Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


sábado, 26 de abril de 2014

Escarbando en busca de Dios (III): Cueva de San Miguel en Presillas de Bricia.

Mientras se asentaba a la población norteña los musulmanes alcanzaron Amaya, capital del ducado de Cantabria. Era el año 712 y allí derrotaron a Pedro, quien se vio obligado a desalojar la ciudad y a refugiarse en el litoral cantábrico. Se acabó el dominio efectivo visigodo en nuestra zona. 

Hispano musulmán (Foto Nueva Bardulia)


Tras su victoria, los musulmanes se instalaron, sin problemas, en el alto Ebro quizá porque no alteraron las costumbres locales, quizá por su política de pactos o, tal vez, por la asunción de los hechos por parte de los lugareños que “no tenían ganas de más bronca”. De hecho, el nuevo régimen se concentró en el cobro de tributos que ejerció utilizando el entramado administrativo visigodo del ducado de Cantabria. 

Los moros insistieron en la evolución socioeconómica de las poblaciones de Bardulia viéndose cómo durante la primera mitad del siglo VIII se llega a la ruptura entre agricultores y ganaderos al estilo de las películas del oeste. Los primeros se asentarán en el fondo de los valles formando “aldeas familiares” y los linajes ganaderos se asentaron, con sus rebaños, en castros antiguos (verdaderas posiciones dominantes) que fortificaron y desde los que controlaban a los agricultores de las cotas más bajas. En Las Merindades está el ejemplo del castro altomedieval de Peña Horrero (Fresnedo) que representa el paradigma de este tipo de castros ocupados por clanes ganaderos durante la primera mitad del siglo VIII. 

¿Cómo sabemos que Peña Horrero no era un eremitorio o una Laura? Porque las formas de religiosidad, como eremitorios o cenobios, conllevan pocas personas y en Peña Horrero como en Peña de San Clemente y, especialmente, en la Peña del Mazo, los yacimientos nos hablan de grupos pero establecidos a lo largo de varios siglos en el mismo lugar, o al menos, con el mismo lugar de enterramiento.

Mientras, nuestros eremitas también sufrieron los cambios sociales y las Lauras se disolvieron. Los ermitaños, de forma individualizada, se fueron asentando en las inmediaciones de las nuevas aldeas. Será en esas nuevas localizaciones donde construirán ermitas desde las que atenderán las necesidades espirituales de “sus” aldeanos. 

Un nuevo cambio hacia el 741: las disputas entre bereberes y árabes por el reparto del botín hispano lleva al retraimiento de la frontera andalusí al Duero. Esto deparó algo más de una década de independencia plena (741-754) en las Bardulias que finalizó con su incorporación al reino Astur en el año 754 (lo que se conoce como “repoblación de las Bardulias”) por Alfonso I. En realidad fue una articulación política y funcional de Las Merindades. 

El poder asturiano apoyará a los agricultores con lo cual será esta segunda mitad del siglo VIII la que consolide el modelo de villa campesina altomedieval: familias nucleares (los dos cónyuges más sus hijos) que cultivan unas tierras propias, no comunales, con derechos de explotación del monte y tierras marginales de propiedad comunal, y que han desarrollado una organización basada en la vecindad y no en los lazos de parentesco. Algo muy similar a lo que tenemos hoy en día. 

Los políticos asturianos no pusieron todos sus escasos huevos en la misma cesta y también respaldaron a los ganaderos al involucrarles en la agricultura convirtiéndoles en agroganaderos y otorgándoles la tutela militar, que ejercerán desde sus asentamientos fortificados (¿futuros castillos?), sobre las nuevas villas campesinas de los valles. Esto les reintegró en la nueva sociedad desde un estatus militar.

El reino, en continua lucha contra los musulmanes, lógicamente, promocionó el cristianismo como religión del estado (¿había alguna otra posibilidad?) contribuyendo así a la definitiva conversión de la sociedad nororiental y a la inserción de los eremitas en el seno de las nuevas aglomeraciones, donde edificaron centros de culto, ecclesiae, evidentes puntos de encuentro de los vecinos. Y el eremita, el osco ermitaño que buscaba a Dios en las duras y agrestes oquedades de la piedra pasó, paulatinamente, a ser clérigo cuyos mensajes servían para refrendar la nueva sociedad. Ya saben, familia nuclear y el sacramento matrimonial, y fuertes lazos solidarios y de convivencia vecinal. 

Realmente todo iba bien, bueno, bastante bien en Bardulia hasta el inicio del periodo de aceifas, en especial la de Sotoscueva. El poder andalusí buscaba boicotear la incipiente articulación que los astures habían promovido en la zona. Los sucesivos ataques solo consiguieron retrasar el avance económico y demográfico. Aumentará el número de villas campesinas y la presión sobre el espacio existente. 

Esta situación de angustia ante los próximos ataques obligó a desarrollar un sistema de basado en la colaboración y el pacto: los agroganaderos profundizaron en su condición de guardianes y sus castros fueron reforzados, convertidos en puntos de alerta y control donde los campesinos hallaban refugio. Cierto es que los villanos también estaban obligados a realizar tareas defensivas y de vigilancia. Una vez que los agarenos se retiraban regresaban a sus poblados. 

Esta situación solo es soportable mediante una gran fortaleza anímica. Para esta tarea se recurrió al apoyo moral que solo la religión da. Así, la vida cotidiana se impregnó de religiosidad, de rituales y de símbolos cristianos que contribuían a mitigar el horror en el que vivían. 

Todo se percibía bajo formas religiosas: El paso de la vida era sacralizado por un rito o un sacramento (como el nacimiento a través del bautismo); o mediante un orden y una disposición concreta (orientación de las tumbas hacia el este); había bendiciones para las cosechas, para los objetos de uso familiar; y en las piedras de las casas, aparecían cruces y otros símbolos cristianos. En cada nueva población surgía una iglesia y su clérigo atendía las necesidades espirituales de la población a través del culto, la administración del bautismo o la celebración comunitaria de la liturgia. 

"Músico con Eremita" de Moritz von Schwind (1804-1871) 


Pero las situaciones extremas obligan a soluciones extremas, cuando no desesperadas, de índole espiritual (por esa época nadie podía toser al ejército del sur). Resurgen formas religiosas marginales como el eremitismo, integrado ahora, como ya hemos contado, por los que escapaban del acoso islamita y por los expulsados del sistema de villas o aldeas. Buscaron en el sentimiento religioso la razón que les ayudase a sobrevivir dentro de una realidad que no daba opción a la debilidad ni a la inseguridad personal. 

Con relación a los cristianos llegados desde Al-andalus, que ocuparon espacios marginales, poco productivos, algunos tenían oficios como canteros, alarifes, tejedores o bordadores propios de un entorno urbano y no desarrollados en el mundo, de pura subsistencia, que les recibía en ese siglo IX. Permitiéndoles realizar bienes intercambiables comercialmente por cereales panícolas, que se producían en el territorio comunal o privado de las aldeas. Este flujo influyó, entre otras cosas, en la vestimenta, extraña por los materiales, dibujos y tejidos y en la forma de hablar y pronunciar, seguramente diferente.

Es difícil encontrar situaciones novedosas y, por ello, nos encontramos con que algunos de estos individuos optaron por el eremitismo radical o solitario, característico del siglo VI, reocupando o construyendo celdas; otros adoptaron el sistema de Lauras, celdas agrupadas, nuevas o reutilizadas. En ambos casos el sacrificio, las prácticas ascéticas y la fuerza espiritual de los ermitaños propiciaron en las poblaciones, acuciadas por la necesidad de seguridad mental, la asignación de la condición de Santos a los eremitas. Eran como dioses menores que, una vez muertos, se transformaban en reliquias milagrosas dignas de templos que las cobijasen. Probablemente esto es lo que sucedió con la figura del eremita Fermín, de Tartalés de Cilla, de cuyo santuario actualmente no poseemos rastro alguno. 

Y con estas armas (Mejores construcciones defensivas, una aceptable organización militar y productiva y la fuerza moral de una religión endurecida) los cristianos de Castilla, de Las Merindades, soportarán y reaccionarán ante cada aceifa musulmana durante ese siglo IX. En cada vía de paso susceptible de ser utilizada por los musulmanes los cristianos construyeron torres de vigilancia, trincheras y fosos y levantaron todo un aparato de apoyo logístico. Seguramente, el castillo de Tedeja se recuperaría entonces. 

Este avance en el sistema defensivo conllevó una división social del trabajo entre soldados y productores. Así, los líderes agroganaderos se convirtieron en seniores/sahib o jefes militares encargados de organizar la defensa del territorio desde sus castella/qilá. 

Las citas sobre "cella" como entidad religiosa tienen su mayor
número en la Alta Edad Media y la mayoría se concentran en
un solo documento: la fundación del Monasterio de Oña en 1011.


Cueva de San Miguel en Presillas de Bricia. 

Escondido en este pueblo encontrarán este magnífico conjunto rupestre formado por una sorprendente iglesia rupestre, conocida como la "Ermita de San Miguel", y por una serie de cavidades artificiales y naturales sitas unas alrededor de la iglesia y otras en Presillas de Bricia. Tenemos una zona solitaria, al abrigo del monte, rodeada de exuberante vegetación, con espacio para cultivos y agua en las proximidades desde la cual se divisa gran parte del valle. 

La iglesia, con una planta más larga que ancha, es muy alta, contando, Incluso, con dos pisos; en el inferior, el espacio se distribuye entre una cabecera triabsidal plana y tres naves que desembocan en la cabecera triple, mientras que el nivel superior está reservado para la tribuna o galería alta desde la que se contempla en interior del templo. 

La entrada, en el piso inferior, la encontrarán cerrada mediante una reja para proteger la iglesia. Está orientada al oeste y posee entalladuras de cerramiento. Las cortas naves están separadas por grandes pilares que sustentan potentes arcos de medio punto peraltados que dividen la bóveda de cañón en dos tramos. Cada nave desemboca en un ábside con su altar.

Cueva de San Miguel


En el sector trasero de la nave de la izquierda, junto a la puerta, encontrarán una hornacina inacabada y un poyete. El muro del ábside tiene dos oquedades. El ábside, orientado al este y elevado respecto a la nave presenta un altar de bloque prismático con agujero para las reliquias. Sobre éste hay un grueso arco de medio punto. La nave central es similar a la anterior pero su arco sobre el ábside es un trabajo más irregular. La última nave es más baja pero con el pavimento sobre elevado frente a las otras. La zona del ábside se alza sobre la nave y está cubierto con una pequeña cúpula. Su altar está muy erosionado y es también de bloque. Sobre él vemos una hornacina que va acompañada por otra situada en la pared meridional. 

Los tres ábsides están comunicados entre sí a través de arcos de medio punto peraltados y más bajos que los arcos transversales. 

En la roca situada junto a la nave izquierda nace una escalera de husillo labrada que comunica con el piso superior. Allí tenemos la tribuna o coro alto que, como un balcón, se levanta sobre la parte trasera del templo. A juzgar por los mechinales (los Agujeros que quedan en las paredes donde asentaron viguetas de andamio) y agujeros artificiales existentes en paredes y suelo la tribuna estuvo completada con obra de carpintería. Las ranuras y mechinales se extienden por el techo, paredes y arquerías interiores y no solo en el piso superior.

Al exterior, a la izquierda de la entrada, aparece una gran hornacina que pudo funcionar como altar exterior. 

Y ya que estamos fuera, rodeamos el roquedo por la izquierda hasta la llamada "Cueva de la Vieja", excavada en el mismo peñón y relacionada con la iglesia de San Miguel. El acceso a la cavidad se efectúa a través de una escalera tallada que llega hasta la entrada de la cueva. La entrada da paso a una cámara espaciosa, de planta cuadrangular y cubierta con bóveda de cañón, que en la pared del fondo presenta un banco corrido sobre el que se han grabado numerosas cruces y otros símbolos. En las paredes de la cueva se observan mechinales labrados artificialmente. 

Hay visiones que sitúan es esta sala el Baptisterio al presentar dos rebajes a modo de pilas de diferente tamaño, excavadas en la iglesia. La mayor ocupa el centro de la cámara, de forma rectangular con un canalillo artificial que desagua en su interior. Recordemos que en esta época se practicaba el bautismo por inmersión, ritual que estuvo vigente hasta la Reforma Gregoriana de finales del siglo XI.

Otra vez fuera, rodeando el roquedo por la derecha, en la parte trasera de la iglesia tendríamos tres posibles celdas, contiguas, con forma de abrigos, que presentan muescas, ranuras y cruces latinas grabadas. En la cornisa del templo, sobre la tribuna, aparece una estancia rectangular que podría haber sido un mirador o lugar de observación. 

Próximas a la iglesia se erosionan numerosas cuevas y abrigos naturales que pudieron servir como celdas eremíticas. Y lo mismo con relación a las oquedades dentro del pueblo, cerca de la fuente. Las cavidades, actualmente inaccesibles, responderían al modelo de cámaras individuales, pequeñas y agrupadas pero manteniendo su independencia frente a las demás. Sería similar a la ya explicada Cueva de los Portugueses. 

Cueva de San Miguel


Por ello, podemos concluir que: Iglesia + Celdas = Laura convertida en comunidad monástica altomedieval. La presencia de tres altares interiores y un posible altar exterior, así como la existencia de un hipotético baptisterio -"Cueva de la Vieja"-, inducen a pensar que esta iglesia de tipo monacal, desempeñaría también las funciones de iglesia parroquial destinada a los fieles. 

Para establecer la cronología recurrimos a la arqueología y el análisis estilístico. De un lado, los restos cerámicos encontrados en una excavación arqueológica realizada a finales de la década de los sesenta por M.A. García Guinea fuera del templo, arrojan una cronología que se sitúa entre los siglos VIII-X. De otro lado, la presencia de la cabecera tripartita plana con tres ábsides rectangulares situados a la misma altura, la utilización de naves muy cortas, la disposición de los tres altares de bloque en el centro de cada uno de los ábsides, la presencia de tribunas, la decoración de los ábsides con arcos ciegos o la utilización de arcos de medio punto peraltados para conseguir una mayor sensación de verticalidad, son elementos característicos del arte asturiano que se desarrolla desde la segunda mitad del siglo VIII hasta principios del siglo X.



Bibliografía: 

Eremitorios rupestres en la comarca de Las Merindades (Judith Trueba Longo)

domingo, 20 de abril de 2014

Un Velasco en la corte del rey Arturo (Bueno, de su sucesor)

Es 1603 pleno reinado de Felipe III (1578-1621), el primero de los grandes Austrias menores. Su imperio se extiende por cuatro continentes (todos menos Australia). Y eso significa tener muchos frentes abiertos. A vuela pluma podemos citar: los otomanos, los venecianos, el Ducado de Saboya, los ingleses, los Países Bajos, los piratas berberiscos, los Franceses ya no por enlaces matrimoniales...

Y en esto llega al trono inglés Jacobo I, tras la “virgen” Isabel I. Reinó sobre Rigió Inglaterra, Escocia e Irlanda por espacio de 22 años, hasta su muerte a los 58 años. Increíblemente fue un buen aliado para España. De hecho, en agosto de 1604 se firmó la Paz de Londres, mediante la cual las relaciones comerciales y diplomáticas entre ambos países mejorarían. 

La Corona Española e Inglaterra acababan con 20 años de costosas y duras guerras. Victoriosas para los españoles la mayor de las veces, pero caras para ambos.

La corona Británica no intervendría en los asuntos continentales, toleraría a los católicos dejando que los papistas mantuviesen el clero católico irlandés, no ayudarían a los Holandeses, abriría el Canal de la Mancha al porte marítimo español y España no lucharía por un rey inglés católico (¿quién tenía miedo de quién?) y facilitaría el comercio británico en las Indias. Este tratado aguantó hasta 1624, ¡toda una marca!

Jacobo intentaría casar a su hijo Carlos con la infanta María Ana de España. Esta idea que tenía un fuerte apoyo dentro de Inglaterra de muchos ministros y diplomáticos, que pasaron a ser llamados "Partido Español". En 1621 a Felipe III le sucederá Felipe IV. Carlos llegó a España en 1623 con el Duque de Buckinham en una expedición secreta para ganarse la mano de la princesa pero la misión fue un fracaso y, además, Felipe IV exigió la conversión de Carlos al catolicismo. (Lo cuenta el Capitán Alatriste en una se sus novelas) A su regreso a Inglaterra Carlos y Buckinham pedirían a Jacobo I que iniciara la guerra contra España. No lo hizo. Pero cuando el rey fue Carlos I, 1625, se lió de nuevo.

Un gran logro que debe ser recordado, y a los miembros de las delegaciones, ¿cómo no? 

Jacobo I de Inglaterra


La delegación inglesa estuvo compuesta por: 

  • Robert Cecil, conde de Salisbury (1563-1612), Secretario de Estado, Primer Ministro de Jacobo I. 
  • Charles Blount, I conde de Devonshire (1563-1606), militar y Señor Teniente de Irlanda. 
  • Thomas Sackville, primer conde de Dorset (1536-1608), Poeta y Secretario del Tesoro. 
  • Henry Howard, I conde de Northampton (1540-1614) 
  • Charles Howard (Primer conde de Nottingham) (1536-1624), Lord High Admiral. 

Los delegados de la Monarquía Hispánica provenían de los diferentes reinos: 
  • Charles de Ligne, Conde de Aremberg, Consejero de Estado de Flandes y Almirante general de la mar. 
  • Juan Fernández de Velasco y Tovar, Duque de Frías y Condestable de Castilla, y nuestro protagonista. En el cuadro de “La conferencia de Somerset House” lo sitúan junto a la ventana abierta y con una apariencia más juvenil que un hombre de 53 años delicado de salud. Además, para ser el presidente de la delegación de la Monarquía Hispánica está “al fondo de la foto”. Supongo que este cuadro de autor desconocido no lo pagó él. 
  • Jean Richardot (Juan Richardote), Presidente del Consejo Privado. 
  • Alessandro Robida, Senador del ducado de Milán.
  • Louis Vereyken, (o Pedro Verrey), Secretario de Juan Richardote y Audencier de Bruselas. 
  • Juan de Tassis y Acuña, Conde de Villamediana, Gentil-hombre de Cámara y Correo mayor de Felipe III, caballero afable, cortesano y entendido y de la orden de Santiago. 
Con esto podríamos dar por terminada la entrada pero como no somos la Wikipedia vamos a relatar el día a día de la estancia del Condestable por tierras de herejes, como se decía entonces. Empezaremos con la partida de Juan de Tassis, conde de Villamediana, que partió por la posta desde Valladolid, sede de la Corte por gracia del valido duque de Lerma. Es Mayo de 1603 y llega a Inglaterra en Septiembre y cumplimenta a Jacobo I. Tanteó el terreno, vamos.

Tras estos contactos preliminares, el Rey católico, encomendó la dirección de las negociaciones al Condestable de Castilla, Juan Fernández de Velasco y Tovar (1550-1613), V duque de Frías y VII conde de Haro, IV Marqués de Berlanga, XI Condestable de Castilla, miembro de los Consejos de Estado y Guerra de S. M., y Gobernador del Milanesado y Presidente del consejo de Italia. 

A pesar de una salud algo débil aceptó el encargo regio quizá para alejarse de los problemas familiares que le abrumaban (Muerte de un nieto y la enfermedad de su hijo Íñigo que moriría). Partió de la ciudad de Valladolid el 31 de Octubre de 1603, acompañado de Manuel de Züñiga (heredero del conde de Monterrey) Jaime de Cárdenas (hijo del duque de Maqueda), del comendador Melchor de Borja (hijo del de Gandía), los tres sobrinos suyos. También le escoltaban Alonso de Velasco (señor de la Revilla) Veedor general de las galeras y armada de España; Blasco de Aragón, del Consejo secreto de S. M. en Milán; y Carlos de Sangro (hijo del duque de Torremayor en Napóles). Si eran pocos, en Flandes se unieron al grupo Juan de Velasco y Castañeda, señor de Hormaza, y Fernando de Cueva, del hábito de San Juan. 

Sólo tardo 60 días en llegar a Bruselas, visitando en París al rey de Francia y eludiendo lugares pestilentes. Se entrevistó con los archiduques, Alberto y la Infanta Doña Isabel, hermana del Rey Felipe III, y también avisó al conde de Villamediana para ir decidiendo el lugar de la conferencia de paz. Tras tiras y afloja se aceptó la petición del rey de Inglaterra y se trasladaron a su reino. Sospechaban que era por controlar a sus emisarios, los ingleses no a los hispanos. Se garantizó al Condestable la libertad de comunicaciones con Valladolid. 

Don Juan Fernández de Velasco partió de Bruselas el 9 de Abril de 1604, y se tomó su tiempo para llegar a destino pasando por Gante, Cutray e Ipres, y escogió para su vivienda la villa de Bergas Saut Vinor, en la provincia de Flandes, a donde llegó el 18 de Abril y oyó los oficios de Semana Santa. Finalmente le alcanzaron los delegados flamencos, primeros de Mayo, y los navíos del Rey para cruzar el canal. Los delegados se embarcaron en Gravelingas, 16 de Mayo pero las tormentas y la mala mar les retrasó. Por fin llegaron a Londres el 19 de mayo y se entrevistaron con el rey. El 22, el conde de Villamediana apadrinado por Henry Howard, I conde de Northampton. El 23, los delegados flamencos, que todavía había clases. 

Y el 30 de Mayo empezaron las negociaciones: A la derecha y por orden: el conde de Villamediana, Rovida, el conde de Aramberg, el Presidente Richardote y el Auditor. A la izquierda, los de Inglaterra. Tuvieron 15 reuniones, hasta el 14 de Junio y tras cada una informaban a sus superiores: El archiduque y Velasco por parte imperial y el rey Jacobo I por los ingleses. El lugar donde se reunieron fue el palacio de Somerset que, también, sería la residencia del Condestable de Castilla, cuando llegase. Atención, el actual edificio es del siglo XVIII construido por el arquitecto William Chambers.

Somerset House

Mejorada la salud de Juan Fernández de Velasco y Tovar pasó a Inglaterra para concluir el tratado y asentar la dicha paz, cosiendo alguno de los puntos más importantes reservados para su presencia. Fue con criados y alemanes para guardia y seguridad de la ropa. Partió el 27 de Julio para Dunquerque, donde se detuvo hasta 10 de Agosto. (calma, mucha calma)

El domingo 15 de Agosto, a las cuatro de la mañana, se embarcó con una gran salva de artillería y música. Una tormenta (¡vaya por Dios!) hizo que el viaje durara ocho horas justas y le hizo tomar puerto en las Dunas. Durante la travesía le agasajaron con un almuerzo y por agradecimiento se esforzó a comer. Y hubo pocos que lo hiciesen por estar todos mareados.

Desembarcó el Condestable con salva de artillería de los galeones y de los fuertes de las Dunas. Le esperaban en la orilla, junto a gran cantidad de coches y caballos, el conde de Villamediana y el senador Rovida. Eran su recibimiento y escolta y se habían desplazado desde Dover al ver como los los galeones remontaban el Támesis. 

Con ellos estaban otros gentil-hombres, traductores y palaciegos. El lunes hizo alto en Dover para reorganizar el convoy y el martes, a las dos de la tarde, partió hasta Canterbury. A medio camino le agasajaron las gentes del barón “Otton” (católico), ¡Más de quinientos! Este barón era del Consejo de Estado del Rey y su Mayordomo. El Condestable bajó de la litera en que iba, por no sentirse bien (¿mareado?), y los demás para dar la bienvenida al barón. Ya en coche el Condestable llegaron a Canterbury, Condado de Kent, cuyo Arzobispo es Primado de aquel reino. Velasco llegó cansado y delegó en Villamediana la presidencia de las comidas oficiales del día. Pero hubo de acostumbrarse porque los agasajos continuaron hasta la llegada del conde de Northampton: 

“En apeándose S. E. le fue luego a besar las manos y a hacer este oficio, como lo hizo muy cumplidamente, y con mucha cortesía y amor le trató y recibió S. E. A este mismo lugar salieron también a encontrarle y acompañarle , los señores Diputados de SS. AA., que no fueron a Dovre con el conde de Villamediana y Senador por no embarazar a S. E. en el camino ni estrechar su corte de posadas, como muy discretamente lo advirtió el conde de Aramberg, por carta que escribió a S. E. con Gentil-hombre a posta que envió para visitarle en Dovre. Viernes, a 20, día de San Bernardo, comieron con el Condestable el dicho conde de Nortanton y otros caballeros que vinieron en su compañía, y el barón Otton y los Diputados de SS. AA., y se brindó muy bien a la salud de los reyes de España e Inglaterra y Archiduques, y estuvo tan llena la mesa, que fue necesario que se pusiese otra en otra sala diferente para los caballeros españoles”. (Tranquilos, es el único fragmento que dejo del original)

Tras todo esto embarcaron rumbo a Londres donde siguieron las exageradas muestras de afecto. Incluso con la reina enmascarada para que se supiese que no estaba oficialmente presente. Desembarcó en la escalera del Palacio que da al jardín donde le hospedaron. Grandes y lujosas habitaciones con los gastos pagados y criados y guardia de alabarderos.. 

Felipe III


El Sábado, 21, seguía sin ver a los reyes pero, eso sí, recibiendo cartas excusándose. Al día siguiente la carta fue de los delegados ingleses que informaban a Velasco de su visita a las tres de la tarde. Fueron presentados por el conde de Villamediana y se intercambiaron frases corteses para, finalmente, determinar que el miércoles se reanudarían las reuniones con presencia de Jacobo I.

Mientras esperaba Velasco se entrevistaba con el barón Otton, y, después, con el Embajador de la república de Venecia. El ambiente húmedo inglés afectó a su salud y ese lunes, víspera de la visita real, se acostó acatarrado. 

(Martes, 24) La siguiente mañana se reunieron los delegados de Flandes con el Condestable excepto el conde de Aramberg, que se hallaba impedido por gota. Y luego comprar joyas que les venían a vender a las habitaciones del Condestable. Finalmente, a las cuatro, les informaron de la llegada inmediata del rey a palacio. Pero, cuando fue un sobrino de Velasco a presentar los respetos castellanos se le dijo que no tuviesen prisa y que no era buen momento para saludar. Que ya les avisaría Jacobo I.

Al siguiente, ¡por fin!, le informaron de que la audiencia sería a las dos, después de comer, y que podía llevar consigo a los delegados de la monarquía hispana. Este día fue el senador Rovida a reconocer el lugar donde había de jurar el Rey la paz que se había acordado el día antes. Sería en una capilla de Palacio, y pactaron la disposición de las delegaciones. 

(Miércoles, 25). 14:00 h. se reúnen durante dos horas los delegados ingleses y los de la Monarquía Hispana en presencia del Condestable. Tras ello, partieron, Velasco incluido, a donde había sarao. Recibieron a Juan Fernández de Velasco y Tovar muchos de los cortesanos y, mientras, el Rey se situó junto a la reina con el Príncipe y sus Consejeros. El rey se adelantó hasta media tarima y en ese punto le acató el castellano. Después Jacobo I le abrazó. El Condestable saludó a la reina y al príncipe y se sentó en un taburete con almohadón alto de brocado junto al rey. 

Habló Jacobo I: “Sea V. E. muy bien venido, que le habemos deseado mucho; y cuánto estimo su persona y virtudes le habrá escrito el conde de Villamediana , y también cuan en el corazón tengo la amistad de los reyes de España, por el deudo y por otras obligaciones, y por afición particular.” La conversación continuó hablando de caza y de letras (dando jabón al rey, claro) durante una hora, más o menos. Tras ello se retiró el Condestable con su séquito.

El Jueves 26, desde las diez de la mañana estuvieron los delegados ingleses en la habitación de Velasco de reunión, hasta el mediodía y se quedaron a comer. Brindó Velasco a la salud del rey, de la paz, de la reina... La tercera vez brindó el Almirante flamenco por la salud del Rey de España. Finalmente, un ingles brindó por el Condestable. Y pasaron a la comida y a la sobremesa. Tras media hora de asueto y siesta retomaron la reunión hasta las cuatro y pico de la tarde. El Condestable esperó hasta que le fueron a buscar para reunirse con Jacobo I en un baile. Juntos, el Rey, el Condestable y el Conde de Villamediana departieron durante una hora. Mientras el Príncipe y los demás invitados se divertían, hablaban de armas, bailaban o flirteaban mostrando sus habilidades. 

El Viernes 27, a las 10 de la mañana, Velasco salió a visitar la bolsa. No acudió a la cita con la reina porque a ella “le dolían las muelas”. Pero no perdió el tiempo porque se reunió con el Embajador de Francia y con cinco Diputados de las ciudades Hanseaticas para hacer lobby. Sería al día siguiente cuando se reuniese con la reina, tras una reunión con los delegados ingleses. Cuenta el texto de José Sancho Rayón y Francisco de Zabalburu que le hicieron grandes halagos y demostraciones de afecto. Aprovechó para relacionarse con el príncipe mediante el recurrido tema de los caballos llegando a hacerle montar en uno de raza hispana.

Ryther’s Map de 1604. 

El Domingo a las diez, después de oír misa (católica), los caballeros habituales, más engalanados aún, fueron a buscar al Condestable para llevarle ante el rey. Jacobo le cogió del brazo (y a Villamediana) y seguidos de todos los delegados marcharon a la capilla con sus Reyes de armas y Maceres. Ya estaban la reina y sus damas. De repente, comenzaron a cantar los músicos unos motetes y versos en inglés, que se hicieron en la boda de la Princesa María con el Rey Felipe II y otros en alabanza de la paz. 

Estaba enfrente del rey y el Condestable una mesa y aparador con algunas piezas y copas de plata dorada, y dos libros. Cesó la música y los delegados y el rey se reunieron. Sacó el conde de Salisbury, Robert Cecil, las capitulaciones de la paz, escritas en pergamino y firmadas de los delegados. El rey las cogió y las entregó al Condestable poniendo después sus manos sobre los Evangelios de una Biblia y el Testamento Nuevo, traducido de San Gerónimo, y estampado de Platino, como se concertó con el senador Rovida; y aprobó el tratado según las capitulaciones que leía. Tras ello, tomó las manos del Condestable en fe y señal de la unión y paz establecida, con que se acabó la ceremonia. Y se fueron a comer con el rey. 

En la mesa la primera cosa que el Rey hizo fue enviar a el Condestable un melón y media docena de naranjas, con un ramo muy verde, diciéndole, que era fruta de España trasplantada en Inglaterra, y él le respondió besándolo las manos, que más por ser de las suyas que venido de su tierra aquel regalo; y así partió el melón con los Reyes. Hubo brindis con parabienes a ambos reinos y a la paz que trae el bienestar y por la larga vida del tratado. No acabó aquí el chocar de copas: Por la salud del rey de Inglaterra, por el de España, por la reina, por los hijos... Brindó cuatro veces el Rey a la salud de la Princesa de España. Tras comer siguieron brindando. Y luego Sarao con saltimbanquis.

El Lunes 30 amaneció el Condestable con “mal cuerpo”. A las cuatro de la tarde fue el Rey al aposento del Condestable donde en la cama le dio un grande abrazo, doliéndose de su mal; y Velasco respondió con el agradecimiento debido. Jacobo I con mucha risa se sentó y llamó al conde de Northampton como traductor y con el conde de Villamediana estuvieron más de un cuarto de hora hablando de diferentes trivialidades. Muestra de la intimidad entre Jacobo y Juan fue la hora de charla privada que tuvieron usando a Juan Bautista de Tasis como interprete. Hablaron del miedo a romper las paces y que antes de eso se debía hablar. Al despedirse el rey le entregó como recuerdo una sortija con un caro diamante. 

Al día siguiente ya pudo levantarse a cenar el Condestable. El Jueves 2 de Septiembre se levantó para oír misa y comer. Aguantó las visitas de los delegados ingleses que le agradecían los buenos oficios para la paz y que recibieron las mismas lisonjas de parte de Velasco. Pero no pudo estar solo al llegar después el conde de Northampton con otros caballeros para llevarle a ver a la Reina la cual, preocupada por su salud, le envió su médico. Puede que por su intercesión, el viernes por la tarde el Condestable pudiese visitar a los embajadores de Francia y Venecia y a los delegados flamencos. 

El Sábado hubiera sido el día de partida y, quizá por ello, recibió Velasco un caro regalo de los reyes de Inglaterra: Una caja de retratos con los del Rey y la Reina dentro y por de fuera lleno de diamantes y una gargantilla de perlas gruesas para la duquesa de Frías que era Juana de Aragón de Cardona y de Córdoba (también aparece como Juana Fernández de Córdova y Enríquez) y será la madre del sexto duque de Frías: Bernardino (II), V duque de Frías.

Tras esto, llegaron otros caballeros a despedirse y, así, partió de Londres acompañado del conde de Villamediana y el senador Rovida. Este día se embarcaron los delegados flamencos en un galeón, y se encaminaron por la ribera a Flandes, y no por tierra hasta Dover, a causa de la gota del conde Aramberg. 

La conferencia de la Casa Somerset (19 de Agosto de 1604) Autor dudoso. A la derecha la delegación inglesa: Thomas Sackville (junto a la ventana), Charles Howard, Charles Blount, Henry Howard y Robert Cecil. A la izquierda la delegación hispano-flamenca: Juan de Velasco (junto a la ventana), Juan de Tassis, Alessandro Robido, Charles de Ligne, Jean Richardot y Louis Verekyn

El 5 de septiembre de 1604, domingo, después de comer, partió el Condestable con el barón de Otton, y el conde de Villamediana y otros caballeros Támesis abajo. Le permitieron satisfacer su curiosidad fisgoneando en los castillos que protegían el puerto natural donde había, en ese momento, treinta buenos galeones de los cincuenta habituales, proveídos de artillería y jarcias y cuatro galeras de veinticuatro bancos, chatas y semejantes a barcones (Embarcación menor que se llevaba a remolque o sobre cubierta en los galeones y bajeles grandes para servicios auxiliares, principalmente en tiempo de guerra RAE). Entró Velasco en el galeón que llaman Almiranta Real para estudiarla. Desembarcado, entró en su litera y llegó a Sittingbourne temprano, y se acostó. 

El Viernes 10, con todo ya embarcado y después de haber oído misa y almorzado, entre las diez y las once, se despidió del conde de Villamediana, y se embarcó con el senador Rovida en los galeones del Rey. Llegó a Caláis, puerto de Francia, y al día siguiente partió a Gravelingas, donde hizo alto hasta el lunes esperando que llegasen sus caballos y criados. Allí le vino a visitar, de parte del Señor Archiduque, su primo Luis de Velasco, Capitán general de la caballería. 

El Condestable despachó para España a Blasco de Aragón para que diese cuenta inmediata al Rey de todo lo negociado. Él Volverá después a Castilla y morirá el 15 de Marzo de 1613,


Bibliografía:

“Colección de documentos inéditos para la historia de España” José Sancho Rayón y Francisco de Zabalburu.
National Portrait Gallery (Londres)
Fundación Casa Ducal de Medinacelli


martes, 15 de abril de 2014

04/11/1930 Estampa: Un artículo prometedor sobre el S.M.

Siempre se puede completar lo que sabemos sobre el Santander-Mediterráneo. Hoy, como simple elemento complementario, les adjunto un artículo de la revista "Estampa" que modernizaría el periodismo gráfico español de actualidad en los años 30. 

Nació con la dictadura de Primo de Rivera y terminó (¡Cómo no!) con la Guerra Civil de 1936. Tomará el relevo de las ya “envejecidas” publicaciones gráficas que habían nacido en el periodo anterior: Nuevo mundo (1894-1933), Mundo gráfico (1911-1938) y La esfera (1914-1931) y tendrá que competir con Blanco y negro (1891-2000), de Prensa Española. ¿La recuerdan? Era la que iba en el ABC.

El periodismo gráfico español dio este salto en su modernidad por su adaptación a las modernas técnicas de impresión: en un momento de expansión del huecograbado. En el caso de Estampa se produce también un abaratamiento del precio de venta del ejemplar frente a todos sus competidores. Treinta céntimos el ejemplar ordinario –el triple que el de un diario- para una entrega de 48 páginas y gran formato. Las viejas revistas costaban entre los 30 céntimos y la peseta, con una menor paginación y obsolescencia.

Junto a su bajo precio, su diseño novedoso, su abrumador predominio de lo gráfico sobre lo textual, su mayor calidad, amenidad y rigor, variedad y, también, moderación en los contenidos la hará propicia para entrar en los hogares, por lo que su éxito fue fulminante. A los dos meses de salir ya alcanzó una tirada de 100.000 ejemplares y, a los tres meses, de 150.000, llegando después a superar los 200.000. Su éxito económico lo incrementó una gran masa de publicidad, que sumaba las seis páginas. 

El artículo descriptivo, la crónica, el reportaje y la entrevista fueron géneros que desarrolló con una gran calidad periodística, pues contó con colaboraciones esporádicas sobre los asuntos que adquirían interés. Pero como magazíne de actualidad fue copiosamente gráfica: cada número contenía más de un centenar de fotografías. En la sección Instantáneas incluía una quincena, y en la de Notas gráficas de actualidad de las provincia españolas, más de medio centenar. Así que en sus páginas abruman los contenidos gráficos, estrictamente acompañados con escuetos pies de foto.

Venga, el artículo y la portada:








Biografía:

Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional del reino de España.



jueves, 10 de abril de 2014

Nos presentan el libro "Batallas en Las Merindades"

Debo agradecer a Lebato su interés por mis obras sobre Las Merindades y la oferta realizada para que use, perdón, porque en este caso es usemos, su canal para presentarles nuestro libro “Batallas en Las Merindades”.

Yo, Aitor Lizarazu Pérez, no tenía intención de escribir nada más después de acabar mi trabajo sobre torres y castillos de Las Merindades. Sentía que esta afición se estaba convirtiendo en una obligación que devoraba todo mi tiempo de ocio pero la insistencia de mis amigos, de mis lectores, me animaron con “Batallas en Las Merindades”. 



Tuve la fortuna de que, cuando el proyecto había comenzado a andar, Felipe González López otro explorador de la historia de Las Merindades se sumara a esta aventura. 

“Nadie ha analizado los combates producidos en Las Merindades, salvo como parte de otras batallas. Da miedo hablar de ello, que te cataloguen de raro o de reaccionario. Esta es una disciplina de estudio muy popular allende nuestras fronteras pero aquí no, probablemente por quién ha sido nuestro enemigo durante los últimos 150 años: Nosotros” (Felipe González López)

La sociedad humana se ha caracterizado por sus guerras. ¿Las causas? En unos casos apoyar una determinada ideología política, en otra resistir frente a un enemigo exterior y, por poner solo un ejemplo más, por defender unos derechos adquiridos. No encontraremos en la historia de España un siglo que esté libre de guerra, interior o exterior. 

Sin herir, sin venganzas, sin partido, buscando la objetividad recorreremos 2000 años de Las Merindades. Nos sumergimos en la historiografía latina, árabe, cristianos, franceses y españoles; en manuscritos, libros y periódicos; y en recuerdos personales para evitar la célebre frase de que la historia la escriben los vencedores.

Finalmente, antes de pasar la palabra a mi coautor, y sin embargo amigo, Felipe expresar una intima razón para escribir “Batallas en Las Merindades”: 

“Me gustó este tema porque se relacionaba con el que ya hice anteriormente, en cierta forma es el paso lógico que pasa desde las construcciones defensivas a la otra parte, los movimientos ofensivos, se podría decir que este nuevo trabajo es complementario del anterior, así que en ese sentido era dar continuidad a lo que he ido ya escribiendo”.

Creo que Aitor me ha dejado la labor más ingrata: explicar por qué redactar una guía sobre las batallas ocurridas en Las Merindades cuando el sentir general es que “sobre eso lo mejor es olvidar”. ¿Qué decirles? La guerra siempre es negativa pero no podemos ignorar los hechos. Se lo debemos a quienes las sufrieron y a quienes murieron en ellas. Es nuestra obligación y su memoria. Quizá lucharon por defender nuestra libertad, o por todo lo contrario. Da igual, la muerte los ha igualado. Todos conocemos gente que fue movilizada a la fuerza para formar parte de las tropas durante la guerra del 36 y su recuerdo y dolor nos ha acompañado al escribir este libro. 

No amamos la guerra pero renunciamos a ignorarla. Hemos abierto una de las muchas puertas que protegen el ser de nuestras Merindades. En este caso sobre las batallas que han marcado su devenir en momentos importantes. Sus estrechos desfiladeros, sus gargantas, han sido regados con sangre, gente que ha luchado por proteger su vida, por defender sus ideales, por expandir imperios… miles de vidas cercenadas, segadas, por espadas, cañonazos o balazos. 

A lo largo de las 150 hojas de “Batallas en Las Merindades” descubrirán cómo se defendieron los Cántabros del avance romano, sus armas y sus razones; sentiremos el miedo a ser esclavizados en una aceifa y las formas de evitarlo; Nos sumergiremos en las luchas banderizas del bajo medievo y en la crisis social de 1520; veremos cómo se desangraron Las Merindades durante el siglo XIX en una catarata de guerras: de la Independencia, trienio liberal, primera carlistada y tercera carlistada; y, finalmente, comprenderemos el paisaje de la guerra Civil de 1936-1939.

En aquellas batallas más alejadas en el tiempo, las fuentes documentales son escasas y en muchas ocasiones ambiguas, o directamente mentira, permitiendo más de una interpretación posible; en las más recientes, lo que ocurre es que el material es tan abundante que solamente de una batalla se puede realizar un estudio. Y eso ha influido en la forma de encarar cada época.

Descubrirán las armas, los modos de batallar, las dudas sobre lo que la historia nos ha transmitido. Cada acción militar tiene un pequeño mapa de Las Merindades para situarla en el espacio. 

En resumen, una obra de fácil lectura, manejable y a todo color por 15 €. 

Hemos creado un blog (“Batallas en Las Merindades”) para que los lectores puedan comentarnos sus dudas y en el cual les presentamos información adicional sobre la guerra y Las Merindades.

El Libro está disponible en: 
  • Librería Rojo (Villarcayo) 
  • Librería Garabatos (Medina de Pomar) 
  • Librería Mari Carmen (Espinosa de los Monteros) 
  • Librería El Espolón (Burgos) 
  • Librería El Kiosko (Villasana de Mena) 
  • Bar Estación (Pedrosa de Valdeporres) 
  • WARGAMES (Bilbao, C/ Padre Lojendio) 
  • Milo´s (Barakaldo, C/ Merindad de Uribe) 

Y tenemos programadas una serie de conferencias la primera de las cuales será el 19 de Abril de 2014, a las 18:00 horas, en Villarcayo, en los locales del CEDER Merindades situados en las antiguas escuelas del Soto (Zona de la calle Sigifredo Albajara)



No lo duden, acérquense a los puntos de venta, pregunten por el libro, ojeénlo y decidan disfrutarlo en su hogar. O, si lo prefieren, pónganse en contacto con nosotros a través de nuestro blog.

Nota:

Este próximo Viernes, 11 de Abril de 2014, a las 20:00 h. el escritor y divulgador de Las Merindades Aitor Lizarazu Pérez dará una conferencia en la sala Polisón del Teatro Principal (Paseo del Espolón, s/n).

domingo, 6 de abril de 2014

Los primeros Salazar: de Las Merindades a Vizcaya.

De este grupo familiar se conoce, fuera de Las Merindades, a Lope García de Salazar “el de las Bienandanzas” pero al ser pariente mayor, con la sucesión de la línea principal recibió los derechos al solar matriz y la dirección del viejo tronco fami­liar, polarizado a su alrededor en una red de casas filiales y de ramas segundonas.

Iniciemos nuestro camino desde la etimología del apellido Salazar. Parece que hay unanimidad en su final: sería un vocablo vascón, donde la última sílaba, «zar», significaría «viejo». El problema surge con el principio, donde tendremos dos versiones.

Para algunos «sala» estaría relacionado con «sal», sig­nificando «pastizal», como todavía se utiliza comúnmente; mientras la mayoría se in­clina hacia la traducción de «casa-cortijo-palacio», cuyo uso por el contrario apenas ha subsistido. Además, el recuerdo histórico también es favorable a esta interpretación. Lope García, el historiados o el de las Bienandanzas”, dice que en el antiguo escudo familiar figuraba por único motivo «una torre almenada con su cortijo». Sería así más probable que el nombre de «palacio viejo» proviniera de una vetusta casa fuerte, produciendo el topónimo, y no viceversa como es común entre los vascones. 

Escudo originario de la Casa de Salazar

Vale, lo siguiente es buscar lugares llamados “Salazar” o “Palacio Viejo”. Y hay varios en el norte pero el lenguaraz escritor Lope García, señala varias en su obra que nos permite hacer descartes en pro del pueblo de la merindad de Castilla Vieja. Puntualiza,también, sus relaciones en la zona con aliados, como La Cerca y Nograro y enemigos como Ángulo y Velasco. Y señala como su solar originario una «aldea cerca de Medina de Pomar».

Si bien la antigüedad del topónimo Salazar está atestiguada por tres menciones me­dievales distintas, dos de ellas no garantizan una fiel correspondencia con el asentamiento señalado. La única referencia probable es la expresada en una carta de donación concedida por el conde Sancho de Castilla al monasterio de Oña en el 13 de febrero del año 1011 donde algunos de los bienes se sitúan en «Salazar». Da veracidad al texto el que se enumera con otros muchos lugares, bien conocidos y muy próximos entre sí.

Tenemos al clan Salazar radicado en Las Merindades siglos después de iniciada la reconquista. Un problema es fiarse de Lope (el “historiador”) que inventó tramas más por talento práctico y habilidad política que por vanidad. Puesto que, en base a esos relatos (conquista y legítima fundación de centros religiosos) podía pretender mayor justificación histórica a sus posesiones hidalgas. Y eso subyace en todo sus texto. 

Consta la narración godo-normanda por un lado y por otro está el origen apuntado en un tratadillo dedicado a los Salazar (Memorial familiar de 1682): Un descendiente del franco Eudón, duque de Aquitania, llegó a Castilla la Vieja desde el valle altonavarro de Salazar el año 778.

Ambas seguramente falsas. Exóticas, fantasiosas y falsas. ¿Resultado? Sólo queda como hipótesis más probable la de una sencilla extracción autóctona. Incluso Lope, aunque admite la existencia de una cadena anterior o primitiva prove­niente del normando fundador de la casa, comienza con el primer Salazar por él conocido, también llamado Lope García.

Lope García de Salazar (I)

Se casó con María Díaz, hija de Alvaro Díaz de Mendoza de Álava y sus tres hijos fueron: Gonzalo García (primogénito), Garci López y Lope, quién será su heredero. 

Lope García de Salazar (II)

El segundo Lope aparece solo con el nombre de pila en consonancia con la tradición de no llevar sobrenombre los menores de edad y los que no son cabeza de linaje propio. Lope, estudiaba para cléri­go destinado por su padre para ocupar alguna dignidad eclesiástica, cuando en la torre de La Cerca sucedió su aventura amorosa con la única hija legítima del señor de ella, lo que al fin le llevará a su muerte por obra de los hermanos bastardos de su amada.

Lope García de Salazar, el escritor, afirma que la casa de La Cerca era la más poderosa de Castilla Vieja y, ciertamente, es una de las que asoman entre las pági­nas de «Las tres crónicas». Y lo demuestra el Libro Becerro de las Behetrías de Castilla, cuya monto de bienes allí enumerada había de pasar por entero a la herencia de los Salazar. Hoy diríamos que el muchacho destinado a Dios pegó un buen braguetazo que le unió a la herencia de La Cerca.

Lope García de Salazar (III), “El ganador de estrellas”.

Y un braguetazo preciso porque pasados los nueve meses de la muerte de «el sin apellido» nació su hijo póstu­mo, Lope III, «el ganador de las estrellas» (¿1220-55?), de quien se hizo cargo su abuelo materno el poderoso Martín Ruiz de la Cerca. Es criado como legítimo con nombre de pila, apellido y derechos paternos, llamándose Lope García de Salazar. Heredó, con lo cual con él se extinguió la línea de La Cerca.

Lope III era gran­de de cuerpo, valiente y esforzado como demostró cuando tenía 22 a 25 años. Estaba con su abuelo en la corte toledana de Fernando III (1199-1252) y aceptó el desafío singular de un moro gigante con quien ningún castellano osaba enfrentarse. Toda la mañana estuvieron luchando y al fin le derrotó, degollándolo y arrancando las 13 estrellas de oro con las que el vencido adornaba la almejía (túnica o manto) sobre su cabeza. Este acto le permitió cambiar sus armas, el viejo castillo de plata, por las 13 estrellas doradas. 

Escudo "clásico" de la Casa de Salazar


Además la suerte hereditaria sonrió a Lope García III ya que sus tíos paternos no tuvieron hijos legítimos y los maternos eran ya bastardos. Unió ambas casas de Salazar y La Cerca, convirtiéndose por su hazaña y bienes en uno de los más influyentes mayores de Castilla la Vieja.

En esta situación de personal prestigio y acumulada riqueza se casó con Elvira Ortiz Calderón y Hurtado de Mendoza, hija única legítima del alavés Fortún Ortiz Calderón, señor de la torre de Nograro en el valle de Valdegovía y fundador de una de las líneas bastardas nacidas del poderoso señor de Ayala.

Este Fortún, u Ortún, Ortiz figura en el séquito de Mencía López de Haro, hermana del señor de Vizcaya que fue esposa de Sancho II llamado «el Magnífico» y rey de Portugal (1203-48). Así, en 1246 se hallaba en Ourem (Portugal), cuando algunos vizcaínos lucharon a favor de la reina raptada por los rebeldes en un hecho que produjo en aquel reino la guerra civil, y en 1257 (febrero, 18) testificaba en Cañas, cuando la exreina, viuda y sin hijos hizo venta de sus arras portuguesas.

Con este matrimonio presentamos la geoestrategia en Las Merindades pues significó para el de Nograro la alianza militar con el «ganador de las estrellas» en su guerra contra los de Ángulo. Les creaba un nuevo frente al oriente desde La Cerca y, para Lope III, suponía la ad­quisición en su heredero del difuso conjunto patrimonial de los Calderones. 

Mientras, se distanciaba de Fernando III. Esta separación podría tener causas económicas ante la fundación de las vecinas villas de Orduña en 1229 y Valmaseda en 1234 por Lope Díaz de Haro, «cabeza brava».

El señor de Vizcaya y el rey de Castilla no compartían la opinión sobre la fundación de esas villas... Y terminó como el rosario de la Aurora: Diego López de Haro se «desnaturó» del castellano alián­dose a Jaime I de Aragón. En 1240, don Alfonso, todavía infante de Castilla, esperaba en Medina de Pomar. Suponemos que esto complicó la vida a Lope García que aún era joven, al estar arraigado fuertemente en la misma vecindad que ambas villas.



Pero bueno, el patrimonio que ya tenía Lope III hizo de su hijo Lope García IV «el prestamero», uno de los más ricos y poderosos en Castilla Vieja y Valdego­vía, señor de las importantes casas de Salazar, La Cerca y Nograro. 

Lope García «el de las estrellas» murió de enfermedad, «de su dolencia», cuando ya habían transcurrido unos 10 años desde que por su hazaña alcanzara gran renombre en Castilla y demás reinos cristianos, siendo todavía «assaz mozo» con apenas 30-35 años. Sería poco después del año 1255, para que sea posible que Lope García «el prestamero», aún niño, llegase a alcanzar los casi cien años durante el cerco de Algeciras que pretende darle el Lope historiador.

Una vez sepultado en un monasterio situado sobre el Ebro entre Haro y Miranda, Santa María de Herrera, sus dos hijos varones «mozos pequeños» de sólo 4-8 años quedaron bajo la tutela del abuelo materno en Nograro, del mismo mo­do que el ahora difunto lo estuvo al cuidado del suyo de La Cerca. Y esto alejó a los Salazar de Las Merindades.

Lope García (IV), “el prestamero”

Lope García IV se le conoce como: “el prestamero”, “el de Nograro”, “el de los 120 hijos” (por su descendencia) y “el de Algeci­ras”, por el lugar del óbito. Su infancia estuvo rodeado de guerras de bandas o linajes encuadradas en obtener el predominio sobre las rutas comerciales que desde la Meseta penetran hasta la costa de Vizcaya. 

Los de Ángulo, situados sobre la llamada «vuelta de Quincoces», disputaban a los de Nograro el control de la entonces transitada ruta que del valle de Losa desciende cami­no de Arceniega para acceder hasta el puerto de Bermeo. Por medio de las respectivas alianzas de Ángulo-Velasco y Salazar-La Cerca-Nograro, se dominaban las otras entradas al señorío: la de oriente que bajando desde Valdegovía lleva a Orduña y el Nervión; y la de occidente que desde Villarcayo sigue la vía de Valmaseda y el Cadagua. Estos clanes, o bandas, Luchaban por los portazgos.



Durante este conflicto, los caballeros de Ángulo mataron a los dos tíos de Lope Gar­cía, hermanos bastardos de Elvira, mientras defendían con las armas el solar; y aprove­chándose luego de la favorable relación de fuerzas derivada por el desamparo de tales muertes, la ancianidad de Fortún Ortiz y la minoría de edad de sus nietos, les derribaron las casa de Quincoces.

El anciano tutor se querelló ante el rey y éste sentenció la reconstrucción de la casa derribada con materiales de tres reinos diferentes, de tal modo que no siendo posible llevarlo a efecto, la generación destructora hubo de permanecer en el destierro de por vida y así volvió durante algún tiempo la paz a la comarca.

Entre tanto, Fortún Ortiz vivió aún lo suficiente para ver cómo sus nietos Lope García y Garci López se convertían en fuertes mozos capaces de valerse por sí mismos y sostener cualquier eventual guerra contra sus enemigos, pero no más.

Muerto el señor de Nograro el mayor de sus nietos con el cargo del solar heredó las casas de Salazar-La Cerca-Nograro y los heredamientos de Losa, Mena, Ayala y todo lo de Nograro. Según el Libro de el Becerro solamente en la merindad de Castilla Vieja poseía señorío sobre más de 35 lugares, enlazándose sus heredades desde lo que hoy es el nordeste de Burgos con otras más en el noroeste de Álava (la zona de Las Merindades y Valdegovía).


Palacio de los Salazar (Salazar-Las Marindades (Burgos))


Pese a tan extensa riqueza patrimonial su dominio efectivo resultaba bastante limitado, pues muchos de aquellos lugares estaban compartidos con otros linajes e instituciones, de tal modo que parte de sus vasallos son de behetría, parte encartación, parte solariego y parte de orden.

Tras haber engendrado abundantes bastardos, cuando rondaba unos 20 años hizo casamiento con doña Berenguela, hija de Pedro González de Agüero “el viejo”.El matrimonio vivió en Nograro, en donde tuvo a Juan Sánchez de Salcedo y a Lope García de Agüero, sus dos únicos hijos varones legítimos más una hija. (y los 120 bastardos, ojo) 

Muchos de esos “hijos naturales” establecieron casa en vida de su padre gracias a la rica hacienda de Lope García IV (Libro Becerro de Behetrías: “de fijos de Lope Gar­cía de Salazar”) dejándonos hoy, en Las Merindades, Valdegovía y zonas adyacentes,viejas casonas blasonadas con las estrellas de Salazar.

Y ¿qué pasó cuando Lope García y su hermano Garci López fueron mayores de edad? Guerra. Actuaron contra los Angulo en la zona de Quincoces. Estos pidieron ayuda al los Velasco. Luchaban tanto por las vías de comunicación como por expulsar a los otros de aquellos pueblos de Las Merindades de posesión conjunta.

Podría parecer lo contrario pero la victoria solía sonreír a Lope García IV. Aparte era honrado con tareas y gestiones diplomáticas: embajadas en nombre del rey de Aragón (1281) a favor de los infantes de La Cerda en la sucesión de Alfonso X; la testa­mentaría del señor de Ayala (1328); intervino en la vinculación de la cofradía de Arriaga a la corona de Castilla (1332); y ejerció la prestamería y justicia de Vizcaya ( de ahí su mote).

Tras numerosos vaivenes políticos y cambios de alianza vemos al prestamero acompañar al rey de Castilla durante la batalla de El Salado (1340). Allí se distinguieron un sobrino suyo, Gonzalo García de Salazar “el de Tamayo” y otro pariente, Alfonso Ortiz Calderón, prior de la orden de San Juan y a la sazón almirante, quien por la mar se encargaba del sitio de Tarifa. Y en 1344, siendo un anciano asistió al cerco de Algeciras, donde víctima de la peste murió con otros, incluido su tradicional enemigo Fernán Sánchez de Velasco.

Con tan dilatada vida había llegado a conocer cuatro reinados en Castilla, los de Al­fonso X (1252-84), Sancho IV (1284-95), Fernando IV (1295-1312) y Alfonso XI (1312-50). Seguramente vivió unos 80 años, con una ancianidad para aquel entonces excepcional, y vigorosa sin duda por el solo hecho de haber concurrido de manera digna al lejano campo de batalla.

El cuerpo del prestamero fue enterrado en Santa María de Valpuesta en Las Merindades. Y a partir de aquí los Salazar dejan Las Merindades para ser percibidos como vizcainos.

Juan López de Salazar

El mayor de los hijos bastardos de Lope García de Salazar, Juan López, casó con Inés de Muñatones, hija de Diego Pérez de Muñatones, señor de esta casa de Somorrostro. Tras vivir un tiempo en la torre de San Cris­tóbal de La Baluga (Sopuerta) bajaron a Somorrostro donde construyeron la primitiva torre de San Martín, en tierras del solar de los Muñatones. 

Torre de Muñatones


La unión de muñatones y salazares reportaba a unos y otros nuevos aliados y nuevos enemigos. Mientras Juan López de Salazar, ejerció de teniente de prestamero en la Encarta­ción por delegación de su padre Lope García IV, aprovecharon la situación para favorecer a su nueva casa.

A la muerte de Lope García de Salazar, la Prestamería de Vizcaya correspondió a Juan Hurtado de Mendoza y la tenen­cia de esta en la Encartación a Pedro Fernandez de Velasco dándose la vuelta a la tortilla.

Juan Sánchez de Salazar 

Juan López de Salazar dejó por heredero a su hijo Juan Sánchez, quien casó con María Sánchez de Zamudio y Leguizamón.

Juan Sánchez de Salazar, señor de la casa de Salazar de San Martín, y Ochoa de Muñatones, señor de la casa de Muñatones, redactaron el contrato matri­monial de sus respectivos primogénitos Ochoa y Teresa, cuando estos eran aún unos niños. La temprana muerte de Ochoa de Muñatones en el cerco de Lisboa, dejan­do como heredera de su solar a la mencionada Teresa, supuso que, una vez que se consumase el matrimonio y hubiese un heredero, ambas casas entron­carían en él. Éste habría de ser Lope García de Salazar, “el historiador”.

Pero, como si todo esto fuese un culebrón, a la muerte de Ochoa de Muñatones el canciller Pedro López de Ayala consiguió una merced real sobre el solar de Muñatones. Juan Sánchez de Salazar evitó la pérdida, al demostrar que era mayorazgo heredado por el linaje desde Sancho Ortiz Marroquín por donación del Señor de Vizcaya Diego López de Haro “el Bueno”. 

Ochoa de Salazar

Ochoa de Salazar, que el año 1430 sirvió al rey don Juan II de Castilla en la guerra de Navarra al frente de los caballeros hijosdalgo de las Encartaciones, y al siguiente, en la vega de Granada contra los moros. Fue el padre de Lope García de Salazar, el de las Bienandanzas.


Detalle escudo Salazar en Salazar


Bibliografía.

“La herencia familiar y política de Lope García de Salazar”. Gregorio Bañales.
“Lope García de Salazar: el primer historiador de Bizkaia”. Sabino Aguirre Gandarias.
Blog. El blindado personal.