Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 7 de septiembre de 2025

Tren Blindado en el frente de Las Merindades.

 
 
¡¿Un tren blindado?! Sí. Pero, ¿eso no salía en una película de James Bond? Y sí, salía uno en “Goldeneye”. Uno soviético. Que eran muy amigos de esta arma. Y los alemanes, también.
 
Y los españoles. Por lo menos hasta 1939. Los trenes blindados se empezaron a emplear en la provincia de Cuba contra los insurrectos, en el malhadado protectorado de Marruecos y en el golpe socialista de Asturias de 1934. en este las columnas izquierdistas que marcharon sobre Oviedo lo hicieron acompañadas de una locomotora del Ferrocarril Vasco-Asturiano y dos vagones improvisadamente blindados donde practicaron aspilleras para disparar los rifles. Pero fue en la guerra de 1936-1939 cuando se emplearon de forma habitual, tanto como arma principal o como arma de apoyo.
 
¿Por qué se volcaron en ello los republicanos? Antes de la guerra el personal ferroviario era ugetista o católico conservador con menor presencia anarquista. El golpe de estado fracasado y la subsiguiente guerra civil fue una desgracia para los ferroviarios de izquierdas que quedaron en zona rebelde. Los ferroviarios de la zona gubernamental, mayoritariamente de la UGT organizaron las Milicias Ferroviarias de las que surgirían los trenes blindados. La zona nacional se desentendió del ferrocarril más allá de usarlo como medio de transporte o de algún tren capturado.

 
Con el golpe militar y los sucesos que acontecieron, los trabajadores ferroviarios de las principales empresas que quedaron en zona gubernamental se organizaron para controlar las estaciones, el material, los nodos ferroviarios y las comunicaciones telefónicas y el sistema de señales propios del ferrocarril. En los depósitos ferroviarios se comenzó a proteger locomotoras y vagones con planchas de metal reutilizado. Los rebeldes no blindaron trenes, aunque alguno si protegieron, o dotaron de vagones antiaéreos, como en el caso de transporte de Estados Mayores.
 
Los trenes blindados republicanos fueron evolucionando y compuestos de manera estándar: vagón artillero, locomotora y tender blindados, y vagón ametrallador. El vagón artillero iba en un extremo -pues los trenes blindados se movían indistintamente para adelante y para atrás- y con piezas navales de 37 mm. o 57 mm. o con piezas de acompañamiento de infantería de 70 milímetros. En el otro extremo el vagón ametrallador, para el que se escogieron vagones de carga pesada. El tender se adecuaba para sus labores de carbonear y se le añadía una estancia para el jefe de tren y los maquinistas.
 
Pero los trenes blindados no fueron un arma fundamental en ningún combate. Apoyaban con su fuego siempre y cuando el combate estuviese cerca de vías férreas. Su empleo fue variando: de fuerza de ruptura del frente a labores de suministro y vigilancia de frentes consolidados. Entendámoslo, las nuevas formas de lucha, la aviación que les descubría y atacaba y la mejor artillería eliminaba sus ventajas.
 
Se han llegado a clasificar los trenes blindados en: tren de asalto para ataques de infantería; tren ofensivo para acciones a media distancia; tren defensivo para proteger accesos a poblaciones con línea ferroviaria; y tren fantasma, rápido, con la máquina al final del convoy y con grupos de asalto de infantería.

 
Durante todo 1936 los trenes blindados dependieron -cuando dependieron- del comité de empresa o sindicato dominante en su sector, pero no fue hasta la orden de creación del Ejército Popular de la República cuando estas unidades empezaron a tomar forma. Serán las brigadas ferroviarias dentro del Cuerpo de Ingenieros. ¡Incluso hubo una canción bélica llamada “el tren Blindado”!
 
Y, por entrar en materia, ¿hubo trenes blindados en Las Merindades? Parece que sí. Una de las hazañas más recordadas de los derechistas meneses evadidos a la zona de Relloso fue bloquear la vía de La Robla para impedir que subiera por ella, hacia Bercedo, un tren que había sido blindado por los republicanos en los talleres de Valmaseda. Esta arma pretendía romper el frente hacia la cuña de Espinosa de los Monteros, emulando los logros de los trenes soviéticos.
 
Pero el tiempo de los trenes blindados se estaba terminando y aquel tren blindado en los talleres de "La Robla" de Valmaseda resultó un fracaso pues no pudo llegar hasta El Cabrio. Cómo dijo un entrevistado a Fernando Obregón: “Los de La Peña bajaban hasta la vía (del ferrocarril de La Robla), cortaron la vía para que no pasara el tren blindado, los de La Peña eran valientes, bloquearon el tren en un túnel, se oían los gritos de los que estaban (en el tren), que no podían salir pensaban que iban a llegar a Bercedo o a Espinosa, silbaban las balas...”

 
¿Qué túnel? No lo sabemos por el testimonio. Podemos conjeturar que fuese el túnel junto a la antigua estación de la Silla, tras la iglesia de Cantonad. Lo digo porque es de fácil acceso desde La Peña. Pero es solo una suposición. ¿Y el tren blindado? ¿Siguió en Las Merindades o fue retirado para proteger la ruta Bilbao? Todavía no lo sabemos.
 
 
 
Bibliografía:
 
www.infoaguilas.es
www.hispanismo.org
“Los trenes blindados en la guerra civil española”. Jacinto M. Arévalo Molina (capitán de ingenieros).
Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores.
"República, guerra civil y posguerra en el Valle de Mena (1931-1955)". Fernando Obregón Goyarrola.
Google. 
 
 

domingo, 15 de junio de 2025

El campo de aviación de Villarcayo.

 
Hoy hablaremos de un lugar que ha pasado a la pequeña historia de los últimos casi cien años de la merindad de Castilla la Vieja como el “Campo de aviación”. Un sintagma que repetimos los que pisamos la zona sin comprender lo que significaba, empleándolo sólo como un nombre, como si fuese “campodeaviación”, todo junto. ¡Incluso figura así en los mapas oficiales! Cuando de niño empecé a comprender lo que significaban esas palabras no lograba entender por qué hubo un aeropuerto allí. Luego lo supe: la más cercana guerra civil.

Campo de Aviación siglo XXI
 
Nuestra última guerra civil estalla en julio de 1936. La nación se fracciona y -dado que es el tema de esta entrada- con ella la aviación militar. De los aproximadamente 300 desfasados aviones militares españoles, unos 90 quedaron en manos de los rebeldes. Una proporción de cuatro a uno a favor del gobierno. El reparto de los pilotos también fue favorable a la república. Dada la evidente inferioridad, agravada posteriormente por el envío a la II República Española de modernos cazas y bombarderos soviéticos, los facciosos pedirán ayuda a la Italia de Benito Mussolini y a la Alemania de Adolf Hitler. Reclamaban aviones, combustible, repuestos, municiones, bombas, pilotos y personal especializado; y necesitaban trasladar el Ejército de África, al mando de Francisco Franco Bahamonde, para sumarse a las tropas del General Emilio Mola.
 
El 24 de julio de 1936, Franco solicitó al agregado militar italiano en Tánger que Mussolini remitiera, al menos, doce aviones de transporte, otros tantos aviones de reconocimiento, diez cazas y 3.000 bombas, más cuarenta ametralladoras antiaéreas y al menos cinco barcos de transporte. En principio el Duce se negó, pero fue convencido por su yerno Galeazzo Ciano. El 27 de julio de 1936 se ordena enviar doce bombarderos pesados Savoia Marchetti SM-81 trimotores al Marruecos español con pilotos y especialistas italianos voluntarios. Para evitar incidentes diplomáticos, se fingió la venta de los doce aviones, sin insignias, al periodista español Luis Bolín. Las tripulaciones italianas recibieron ropa de civil y documentos falsos. Llegaron solo nueve naves que empezaron el traslado de tropas a la península.

FIAT CR-32
 
Mussolini fue incrementando su ayuda militar mediante aviones, pilotos, especialistas e instructores. El 14 de agosto de 1936 arribaron a Melilla en barco una docena de biplanos Fiat CR-32. Y a finales de agosto, con otros contingentes de CR-32, se formó en Cáceres el Escuadrón “Cucaracha”, que luego se convirtió en el XVI Grupo de Combate. Aún en lo que respecta a los interceptores, en abril de 1937 se formaron el XXIII Grupo “Ace di Bastoni” y el VI “Gamba di Ferro” (Pierna de Hierro). Los CR-32 también equiparán al X Grupo de combate de las baleares y al Escuadrón Autónomo de Caza y Ametralladoras Arrows. En cuanto a las especialidades de reconocimiento táctico y asalto, la Aviación Legionaria Italiana se equipó con los biplanos Romeo RO-37 bis, que formaron el XXII “Gruppo Linci” y, a partir de abril de 1937 fueron llegando los grandes monoplanos de asalto Breda BA-65 que formaron el sexagésimo quinto (65) Escuadrón de Asalto enmarcado en el Grupo XXXV. La aportación italiana en el sector del bombardeo aéreo incluyó noventa y nueve SM-79 más modernos entre otros tipos de aeronaves.
 
En total, durante el conflicto, los "italianos" totalizaron 135.265 horas de vuelo, completando, entre otras cosas, 5.318 bombardeos durante los cuales se lanzaron 11.524 toneladas de bombas y disparando más de un millón de cartuchos de 12`7 mm y 7`7 mm. Actuaron contra concentraciones de tropas, centros ferroviarios, viales y logísticos del enemigo, los principales puertos y las ciudades en manos de los republicanos. A pesar del artículo 25 de la convención de La Haya de 1907 que prohibía el bombardeo de localidades o viviendas que no estuviesen defendidas por tropas armadas.

Campo de Aviación de Villarcayo-Villacanes en 1946
 
Para la ejecución de la tarea que acabamos de indicar en el Frente Norte fueron necesarios varias zonas de aterrizaje. En nuestro caso el Campo de Aviación de Villarcayo. Un Campo de aviación es una zona del terreno aplanado donde se realiza el despegue y aterrizaje de aeronaves. Sin mucha infraestructura, las avionetas aterrizan aproadas al viento y donde, como mucho, puede encontrarse una manga de viento.
 
La pista de Villarcayo surgirá tras el descalabro italiano en la ofensiva de Guadalajara de marzo de 1937. Una gran parte de los efectivos del CTV -las tropas italianas- fue enviado al norte de Burgos y alrededores en previsión de la ofensiva destinada a suprimir la zona norte republicana. Tendremos por aquí pululando 25.000 soldados italianos hasta el 14 de agosto. La Aviación legionaria se desplegará en las bases aéreas de Vitoria, Saldaña, Logroño y Villarcayo. La nuestra fue construida en la primavera de 1937 sobre tierras de cultivo expropiadas a las localidades de Villarcayo, Villacanes y Cigüenza y operada, únicamente, por unidades de la “Regia Aeronautica”. En la tarea de acondicionamiento, participaron vecinos, incluidos los de la cercana Medina de Pomar. “Durante un par de semanas, acudió mi padre, como “voluntario forzoso” a trabajar en la explanación de dicho campo. Salía al amanecer de la granja, llevaba comida y no volvía hasta la noche” contaba un entrevistado a Carlota Martínez.

Valerio del Campo junto a un Chirri 
de la escuadrilla "Pierna de Hierro"
 
En el aeródromo de Villarcayo habrían estado destinadas la trigésimo primera y trigésimo segunda escuadrillas de cazas bajo el mando de los comandantes Mezzetti y Mariotti. Pilotarán el Fiat CR-32 que era un caza biplano monoplaza equipado con dos ametralladoras de doce milímetros. En España estos aparatos fueron conocidos por su apodo de “Chirris”. El otro modelo desplegado en este aeródromo sería el RO-37 (Romeo 37), que realizaba labores de observación escoltado por CR-32. Del Romeo estuvieron dos “squadriglias”: la centésima vigésimo octava (128) y la centésima vigésima (120).
 
Los Fiat CR-32 no fueron interceptores muy rápidos, pero derribaron casi el cincuenta por ciento de los aviones republicanos, incluidos cazas I-15 (Chato) e I-16 (Mosca o Rata) soviéticos. Y eso que los I-16 superaban técnicamente a los He-51 y los CR-32, aunque fueron superados por los ME-109 alemanes. En concreto, en la primavera de 1937, los republicanos contaban en el frente de Vizcaya con una veintena de Chatos operativos, cifra muy similar a los Chirris y ME-l09-B existentes en Vitoria. Durante la guerra los aviones de la Legión Italiana destruyeron 943 cazas, bombarderos y aviones de reconocimiento republicanos y de los aproximadamente 730 aviones utilizados por Italia, quedaban 276. En mayo de 1939 los italianos vendieron sus vehículos al ejército vencedor y regresaron a su país.

Romeo-37
 
Los cazas asentados en Villarcayo solían salir en labores de escolta de los aviones procedentes de otras bases aéreas como en el caso del 12 de julio en el entorno de Cilleruelo de Bezana. Allí seis aparatos SM-81, escoltados por los Chirris de Villarcayo, incendiaron el bosque en tomo a Virtus, la estación de Soncillo, Cilleruelo de Bezana y el puerto del Escudo.
 
Por su parte, los RO-37 al finalizar la batalla del Ebro se incorporaron a la aviación española, en la que cumplieron servicio durante más de dos décadas. Este modelo era biplaza y estaba equipado con dos ametralladoras frontales de 7`7 mm y otra móvil dispuesta en la cabina trasera. Estaban diseñados para transportar hasta 12 bombas de 15 kilos. De los veinticuatro aparatos que fueron enviados a España, el ejército italiano perderá cinco, uno de ellos en Villarcayo.

Gamba di ferro 

El recorrido de los Romeo hasta llegar a Las Merindades partió de Guadalajara, luego el aeródromo de Lacua (Vitoria) y, posteriormente, estas “squadriglias” fue trasladada al aeródromo cercano a Logroño de Recajo. Los primeros aeroplanos llegan a Villarcayo: Once CR-32 el diecinueve de junio desde Salamanca y cinco RO-37 desde Logroño al día siguiente. El seis de julio llegará otro CR-32. Ya el diez de agosto se enviaron diez RO-37 desde la base de Vitoria y otros dos desde Logroño. Al día siguiente lo fueron nueve RO-37 desde Logroño y el trece llegaron cinco CR-32 desde Saldaña, todos necesarios para la operación de asalto a Santander. El lunes 16 de agosto despegaron de Villarcayo quince RO-37 para bombardear Corconte lanzando 300 bombas de 12 kg cada una. En 17 de agosto las tropas italianas llegaron a Orzales y conquistaron su aeródromo. A partir de ese momento, este aeródromo fue utilizado por la Aviación Legionaria Italiana y la aviación franquista en su avance.
 
Los RO-37 volaron misiones casi a diario durante su estancia en el aeródromo de Villarcayo. En esas acciones recibían cobertura y protección de los CR-32. Esto no evitó que se produjeran algunos accidentes. Por ejemplo, el 17 de agosto, en plena ofensiva, El RO-37 de Giuseppe Malvico y Giorgio Busa colisionó con el caza CR-32 de Adamo Giuletti mientras ambos intentaban aterrizar en Villarcayo. Dos de ellos tenían el rango de teniente y aunque fueron trasladados rápidamente al hospital de Villarcayo, no se pudo hacer nada por su vida. Ese hospital militar estaba en la calle San Roque. Los restos de una avioneta quemada quedaron muchos años en el imaginario de los vecinos del lugar.

Capitán Ernesto Botto
 
Hay que destacar el paso de una eminente figura de la aviación internacional por este aeródromo, como fue el Capitán Botto, conocido por su apodo “Gamba di Ferro”. Llegó a España en abril de 1937. El VI grupo cazas se configuró el 3 de mayo y el mando fue otorgado al mayor Eugenio Leotta (Apodado “Leonello”) quien moriría en combate al final de la Segunda Guerra mundial. El grupo consistió en las dos “squadriglias” citadas: trigésimo primera (31) comandada por el capitán Luigi Borgogno (apodado “Berigni”) y la trigésimo segunda (32), comandada por Botto.
 
El grupo en general se denominó primero Leonello, por su comandante, y más tarde Diavoli Neri. El 5 de julio fueron trasladados de Soria al aeródromo de Villarcayo. El 10 de julio se bombardeó la zona de Villaverde de Trucios en una acción combinada. Doce bombarderos Savoia S-81 del grupo vigésimo primer Stormo BT partieron de Soria y enlazaron con la escolta de cazas Chirris CR-32 del grupo VI C.T. de Villarcayo.

 
La ofensiva sobre Cantabria se inició el 14 de agosto, teniendo el CTV como primer objetivo la captura del puerto del Escudo, en torno al cual se produjeron feroces combates, para lo cual fue preciso el vuelo casi constante de la Aviación Legionaria para batir las líneas defensivas republicanas y escoltar a los pesados bombarderos Breda. El 16 de Julio comenzaron los enfrentamientos en torno al monte de La Maza, donde el capitán Botto y cinco cazas más, en una de las labores de escolta de los RO-37, fueron atacados por aparatos soviéticos, pero salieron ilesos. Los enfrentamientos fueron constantes. Durante la ofensiva de Santander Botto llegó a volar hasta cinco misiones al día. Las condiciones atmosféricas parece que dificultaron las operaciones de la aviación, aunque en el día 20 se registró un enfrentamiento entre miembros del sexto grupo de caza y varios aparatos de la mermada aviación republicana en el norte.
 
Las operaciones finalizaron para el 23 de agosto de 1937 y el 28 de septiembre serían enviados del Frente Norte al frente aragonés debido a las graves pérdidas de la aviación republicana en el norte, reducida a dos patrullas de Polikarpov I-16 y unos cuantos Polikarpov I-15. El día 24 se logró ocupar Torrelavega, ese mismo día las fuerzas republicanas deciden evacuar Santander y retirarse hasta Asturias y tras una breve pausa para reagrupar y organizar a las unidades, el 26 se ocupó Santander. Ese día llegaron desde Sevilla dos CR-32 a Villarcayo. Lo que contrasta con el traslado de veintiún CR-32 hacia Alfamen y diez RO-37 hacia Vitoria. En los once días de ofensiva se estima que la aviación legionaria realizó en conjunto 2.771 salidas, se arrojaron 453 toneladas de explosivos y derribaron a cerca de 50 aparatos republicanos.

 
Entre otros pilotos marcharon a Aragón el capitán Botto; el sottotentente Vittorio Barberis (alias Vittorio Fantini) que moriría en el frente de Aragón; el sargento Gaetano Bartolini que llegó a Villarcayo el 5 de julio y el 6 de agosto mientras escoltaba a unos RO-37 sería sorprendido por un grupo de chatos y ratas del que consiguió escapar con vida; y el teniente Edoardo Molinari Maggiore, que también habían realizado misiones de escolta desde Villarcayo de los RO-37.
 
Otro miembro de la “Gamba di Ferro” fue Valerio del Campo quien nos cuenta que los pilotos se levantaban para volar sobre las posiciones enemigas antes del amanecer y que “el 5 de julio, habiendo hecho las maletas, volamos hacia Villarcayo en el frente de Santander y finalmente nos encontramos en la zona de operaciones reales. Sabíamos que ese frente era bastante duro y que los oponentes eran feroces; algunos de nuestros camaradas de otros escuadrones ya habían luchado en batallas dignas de ese nombre y algunos habían perdido la vida. También sucedió que algunos de nuestros hombres habían derribado un avión civil lleno de gente pobre que tenía muy poco que ver con la guerra. En cualquier caso, teníamos que mantener los ojos abiertos y esperar el primer choque día a día. Los primeros días nos acomodamos un poco realizando vuelos de escolta de bombarderos en las zonas de Soncillo, Puerto del Escudo, Santander y el frente de Vizcaya. Fueron vuelos traicioneros porque estaban muy dentro de las líneas enemigas y un simple fallo habría sido suficiente para ponernos en manos del enemigo. Sin embargo, desde el punto de vista turístico había algo interesante, ya que la gran costa atlántica era agradable, sobre todo si se llegaba a ella a través de colinas sobrevoladas a baja altura. Santander, situada junto al mar, estaba rodeada por un ligero velo de niebla provocada por sus plantas industriales, pero debió ser una ciudad característica y tranquila con su paseo marítimo y las verdes colinas que la rodeaban y el océano azul oscuro.

Valerio del Campo en el 
Campo de Aviación de Villarcayo.
 
En Villarcayo nos hospedamos en un pequeño hotel donde Nati, nuestra bastante guapa camarera, se esforzaba por atendernos, un grupo de gente sin escrúpulos y de buen humor, sonriendo ante las ocurrencias e insinuantes bromas que todos le hacían entre pellizcos mientras, ocupados con los platos de gama, no pudo defender su retaguardia. Al fin y al cabo, ella también contribuyó en todo lo que pudo a que el ambiente fuera alegre y no carente de mucha alegría y ausencia de preocupaciones. Mi querido amigo Tinti y yo pasábamos nuestro tiempo libre en un bar donde escuchábamos canciones en inglés y aprendíamos español con unas chicas locales temerosas. Por la noche, todo terminaba en jolgorio y muchas veces hasta la vajilla y los platos volaban por el comedor, que al final quedaba reducido a un montón de chatarra. Eran formas de exuberancia exagerada, a veces de entusiasmo forzado que ciertamente no agradó ni siquiera a los españoles; pero hubo entre nosotros muchos ejemplos de esa juventud fascista que, para alabar al gran líder y a la guerra, dieron rienda suelta a sus orgullosas intenciones y expresaron su fe indiscutible en el gran líder y en la causa aún mayor, destruyendo todo lo que encontraron a mano”. El teniente Valerio del Campo fue promovido a capitán en noviembre y fue galardonado con una medalla al valor militar durante la campaña española.
 
Los aviadores disponían de dos uniformes: el de vuelo y el de paseo. El de vuelo lo constituían dos prendas principales, la cazadora y el pantalón ambos de color caqui con un forro interior desmontable de gruesa lana. Los pantalones serían de anchas pecheras y tipo bombacho. Todo estaba fabricado por la casa “Maus” de Turín. Las gafas en cambio estaban fabricadas por la firma “Protector”. El gorro, unos guantes y un pañuelo completaban el uniforme. Como calzado tendrían que haber llevado las botas de vuelo forradas en piel de cordero, pero preferían el uso de los zapatos del uniforme de paseo. Asimismo, en una funda de cuero guardaban los mapas de las operaciones. Por el contrario, el uniforme de paseo estaba compuesto tanto por una guerrera como por un pantalón y gorro de confección italiana siendo muy similar en color al español. La corbata era caqui y la camisa verde. La guerrera se diferenciaba de las españolas principalmente por tener costuras diferentes en las mangas y por tener una doble hebilla en el cinturón.

Savoia Marchetti S-81
 
Con la calma del Frente Norte tras la caída de Gijón el 21 de octubre de 1937, las tropas nacionales marcharán a Aragón. Esto hizo inútil el aeródromo de Villarcayo que sería abandonado. Recuerdo, ya a finales de los años setenta del siglo XX, una estructura rectangular de hormigón, con escalones en ambos extremos que descendían poco menos de un metro en la tierra, llena de basura cuya funcionalidad en ese descampado no llegaba a comprender. Hoy creo que pudo ser parte del aeródromo.
 
Finalmente, una reflexión: es curioso que sigamos llamando este lugar, tras más de 80 años, con el nombre de una actividad que duró menos de seis meses.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Arrasaré Vizcaya. 2000 bombardeos aéreos en Euskadi (1936-1937)”. Xabier Irujo Ametzaga.
“El pensamiento aeronáutico de la aviación nacional en la guerra civil 1936-1939”. José Sánchez Méndez.
“La Presencia italiana en la Guerra Civil Española: El Corpo Truppe Volontarie en la provincia de Burgos”. Carlota Martínez Sáez.
“Breve historia de la aviación legionaria italiana en España 1936-1939”. Alberto Rosselli.
 Associazione Culturale 4 Stormo. 
“Viento fuerte del Norte. Los bombardeos italianos en Las Encartaciones, Las Merindades y Cantabria”. Javier de la Colina Aranceta, Javier de la Colina Menéndez y Fernando Obregón Goyarrola.
 

  

domingo, 9 de febrero de 2025

Cartas italianas desde Las Merindades

  
El tiempo no nos hace olvidar. Las generaciones recuerdan todo lo que les ocurrió. Hasta su muerte. Una vez que fallezca el último de esa generación todo lo que no se registró se pierde. O se conserva distorsionado en la memoria de quienes escucharon a estas personas. Y la memoria nunca es Historia.
 
El recuerdo del paso de los legionarios italianos por Las Merindades sufre los efectos de la sentencia que les hemos indicado. Y eso que, a pesar de los esfuerzos institucionales, quedan restos de su paso en lugares recónditos de nuestra comarca. Evidentemente, sin contar el cementerio militar desmantelado de la pirámide de El escudo.

 
Las Merindades eran un frente tranquilo y los soldados italianos se distribuían por sus pueblos para descansar. La similitud idiomática -con sus problemas- y la procedencia rural de muchos de los voluntarios facilitó el contacto. Dicen que también ayudó la bien surtida cocina de campaña que tenían que se usaba cómo moneda de cambio para conseguir alojamiento y, quizá, otras cosas. Una niña de El Almiñé, en el valle de Valdivielso, recordaba que los italianos “Me cogían en brazos y nos daban macarrones, pan, café con leche que hacían ellos. Nosotros éramos veintiuno en casa, imagínate sin pan. Por eso nos dieron mucho de comer y se portaron muy bien, con mucho cariño y demás”.
 
Los oficiales se alojaban en casas particulares mientras la tropa lo era en pajares o tiendas de campaña en las eras cercanas. Era el consistorio local el encargado de repartir a los oficiales italianos por las distintas casas, percibiendo un dinero por ello (aunque no siempre se pagaba). Estas convivencias provocaban malentendidos lingüísticos por “falsos amigos” como “in questa casa, pulizia sempre” que, traducido es “en esta casa, limpieza siempre”. Otro recuerdo positivo de los italianos lo tenía José Antonio Gómez, de Teza de Losa, que cuenta que cuando llegaron los italianos dejaron a su familia el lado sur de la casa. Los italianos se encargaban de hacer la comida y la madre de José Antonio siempre dijo que fue el período que mejor se comió en aquel hogar. Claro que, según las declaraciones recogidas, la convivencia dependía de la voluntad de cada oficial. Así, en Lastras de las Eras relataban cómo una familia fue expulsada de su casa a punta de pistola y la tropa segó la hierba destinada al ganado para hacerse camas. Y no fue el único caso.

 
Otro motivo por el que se recuerda vivamente el paso de los italianos por nuestros pueblos era esa facilidad para el amor tan italiana. No eran pocas las jóvenes que tenían noviete del CTV. Evidentemente, para los mozos locales eso generaba envidias y suspicacias. Sin tener en cuenta que la mayoría de los legionarios eran padres de familia, con una media de tres hijos por cabeza, lo que explicaría por qué esos hombres se volcaban en alegrar a los niños.
 
Los oficiales debían vestir el uniforme en las áreas de descanso y en los pueblos, que constaba de la camisa y la corbata específicas, diferente del de primera línea de frente. Llevaban las viseras italianas llamadas “bustinas”, que tenían unas orejeras móviles y una visera frontal abatible, que es como la llevaron siempre. Por eso el recuerdo de que eran gente elegante.

 
Uno de estos oficiales italianos que llegó a Las Merindades, miembro del partido fascista, era Darío Grixoni. Un teniente de artillería en SPE (Servicio Permanente Efectivo), licenciado en Ciencias Políticas en el “Cesare Alfieri” de Florencia, de veintiséis años y 1`60 metros de altura. Hijo único de un matrimonio de clase media acomodada que le había pagado sus viajes por Europa antes de presentarse a liberar España. Su padre, Giuseppe Grixoni, fue un general de origen nobiliario. El 6 de mayo de 1941 la Consulta Heráldica de la Presidencia del Consejo de Ministros envió a Giuseppe el decreto con la firma de Mussolini por el cual se le reconocían “los títulos de Noble con las cualificaciones de Don y Doña transmisibles a los descendientes legítimos y naturales de ambos sexos por continuada línea directa masculina y de Caballero, trasmisible a los descendientes legítimos y naturales varones de varones”.
 
El teniente, en sus primeras cartas, pedía a su padre que le enviara el carnet de estudiante y los apuntes, mientras que a su madre le encargaba una lista de cosas que iba a necesitar: una corbata, gafas de la marca Viganó, medicinas, en especial aspirinas y purgantes, una caja con todo lo necesario para limpiar unos zapatos amarillos y las botas de montaña, y otra caja de costura para tejido caqui… ¡que su asistente se daba buena maña con la aguja!. Tenemos un retrato del oficial italiano de la época: elitista, burgués, refinado en sus gustos y duro con esos campesinos analfabetos que eran sus soldados.

 
La unidad de Darío Grixoni formaba parte de la División Littorio, al mando del general Annibale Bergonzoli. Contaba con dos regimientos de infantería y sus respectivas baterías de acompañamiento estaban equipadas con cañones de calibre 65/17. Había, además, un regimiento de artillería con dos baterías de 100/17 y un grupo de tanques y autoblindados, aparte de zapadores y otras unidades auxiliares. En conjunto unos 7.600 hombres. Esta División fue creada en la ciudad de Littoria por militares profesionales del “Regio Esercito”, pero voluntarios. La enseña de la División fueron los fasces romanos de veintiún varas y el lema: Credere, obedire, combattere. Littoria fue una ciudad encarga por Benito Mussolini, a unos 70 kilómetros del sur de Roma, sobre unas marismas que visitó en 1932. En 1946 la renombraron como Latina.
 
En 21 de marzo de 1937 Darío Grixoni entró por primera vez en combate: “He probado qué es la guerra y me he quitado ya las ganas. ¡Porras!”. En otra carta advertía a su padre, sobre la batalla -derrota- de Guadalajara, de que no creyera demasiado en el “optimismo de nuestros corresponsales: a propósito de la cuña de carretera de Francia, la cosa no ha sido propiamente voluntaria. Ahí tienes una piedra de parangón para juzgar otras informaciones”.

 
En Valladolid encontró, con un colega, “una magnífica habitación con dos camas, estilo novecento en azul, con toilette de mujer”, y, en otra casa privada, los diecinueve oficiales del grupo organizaron el comedor, donde se comía “bien por poco, 5 pts. al día”. Considerando que cobraban 14 pesetas diarias para comer, al no tener que alojarse en hoteles, podría ahorrar más para enviar a Italia. La pena para el joven Darío es que, herido en combate en un pie, estuvo postrado en la cama. Pero, como contábamos arriba, la suerte del oficial hizo que “la dulce compañía de Conchita, que me hacía de enfermera, me ha ayudado a aliviar el dolor. Al principio reacia porque decía que en España no se acostumbra, después convencida cuando le he respondido “pero yo soy italiano”, me ponía el brazo tras el cuello refrescándome con su piel el cuello ardiente, y me cantaba nostálgicas canciones españolas, mientras una amiga complaciente mirando desde la ventana vigilaba la situación y me dejaba hacer todo lo que quería. Esta vez sí que eran realmente escenas de primer plano de largometraje americano. Y mientras tanto sudaba, a causa de Conchita y la fiebre”. ¡Un latín lover! En otra carta escribía: “Total ya he olvidado a la pobre Conchita, aunque le escribo ardientes cartas de amor para hacer ejercicio ¡¡¡Debe creer que tras la guerra regresaré a casarme con ella!!!”.
 
Darío Grixoni envió otras dos cartas desde Osma, el 19 y 24 de mayo de 1937, aparte de un telegrama desde Vitoria. Esos días había participado con su batería, porque Mola había pedido refuerzo de fuego de artillería, en apoyo de los requetés en su avance desde Murguia sobre San Pedro y en la acción de varias unidades de asalto (arditi) sobre Orduña. En una misión de reconocimiento se adentró hasta Bermeo y visitó Guernica. Dijo que estaba destruida sin hablar del bombardeo.

 
Finalmente, el 13 de junio llegó a Medina de Pomar haciendo una parada en Burgos. El día 15 el general Bergonzoli se dirigió a todo el regimiento, formado con ocasión de la fiesta de la artillería, anunciándoles que “la batalla está cerca y esta misma tarde tomaréis posiciones con vuestras baterías, preparados para cumplir, como siempre, el más sagrado deber”. El 17 se desplazó con su batería hasta Castrobarto en apoyo de las unidades de requetés. Las cartas enviadas por Darío reflejaban el uso que Franco hizo de las tropas italianas, en un continuo tira y afloja con el Estado Mayor del CTV y el propio Mussolini. Pero no es el tema hoy.

 
Darío Grixoni, criado en la cultura fascista, ensalzaba la muerte en combate. En una carta enviada el 23 de junio desde Castrobarto escribía: “Ayer quisimos romper la monotonía y fuimos a disparar unos centenares de obuses contra la peña que domina Villasana. Naturalmente despertamos así a las baterías rojas, que nos contrabatieron y provocaron un muerto y un herido en nuestras filas. Hoy han sido los funerales. Miles de veces en el cine viendo los episodios patrióticos me he conmovido, ¡pero la realidad es superior a la ficción! Bajo el sonido lento del Piave, el coronel ha hecho el llamamiento fascista del caído, cuyo nombre resaltaba ya con la fecha sobre el escudo de un cañón. El ataúd estaba cubierto con la bandera tricolor coronada por un ramo de flores y el casco, puesto encima de un puentecillo sobre dos 68/17, que desde donde yo lo veía se destacaba contra un cielo borrascoso y oscuro. Los rostros de los hombres inmóviles en el "presenten armas" expresaban, todos, el mismo sentimiento, y sus ojos, fijos en el vacío, galvanizados por esas negras notas, miraban hacia la misma meta: ¡la victoria! Ha prometido el Duce darnos esa posibilidad y nosotros esperamos confiados, seguros de conseguirla”. Supongo que mientras el muerto fuese otro…
 
Por cierto, la Canción del Piave fue una famosa canción patriótica italiana que narraba un episodio de los combates en el frente austro-italiano del río Piave durante la Primera Guerra Mundial, convertida en himno nacional de Italia entre 1943 y 1946.
 
Las tres divisiones del CTV estacionadas en la zona de Soncillo trabajaban preparando las carreteras, trasladando los almacenes a posiciones más avanzadas, emplazando observatorios o estableciendo conexiones telefónicas. Y construyendo un aeródromo. Escribió Darío que “hace poco, mientras escribía, han pasado una treintena de bombarderos y cinco minutos después se han oído profundas explosiones que nos han hecho entender que de las posiciones defensivas delante de Soncillo no queda ni el recuerdo. Son evidentemente los mismos pilotos que ayer, con quince coches, he visto ir al observatorio CTV a observar la zona de los objetivos: eran italianos y alemanes”.

 
El 1 de julio estaba en Brizuela escribiendo cartas. Para los soldados, las cartas, enviadas y recibidas, era el único puente con su mundo familiar y sentimental. Por eso se enfadaban cuando no recibían correspondencia o por los retrasos en la entrega de la misma. El correo aéreo solo llegaba los domingos, miércoles y viernes. El 4 de julio estaba Darío en Argomedo.
 
Una de esas mañanas se había reunido toda la División Littorio en una llanura cerca de Villarcayo para la entrega de medallas al valor a manos del general Bastico. “Como ya os he dicho, en mi regimiento nada (quién sabe quién ha parado esas propuestas), mientras que la infantería y especialmente el regimiento de asalto divisional han logrado bastantes (una de plata y una docena de bronce)”. Darío, el artillero, achacaba ese reparto al amiguismo sin pararse a pensar en otras razones.
 
El día 8 estaba en el observatorio emplazado ante Soncillo, donde ya estaba todo preparado para romper las líneas republicanas. Pero no llegaba la acción lo que desesperaba a nuestro muchacho: “Así que en este momento estoy tranquilamente en el observatorio, descansando de la habitual niebla y del acostumbrado frío húmedo ¡Qué lata!”. Circulaba el rumor de que la suspensión “se ha debido al hecho de que la aviación ha tenido que volar desde nuestro frente al de Madrid para ayudar a contener el ataque de los rojos en estos últimos días”. Desde el 6 de julio el Ejército de la República estaba lanzando una ofensiva en la zona oeste de Madrid, en torno a Brúñete, para aliviar la presión de los ejércitos de Franco sobre el frente norte.

 
Anteayer, sin embargo, los rojos no nos pillaron por los pelos. Estábamos haciendo un tiro de ajuste sobre los objetivos aquí frente a nosotros, cuando los rojos nos atacaron con un infernal fuego de contrabatería sobre nuestras propias baterías, que están dispuestas casi sobre un único alineamiento aquí, debajo del observatorio. Por fortuna que tienen pocas piezas, disparos aquí y allí, y que el terreno está muy blando y las granadas no han hecho ningún efecto, porque el tiro estaba bien centrado. Una granada ha explotado a los pies de un subteniente que estaba de pie detrás de su sección, a no más de 50 cm -os lo aseguro, con la máxima exactitud y ninguna exageración- y, bien ¡sólo se ha ensuciado el uniforme de tierra!”.
 
Por lo que cuenta Darío, las bucólicas fotografías de Guglielmo Sandri no eran toda la realidad: tuvo que interrumpir la escritura de una carta “porque han caído en picado como halcones, aquí encima, nada menos que 12 cazas rojos. Si esperamos todavía más dentro de poco tendrán una armada ¡y pensar que apenas llegados nosotros aquí, en Santander no tenían ni siquiera uno! Podemos agradecérselo a Francia e Inglaterra”.

 
La monotonía y el tiempo disponible permitía a los voluntarios italianos escribir a menudo. Nuestro ejemplo, Darío, decía los días 29 y 30 de julio, desde Brizuela, que “vegeto en el aburrimiento más absoluto y desolador”, tanto que “la cosa está asumiendo aspectos preocupantes y creo que más de uno de nosotros acabará en el manicomio si esto sigue así”. Al menos, este teniente, después de cobrar las 210 pesetas del comedor, recibió un permiso para ir a Vitoria y Bilbao. Para ello durmió bien la noche anterior, se afeito y duchó “mediante abluciones con una esponja de pie sobre un barreño de 50 cm de diámetro”, se vistió de paseo y montó en un FIAT 618 -un camión ligero- y, pasando por Medina de Pomar, llegó a Miranda de Ebro. Allí, con un taxi, marchó hacia Osma, Berberana, Orduña, Amurrio, Llodio y Bilbao, llegando a las cuatro de la tarde. En la retaguardia de Berberana (Burgos), según contó tiempo después el asistente de Darío, intervino el teniente calmando una riña entre dos concejales “que ya habían llegado a las manos, en presencia de soldado de tropa y, lo que es peor, de algunos legionarios alemanes”. Ciertamente, en plena guerra resultaría una situación tragicómica.
 
La ofensiva en el frente de Santander seguía parada a finales de julio, pero sabemos que se romperá en agosto. Los cañoneos de los últimos días de julio habían provocado el abandono de todos los pueblos situados en el radio de tiro de las baterías. Cuando el 5 de agosto se produjo el ataque sobre Villasante, tras la incorporación del grupo de cañones 100/17, Darío escribía que había “falta el efecto sorpresa, pero el enemigo está ya fuertemente desmoralizado por el martilleo continuo sobre sus posiciones desde hace más de un mes”. La superioridad del ejército sublevado gracias al apoyo militar alemán e italiano era manifiesta, y la artillería republicana era exigua. Darío Grixoni comenzó agosto en la cresta montañosa que dominaba Villasante, contemplando una sucesión de bombardeos aéreos sobre esa localidad burgalesa, “un magnífico espectáculo... algo simplemente cinematográfico”. Podemos decir que era una ventaja de un oficial de artillería de 1937 que veía la guerra desde la distancia, en un lugar casi seguro.

 
Darío escribía el día 12 de agosto que “dentro de dos horas salimos para ir a la línea de frente en Argomedo, desde donde pasado mañana deberemos comenzar la ofensiva para la toma de Santander”. Avisaba de que le sería difícil escribir en varios días, aunque intentaría enviar un telegrama en cuanto le fuera posible. El día 14 de agosto empezó la batalla de El Escudo con una ofensiva desde la línea entre Soncillo y Argomedo (Burgos), donde se habían juntado nada menos que 32 baterías divisionales, incluido el grupo 65/17 de la Littorio. En los días siguientes los combates fueron especialmente intensos entorno a Cilleruelo de Bezana, Torres de Abajo y de Arriba y, más tarde, Ontaneda.
 
El día 17 mandó una carta con el remite “Hacia Santander”, desde Castrillo de Bezana, “aprovechando un momento de descanso bajo la sombra de una encina”, con una breve cronología de su “épico y glorioso avance sobre Arija, que desde este punto veo extenderse en la llanura quemada por el sol”. Relataba el inicio de la ofensiva desde Argomedo del día 14: “Por la mañana un fuego infernal: artillería y aviación en oleadas sucesivas han cubierto de humo todo el frente delante de nosotros; después de la comida el tiovivo ha continuado, mientras la infantería -XXIII Marzo a la izquierda y Fiamme Nere a la derecha, Littorio (infantería) extendida hacia Villarcayo- avanzan con decisión conquistando todos los objetivos asignados. Acción simultánea de los tanques que precedían a las diversas columnas de infantería. (...) Hoy parada aquí porque es necesario rastrear la zona conquistada anteayer y ayer, para evitar que avanzando los que dejamos atrás puedan causar problemas ¡Nada de tonterías tipo Guadalajara! Miles de prisioneros, todos bien felices de pasar a nuestras manos. Avanzaba y nos besaban y nos abrazaban sin tener cuidado de levantar las manos y considerándonos como hermanos: se ve que la verdad ya se había difundido. Conclusión: creo que nos hemos comportado bien y que Guadalajara puede ser olvidada también por los demás... Creo que para Santander ha sonado ya la hora de la caída. No puedo ni imaginar que piensen en una resistencia en serio, ahora que han visto cómo estamos organizados y los medios de que disponemos. Dominio absoluto del aire y absoluta preponderancia de fuego. Los periódicos, naturalmente, para exaltar hablarán de héroes, etc., etc. No os lo creáis, hemos dado un paseo, y lo puedo decir yo que he ido por delante durante un buen rato con el batallón de asalto de la Littorio. Pérdidas prácticamente ninguna. Además, no tienen armas; ¿y con qué nos tendrían que fastidiar? Al máximo con las pocas ametralladoras de que disponen”.

 
Pasarían doce días antes de que sus padres recibieran una nueva carta desde Santander, fechada el 29 de agosto de 1937. La última carta que recibieron estaba fechada el 22 de julio de 1938. Esto convertiría el título nobiliario hereditario que había concedido Mussolini al padre de Darío en un reconocimiento inútil tras la muerte de su único hijo en la guerra de España. Fin.
 
 
 
 
Bibliografía:
 
“Morir lejos de casa. Las cartas de los soldados italianos en la Guerra Civil española”. Javier Muñoz Soro.
“Guglielmo Sandri en Las Merindades. La Guerra Civil tras la cámara del teniente italiano”. Miguel Ángel Moreno Gallo (Coordinador).
“El paso del C.T.V. por Las Merindades”. José Luis García Ruiz.
Archivo de la provincia autónoma de Bolzano Alto Adige (Sudtirol).
 
 
 

domingo, 26 de mayo de 2024

Política, sangre y odio en Arija (1934-1941)

 
 
Ninguna guerra surge de la nada. Los factores son múltiples y, muchas veces, cada persona que empuña un arma en cualquiera de los bandos tiene razones, venganzas o rencores que cobrarse. No hay nada bonito en ello, ni en sus causas. Ni existió lo que la leyenda rosa sobre la II República Española cuenta -al menos no como lo cuenta- ni la equivalente con el franquismo. O al revés.

 
Para comprenderlo mejor nos centramos en una localidad que llevaba poco como municipio independiente, Arija, constituido en 1928 y formado por dos barrios: el Barrio de Arriba o núcleo tradicional y el Barrio de Abajo o Vilga, construido en 1906 al instalarse allí la empresa vidriera "Cristalería Española”. Con ello, tenemos un centro industrial comunicado con Bilbao y León a través del ferrocarril de La Robla. Además, cerca pasaba la carretera entre Burgos y Santander. Esto llevó a que en 1930 estuviesen censadas 2.187 personas de las cuales unos 600 eran obreros empleados en la "Cristalería Española" y otros estaban en una cantera de arenas silíceas. La mayor parte de ellos estaban sindicados, principalmente en la UGT.
 
Era un núcleo rojo e industrial en una provincia conservadora y agrícola. Allí vencían las candidaturas de izquierdas en todas las convocatorias electorales. Y, en esa población se disfrutaba de la tensión política común en el pútrido aire político de la segunda república española. El 9 de abril de 1934 hubo una pelea entre Serafín y Ángel Sedano Jerez y Eugenio Javier Sedano llevándose este último la peor parte. 

El cinco de octubre de 1934 la Guardia Civil detuvo a Aquilino Hidalgo Hidalgo, Sabino Fernández García, Urbano Ruiz Ceferino y Ángel Rodrigo Lucio que dispararon contra Adolfo Sierra Fernández de 27 años, Gregorio Ruiz Lucio de 20 años y Gregorio Argüeso Castañeda de 24 años. Esta guerra política llevó a que se solicitase la construcción de una casa-cuartel de la Guardia Civil para 25 familias. Hasta ese momento había seis números y un sargento solamente.

 
Durante el golpe de estado socialista de octubre de 1934 -que ha pasado a la historia como la “Revolución de Asturias”, aunque hubo levantamientos por toda España- fue apuñalado el día siete el miembro de la Falange Española Jesús Sainz Hierro de 20 años, que murió a los diez días en Burgos. Un hermano suyo resultó herido. Aunque este caería combatiendo durante la guerra civil de 1936. Situémonos en el 25 de enero de 1935, en esta sangrante Arija, donde se ha producido otra riña entre obreros con el resultado de un herido muy grave por arma blanca, Ángel Rodrigo. 


El 8 de abril, al salir de una taberna, surge una encerrona más entre facciones políticas -se acometieron dos grupos rivales a tiros y puñaladas- donde muere Manuel Villapún López, antiguo alcalde socialista de Arija hasta su destitución tras octubre de 1934 y presidente de la Casa del Pueblo, y quedan heridos graves Félix Zamanillo Diez, Celestino Villapún López (que morirá fusilado por los sublevados de 1936) actual presidente de la Casa del Pueblo, Cesáreo Quevedo Ruiz y su hermano. Otras fuentes añaden a Cesáreo González y Ceferino Hidalgo.



El 23 de octubre, en plena nevada, se originó otra pelea con arma blanca entre afiliados socialistas y derechistas, en la que Guillermo Madrigal y Florencio Sendino apuñalaron a José Calle Abad que fue curado de urgencia por el médico de Arija y luego fue trasladado a Burgos. Lo terrible es que los agresores tenían veintiuno y diecinueve años respectivamente. ¡¿Quién les había envenenado el alma?!
 


La cosa estaba que ardía. La lucha por el control de las calles entre las facciones políticas era a muerte. No solo aquí sino en toda España. Pero, ¿Cuál era la proporción de voto en Arija para tanta sangre? En las elecciones a Cortes Constituyentes del 28 de junio de 1931, el bloque de derechas obtuvo 447 votos (un 18`69 por ciento) frente a los 1.944 votos de la izquierda, es decir, un 81`30 por ciento). En 1933 la derecha obtuvo un 37`26 por ciento de los votos y la izquierda un 62`73 por ciento. En las elecciones de febrero de 1936, la derecha obtuvo un 42`15 por ciento frente al Frente Popular votado por un 55`71 por ciento y el centro con un 2`12 por ciento. Vemos que la izquierda estuvo perdiendo en Arija apoyos durante los cinco años de la segunda república española.
 
La crisis económica iniciada en 1929 y cuyas reverberaciones siguieron durante la década de 1931 a 1940 redujo ostensiblemente la mano de obra. De 601 obreros en 1931, se pasó a 471 en 1933. Las reformas en el derecho republicano aumentaron la tensión social originada por la falta de trabajo. Por ejemplo, hubo numerosas huelgas en las obras del Pantano del Ebro y en el aumento de la conflictividad social durante el periodo republicano (1931-1936).

 
La Agrupación Socialista contaba con 128 miembros en la primavera de 1936 y los dirigentes de los sindicatos cristaleros de la fábrica de vidrio eran afiliados del PSOE. También hubo anarquistas y agrupaciones del Partido Radical de Lerroux (centroderecha). En 1931, se creó en Arija la Juventud Católica Masculina muchos de cuyos miembros pasarán a la Falange Española. Los enfrentamientos entre ambos extremos se iniciaron rápidamente y, como ya hemos leído, fueron abundantes.
 
Tanto la agrupación socialista como la Juventud Católica contaban con cuadros artísticos que ponían en escena obras de teatro para adoctrinar, distraer y reforzar los vínculos del grupo. Otras actividades fueron la organización periódica de charlas y conferencias y las veladas recreativas. En estas últimas tras la lectura de poemas, discursos alusivos a la causa obrera se cantaban himnos socialistas como Proletarios Unidos, La Internacional... Se realizaban también excursiones y comidas de confraternización.

 

Tras el golpe de estado fallido del verano de 1936, los republicanos montañeses mantuvieron el control de esta zona del norte de Burgos y dispusieron el frente en las parameras de Bricia y La Lora. Concretamente, el Burgos republicano comprendía los ayuntamientos de Arija, Valdebezana, Valle de Mena, Merindad de Montija, valle de Zamanzas, Alfoz de Bricia y Alfoz de Santa Gadea. Las personas encuadradas en sindicatos, rápidamente, organizaron la columna de Arija, formada por voluntarios locales junto a efectivos del Regimiento Valencia de Santander. Con el tiempo la columna de Arija pasó a formar parte de la División núm. 3 y luego de la división 54, mandada por el piloto Navamuel. Para hacer frente a las necesidades militares y reforzar las defensas se construyó un aeródromo y se instaló un destacamento de defensa antiaérea contra aeronaves (D.C.A).
 
Las autoridades renovaron el Consejo Municipal de Arija en enero de 1937 compuesto por los dirigentes del PSOE y la UGT. El alcalde-presidente era Demetrio Arnaiz Gómez (PSOE y UGT); vicepresidente primero Isaac Martínez Gutiérrez (PSOE y UGT); Eusebio Blanco Blanco (UGT); Celestino Villapún López (UGT); Jesús López Jarcia (UGT); Gabino García Alonso (UGT); y Jesús Ruiz Guerra (UGT). ¡Y se incorporaron temporalmente a la provincia de Santander!

 
La Cristalería Española de Arija, cuya sede social se encontraba en Bilbao, fue incautada por el Gobierno. Los componentes del Comité de Control de la "Vidriera" fueron Celestino Villapún López (presidente), Gabino García (secretario), Marcelino Tamayo, Valerio Vigo, Adolfo Sierra, Porfirio Róscales, Pablo Montes, Isaac Martínez, José Lafuente y Pelayo Millán. Además, la Sociedad de Obreros Cristaleros del barrio de Vilga, en Arija, contaba con 80 milicianos de la UGT, con Pablo Montes como comisario de guerra, dispuestos para la defensa frente al fascismo.
 
La cercanía a territorio rebelde, los enfrentamientos precedentes y la alta afiliación a ambos lados del arco ideológico produjeron un alto número de voluntarios… y de prófugos y evadidos desde el lado republicano durante la guerra. Un estudio pormenorizado, elaborado a partir de una "Relación de movilizados en Arija", muestra que hubo 64 voluntarios republicanos, es decir, más de un 23 por cien del total de 482 movilizados. De estos últimos, 2 eran prófugos, 28 evadidos, 88 en paradero desconocido y 12 detenidos, lo que suponía un 26`94 por cien del total de movilizados. Una cifra considerable de mozos ajena a las querencias bélicas o a la causa republicana. Los índices mayores tanto de voluntarios como de contrarios, opositores, indiferentes o desafectos pertenecían a los segmentos de población más joven (18 a 23 años), llamados a filas en enero de 1937, mes en el que fueron militarizadas las quintas de 18 a 45 años.

Escuelas de la "Cristalera Española".
 
La escuela junto a la fábrica se convirtió en un Hospital compuesto por cuatro cabos y setenta y nueve soldados. No sus sótanos que fueron cárcel, claro. El Hospital acogía a soldados con heridas de menor consideración. En abril de 1937 ingresaron 180 enfermos y hubo una media diaria de ingresos de 20 a 25 enfermos. Se cerró tras la retirada de agosto de 1937. Podemos hablar del director del Hospital que fue el médico Fidel Hoyos Merino nacido en Reinosa el 24 de abril de 1880 y que pudo continuar ejerciendo su labor hasta su jubilación en 1958. También se empleó como cárcel el edificio de telégrafos. Debían ser unos lugares muy eficientes porque continuaron sirviendo en la represión franquista. Alguna de las dinámicas que emplearon los “Rojos” y, quizá, después los “azules” fue la que refería la Causa General franquista. Escribió que los vecinos de Arija Aniceto Altuna, Arsenio García, Andrés Arbaiza, Antonio Jorner, Marcelino Real y Francisco Pérez "fueron maltratados de obra, siendo sacados de los calabozos de noche para simular su fusilamiento, siendo algunos colgados de las barandillas del puente sobre el río Vilga y otros amarrados a los árboles, siendo brutalmente apaleados". Cositas de la guerra, el odio y el rencor.

 
En este fervor revolucionario también participaron las mujeres. No solo las que posaron en unas fotos propagandísticas como impolutas milicianas sino las que lucharon como de cocineras y camareras del comedor popular para atender a los refugiados de las comarcas limítrofes. Por cierto, posar en estas fotografías trajeron consecuencias penales al llegar a Arija los franquistas. Así Bernardeta García Campos fue condenada a 8 años, cuando tenía 24 años y Basilisa Salcedo Sedano, de 21 años, encarcelada desde el junio de 1938 a marzo de 1940. Las condenas no solo eran de prisión, sino que, a las que se habían destacado por mitinear o cosas similares, fueron detenidas, rapadas el pelo, insultadas y exhibidas de forma humillante. Curiosamente es lo mismo que sufrieron las colaboracionistas cuando se liberó Francia. En este grupo estuvieron Hilaria García Ruiz que fue apaleada y condenada a 30 años; Ester Martínez Calvo; Matilde Pérez García o Teopista Gallaga Bárcena.

 
Como muchos otros niños del frente norte republicano hubo algunos que fueron alejados de la guerra española trasladándoles al norte de Europa. De Arija salieron noventa niños en dos expediciones, el 12 de mayo y el 19 de junio de 1937. Fueron a ciudades flamencas (Lovaina, Meenen, Zandrliet) y algunos continuaron viaje hasta la Unión Soviética. La mayoría retornaron a mediados de 1939 aunque otros como Antonio Espeso, Herminia Pérez, José María Saiz, Mariano Puente Ruiz, Josefa de Villacorta o Angélica Picos no volvieron.
 
Ese año de control republicano tuvo sus represaliados (algo que parece tabú decirlo) y “paseados” dándonos la cifra de unos diecinueve muertos. Y, es que, el frente se mantuvo estable en Las Merindades por diversas razones. El norte se desmoronará con la caída de Bilbao y el avance franquista por la costa que amenazaba con embolsar a los republicanos de la provincia de Santander. La puntilla llegó con la ofensiva de los sublevados del sábado 14 de agosto que hundió el frente de La Lora y los arijeños vieron la marcha de los soldados republicanos y de los simpatizantes de izquierdas a Reinosa primero y, posteriormente, a Asturias. Buscaban embarcarse para salvar la vida o continuar la guerra en el mediterráneo. Evidentemente esa afortunada posibilidad se concedió de arriba hacia abajo y muchos ciudadanos comprometidos con el Frente Popular fueron capturados y juzgados o asesinados. El lunes 16 de agosto, las Brigadas de Navarra tomaron Reinosa, mientras los italianos de la agrupación "Celere" entraban en Arija y seguían en dirección a Reinosa, cerrándose así la bolsa de tropas republicanas en Valderredible.

 
Con la entrada de las tropas Nacionales, se volteó la tostada y se inició la represión franquista que costó la vida al menos treinta y dos vecinos de Arija "paseados", fusilados en Santander y Burgos, fallecidos en prisión en la posguerra, etc... Arija fue destinada por los rebeldes como punto de recepción de prisioneros junto con Barruelo y Aguilar, es decir, como campos de concentración inmediatos para clasificar a los combatientes republicanos. Esos treinta y dos vecinos muertos representan un porcentaje de 14`6 por mil sobre el censo municipal de 1930, muy elevado pero inferior al de otros municipios de la comarca de Las Merindades, como Sotoscueva y Montija.
 
Pasado este trago de la guerra, la Casa del Pueblo pasó a ser la sede de Falange, en tanto se reactivaba la producción industrial de la Cristalería Española. Las antiguas escuelas -hospital y cárcel- serán una preceptoría para nuevos seminaristas del Arzobispado de Burgos.

 
Doscientos cincuenta y ocho presos de Arija, Valdebezana, Campoo y otras zonas de Cantabria y de España redimieron penas y fueron utilizados como mano de obra en el Destacamento Penal de Arroyo para finalizar las obras del Pantano del Ebro, que fue inaugurado por el propio Francisco Franco, “Caudillo de España por la Gracia de Dios” como decían sus monedas, el 6 de agosto de 1952.
 
Por supuesto, tras la victoria los ganadores instruyeron la poco imparcial Causa General sobre la dominación roja en España instruida por el Ministerio Fiscal por Decreto del 26 de abril de 1940. Esta posee relaciones de nombres de personas represaliadas. Las zonas de Burgos que estuvieron bajo control republicano tuvieron una pieza aparte.

 
Según la Causa General, los vecinos de Arija asesinados en prisión o por la calle y desaparecidos por los republicanos fueron: Elías Ruiz Lucio, Gregorio Ruiz Ruiz, Daniel Diez Zubelzu, Francisco Pérez, Aurelio Ruiz Saiz, Orencio García Terradillos, Heliodoro García, Celestino Rapp Diez, (16 años), Honorato García, Gerardo José Hermosa Valderrama, (16 años), Julián Alonso Crespo, Braulio Viñas, Antonio Benito, Heraclio Gómez Bustamante, (16 años), José Calle Abad -falangista fallecido en el frente de Bilbao en febrero de 1937-, José Caro Huertas, Amaro Ruiz Saiz y Armando Miguel Fuenturbe -religioso-. He señalado la edad de los más jóvenes que en aquella época eran ya hombres hechos y derechos pero que hoy les llamamos “niños”.
 
Los supuestos responsables, según la Causa General, fueron: Demetrio Arnaiz, Pablo Montes, Adolfo Sierra, José La Puerta, Celestino Villapún, Joaquín Rodríguez, Joaquín Domínguez, Manuel Bueno, Porfirio Roscales, Valeriana García, Valerio del Vigo, Rogelio Rodríguez, Mariano Rodríguez, Isaac Martínez, Agustín Martín, Tomás Recio, Tomás Gutiérrez, Jesús López, Benito Gutiérrez, Ángel Sedano, Serafín Sedano, Antonio García, Demetrio Hidalgo, Julio Hidalgo, Aquilino Hidalgo, Emilio Puente, Demetrio Puente, Engraciano Puente, Pedro Álvarez, Constantino Galán, Saturnino García, Alfredo Santos, Felipe Santos, Ramón Gutiérrez, Pedro Orejas, Gabino García, Sabino Fernández, Heraclio Ruiz, Raimundo Fernández, Felipe García, Lorenzo García, Victoriano Saiz, Pelayo Millán, Marcelino Tamayo, Urbano Ruiz, Aquilino Ruiz, Pedro Fernández y Alfredo Santos. La represión franquista afectó con resultado de muerte a 22 de ellos, acusados de haber colaborado, desde sus cargos en las organizaciones sociales y sindicales, o por ser miembros de los comités de guerra de Arija, el Gobierno republicano de la zona norte, además de su presunta participación en el asesinato del capitán Sanjurjo en Corconte.

 
Además de los anteriormente citados, otros arijanos como Fidel Puente y Emilio Lucio Saiz, fueron acusados en la Causa General de desmanes, saqueos y robos ocurridos en la localidad durante el poco más de un año de ocupación republicana de la villa, así como de la destrucción de los ornamentos de culto de la iglesia del pueblo y de la capilla de la fábrica de la Cristalería Española del barrio de Vilga, con añadidos como ser también los presuntos responsables del saqueo y robo total de veintiuna viviendas y parcial de seis viviendas de dicha localidad.
 
De manera complementaria a la represión física contra las personas imputadas {ejecuciones, cárcel, destierro, etc.), consolidado el Gobierno franquista, y una vez normalizados los órganos ordinarios de Justicia, se pone en marcha la represión económica, o lo que es lo mismo, se realiza una reforma de la legislación para que se aceleraran los trámites de liquidación de responsabilidades políticas. A tal propósito se promulgó la Ley de 9 de febrero de 1939. En su virtud, se atribuía a la jurisdicción ordinaria el enjuiciamiento de las Responsabilidades Políticas, para "liquidar las culpas contraídas por quienes contribuyeron con actos u omisiones graves a forjar la subversión roja, a mantenerla viva durante más de dos años y a entorpecer el triunfo del Movimiento Nacional". En el caso de Arija, afectó a 77 personas. Miren los anexos, aunque sea solo por recordar su nombre.

 
Arija, durante la posguerra, vio decaer su esplendor industrial que se vio reflejado en el descenso de ciudadanos censados: de 2.187 habitantes en 1930, a los 490 del año 1960.
 
Parece que existieron, al menos, un par de fosas comunes: la de la finca cercana a las escuelas de la cristalera y la del colegio de León de Argüeso. En esta última deben estar enterrados unos milicianos capturados allí a la entrada de los franquistas. Se habla de una tercera bajo el pantano dado que, al parecer, la draga de "Arenas de Arija” extrajo huesos humanos que volvieron a ser enterrados para evitar complicaciones alrededor del 2005, pero podría tratarse de una necrópolis medieval.
 
 
Bibliografía:
 
“Vida y muerte en el norte de Burgos y Palencia en la Guerra Civil y posguerra (1936-1950)” Jesús Gutiérrez Flores.
“Arija (Burgos). Causa general, represión y responsabilidades políticas en la Guerra Civil (1936-1945)”. Isaac Rilova Pérez.
Periódico “La libertad”.
Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “el Cantábrico”.
Periódico “La voz de Cantabria”.
www.arija.org
Revista digital “El Catoblepas”
 
 
 
Anejos:
 
Controlada la comarca de Arija por los nacionales, aplicaron su represión -activa o reactiva- y así, en los meses finales de 1937, el Juzgado Militar de Ejecuciones de Burgos, presidido por el juez José Guindos Rodríguez, capitán de Caballería, en el Sumarísimo num. 1.600/37, procedió judicialmente.
 
Condenados por auxilio a la rebelión a 20 años de reclusión menor: Juan Gil Ontavilla.
 
Condenados por auxilio a la rebelión a 15 años de reclusión menor: Salustiano Ruesga Lombrana, y Domiciano Rodríguez Ruiz.
 
Condenados por auxilio a la rebelión a 12 años y un día de reclusión menor: José Pradera Pérez, Miguel Saiz Pérez, Hipólito Carretón Fuentes, Urbano Sedano Fernández, y Elías Salcedo Ibáñez.
 
Condenados a ocho años de prisión mayor: Paulina Salcedo Sedano, Bernadeta García Campos, y Pedro Rodríguez Mata.
 
Condenados a seis años y un día de prisión mayor: Macario Sainz Peña, Crescencio Cuesta Cuesta, Juan Alonso Vélez, Fortunato López Saiz, y Felicitas Montes y Montes.
 
Condenados a dos años de prisión menor los siguientes: Domingo Montilla Rodríguez, Máximo Terán García, Emiliano Blanco Gutiérrez, Faustino García Ruiz, Donato Saiz Alonso, Ursicino Bustamante González, José Montes González y Eloy Salcedo Sedano.
 
Penalizados de Arija bajo la Ley de 9 de febrero de 1939 de Responsabilidades Políticas:
 
Laura Alonso García, “asidua concurrente a mítines y manifestaciones, durante el dominio rojo en Arija insultó groseramente y pegó a las detenidas Julia Calle y Asunción Rodríguez”.
María Paz Alonso Ortega, de 55 años, “izquierdista y de ideología extremista, propagandista del marxismo y denunciadora de personas de derechas de la localidad”.
Pedro Álvarez Blanco, "durante la dominación roja intervino en la detención del capitán Sanjurjo, más tarde asesinado, participando también en varias muertes de personas de orden".
Fermín Argüeso Fernández, "quien, con el coche que conducía, transportaba detenidos, que posteriormente eran fusilados en las montañas, participando en saqueos y requisas, etc.”.
Luis Argüeso Manzanedo, “que fue uno de los que formaron parte del grupo de revoltosos que marchó a Corconte”.
Inocencio Arnaiz Saiz, “quien participó en cacheos y requisas, especialmente de 120 vacas en Quintanilla Rucandio”.
María Ayala Jorde, “de extrema izquierda y gran propagandista, que con frecuencia escarnecía e insultaba a personas de derechas”.
Claudia Balín Blanco, “afiliada al Hogar Femenino Antifascista, participó en manifestaciones y colaboró en los comedores de los rojos”.
Claudia Hilario Bueno Rodríguez, “participó en las voladuras de los puentes de Soncillo y Bezana”.
Florencia Bustamante Sierra, “hizo guardias y luego huyó a la zona roja, donde prestó servicios”.
Domingo Bustamante Vallejo, “formó parte de los grupos que salieron para Corconte y, nombrado por el Comité rojo secretario del juzgado municipal de Arija, participó en registros y requisas”.
Román Bustamante Vallejo, “hizo guardias y practicó detenciones”.
Daniel Díaz Argüeso, “hizo guardia, requisas, etc., incorporándose posteriormente al ejército rojo”.
Julián Díaz Pérez, “prestó servicios siendo vocal del Comité de Abastecimientos y practicando. Requisas”.
Aquilino Diez Arnaiz, quien “colaboró con el Frente Popular de Arija haciendo guardias y custodiando a los presos de la localidad”.
Feliciano Díez Arnaiz, “antiguo secretario de la Casa del Pueblo, hizo guardias y custodió a presos de la localidad”.
Sebastián Espiga Nubla, “durante el dominio rojo en la localidad prestó servicios con armas”.
Damián Espeso Marina, “participó en detenciones en Arija y en la del capitán Justo Sanjurjo en Corconte y luego en Reinosa, donde dieron muerte a 19 guardias civiles y varios paisanos, contribuyendo también a la quema de iglesias e imágenes”.
Liborio Fernández del Campo, “se presentó en casa de Victoriano López exigiéndole la entrega de una pistola, que efectivamente realizó aquel”.
Aníbal Fernández Ortiz, “efectuó detenciones de personas de derechas, y posiblemente actuase en el saqueo de la iglesia, puesto que se le ocuparon unas vinajeras”.
Constantino Galán Diaz, “prestó servicios de enlace y fue activísimo propagandista. También ejerció cargos en los comités rojos martirizando a los detenidos”.
Casimiro García Diego, “tomando parte de las fuerzas que se opusieron a las que trataron de salvar al capitán Sanjurjo”.
Lorenzo García Fernández, “al mando de una patrulla de forajidos, saqueó y profanó el templo parroquial, ordenando el derribo de la ermita de las Ánimas, y desvalijó el domicilio del cura párroco y el almacén del Sindicato Católico Agrario, llevándose géneros alimenticios. Se le acusa de haber intervenido en detenciones e incluso en asesinatos de personas de derechas”.
Hilaria García Ruiz, “de malísima conducta y antecedentes, propagandista incansable del marxismo en cuantos mítines y actos de carácter político tuvieron lugar en el pueblo. Organizadora del Hogar Femenino Antifascista, al que logró afiliar a muchas jóvenes de la localidad, tomando parte personalmente en la detención de las jóvenes Julia Calle, Ascensión Fernández y Ángeles Sainz, a las que apaleó cobardemente en su prisión”.
Saturnino García Ruiz, de 26 años, secretario de las Juventudes Socialistas en Arija, y comisario de una compañía del Batallón rojo.
Concepción Gutiérrez Ayala, vocal de la directiva del Hogar Femenino Antifascista “donde hacía propaganda exaltada de sus ideas, asistiendo a mítines y manifestaciones”.
Teófilo Gutiérrez Ayala, chofer, “por su participación en detenciones de personas de derechas, como: Daniel Díez, Gregario Ruiz, Heliodoro García y Celestino Rad, que fueron asesinadas el 28 de diciembre de 1936”.
Máximo Gutiérrez Mata, “quien organizaba guardias nocturnas y saqueos contra personas de derechas”.
Benito Gutiérrez Manzano, “propagandista en Arija, de ideas socialistas y luego en Bárcena, donde tomó las armas al frente de partidas que perseguían a personas de derechas”.
Marcos Gutiérrez Fuente, “destacado marxista, era padre del delegado de guerra e hizo guardias nocturnas en el pueblo”.
Emilia Gutiérrez del Vigo, trabajadora en los comedores antifascistas del pueblo.
Saturnino Hidalgo Peña, “prestó servicios de guardia y hacía continuas manifestaciones contra los nacionales, a los que había que exterminar por fascistas”.
Pilar Iglesias Saiz, “informaba para que hubiera detenciones de personas de derechas y fue responsable del saqueo de la casa de Ismael Lara Martínez, vecino de Arija”.
Jesús López García, “que fue concejal del Ayuntamiento, comisario político y miembro del Comité de Guerra del pueblo”.
Julio López Gómez, “requisó a sus vecinos una vaca, un ternero y hierba”.
Nicolás Lucio Gómez, “intervino en una incursión al pueblo de San Felices de Rudrón, donde se produjeron varios asesinatos, entre ellos el del cura párroco”.
Emilio Lucio Sáez, “Desvalijó la iglesia de Arija y de Montejo de Bricia, donde hizo guardias”.
Agustín Martín Andrés, “presidente de la Casa del Pueblo y miembro del Comité de guerra, participó en detenciones y requisas de objetos”.
Isaac Martínez Gutiérrez, ejecutado el 18 de junio de 1938, “afiliado a Socorro Rojo Internacional, fue teniente de alcalde y presidente de la Comisión de Abastos. Ordenó la recogida de plata y la quema de iglesias, imágenes y la persecución de personas de derechas, entre ellas la del Sr. Sobrino, que fue asesinado”.
Marciano Mediavilla Fernández, “requisó escopetas, acreditándose que detuvo al vecino Aurelio Ruiz, quien más tarde sería asesinado en el barco prisión Alfonso Pérez, destacando también en el saqueo de la iglesia”.
Graciano Miguel Fuente, “era dueño del establecimiento de bebidas donde se reunían los dirigentes del Frente Popular”.
Mauricio Miguel Martín, fallecido, “colaboró en el asesinato de un sacerdote miliciano incorporado obligatoriamente por su quinta al Batallón 108”.
Pelayo Millán Martínez, ejecutada el 15 de diciembre de 1937, “presidente del Comité revolucionario de guerra de Arija, presidente de la Casa del Pueblo, de la Cooperativa Obrera y del control obrero de la Cristalera”.
Antonino Montejo Sainz, “afiliado a Socorro Rojo Internacional, hizo guardias armado y custodió a los presos de derechas”.
Ildefonso Pérez Sanz, “se apoderó de munición existente en la tienda de Varona para hacer frente a las fuerzas del ejército”.
Félix Pérez Ortiz, “perteneciente al Comité rojo de Arija, fue custodio de presos de derechas, participó en el despojo de la iglesia parroquial y practicó varias detenciones”.
Bernardo Puente González, “acusado de haber efectuado varias detenciones como las de Antonio Torner, Arturo Ruiz y Damián Díez, éste último asesinado en Cañeda (Santander)”.
Tomás Recio González, ejecutada el 20 de marzo de 1941, “antiguo secretario de la Casa del Pueblo de Arija, tomó parte en el asalto del balneario de Corconte, donde fue detenido el capitán Sanjurjo. Asaltó igualmente la fábrica de la Cristalería Española, apoderándose de cuatro o cinco pistolas y un rifle. Participó, también, en el asesinato de un labrador de Montejo y en septiembre de 1936 sacó al vecino de Arija Gregario Ruiz de la prisión en que se hallaba y lo mató en la carretera de Santander, efectuando el crimen junto con Pablo Montes, Manuel Bueno y Juan Oslet”.
Pelayo Revuelta Hortigüela, “afiliado a la Federación de Trabajadores de la Enseñanza (FTE), actuó en el pueblo de Arija formando parte del Comité rojo. En la escuela infiltraba ideas extremistas a los niños y voluntariamente envió a su hija al extranjero, previsiblemente a Rusia”.
Ángel Rodrigo Fraile, “quien intervino en la detención del capitán Sanjurjo y en el saqueo de casas y detención de personas de derechas”.
Rogelio Rodríguez Campillo, “miembro del Partido Comunista de Arija, fue uno de los que detuvo en Corconte al capitán Sanjurjo y a varios guardias civiles en el balneario; participó en saqueos de casas de particulares e iglesias y quemas de imágenes y es cómplice de la desaparición de algunos derechistas”.
Francisco Rodríguez Fernández, “requisó géneros en el establecimiento de Aurora Ríos y procedió a la detención del joven Celestino Rap, puesto en libertad, pero más tarde detenido y asesinado”.
Pedro Rodríguez Fernández, “por haber hecho guardias y requisas y haberse incorporado a un regimiento rojo”.
Ulpiano Rodríguez Fernández, “perteneciente al batallón "Lenín" y más tarde al 110, formaba parte de grupos que se dedicaban a apalear a personas de derechas, colaborando en cacheos y detenciones de las mismas”.
Ubaldo Rodríguez Martínez, “prestó servicios de vigilancia con armas y custodia de presos”.
Pedro Rodríguez Ruiz, “intervino en la detención de algunas personas de derechas y se le vio transportar en un carro objetos sagrados robados en las iglesias”.
Dominica Rodríguez Vázquez, “de muy mala conducta y antecedentes, insultaba a las personas de derechas, y arengaba a los milicianos, señalando constantemente a varios vecinos como peligrosos para el marxismo”.
Dámaso Roldán Sebastián y José López Marina, “el Dámaso hizo guardias y denunció a personas de derechas, concretamente a Andrés Arbaiza, Arturo Ruiz y un hermano de este último, interviniendo también en el saqueo de iglesias”. “José López, empuñó armas de fuego y prestó toda clase de cooperación y ayuda a los comités rojos de la localidad”.
Guillermo Ruiz Peña, “se incorporó a la academia republicana de oficiales, saliendo de ella con la graduación de teniente”.
Heraclio Ruiz Ruiz, “realizó detenciones, amenazas e insultos, además de incendios y profanaciones de iglesias”.
Valentín Sainz Peña, “en los primeros días del Movimiento se pasó a la zona roja”.
Aniceto Sainz Sainz, “prestó servicios como conserje en el edificio donde funcionaba el Comité de Abastos”.
Moisés Ruiz Gómez, “Durante la dominación roja en el pueblo hizo objeto de insultos y amenazas a personas de derechas”.
Joaquín Rodríguez González, “formó parte del Comité Agrario”.
Alfredo Santos Rodríguez, “participó en la detención del capitán Sanjurjo y en el saqueo de iglesias y detención de personas de orden”.
Juan José Sedano Jerez, “formó parte de la cuadrilla que detuvo en Corconte al capitán don Justo Sanjurjo”.
Francisco Serna Fernández, “efectuó requisas y se llevó enseres de la casa del párroco”.
Leonardo Serna Gutiérrez, “prestó servicios de custodia de presos y ocupó la casa de su convecino Benjamín Cuesta, cuya familia fue encarcelada”.
Evencio Serna Rodríguez, “colaboró, también, en la detención del capitán Sanjurjo”.
Avelina Terradillos Mata, “por ser activa propagandista, asistente a mítines y manifestaciones”.
Serafín Torres Celeiro, “realizó guardias y vigilancias”.
Florentino Vázquez Castaños, “practicó requisas de ganados y prendas de vestir. Huido a Santander alcanzó el grado de teniente de artillería”.
Isabel del Vigo Guadalupe, “tomó parte en actos de propaganda marxista y se gloriaba de tener tres hijos oficiales en el ejército rojo”.
Agustín Villacorta García, “ingresó voluntario en las milicias rojas, desempeñando el grado de teniente en el frente”.
Celestino Villapún López, casado, jornalero, condenado a la pena de muerte, ejecutada el 2 de julio de 1938, “presidente de la Casa del Pueblo y del Socorro Rojo Internacional. También fue presidente del Comité de Guerra, desde el que ordenó la detención del capitán Sanjurjo. Fue nombrado por los marxistas director de la fábrica de cristales y miembro del control obrero. Abusaba de las jóvenes de derechas después de detenidas. Intentó huir embarcado”.
José Lafuente López, jornalero, ejecutado. “formó parte del control obrero de la fábrica de Arija, fue presidente del Frente Popular de Santander y uno de los principales responsables por instigación de cuantos actos vandálicos incluso asesinatos se cometieron en aquella comarca. Condenado a la pena de muerte, fue ejecutado”.
 
Concretando, los vecinos de Arija que fueron ajusticiados o murieron en prisión por la represión de los vencedores de la guerra fueron: Timoteo Alonso Millán (Muerto en el Campo Nazi de Hartheim), Pedro Álvarez Blanco, Emiliano Blanco Gutiérrez, (presidente de la Casa del Pueblo y hermano del alcalde de Valdeolea en Cantabria), Juan Bustamante Martínez, Damián Espejo (o Espeso) Marina, Fulgencio Fernández Cano, Sabino Fernández García, Pedro Álvarez Blanco, Juan Bustamante Martínez, Gabino García Alonso, Valeriano García Ramírez, Eduardo Gómez López, Justino de Guerra y de Lucas, Máximo Gutiérrez Mata, Benito Gutiérrez Vigo y su hermano Casimiro Gutiérrez Vigo, Pedro Hoyos Santiago, Ángel Jerez Fuente, José Lafuente López, Isaac Martínez Gutiérrez, Mauricio Miguel Martín, Pelayo Millati Martínez, Pablo Montes Montes, Bernardo Onís García, Martín Puente Ruiz, Tomás Recio González, Mariano Rodríguez Alonso, Eduardo Rodríguez Campillo, Guillermo Ruiz Peña, Cástor Ruiz Saldaña, Urbano Ruiz Tejerina, Gonzalo Sainz Díaz, Aurelio Saiz Diez, Aurelio, Emeterio Saiz Santiago, Elías Salcedo Ibáñez, Eleuterio Sedano Jerez, Serafín Vega Franco, Valerio Vigo Peña, Celestino Villapún López (afiliado al PSOE, miembro del comité de guerra y presidente del control obrero de la “Cristalera Española” de Arija).

 
Los caídos de Arija en el frente con los llamados Nacionales fueron: Julián Alonso Crespo, Federico Álvarez Sainz o Saiz, Arturo Cuesta García, Julián Fernández Isla, Jesús López Fernández, ángel Marina Álvarez y Salvador Sainz Hierro. Frente a ellos, siendo su espejo tenemos a los que cayeron con los republicanos: Ricardo Fernández Postigo, Emiliano García Sainz, Pedro Gutiérrez Martínez, Vicente Alejandro Maestro González, Julio Manjón Hidalgo, Afrodisio Pérez Barriuso, Julio Rodríguez Alonso, Agustín Rodríguez Pérez, José Santos Rodríguez.