Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


martes, 27 de enero de 2015

El industrioso paisaje de Las Merindades en los siglos IX y X (Bosque y Agricultura)

Siguiendo con lo  que comenzamos la semana pasada profundizaremos en la forma en que se cultivaba y se realizaba la selvicultura en Las Merindades y aledaños durante el siglo IX y X.

Explotación del bosque.
El bosque pasará de ser de uso comunal a ser propiedad de un grupo más reducido de determinados señores con especial interés por los recursos forestales frente a los pequeños campesinos deseosos de aumentar sus tierras de labor.

Este interés de los señores era doble: la alimentación del ganado y la madera. Aunque esto último se pone de manifiesto avanzado el siglo XI donde se darán una serie de disposiciones restrictivas que protegen el bosque destinándolo a proveer las necesidades de la construcción y de la calefacción, según detalla García de Cortázar.


La madera era el material más utilizado en los siglos IX y X para la fabricación de toda serie de instrumentos y para la construcción de viviendas; casas e iglesias eran de madera, como lo atestiguan los documentos.

Así pues, por las múltiples utilidades de la madera, y por la necesidad de aumentar las tierras de labor, los pequeños campesinos van talando, poco a poco, las extensiones de bosque. Hecho que llevará al enfrentamiento con los poderosos, que desean conservar la riqueza forestal por medio de adehesamientos y cotos. Y tendrá como consecuencia fundamental un retroceso del área boscosa.

La agricultura.
Esta sí deja huella en el territorio. La progresiva reducción del espacio arbolado en favor de la roturación es paralela a la de ocupación del territorio y expansión hacia el sur de la población norteña.

Así, junto al bosque, el terrazgo (pedazo de tierra sin sembrar) aparece distribuido entre diversos tipos de cultivos: cereal, viñedo, huertos, frutales, etc., que ocupan una extensión desigual en función de determinados factores naturales: suelos, humedad, insolación, y de las propias exigencias alimenticias de la población allí establecida.

Cinco son los tipos de cultivos que mencionan los documentos: cereales, viñedo, huertos, frutales y linares. También hemos de tener en cuenta las menciones de ferragines (arenales o prados cultivados para la alimentación del ganado estabulado). Las tierras dedicadas a cada uno de estos cultivos se encuentran por lo general agrupadas con el fin de aprovechar especiales condiciones del terreno y de hacer fáciles las pesadas tareas agrícolas.

Analicémoslos por grupos:

a) Los cereales:
Fundamentales en nuestra dieta, y en la de ellos, por lo que suponemos que la mayor parte del terreno de la joven Castilla Vetula era cerealista. Y así lo confirman los documentos porque el número de menciones de "terras, agros, campos y sernos" (Los sernos son tierras que consideramos dedicadas al cultivo del cereal) es notablemente superior al de las dedicadas a otras especialidades agrícolas.

Detallando esas menciones de los siglos IX y X vemos que: hay 129 tierras que consideramos dedicadas a cereales (agros, sernos, caninos y terras); 61 de viñas; 41 do árboles frutales (manzanares, pomiferris y otros); 37 de huertos; 8 de linares y 15 de ferragines. El mismo número de cada una de las especialidades ya es significativo por sí mismo de la importancia que tiene cada una en la distribución del terrazgo.


La documentación solo indica que se cultivaba trigo y cebada pero debió haber otros. Así, atendiendo al territorio diríamos que las variedades cultivadas serían trigo y centeno entre los cereales de invierno y, quizá, cebada y avena entre los de primavera. Todos ellos empleados para la elaboración del pan, alimento esencial de las comunidades. Y, como supondrán, el pan de trigo -el blanco- era cosa de ricos. Los demás alimentos, leguminosas, carne, queso eran mero acompañamiento del pan.

Las tierras dedicadas a cereal aparecen indistintamente distribuidas por toda la región. Incluso el trigo era cultivado en aquellas zonas cuyas condiciones no eran muy favorables, como en los Valles de Mena y Ayala, demasiado húmedos, cuyos rendimientos serían muy bajos. En cambio, las zonas de los Valles de Tobalina, bajo Bayas, Omencillo y región de los Obarenes nos aparecen como las más propicias para el cultivo del trigo, tanto por los suelos, desarrollados sobre arcillas y margas del mioceno, como por el clima, frío en invierno y cálido y seco en el período de junio y julio.

Por otra parte. es en estas zonas donde con más frecuencia se emplean los términos "terra" y "agro" para designar a las tierras cerealistas. Esto nos lleva a pensar que posiblemente existiera una diferencia, según los distintos términos empleados, en el cereal que se cultivaba en cada una de estas tierras. Así "Terrosa" y "agros" serían los términos para designar los trigales. Por el contrario, "serna" sería más genérico pero es empleada, básicamente, en el Valle de Losa para designar las tierras de sembradura.


Pero, seguramente, en esos años predominaría la cebada y la avena, cereales menos exigentes que el trigo. En cuanto al centeno, que acompañaba a los cereales anteriores, ocuparía las tierras más frías y pobres, de suelos silíceos, y las partes mis altas de las laderas de las montañas.

Los documentos nos dicen, de vez en cuando, la capacidad de siembra de algunas fincas pero no deducimos la extensión ocupada par las mismas en el conjunto de la región. Las sernas, por ejemplo, varían desde los 23 medios de sembradura hasta alguna de tres. Los agros, por lo general, suelen ser más pequeños, entre dos y cuatro medios. De todas formas, el espacio dedicado al cereal era extensísimo. Esto se explica fácilmente si tenemos en cuenta el sistema de cultivo impuesto por las mismas condiciones naturales de la región y por las escasos rendimientos de las semillas: barbecho (16 1). Una vez recogida la cosecha se dejan las tierras en reposo durante una temporada antes de un nuevo cultivo. ¿Cuánto duraba este barbecho? Ni idea, pero lo más probable es que se practicara el sistema de año y vez. Así cada dos años se obtiene una cosecha. Este sistema, por lo pronto, exige duplicar la extensión de las parcelas para obtener los mismos resultados que si se cultivasen anualmente.

Y ¿por qué así? lo obligaba el clima y la tierra para cereal, secano y muy escasamente abonadas. Es el único modo de que el suelo recupere las sustancias nutritivas necesarias para el crecimiento de las plantas. No es probable que se practicara un tipo de rotación en tres hojas con cereales de primavera y leguminosas. Mientras los campos están en barbecho se deja pasar libremente al ganado, de manera que al tiempo que los animales se alimentan con los rastrojos, con sus deyecciones fertilizaban los campos.


Este precario sistema de abonado era insuficiente para que el suelo recobrara su fertilidad. Además, a medida que avanza el siglo X el número de cabezas de ganado va disminuyendo al tiempo que aumenta el espacio cultivado de manera que esta escasez de abono se hará cada vez mayor. También la mediocridad de los instrumentos de labranza obligaran a la práctica de un barbecho prolongado. Recordemos que en esta época se emplea el arado romano, de madera y con la punta endurecida al fuego, que ara ligeramente la tierra sin revolver los suelos en profundidad.


Por todo lo expuesto hasta ahora: escaso desarrollo técnico del instrumental agrícola, insuficiencia del abonado, falta de selección en las semillas, podemos deducir que los rendimientos eran extremadamente bajos. Por otra parte, las cosechas dependían estrictamente de las fluctuaciones climáticas, una primavera o un verano demasiado húmedos, una helada tardía podían malograr la cosecha. Esto hacía variar enormemente la productividad de la tierra de un año para otro. En estas condiciones el campesino se veía sometido a la amenaza casi constante del hambre y para asegurarse el abastecimiento del cereal, producto básico en su alimentación, se verá obligado a ampliar el espacio dedicado a este a costa del bosque y de los terrenos baldíos.

b) El viñedo
El viñedo es el cultivo que sigue en importancia al cereal. Los documentos arrojan un total de 61 menciones de viñas en estos siglos. La cantidad es lo suficientemente elevada como para pensar que el cultivo de la vid fue muy importante desde el principio de la reconquista. Ya sé que hoy es raro ver vides en nuestra zona pero los documentos atestiguan una amplia difusión de la viña en los siglos iniciales de Castilla.

Sus mejores lugares serían las vertientes soleadas del Valle de Tobalina, Bajo Omecillo Bajo Bayas y en la Cuenca de Miranda en aquellas tierras más sueltas y arenosas. El sector más meridional, donde los veranos más cálidos y secos permiten la maduración de la uva y la mejor calidad del vino.


Pero en los siglos IX y X encontramos vides incluso por áreas poco favorables para vino de buena calidad, como son los Valles de Mena, de Ayala y Losa. Pero la mayor parte de las viñas mencionadas por los documentos, se localizan en torno a la cuenca de Miranda (Nave, Orón, Salcedo, Villabezana, etc.), sector oriental del Valle de Tobalina (Frías, Lomana, Ranedo, Villaescusa. Garofia) y en el Bajo Valle del Omencillo (de Alcedo a Valdegovía)

El hecho de que se mencionen viñas en localidades demasiado septentrionales, cuyas condiciones naturales son poco favorables para su cultivo, se explica por el deseo de obtener de cada explotación todos los productos necesarios para el consumo. El vino era exigido no sólo por los usos litúrgicos, sino también por ser una de las pocas bebidas existentes y un alimento; esto unido al deseo de los señores de prestigiar sus mesas con vinos de buena calidad, llevará a una extensión del cultivo por toda la región.

El alcance económico y social de la explotación del viñedo se pone de relieve si considerarnos que en los siglos IX y X sólo un 25 % de los propietarios de viñas que aparecen en documentos son nobles y grandes señores. El resto son pequeños campesinos, propietarios sin ninguna connotación nobiliaria.

Los pobres y hambrientos campesinos, atentando a nuestra lógica, dedicaban terreno al vino. Esto se explica si tenemos en cuenta el sistema de cultivo que exige el viñedo: gran dedicación de la mano de obra y poco instrumental técnico. Por tanto, está al alcance de los pequeños campesinos que sólo cuentan con sus brazos para el trabajo de los campos. Desocupados por las largas esperas que impone el cultivo del cereal encontrarían en la vid una compensación económica y una ocupación.


Pero...tendremos en cuenta que las menciones de pequeños propietarios poseedores de viñas, aparecen siempre con motivo de su venta o donación a monasterios o a iglesias de la zona. Esta tendencia constante a lo largo del siglo X, se debe, por una parte, al creciente interés de los núcleos monásticos por asegurarse el suficiente abastecimiento de vino, y, por otra, a que las condiciones de subsistencia de estos pequeños viticultores se habrían hecho muy difíciles. Por lo que se ven obligados, no sólo a entregar sus viñas, sino a entrar ellos mismos, en dependencia de los grandes señores, ya fueran obispos, abades o laicos.

Respecto al precio de una viña, no sabemos si era o no superior al de las tierras de sembradura. Es probable que fuera superior, si tenemos en cuenta la inferioridad numérica de las parcelas dedicadas a viñedo y la circunstancia de que la viña exige más trabajo que el cereal. Las pocas veces que se indica el precio de una viña, se hace equiparando su valor con el de otras especies: ganado, vestidos, ornamentos litúrgicos (En 935 Gutier vende al obispo Diego de Valpuesta una viña en Leciñana por "quartuor boles et canape et plumazo et sabana et braccas et ad Conalinia"). Y sólo en tres ocasiones se indica su precio en moneda, 12, 8 y 7 sólidos. Pero para apreciar su justo valor, carecemos de un dato esencial como es conocer las dimensiones de estas viñas.

En definitiva, nos interesa destacar aquí cómo el viñedo supone para Las Merindades un nuevo aspecto en el proceso de diversificación del paisaje agrario, que, junto a los cereales, ocupa buena parte del espacio productivo de secano. Así como el interés económico y social que lleva consigo su explotación, al pasar de los pequeños campesinos a manos de los grandes propietarios.

c) Huertas, linares y herrenales:
Compartiendo el espacio aparecen una serie de cultivos especializados que ocupan las tierras más regadas y mejor abonadas. Son los cultivos de huerta, frutas, linares y herrenales. Todos ellos aparecen mencionados casi siempre junto a ríos o corrientes de agua. Los huertos y árboles frutales se encuentran ampliamente representados en el área. Estos cultivos de regadío se limitaba a estrechas franjas en las márgenes de los ríos o a pequeñas parcelas próximas a las casas.

Por su proximidad al pueblo suponemos que eran explotados directamente por el campesino y su familia. La facilidad para abonarlas permitía un cultivo intensivo y producía altos rendimientos en hortalizas frescas, que constituían un importante complemento de la alimentación campesina.


En los mismos huertos se cultivaban árboles frutales pero dejados a su libre crecimiento. Entre ellos destacamos el manzano, muy abundante en toda la región, pero sobre todo en el sector mis septentrional, Valle de Mena, etc. Y el nogal y el cerezo, al menos éstos son los que se mencionan específicamente, en los documentos.

Existían prados de aprovechamiento individual ("ferragines" o herrenales) que se encontraban también en las zonas más regadas. Su función era proporcionar hierba fresca y heno para el ganado estabulado durante los meses de invierno. En estos prados a menudo se plantaban árboles frutales, generalmente manzanos, de manera que la hierba crecía en el espacio intermedio.

Por último, los linares, tierra sembrada de lino, comparten con los ferragines y los huertos los sectores de regadío, a veces incluidos en el mismo espacio que éstos. Por ser un cultivo que exige abundante y continuo riego y mano de obra numerosa, se presenta como un cultivo reservado en particular a los grandes señores. Es un cultivo que se localiza preferentemente en la cuenca de Miranda a orillas del Ebro, del Bayas o del Omecillo.

En resumen, hemos visto cómo a lo largo de los siglos IX y X, la superficie que ocupa el bosque en nuestra región, aún siendo muy extensa, se ha ido reduciendo a medida que se ampliaba el espacio agrícola. Y es en éste donde encontramos los elementos esenciales en la diversificación del paisaje: cereal, viñedo, huertos o herrenales aparecen distribuidos por toda la zona, aún en aquellos sectores cuyas condiciones climáticas y edafológicas no son las más apropiadas para su cultivo.


La necesidad de satisfacer todas las exigencias de alimentación y vestido, de las comunidades humanas allí instaladas, impone esta variedad de cultivos en cada explotación. Dentro de cada término encontramos la siguiente sucesión de cultivos: en el centro, ocupando los espacios más próximos a las casas y rodeando el núcleo de poblamiento, huertos, linares y terrenales, en los sectores más regados. A continuación, los campos de cereal, que debido al sistema del barbecho bienal presentan una yuxtaposición de cultivos y eriales. Más alejadas del centro del término se encuentran las viñas, que con frecuencia ascienden por las laderas de las colinas, sobre todo en las solanas. Anárquicamente, ocupando los mejores predios.

Por último, como envolviendo el espacio agrícola encontramos extensas superficies de bosque, cuyo aprovechamiento para la ganadería, o para la obtención de leña.

Bibliografía:

LA ORDENACION DEL TERRITORIO EN LA MAS VIEJA CASTILLA EN LOS SIGLOS IX A XI. Rosa María Martínez Ochoa.



martes, 20 de enero de 2015

El industrioso paisaje de Las Merindades en los siglos IX y X (Ganadería, Pesca y Sal)

Los hijos de la necesidad, que permanecieron o retornaron del norte cuando la marea islámica refluyó, se repartieron el territorio de la naciente Castilla y aledaños. Trabajarán el paisaje para adaptarlo a sus necesidades de producción, de supervivencia y de crecimiento de la población. Para ello se servirán de sus brazos, de la tecnología del momento y de la geografía.

Zona deAgüera

Lebato y Muniadonna retornaron a un paisaje boscoso, cubierto por un manto de especies arbóreas y de pastos. Aunque el bosque mermaba al avanzar al sur. Eso era bueno porque la madera era un elemento indispensable como combustible o material de construcción. Las frecuentes alusiones en documentos a "divisas in montes", etc., nos refieren a su explotación como insumo para los vecinos.

¿Qué árboles formaban estos bosques? La encina la encontramos por toda la región, incluido el Valle de Mena. La presencia de robles, hayas y fresnos aparece en la documentación superviviente.

Teniendo esto en cuenta, debemos reconstruir nuestras zonas cerealísticas de los valles de Losa, de Tobalina, Valdivielso y cuenca de Miranda como áreas ganaderas, en cuanto que el pasto y el bosque eran sus elementos fundamentales.

A este feraz entorno se enfrentará la creciente población de Castilla Vieja que roturará las tierras recién ocupadas apoyándose en... ¡el molino hidráulico!

Presa Churruca (Villarcayo)

Este supuso un gran progreso tanto en el incremento de la producción como en la extensión del espacio cultivado. Era liberar mano de obra para el trabajo de la tierra. Los documentos reflejan que, en el siglo IX, el molino era un elemento imprescindible para la explotación de los recursos naturales. Cuando se fundaba un lugar se mencionaba, junto a las presuras y la iglesia, el molino.

Comienza así la transformación y ordenación del paisaje buscando obtener una mayor variedad agrícola y una dieta más completa. La necesidad de moler llevará a acercar los pueblos a los cauces de los ríos. Los documentos nos hacen pensar que eran numerosos en las proximidades de Valpuesta, Valdegovía y Losa.

Y, por cierto, nada baratos de comprar y mantener (en el área de Foncea-Belorado, San Millán adquirió en 1084 medio molino por 25 sólidos mientras que el precio de un solar entre 1070 y 1075 oscila entre 10 y 30 sólidos) por lo que sólo pudieron poseerlo los grandes propietarios. Los pequeños se asociaron para ello.

Desde la ermita de Santa Isabel (Villamor)

Pero no solo el molino mejoró la producción, estaban los animales de tiro como bueyes y asnos. Claro que su fuerza solía ser mal aprovechada debido a un imperfecto sistema de atalaje y el arado romano. Este último, de madera, era fácil de construir.

Así, pues, la dificultad de aumentar la productividad en la zona obliga a compensarla, a efectos de la producción, mediante una intensa roturación del territorio a lo largo de los siglos IX y X para hacer frente a las necesidades alimenticias de una población en aumento.

Vayamos a por los sectores de actividad de hoy:

Ganadería.

Caballos en Merindad de Montija

Debió ser la actividad inicial en Mena y Castilla Vieja al encontrarnos una proporción alta de documentos que se refieren a ella. Por otra parte. las mismas características geográficas de nuestra región, particularmente de los valles más septentrionales —humedad estimulante de abundancia de bosques y pastos—, la existencia de amplios espacios vacíos y una población débil numéricamente explicarían la dedicación preferente a la actividad ganadera. Y, es que, este sector no implicaría modificaciones del entorno, solo su aprovechamiento.

Si paseásemos por aquí en esos siglos nos observarían ganado vacuno y equino principalmente, que pastaban en toda la comarca aunque las mejores condiciones para su cría estaban en los Valles del Norte: Mena y Ayala. Eran el sector con mejores y más abundantes pastos. Pero también hacia el sur, en todo el Valle de Losa, Valdegovía, siguiendo el curso del Omecillo (Tobillas, Valpuesta, Villambrosa), llegando incluso hasta Herrán (Valle de Tobalina) había ganado. Se explica su presencia aquí por tratarse de un sector húmedo y bastante elevado, unos 700 mts.

Bajando de esta zona, cuando las montañas se abren, es el área de de otra especie de ganado: la ovina, en el Valle de Losa, Tobillas, Tobalina... Pero, realmente, el ganado estaba más mezclado incluyéndose cabras y cerdos. Estos últimos poco mencionados pero, seguramente, presente en todos los hogares gracias a su aprovechamiento y a que la abundancia de bosques de robles, hayedos y otros árboles favorecía su cría.

En primer lugar, el ganado bovino y caballar parece que era utilizado por su fuerza, bien en las tareas agrícolas, arrastre de carros o como medio de transporte y lucha. No solo eso, de ellos se obtienen: cuero, leche, carne, tendones, huesos..

Vacas en Agüera

Si miramos, en segundo lugar, la utilidad del ganado ovino vemos que estriba, fundamentalmente, en la obtención de lana para el vestido por lo que sospechamos que entraría pronto en relación en una red de intercambios y transacciones comerciales. Es evidente también, como en el caso del ganado caballar, que los propietarios de los rebaños de ovejas y cabras son por lo general los monasterios o señores nobles. La carne y la leche de las ovejas formaría parte importante en la alimentación de estos, aunque esta suposición tampoco aparece respaldada por los documentos.

Por otra parte, la piel de estos animales abastecía del pergamino necesario a los escriptorium de los monasterios para la redacción de los documentos.

Y, en último lugar, un subproducto de los animales que se reciclaba en la agricultura: el estiércol.

A medida que la población aumenta y requiere más tierras -las que servían para la alimentación del ganado- surge el enfrentamiento entre la ganaderos y agricultores (¿recuerdan esas películas de vaqueros donde pelean vaqueros y ovejeros? pues algo del estilo). La ganadería exige grandes reservas forestales y de pastos y el aumento demográfico exige un incremento rápido de la producción cerealista.

Serán los campesinos, pequeños propietarios, quienes ansíen tener más tierras para cubrir sus necesidades alimenticias inmediatas, abandonando la actividad ganadera. Frente a ellos están los poderosos que lucharán por limitar la roturación del bosque creando islas forestales y conservando de este modo los fundamentos de su principal riqueza.

Caballo Losino

Esta situación establecerá, desde mediados del siglo IX, una diferenciación clara en las actividades económicas de Castilla Vieja: por un lado, los grandes propietarios que defenderán sus intereses ganaderos, por otro, los pequeños campesinos que serán fundamentalmente agricultores. Sus posibilidades de mantener una cabaña ganadera son cada vez más reducidas. Tan sólo podrán aprovechar los terrenos de pasto comunales que rodean pueblos y aldeas para mantener un reducido número de animales: un par de bueyes, una vaca, cerdos...

Todo ello redundará en una transformación profunda del paisaje: los pastizales quedarán reducidos a los valles y montañas del Norte, y a los lugares más elevados y húmedos, mientras que las vertientes de los valles, en las que veíamos instalarse los núcleos de población, serán rápidamente transformadas por una intensa roturación.

La pesca

Junto a la ganadería constituye un primitivo aprovechamiento de los recursos naturales que proporciona parte de las proteínas animales de la dieta. Obviamente serán peces de río.

En los siglos IX y X cada campesino se las ingeniaría para obtener el pescado necesario para su consumo inmediato. Este hecho, aunque importante para la economía familiar, no tiene repercusión en la ordenación del entorno ni compite con la ganadería o la agricultura. Solo es complementario.
Río Ebro

Claro que se pueden acotar partes del río para uso exclusivo. Así lo harán reyes y condes. Y, a medida que las comunidades monásticas se multiplican... lo harán también. De esta manera los monjes se garantizan la reserva piscícola tan necesaria en su dieta alimenticia, de la que debía estar excluida, por regla, la carne.

La sal

Fundamental para conservar alimentos y para alimentar al ganado, constituye un producto muy necesario tanto en los hogares campesinos, como para los monasterios cuya base de alimentación era el pescado. La extracción de la sal provoca así cierta especialización en la actividad económica, que queda reflejada en las continuas menciones documentales a eras y pozos salinos que se venden o donan.

La sal de Las Merindades provendría de las cercanías. De alguno de los tres importantes yacimientos salinos de origen diapírico: Salinas de Añana en el sector alavés, Salinas de Rosío y Poza de la Sal. Al ser un producto necesario y muy localizado se establecerá un circuito comercial importante. En primer lugar entre los tres centros productores y el resto del área.

Más adelante, se pueden observar las relaciones con sectores externos a la región, como lo demuestra el interés del monasterio de San Millán, en La Rioja, por asegurarse la posesión de un buen número de eras de sal en Salinas de Añana.

Salinas de Salinas de Rosío (Tierras de Burgos)

En sí misma, la explotación de las salinas no supone una ordenación específica del paisaje, salvo en aquellas concretas localidades en que tiene lugar el aprovechamiento del producto. En Salinas de Rosío las eras están prácticamente al mismo nivel ocupando una extensa superficie llana, en Salinas de Añana y Poza de la Sal aparecen escalonadas a modo de terrazas sobre las laderas de la montaña.

Por el contrario, es muy importante la repercusión económica y social de la explotación de este producto. Al principio, siglos IX y la primera mitad del X, parece que la extracción de la sal la realizan pequeños propietarios libres, que poseen un reducido número de eras, a veces incluso el pozo correspondiente. Esto se puede deducir de la cantidad de donaciones de eras de sal realizadas a los monasterios por pequeños propietarios que pueden enajenarlas libremente. El principal beneficiado por estas donaciones será el monasterio de San Millán de la Cogolla, de donde provienen gran parte de documentos.

El interés por la explotación de la sal se observa en algunos monasterios desde el momento mismo de su fundación: se incluye cierto número de eras de sal entre los bienes con que se dotan. De este modo, la explotación de las salinas aparece compartida por los pequeños propietarios y los monasterios que se van creando. A medida que vaya fortaleciéndose el poder e influencia de estos últimos aumentará el número de eras que poseerán.

Los pequeños propietarios quedarán pronto absorbidos por los grandes, muchas veces obligados a vender sus eras contiguas a las de un vecino poderoso, o a entregarse a estos monasterios llevando consigo sus bienes. Por ejemplo, el monasterio de San Millán de la Cogolla adquiere, en 945, por donación del Conde Fernán González, la cuarta parte de Salinas de Añana, con la consiguiente participación en la explotación de la sal. El documento que confirma esta donación denota ya la intervención del poder público en la explotación de las salinas. Es decir, que los propietarios de eras de sal debían pagar ciertos tributos al rey, o como ocurre en nuestro caso, al Conde de Castilla.

Valle de Valdivielso

En conclusión, podemos decir que, ya en la segunda mitad del siglo X, este creciente interés de los poderosos señores, laicos o eclesiásticos, por la posesión de eras de sal había reducido en gran parte el número de pequeños propietarios libres. Ya porque estos habían perdido sus propiedades vendiéndolas, o porque conservándolas para su explotación habían perdido su libertad. Hacia 948, los habitantes de la villa de Salinas de Añana se benefician sólo de una cuarta parte de la actividad de producción salinera.


Bibliografía:

LA ORDENACION DEL TERRITORIO EN LA MAS VIEJA CASTILLA EN LOS SIGLOS IX A XI. Rosa María Martínez Ochoa.



lunes, 12 de enero de 2015

Gumersindo Gil y Gil: El cacique de Las Merindades.

Cuando la gente joven escucha la palabra cacique la unen, indefectiblemente, a esta otra: Ron. Pero la RAE tiene más acepciones que una mera marca comercial:

1. Señor de vasallos en alguna provincia o pueblo de indios.
2. Persona que en una colectividad o grupo ejerce un poder abusivo.
3. (coloquial) Persona que en un pueblo o comarca ejerce excesiva influencia en asuntos políticos.
4. Mujer del cacique.


Descartemos la primera, segunda y la última que no viene al caso y veamos la vertiente de poder territorial de la tercera. No diré que hoy ya no existan estos caciques pero, intuyo, que no se les llama ya así. Este era un término de finales del XIX y principios del siglo XX para definir la realidad política en España e Iberoamérica.

El caciquismo es una forma de gobernar donde un líder político tiene un dominio total de una sociedad, generalmente rural, expresada como un clientelismo político. Los caciques controlan el voto con lo que pueden negociar y ser la cara del partido afín. Aquí su vida se extendió desde Alfonso XII hasta la dictadura de Primo de Rivera e, incluso, la II República, el franquismo y, tal vez, la democracia de 1978. Además, permitía una alternancia política que la Restauración demandaba.

Cánovas del Castillo y Sagasta 
Debemos comprender que la Constitución de 1876 establecía que la soberanía residía en la nación y, también, en el Rey. Este nombraba al presidente del gobierno pero previamente a las elecciones, que se convocaban tras el nombramiento. Así el papel político de la Corona es fundamental porque es el Rey quien decide el gobierno y no la Nación. Además, esta participación regia será una constante fuente de problemas políticos.

El turnismo culminó con el Pacto de El Pardo (1885) que permitió el acceso al gobierno de los liberales de Sagasta y garantizaba que los cambios de gobierno no alterarían, sustancialmente, lo realizado por los anteriores. Se consiguió estabilidad política hasta la década de 1910 cuando la desaparición de sus principales líderes y intromisión creciente del Rey Alfonso XIII bloquearon el sistema. Evidentemente era un sistema "ligeramente" alejado de la democracia al implicar falsear sistemáticamente las elecciones lo que potenció la desmovilización política del electorado y la separación entre la España oficial y la real (primero se establecía el gobierno y después se celebraban las elecciones). Y, corolariamente, la expulsión del sistema del resto de fuerzas políticas.

Los métodos de manipulación de elecciones fueron múltiples y aplicados según las necesidades. Hasta 1890 el voto era censitario y sólo votaban hombres mayores de edad que pagaran más de 25 pesetas por contribución territorial o más de 50 por la industrial y aquellos que habían obtenido el título de bachiller. Don Gumersindo Gil y Gil, en Las Merindades, lo tenía fácil porque era una zona con bajo número de electores censitarios... ¡Lástima que se presentó a partir de 1891! En este periodo el fraude era menor al no ser necesario corregir los resultados. Con el sufragio universal masculino aumentó la relevancia de los caciques para asegurar el resultado electoral que convenía. Vamos, que se volvieron más poderosos.

Todo empezaba con una crisis del gobierno. Entonces el rey nombraba un nuevo presidente de gobierno, que, a continuación, convocaba la elecciones para ganarlas por una amplia mayoría.

Fase uno: “Encasillado”. El ministro de Gobernación decidía que diputados y de qué partido iban a ser elegidos en cada distrito electoral. Era fuente de fuertes tensiones entre las diferentes facciones de los partidos y los caciques regionales. Se distinguían entre los distritos difíciles o “indóciles”, donde los jefes de los partidos a nivel provincial o local imponían a su candidato al Ministro y los distritos dóciles o “mostrencos”, donde el cacique no tenía peso y en los que el ministro situaba a los “cuneros” (hoy "paracaidistas"). Nuestro Gumersindo siempre se presentó por Villarcayo.



Fase dos. Órdenes. Con la lista de nombres elegidos se transmitían las órdenes al Gobernador de la Provincia y se ponía en marcha la maquinaria de la administración para conseguir ese resultado. Para facilitar la cosa La ley electoral de 1907 permitió, gracias al artículo 29, proclamar diputado sin celebrar elecciones. ¿Para qué molestar a los electores si no pintaban nada en este asunto? Todos sabían que sufragio universal masculino y democracia no eran coincidentes, era el turnismo.

Fase tres. Caciques. Dependiendo de la filiación política del candidato oficial (conservador o liberal) tocaba dar el poder local a los caciques locales correspondientes (si el candidato era conservador tocaba destituir a los alcaldes liberales y sustituirlos por conservadores). se convocaba en la capital a los caciques para darles instrucciones porque era necesario, al menos, un cacique por distrito para el éxito de la mentira.

Fase cuatro. Magia. Los trucos para "ganar las elecciones" eran variados y tenían su puntito de coacción y ceguera del gobierno. Se empezaba con el control del censo electoral (“votaban hasta los muertos”) o la elección del colegio electoral y terminaba con el control directo del proceso de la votación. Se votaba con las papeletas a la vista en urnas o pucheros fácilmente rompibles (origen del término “pucherazos”); escrutinios a puerta cerrada con su falseamiento de actas. En las poblaciones más pequeñas, ámbito rural, donde el poder del cacique era evidente bastaba la presión económica. Muchos electores dependían económicamente del cacique y la compra directa del voto por dinero, comida o pequeños favores a través del ayuntamiento bajo el principio de “al amigo el favor, al enemigo la ley” eran la norma. Claro que en las ciudades grandes y zonas industriales con partidos "extrasistémicos" la presión caciquil era coacción y violencia.


La crisis de la pérdida de las colonias, las críticas continuas del regeneracionismo y la dificultad de implementar el sistema en las cada vez mayores ciudades agotaron el sistema.

A los caciques, realmente señores feudales del cambio de siglo (XIX al XX) nos los imaginamos como grandes terratenientes, que los había, pero también teníamos industriales -pocos-, médicos (Azaña: "los más de los caciques son médicos"), abogados como Gumersindo Gil y Gil, agentes de seguros, tenderos, veterinarios, secretarios de Ayuntamiento, notarios y registradores... Actuaban por sí o como hombres de paja. ¿Qué tenían en común? eran miembros del grupo superior, con posibles, no necesariamente los más ricos aunque, como hoy, si eran espabilados.


En el siglo XIX para dedicarse a la política se necesitaba algo más que dinero: cualificación. La formación y la cultura no eran accesibles a la mayoría en un país de analfabetos pero sí a las capas superiores de la clase media que aprovechaban las oportunidades que ponía a su alcance el Estado. Los profesionales, especialmente los abogados estaban más preparados que los meros rentistas para ejercer influencia y constituirse en patronos sirviéndose de los recursos de la administración.

Y a Las Merindades les tocó uno: Don Gumersindo Gil y Gil-Maltrana (Gumersindo Gil y Gil), abogado. Nació en Vivanco de Mena en 1857, lugar donde permaneció su casa solariega, y cursó estudios de derecho en la Universidad Central de Madrid. Tras su formación ejerció brevísimamente la abogacía y afinó sus objetivos.

Se afilió al partido conservador y representó al distrito de Villarcayo en la diputación provincial de Burgos durante ocho años. Pasado ese tiempo obtendrá su acta de diputado por la circunscripción de Villarcayo desde 1891 hasta su muerte en 1918. También es cierto que algún de esas veces fue elegido gracias al artículo 29.


Fue el típico lobbista del siglo XIX -cómo hemos comentado-, centrándose en estos oficios hasta que fue nombrado director general de Comercio, Industria y Navegación en el año de 1911 bajo las órdenes del gobierno del señor Dato y el apoyo de Sánchez de Toca. Fue dimitido a causa de los acuerdos, ¡tan propios de la restauración! entre los dirigentes políticos. Se le sustituyó por el exdiputado D. Nicanor de las Alas Pumariño, maurista.

Nuestro hombre dejó caer que había sido obligado a dimitir, para atender a otras combinaciones políticas. Claro que, en aquellos tiempos, eso no podía aducirse dada la preclara entrega de los representantes políticos. Por ello, se comentó que, a pesar del apoyo del Sr. Dato, Gil y Gil "hubo de renunciar, a los pocos meses de ocupar el cargo, por haber sido atacado de una gravísima enfermedad que le tuvo al borde del sepulcro" (La Correspondencia de España).

Aun así, o como maledicente coincidencia, Gumersindo padeció una "cruel dolencia" que le fue apartando de la vida pública (que no de sus cargos). Fue presidente de la Cámara de la Propiedad Urbana de Madrid y del centro burgalés de Madrid hasta sus muerte.

Y mantuvo, como no podía ser menos, a sus enemigos por causas políticas. En este sentido destacamos a don Estanislao María de Aguirre que, en 1916, fundó "Amania" creada para atacar a Gumersindo. Esta publicación llevó a juicio a Estanislao María que fue condenado a pagar una multa considerable por las denuncias que le interpuso Gil y Gil debido a los artículos injuriosos aparecidos en ella. Finalmente se cerró la revista que reapareció como "Amania Nueva", dirigida por Pérez Piñar a partir del 1 de noviembre de 1916.


Aunque "la auñamendi" dice que Estanislao María "funda y dirige "Amania", otro panfleto creado por encargo, en este caso "para defensa de los intereses del distrito de Villarcayo contra el cacique del Valle de Mena don Gumersindo Gil. ¿Quién es Sánchez?, se dice el libelista.Sánchez es algo más que un fantasma, es la sombra de la realidad, delatora del malhechor, guardia y guía de la honradez. Pero poco después Gil compra a Sánchez por cinco mil pesetas, que es el precio que Estanislao María de Aguirre pone a la cabecera del panfleto". En esta versión no hay rastro de proceso judicial ni de multa.

Pero también recibió untuosos halagos como reflejaba el periódico EL GLOBO en su edición del 1 de septiembre de 1808:

Errata de LA CRUZ

"Nuestro distinguido amigo el diputado á Cortes por Villarcayo, don Gumersindo Gil y Gil, está siendo objeto de grandes manifestaciones de afecto por parte de sus electores, como muestra de agradecimiento á los trabajos que realiza en bien da su distrito y de la provincia de Burgos en general. Recientemente ha sido declarado «hijo adoptivo» de Medina de Pomar, cuyos vecinos le han hecho un valioso regalo, consistente en magnífica placa de plata con letra ó incrustaciones de oro, en la cual se lee la siguiente inscripción: «Al Ilmo. Sr. Don Gumersindo Gil y Gil, diputado á Cortes por este distrito de Villarcayo, la ciudad de Medina de Pomar, agradecida á la importantísima concesión de la carretera de Horca de Poveda (¿?) á esta localidad, que por su valiosísima influencia acaba de conseguir, tiene el alto honor de declararle Hijo adoptivo de esta población y dedicarle este humilde y expresivo recuerdo de gratitud, por aclamación del Ayuntamiento en sesión ordinaria celebrada el día 11 de Julio de 1908. El alcalde presidente, Francisco Angulo".

Por cierto este párrafo nos permite ver todos los males del caciquismo y que comentamos en esta entrada.

Tras fallecer en su casa de Madrid el 25 de septiembre de 1918 por una afección de hígado (¿la enfermedad que le apartó de la política?) la prensa se prodigará en condolencias a su hermano lo que nos lleva a pensar que Gumersindo permaneció soltero o viudo sin hijos.


¿Y después? Tras la muerte del cacique el distrito de Villarcayo cayó en manos de la oligarquía vizcaína y del marqués de Arriluce Ibarra, don Fernando Ibarra de la Revilla que fue el elegido en las tres últimas elecciones de la Restauración.

Bibliografía:

(Caciquismo y política de clientelas en la España de la restauración) Javier Moreno Luzón
Periódico EL LIBERAL
Periódico EL GLOBO
El Año Político, 1914.
"Estanislao María de Aguirre: crítico de arte y defensor del arte moderno". Andere Larrinaga Cuadra
Periódico EL DEFENSOR DE CORDOBA
"Historia de España" de Salvat
Enciclopedia Auñamendi
Periódico EL IMPARCIAL
Periódico LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA
"El poder de la influencia: geografía del caciquismo en España (1875-1923)" José Varela Ortega.
Fotos antiguas de Mena.
Periódico LA CRUZ

Anexos:

Los órganos de poder en la España de la restauración.

El ayuntamiento caciquil.
Imprescindible para el poder del cacique. Durante la Restauración, el alcalde desempeñaba la doble función de representante del Estado en el municipio y de órgano ejecutivo del Gobierno local. Elegido, como hoy, por los concejales y entre los concejales, por lo que era esencial vencer en las elecciones municipales, pero a la vez estaba sometido a las órdenes del Gobernador Civil, que se encargaba de organizar los comicios en la provincia y utilizaba como un arma política la destitución de concejales y alcaldes y su sustitución por elementos adictos al Gobierno. El alcalde desempeñó un papel fundamental en las elecciones hasta 1907, ya que presidía la Junta municipal del censo y la mesa electoral. Además, los ex-alcaldes eran vocales natos de junta del Censo.

El arbitrario e inmenso poder que ejercía el ayuntamiento se ve en sus competencias: redacción del padrón y los amillaramientos; la recaudación de los impuestos; elaboración de la lista de quintos de acuerdo con el cupo correspondiente y designando a los exentos; funciones de policía y guardería rural; obras de interés general; supervisión de los servicios sanitarios, de instrucción pública y de beneficencia (en especial el Pósito); reparto del uso de bienes comunales; y supervisión de los contratos y las actividades comerciales y productivas.


No olvidemos al secretario municipal quien gobernaba los arcanos burocráticos Toda la administración pasaba por sus manos. Era secretario de la Junta Municipal del Censo, y el encargado en la práctica de renovar y custodiar las listas. Pero las ventajas que le daba su competencia estaban amenazadas por la política, ya que su puesto pendía de la voluntad del municipio. Hasta 1916, tras asambleas y protestas, los secretarios no consiguieron un reglamento que los organizara como un cuerpo profesional.

Por último convenía a la facción política controlar a jueces y fiscales municipales. El Juzgado Municipal tenía competencias sobre incumplimiento de las ordenanzas, faltas de orden público, de imprenta y contra la propiedad. En lo civil, poseía jurisdicción sobre litigios entre arrendadores y arrendatarios, prestamistas y prestatarios, e intervenía en actos como hipotecas, desahucios y embargos. Celebraba juicios de conciliación e iniciaba los trámites para contenciosos que se resolvieran en instancias superiores. Con respecto a las elecciones, se ocupaba de actualizar el registro civil y por tanto de informar sobre altas y bajas en el censo. Desde la Ley electoral de 1907, en ausencia de una Junta Local de Reformas Sociales, sólo constituida en las poblaciones mayores, el juez presidía la Junta Municipal del Censo Electoral. La manera de designar a los ocupantes de estos puestos daba pábulo a manipulaciones políticas sistemáticas. El nombre definitivo era elegido por la Audiencia Territorial de entre una terna propuesta por el juzgado de partido. Y esa terna estaba formada por componentes de la clientela del político que dominaba la mayoría de los pueblos, siempre que contase en esa ocasión con el beneplácito gubernamental.

Las Diputaciones Provinciales:
La estructura del Estado le otorgaba amplias facultades de control sobre los Ayuntamientos: de acuerdo con el Gobernador, aprobaba las detenciones de alcaldes y entendía de recursos sobre los padrones; podía enviar delegados a inspeccionar los servicios y las cuentas de los municipios, que necesitaban su aprobación y si incumplían las condiciones exigidas eran objeto de multa. En su seno, la Comisión Provincial, constituida en sesión permanente, asesoraba al Gobernador y conocía de los contenciosos provocados por las elecciones municipales, que podían desembocar en la incapacitación de concejales. El arma más poderosa con que contaba la Diputación era el cobro del contingente provincial, su más substanciosa fuente de ingresos, repartida entre todos los pueblos en función de sus cuotas impositivas. Este se convirtió en la principal causa de queja por parte de las autoridades locales. Los problemas para hacerlo efectivo eran crónicos, y, a menudo, el único punto en el programa electoral de los diputados provinciales cuando iban de campaña era su reducción. Si el contingente era arrendado, las amenazas de efectividad alertaban a los alcaldes y la protesta hacía peligrar la estabilidad del gobierno provincial y de sus ocupantes.


El reparto de favores políticos desde la Diputación tenía otros campos predilectos, que afectaban a toda la provincia. El empleo en primer lugar: las oficinas del organismo y los servicios dependientes (como los de construcción de caminos vecinales, la imprenta o los establecimientos de beneficencia) proporcionaban a los patronos la capacidad para distribuir algunos trabajos, desde oficial de la Secretaría hasta capataz de obra. La Comisión Mixta de Reclutamiento y Reemplazo, compuesta por diputados y militares desde 1896, revisaba los expedientes de exclusión del servicio, una de las solicitudes más frecuentes de los caciques rurales. La beneficencia provincial, que se llevaba una gran parte del presupuesto de la Diputación, repartía socorros de lactancia, un arma política de primera magnitud. No resultaba extraño que los programas anticaciquiles incluyeran entre sus demandas la desaparición de las Diputaciones

Los Gobernadores Civiles.
El Gobernador Civil ha sido señalado, ya desde los escritos de Joaquín Costa, como la pieza maestra del engranaje caciquil. En el siglo XIX, con el significativo nombre de jefe político, este delegado del Gobierno en las provincias fue encargado de servir de gozne entre Madrid y la periferia, dentro de la estructura centralizada del Estado liberal. Encabezaba las delegaciones estatales, presidía la Diputación y supervisaba la gestión de los Ayuntamientos. Una de sus tareas básicas era la organización de las elecciones, a las órdenes del Ministro de la Gobernación, que a través suyo adaptaba la voluntad gubernamental a la realidad del poder local. Disponía para ello del poder para imponer multas y suspender a los Ayuntamientos por haber cometido irregularidades Dado el caos que presidía la Administración en los pueblos pequeños, siempre había alguna excusa para actuar en caso de rebeldía política.

De cualquier modo, tenía la facultad de enviar delegados a los municipios cuando detectaba problemas, y durante las elecciones lo hacía, en teoría para velar por el orden público y la pureza del proceso, pero en la práctica para actuar a favor del candidato que contaba con el apoyo oficial. Sus poderes podían convertir a esta figura en un enemigo temible de las clientelas políticas.

En lugar de un funcionario de carrera, como en Francia o en Italia, se trataba de un hombre del partido gobernante, reclutado siguiendo criterios de fidelidad política. Además, el desarrollo de las redes caciquiles hacía que su nombramiento dependiera del beneplácito de los mandarines provinciales más poderosos, y que, si se atrevía a enfrentarse con los caciques de la zona, fuera despedido.

El Parlamento.
Las Cortes sufrieron el predominio de la representación de los intereses privados de los caciques y sus clientes, mezclados con los intereses localistas, en detrimento de los generales. Un mundo que hoy denominaríamos como exclusivamente lobbista. Los cronistas parlamentarios dejaron comentarios sobre sesiones en las que se sucedían interminables preguntas de diputados interesados por asuntos exclusivamente locales. Pero el diputado, tras preguntar por lo suyo, permanecía mudo en el hemiciclo y se dedicaba a recorrer ministerios para "dar la lata" con sus expedientes o los de los clientes del distrito, recogiendo las credenciales que le corresponden en el reparto del Presupuesto, gestionando nombramientos de alcaldes, traslados de jueces, sobreseimientos de causas, indultos de penados,...

Canalejas

El papel del Parlamento como centro de negociación de demandas clientelistas dificultaba enormemente su función legislativa. Las partidas presupuestarias y las subvenciones resultaban de difícil aprobación. La relevancia de este problema puede ser ejemplificada por las famosas "carreteras parlamentarias", que ocupaban el tiempo de comisiones sin cuento y formaban el grueso de los proyectos de ley aprobados en cada legislatura, gracias a constituir un recurso fácilmente accesible para la concesión de favores.

Una de las consecuencias más graves que tuvo la influencia caciquil en las Cámaras fue la obstaculización de las reformas fiscales, un elemento imprescindible, y aplazado eternamente, para avanzar hacia la modernización del Estado español. A propósito de ello, puede decirse que "la pervivencia del caciquismo impedía el establecimiento de un sistema tributario más técnico, centrado en un impuesto sobre la renta, o la formación de un catastro de la riqueza rústica. Ambos restringirían la manipulación de las contribuciones, lo que reduciría el margen de acción de los caciques y, además, les obligaría a pagar más impuestos. No es de extrañar, por tanto, la oposición a los proyectos de renovación fiscal, que impidió que España contase con un sistema impositivo moderno en las primeras décadas del siglo XX.

Las iniciativas parlamentarias que tenían una lectura exclusivamente localista dominaron apartados enteros de la actividad de los representantes en Cortes, como las preguntas y ruegos al Gobierno. Los proyectos presentados por el ejecutivo, de carácter general, contrastaban con las propuestas de los diputados, referidas en su mayoría a asuntos particulares. Parte de las intervenciones respondía a un trasfondo de intereses privados, del diputado o de alguno de sus amigos políticos. Las concesiones de pensiones, o de la explotación de un ferrocarril secundario, tenían destinatarios concretos. Junto a los temas locales, aparecían con frecuencia los relacionados con la profesión o la especialidad de los elegidos. El cariz de la actuación de cada uno estaba relacionado con su ambición y sus cualidades, pero también con su posición en el partido, las exigencias de su jefe político y el carácter, más o menos movilizado, de la zona que representaba.

La falta de eficacia en la toma de decisiones, dificultada por las rivalidades políticas, se completaba con la falta de efectividad en su puesta en práctica. Los burócratas encargados de ello eran reclutados por medio de criterios particularistas y no exclusivamente por la valoración de los méritos y capacidad para desempeñar su trabajo. El final de las cesantías, que habían marcado la imagen de la Administración durante el siglo XIX, supuso sin duda un avance considerable en la modernización del Estado durante este período, pero los gobernantes siguieron disponiendo de un amplio margen de acción para colocar a sus seguidores. Por otro lado, la mediatización clientelista de los actos administrativos, sobre todo de los que dependían de los Ayuntamientos y Diputaciones, hacía que estuvieran caracterizados por la corrupción, la ineficiencia y el despilfarro de los recursos públicos.


La unión de la ilegitimidad de origen que implicaba el falseamiento electoral con la relativa ineficacia del Parlamento coadyuvaron a la pérdida de credibilidad del régimen parlamentario. A pesar de las distinciones que hacían los intelectuales reformistas entre democracia y caciquismo, términos en lo esencial contradictorios, la desconfianza generalizada en las instituciones y en quienes las dirigían acabaron socavando el sistema liberal, en el que parecían no creer ni sus protagonistas. El propio Maura afirmaba dolido tras el golpe de Estado de 1923 que "la hediondez de la putrefacción política infestaba de tal modo la atmósfera gubernamental, en ciudades, pueblos y aldeas, que pese a la grande, inmensa, estupenda indiferencia pública, y tal vez merced a esta circunstancia negativa, pudo caer sin trastornos un edificio con los cimientos destrozados".

Ley electoral 8 de Agosto de 1907
Art 29: "En los distritos donde no resultaren proclamados candidatos en mayor número de los llamados á ser elegidos, la proclamación de candidatos equivale á su elección y les releva de la necesidad de someterse á ella. La Junta provincial ó municipal, en sus respectivos casos, una vez terminada la proclamación de candidatos en toda la provincia, ó del término municipal, si se tratase de elegir Concejales, declarará, por órgano del Presidente, que no habiendo mayor número de candidatos que el de elegibles en tal distrito, se proclaman definitivamente elegidos los candidatos.

Por virtud de esta declaración se expedirá á los interesados las oportunas credenciales, sin perjuicio de extender y firmar todos los miembros de la Junta por duplicado un acta de la sesión. Se remitirá á la Junta Central del Censo un ejemplar, y el otro se archivará en la Junta provincial, en las elecciones de Diputados á Cortes. En las municipales, un ejemplar se remitirá á la Junta provincial y el otro se archivará en la municipal.

En el caso de que el número de candidatos fuese menor que el de vacantes, se reputarán electos los proclamados y se cubrirán los restantes puestos votando los electores en los términos prescritos en el art. 21.

La proclamación como elegidos en la forma á que se refiere el presente artículo, se publicará en todo caso y sin demora en el Boletín Oficial de la provincia ó en la parte exterior de los colegios electorales cuando se trate de Concejales, á fin de que los electores y las Mesas sepan que no habrá votación en el distrito respectivo.

La circunstancia de no ser candidato proclamado no obsta á la posibilidad de ser elegido si se verificara la elección".

En Las Merindades se aplicó los años 1910, 1914, 1916 y 1920.