Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 25 de febrero de 2024

Animales de Prado Vargas.

 
Volvemos a visitar a los neandertales de Las Merindades, pero, en este caso, para conocer a algunos animales que merodeaban cerca del yacimiento. Recordemos que la cueva de Prado Vargas está en la Merindad de Sotoscueva, pegada a Cornejo y situada a veinte metros por encima del actual curso del río Trema. En los años setenta, el grupo espeleológico Edelweiss encontró un cráneo de Ursus spelaeus y disparó el estudio de Prado Vargas.

 
La cavidad tiene unos 120 metros con una galería rectilínea que se divide en tres secciones: Entrada, pasillo y fondo. Su tamaño y grado de humedad hacen pensar que el sitio pudo haber estado habitado por un pequeño grupo durante ocupaciones estacionales sucesivas alternando con carnívoros ocasionales. El éxito de estas ocupaciones dependió de una sabia explotación del entorno natural que rodeaba el yacimiento, donde se desarrollaron diversas actividades, tanto dentro como fuera de la cueva.
 
Los restos disponibles proceden de excavaciones en varias partes de la cueva. Por ejemplo, el trabajo doctoral de Diego Arceredillo Alonso (2015) se centraba en la cata de la zona de la entrada que no contenía todos los animales que después se han ido hallando. Por su parte el trabajo de Marta Navazo Ruiz (2021) actuaba en el sector de la hornacina. De tener pocos restos y muy fragmentados que dificultaba su correcta identificación se ha ido a disponer de cientos de fragmentos entre los que destacan fragmentos de mandíbulas de ciervo, de zorro, lobo, así como un incisivo de oso de las cavernas. Destaca el hallazgo de un par de astas y cuatro candiles de ciervo, así como la presencia de varias falanges completas.

 
La fragmentación de los huesos indica que los neandertales llevaron extremidades de los animales al interior de la cueva, donde procesaban la carne y fracturaban los huesos para aprovechar la médula. Además, en el estudio de la zona de la entrada se concluyó que la acumulación de los restos solía ser en invierno y primavera cuando rebecos y cabras monteses bajan de las montañas y se refugian en zonas boscosas. Al menos en nuestros días.
 
Nos centraremos en los animales de más de veinte kilos encontrados en Prado Vargas entre los que tenemos Ursus spelaeus, Rhinocerotidae indet., Equus ferus, Sus scrofa, Cervus elaphus, Rupicapra pirenaica, Capra pirenaica, Meles Meles, Canis Lupus, Panthera pardus y Capreolus capreolus. Cerca de 1.200 restos encontrados en la hornacina se pudieron podido clasificar taxonómicamente 190. Los fósiles identificados más abundantes fueron de Cervus elaphus (113), Capra pyrenaica (19) y Equus ferus (14). Se documentó un número mínimo de individuos de veintidós animales de varias edades, la mayoría adultos.

 
En el caso de los pequeños mamíferos, se acumularon como resultado de la depredación. Pero, eso sí, sobre la base de las preferencias ecológicas de los micromamíferos y su abundancia relativa entre los restos, podemos inferir que el paisaje alrededor del sitio Prado Vargas hace 46.000 años era principalmente praderas húmedas y secas, con escasa cobertura forestal y abundante zonas rocosas.
 
Más cosas: el esqueleto craneal, representado particularmente por mandíbulas, está documentado en todos los animales a estudio que son los de más de veinte Kilos. Las diáfisis fueron los huesos largos más abundantes (cuatro de cada cinco), seguidas de las metáfisis y las epífisis. La extracción de médula se observa en todos los tipos de animales. Los neandertales golpeaban en la diáfisis del hueso, la parte más frágil. La presencia relativamente alta de huesos quemados podría ser porque fueron calentados antes de la fractura para facilitar la extracción de la médula.

 
Los restos biológicos cuentan, aparte de la especie, muchas cosas del animal – y de cómo fue comido, pero ese es otro tema-: la edad de la muerte gracias a la erupción como el desgaste de los dientes y el grado de desarrollo o fusión de los huesos o astas. Aunque los dientes aguantan más siglos. Y, en cierta medida, el sexo y el momento del año en que fueron cazados.
 
Desgraciadamente, trabajar con los dientes tienen problemas de aplicación como, en la erupción, la falta de elementos de comparación; la escasa mineralización en los individuos infantiles; diferencias en el desarrollo de los individuos; la alimentación; y el efecto de las enfermedades. El desgaste dental también presenta una serie de inconvenientes: el uso de poblaciones control actuales, las posibles diferencias en la dieta, la diferente velocidad de desgaste y su variación a lo largo de la vida del animal, las diferencias entre los sexos o considerar que una clase de edad tenga siempre asociada la misma altura de la corona. Por ello, las deducciones pueden ser erróneas.

 
Hemos dicho que podemos deducir el momento del año de la muerte y es gracias al comportamiento social de las especies. Claro que, en el caso de especies extintas, se aplican datos basados en poblaciones actuales silvestres de la Península Ibérica. Sabemos cuántas crías tienen las poblaciones actuales, la actitud social de los machos -generalmente solitarios fuera del celo- y de las hembras en grupos matriarcales… Sin contar que el mundo de hace unos 50.000 años no es el de hoy y los animales están influidos por su entorno, por su relación con otros miembros de su especie, con especies competidoras y con las fuentes de alimentación y con los depredadores. Y, no lo olvidemos, la fauna actual está afectada por los humanos al transformar el ecosistema, o cazar.
 
También es importante asociar los diferentes periodos de actividad con la latitud, ya que el patrón social puede variar en función de la temperatura. En un periodo glaciar, por ejemplo, pensaríamos que el comportamiento reproductivo de las especies cambiaría para que las crías pudieran alcanzar el tamaño mínimo para sobrevivir a los periodos de mayor escasez. Esto modificaría los periodos de parto, lactancia y celo, y condicionaría cualquier estudio.

 
Por su parte, el sexo junto con la edad de muerte de las presas proporciona datos acerca de las estrategias de caza y subsistencia de las poblaciones prehistóricas de cazadores recolectores. Podemos determinar el sexo cuando hay diferencias esqueléticas entre los machos y las hembras de una especie, bien a nivel morfológico, bien por mayor tamaño de los machos. En los caballos, por ejemplo, las mandíbulas de los machos normalmente presentan caninos, mientras que en las hembras suelen faltar. Con relación a la mayor longitud de los huesos de los machos tenemos la pega de cómo saber cuál era el tamaño de cada sexo. Cuanta más divergencia sexual tengamos mayor tendencia existe a encontrarnos con un macho dominante de un número variable de hembras. Y estimar el volumen de su población.
 
Otra cosa que nos dicen los huesos es si el animal fue cazado por carnívoros. Estos producen marcas de mordeduras y fracturas, principalmente en las extremidades. En las recientes excavaciones de la hornacina se encontró un 8`4% de huesos marcados por carnívoros. Por el rango de dimensiones de las mordeduras parece coincidir con los carnívoros registrados en la cueva, aunque no se pueden descartar nuevos depredadores. Aceptamos que la baja incidencia de carnívoros se debe a que no era “su” cueva y, quizá, accedían atraídos por los restos dejados por los neandertales.
 
Tras esta extensa introducción empezamos a hablar de los animales encontrados en la cueva de Prado Vargas.

Rinoceronte lanudo
 
El primer animal a rastrear es el Rhinocerotinae indet. del que se encontró un diente en la zona de la entrada de Prado Vargas que tenía el esmalte muy grueso y con una rugosidad muy marcada. Esta pieza no puede ser medida ni asignada a un diente concreto debido a su pequeño tamaño. Ni sabemos si el individuo era joven o maduro. El grosor y la rugosidad del esmalte sugieren que se trató de un ejemplar de grandes dimensiones. El esmalte es más grueso que el observado en otras especies de talla grande como los uros o los bisontes y su rugosidad es mucho más acentuada. Por este motivo los investigadores se decantaron por un rinoceronte. Como no podemos incluirlo ni en Stephanorhinus ni en Coelodonta por su mal estado, los asignamos a Rhinocerotidae. Una pena que no lo podamos declarar Coelodonta antiquitatis -Rinoceronte Lanudo- ya que lo tuvimos en la franja cantábrica y son frecuentes sus representaciones en las pinturas y grabados del Paleolítico superior europeo (40.000 a 10.000 años A.C.), alcanzando su cenit en el Auriñaciense (38.000 a 30.000 años A.C.) y disminuyendo en el Magdaleniense (18.000 a 8.000 años A.C.) En la Península Ibérica nos encontramos con una representación en la cueva de los Casares y una probable en la cueva guipuzcoana de Ekain. Con lo cual no perdamos la esperanza de tener nuestro rinoceronte lanudo de Las Merindades.

Mandíbula Rhinocerontinae Indet.
 
El Equus Ferus es miembro de la familia Equidae que surge en América del Norte durante el Eoceno. Se dividirá en dos grandes líneas evolutivas: asnos y cebras actuales (estenoniana) y los verdaderos caballos. A partir del Pleistoceno Medio (desde tres millones de años hasta hace unos 10.000 años) la clasificación se complica diferenciándose cantidad de subespecies definidas por el tamaño y robustez de sus extremidades y por ciertos caracteres de los dientes. En el Pleistoceno Tardío nos encontramos con un mini caballo robusto, con dientes pequeños y protoconos grandes: el E. ferus germanicus. Pero la presencia de gran cantidad de subespecies en la Península Ibérica durante el Pleistoceno Tardío hace difícil establecer caracteres morfológicos en los restos.

 
En la zona de la entrada se identificaron dos ejemplares a partir dientes. Uno sería adulto porque la pieza presenta un desgaste marcado, 26 a 32 meses. El otro sería un senil al tener el diente erosionado por completo la corona. En las excavaciones de los últimos años se han encontrado restos de al menos tres individuos.

Cueva de Ekain
 
Un tercer grupo de restos procederían de Sus scrofa, un jabalí, que surge en el Pleistoceno Inferior. Debido a su tipo de alimentación, que consiste en buscar comida en capas superficiales su distribución europea se limita, durante los interglaciares, a las latitudes medias mientras que la Península Ibérica fue un refugio durante las fases glaciares.

 
En la zona de la entrada se encontraron dos falanges proximales -las situadas en los extremos de manos y pies-. La fusión de las epífisis proximales de las primeras falanges se produce en torno a uno o dos meses. Por esta razón, y viendo que las piezas recuperadas presentaban la epífisis proximal sin fusionar, determinando que pertenecía a un único ejemplar inmaduro. Hay que tener en cuenta que cada individuo tiene cuatro falanges izquierdas y otras cuatro derechas. En la zona de la hornacina se encontraron, inicialmente, restos de un individuo.
 
Más: Cervus elaphus. Los cérvidos son un grupo común en Europa desde el Mioceno Temprano. El Cervus elaphus llega a Europa hace más o menos 900.000 años. Muchas han sido las subespecies descritas para Cervus elaphus pero podemos dividirlas en subespecies sin corona, con corona incipiente y con corona plenamente desarrollada. Actualmente existen seis subespecies de ciervos, siendo las más extendidas, C. elaphus elaphus, propia de todo el continente europeo y el gran cervus elaphus maral de Anatolia, Caucaso e Irán. La subespecie europea conserva lo que se denomina corona, mientras que los otros carecen de ella.

 
Los restos de la zona de la entrada fueron abundantes y presentaban buen estado de conservación. Encontraron doce restos craneales y dentales, diecisiete postcraneales (fragmentos de metápodos) y un metacarpo. Predominan los restos juveniles (de 6 a 43 meses). El resto son adultos. Tengamos en cuenta que las edades de erupción de los premolares se encuentran entre los 27 y 30 meses por lo que al menos tendrían esta edad. Todos los ejemplares fueron cazados, y consumidos, en invierno. En las campañas arqueológicas de la zona de la hornacina se encontraron restos de, al menos, tres individuos.
 
Los siguientes restos pertenecen a la Rupicapra pyrenaica más conocida como sarrio o rebeco pirenaico. La mayor parte de los investigadores sugieren un origen asiático para los rebecos llegando hasta las penínsulas Ibérica e Itálica durante el Pleistoceno Medio; y, más tarde, entraría la rupicabra rupicapra provocando el aislamiento de las poblaciones de sarrio que posteriormente darían lugar a Rupicabra pyrenaica parva en la Cordillera Cantábrica y a Rupicabra pyrenaica pyrenaica en los Pirineos. Pero nada de esto es definitivo. Las clasificaciones morfológicas y los análisis genéticos realizados revelan una gran complejidad taxonómica. Los estudios genéticos chocan, en muchos casos, con las clasificaciones morfológicas.


De todas formas, en la entrada de Prado Vargas se encontraron cuatro restos de rebeco: tres dientes y un resto postcraneal. Son piezas con erosiones mínimas que nos darían una edad de entre los 10 y 68 meses. Corresponderían a dos ejemplares, uno joven y otro adulto que fueron cazados en primavera e invierno respectivamente. La primavera coincide con la época de partos y diciembre con el final del celo. En la hornacina se encontraron restos, al menos, de tres posibles individuos, sino de más.
 
Durante el Pleistoceno Tardío la distribución del rebeco era mayor que los Pirineos y la Cordillera Cantábrica en sus dos variantes, habiéndose encontrado restos en Portugal (Salemas), la Comunidad de Madrid (Pinilla del Valle) e incluso en Córdoba (El Pirulejo).
 
Cabra pirenaica

Tras el rebeco nos fijaremos en la Capra pyrenaica. La subfamilia Caprinae incluye a los bóvidos adaptados a climas extremos y terrenos difíciles. Los registros fósiles se encuentran mal documentados pero el primer grupo apareció durante el Mioceno Tardío. La subfamilia Caprinae comprende trece géneros divididos en tres tribus: Caprini, Rupicaprini (aquí están los rebecos) y Ovibovini. La tribu Caprini comprende a las cabras, Capra, a las ovejas, Ovis, y a géneros supuestamente relacionados como Ammotragus, Hemitragus y Pseudois. En la entrada de Prado Vargas se encontraron diez dientes. Su estudio nos ha mostrado que, al menos, hubo un ejemplar que tendría por lo menos veinticinco meses de edad y otro animal trece. Es decir, al menos dos cabras. La zona de la hornacina descubrió restos de, al menos, tres individuos.

Oso Cavernario
 
Siguiendo con nuestra relación hablaremos un poco del Oso de las cavernas, el Ursus spelaeus. El Oso Cavernario fue un mamífero omnívoro de la familia de los úrsidos que vivieron durante el Pleistoceno tardío desde el sur de Inglaterra al Cáucaso. Era grande, unos 130 cm de altura en la cruz. Su nombre procede del chascarrillo de encontrar solo los restos de los muertos en cuevas. Los caídos fuera no se han conservado, evidentemente. Seguramente cosas de una hibernación mal preparada causada por inexperiencia, enfermedad o vejez. De hecho, algunas cuevas tienen miles de huesos acumulados durante un período de 100.000 años o más. Claro que para llegar a esa cifra sólo haría falta dos muertes en una cueva por año. Algo que no sería difícil.
 
Es fácilmente identificable por su cráneo ancho y abovedado como el que hizo saltar las alarmas en Prado Vargas. Disponía de un morro menos pronunciado, frente abrupta y hundida, grandes molares que evidencian una dieta fundamentalmente herbívora, y unas extremidades delanteras más largas y robustas que las traseras. Había un claro dimorfismo sexual pesando las hembras la mitad que los machos.

 
En Prado Vargas se encontró, en un principio, un cráneo de este -casi probable- herbívoro porque su ingesta de carne dependía de la habilidad, gustos del individuo y de los recursos disponibles. En la zona de la hornacina, nivel 4, se encontraron siete restos. Estos se podrían sumar a los que comenta Diego Arcedillo en su artículo de 2010, que eran veinticuatro. De ellos, veintidós fueron identificados: cinco fragmentos craneales, un fragmento de escápula, un fragmento de tibia, un fragmento de radio, un metacarpiano, un fragmento de costilla y doce dientes.

Corzo.
 
Capreolus capreolus: Es el corzo, el cérvido más pequeño de Europa, solitario y muy adaptativo. Vive tanto en bosques cerrados, como en amplias praderas. Actualmente tiene pocos depredadores, excepto el hombre. Tenemos, pues, una continuidad en esta caza desde los neandertales de hace 45.000 años de Prado Vargas. Meles Meles es el tejón común, un pequeño carnívoro del que, en la zona de la hornacina de Prado Vargas, actualmente, se ha encontrado restos de, al menos, un individuo. Y el Canis Lupus es el lobo que sigue recorriendo, dificultosamente, las lomas de Las Merindades. En la zona de la hornacina se encontraron restos de tres individuos. De la Panthera Pardus se encontró un hueso del carpo, un pisiforme de pequeño tamaño bien conservado.
 
Todas las investigaciones realizadas en la zona de hornacina, lo especifican los autores cono Nivel 4, muestra que los neandertales viajaron a través de una variedad de ambientes locales, y que cuando obtuvieron presas, particularmente ungulados adultos pequeños y medianos, seleccionaron partes anatómicas con alto contenido nutricional y las llevaron a la cueva. Los huesos muy fragmentados muestran que las presas fueron procesadas en la cueva con actividades como el descarnado o la fractura de huesos para acceder a la médula. Solo una minoría de los restos fósiles presentan bordes irregulares, lo que indica fragmentación en estado seco o como resultado de otros procesos como el pisoteo o la presión sedimentaria.
 
 
 
Bibliografía:
 
Fundación Atapuerca.
“Análisis paleobiológico de los ungulados del Pleistoceno Superior de la Meseta Norte”. Tesis doctoral de Diego Arceredillo Alonso.
Universidad de Burgos. Noticias.
Fundación Palarq.
Cuaderno de cultura científica.
Periódico “La Vanguardia”.
Nutcracker Man. 
“Late Neanderthal subsistence strategies and cultural traditions in the northern Iberia Peninsula: Insights from Prado Vargas, Burgos, Spain”. Marta Navazo Ruiz, Alfonso Benito-Calvo, Rodrigo Alonso-Alcalde y otros.
“Los macromamíferos del yacimiento del Pleistoceno Superior de Prado Vargas (Burgos, España)”. Diego Arceredillo Alonso.
“Excavación de la cueva de Prado Vargas, Cornejo (Burgos-España)”. T. De torres Pérez-Hidalgo, B. Rodríguez, P. González Álvaro.
www.arrecaballo.es
 

 

  

domingo, 18 de febrero de 2024

¿Doncellas? Pues, ¡pon 100!

 

Viajemos a la oscura Edad Media. Oscura no porque el cielo fuese menos azul o el sol estuviese más apagado sino porque carecemos de la suficiente información histórica y la que nos ha llegado está, seamos sinceros, trufada de mentiras. Pero, ¡¿Cómo dice eso, Sr. Lebato de Mena?! Queridos lectores, deben comprender que hace mil años no se buscaba la veracidad de los hechos. El historiador de entonces es un escritor de leyendas que volcaba en historias -falsas o auténticas- la esencia de las personas y los acontecimientos relatados. Así tenemos en la memoria a la condesa traidora, el Fernán González del poema, los jueces de Castilla, el Cid del cantar o la batalla de Clavijo que no son aceptados por los historiadores actuales pero que nos muestran el carácter del pueblo que las creó. Numerosas leyendas recogidas en las crónicas entraron en la literatura y persistieron en la poesía y el teatro de siglos posteriores. Una de las leyendas más interesantes, desde este punto de vista, es la del tributo de las cien doncellas -Cincuenta para matrimonio y cincuenta para concubinato o, según otras referencias: cincuenta nobles y cincuenta villanas- y de la liberación de esa carga por intervención y ayuda sobrenatural.

 
La primera mención al tema de las doncellas aparece en el siglo XIII en las Crónicas de Lucas de Tuy y del arzobispo Ximénez de Rada. Se relata la humillación y vergüenza que produce entre los cristianos hispanos el tributo de las cien doncellas, iniciado por Aurelio o Mauregato y terminado con la batalla de Clavijo, o la de Simancas.
 
Como ven la creación y el fin del tributo de marras son un par de razones para sospechar de la falsedad del relato. ¿Empezó con Aurelio (768-774) o Mauregato (783-789)? La atribución a Aurelio aparece en un texto del obispo Sebastián de Salamanca: “praelia nulla exercuit, quia cum Arabibus pacem habuit”. Y Lucas de Tuy agregó: “Aurelio (…) nunca fizo guerra con los caldeos, ante, firmó con ellos paz y [a] algunas buenas nobles christianas consentió ser ayuntadas por casamiento a los moros”. Claro que esta frase no significaría, sino que Aurelio permitió los matrimonios mixtos entre cristianas y moros, pero… Fray Mateo de Anguiano (1649-1726) optaba por otra teoría: “Desde el año 783, hasta el de 788, con auxilio de los Moros, y pactos infames, ocupo el Reyno de Oviedo y León, Mauregato, hijo bastardo en todo del Rey D. Alonso Primero, y de una Mora esclava suya (algunos escritos la llaman Sisalda). Entre las condiciones del pacto, fue una que Mauregato avia de pagar cada año en feudo, un tributo nefando de cien doncellas de sus estados Catholicos: de las quales, las cincuenta avian de ser Nobles, y las demas del estado general. Corrió el tributo infame algunos años, y con obligacion de llebarle hasta la raya, y confines del Reyno, donde se hazia la entrega. Mucho se ofendió Dios deste pecado, y lo mostró con varios sucessos, y milagrosos acaecimientos, que refieren nuestras Historias. Bramaban los Christianos sobre este feudo, especialmente los Nobles, que no saben sufrir infamias. Y de aqui resulto, el que varios Cavalleros esforçados, les quitaron de las manos el tributo algunas veces; y aun huvo ocasion, en que defendieron a las inocentes doncellas, los toros de una bacada, jugando contra los Moros sus puntas, y despedazándolos”. El relato estaba inspirado en fuentes anteriores y Mauregato (el Moro-Godo) es dibujado como un rey nefasto. Pero, ciertamente, sus principales apoyos surgieron de la nobleza del reino astur, sin descartar que los cordobenses cizañeasen y ayudasen. Es tan importante el peso del relato de las doncellas que cinco años más tarde, Mauregato murió asesinado por los nobles Arias y Oveco, glorificados como justicieros por la imposición del tributo. Su sucesor, Bermudo I (789-791), intentó transformar ese pago en dineros. El destronado y sucesor de Bermudo, Alfonso II el Casto (791-842), anuló el pago de doncellas durante su reinado al vencer en la batalla de Lutos (794). Abderramán II (822-852) exigió de Ramiro I (842-850) de Asturias la reinstauración de tal carga. El nuevo rey de Asturias ordenó a los pueblos entregar determinado número doncellas.


En este momento se integra en el fluir principal de la historia el relato de Simancas que envió las siete doncellas que le habían señalado mancas de la mano izquierda. Sabido lo cual Ramiro I renegó del pacto y aprestó sus mesnadas. (¿Renegó después de enviar otros lotes de chicas?). Abderramán responderá: “Si mancas me las dais, mancas no las quiero”. Por cierto, actualmente el seis de agosto se celebran en este pueblo fiestas en memoria de esa mutilación. Y es poco probable que el nombre del pueblo surja de esta expresión. Más bien, lo contrario. ¿Qué idioma hablaba Abderramán II? Pero esto es lo de menos.
 
Simancas fue conquistada en el año 883 por el ejército de Alfonso III (852-910), y pocos años después, -cuenta otra variante del tributo- la noble familia de los Simancas se encontró en la obligación de cumplir parte del tributo aportando siete doncellas… “(…) en un acto de valentía las jóvenes se atrevieron a plantar cara a la injusta situación cortándose la mano izquierda a modo de desafío. Abderramán III (912-929), tras recibir su “lote defectuoso” indignado sentenció: “Si mancas me las dais, mancas no las quiero””. Esta leyenda nos trasladará el final del tributo de las cien doncellas a la batalla de Simancas en el año 939. Allí lucharán el rey de León, Ramiro II, y Abderramán III, el octavo y último emir independiente y primer califa omeya de Córdoba. Claro que si no hubo tributo… tampoco nos tenemos que romper los cuernos para cuadrar tanto relato con fechas y nombres variables.

Monumento a las mancas de Simancas
 
Otra razón para suponerla falsa es que la leyenda suena a “cosa conocida”. Los hombres medievales cultos -sacerdotes, monjes, etc.- valoraban los mitos clásicos como el relato de “Teseo y el Minotauro” y, en nuestro caso, parece adaptarse para que el héroe sea ayudado por un santo -y no por Ariadna- para triunfar.
 
Además, como vemos, el tributo de las cien doncellas está asociado a la dudosa batalla de Clavijo. Si esta es falsa, también aquel. En Clavijo se apareció el Apóstol Santiago convertido en Santiago Matamoros ayudando a Ramiro I de Asturias. Era el 23 de mayo de 844 cuando derrotarán a Abderramán II (792-852) y eliminarán el tributo doncellil. ¡Y es una batalla sin rastro histórico fidedigno! Lo más probable es que Clavijo se basara en las batallas de Albelda o en la de Simancas del año 939. Entendamos que la utilización de acontecimientos históricos y de sus protagonistas para fines político sociales posteriores sigue hoy aplicándose y deja rastros duraderos en en el folklore.
 
La narración sobre la batalla de Clavijo tiene variaciones de una fuente a otra: Ramiro I, monarca asturiano, parte de la corte hacia Castilla la Vieja para contraer matrimonio en segundas nupcias con Paterna. Con ocasión del viaje real, los pares de su reino intentan destronarlo. Abderramán II tiene noticia del suceso y moviliza sus huestes. Para debilitar más a Ramiro I reclama el pago del tributo de las cien doncellas. Entró Ramiro en La Rioja y ganó a los moros la plaza de Nájera, continuando después camino de Albelda, ciudad importante del califato en la cuenca del Bajo Iregua, en donde Abderramán se encontraba esperando para iniciar la batalla. Aprovechamos la pausa nocturna para fijarnos que este relato chirría con lo contado sobre las doncellas de Simancas cuya historia transcurre en un entorno de estabilidad política en León y de frecuente entrega de chicas a los moros.

 
Esa noche el rey Ramiro recibió la visita en sueños del apóstol Santiago que le promete su ayuda. Durante la lucha se abrieron los cielos y surgió la figura de Santiago en túnica blanca con cruz roja al pecho, espada en mano y montado sobre un blanco corcel. Ramiro tomó la ciudad de Albelda, e hizo un voto según el cual tanto él como sus vasallos debían ceder, a perpetuidad y anualmente, a la Iglesia de Santiago en Galicia una medida de trigo cada labrador, y una de vino cada cosechero. Además, se anulaba el ominoso tributo de las doncellas, se instauraba la Orden de Caballería de Santiago y se fundaba el noble solar Camerano de Valdeosera.
 
O sea, ¿Clavijo podría ser la batalla de Albelda con otro nombre? Lo primero que debemos decir es que, en la zona de Albelda, se produjeron dos batallas. Una hacia el año 852 con una derrota cristiana y la segunda batalla en 859 en el denominado Campo de la Matanza, en las cercanías de Clavijo y ganada por Ordoño I (850-866). Esta última ha creado el mito gracias a su inclusión en la “Historia Gothica” por el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada. Ahí es donde encontramos el sueño de Ramiro I y Santiago Matamoros junto con el Voto de Santiago. ¡Bien por Ramiro I! La pena es que su reinado fue breve y soso, del 842 al 850. Pero esta relación con la divinidad y esta victoria lo ensalzaron post mortem. Y eso tenía un precio en forma de dádivas eclesiásticas. ¡¡¡Bingo!!!

Santiago Matamoros
 
Clavijo ya era discutida en el siglo XVIII por los historiadores Gregorio Mayans y Francisco Cerda y Rico. Estudios actuales sostienen que nunca existió el Tributo de las cien doncellas y que tanto su vigencia, como la aparición de Santiago Apóstol en Clavijo, fueron un argumento, ideado en el siglo XII, para justificar la implantación de un sustancioso impuesto, llamado el “Voto de Santiago”, que se recaudaba en beneficio de los canónigos de Santiago de Compostela entre los habitantes de Galicia, León y la parte de Castilla sobre el Duero, en donde se encuentra Las Merindades. Tuvieron que ser las Cortes de Cádiz las que abolieron el voto de Santiago en 1812, junto con otros privilegios del Antiguo Régimen, si bien, durante la guerra civil de 1936, con carácter simbólico se reinstauró. Y, es que, es sospechoso que los documentos andalusíes no nos hablan de la batalla de Clavijo, ni siquiera para minusvalorarla o reconocerse vencedores.
 
Vale, puede ser. Pero también podemos explicar el tributo de las cien doncellas como una personificación de la extorsión que sufrían todos los reinos cristianos por parte del emirato o el califato y la consecuente necesidad de hacer frente a las cargas fiscales asociadas y al necesario esfuerzo de guerra. De hecho, el tributo de Mauregato o de Aurelio no solo eran de carne humana, sino que se incluían 10.000 onzas de oro, 10.000 libras de plata, 10.000 caballos y 10.000 mulos, 1.000 lorigas, 1.000 espadas y 1.000 lanzas. Mucho, ¿Verdad? Lo más seguro es que sean cifras para adornar la humillación cristiana y exacerbar el odio a Mauregato o son desbarres de algunos divulgadores. Es decir, acentuar el relato sentimentaloide como si fuesen nuestros políticos populistas de hoy. Si les sirve de consuelo, las fuentes árabes hablan de treguas con Mauregato pero nada de entregar unos bienes de guerra improbables de producir y de aceptar. Claro que, también podemos anclar la existencia del tributo de las cien doncellas en una posible convivencia con el califato. ¿Recuerdan el consentimiento de Aurelio para las bodas de damas nobles asturianas con andalusíes? Pues serviría para reforzar la paz con Córdoba mediante la celebración de matrimonios mixtos. Pasado este momento los cronistas cristianos, que son clérigos y abogan por la lucha sin límites con el infiel, transmutarán las bodas en raptos, en el tributo de las cien doncellas.

 
Como la batalla de Clavijo tiene ese tufo a falsedad parece que debió ser necesario apuntalar el voto de Santiago o ampliar el número de cristianos perjudicados por los moros y de los héroes matamoros. Así surge el relato “Tributodoncellas 5.0”de que se reunió la nobleza cristiana de los diferentes reinos con los emisarios califales. En esa reunión se levantó indignado el conde Fernán González (910-970) afirmando que esas doncellas no iban a ser castellanas y lo mismo contestaron los reyes de León y de Navarra. Y, por si esto fuera poco, los mensajeros del califa fueron decapitados allí mismo. Me recuerda, un poquito, a la película “300” y el descalabro de los enviados de Jerjes.

 
Abderramán III salió a castigar la osadía de los cristianos. Ante ello, el rey de Navarra sugirió plantear batalla encomendándose a San Yago, milagroso santo enterrado en Galicia que ya les había ayudado en Clavijo. Por su parte, Fernán González dijo que también en Castilla tenían un protector: San Millán de la Cogolla. El rey de León aceptó el reto, y todos los cristianos pasaron la noche rezando, seguros de su derrota, pero ansiosos de sacrificarse por eliminar el tributo de las cien doncellas. ¿Problema? Pues que ese tributo se había terminado en la batalla de Clavijo, unos cien años antes. Si se tuvo que hacer una segunda batalla fue o bien porque Clavijo no existió o porque, entonces, no impidieron el pago en doncellas. O porque esa batalla estaba lejos en el tiempo para una recaudación efectiva. Incluso podríamos llegar a pensar, absurdamente seguro, que fue una elaboración castellana para resaltar su nueva fuerza político militar y su capacidad de imponer un santo en igualdad con un Apostol.
 
Los cristianos antes de entrar en batalla, se hincaron de rodillas y se encomendaron a Santiago y San Millán. Viendo esta sumisión cristiana, los musulmanes atacaron. Pero en el cielo aparecieron dos caballeros: obviamente eran Santiago y San Millán. Ganaron los cristianos y, por segunda vez, se terminó el tributo de las cien doncellas.

San Millán Matamoros
 
Pero que no existiese el tributo de las cien doncellas -Creo que ya lo tenemos claro- no impidió que diversas casas nobiliarias creasen laureles propios en torno a las cien doncellas anuales. Citaremos dos: Los Figueroa y los Miranda.

Figueroa
 
Si viajan a la localidad de Bordel (La Coruña) encontrarán en ella la torre de Peito Bordel, donde dicen que encerraban a las muchachas antes de ser embarcadas en la ría de Betanzos para su forzado cautiverio en la ciudad de Córdoba. Así fue durante años, hasta que le tocó a la hija de un hidalgo. Según una versión, el padre de la joven, que no la quería entregar, ideó un plan para acabar con tal deshonroso tributo. Según otras versiones serían los cinco hermanos de la joven los que idearon el plan. Se disfrazaron de mujer y se introdujeron entre las que iban a ser embarcadas, atacando a los musulmanes con ramas de higuera ya que sus lanzas estaban rotas, liberando a las mujeres. Otra versión dice que se escondieron entre las higueras para, con apoyo de la población local, atacar a los raptores. Evitando así la entrega de las muchachas y que éstas cumplieran la promesa de… ¡amputarse las manos! antes que servir a los musulmanes cordobeses. Parece que la población de Simancas no era muy original. Con todo, las armas de los Figueroa tienen cinco hojas de higuera. En el escudo de los Miranda figuran cinco bustos de doncellas cargadas en el pecho de una venera de oro; en orla dos serpientes de sínople, anudados sus cuellos en el jefe y las colas en la punta. Los cinco bustos recordarían la hazaña de Alvar Fernández de Miranda, que en desigual combate con los árabes liberó a cinco nobles muchachas destinadas a engrosar el harén del Emir, en cumplimiento del tributo de las cien doncellas.

 
Pero volvamos a la trama profunda del relato del tributo de las cien doncellas. Hemos comentado ya que esta historia suena a conocido y es porque sigue la línea de los relatos épicos de los clásicos grecolatinos: el combate entre el bien y el mal, el héroe que dirige a su pueblo a la victoria con la ayuda de la deidad, la entrega de las adolescentes a las manos de la muerte, ritos iniciáticos de las muchachas, etc.
 
Los investigadores del tributo de las cien doncellas ven cierto paralelismo con el mito de Teseo que fue recogido por varios autores clásicos, entre los que destaca Plutarco quien sintetizó varias tradiciones al respecto. Teseo fue hijo de Egeo, mítico fundador de Atenas, y de Etra. Otra versión de su nacimiento lo convierte en hijo de Poseidón. La vida de Teseo es una concatenación de episodios iniciáticos.

Teseo con Egeo.
 
Estando en Atenas con su padre, vinieron los embajadores del rey Minos para hacer efectivo el pago del tributo que tenía pactada la ciudad con el reino insular. Este tributo se había firmado para apaciguar al rey Minos debido a la extraña muerte de su hijo de la que hacía culpable a los atenienses. El tributo consistía en la entrega de un grupo de siete chicos y otras tantas muchachas en edad casadera y todos vírgenes. Eran conducidos a Cnosos donde el rey los introducía en el laberinto del Minotauro. Teseo se presentó voluntario a la ofrenda. Camino de Creta pararon en el oráculo de Delfos donde Apolo les aconsejó que se encomendaran a la diosa Afrodita. En Creta fueron conducidos al laberinto, pero Ariadna, la hija de Minos, una de las diferentes manifestaciones de la diosa Afrodita, se enamoró de Teseo y le dio información acerca del monstruo y del laberinto. Además, le entregó un ovillo de hilo para encontrar la salida. Teseo mató al Minotauro y, gracias al ovillo, escapó. La muerte de la bestia concluyó con el tributo.

 
Si ahora observamos las estructuras básicas del relato de las cien doncellas o de Ramiro I y el de Teseo veremos que tienen los mismos elementos estructurales y de evolución: hay un tributo para apaciguar la embestida de la representación del mal. El pago consiste en la entrega anual del grupo de jóvenes vírgenes en edad de contraer matrimonio. Se efectúa el pago hasta que aparece la figura del héroe que, ayudado por la deidad correspondiente, consigue derrotar al mal, ante el que se encuentra en notable minoría, y concluye el tributo. Debemos matizar que el relato hispano se refiere solo a chicas.
 
José Antonio Quijera Pérez creyó que el mito peninsular no procedía del griego y presumía encontrarse ante dos variantes formales de un arcaico tema mediterráneo. Así la variante peninsular habría llegado a través del filtro altomedieval, pero asentado sobre una línea de pensamiento precristiano muy arcaico. La variante griega muestra las marcas de la helenización sobre su substrato anterior, que asocia objetos simbólicos atestiguados con anterioridad al helenismo. Con ello entenderíamos que los lugares donde nos dicen que se desarrolla el mito -Creta, La Rioja, León, Castilla o Asturias- no deben ser considerados como los focos de creación y propagación del tema mítico.

 
Si les parecen pocas “pruebas de la veracidad” del tributo tenemos la constancia de las procesiones de doncellas. Bueno, de parte de ellas. Estas procesiones representaban la iniciación femenina al matrimonio y existen, también, fuera de la península ibérica. Recuerden que van vestidas de blanco, de novias. En el pueblo de Solorzano, cerca de Albelda, se localiza una de estas procesiones que se asocia con el tributo… y con la fertilidad de los campos. Pero, de los más de veinte rituales de doncellas existentes en la Península tan sólo unos pocos miran hacia el tributo. El resto ha creado un mito particular. La procesión de Santo Domingo de la Calzada está relacionada con la vida de su santo, por ejemplo.
 
En León capital celebran una fiesta, las Cantaderas, donde chicas procedentes de las parroquias de San Marcelo, San Martín, Santa Ana y Santa María del Mercado recorren las calles de la ciudad antigua para postrarse ante el califa. Una excusa promocional de la ciudad a ritmo de mercado medieval con tres heroínas, Elvira, Leonor Garavito y Leonor de Quiñones, que avergüenzan a reyes y nobles. No está claro si las cien doncellas eran todas de la ciudad o de todo el reino.

Lope de Vega y Carpio
 
El tributo de las cien doncellas fue un elemento recurrente en el teatro. Así, Lope de Vega, en su obra teatral “Las famosas asturianas”, sostiene que el monarca que se comprometió a pagar el tributo fue Alfonso II, pero en su versión las doncellas, al ver que iban a ser ofrecidas como tributo, acusan a los cristianos de cobardía y provocan su reacción para que luchen y consigan impedir el vergonzoso pago. Repitió con “Las doncellas de Simancas”. Otros autores fueron Rafael García Santisteban con su opereta “El tributo de las cien doncellas” que llevaba música de Francisco Asenjo Barbieri; Luis de Guzmán y su comedia famosa titulada “El blasón de don Ramiro y libertad del fuero de las cien doncellas”; o Manuel Fernández y González, un clásico del folletín decimonónico, nos dejó “El tributo de las cien doncellas”.
 
Junto a tradiciones escritas y orales, el Tributo de las Cien Doncellas también ha llegado hasta nuestros días a través de la escultura como la representación que existe en la Iglesia de Santa María de la Victoria de Carrión de los Condes. En efecto, en las arquivoltas de la fachada románica de esta Iglesia del siglo XII aparecen representados moros, doncellas y toros. Estas esculturas recuerdan cómo una milagrosa manada de toros evitó que los musulmanes se apoderasen de cuatro muchachas en esa ciudad palentina, por si no habíamos hablado de lugares diversos con doncellas entregadas.
 
Curiosamente en Las Merindades parece que no se ha asentado nada sobre este tributo de las cien doncellas a pesar de que, de haber existido, varias mozas hubieran tenido que ser entregadas anualmente a los poderes de Al-Ándalus. De lo que no nos debimos librar fue del pago del Voto de Santiago.
 
  
Bibliografía:
 
“El tributo de las cien doncellas. Un viejo mito mediterráneo”. José Antonio Quijera Pérez.
España en la historia.
FJT    
Al-Andalus,Vida cotidiana: musulmanes y cristianos.
Periódico “León Noticias 15”.
Cervantesvirtual.com
Periódico “Diario de Burgos”.
http://pucelaproject.com
Periódico “La Razón”.
https://www.parlamento-larioja.org
Revista “Etheria Magazine”.
“Aproximación a la procesión de las cien doncellas de Sorzano. Orígenes y sentido actual”. Jesús Gonzalo Moreno.
Periódico “Diario de León”.
Periódico “ABC”.
https://www.tradicionesyfiestas.com
https://www.cirkwi.com
Xacopedia.
España Fascinante.
“La ideología mahometana y su influencia revolucionaria en la invasión y conquista de España”. Julián García Sainz de Baranda.
“Notas histórico-críticas sobre el poema de “Fernán González”. Fray Justo Pérez de Urbel.
“Catalogación de documentos medievales de la Rioja Burgalesa”. Flor Blanco.
“Del Burgos de antaño. Claros linajes burgaleses: Los Sanzoles”. Ismael García Rámila.
“Las fiestas de doncellas en Logroño”. Consolación González Casarrubios.
“Santiago Matamoros en la historiografía hispano-medieval: origen y desarrollo de un mito nacional”. Luis Fernández Gallardo.
“Así fue… el tributo de las cien doncellas”. Enrique Ossorio Crespo.
“Ficción y realidad en Don Alfonso el Casto”. Gabriel Maldonado Palmero.
“Revista de Folklore” número 389.
“Diccionario enciclopédico gallego-castellano”. Eladio Rodríguez González.
“Las cien doncellas: trayectoria de una leyenda”. M. Manzanares de Cirre.

domingo, 11 de febrero de 2024

El enigma de otro mundo.

 
 
Recurrimos al título de una película de serie B del año 1951 que se estrenó en España en 1952 y que fue un éxito de taquilla para hablar de un incidente que ocurrió en Las Merindades. Se produjo en el otoño -o principios del invierno- de 1975 y, ya entonces, el “cazamarcianos” oficioso del momento, Juan José Benítez, entrevistó, sin nombrarlo, a uno de los testigos en su obra “100.000 km tras los OVNIs”. ¿La razón de ocultar su identidad? Estaban cazando en el monte, a las 02:30 horas de la madrugada y sin permisos oficiales. Permiso parecían tener del propietario de la finca donde se solían apostar para ejercer cierto “control cinegético” con la población de jabalíes. Vamos, que eran unos furtivos con “licencia” para cazar. Se apostaban cerca de los campos de trigo del estrecho valle y del camino de paso de los jabalíes. Y a esperar.

 
Tenemos, por tanto, a tres animosos cazadores que desde Villarcayo se van a un monte cercano a San Martín del Rojo en el Valle de Manzanedo a disfrutar de una fría noche invernal, u otoñal. Son Pablo Casado -no confundir con el efímero dirigente político del PP-, Bruno Lurachi y José Luis Laso. Se colocaron en dos puntos diferentes de la vereda. Bruno y José Luís estaban separados en una pequeña elevación y Pablo un centenar de metros más abajo. La ubicación de los tres era cercana a una antigua prospección petrolífera.
 
Por la ladera donde estaban apostados distinguieron a lo lejos una potente luz a pesar de que la luna estaba en cuarto menguante y brillaba. Bruno lo vio el primero y avisó a José Luis, que estaba apostado algo más arriba. Pero se dieron cuenta que Pablo estaba colocado en el camino de la luz.

Finca donde se produjo el avistamiento
 
“¡Nos asustamos mucho! Primero pensamos que eran otros cazadores, pero la luz era tan fuerte que lo descartamos. Entonces José Luís me leyó el pensamiento: ¿y si es la Guardia Civil? ¡Están cerca de Pablo! No es posible. ¡Esa luz es muy fuerte y está muy alta, está en el aire!”. Comentó recientemente Bruno. “Es lo más terrorífico que he vivido nunca” insistió. Les produjo tanto miedo que fueron incapaces de acercarse a Pablo que, desde la perspectiva de Bruno y José Luis, estaba más cerca de aquello. De la cosa. De la luz. Del ovni.
 
“Yo – comentaba Pablo en alguna entrevista- estaba sentado en el borde de la campa con la escopeta sobre las piernas y la cartuchera a mi lado, pero no tenía miedo, no en ese momento. Era todo lo contrario, estaba todo en calma y yo tenía una sensación como de sueño, pero de eso me di cuenta después”. Podemos desconfiar de la historia, pero hay elementos comunes a diferentes testigos y relatos que llevan a reflexionar sobre si, de verdad, vieron algo. Uno de ellos es el llamado “efecto sueño” que describe Pablo.

Pablo Casado explica lo que vio a Iker Jiménez.
 
Y el relajado Pablo disfrutó de una vista directa del objeto sito como a unos doscientos metros: “De pronto veo venir una luz por encima de los árboles y pienso que será otro cazador, pero a mí mismo me decía que era imposible, esa luz iba por encima de los carrascos, nadie podía ser tan alto”. La luz se detuvo a la vista de Pablo y de sus dos compañeros. “El objeto era igual que una pera de cristal”-lo encuadraríamos entre los OVNI de forma campaniformes- con la parte central opaca. El de Manzanedo mediría unos cuatro metros de arriba a abajo y de la parte alta salían como unos brazos que se doblaban y apuntaban hacia abajo y había una barra vertical que iba desde la parte superior hasta la base, y lo más extraordinario de todo, en su interior agarrado a la barra se encontraba un ser muy alto, de unos dos metros y medio de altura, con el tronco y los brazos muy largos. Las piernas, en proporción, más cortas y con una cabeza abultada. Este ser parecía manejar el aparato. 


Pablo cuenta que el aparato aterrizó en el humedal lleno de juncos cerca de él. Permaneció así durante unos cinco minutos para, después, apagarse y, luego, emitir potentes ráfagas de luz blanca –“como de fluorescentes” comentaría Bruno a Iker Jiménez- que procedían de su parte superior. Estas luces iluminaron todo el valle algo que asustó a los tres cazadores.
 
A los pocos segundos de desprender esas potentísimas ráfagas de luz, ascendió a toda velocidad hacia el firmamento, desplazándose en forma de “S” y convirtiéndose en una estrella muy brillante. En sus respuestas al investigador mirandés Juan José López resaltaron lo silencioso que era el aparato.

Javier Sierra y Bruno Lurachi. 
 
Bruno, Pablo y José Luis, ¡al fin!, son conscientes de que podían haber sido abducidos o asesinados -fueron conscientes de su miedo- y corrieron. Pablo llegó al apostadero de sus amigos sin resuello y luego, los tres, escaparon hacía el alejado SIMCA 1200 con el que habían ido a cazar. Atrás dejó Pablo Casado sus cartuchos y “llevó la escopeta porque la tenía en la mano”. Durante el viaje vigilaban el cielo por la ventanilla trasera… “¡Corre, corre, que nos coge, que nos coge!”.
 
En Villarcayo, en casa, Pablo contó lo sucedido a su familia. Más que sus palabras fue su actitud lo que les convenció de lo que contaba el cabeza de familia. Incluso salieron a mirar el cielo y Pablo les señaló el OVNI. En una entrevista reciente la hija de Pablo afirmó que la estrella que su padre le señalaba, ciertamente, era más brillante que los demás astros.

 
Al día siguiente, en los bares de Villarcayo, no se hablaba de otra cosa. Y no era porque los tres cazadores eran objeto de chanzas y bromas ya que mantuvieron sus bocas bien cerradas sino porque otras personas aseguraban haber visto a altas horas de la noche una anormal luminosidad que atravesaba el cielo. Ese mismo día, según recuerda Bruno, fue abordado por la mujer de Pablo: “¿Qué os pasó anoche? Pablo se ha duchado, se ha metido en la cama y no quería saber ni decir nada, ¡hoy me lo ha contado! Pero, ¿qué fue eso?”. Lurachi le respondió que era tal cual le había contado su marido. Si se fijan hay una contradicción entre este recuerdo y lo contado por la hija de Pablo. No digo más.
 
Pablo, Bruno y José Luis tardarían en hablar abiertamente de ello unos treinta y cinco años. ¿Estaban equivocados al afirmar que vieron un platillo volante? ¿Habían visto el reflejo de un coche? Bueno, en su defensa podemos decir que en esos días se produjo el avistamiento de Quintanaortuño, a unos 50 km, donde unos soldados observaron cuatro objetos parecidos en tamaño y forma a lo visto por nuestros cazadores.

 
Bruno Lurachi concluyó una entrevista en 2017 afirmando que me marcharé de este mundo con ello... ¡Que digan lo que quieran! ¿Qué estoy loco? Que lo digan... Si yo hubiera estado solo, pues vale, pero ¡tres, estábamos tres! Volvimos a nuestras casas... (…) Bruno no ha pasado tanto miedo jamás... ¡jamás! Eso era real, y te lo juro por lo más sagrado”.
 
 
Bibliografía:
 
“Burgos Misterioso”. Juan José López.
“Crímenes y misterios en Las Merindades”. Varios autores. Ed. MERPRESS.
Programa “Cuarto Milenio”.
Periódico “Crónica de Las Merindades”.