y las de las calzadas de los Hocinos y la del puente de la villa de Palenzuela y la del monasterio de Rioseco de la Orden de San Bernardo.

Dibujo de las huertas.

Las huertas actualmente



Juan González de Sisniega

Nacido en San Mamés de Aras en 1563. Juan de Naveda le aportó los conocimientos clasicistas que no le dio tiempo a asimilar totalmente en El Escorial, donde pudo permanecer poco tiempo, y que éste tomará del foco vallisoletano. Juntos acometieron la obra de dos monasterios cistercienses de Navarra: Santa María la Real de la Oliva y el cercano monasterio de Santa María la Real de Fitero. Estos maestros dieron una nueva traza al sobreclaustro. Se señala también que el concierto que ahora se hacía de nuevo con estos maestros seguía las condiciones del anterior, excepto "que donde avian de poner las colunas se an de hazer ahora pilastras y los arcos como lo muestra la traza. "

Restos de la "Torre del Abad"