¿Conocer
Soncillo es sencillo? Puede que sí, como saber el origen de esta población
porque ¡ya lo descubrió Gregorio de Argaiz! No nos pudo decir quién
exactamente, pero estaba persuadido de que fueron los egipcios. ¡¿¿Quiénes??! Los
egipcios que vinieron con Hércules el Grande, llamado Horón Libio, “a vengar
en los Geriones la muerte de su padre el Rey Osiris, le darían principio,
dándole el nombre de Bélica, o Belgida, como refieren otros”. Daba tres
razones para que lo dicho fuese cierto:
Primera: en la
parte oriental de Espinosa de los Monteros se había encontrado en una cueva y
monte cercano una población abandonada que Gregorio dijo que se llamó “Idi
Cobae” y que asoció con “Iside”, mujer de Osiris y madre de Hércules Libio. La
prueba la encontró en la transcripción de una piedra tallada situada en la
Catedral de Burgos que decía “Isidi sacrum” y que fue venerada en una cueva.
También estudió la posible evolución del nombre desde “Isidis Covae” a
“I..di…Covae”. Segunda: El parecido entre el nombre del río Nela con el río
Nilo. Tercera: el nombre de Bellica lo asoció a Bello, rey de los Asirios.
Claro que,
dentro del batiburrillo continuado de párrafos indeterminados de Gregorio,
parece que la edificaron los Lacones (espartanos) llamándola Opsicella. Bueno…
es Gregoria de Argaiz. Aunque no iba muy equivocado porque cerca de Soncillo
estaba Cidad que se trata, muy probablemente, del centro urbano de una
jurisdicción supralocal desde época romana.
La primera cita
documental de Soncillo, de la capital del valle de Valdebezana, aparece en 1244
en un pleito por la reclamación de un solar. En él hace de testigo de los
fijosdalgo Gómez Pérez de Soncillo. En 1256 en una venta al monasterio de
Rioseco, incluido en el concejo de fijosdalgo aparece el mismo personaje, pero se
le cita como padre: “Pedro Gómez fijo de Gómez Pérez de Saoncillo e Diago
Gómez so hermano”. En este mismo documento se nombra a otro personaje: “Johan
abat de Saoncillo” que tanto puede ser el cargo de un monasterio en la
iglesia de Soncillo como un apellido.
En el siglo
XIII, se cita la jurisdicción de Soncillo en el apeo de un vecino San Cibrián
de Bezana. En 1350 Soncillo era un lugar de behetría y sus lugareños eran
vasallos de Diego Pérez Sarmiento, marido de María de Velasco, mientras que los
naturales eran Pedro Fernández de Velasco (hermano de María) y Gonzalo González
de Argomedo. Pagaban al rey moneda y servicios; no pagaban yantar, ni
martiniega, ni fonsadera.
“Johan de la
Hoya y Johanna Royz, su mujer, donaban en 1429, al monasterio de Rioseco, todos
los heredamientos e pan e yerbas leuar e arboles de leuar fruto e non fructo e
non fructo, prados e pastos e montes e dehesas, exidos e huertos e muraderas e
heras e casas pobladas e por poblar, molinos e aguas comentes e estantes e
todos los otros bienes e possesiones assy muebles commo rayzes que nos abemos e
heredamos en qualquier manera en el dicho lugar de Songillo, e en todos sus
términos”.
Durante el siglo
XV se siguen produciendo donaciones y ventas al monasterio de Rioseco: en 1444
la donación de una casa; en 1454 un solar de heredades en el término del solar
de Juan de la Hoya, el mismo personaje de 1429; en 1456 Juan López de Porres testa
una manda en libras de cera para la iglesia de San Cosme de Soncillo. San Cosme
y San Damián, son los santos titulares de Soncillo, su culto se generalizó
entre los siglos V y VIII. Existió, también una ermita dedicada a la Magdalena
que se documenta en 1709.
El templo actual
de estos santos es barroco, de una nave y dos capillas en forma de cruz latina,
con pilastrones y arcos de piedra y bóvedas encamonadas de yeso. Su ábside es
rectangular. Tiene su portada situada bajo pórtico de arco de medio punto con
impostas y molduras. Y la torre es cuadrada con imposta corrida y alero
moldurado, con pilastrones, cuatro huecos y dos campanas. Rodea su fachada un
atrio con reja. La pila es renacentista de mármol con borde moldurado y el
retablo mayor es neogótico.
Tras esta
digresión eclesiástico constructiva volvemos a nuestra historia, exactamente al
mercado. La primera mención documental al mercado de Soncillo lleva fecha de
1474 cuando este lugar, con su mercado, pagaba a los Porras 1.050 maravedís
situados en las alcabalas, por privilegio que le había concedido Enrique IV. Pero
podría ser un mercado más antiguo porque el privilegio para el mercado, en
Espinosa, lleva fecha de 1472. Sin embargo, en 1584, el mercado de Soncillo
será llevado a juicio por Espinosa de los Monteros argumentando que “dicha
villa de Soncillo que dicen es de Pedro Gómez de Porras se ha hecho y hace
mercado franco los más días de las semanas de todo el año lo cual sea atraído a
la dicha villa a todas las mercadurías y cosas que se llevaban y contrataban en
las villas de Bilbao, Orduña, Balmaseda, Espinosa de los Monteros y otros
lugares comarcanos a la dicha en lo cual se defraudaban nuestras alcabalas y
rentas”.
Soncillo
argumentó que el mercado de los miércoles no era franco y que pagaban alcabalas
de todo lo que se compraba y se vendía, y buena prueba de ello es el documento
de 1474. Indicaban que el mercado de Soncillo “era tan antiguo que memoria
de hombre no había en contrario, argumentando que las gentes de la comarca iban
a vender pan, queso y otras menudencias del comercio de la tierra y si el
mercado faltaba seria causa de que se despoblase”. El 14 de febrero de 1680
se concedió a Soncillo facultad para celebrar mercado todos los miércoles del
año, y dos ferias: la una la víspera de la Ascensión, y la otra la del Corpus.
También una feria el día de Santa Marina, 18 de Julio, en un despoblado. Parece
que fin de la disputa.
En 1587 Soncillo
tenía 17 vecinos. En 1591 tenía veintidós vecinos, dieciséis de los cuales eran pecheros, cinco hidalgos y un clérigo.
El gran espía de
la historia que es para nosotros el catastro del Marqués de la Ensenada se
presentó en Soncillo el ocho de agosto de 1753. El subdelegado de la
administración regia fue Juan García de Huidobro que se reunió con Juan de la
Peña y Francisco Antonio Gutiérrez, veedores, y con los vecinos José Gómez
Salazar, Luciano de Santa María, José de la Peña y José Ruiz y el cura
beneficiado de la única parroquia, Francisco Gómez. Confirmaron que era una
población que correspondía a Pedro de Porras Ontañón y Enríquez, vecino de
Virtus y que era quién ponía gobernador en el valle de Valdebezana. En ese
momento era Luis de Navamuel. Por alcabalas pagaban anualmente 1.000 reales y
por sisas y cientos 1.838 reales de vellón. Sobre los diezmos se hacían tres
partes: una para la dignidad arzobispal y dos para el cura beneficiado con unos
32 celemines de pan mitad trigo y mitad de cebada de primicias. Los animales
también pagaban tributos: las crías eran unos cuatro reales, la miel tres
reales la azumbre, etc. Se cultivaba trigo, cebada, centeno, habas, titos,
lino, yerba… Y de árboles, olmos.
Había un molino
de una rueda en “el arroyo de abajo” que trabajaba cuatro meses al año. Era del
vecino Francisco Ruiz que lo trabajaba. Hemos hablado que había miel, cosa
común en muchos pueblos, y gracias al catastro sabemos quiénes eran los
mieleros de 1753: cinco colmenas de Martín Sáenz; cinco de Francisco de la
Peña; dos de Juan de la Peña; tres de Lorenzo de la Peña; tres de Antonio
Gutiérrez; cinco de Andrés Ruiz; dos de Manuel Ruiz; y dos de José Gómez. Si se
están fijando hay una serie de apellidos que se repiten demasiado a menudo.
Había bueyes y
vacas de labranza, jatos, yeguas, ovejas, carneros, cabras y cerdas de criar.
Todo esto se distribuía, en diversas cantidades, entre los catorce vecinos y
cuatro viudas. Vivian repartidos en veinte casas concentradas en el núcleo urbano
sin casas de campo ni alquerías. Por supuesto había una taberna que gestionaba
Francisco de la Peña y por la que pagaba doscientos reales. Un mesón de José
González Bravo, vecino de Santelices, que gestionaba la viuda María Águeda Ruiz
-consta como media vecina- quien pagaba quince reales de vellón. El mesón no tenía
hospedaje. Tampoco hubiéramos encontrado hospital, cambistas o mercaderes de
gran volumen.
Tenían un
cirujano llamado José Gómez Salazar que cobraba seiscientos reales de vellón. Vida
muy distinta a la de la viuda María de la Peña que, con cuatro hijas pequeñas,
era pobre de solemnidad.
Setenta años
después se realiza el diccionario comúnmente conocido como “Miñano” (1826-1829)
que nos dice que había veinticinco vecinos lo que se traducía en ciento dos
habitantes.
A mediados del
siglo XIX el diccionario Madoz nos daba una serie de datos muy interesantes. Comentaba
que pertenecía al partido judicial de Sedano y que estaba “situado en
terreno llano, le combaten los vientos del N., y aunque su clima es húmedo y frio
en invierno, es templado en verano y su cielo alegre; las enfermedades comunes,
son reumas y catarros. Tiene 40 casas, la consistorial con una buena torre y
reloj público; escuela de instrucción primaria dotada con 2.000 reales de
vellón, concurrida por 40 alumnos; una iglesia parroquial (Stos. Cosme y Damián)
servida por un cura párroco. El termino confina N. Argomedo y Castrillo; E.
Cubillos; S. Torres y Montoto, y O. Quintanaentello; en él se encuentra el
pueblo de Montoto, y tres fuentes, dos de aguas comunes y una de minerales. El terreno
es de mediana calidad; contiene un monte poblado de bosque; le cruzan dos
riachuelos que se denominan de la Gándara y Bayo, y cada cual tiene un puente.
Hay un camino que conduce a Santander, Burgos y Vitoria, y otros para la
comunicación de los pueblos limítrofes. Prod.: trigo, cebada, legumbres,
patatas y pastos; cría ganado de todas especies, con preferencia al vacuno,
caza mayor y menor, y pesca de truchas. Ind.: cuatro molinos de harina”. Se
comentaba, también, que se celebraban dos ferias anuales y un mercado semanal.
Dejó sentado que había veintidós vecinos – ochenta y dos personas- y una
capacidad de producción tasada en 209.200 reales que, en impuestos, se
transformaban en 21.709 reales. Lo de los vecinos debemos ponerlo en cuarentena
porque esa cifra se empleó, también, para las quintas del ejército e interesaba
a los pueblos reducirla para que se pidiesen menos reclutas.
El siglo XIX fue
avanzando y las necesidades industriales generaron publicaciones que describían
la situación de cada pueblo de España. Ellas nos dan imagen de la evolución
anual de cada uno de esos lugares. Por ejemplo, en 1858 parece que había 395
habitantes. Lo cual es un arreón poblacional comparado con lo que dice en diccionario
de Madoz. Por esas publicaciones conocemos que Soncillo, entre 1879 y 1883,
tenía entre sus vecinos al abogado Gregorio Gutiérrez Ruiz; a los confiteros
Miguel Alonso Gutiérrez y Vicente Diez Diez; a los farmacéuticos Valentín
Esteban Sainz y Valentín esteban Terán; un “industrial” llamado Felipe Varona
Varona; el médico Mateo Mazón Samazo; los notarios
Manuel
Santos Diez González y Juan Gómez Salazar; y el veterinario -me gusta más
albéitar- Emeterio Peña González. Les adelanto que vamos a dejar constancia de
muchos nombres porque quiero que todos los tataranietos que lean esta bitácora
reconozcan a los suyos.
Estas personas
citadas se añadían a los, aproximadamente, 270 habitantes ubicados en 85
edificios de los cuales, precisaban, había quince casas que se ocupaban temporalmente
y cuatro abandonadas. Su estructura religiosa dependía de la diócesis de Burgos
y el Arciprestazgo de Arreba. Contaba con la iglesia parroquial de San Cosme y
San Damián cuyo curato era de la categoría de entrada. En 1861 dirigía esta
iglesia José González Val pero encontraremos más a menudo el nombre del director
espiritual Gregorio Gutiérrez Gutiérrez, cura de Soncillo al menos desde 1863 y
hasta, al menos, 1911. Pero es en 1871 cuando es nombrado segundo teniente
Arcipreste del partido de Arreba. De fondos municipales se costeaba una escuela
incompleta para niños y niñas. Puntualizaban que solo había agricultura y
servicios en la localidad. Y dejaba caer que los ochenta y cinco edificios
carecían de características excepcionales.
Nuestros
chivatos impresos nos informan que, en 1884, además de las personas citadas,
teníamos en Soncillo a Saturnino Sotes con un negocio de Cordonería y
Pasamanería; a Manuel Gómez que trabajaba un molino y -por coincidencia de
nombre- un negocio de loza y vidrio; a Gregorio Peña López con una maderería; a
José Gómez que se dedicaba a pintor de brocha gorda; a Antonio Ortiz con un
negocio de tejidos; a Gregorio Peña Gómez -¿el mismo que ya hemos citado?- que
tenía una tienda de ultramarinos; y a Guillermo Albajara que ejercía de
zapatero.
Para 1885 conocemos
que el alcalde fue Ceferino Varona; el secretario municipal, Andrés López; el
juez municipal fue Victoriano Fernández; y el secretario judicial era Saturnino
Fernández. Perdemos al notario Manuel Santos Diez González que esperemos fuese
porque se trasladó a otra localidad y no al Paraíso.
En 1886 el
alcalde era Manuel Ruiz y el párroco Gregorio Gutiérrez (cómo ya habíamos avisado).
A la dupla de confiteros se les unió Epifanio Sedano. Gregorio Peña López debió
variar sus negocios porque desaparece de la tienda de ultramarinos creando un
negocio de maderas. Claro que la tienda de ultramarinos la gestionaba Vicente
Peña ¿Un pariente de Gregorio, quizá?
¿1887? Empezamos
con sorpresas como que el que tuvo tienda de ultramarinos o el que tuvo un negocio
de maderas se convierte en el juez municipal: Gregorio Peña. U otro Gregorio
Peña cualquiera. Por cierto, uno de los gregorios seguía con la venta de
madera. Los demás seguían igual. Incluso en la repetición de apellidos.
En 1888 el
alcalde fue Plácido San Miguel y, saltando hasta 1894, vemos que el alcalde fue
Antonio Fernández Sainz. Han pasado varios años y, evidentemente, han cambiado algunos
nombres como el caso de Anselmo Montiel que es el secretario municipal y
judicial de ese tiempo; el juez municipal era Eusebio Peña Gómez Salazar; el
fiscal atendía al nombre de Eustasio Peña; surgen los cafés de Miguel Alonso
Gutiérrez, María Peña y de Epifanio Sedano que, parece que amplió su negocio de
dulces. ¡Incluso vendía chocolate nuestro Epifanio! Y no solo él vendía chocolate,
sino que competía en ese negocio con Miguel Alonso Gutiérrez y María Peña.
Supongo que, si se producía un atracón de dulces, se podría ir donde el nuevo
farmacéutico llamado José Estébanez. Conocemos a dos herreros, Lorenzo Gómez y
Saturnino Martín, y a un hojalatero, Fernando Gómez. El número de médicos en
Soncillo se había duplicado (de uno a dos) añadiéndose el licenciado Tomás Peña
a cubrir las necesidades locales. Tendremos a María Guadalupe, Irene Ortiz y
Simona Pérez como modistas de Soncillo. Y, aunque sigue desde hace años,
destacar al notario Juan Gómez Salazar.
Por no ser muy
tediosos -cosa difícil en estos temas- miramos, ahora, el año 1897. Soncillo
tenía 560 habitantes y celebraba feria de ganados los días de San Pedro y San
Lucas y mercado semanal todos los miércoles. Melitón serna se añade a los
poseedores de cafés desapareciendo María Peña y Epifanio Sedano. Nos consta,
ya, un colegio de las hermanas de San Vicente de Paul para niñas. Simona Pérez
dejó de aparecer entre las modistas y surgieron las posadas de Francisca Moral
y Joaquina Ruiz. En el lado masculino de la aguja tenemos a los sastres Francisco
Bocanegra, Saturnino Corrales y Cipriano Peña. Felipe Moral e Isidro Zamanillo
eran tejedores y Teresa Herrero, Antonio Ortiz y Fernando Revuelta vendían
tejidos. Siempre existieron los transportes entre distintas localidades y a
largas distancias y este año de 1897 conocemos a Félix Martínez, que viajaba a
Burgos, y a Patricio Fernández que tomaba el camino a Santander. Vivían del
negocio de los ultramarinos las familias de: Felipe Fernández, Paulino
Martínez, Vicente Peña -ya un veterano-, Manuel Ruiz, Benito Sainz, y Vicente Varona.
Tomás Pérez se cuidaba de la salud animal. Y en el negocio de los vinos y
licores estarán los Peña: Eustasio, Felipe, Román y Santiago. Que no se si
estaban en una única taberna o repartidos en varias o si son familiares o no.
Finalmente, y por poner los pies en la tierra, citaremos los zapateros de ese
año: Probo Álvarez, Pablo Iturriaga, Pablo Torres. Ya lo sé: ¿Qué nombre es
Probo? Les diré que es el de un emperador romano llamado Marco Aurelio Probo
(276-282) pero no les puedo decir qué se le pasó por la cabeza al señor Álvarez
para bautizar así a su hijo.
En 1898 la villa
de Soncillo tenía 593 habitantes por lo que podemos entender que hubo una
marcha de residentes, quizá a pueblos contiguos al existir minas de hulla en el
municipio. Se producen cereales y legumbres. El alcalde fue Santiago Peña Saiz
y, otra variación, el juez municipal fue Manuel Ruiz Ogarrio. El fiscal era
Benito Sainz Sainz. ¿Cafeterías? Tenemos a Miguel Alonso Gutiérrez (que, además,
es confitero y chocolatero), Francisco Álvarez Ruiz y Román Peña Gómez. María
Peña sigue con su negocio de confites y cera. Está el ferretero Manuel Gómez de
Salazar que también fabrica harinas. El notario era Joaquín Gutiérrez Santos.
Hay un cambio en una de las posadas pasando su titularidad desde Francisca
Moral a Gabriel Ruiz Moral que, dado el tradicional orden de los apellidos,
sería su hijo. Nos surge un único tejedor llamado Eduardo Gallejones y los
zapateros eran Benito Diez, Pablo Iturriaga y Pablo Torres.
En 1899 seguían
los 593 habitantes. Estaban encuadrados dentro de la población del valle de
Valdebezana que eran 2.200 ciudadanos. Vemos variaciones en la gente que se
dedicaba a los tejidos teniendo a Teresa Herrero, Anselmo Martínez, Antonio
Ortiz, Calixto Ortiz Herrero y Fernando Revuelta. Aparecen dos vinateros más
que son Elías Ruiz y Román Vallejo.
El último año
del siglo XIX, 1900, Soncillo tenía como alcalde a José Fernández; como juez
municipal a Francisco Saiz; y como secretario judicial a Gaspar Peña. Parece
que hay cierto baile entre los negocios de café porque se nos cae de la lista Miguel
Alonso Gutiérrez -que sigue de confitero en 1900 aunque no en 1901- y entra
Lorenzo Montiel. Como confitero entra Antonio Diez Peña, que también es
chocolatero. Este año nos constan dos ebanistas en Soncillo: Abelardo Estébanez
y Santiago Guadalupe. Como ferreteros tenemos a María Peña, Norberto Ruiz y
Vicente Varona. Mas variaciones: hay dos pintores llamados Faustino Gómez y
José Gómez. (¿Quizá padre e hijo?).
En 1901 nos
encontramos un solo herrero (Saturnino Martín). En 1902 tenemos como juez
municipal a V. Varona y como fiscal a Antonio Jiménez. Hay un nuevo confitero
llamado Antonio Alonso. Volvemos a tener solo al doctor Mazón como médico.
En 1903 el
alcalde es José Gutiérrez Sigler y como juez municipal aparece Gaspar Peña que
antes había sido secretario judicial. Como nota curiosa vemos que el epígrafe
“Cafés” transmuta a “Cafés y Billares” dándole un tono más sofisticado y en el
mismo figuran Francisco Álvarez Ruiz, Vicente Varona y Román Peña Gómez. Como
carpinteros tenemos a Juan Martín y Deogracias Sainz. Solo permanece la cerería
de María Peña y, a su vez, esta es la única confitera. Quizá lo de reducirse
los negocios de cerería es debido al surgimiento de la empresa de electricidad
“La Soncillana”. Se suma al mundo de los ferreteros Nazario Peña y gana el puesto
de herrero del pueblo Saturnino Martín.
En 1904 nos
dicen que hay 602 vecinos en Soncillo con el juez municipal, este año, Elías
Ruiz que comparte apellido con el fiscal Serapio Ruiz -nada raro si estamos
leyendo desde el principio-. Aunque otros anuarios nos dicen que este cargo lo
ocupa Antonio Fernández. La vida urbana se va desplegando con más aplomo y
vemos la cantidad de gente que tiene negocios de comestibles: Felipe Fernández,
M. López, Paulino Martínez, Felipe Peña, Nazario Peña, Manuel Ruiz, Benito
Sainz, Casimiro Sainz y Vicente Varona. Supongo que eso también favorecería a
los chocolateros Miguel Alonso y María Peña. Este año solo queda como ebanista
Santiago Guadalupe pero aparece un nuevo herrero, y cerrajero, llamado Julián
López. A su vez tenemos un médico más: Saturnino Mantilla. Y, ¡seis zapaterías!
Las de Probo Álvarez, Benito Diez, Baldomero Iturriaga, Emilio de la Nuez,
Pedro Robledo y Pablo Torres. Incluso nos enteramos del nombre del
administrador de la oficina de correos: Francisco Álvarez.
En 1905 ya tiene
Soncillo 650 habitantes. Los anuarios nos dicen que la fiesta mayor era el 27
de septiembre. El alcalde es Nazario Peña Mazón que les suena el nombre porque
tenía una tienda de alimentación. Es en este ejercicio donde conocemos los orgullosos
principales contribuyentes del municipio: Manuel Gómez, Ramona Díaz, José
Estébanez, Clara García, Basilia Mazón y Mateo Mazón, Eustaquio Peña, María
Peña, Manuel Ruiz, Gertrudis Saiz, Enrique Peña, Vicente Varona y Ramona Peña.
¿Qué era ser principal contribuyente? No lo sé. Para 1906 sabemos que quien
explotaba las minas de lignito y de hulla era la “Vidriera Reinosana”.
Conocemos a cinco canteros de la localidad: Antonio Fernández, Tomás López,
Román Vallejo, y José y Pedro Zamanillo. Como veremos en la imagen de Riera
1904 había varios carreteros cuya cifra aumentó este año: Eduardo Fernández y
Gabriel Martínez se incorporaron a ese trabajo. También nos encontramos con más
tiendas de comestibles, las de Francisco Álvarez, Agustín Diaz o Baldomero
Iturriaga -que parecía que solo vendía zapatos-. Eso sí desaparecen los “Peña”.
Las escuelas municipales -especifican que para niños- tenían como profesores a
Josefa Ibarrola, Alfonso Perfecto y a Donato Ruiz. Muchas de los epígrafes
varían, aparecen y desaparecen según los años. Si tienen curiosidad, más
curiosidad quiero decir, lo pueden ver en los anexos.
Saltemos a 1908.
El secretario municipal seguía siendo Anselmo Montiel que coincidía en apellido
con el secretario judicial llamado Lorenzo Montiel. El juez es Eustasio Peña y
el fiscal Ezequiel Gómez. ¡Y aguanta Gregorio Gutiérrez como párroco! En 1909
ya tenemos dos barberías en Soncillo -no de esas de barbero sangrador del siglo
XVI sino de las que conocemos- que tenían al frente a Agustín Campo y
Salustiano Oliva. Claro que, con respecto a las tiendas de comestibles, vemos
una reducción de las mismas a cuatro: las de Félix Martínez, Agustín Ruiz, A.
Enrique Varona y Vicente Varona. También se reduce el número de principales
contribuyentes: Basilia Mazón, Enrique Peña y Ramona Peña. El veterinario que
nos aparece es Bueno, de nombre Juan. Con vinos y licores trabajaban José
Fernández, Eustasio Peña, Román Peña y Agustín Ruiz. Y los zapateros fueron:
Benito Diez, Baldomero Iturriaga, Pedro Robredo y Pablo Torres.
Año de 1911.
Están como confiteros Vicenta Peña y Agustín Ruiz. Y como notario Manuel María
de Pablo. Marcelino Ruiz tiene abierta una panadería que parece decirnos que
cada vez menos gente hacía el pan en su casa en la villa de Soncillo.
En 1950 soncillo
tenía 558 vecinos repartidos en 126 viviendas. Esta reducción sería fruto de la
guerra y la emigración. En el año 2000 había 251 habitantes empadronados y en
2020 poco más de cien.
Bibliografía:
“Amo a mi
pueblo”. Emiliano Nebreda Perdiguero.
“Diccionario
geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar
(1845-1850)”. Pascual Madoz.
“Diccionario
geográfico-estadístico de España y Portugal”. Sebastián Miñano y Bedoya.
Diccionario
geográfico, estadístico, histórico, biográfico, postal, municipal, militar,
marítimo y eclesiástico de España y sus posesiones de Ultramar”. Pablo Riera y
Sans.
“Los Alfoces de
Arreba, de Bricia y de Santa Gadea. Los valles de Bezana y de Zamanzas”. María
del Carmen Arribas Magro.
“Anuario Riera”.
Pablo Riera y Sans.
“Indicador
general de la industria y el comercio de Burgos (1894)”.
“Estadística del
Arzobispado de Burgos”.
“Censo de la
población de España de 1877”.
“Censo de la
población de España de 1897”.
“Censo de
población siglo XVI”.
“Nomenclátor de
las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población de España
formado por el instituto nacional de estadística con referencia al 31 de
diciembre de 1950”.
“La soledad
laureada de San Benito y sus hijos en las iglesias de España y Teatro monástico
de la provincia de Asturias y Cantabria”. Gregorio de Argaiz.
“Memorias
políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España con
inclusión de los reales decretos, órdenes, cédulas, aranceles y ordenanzas
expedidas para su gobierno y fomento”. Eugenio Larruga.
Catastro del Marqués
de la Ensenada.
“El partido
Judicial de Sedano”. Luciano Huidobro Serna.