Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 31 de mayo de 2020

Los Hontañón. Pedro de Hontañón, embajador de los Reyes Católicos en Navarra. (Sus matrimonios y descendencia).



Hemos de agradecer nuevamente a Javier Polanco su decidido esfuerzo por desentrañar el pasado de Las Merindades. Y no solo de Las Merindades si se fijan en las diversas publicaciones que nos ha ofrecido. En nuestro caso, este es el tercer libro que presenta en nuestra –vuestra- bitácora.

Los anteriores fueron:



Sobre nuestro amigo contarles que Francisco Javier es Ingeniero Técnico en Explotación de Minas por la Escuela Técnica de Minas de Torrelavega de la Universidad de Cantabria pero ya está jubilado. Durante cuarenta años trabajó en una conocida empresa constructora en obras de construcción y renovación de vías por numerosas líneas de los ferrocarriles españoles destacando las del AVE de Sevilla, Barcelona y Valencia.

Les dejo con él.


Este volumen, dedicado a Los Hontañón, completa una trilogía genealógica que gira en torno a Los Porras originarios de Valdeporres.

La genealogía de este linaje Hontañón comienza con el que fuera embajador perpetuo de los Reyes Católicos en Navarra mosén Pedro de Hontañón, muerto y sepultado en Medina de Pomar. En este libro se describen sus matrimonios y descendencia, así como los enlaces matrimoniales que sus descendientes tuvieron con los Porras de Valdeporres y cuyo mayorazgo de Virtus acabó por varonía en este linaje Hontañón, al heredarlo uno de los tataranietos del embajador de los Reyes Católicos.

El criterio seguido en la investigación y descripción de este linaje es el mismo que el desarrollado en los dos volúmenes de Los Porras originarios de Valdeporres. Al hablar de la “CASA DE HONTAÑÓN EN VILLAMEZÁN Y MEDINA DE POMAR. SEGUNDO PERIODO” se demuestra la falsificación de cuatro testamentos que, utilizados en diversos pleitos, esta casa consiguió arrebatar un mayorazgo a los legítimos dueños, sus parientes de la primera casa del mismo lugar, y otros muchos bienes a otros diversos dueños.

Escudo de armas Hontañón en Villamezán.

La descripción de esta genealogía va acompañada de un apéndice documental, donde se incluyen 96 documentos, la mayor parte de ellos inéditos, donde van incluidos los cuatro testamentos falsificados, 46 fotografías y 27 árboles genealógicos, en los que se puede seguir su desarrollo desde el siglo XV hasta el XX, aunque en el caso de la última esposa del embajador Hontañón, su ascendencia llega al siglo XII.

Páginas: 637 en formato 230 x 160
ISBN: 978-84-948282-4-9
Dep. Legal: SA-182-2020
En caso de estar interesado enviar mensaje a:

El precio es el mismo que los dos volúmenes de Los Porras, 30,00 € más gastos de envío.


OTRAS PUBLICACIONES DEL AUTOR

Artículos de revistas

DON FRANCISCO DE MENDOZA. En colaboración de Gustavo Miguel Sorg. CENTRO DE GENEALOGÍA DE ENTRE RÍOS. núm X. TOMO II. 2012. Buenos Aires.

LOS MIER Y TERÁN. CASA DE CABUÉRNIGA. ASCAGEN. Núm 10, otoño de 2013. Santander.

LOS VELARDE DE VIÉRNOLES (I). ASCAGEN. Núm 12, otoño de 2014. Santander.

LOS VELARDE DE VIÉRNOLES (II). ASCAGEN. Núm 13, primavera de 2015. Santander.

FATAL SUCESO EN VILLAYUSO DE CIEZA A MEDIADOS DEL S. XVII. ASCAGEN. Núm 15, primavera de 2016. Santander.

DOS CABALLEROS DE SANTIAGO ORIUNDOS DE VILLAYUSO DE CIEZA. ASCAGEN. Núm 18, otoño de 2017. Santander.

INVESTIGACIÓN GENEALÓGICA. PARENTESCO Y ENDOGAMIA. ASCAGEN. Núm 19, primavera de 2018. Santander.

CUATRO PADRONES DEL VALLE DE CIEZA DEL SIGLO XVII. ASCAGEN. Núm 20, otoño de 2018. Santander.

DOS PADRONES DEL VALLE DE CIEZA DEL SIGLO XVIII, ANTERIORES AL CATASTRO DE ENSENADA. ASCAGEN. Nº 21, primavera de 2019. Santander.

PADRÓN DEL VALLE DE BUELNA DEL AÑO 1737 (I). ASCAGEN. Nº 22, otoño de 2019. Santander.

PADRÓN DEL VALLE DE BUELNA DEL AÑO 1737 (II). ASCAGEN. Nº 23, primavera de 2020. Santander.

Libros

LOS PORRAS ORIGINARIOS DE VALDEPORRES. (I) CASA DE VIRTUS Y CIDAD. LÍNEA TRONCAL. (Desde su origen). (2017). Santander.

LOS PORRAS ORIGINARIOS DE VALDEPORRES. (II) CASAS DIMANADAS DE LA LÍNEA TRONCAL. (Santa Cruz de Andino, Condado de Valdivielso, Agoncillo, Extramiana y Espinosa de los Monteros). (2018). Santander.

GENEALOGÍA DEL PRIMER MARQUÉS DE LA HERMIDA (2019). Santander.

domingo, 24 de mayo de 2020

Algo queda del pasado o la iglesia de Villarías.



Hoy Villarías es, para el imaginario colectivo, unas recientes viviendas y un campo de golf. Sólo dos cosas resaltan ante tanta modernidad: el caserón de los Arce y la iglesia de San Cristóbal. Una hermosa iglesia románica de una sola nave situada en una atractiva loma que, si es usted aficionado a la fotografía, le permitirá instantáneas mágicas unidas al contraste con los materiales y estilos de construcción actuales. Comentar que de la iglesia dependían varias ermitas, de cuya ubicación queda recuerdo en los respectivos nombres de los términos próximos a ellas: Santa Marina y San Esteban, San Quirce y Santa Julita, San Sebastián y San Roque.


Situaríamos el surgimiento de Villarías hacia el siglo VIII con lo cual el primer templo sería de esas fechas y estaría debajo del que conocemos. Aunque solo es una conjetura no sería descabellado lanzar la idea de que el ábside románico, de finales del siglo XII o principios del XIII, habría mejorado la cabecera del templo ya existente. Consta, además, que en la falda de la loma de la iglesia se hallaron tumbas de laja a poca profundidad que, a juicio de Manuel Guerra Gómez, pudieran ser anteriores al siglo XI. Esto potenciaría el argumento de la existencia de una iglesia previa, puesto que los enterramientos solían hacerse por entonces en torno a las iglesias.

Por otra parte, la devoción popular a San Cristóbal, el santo titular desde -al menos- 1515, se difundió en España desde el siglo IX y podría ser que llegara a Villarías mediante algún grupo de mozárabes cordobeses. O no.


La iglesia fue restaurada entre 1996 y 1997 a costa de los propietarios del pueblo en aquel momento. Lo que redunda en que sea más atractiva visualmente. Está orientada de este a oeste y en su exterior destaca la espadaña-campanario y el ábside semicircular, dividido en tres paños por dos columnas entregas. En el centro del mismo se abre una ventana de triple arquivolta abocinada, con fustes, capiteles, decoración geométrica y ajedrezado y canes lisos en alero. La portada es muy sencilla, con pequeños adornos de sogueado y puntas de diamante, un tanto erosionados. Da acceso a un breve espacio, perpendicular a la nave, en el que queda, a la izquierda, el baptisterio y, a la derecha, la actual sacristía, que fue una minúscula capilla medieval adosada.

Ventana del Ábside.

La parte estrictamente románica se inicia con las columnas del arco toral. Columnas y arco se replican al iniciarse la bóveda de horno. Los capiteles de las de la izquierda presentan dos águilas a punto de cazar a una liebre. Los de la derecha carecen de ornamentación figurativa. Dos ventanas, una en el centro del mismo, en forma de saetera, para dar luz al presbiterio, y otra ciega, meramente ornamental, en el muro de la epístola, se adornan con arcos de medio punto ajedrezados.

Portada

Desde la embocadura del ábside, se prolongan muros de mampostería, cubiertos a tejavana, que, al menos desde el siglo XVI, han tenido que ser reparados infinidad de veces, así como el tejado, según atestiguan los Libros de fábrica. Actualmente la techumbre aparenta un sencillo artesonado de madera, obra del aparejador diocesano Víctor Ochotorena Gómez. De la iconografía se ha conservado una pequeña imagen románica de la Virgen sedente, con el Niño (quizá siglos XII-XIII) y una talla de San Cristóbal, del renacimiento incipiente, ambas en madera.

Interior. (Fotografía cortesía de Ángel Mateo)

Todas las demás imágenes, que había en la iglesia, desaparecieron durante una larga etapa de abandono, previa a la restauración, cuando la iglesia sirvió de cobijo a toda suerte de ambulantes, que se llevaron o destruyeron cuanto no se puso previamente a salvo. Por motivos de utilidad pastoral se trasladó a Medinabella una campana, "fundida a expensas del Sr. Marqués de Villarías". La trasladaron a tiempo, porque, no mucho después, fue robada la que quedó, que era algo menor y estaba rajada. Ello ha obligado a fundir otra nueva en 1997.

Detalle de la cabecera. (Ángel Mateo)

La restauración consolidó y liberó la primitiva construcción quitando adherencias tardías de baja calidad que, además, transmitían a los muros humedades. Se quitó, al norte, lo que fue el almacén de diezmos; la escalera de acceso al campanario con su enlucido de yeso; y el pórtico. Los libros de fábrica de los siglos XVII-XIX registran el costo de estos añadidos. Otro tanto hay que decir acerca de los retablos, el coro y su escalera, el púlpito y la puerta de la sacristía, abierta a mitad del siglo XVII junto a la columna derecha del arco toral (Arco que, junto con otros tres, sostiene la elevación sobre el crucero).


Lo que no ha tenido remedio ha sido la ventana abierta a la derecha, dentro del ábside, datada en el año 1800. Desde el siglo XVII, por los libros de visita y los de fábrica se comprueba la mediocre situación en que habitualmente se encontraban, las reparaciones que el visitador exigía y las que periódicamente se iban realizando en la medida que lo permitía el presupuesto.

Las obras en la iglesia y en las ermitas, la compra de ornamentos, vasos sagrados y utensilios litúrgicos dependían del rendimiento de unas cuantas parcelas, equivalentes a siete fanegas de sembradura, que eran propiedad de la iglesia. A estos ingresos había que añadir los correspondientes a las "primicias", que cada vecino pagaba por San Juan: cuatro celemines, mitad trigo y mitad centeno. La totalidad de los ingresos y su inversión corrían a cargo de un mayordomo laico, vecino del pueblo, que rendía cuentas cada año. Cuentas muchos años deficitarias.

Dimensiones (Cortesía de Fernando Medina Carrillo)

Alguna que otra vez se computan donativos. En el acta de visita del año 1634 el visitador anota "que a su noticia ha venido que por el testamento con que murió doña Juliana de Arce Cabeza de Vaca mandó a la iglesia deste lugar un frontal de hasta ducientos u trecientos reales de costa para el servicio y adorno suyo; y parece que, teniendo obligación a le dar su señoría la Condesa de Escalante, como heredera y sucesora en los bienes de la dicha difunta, no lo quiere hacer; lo cual es en gran daño de la dicha iglesia...". Da un plazo de dos meses a la Condesa para que entregue el frontal o dinero para comprarlo. En 1637 ya lo había cumplido.

En las cuentas de 1822 se informa que 20 fanegas de cebada valieron 400 reales de vellón: habían sido "dadas a limosna a la Virgen" por alguien que, al parecer, optó por el anonimato. Es posible que algunas piezas valiosas que se enumeran, sin demasiados detalles, en los inventarios del siglo XVIII y que fueron desapareciendo durante el siglo XIX, se debieran también a donantes. Así, por ejemplo, "una cruz de plata, grande", obra de Hernando de Barrasa Infante, platero de Medina de Pomar, tasada en Burgos, el nueve de abril de 1592, por Juan de Arfe y Melchor de Barón en 40 ducados (que serían unos 3.000 euros de hoy). Era una cruz de gajos, que llevaba en un lado un San Cristóbal y en el otro un Cristo. Desaparecida como: "un cáliz de plata, con su patena"; "tres crismeras de plata"; y "tres frontales de lienzo pintados", uno de los cuales sería el legado por Juliana de Arce, que están en la lista de los apeos de los años 1700 y 1724.


El templo no parece que fuese de los mejor cuidados según las anotaciones en los diferentes libros que se cumplimentaban. Por ejemplo, el visitador de 1622, Lic. Francisco Zorrilla, "halló que el relicario y tabernáculo estaba abierto y sin llave y que a mucho tiempo lo está; y sin tener óleos, ni crisma, sólo el óleo viejo del año pasado..." Condenó al cura, Lucas Martínez, en 1.000 mrs. y le impuso, bajo pena de excomunión, la obligación de poner remedio rápidamente.

En 1637 el visitador manda convertir la capilla en sacristía, para lo cual indica qué obras se han de hacer. Exhorta a que el pueblo contribuya y da licencia para que trabajen en ello aun en día de fiesta. Costó 1.919 mrs.

Parecía un templo mal preparado porque en 1707, en la visita del arzobispo Manuel Francisco Navarrete Ladrón de Guevara se encarga al mayordomo que compre naveta y cuchara para el incienso, un farol para acompañar al Viático, un viril para las procesiones con el Santísimo, una casulla verde, una llave para la cubierta de la pila bautismal y bolsas para los corporales; encarga también que se repare la pared de junto a la pila bautismal. Tremendo. ¡Y en 1713 se ordena que compren un confesionario!


Las escaleras de ascenso al campanario se construyeron en 1715. Y en 1726 se recompuso el suelo del templo a un coste de 14 reales de vellón. Casi todos los años había gastos de mantenimiento –lo mismo ocurre hoy en día- y de vez en cuando curiosidades como la vidriera de 1759 o la creación del cementerio en 1772. Que no fue tal, como verán.

En año siguiente de la muerte de Fernando VII y del Antiguo Régimen, plena guerra carlista y casi cincuenta años después de las disposiciones legales para la construcción y empleo de los camposantos se produce un estreno esperado: ese 1834 se entierra la primera persona en el cementerio. En la partida de defunción del párvulo Manuel González se dice que, el 4 de septiembre "fue enterrado en el campo santo, según recientes órdenes y mandatos de los superiores". ¡¿Recientes órdenes?! Fíjense que la última enterrada en la iglesia, "bajo la grada del altar del Rosario", fue Úrsula Martínez, que falleció el 11 de septiembre de 1833. Eso es celeridad.


Estos enterrados no tenían identificación en el templo. En las partidas de defunción se indica la ubicación del difunto. A pesar de que la iglesia era pequeña había varios lugares de reposo que se localizan por referencia a los altares ante los que se abrían. Apuntar que no podían ser muy profundos ya que la iglesia está cimentada sobre roca.

Tras la desamortización cesan los ingresos por rentas y, durante unos años, se cobra la asignación del gobierno de 700 reales anuales. Desde 1870 no hay ya mayordomo y es el cura quien presenta las cuentas al arcipreste. En 1884 empiezan a consignarse ingresos por arancel, que son insignificantes. En adelante, los arreglos de la iglesia y los gastos relacionados con el culto dependerán, en la práctica, de la generosidad del cura y de sus feligreses.


El cura beneficiado de Villanías era nombrado, previa presentación del Condestable. Su beneficio era la renta de unas cuantas fincas -siete fanegas o unos 45.000 metros cuadrados- descritas en el Catastro del Marqués de la Ensenada. Al rendimiento de las tierras, exentas de diezmos, había que añadir los dos tercios de los frutos decimales. Esto suponía para el cura unos 68.742 mrs. al año, cantidad de la que se deducían "la contribución a Su Majestad" y otros gastos, es decir, aproximadamente un diez por ciento. Además tenía derecho a cobrar por bodas, bautizos, funerales, sacramentos… pero era un magro ingreso porque su cobro solía ser difícil por la pobreza del vecino, amistad u otras circunstancias.

No era para hacerse rico pero sí para vivir sin excesivos agobios. El cura que aparece en el catastro de la Ensenada, Roque Martínez de Brizuela, tenía en casa a un sobrino de 14 años y una criada a la que pagaba 100 reales al año. Poseía un caballo, un cerdo, cuatro carneros, seis burros, tres ovejas, tres crías; una vaca, un novillo y una jata en aparcería con Ángel Carrillo, vecino de Moneo; y un pollino de recriar. ¡Todo un potentado! Esto hacía que algunos curas se preocupasen más de su propio futuro terrenal que de las almas de sus vecinos y eran sancionados por los visitadores eclesiásticos.


Se conocen los nombres de los sacerdotes que estuvieron desde 1581. Nos sorprende que en una iglesia de una población humilde apareciesen al frente de la parroquia sacerdotes con títulos universitarios: en 1632, el Dr. Mateo Martínez Somarriba; o el Licenciado Domingo Fernández de Escalante, a quien mencionan las partidas desde 1677 hasta 1695; el Licenciado Juan Gutiérrez de la Hacera (a. 1724-1725); o el Licenciado Juan Antonio Zorrilla (1727-1736). Y era común ver curas bachilleres en el listado.

Cuando no había venía alguno de las proximidades, generalmente el cura de La Aldea, algún beneficiado de Medina, el de Santa Cruz de Andino, el de Villanueva la Lastra, el de Miñón, el de Villacomparada de Rueda, algún franciscano del convento de Medina..., con la autorización del arzobispado.


Bibliografía:

“Amo a mi pueblo”. Emiliano Nebreda Perdiguero.
“Villarías”. Nicolás López Martínez.
“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media”. María del Carmen Sonsoles Arribas Magro.
“Las siete Merindades de Castilla Vieja: Castilla Vieja, Sotoscueva, Valdeporres y Montija”. María del Carmen Arribas Magro.

“La fotogrametría digital como herramienta de trabajo para la toma de datos y catalogación de las iglesias románicas en la comarca de Las Merindades (Burgos)”. Fernando Medina Carrillo.

Anexos:


En las periódicas actas de visita del Libro de bautizados, casados y difuntos, que comienza en 1581; así como en el Libro de fábrica, desde 1622, también con sus actas de visita, complementados con los Apeos, que debían hacerse cada diez años, espigamos algunos datos que corroboran lo que venimos diciendo:

1622: Los ingresos del ario anterior sumaban 4.194 mrs. y los gastos 4.795 mrs. El desequilibrio se atribuye a lo que costó reparar la ermita de Santa Marina. El visitador, Lic. Francisco Zorrilla, "alló que el relicario y tabernáculo estaba abierto y sin llave y que a mucho tiempo lo está; y sin tener óleos, ni crisma, sólo el óleo viejo del ario pasado..." Condenó al cura, Lucas Martínez, en 1.000 mrs. y le impuso, bajo pena de excomunión, la obligación de poner remedio rápidamente. Manda que se haga apeo de las tierras de la iglesia.
1623. Se hizo "apeo de los bienes raíces pertenecientes a la iglesia parroquial de Señor San Cristóbal del lugar de Villerías y beneficio della".
1629. Entre los gastos de que da cuenta el mayordomo están los ocasionados por "retejar la iglesia".
1632. Juan de Salazar, "pintor, vecino de Horna", cobra 190'5 reales por dorar el sagrario, para lo cual había dado 3 ducados "la señora Condesa" de Escalante. Se retejan la iglesia y las ermitas.
1637. El visitador manda al mayordomo comprar un misal nuevo y diversos ornamentos y utensilios litúrgicos. Manda también convertir la capilla en sacristía, para lo cual indica qué obras se han de hacer. Exhorta a que el pueblo contribuya y da licencia para que trabajen en ello aun en día de fiesta. Hasta las cuentas de 1654 no se anotan los gastos que ello originó: 1.919 mrs.
1639: se comprueba que "esta iglesia es muy pobre y... tiene mucha necesidad de ornamentos". Manda el visitador que se hagan crismeras de plata pero no se compraron hasta el a. 1658; costaron 143'5 reales.
1665-1666. En las cuentas se incluye una partida de 34 r., que costó retejar la iglesia y las ermitas de Santa Marina, San Sebastián y San Quirce.
1668. Se manda comprar cajones para guardar los ornamentos.
1667-1670. Las cuentas informan sobre gastos en reparar la puerta de la iglesia y la de la ermita de San Quirce, así como la de una pared de ésta. Se compran manteles y un frontal para el altar; sogas para las campanas (como sucede en las cuentas de casi todos los arios) y teja para la iglesia. Gastos en mantener los yugos de las campanas.
1680. Se encarga que arda permanentemente la lámpara del Santísimo, para lo cual se pide colaboración a los feligreses. En adelante se consignarán gastos de aceite para esa lámpara.

Detalle de la portada.

1699. Fray Bartolomé de Mesones Bustamante, obispo auxiliar del arzobispo D. Juan de Isla, visitó las ermitas: la de Santa Marina estaba "indecente y sin llave en la puerta"; así como otra "que hay en dicho término, de San Esteban, sin puerta, expuesta a las in fluencias de los ganados". Manda hacer apeos.
1707. En la visita del arzobispo D. Manuel Francisco Navarrete Ladrón de Guevara se encarga al mayordomo que compre naveta y cuchara para el incienso, un farol para acompañar al Viático, un viril para las procesiones con el Santísimo, una casulla verde, una llave para la cubierta de la pila bautismal y bolsas para los corporales; encarga también que se repare la pared de junto a la pila bautismal. En la ermita de Santa Marina, "que los santos que están en los dos colaterales de abajo se retoquen y pongan decentes; y se revoquen de yeso y cal las paredes de dicha ermita"; que se reteje la de San Quirce y se ponga llave en la puerta, al igual que en la de San Sebastián, en la que manda que "se entierre el santo, por estar muy vieja la imagen y deslucida". Firma el mismo arzobispo.
1713. Se anota la compra de un confesonario, además de lo mandado en 1707.
1715. En las cuentas de este año se refleja la construcción de unas escaleras de piedra para subir al campanario. Se enyugó una campana.
1719. Normas sobre la conservación de libros en el archivo parroquial. La ermita de San Sebastián "se ha hallado y halla cerrada, por no se poder celebrar". Retéjese la de Santa Marina.
1721. Se rehízo la ermita de Santa Marina.
1726. Gastaron 14 r. vellón en "la composición y suelo nuevo que se echó a la iglesia, según mandato de visita".
1731. La fundición de una campana costó 125 r. Casi todos los años las campanas suponen algún gasto: soga, cadenas, badajos.
1738 y 1739. Se reteja la iglesia y se hacen obras en un paredón que afectaba a las trojes.
1749. Gastos en "componer la ermita de Santa Marina y componer el soportal de la iglesia de este lugar".
1752. Se apeó una viga de la iglesia.
1753. Gastos ocasionados por la puerta de la sacristía y las escaleras del coro.
1759. Se retejó la iglesia y se trajo un carro de teja de Villatomil. Una vidriera costó 24 r.
1772. Gastos ocasionados por la vidriera de la sacristía, "echar suelo a la iglesia", "componer el cementerio" y la puerta principal de la iglesia: 1.191 r. de déficit.
1774. Se reteja y se recompone "un esquinazo de la iglesia".
1780. Se invirtieron 838 r. en "hacer de nuevo el tejado de la iglesia, en que entran seis carros de cal y teja y demás materiales".
1787. Pagaron a Antonio Varona, de Manzanedo, 253 r. por el confesonario, un frontal y un atril. Se compuso la pila del agua bendita.
1789. Hicieron obras importantes en las trojes.
1791. El visitador advierte que la iglesia "esté destinada únicamente para el culto divino y no para trojes ni otros fines profanos". Manda "dorar el sagrario, cáliz y patena; y hacer una casulla encarnada, como también reparar el paredón de la iglesia que da a la parte del ábrego" (sudoeste).

Detalle de la portada

1800. Se anota el gasto de "hacer una ventana en esta iglesia para dar luz al altar mayor".
1804. Gastos en la espadaña, escalera del campanario, cementerio y arreglo de campanas.
1805. Fundición de una campana. Arreglo del tejado.
1806. Arreglo del coro.
1813. Compra de un copón de plata sobredorada "para administrar el Viático" y de un cáliz. Gastan 1.578 r. en "un arco y cielo raso que se hizo a la entrada de la iglesia, de las gradas del presbiterio, entarimado de sacristía y coro, escalera de éste y reparación del bautisterio".
1818. Se da cuenta del gasto de 1.300 r. que costaron los dos retablos colaterales, una custodia, puerta para el baptisterio y balaustres del coro.
1820. Colocación del púlpito y compra de un San Antonio.
1831. El visitador advierte que hacen falta un copón y capas pluviales y pide a los mayordomos que "no miren con tanto abandono los vasos sagrados y ornamentos tan precisos para el culto divino".
1833. Se anotan 210 r. y 17 mrs. de "todo el coste del campo santo". En la partida de defunción del párvulo Manuel González se dice que, el 4/9/1834, "fue enterrado en el campo santo, según recientes órdenes y mandatos de los superiores". La última enterrada en la iglesia, "bajo la grada del altar del Rosario", fue Úrsula Martínez, que falleció el 11/9/1833.
1839. Gastaron 960 r. en jaspear los retablos.
1850-1852. Emplearon 129 r. de cal en levantar las paredes del cementerio y blanquear la iglesia.
1852-1854. Hacen tres bancos para la iglesia.
1864. Se contabilizan 40 r. de derechos del sacristán.
1868. Fundieron las campanas, una a costa del Marques de Villarías y otra a costa de la fábrica y del concejo.



domingo, 17 de mayo de 2020

Os regalo una escuela.



El siglo XIX español fue terrible para la implementación de una educación moderna –entendamos el concepto según cada momento histórico- no solo por diferencias ideológicas sino por la proliferación de guerras. La situación se estabilizará tras la finalización de la tercera guerra carlista. En 1876 se aprueba una nueva constitución pero, en los aspectos educativos, el gobierno seguirá aplicando la ley Moyano, de 1857. Quizá mejor frente a nuestra actual locura de leyes educativas cada cuatro años o menos.

Periódico "La Nación". (09/04/1926)

Durante la Restauración predominó una enseñanza tradicional, poco crítica y con fuerte influjo de la Iglesia Católica. Más de 50.000 miembros de esta, entre sacerdotes, monjes y monjas, se dedicaban a la enseñanza, sobre todo en la educación primaria en la que apenas intervenía el Estado. La enseñanza secundaria se circunscribía a cincuenta institutos en toda España. Aun así fue un tiempo de eclosión de fundaciones y escuelas que buscaban educar con otros métodos: la institución libre de enseñanza, las escuelas del Avemaría o, incluso, las escuelas Aguirre.

Se intentó que los maestros pasasen a ser pagados por el Estado, puesto que hasta entonces eran pagados por los ayuntamientos y su salario era patético.


El 13 de octubre de 1923, el general Primo de Rivera encabezó un golpe militar que suspendió la constitución de 1876. En cuanto a la educación veremos que la lucha entre laicidad y religiosidad la dominará la Iglesia durante este periodo. El gobierno legisló a favor de introducir y consagrar los valores religiosos en la escuela nacional y permitió el crecimiento de los centros religiosos privados. Y de sus ingresos.

Un decreto de febrero de 1924 ordenaba destituir a cualquier maestro que enseñara a sus alumnos doctrinas opuestas a la unidad de la patria u ofensivas a la religión. Incluso se les instaba a asistir a los oficios religiosos. ¡Para lo que cobraban! Los maestros se agrupaban en nueve escalafones para la cobranza de sus emolumentos, los más voluminosos eran el séptimo y el noveno, con tres mil y dos mil pesetas anuales respectivamente. En las notas para el presupuesto de la Primera Enseñanza en 1927 se tenía en cuenta el aumento de sueldo para algunos maestros. El propio ministro Callejo hablaba de "maestros con un jornal de 5-6 pesetas diarias, cuando el de un bracero como mínimo es de 7 a 10 pesetas" y "…en casi todos los demás cuerpos del Estado para los que se exigen análoga o menor preparación tienen sueldos superiores."


El superávit del Estado en el año 1927 permitió un aumento de unos cinco millones de pesetas "para pago de los maestros destinados a las mil quinientas escuelas que se habían creado en el año anterior, y al establecimiento de setecientas escuelas más". Pero estos esfuerzos se demostraban insuficientes. Los maestros cobraban poco pero los sustitutos la mitad de eso. ¡Y la edad de jubilación! ¡Los 72 años!

¿Y sobre crear escuelas qué decir? Ese era otro de los problemas entre los que repartir el presupuesto de educación. Y a más escuelas, más maestros. Entre 1925 y 1927 se habían creado 2.800 escuelas y en las Notas para el Presupuesto de la Primera Enseñanza de 1927 se indicaba la falta de 23.000 maestros más, para que "cada 60 niños tenga uno". España, según el mismo informe, se encontraba a la cola en lo referido a maestros por habitantes: mientras que las tasas de Alemania, Francia e Italia por cada mil habitantes se encontraban en 4`3; 3`05 y 2`3; España se encontraba en el 1`4.


Un proyecto de Real Decreto de construcción de Escuelas Normales y Anejas indicaba "que tendrán derecho para obtener los beneficios otorgados, las Corporaciones oficiales, las Asociaciones, las Sociedades y, aún, los particulares". Shlomo Ben Ami, especialista en el periodo de Primo de Rivera, opina: "En lo referido a la asignación de fondos para fines sociales, no hay duda de que la Dictadura no se refugió en la ortodoxia económica y en la cicatería. Entre 1920 y 1929 los gastos gubernamentales en educación subieron el 58 por ciento, se construyeron 8.000 nuevas escuelas primarias y la matrícula escolar subió un 23 por ciento".

En este entorno el que cualquier filántropo decidiese crear escuelas, ponerlas en funcionamiento, hacer una fundación o lo que fuese era bien recibido por el gobierno. Como Alfonso Gómez-Mena en Sopeñano y Cadagua. Pero estos pueblos tenían escuela ¿o no?


Algo así. En enero de 1884 los pueblos de Sopeñano y Cadagua se comprometieron ante el Ayuntamiento a construir en Casetas la casa-escuela y habitación para el maestro en el término de dos años, puesto que, con esta condición, fue concedida la escuela por la Junta Provincial con fecha 13 de septiembre de 1883. La escuela de Casetas en Sopeñano empezó a dar clase el 17 de mayo de 1886. Se encontraba en la misma zona donde hoy se encuentran las de Gómez-Mena. El complejo escolar de entonces se componía del edificio propio de la escuela y de dos pequeñas viviendas, ambas separadas de la escuela, para el maestro y maestra de la misma. Hoy no existe ningún vestigio de esos edificios, que fueron demolidos.

Situación de los pueblos 

Eran unas escuelas destinadas a los niños de Sopeñano, Lezana, Cadagua, Siones y Vallejuelo, todos a menos de dos kilómetros de distancia, aunque el recorrido tenían que realizarlo andando desde sus domicilios. Hasta entonces estos niños asistían a la de Villasuso. Esto se ve gracias a una reunión de la Junta Local de Instrucción del Valle de Mena del veintiséis de septiembre de 1883. En ella, bajo la presidencia del Teniente de Alcalde, Manuel de Novales, se hablaba de “… la conveniencia de que la escuela de Vallejo se suprimiera para que en su lugar se creara otra igual en las Casetas de Sopeñano, para los pueblos de Cadagua, Lezana y Sopeñano, a la vista de la distancia existente desde dichos pueblos a la de Villasuso donde acudían los niños de estos pueblos”.


Necesitaban más escuelas y más maestros. Afrontaban estos problemas y, además, se enfrentaban al aumento de la población en edad escolar, no solo por las mejoras en sanidad e higiene sino también por los cambios legales. La Ley Moyano de 1857 establecía que la instrucción primaria sería obligatoria para todos los niños de edades comprendidas entre seis y nueve años. Un Real Decreto de 26 de octubre de 1901 amplió el límite superior de la edad escolar hasta los doce años. En 1923 se aumenta esta edad hasta los catorce años. Y, si se fijan, hoy está en los dieciséis años.

Y, en estas, llegamos a Alfonso Gómez-mena y su generosidad. El proyecto empezó a conocerse en abril de 1926 y tenía un presupuesto aproximado de 500.000 pesetas corrientes. Su inauguración fue en 1930 y el día 20 de septiembre se produjo la entrega al ayuntamiento del Valle de Mena con un solemne acto, fiesta posterior y asistencia de la prensa. La referencia apareció en numerosas publicaciones tanto como artículos extensos como en forma de breves. Eso sí, en ninguna de ellas he encontrado datos tan poco elegantes como el precio final de la obra. Una curiosidad, en la revista “El eco patronal” sitúan Cadagua en Bilbao.

Periódico ABC

La entrega del edificio y su bendición fueron en la misma ceremonia. Insisto, fue un edificio regalado al ministerio para la educación de los jóvenes. No hubo patronato ni fundación alguna externa. En un principio se esperaba la asistencia del Príncipe de Asturias, Alfonso de Borbón y Battenberg –para que se sitúen, el hemofílico-, pero delegó en el ministro de Instrucción Pública quien no pudo desplazarse por tener que asistir al Consejo de Ministros. Finalmente asistió el director general de primera enseñanza José Rogerio Sánchez que, evidentemente, presidió la ceremonia.

La asistencia fue de lo más granado. Se reunieron junto con la familia de Alfonso Gómez-Mena; el exministro Francisco Aparico que en aquel momento era el presidente de la diputación provincial de Burgos; Ramón Cortiñas, el gobernador civil de Burgos; Del Val, un diputado provincial; y los inspectores de enseñanza correspondientes. También constó la presencia del exministro y general Pedro Vives Vich,

Autoridades con Alfonso Gómez-Mena y señora en el centro.

Les invito a leer la relación de autoridades e invitados de la inauguración que incluía en su portada el periódico bilbaíno “El Nervión” el día veintidós de septiembre:


A las 11:00 horas comenzó el ceremonial con la bendición del párroco de Cadagua, Julio Velasco, tras lo cual los niños del maestro Ceniceros entonaron el himno de España, la “Marcha real” -supongo que con la letra de José María Pemán y no tarareada al estilo de los actuales hinchas de fútbol-. Luego los invitados visitaron las instalaciones que incluían aseos, duchas, biblioteca y otras novedades pedagógicas del momento como frontón y campo de fútbol. En los jardines esperaban vecinos y padres el momento de los discursos. Alfonso Gómez-Mena habló del amor a Cadagua que le inculcó su padre y de su deseo de ayudar al desarrollo local. Después hablaron el párroco, los inspectores de Enseñanza, el maestro, el gobernador civil de Burgos, el presidente de la Diputación y el director general de- Enseñanza.


Terminados los discursos los invitados se trasladaron a Villa Daría para comer. En los postres aprovechó el alcalde de Cadagua para pedir al director general de Enseñanza que hiciera llegar al gobierno el deseo del pueblo de que se le concediese a Alfonso Gómez-Mena el marquesado de Cadagua. Por la tarde se celebró una fiesta en la mansión y fuera de ella.

El B.O.E. del 29 de octubre de 1930 publica la Real Orden número 1.930 que decía: “Ilmo. Sr.: Construido en Casetas de Sopeñano, Ayuntamiento de Valle de Mena (Burgos), un magnífico edificio escolar, dotado de todos los adelantos, a expensas del filántropo D. Alfonso Gómez Mena, donde han sido instaladas las Escuelas nacionales existentes en dicho pueblo, S. M. el Rey (q, D. g) ha tenido a bien disponer:

1.° Que se den las gracias de Real orden a D, Alfonso Gómez Mena por su altruismo y se le signifique el agrado con que se ha visto su generoso y espléndido desprendimiento en favor de la enseñanza; y
2.º Que en lo sucesivo, las Escuelas nacionales de Casetas de Sopeñano, Ayuntamiento de Valle de Mena, se denominen de “Gómez Mena”, como premio a su patriótico proceder y para que sirva para perpetuar su memoria y de estímulo a los futuros bienhechores de la enseñanza, hijos de la localidad.

De Real orden lo digo a V.I. para su conocimiento y demás efectos. Dios guarde a V.I. muchos años. Madrid, 17 de Octubre de 1930. TORMO”.


Como ven no parece que se hiciese mucho caso a la petición de ennoblecimiento de Alfonso Gómez-Mena.

Una última anotación. Si se han fijado en las fotos y dibujos habrán visto que el edificio fue ampliado en algún momento de su uso y se le añadieron sendos escudos. Solo una curiosidad para el cierre de la entrada.



Bibliografía:

Revista “Mujeres Españolas”.
Revista “El eco patronal”.
Periódico “Heraldo de Madrid”.
Periódico “El Sol”.
Periódico “ABC”.
Revista “La construcción moderna”.
Periódico “La Nación”.
Periódico “La Gaceta del Norte”.
Periódico “El Nervión”.
“El mundo de la enseñanza en la época del general Primo de Rivera (1923-1930)”. Adaucto Pérez.
“La enseñanza en el Valle de Mena. Una singularidad desde el siglo XVIII hasta nuestros días”. Armando Robredo Cerro.
Revista “El magisterio español”.
Boletín Oficial del Estado (B.O.E.)