Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 30 de abril de 2023

Un palacio sobre un puente.

 
Nos trasladamos a uno de los pueblos más sorprendentes de España, y por ello, de Castilla. Vamos a Puentedey donde está el Palacio fortificado de los Brizuela. O de los Porras, o Porres. Lo más probable es que esté edificado en la zona donde debió haber un castro prerromano. Pero de esto no tienen la culpa sus constructores ni sus sucesivos habitantes ni es el tema de esta entrada. De otras cosas como la presencia de balcones, sí. Pero ya no los encontrarán.

Puentedey a finales de la década de 1970
 
El edificio consta de dos torres rectangulares unidas por un cuerpo más estrecho y bajo que, como otros en Las Merindades, recuerda la disposición del alcázar de los Velasco en Medina de Pomar. Fue construido mediante mampostería de piedra caliza y arenisca trabada con mortero de cal y con sillares en los vanos. Las torres son de planta rectangular con cuatro niveles, presentan vanos rectangulares y numerosas reformas -buenas y malas- en sus muros. Amén de dos escudos. La fachada central está al este situándose en la torre sur una ventana bordeada con bajo relieve de flores y otra prácticamente idéntica en la otra torre. Está coronada por un escudo y presenta cornisa sobre el escudo y, bajo la ventana, decorada con rosetas. Resulta llamativo el distinto grado de deterioro de las piedras que componen los vanos frente a las de las paredes. En el cuerpo central, de tres alturas, se debió situar el salón del palacio. Tenemos almenas bien orientadas, pero bajo los aleros que reducen su aspecto militar a mero elemento decorativo. En su tiempo tuvimos un balcón retranqueado en la última planta de la torre sur que transformaba la misma en un remedo de casa montañesa. El tejado de las torres a cuatro aguas. Tengamos en cuenta que este edificio ha sido totalmente restaurado y no sabemos hasta qué punto fidedignamente a sus orígenes o, por contra, cercanamente a una visión fantástica del renacimiento dadas las fotografías que tenemos anteriores a su nueva y pulcra imagen.

 
Los vanos nos hablan de su construcción renacentista al tener las características generales de este estilo. Claro que, podría ser, que lo único que nos dicen esas ventanas es que hubo una reforma del inmueble en ese periodo artístico. Lo decimos porque el Inventario arqueológico lo fecha en la Baja Edad Media. En la reconstrucción actual, la puerta de ingreso desde la calle principal tiene forma apuntada con altas dovelas a base de excelente sillería, puerta de madera reforzada con grandes clavos de hierro, y dos saeteras horizontales adaptadas para el uso de armas de fuego a "matarrasa".

 
Hemos señalado que en las torres hay sendos escudos coincidentes grabados en grandes piedras y protegidos por guardapolvos con pomas. El campo de este escudo es partido:
 
  • Primer cuartel: Un haz, (¿trigo? ¿Cebada?), puesto en posición de barra, acompañado por dos aspas, y surmontado por tres fajas: Armas de Brizuela.
  • Segundo cuartel: Tres fajas de veros, y en punta ondas de agua: Armas de Saravia.
 
Y, es que, en la Baja Edad Media es cuando se producen las luchas banderizas a lo largo y ancho de Las Merindades entre los Velasco y los Salazar que, hacia finales del siglo XIV, firmarán la paz -o la victoria del clan Velasco-. El cartel explicativo del caserón comenta que: “Así el apellido Brizuela, acabó del lado de los Velasco, se les concedió la jurisdicción de Puentedei, se alzaban de su compañía y eran cada vez más conocidos en la Corte Imperial”.

 
Claro que este texto no casa bien con la versión que cuenta que los Porras, Pedro Gómez de Porras “El Viejo” (S. XIV), poseían casa en Puentedey y ciertos bienes que pasaron a las hijas de su segunda esposa, Teresa de torres. Una de ellas, Teresa de Porras Torres, se casó con Juan Fernández de Brizuela, con lo que la torre de Puentedey llegó a los Brizuela a través de este matrimonio. El primogénito de ambos, Alonso Fernández de Brizuela, ya natural de Puentedey, desposó a María Isla y fueron a vivir a Berlanga de Duero, ejerciendo allí de alcaide de su fortaleza y curador -algo parecido a un tutor- de María de Tovar, mujer de Íñigo Fernández de Velasco, condestable de Castilla. Fueron, Alonso y María, padres de Francisco, García, Melchor e Iñigo de Brizuela, que probaron su hidalguía ante la Real Chancillería de Valladolid en 1573.

 
Por el expediente número 1.256 para el ingreso en la Orden de Santiago de Iñigo de Brizuela, Ubierna, Arteaga y Vallejo, natural de Miranda de Ebro, sabemos de la vida y milagros de algún Brizuela.

 
Francisco de Brizuela e Isla, Contador del Condestable de Castilla Pedro Fernández de Velasco “el Viejo", poseía el solar natal de los Brizuela en Puentedey, la casa con dos torres grandes de cantería a sus lados que edificó en estilo renacentista a finales del siglo XV. Lo sabemos porque está recogido entre la documentación del Real Consejo de las ordenes nobiliarias españolas, al uno de julio de 1609. Matrimonió en Berlanga con Ana de Saravia, hija de Hernando de Saravia y de María Zumel. Aquí tenemos el segundo apellido del escudo del caserón. Tuvieron por hijos a Iñigo de Brizuela y Saravia, abuelo del pretendiente reflejado en el expediente 1.256; Melchor (nacido en 1523) que fue caballero de la Orden de Santiago, marido de Mariana de Cárdenas y que tuvieron varios hijos; y a Pedro que casó con María de Tresala, con sucesión.

 
El Rey Felipe II encargó a Melchor de Brizuela Saravia la educación y servidumbre del príncipe Felipe y la Infanta Isabel. Para ello, le otorgó la responsabilidad de ser capitán de su guardia personal. Su hijo Francisco de Brizuela Cárdenas fue Alcaide de Madrid (1625-1630), y Gobernador de Aranjuez. Consiguió el hábito de Caballero de la Orden de Santiago el 21 de abril de 1610.

 
La sepultura del Contador Francisco de Brizuela se encontraba en la Colegial de Berlanga de Duero, capilla de San Andrés, construida por su descendiente el obispo de Segovia Iñigo de Brizuela y llevaba una inscripción que decía: “Aquí yacen los muy Magníficos Señores Francisco de Brizuela, Señor de la casa y solar de Puentedey y doña Ana de Saravia, su mujer, falleció él en Berlanga año de cincuenta y un año y la Señora Ana de Saravia año de 56”.
 
Íñigo de Brizuela Saravia, familiar del Santo Tribunal de la Inquisición, natural de Berlanga, casó con María de Arteaga, hija de Domingo de Arteaga, secretario del Tribunal de la Inquisición de Cuenca, en cuya ciudad nació María. Dos de los hijos de este matrimonio fueron Francisco e Íñigo de Brizuela de Arteaga.

 
Francisco de Brizuela de Arteaga fue caballero de la Orden de Santiago, natural de Berlanga, casado con Juana de Urbina y Vallejo, de Miranda de Ebro. Son los padres del pretendiente Iñigo de Brizuela Ubierna Arteaga y Vallejo. Ese del expediente 1.256. Este Íñigo era fraile dominico, Maestro en su Orden y Vicario General en los Estados de Flandes. Siendo confesor del Archiduque Alberto, en 1596, no quiso aceptar el arzobispado de Cambray. A la muerte del Archiduque le confirieron el obispado de Segovia (1622) y la Presidencia del Consejo de Flandes, y conservó ésta renunciando el obispado. Falleció en Madrid el 16 de enero de 1629, siendo sepultado en el convento de San Esteban de Salamanca.

 
Nos falta comentar el escudo situado a la izquierda de este caserón que porta cinco flores de lis, puestas en sotuer: son las armas heráldicas de los Porras o Porres. Lógico.
 
Debemos terminar indicando que, por su posesión, según Inocencio Cadiñanos, hubo numerosos pleitos en el siglo XVIII.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Los alfoces de Arreba, de Bricia y de Santa Gadea. Los valles de Bezana y de Zamanzas”. María del Carmen Arribas Magro.
“Blasones y linajes de la provincia de Burgos. V. Partido Judicial de Villarcayo”. Francisco Oñate Gómez.
“Amo a mi pueblo”. Emiliano Nebreda Perdiguero.
Web “Castillos del Olvido”.
Web “Asociación española de amigos de los castillos”.
“Los Porras originarios de Valdeporres. (I) Casa de Virtus y Cidad. Línea troncal (desde su origen)”. Francisco Javier Polanco Muñoz.
 
 

domingo, 23 de abril de 2023

Conociendo Soncillo y a algunos de sus antiguos vecinos.

 
 
¿Conocer Soncillo es sencillo? Puede que sí, como saber el origen de esta población porque ¡ya lo descubrió Gregorio de Argaiz! No nos pudo decir quién exactamente, pero estaba persuadido de que fueron los egipcios. ¡¿¿Quiénes??! Los egipcios que vinieron con Hércules el Grande, llamado Horón Libio, “a vengar en los Geriones la muerte de su padre el Rey Osiris, le darían principio, dándole el nombre de Bélica, o Belgida, como refieren otros”. Daba tres razones para que lo dicho fuese cierto:

 
Primera: en la parte oriental de Espinosa de los Monteros se había encontrado en una cueva y monte cercano una población abandonada que Gregorio dijo que se llamó “Idi Cobae” y que asoció con “Iside”, mujer de Osiris y madre de Hércules Libio. La prueba la encontró en la transcripción de una piedra tallada situada en la Catedral de Burgos que decía “Isidi sacrum” y que fue venerada en una cueva. También estudió la posible evolución del nombre desde “Isidis Covae” a “I..di…Covae”. Segunda: El parecido entre el nombre del río Nela con el río Nilo. Tercera: el nombre de Bellica lo asoció a Bello, rey de los Asirios.
 
Claro que, dentro del batiburrillo continuado de párrafos indeterminados de Gregorio, parece que la edificaron los Lacones (espartanos) llamándola Opsicella. Bueno… es Gregoria de Argaiz. Aunque no iba muy equivocado porque cerca de Soncillo estaba Cidad que se trata, muy probablemente, del centro urbano de una jurisdicción supralocal desde época romana.

 
La primera cita documental de Soncillo, de la capital del valle de Valdebezana, aparece en 1244 en un pleito por la reclamación de un solar. En él hace de testigo de los fijosdalgo Gómez Pérez de Soncillo. En 1256 en una venta al monasterio de Rioseco, incluido en el concejo de fijosdalgo aparece el mismo personaje, pero se le cita como padre: “Pedro Gómez fijo de Gómez Pérez de Saoncillo e Diago Gómez so hermano”. En este mismo documento se nombra a otro personaje: “Johan abat de Saoncillo” que tanto puede ser el cargo de un monasterio en la iglesia de Soncillo como un apellido.
 
En el siglo XIII, se cita la jurisdicción de Soncillo en el apeo de un vecino San Cibrián de Bezana. En 1350 Soncillo era un lugar de behetría y sus lugareños eran vasallos de Diego Pérez Sarmiento, marido de María de Velasco, mientras que los naturales eran Pedro Fernández de Velasco (hermano de María) y Gonzalo González de Argomedo. Pagaban al rey moneda y servicios; no pagaban yantar, ni martiniega, ni fonsadera.

 
“Johan de la Hoya y Johanna Royz, su mujer, donaban en 1429, al monasterio de Rioseco, todos los heredamientos e pan e yerbas leuar e arboles de leuar fruto e non fructo e non fructo, prados e pastos e montes e dehesas, exidos e huertos e muraderas e heras e casas pobladas e por poblar, molinos e aguas comentes e estantes e todos los otros bienes e possesiones assy muebles commo rayzes que nos abemos e heredamos en qualquier manera en el dicho lugar de Songillo, e en todos sus términos”.
 
Durante el siglo XV se siguen produciendo donaciones y ventas al monasterio de Rioseco: en 1444 la donación de una casa; en 1454 un solar de heredades en el término del solar de Juan de la Hoya, el mismo personaje de 1429; en 1456 Juan López de Porres testa una manda en libras de cera para la iglesia de San Cosme de Soncillo. San Cosme y San Damián, son los santos titulares de Soncillo, su culto se generalizó entre los siglos V y VIII. Existió, también una ermita dedicada a la Magdalena que se documenta en 1709.

 
El templo actual de estos santos es barroco, de una nave y dos capillas en forma de cruz latina, con pilastrones y arcos de piedra y bóvedas encamonadas de yeso. Su ábside es rectangular. Tiene su portada situada bajo pórtico de arco de medio punto con impostas y molduras. Y la torre es cuadrada con imposta corrida y alero moldurado, con pilastrones, cuatro huecos y dos campanas. Rodea su fachada un atrio con reja. La pila es renacentista de mármol con borde moldurado y el retablo mayor es neogótico.
 
Tras esta digresión eclesiástico constructiva volvemos a nuestra historia, exactamente al mercado. La primera mención documental al mercado de Soncillo lleva fecha de 1474 cuando este lugar, con su mercado, pagaba a los Porras 1.050 maravedís situados en las alcabalas, por privilegio que le había concedido Enrique IV. Pero podría ser un mercado más antiguo porque el privilegio para el mercado, en Espinosa, lleva fecha de 1472. Sin embargo, en 1584, el mercado de Soncillo será llevado a juicio por Espinosa de los Monteros argumentando que “dicha villa de Soncillo que dicen es de Pedro Gómez de Porras se ha hecho y hace mercado franco los más días de las semanas de todo el año lo cual sea atraído a la dicha villa a todas las mercadurías y cosas que se llevaban y contrataban en las villas de Bilbao, Orduña, Balmaseda, Espinosa de los Monteros y otros lugares comarcanos a la dicha en lo cual se defraudaban nuestras alcabalas y rentas”.

 
Soncillo argumentó que el mercado de los miércoles no era franco y que pagaban alcabalas de todo lo que se compraba y se vendía, y buena prueba de ello es el documento de 1474. Indicaban que el mercado de Soncillo “era tan antiguo que memoria de hombre no había en contrario, argumentando que las gentes de la comarca iban a vender pan, queso y otras menudencias del comercio de la tierra y si el mercado faltaba seria causa de que se despoblase”. El 14 de febrero de 1680 se concedió a Soncillo facultad para celebrar mercado todos los miércoles del año, y dos ferias: la una la víspera de la Ascensión, y la otra la del Corpus. También una feria el día de Santa Marina, 18 de Julio, en un despoblado. Parece que fin de la disputa.
 
En 1587 Soncillo tenía 17 vecinos. En 1591 tenía veintidós vecinos, dieciséis de los cuales eran pecheros, cinco hidalgos y un clérigo.

 
El gran espía de la historia que es para nosotros el catastro del Marqués de la Ensenada se presentó en Soncillo el ocho de agosto de 1753. El subdelegado de la administración regia fue Juan García de Huidobro que se reunió con Juan de la Peña y Francisco Antonio Gutiérrez, veedores, y con los vecinos José Gómez Salazar, Luciano de Santa María, José de la Peña y José Ruiz y el cura beneficiado de la única parroquia, Francisco Gómez. Confirmaron que era una población que correspondía a Pedro de Porras Ontañón y Enríquez, vecino de Virtus y que era quién ponía gobernador en el valle de Valdebezana. En ese momento era Luis de Navamuel. Por alcabalas pagaban anualmente 1.000 reales y por sisas y cientos 1.838 reales de vellón. Sobre los diezmos se hacían tres partes: una para la dignidad arzobispal y dos para el cura beneficiado con unos 32 celemines de pan mitad trigo y mitad de cebada de primicias. Los animales también pagaban tributos: las crías eran unos cuatro reales, la miel tres reales la azumbre, etc. Se cultivaba trigo, cebada, centeno, habas, titos, lino, yerba… Y de árboles, olmos.

 
Había un molino de una rueda en “el arroyo de abajo” que trabajaba cuatro meses al año. Era del vecino Francisco Ruiz que lo trabajaba. Hemos hablado que había miel, cosa común en muchos pueblos, y gracias al catastro sabemos quiénes eran los mieleros de 1753: cinco colmenas de Martín Sáenz; cinco de Francisco de la Peña; dos de Juan de la Peña; tres de Lorenzo de la Peña; tres de Antonio Gutiérrez; cinco de Andrés Ruiz; dos de Manuel Ruiz; y dos de José Gómez. Si se están fijando hay una serie de apellidos que se repiten demasiado a menudo.
 
Había bueyes y vacas de labranza, jatos, yeguas, ovejas, carneros, cabras y cerdas de criar. Todo esto se distribuía, en diversas cantidades, entre los catorce vecinos y cuatro viudas. Vivian repartidos en veinte casas concentradas en el núcleo urbano sin casas de campo ni alquerías. Por supuesto había una taberna que gestionaba Francisco de la Peña y por la que pagaba doscientos reales. Un mesón de José González Bravo, vecino de Santelices, que gestionaba la viuda María Águeda Ruiz -consta como media vecina- quien pagaba quince reales de vellón. El mesón no tenía hospedaje. Tampoco hubiéramos encontrado hospital, cambistas o mercaderes de gran volumen.

 
Tenían un cirujano llamado José Gómez Salazar que cobraba seiscientos reales de vellón. Vida muy distinta a la de la viuda María de la Peña que, con cuatro hijas pequeñas, era pobre de solemnidad.
 
Setenta años después se realiza el diccionario comúnmente conocido como “Miñano” (1826-1829) que nos dice que había veinticinco vecinos lo que se traducía en ciento dos habitantes.

 
A mediados del siglo XIX el diccionario Madoz nos daba una serie de datos muy interesantes. Comentaba que pertenecía al partido judicial de Sedano y que estaba “situado en terreno llano, le combaten los vientos del N., y aunque su clima es húmedo y frio en invierno, es templado en verano y su cielo alegre; las enfermedades comunes, son reumas y catarros. Tiene 40 casas, la consistorial con una buena torre y reloj público; escuela de instrucción primaria dotada con 2.000 reales de vellón, concurrida por 40 alumnos; una iglesia parroquial (Stos. Cosme y Damián) servida por un cura párroco. El termino confina N. Argomedo y Castrillo; E. Cubillos; S. Torres y Montoto, y O. Quintanaentello; en él se encuentra el pueblo de Montoto, y tres fuentes, dos de aguas comunes y una de minerales. El terreno es de mediana calidad; contiene un monte poblado de bosque; le cruzan dos riachuelos que se denominan de la Gándara y Bayo, y cada cual tiene un puente. Hay un camino que conduce a Santander, Burgos y Vitoria, y otros para la comunicación de los pueblos limítrofes. Prod.: trigo, cebada, legumbres, patatas y pastos; cría ganado de todas especies, con preferencia al vacuno, caza mayor y menor, y pesca de truchas. Ind.: cuatro molinos de harina”. Se comentaba, también, que se celebraban dos ferias anuales y un mercado semanal. Dejó sentado que había veintidós vecinos – ochenta y dos personas- y una capacidad de producción tasada en 209.200 reales que, en impuestos, se transformaban en 21.709 reales. Lo de los vecinos debemos ponerlo en cuarentena porque esa cifra se empleó, también, para las quintas del ejército e interesaba a los pueblos reducirla para que se pidiesen menos reclutas.


El siglo XIX fue avanzando y las necesidades industriales generaron publicaciones que describían la situación de cada pueblo de España. Ellas nos dan imagen de la evolución anual de cada uno de esos lugares. Por ejemplo, en 1858 parece que había 395 habitantes. Lo cual es un arreón poblacional comparado con lo que dice en diccionario de Madoz. Por esas publicaciones conocemos que Soncillo, entre 1879 y 1883, tenía entre sus vecinos al abogado Gregorio Gutiérrez Ruiz; a los confiteros Miguel Alonso Gutiérrez y Vicente Diez Diez; a los farmacéuticos Valentín Esteban Sainz y Valentín esteban Terán; un “industrial” llamado Felipe Varona Varona; el médico Mateo Mazón Samazo; los notarios Manuel Santos Diez González y Juan Gómez Salazar; y el veterinario -me gusta más albéitar- Emeterio Peña González. Les adelanto que vamos a dejar constancia de muchos nombres porque quiero que todos los tataranietos que lean esta bitácora reconozcan a los suyos.
 
Estas personas citadas se añadían a los, aproximadamente, 270 habitantes ubicados en 85 edificios de los cuales, precisaban, había quince casas que se ocupaban temporalmente y cuatro abandonadas. Su estructura religiosa dependía de la diócesis de Burgos y el Arciprestazgo de Arreba. Contaba con la iglesia parroquial de San Cosme y San Damián cuyo curato era de la categoría de entrada. En 1861 dirigía esta iglesia José González Val pero encontraremos más a menudo el nombre del director espiritual Gregorio Gutiérrez Gutiérrez, cura de Soncillo al menos desde 1863 y hasta, al menos, 1911. Pero es en 1871 cuando es nombrado segundo teniente Arcipreste del partido de Arreba. De fondos municipales se costeaba una escuela incompleta para niños y niñas. Puntualizaban que solo había agricultura y servicios en la localidad. Y dejaba caer que los ochenta y cinco edificios carecían de características excepcionales.

 
Nuestros chivatos impresos nos informan que, en 1884, además de las personas citadas, teníamos en Soncillo a Saturnino Sotes con un negocio de Cordonería y Pasamanería; a Manuel Gómez que trabajaba un molino y -por coincidencia de nombre- un negocio de loza y vidrio; a Gregorio Peña López con una maderería; a José Gómez que se dedicaba a pintor de brocha gorda; a Antonio Ortiz con un negocio de tejidos; a Gregorio Peña Gómez -¿el mismo que ya hemos citado?- que tenía una tienda de ultramarinos; y a Guillermo Albajara que ejercía de zapatero.
 
Para 1885 conocemos que el alcalde fue Ceferino Varona; el secretario municipal, Andrés López; el juez municipal fue Victoriano Fernández; y el secretario judicial era Saturnino Fernández. Perdemos al notario Manuel Santos Diez González que esperemos fuese porque se trasladó a otra localidad y no al Paraíso.

 
En 1886 el alcalde era Manuel Ruiz y el párroco Gregorio Gutiérrez (cómo ya habíamos avisado). A la dupla de confiteros se les unió Epifanio Sedano. Gregorio Peña López debió variar sus negocios porque desaparece de la tienda de ultramarinos creando un negocio de maderas. Claro que la tienda de ultramarinos la gestionaba Vicente Peña ¿Un pariente de Gregorio, quizá?
 
¿1887? Empezamos con sorpresas como que el que tuvo tienda de ultramarinos o el que tuvo un negocio de maderas se convierte en el juez municipal: Gregorio Peña. U otro Gregorio Peña cualquiera. Por cierto, uno de los gregorios seguía con la venta de madera. Los demás seguían igual. Incluso en la repetición de apellidos.

 
En 1888 el alcalde fue Plácido San Miguel y, saltando hasta 1894, vemos que el alcalde fue Antonio Fernández Sainz. Han pasado varios años y, evidentemente, han cambiado algunos nombres como el caso de Anselmo Montiel que es el secretario municipal y judicial de ese tiempo; el juez municipal era Eusebio Peña Gómez Salazar; el fiscal atendía al nombre de Eustasio Peña; surgen los cafés de Miguel Alonso Gutiérrez, María Peña y de Epifanio Sedano que, parece que amplió su negocio de dulces. ¡Incluso vendía chocolate nuestro Epifanio! Y no solo él vendía chocolate, sino que competía en ese negocio con Miguel Alonso Gutiérrez y María Peña. Supongo que, si se producía un atracón de dulces, se podría ir donde el nuevo farmacéutico llamado José Estébanez. Conocemos a dos herreros, Lorenzo Gómez y Saturnino Martín, y a un hojalatero, Fernando Gómez. El número de médicos en Soncillo se había duplicado (de uno a dos) añadiéndose el licenciado Tomás Peña a cubrir las necesidades locales. Tendremos a María Guadalupe, Irene Ortiz y Simona Pérez como modistas de Soncillo. Y, aunque sigue desde hace años, destacar al notario Juan Gómez Salazar.


Por no ser muy tediosos -cosa difícil en estos temas- miramos, ahora, el año 1897. Soncillo tenía 560 habitantes y celebraba feria de ganados los días de San Pedro y San Lucas y mercado semanal todos los miércoles. Melitón serna se añade a los poseedores de cafés desapareciendo María Peña y Epifanio Sedano. Nos consta, ya, un colegio de las hermanas de San Vicente de Paul para niñas. Simona Pérez dejó de aparecer entre las modistas y surgieron las posadas de Francisca Moral y Joaquina Ruiz. En el lado masculino de la aguja tenemos a los sastres Francisco Bocanegra, Saturnino Corrales y Cipriano Peña. Felipe Moral e Isidro Zamanillo eran tejedores y Teresa Herrero, Antonio Ortiz y Fernando Revuelta vendían tejidos. Siempre existieron los transportes entre distintas localidades y a largas distancias y este año de 1897 conocemos a Félix Martínez, que viajaba a Burgos, y a Patricio Fernández que tomaba el camino a Santander. Vivían del negocio de los ultramarinos las familias de: Felipe Fernández, Paulino Martínez, Vicente Peña -ya un veterano-, Manuel Ruiz, Benito Sainz, y Vicente Varona. Tomás Pérez se cuidaba de la salud animal. Y en el negocio de los vinos y licores estarán los Peña: Eustasio, Felipe, Román y Santiago. Que no se si estaban en una única taberna o repartidos en varias o si son familiares o no. Finalmente, y por poner los pies en la tierra, citaremos los zapateros de ese año: Probo Álvarez, Pablo Iturriaga, Pablo Torres. Ya lo sé: ¿Qué nombre es Probo? Les diré que es el de un emperador romano llamado Marco Aurelio Probo (276-282) pero no les puedo decir qué se le pasó por la cabeza al señor Álvarez para bautizar así a su hijo.

 
En 1898 la villa de Soncillo tenía 593 habitantes por lo que podemos entender que hubo una marcha de residentes, quizá a pueblos contiguos al existir minas de hulla en el municipio. Se producen cereales y legumbres. El alcalde fue Santiago Peña Saiz y, otra variación, el juez municipal fue Manuel Ruiz Ogarrio. El fiscal era Benito Sainz Sainz. ¿Cafeterías? Tenemos a Miguel Alonso Gutiérrez (que, además, es confitero y chocolatero), Francisco Álvarez Ruiz y Román Peña Gómez. María Peña sigue con su negocio de confites y cera. Está el ferretero Manuel Gómez de Salazar que también fabrica harinas. El notario era Joaquín Gutiérrez Santos. Hay un cambio en una de las posadas pasando su titularidad desde Francisca Moral a Gabriel Ruiz Moral que, dado el tradicional orden de los apellidos, sería su hijo. Nos surge un único tejedor llamado Eduardo Gallejones y los zapateros eran Benito Diez, Pablo Iturriaga y Pablo Torres.
 
En 1899 seguían los 593 habitantes. Estaban encuadrados dentro de la población del valle de Valdebezana que eran 2.200 ciudadanos. Vemos variaciones en la gente que se dedicaba a los tejidos teniendo a Teresa Herrero, Anselmo Martínez, Antonio Ortiz, Calixto Ortiz Herrero y Fernando Revuelta. Aparecen dos vinateros más que son Elías Ruiz y Román Vallejo.


El último año del siglo XIX, 1900, Soncillo tenía como alcalde a José Fernández; como juez municipal a Francisco Saiz; y como secretario judicial a Gaspar Peña. Parece que hay cierto baile entre los negocios de café porque se nos cae de la lista Miguel Alonso Gutiérrez -que sigue de confitero en 1900 aunque no en 1901- y entra Lorenzo Montiel. Como confitero entra Antonio Diez Peña, que también es chocolatero. Este año nos constan dos ebanistas en Soncillo: Abelardo Estébanez y Santiago Guadalupe. Como ferreteros tenemos a María Peña, Norberto Ruiz y Vicente Varona. Mas variaciones: hay dos pintores llamados Faustino Gómez y José Gómez. (¿Quizá padre e hijo?).
 
En 1901 nos encontramos un solo herrero (Saturnino Martín). En 1902 tenemos como juez municipal a V. Varona y como fiscal a Antonio Jiménez. Hay un nuevo confitero llamado Antonio Alonso. Volvemos a tener solo al doctor Mazón como médico.

 
En 1903 el alcalde es José Gutiérrez Sigler y como juez municipal aparece Gaspar Peña que antes había sido secretario judicial. Como nota curiosa vemos que el epígrafe “Cafés” transmuta a “Cafés y Billares” dándole un tono más sofisticado y en el mismo figuran Francisco Álvarez Ruiz, Vicente Varona y Román Peña Gómez. Como carpinteros tenemos a Juan Martín y Deogracias Sainz. Solo permanece la cerería de María Peña y, a su vez, esta es la única confitera. Quizá lo de reducirse los negocios de cerería es debido al surgimiento de la empresa de electricidad “La Soncillana”. Se suma al mundo de los ferreteros Nazario Peña y gana el puesto de herrero del pueblo Saturnino Martín.
 
En 1904 nos dicen que hay 602 vecinos en Soncillo con el juez municipal, este año, Elías Ruiz que comparte apellido con el fiscal Serapio Ruiz -nada raro si estamos leyendo desde el principio-. Aunque otros anuarios nos dicen que este cargo lo ocupa Antonio Fernández. La vida urbana se va desplegando con más aplomo y vemos la cantidad de gente que tiene negocios de comestibles: Felipe Fernández, M. López, Paulino Martínez, Felipe Peña, Nazario Peña, Manuel Ruiz, Benito Sainz, Casimiro Sainz y Vicente Varona. Supongo que eso también favorecería a los chocolateros Miguel Alonso y María Peña. Este año solo queda como ebanista Santiago Guadalupe pero aparece un nuevo herrero, y cerrajero, llamado Julián López. A su vez tenemos un médico más: Saturnino Mantilla. Y, ¡seis zapaterías! Las de Probo Álvarez, Benito Diez, Baldomero Iturriaga, Emilio de la Nuez, Pedro Robledo y Pablo Torres. Incluso nos enteramos del nombre del administrador de la oficina de correos: Francisco Álvarez.

 
En 1905 ya tiene Soncillo 650 habitantes. Los anuarios nos dicen que la fiesta mayor era el 27 de septiembre. El alcalde es Nazario Peña Mazón que les suena el nombre porque tenía una tienda de alimentación. Es en este ejercicio donde conocemos los orgullosos principales contribuyentes del municipio: Manuel Gómez, Ramona Díaz, José Estébanez, Clara García, Basilia Mazón y Mateo Mazón, Eustaquio Peña, María Peña, Manuel Ruiz, Gertrudis Saiz, Enrique Peña, Vicente Varona y Ramona Peña. ¿Qué era ser principal contribuyente? No lo sé. Para 1906 sabemos que quien explotaba las minas de lignito y de hulla era la “Vidriera Reinosana”. Conocemos a cinco canteros de la localidad: Antonio Fernández, Tomás López, Román Vallejo, y José y Pedro Zamanillo. Como veremos en la imagen de Riera 1904 había varios carreteros cuya cifra aumentó este año: Eduardo Fernández y Gabriel Martínez se incorporaron a ese trabajo. También nos encontramos con más tiendas de comestibles, las de Francisco Álvarez, Agustín Diaz o Baldomero Iturriaga -que parecía que solo vendía zapatos-. Eso sí desaparecen los “Peña”. Las escuelas municipales -especifican que para niños- tenían como profesores a Josefa Ibarrola, Alfonso Perfecto y a Donato Ruiz. Muchas de los epígrafes varían, aparecen y desaparecen según los años. Si tienen curiosidad, más curiosidad quiero decir, lo pueden ver en los anexos.

Valle de Valdebezana en 
el anuario Riera de 1904
 
Saltemos a 1908. El secretario municipal seguía siendo Anselmo Montiel que coincidía en apellido con el secretario judicial llamado Lorenzo Montiel. El juez es Eustasio Peña y el fiscal Ezequiel Gómez. ¡Y aguanta Gregorio Gutiérrez como párroco! En 1909 ya tenemos dos barberías en Soncillo -no de esas de barbero sangrador del siglo XVI sino de las que conocemos- que tenían al frente a Agustín Campo y Salustiano Oliva. Claro que, con respecto a las tiendas de comestibles, vemos una reducción de las mismas a cuatro: las de Félix Martínez, Agustín Ruiz, A. Enrique Varona y Vicente Varona. También se reduce el número de principales contribuyentes: Basilia Mazón, Enrique Peña y Ramona Peña. El veterinario que nos aparece es Bueno, de nombre Juan. Con vinos y licores trabajaban José Fernández, Eustasio Peña, Román Peña y Agustín Ruiz. Y los zapateros fueron: Benito Diez, Baldomero Iturriaga, Pedro Robredo y Pablo Torres.
 
Año de 1911. Están como confiteros Vicenta Peña y Agustín Ruiz. Y como notario Manuel María de Pablo. Marcelino Ruiz tiene abierta una panadería que parece decirnos que cada vez menos gente hacía el pan en su casa en la villa de Soncillo.

 
En 1950 soncillo tenía 558 vecinos repartidos en 126 viviendas. Esta reducción sería fruto de la guerra y la emigración. En el año 2000 había 251 habitantes empadronados y en 2020 poco más de cien.
 
  
Bibliografía:
 
“Amo a mi pueblo”. Emiliano Nebreda Perdiguero.
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar (1845-1850)”. Pascual Madoz.
“Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal”. Sebastián Miñano y Bedoya.
Diccionario geográfico, estadístico, histórico, biográfico, postal, municipal, militar, marítimo y eclesiástico de España y sus posesiones de Ultramar”. Pablo Riera y Sans.
“Los Alfoces de Arreba, de Bricia y de Santa Gadea. Los valles de Bezana y de Zamanzas”. María del Carmen Arribas Magro.
“Anuario Riera”. Pablo Riera y Sans.
“Indicador general de la industria y el comercio de Burgos (1894)”.
“Estadística del Arzobispado de Burgos”.
“Censo de la población de España de 1877”.
“Censo de la población de España de 1897”.
“Censo de población siglo XVI”.
“Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población de España formado por el instituto nacional de estadística con referencia al 31 de diciembre de 1950”.
“La soledad laureada de San Benito y sus hijos en las iglesias de España y Teatro monástico de la provincia de Asturias y Cantabria”. Gregorio de Argaiz.
“Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España con inclusión de los reales decretos, órdenes, cédulas, aranceles y ordenanzas expedidas para su gobierno y fomento”. Eugenio Larruga.
Catastro del Marqués de la Ensenada.
“El partido Judicial de Sedano”. Luciano Huidobro Serna.
 
 
 

domingo, 16 de abril de 2023

Tocata y fuga de la banda y otros “mal situados”.

  
Rezaba en el periódico “El Cantábrico” del día 29 de julio de 1936, miércoles:
 
“Ha llegado a Santander, procedente de Burgos, donde le sorprendió la sublevación militar, un querido amigo nuestro. Desempeña éste un cargo en un departamento muy importante; pero ante la magnitud de los sucesos que se desarrollaban en nuestra patria estimó que el deber le impedía acudir rápidamente a su puesto, lo que ha hecho sin reparar en que el viaje pudiera costarle la vida. Un viajero de Burgos tiene en estos momentos extraordinario valor periodístico. Con la Histórica capital castellana se está en completa incomunicación desde que estalló el movimiento sedicioso. Además, es de la ciudad burgalesa de donde han partido las columnas que inútilmente han intentado llegar a Madrid pues antes han sido batidas por las fuerzas leales y por las; bravas milicias ciudadanas. Por eso hemos escuchado con vivo interés el relato que nos ha sido hecho por este testigo presencial de los sucesos, prometiendo a nuestros lectores recoger fidedignamente sus manifestaciones (…)”.

 

Este fragmento nos informa de varias cosas ocultas tras la benéfica neblina de la censura: una persona no identificada -suponémosla existente- que temía por su vida; ha escapado de la Burgos golpista; y ha logrado atravesar hasta la zona republicana. Lo de que arriesgó su vida para cumplir con su deber lo vamos a dejar un poco a parte porque no resulta lógico. ¡Lo prioritario es salvar el pellejo!
 
Aparte de lo dicho este texto nos introduce, nuevamente, en la laxitud de las fronteras que se estaban creando al inicio de la guerra de 1936. Ojo, eso no quiere decir que no fuese peligroso cruzarla, pero, a su vez, era una respuesta individual para salvar la vida. Y, también, nos introduce en la hermosa conversión de los periódicos en correas de transmisión de la propaganda oficial. En ambos bandos, claro.

 
Si nos retrasamos hasta el martes 21 de julio, momento en el que se cesa a los concejales ejercientes, vemos que las actas de Espinosa de los Monteros recogen que el anterior alcalde republicano y otros concejales "ya se habían ausentado de la localidad, no se sabe si en previsión de posibles acontecimientos". Irónicamente, persona de derechas de Espinosa se escurrieron, en esos días iniciales, al otro lado de la línea, al Ventorrillo que está en el Puerto de los Tornos, y fueron detenidos por unidades republicanas que los llevaron a Santander. No salieron de la cárcel hasta la caída del frente norte.
 
“El día de Santiago mi padre y otros estaban paseando con unos fusiles (por Espinosa), el alcalde (Serapio López Alonso) y el médico sobano (Manuel Gutiérrez Pérez, exalcalde republicano) se pasaron a los rojos, Gregorio Castellanos los pasaba a Barcenas... Allí cogieron a uno que le llamaban "El General Prim", era de los pasiegos, un tal Gutiérrez-Solana, era carlista, le dijeron que se bajara aquí (a Espinosa), le cogieron allí y le llevaron a Santoña, era muy mayor, había estado en la carlistada, yo oí que cuando la carlistada había sido general”.
 
 
El Cantábrico (05/08/1936)
 
El 5 de agosto de 1936 el diario santanderino "El Cantábrico" -que nos acompañará durante esta entrada- cifraba en unos 50 los vecinos de la Merindad de Valdeporres que habían llegado huidos a la vecina provincia cruzando los montes pasiegos. En Cantabria pasarían el primer año de la guerra, para ser en su mayor parte apresados tras la ofensiva de Santander en agosto de 1937, o bien a la caída de Asturias en octubre del mismo año. Algunos de ellos fueron ejecutados en distintos episodios, pero otros consiguieron sobrevivir después de pasar varios años encarcelados o trabajando forzosamente en batallones disciplinarios. Los más afortunados generalmente fueron los que lograron escapar por mar a Francia, regresando del exilio tras la muerte de Franco en 1975, o estableciéndose definitivamente en el vecino país.
 
Los movimientos entre bandos de personas que temían por su vida era por todos conocido y reconocido como lo muestra este breve de “El Cantábrico” donde se pide información de pisos de alquiler vacíos y donde se señalan dos grupos de inquilinos ausentes de la “zona roja”: los que estaban en zona rebelde y no pudieron regresar y los que se han largado para pasarse al bando faccioso.
 
El Cantábrico (24/12/1936)
 
 
Las actas municipales de Espinosa de los Monteros recogían otras fugas: "Conoció la Corporación de haber abandonado el servicio en veintiuno de Julio, yéndose al campo enemigo el veterinario titular Don Antonio Estébanez Lorenzo", e igualmente “conoció la Corporación de la ausencia de la localidad del médico titular del segundo Distrito Don Francisco García González después de dos detenciones por las Milicias como perteneciente a partidos del llamado Frente Popular y de haberlo comunicado al Excmo. Sr. Gobernador Civil a los efectos reglamentarios en relación con los bandos de guerra” (Libro de actas de Espinosa, 15 de diciembre de 1936). Por cierto, Antonio Estébanez era entrevistado en “El Cantábrico”:
 
El Cantábrico
(15/01/1937)
  
Debieron ser bastantes los vecinos que se escaparon de Espinosa hacia Cantabria en los primeros días de la guerra, cuando todavía no había un frente consolidado, destacando la fuga de los integrantes de la banda municipal de música: “Dio cuenta la Presidencia que, a poco de producirse el actual Movimiento Nacional los individuos que tenían contratado el servicio de la Música se ausentaron de la localidad, dejando abandonado el servicio e incumpliendo el contrato desde el veintidós de Julio” (Libro de actas de Espinosa, 17 de enero de 1937).

 
Pero también hubo muchas personas mayores, mujeres y niños que igualmente huyeron a Burgos desde la Cantabria republicana, a veces familias enteras:
 
"De aquí (Alceda en Cantabria) se pasaron por el monte unos cuantos: el médico y la familia, por San Pedro del Romeral, los pasaba un tal "Patón”, entonces era fácil pasarse, porque como no había todavía frente formado... Y la familia de los Cortines también se pasaron. Y Aurelio Caetano, a ese le pasó uno de San Pedro en un cuévano tapado por riba con hierba, "Facundón" el de San Pedro, los pasaron por Peña las Hazas a Espinosa de los Monteros. Y a "Poldín" también, que tenía un año, eso fue al principio, casi no había frente formado, cuatro milicianos de Santander con escopetas, los pasaban los que conocían el monte, que eran de La Vega y San Pedro, que les darían algo por pasarlos".
 
Desde el Valle de Soba también se produjo una verdadera emigración, cruzando a través de la Cordillera Cantábrica a la zona de Espinosa de los Monteros, como relató uno de los que realizó ese paso el 5 de septiembre de 1936, el falangista sobano Jesús Fernández Fernández, que recogió pormenorizadamente esa "emigración" señalando que uno de los primeros en pasarse fue el jefe local de Falange de Soba, Antonio López Abascal, que lo hizo desde Fresnedo en los últimos días de agosto de 1936.


"Los veinticinco sobanos, se presentaron en Espinosa, en donde fueron recibidos calurosamente por sus vecinos, en donde había además algún pariente y muchos amigos, y, en todo caso, gentes conocidas dada la vinculación que tuvo siempre al Valle de Soba esta noble villa. Allí iban llegando diariamente otros montañeses, pasados por muy diversas zonas de la cordillera; grupos de Vega de Pas, Luena, San Miguel de Aguayo, Los Corrales de Buelna, y de otros lugares en menor número; pero en total ya constituían un número superior al centenar; lo que hizo que se constituyese una Centuria de Montañeses, bajo la dirección del Jefe de Milicias de Falange de Santander, José María Alonso Coya, que si bien era nacido en la isla de Cuba, era oriundo de Castro Urdiales".
 
Andrés Orcajo de Grado, de Los Corrales de Buelna, se unió a esa unidad: “Cuando estalló la guerra nos fueron a detener a todos los que éramos de Falange, yo me pude escapar, estuve tres meses escondido por los caseríos, pasé el día del Pilar (12 de octubre de 1936) a Burgos con los hermanos Añívarro, uno murió luego en el frente, el otro fue luego alcalde... Fuimos a Castillo Pedroso, y allí una familia que conocían los Añívarro nos buscó un guía y nos pasó a Burgos, a un pueblo que se llama Ahedo de las Pueblas (Merindad de Valdeporres), las familias aquellas nos daban de comer y todo, de noche fuimos, de día no se podía... Nos fuimos a la Centuria Montañesa que estaba en Espinosa de los Monteros, casi todos eran de Santander que se habían pasado, había también algunos riojanos. Aquella la mandaba luego un comandante que era teniente de Carabineros, Esteban Cecilia, con él tenía un ayudante que era cabo, Isidoro Sempere, esos mandaron primero a los rojos, luego se pasaron, dijeron que iban a visitar el frente y se pasaron. Al hijo de Esteban Cecilia le mataron en el frente, se asomó en una mirilla y le mataron, estuvimos en La Lora, Espinosa de Bricia, Valderredible…” Como seguían pasándose cántabros de derechas se constituyó una Segunda Centuria Montañesa, y a mediados de octubre se les unió una docena de argentinos que acudieron voluntarios para luchar en las filas franquistas, así como un capitán del Ejército Finlandés. Desde Méjico también vino el indiano sobano Tomás Mier, natural de La Revilla, en donde se hallaban sus padres y familia, y que permaneció algún tiempo en Burgos dispensando gran ayuda a sus convecinos y a la causa franquista.
 
En el Valle de Losa se formó la Centuria Menesa de Falange, integrada principalmente por derechistas meneses que se evadieron a La Peña y allí formaron dicha unidad militar falangista, salvo que fuesen muy niños: “Mi hermano “Manolo" y el de Valeriana se pasaron a La Peña, subieron por un arroyo arriba, antes de marchar cogieron unas coplas que yo tenía, las iban dejando trozos e indicando por el camino, para indicar que habían marchado, por la noche ya dijeron que estaban arriba, en La Peña, les ayudaron a subir, había algunos pasos por aquí y por Cadagua. En la noche serena se oía cuando se levantaban, palabras sueltas, mi hermano y el amigo no se quedaron ahí, se fue a casa de una tía mía que vivía en un pueblo de Losa, tenía 14 o 15 años”.

El Cantábrico
(18/12/1936)
 
Muchos meneses subieron al valle de Losa incluidas personas con responsabilidades importantes en el Ayuntamiento y otras entidades. Así, en las actas municipales, al hacerse repaso a la situación económica del Ayuntamiento se hacía constar que, ya iniciada la guerra, “tanto el Secretario como el Depositario de la Corporación habían huido o desaparecido del Valle” (Libro de actas municipales del ayuntamiento del Valle de Mena, 10 de marzo de 1937).
 
Pero pasar la línea no era tan fácil como podemos dar a entender y había casos luctuosos -o rencorosos- o fruto de errores: “Otro tío mío estaba en el Batallón 124 en la parte de Arceniega, se pasó a los nacionales, pero alguien le conoció y le mataron. Pensaban que era un espía que se pasaba por eso, allí había mucha gente de derechas de Mena, sabían que la familia era de los otros. Se llamaba Gregorio Ortiz López, era el hermano más pequeño, casado y con una hija, vivían en Burceña”. El susodicho vecino de Burceña tenía 33 años y murió el 29 de junio de 1937, el mismo día que las tropas franquistas entraron en VaImaseda. Suponemos que debía haber mucha tensión en el frente de Mena.
 
  
Bibliografía:
 
“República, Guerra Civil y Posguerra en Espinosa de los Monteros y merindades de Montija, Sotoscueva y Valdeporres (1931-1950)”. Fernando Obregón Goyarrola.
“República, Guerra Civil y Posguerra en el Valle de Mena (1931-1955)”. Fernando Obregón Goyarrola.
Periódico “el Cantábrico”.
Archivo Provincial de Bolzano.
 
 
Anexos:
 
La Centuria Montañesa defendió el sector de espinosa de los Monteros del frente burgalés hasta principios de 1937, interviniendo en los combates de Loma de Montija el 2 de diciembre de 1936 y en la reconquista del Pico de la Herbosa (Espinosa) el 2 de enero de 1937, ambos con muchas bajas para esta unidad. Después fue trasladada a Villarcayo hasta el mes de febrero, para reponer bajas y reorganizarse, y luego se incorporó a la "Columna Sagardía", que operaba en el frente de La Lora, desde el Alfoz de Bricia hasta el límite con Palencia. Encuadrada en la misma, participaría como de reserva en la ofensiva de Santander en agosto de 1937, y en octubre en el frente de Villamanín (León) y la caída del frente del Norte en Asturias.