Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 25 de marzo de 2018

Tirando los tejos.



En su obra “Apuntes sobre la historia de las Merindades antiguas de Castilla” Julián García Sainz de Baranda deja dos definiciones:

  • Cuta o tuta.—N. fem. Se llama así el bolito de madera de bases planas en cuya parte superior se colocan las monedas, las cuales son tiradas desde cierta distancia por tarjones o chapas redondas de hierro, en el juego de su nombre.
  • Tarjan.—N. c. masc, aumentativo. Disco de hierro con el que los niños juegan al juego de la tuta.


Aparte de que me dejó un poco mosqueado la asociación entre dinero arriesgado y niños, el bueno de Julián no añadía más información lo que me llevaba a pensar que esta resultaba innecesaria al ser un juego por todos ellos conocido.


Hoy es algo más difícil conocerlo porque los niños están más con NINTENDO y WII que en la calle. A pesar de ello se ha venido constatando desde la década de 1970 que en muchos pueblos se recurre a estos arcaicos entretenimientos en los programas de las fiestas populares. En esta bitácora ya se ha hablado de los bolos tres tablones, por poner un ejemplo. Y, junto a los bolos, tenemos a la tuta. Esta es un cilindro de madera dura, generalmente de olmo, encina o roble, de 17 cm. de altura por unos 4 cm. de diámetro de sus bases. El cuello mide 2`8 centímetros y el anillo 4 cm. Esta ornamentación, el anillo, busca hacer la tuta más visible desde el lugar en que se sitúa el jugador para lanzar los tejos, tarján, tangas o doblones. ¡Y no son estos sus únicos nombres! Dependen de las localidades y regiones donde se juega a la tuta. Los tejos son discos de entre 9 y 12 cm. de diámetro y 1`5 cm. de grosor, generalmente de hierro. Su peso es de medio kilo.

La antigüedad del juego se percibe en la forma de los tejos: los más modernos son convexos en ambas caras. Los más antiguos solo en una y la otra es plana. Estos podían llevar filigranas que servían para señalarlos y distinguirlos tanto de otros fabricantes como de los de los otros jugadores, pues cada jugador podía llevar sus propios tejos.


El Diccionario de Autoridades define la Tuta como “Un juego entre dos o más personas, que se ejecuta, poniendo un hueso o canto en el suelo y encima un ochavo o cuarto (por) cada uno de los que juegan, los cuales tiran con un ladrillo o tejo desde parte determinada a derribarlos, y los gana el que los pone más cerca del tejo, que tiran”.

En “Descripción de los juegos de la infancia, los más propios a desenvolver sus facultades físicas y morales, y para servir de abecedario gimnástico” escrito por Vicente Naharro en 1818, este, preocupado por el ejercicio en la educación de los niños, nos dice de la Tuta que “se reduce a un pedazo de caña de tres dedos de largo cortado bien igual, para que se tenga derecho, sobre el cual ponen los cuartos: juegan regularmente con piezas de dos cuartos, el que derriba el chito, y la pieza con que ha tirado está más cerca del dinero que el mismo chito, gana; y si no tira otro. En otros países (sic) se juega con unas losas de piedra que se llaman tejos; el dinero lo ponen sobre un cantito que se llama el tango, o detrás en un hoyo; el que se lleva el tango y su tejo queda más cerca del dinero, ese se lo lleva; si el tejo (el autor dice tango, por equivocación) está encima o debajo del tango, se dice que tanguea y no gana hasta que se quite este impedimento o vuelva a tirar el que tenía aquel tejo. Todos estos juegos son excelentes y sin riesgo alguno para la educación física de los niños”. Este libro seguía siendo considerado útil para las escuelas primarias en 1856 y, por lo tanto, susceptible de aplicación en la educación física.


No nos cuentan las definiciones que la zona de juego de la tuta tiene unos 20 a 28 metros, más lo que ocupa el "pato" o punto de lanzamiento. La pista es lisa, de tierra batida, de dos metros de anchura, quedando a cada lado sendas zonas de seguridad para los espectadores. La tuta se coloca a 22 metros del "pato" y a seis metros de ella se coloca un tablón para seguridad.

En su origen y en su desarrollo normal, además de la Tuta y los tejos, cada jugador debe poner una cantidad de dinero en monedas sobre la parte superior de la tuta. Pero, como en todo, esto no es obligatorio y así se puede colocar una chapa o “moneda” sobre la tuta con unas dimensiones de 2`5 cm. por 2 de espesor y un peso de 10 gramos. Como una moneda de 25 pesetas.

Artículo sobre La Tuta en la revista ESTAMPA

Las reglas del juego son sencillas y fáciles. No hay límite de jugadores pero se suele jugar en equipos de dos a cuatro jugadores. Cada jugador dispone de dos tiradas de disco que los utiliza de este modo: uno de ellos lo lanza de tal forma que se sitúe lo más cerca posible de la tuta; con el otro disco intentará derribar la tuta tratando de alejar ésta lo más posible al mismo tiempo que caen las monedas colocadas sobre ella. Cuestión de pulso y puntería.

Para dirimir las cuestiones y dudas suele haber un árbitro que mide escrupulosamente la distancia. Puede darse la situación de "toma"; cuando la tuta queda debajo o encima del "tejo". En este caso hay que separarlos tirando el otro "tejo".
Artículo en el "Diario de Burgos"

Después de cada tirada, las monedas situadas más cerca de cada uno de los tejos que de la tuta, pertenecen al jugador que arrojó los discos en último lugar. Y así sucesivamente hasta que los jugadores se van cobrando las monedas que al arrojar sus tejos, igualmente, quedan más cerca del tejo que de la tuta, hasta agotar las monedas. Si el dinero queda más cerca de la tuta, no se lo lleva el jugador. Se produce la situación de "bolsa" o "cama" cuando el tejo queda más cerca de la tuta que de la moneda, o cuando la moneda queda también más cerca de la tuta que del tejo. En ese caso no se produce tanto, ni tampoco si quedan a la misma distancia. Y se vuelve a comenzar, colocando nueva "puesta" en la tuta y el juego continúa. El recurso de cada jugador es, o alejar la tuta o acercar el tejo a las monedas. Sabemos que en cuanto a reglas y normas hay una absoluta unanimidad y uniformidad, pues no son complicadas, a pesar de lo que pueda parecer el párrafo que acaban de leer. Al existir de diferentes formas de juego la Federación Regional de Deportes Autóctonos de Castilla y León unificó éstas en un Reglamento Oficial.

Pero lo que no se puede unificar son las denominaciones. Los burebanos llaman "tejos" a los discos; en la zona de Villarcayo se les ha conocido por "tajos"; en la Ribera del Duero y Lerma son "chanflos" y "chanflones"; en Burgos capital, "doblones". Y, además, podemos oírlas llamar "tangas" o "tango". En Palencia se les llama "petacos".

¿Y el juego? La Tuta se conoce también como “tejo”, “toka” (País Vasco), "tanga" o “tango” (Ávila), "tanguilla" (Soria), "chita" o “chito” (Madrid), “tángano” (Salamanca), “caliche” (Murcia), "tarusa" (León) -esta última palabra se usaba, en algunos pueblos, solo para la modalidad infantil-... Se documentan ciento quince formas diferentes, aunque no todas ellas tienen la misma importancia en cuanto a su uso y a su extensión geográfica. Algunas tienen localizaciones muy concretas, como “chis”, voz navarra o “uta”, de La Rioja. Son muchas las voces cuyo uso se limita a zonas geográficas muy reducidas, como chíla, cona, nita, etc. Estas voces no están ni incluidas en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española.

"Hoja del Lunes" de Burgos

Sobre el juego para niños, se cuenta que los tejos eran sustituidos por piezas de cobre de 10 céntimos de Alfonso XII y XIII que fueron muy populares a comienzos del siglo XX. La "tuta" era sustituida por un carrete de hilo vacío.

El juego de la tuta procede del mundo rural pero se puede ver en las ciudades fruto de la emigración hacia ellas. Pero… ¿Cuál es su origen? ¿Dónde surge? ¡Vaya usted a saber! Que diría un castizo. Puede ser celta, griego, romano, germánico, asiático o, incluso, árabe. Sin embargo, diremos que vino con los romanos porque los dos nombres que más se repiten para designarlo tienen su etimología latina: TUTA: de Tutus-a-um, que significa seguro, segura, defendida. TANGA: Tango, Tanguet, Tángana, etc. del verbo Tango-is-tangere, que significa tocar. Aunque puede ser solo una coincidencia.

También es curioso observar unas columnas, en el teatro romano de Merida, cuyos bajorrelieves del capitel son la figura de una tuta. Hay constancia de que en el siglo X, con más o menos profusión, era practicado en el norte de la península Ibérica. También la hay de un juego similar durante el siglo XVIII llamado “hito”.


¿Por qué se sigue jugando y ofreciendo, en especial durante fiestas patronales? Diremos que es por un afán de búsqueda de las señas de identidad, por nostalgia de los mayores, por ocio y deporte de los jubilados, por tendencia política de afirmación del localismo… Todos estos factores, con mayor o menor peso en la mezcla, influyen en la supervivencia del juego. Así se ven reseñas en los periódicos locales, páginas web de ayuntamientos y demás elementos de comunicación.

La influencia social también fue importante. Hay una pícara letrilla que tiene su origen en los tejos que se utilizan para jugar a la Tuta:

Debajo de tu ventana
un tejo vi relucir;
nadie daba con el tejo
y yo con el tejo di.

Los tejos, al ser metálicos, cuando se usaban constantemente, pasaban de mano en mano y rozaban en el suelo con la arena y las piedras, adquirían un brillo que aumentaba cuando les daba el sol y a eso se refiere la canción diciendo "un tejo vi relucir".

La coplilla nos permite acercarnos al poso que este juego ha dejado en el lenguaje castellano. Igual que muchas viejas frases taurinas o militares que usamos sin conocer su razón última la tuta ha dejado al menos una: "Tirar los tejos" para designar el acercamiento con fines sentimentales entre dos personas, esos primeros tanteos, el flirteo.


Bibliografía:

“La tuta: orígenes y reglamento del juego”. Carlos de la Villa Porras.
Asociación Cultural: “La Tanguilla”.
Blog “El arte de Jugar”.
Burgospedia.
“Los juegos tradicionales de lanzamiento y precisión en el aula de Educación Física. Una adaptación práctica” por Juan Luís López Anaya
“La tuta, un juego o deporte rural ancestral de la provincia de Burgos”. (Revista de Folclore) Jaime L. Valdivielso Arce.
www.esacademic.com
“Apuntes sobre la historia de las antiguas Merindades de Castilla la Vieja” Julián García Sainz de Baranda.
“Mil juegos y deportes populares y tradicionales” Pere Lavega Burgues.
“Vicente Naharro y los juegos corporales en la educación física española de la primera mitad del siglo XIX” por Xavier Torrebadella Flix.
“Las denominaciones del juego del chito en la geografía lingüística hispánica” Josefa María Mendoza Abreu.
Revista “La Estampa”.
Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “La hoja del lunes de Burgos”.


Para saber más:

Biodiversidad virtual.(Dos: Tuta y Tangos)



domingo, 18 de marzo de 2018

El retablo de Moneo: Un obispo, un escultor (o dos) y un albacea (o dos).



Nos vamos a la vieja Navarra para coger el hilo de un movimiento escultórico denominado romanista gestado durante el último tercio del siglo XVI. Concretamente el “hilito” de Juan de Anchieta. Un escultor que seguía el modelo de la obra italiana de Sebastiano de Piombo, Rustici, Fontana, Bandinelli y, especialmente, la línea de Miguel Ángel. Autores como Ceán Bermudez lo colocan estudiando en Italia. No hay nada cierto pero es evidente que estudió con algún maestro italianizante. ¿Dónde?

Saltamos a la Valladolid de 1565. Exactamente al 14 de Enero. Allí se data la primera noticia de Anchieta (1533-1588) bautizando a su hijo natural Juan tenido con la burgalesa Catalina de Aguilar. Con Castilla la Vieja debió tener cierta vinculación a tenor de la referencia que hace en Valladolid el escultor Juan flautista Beltrán en su testamento de 1569, aludiendo a una cantidad “me debe Juan de Ancheta noventa y seis reales que le presté quando se fue agora la postrera vez a Birbiesca y ansimismo que pagué por él a Pedro de Bárbara veynte y siete reales por yr a buscar la mula que avia llevado el dicho Juan de Ancheta”. En aquella ciudad colaboraría en algún taller (Arzárate opina que pudo hacerlo en el retablo mayor de la parroquia de El Salvador, de Simancas, que corrió a cargo del citado Juan Bautista Beltrán y de Inocencio Berruguete). También conocería a Juan de Juni y, quizá, trabajó en su taller. De este gran escultor recibirá Anchieta el mejor elogio manifestado en vida, cuando en el testamento suscrito el 8 de abril de 1577 por el imaginero francés dice que el de Azpeitia era el mejor escultor que podía suplirle en la obra del retablo de Medina de Rioseco: “a Juan de Ancheta, escultor, residente en Vizcaya, que es persona muy perita, hábil y suficiente y de los más esperitos que hay en todo este rreyno de Castilla...”.

Miguel Ángel Buonarroti

Las composiciones, actitudes y tipos heroicos de Miguel Ángel tienen en Anchieta la réplica más precisa, El Padre Eterno de Jaca, la Virgen de Las Huelgas de Burgos, los santos emparejados de la Seo de Zaragoza, el Resucitado del sagrario de Tafalla o la Piedad de Cáseda muestran su gran calidad. Las trazas de sus retablos son asimismo pruebas del conocimiento de los tratadistas italianos.

El estilo escultórico que trabajará Anchieta es la típica del Renacimiento español del último tercio del siglo XVI y sucede al expresivismo de mediados de siglo. Será un arte manierista de carácter popular también llamado romanista por la influencia de las formas y modelos del gran Miguel Ángel y los círculos manieristas romanos que le imitaban. Es, en definitiva, una escultura de carácter religioso, popular aunque de gran calidad técnica y uniforme estilística e iconográficamente, careciendo de variedades locales.

¿Cómo identificamos al romanismo? Una pista importante será que las columnas clásicas de fuste estriado; y otra los estípites (Columnas tronco piramidales invertidas) rematados en modillones (soportes de aleros). Además eran retablos severos que malamente los suavizaban recursos como los triglifos, las metopas, los cráneos de bueyes, los atlantes, los niños recostados y los escudetes o festones. Para remate, el concilio de Trento (1545-1563) eliminó los grutescos (mezclar motivos vegetales con figuras humanas y mitológicas de pequeño tamaño).


Sus imágenes están definidas por su monumentalidad, el canon alargado, violentos escorzos o contrapostos más suaves, y anatomías de músculos potentes más propios de atletas que de santos; actitudes como de héroes clásicos; perfil vigoroso; y una mirada profunda con los labios apretados y ceño fruncido.

También los temas que tratará la escultura romanista girarán alrededor del culto a la Virgen, los santos, las reliquias o los sacramentos. Justo las características que habían sido puestas en tela de juicio por la Reforma Protestante. Los temas más frecuentes son: los ciclos de la Pasión del Señor, Vida de la Virgen e Infancia de Cristo, Apostolados y Hagiográficos. Podemos ver a Padres de la Iglesia, evangelistas y apóstoles en el intercolumnado aludiendo a su función de sustentadores de la doctrina y representantes del Antiguo Testamento como Moisés y David representan la continuidad de la Iglesia.

Con estas líneas trabajaba Juan de Anchieta quien tras su periodo vallisoletano centrará su actividad desde su taller en la calle pamplonesa de la Navarrería. Será en 1570 cuando se encuentre su primera obra documentada: el retablo de la capilla de San Miguel de la Seo. En la década de los setenta realiza el retablo de Asteasu (1572), el de los Idiáquez en Azcoitia y el de la Sala Capitular del monasterio de Las Huelgas (1575) por encargo del obispo de Pamplona, el castellano Antonio Manrique, del que se conservan relieves y una potente Virgen sedente con el Niño. De estos años son sus mejores retablos: los mayores de San Pedro de Zumaya (1574), Santa María de Cáseda (1576), Santa María de Añorbe (1576) y el de la capilla de la Trinidad de Jaca (h. 1577).

Ejemplo de Estípite.

Su intervención en Las Huelgas posibilitó seguramente el encargo de los grupos de la Asunción y Coronación del retablo mayor de la catedral de Burgos. Los ochenta asisten a una intensificación de su producción pero sólo un retablo, el de Aoiz (1584), fue terminado. 

En la difusión de la obra de Juan de Anchieta tuvieron importancia sus aprendices y seguidores Pedro González de San Pedro y Ambrosio Bengoechea. La presencia de Anchieta en Aragón influyó en escultores como Juan de Rigalte o Pedro Martínez el Viejo. También la escultura del País Vasco se vincula a Anchieta. Vemos que su abundante y dispersa obra, su calidad y sus seguidores, hacen de Juan una de las claves para comprender el éxito del romanismo desde el Cantábrico al Ebro y desde Aragón a Burgos.

Y en Las Merindades donde tocó una de las obras inacabadas del escultor. Es el escondido retablo lateral de la iglesia parroquial de Moneo (Burgos). ¡Una obra romanista en nuestra tierra! ¡¿Cómo?!

El último año de vida de Juan de Anchieta contrata con el obispo de Pamplona Pedro de Lafuente -o Pedro de la Fuente- nuestro retablo para Moneo (sólo realiza el banco), comienza el sagrario de Santa María de Tolosa y deja varías imágenes para el mayor de San Juan Bautista en Obanos y los colaterales de Sotes.

Papa Gregorio XIII

Deben saber que el retablo en cuestión fue contratado en 1588 por albacea testamentario del difunto obispo de Pamplona don Pedro de Lafuente. Testó enfermo en el verano de 1587, pero “se vio que le tenía tan fatigado su enfermedad” que su tesorero le propuso que para evitarse incomodidades nombrase testamentarios universales. El prelado designó a dos parientes suyos: su Vicario General y su Mayordomo. Pronto murió el obispo… y el primero de sus testamentarios. Por una carta de declaración del otro testamentario sabemos cuáles eran los deseos de don Pedro de Lafuente, que se referían fundamentalmente a la institución de una capellanía que administraría sus bienes, atendiendo a su Capilla funeraria dedicada a San Pedro, sobre la que detalla distintos aspectos; entre ellos señala que “se hiziese un retablo de la dicha vocación de Apóstol Sant Pedro en la penitencia quando negó a nuestro señor”.

Paremos un momento. ¿El obispo de Pamplona era de Moneo? ¿Podemos saber algo más de este personaje? ¡Claro! Nació en Moneo (Las Merindades-Burgos) hacia 1532 y murió en Eriete (Navarra) en 1587. Era licenciado en Teología por la universidad de Salamanca y ejerció durante más de veinte años como magistral en la catedral de Burgos. Gregorio XIII lo preconizó obispo de Pamplona (1578-1587). El Papa despachó las bulas en Roma el día 5 de Mayo de 1578 con una pensión anual de 7.150 ducados largos de oro. Las bulas llegaron a Madrid el 7 de Junio y el 9 de Julio el nombrado Obispo de Pamplona otorgó, en Burgos, poder al licenciado Esteban Sánchez, maestrescuela, y canónigo de Mondoñedo, para que en su nombre tomase la posesión del obispado, y lo gobernase como vicario general.

El obispo se quedó en la ciudad de Burgos, en donde fue consagrado días después. Retrasó la marcha a su diócesis por unas fiebres. Para restablecerse retornó a su pueblo natal y a finales de Marzo de 1579 partió hacia Pamplona. Para el sábado 11 de Abril estaba en la casa del prior de san Juan de Rodas, en Zizur Menor. Allí le visitaron los comisionados del cabildo, y concertada la hora de su entrada, que fue la muy taurina de las cinco de aquella misma tarde.

Detalle del Santo Entierro de Juan de Juni

Asentado en el cargo procedió a cubrir los cargos con personas de su confianza. Vamos, a ejercer el nepotismo. Colocó a su propio capellán, Manuel López de León con el cargo de Canciller del obispado; a Juan García de Villanueva, natural de Medina de Pomar y familiar cercano suyo premiado con el de Vicario General; Juan del Campo, otro medinés, fue premiado con el de Visitador General del obispado; y Andrés López del Valle, quien sería cura beneficiado de Moneo con el de mayordomo. Podríamos decir que Pedro no se preocupó de hacer amigos en Pamplona. Pero sí que sabía hacerse con problemas.

Pecó de avaro nuestro prelado. Amasó una gran fortuna de forma rápida pero casi todas sus residencias las disfrutó de forma gratuita "echando cara", como le llegó a espetar Melchor Gallegos, uno de sus anfitriones en Pamplona.

No será hasta 1584 cuando en obispo cierre un convenio con la Corona sobre la provisión de las cuatro primeras dignidades de esta catedral, que llamaban electivas: el priorato, arcedianato de tabla, arcedianato de cámara y enfermería. En estos capítulos se rompía la limitación a que fuesen solo navarros quienes ocupasen los cargos – lo que hace que algunas páginas de la internet hablen de la “invasión de burgaleses”- pero finalmente el agua no llegó al río salvándose el problema en un anexo.

Pedro de Lafuente recorrió, para conocerla, casi toda su diócesis. Expidió edictos el 22 de Agosto de 1586 convocando un sínodo para 18 de Octubre en la Catedral. Pero como el prelado decretó el orden de asientos ya hubo problemas que continuaron todo el sínodo. Al final nada.

Iglesia de Moneo.

El obispo tenía una salud débil y en el mismo año de 1587 enfermó de la llamada Cachexia. Esta enfermedad es una pérdida de masa muscular y peso que no se revierte nutricionalmente y que es síntoma de una dolencia subyacente como un cáncer. Antonio Gallardo Laureda, en un artículo en “Crónica de Las Merindades” le hace fallecer de Tisis. Por ver si se restablecía, pasó al lugar de Eriete a una legua de Pamplona. Lejos de recuperarse su situación se agravó con fiebre llegándole la muerte el 13 de Agosto.

Fue enterrado delante del altar de san Gregorio al lado de la sepultura de su antecesor. Pero, me dirán, “está enterrado en Moneo”. Cierto, sus huesos fueron llevados allí.

Este burgalés que ejerció de obispo de Pamplona es importante no solo porque pagó la obra en Moneo sino porque, en el ejercicio de su cargo, es una muestra de una tendencia generalizada entre sus pares. Es decir, en tiempos de la contrareforma serán los obispos los contratantes de los mejores retablos romanistas en sus templos catedralicios -y la consiguiente emulación por parte de las parroquias de sus diócesis- y en sus encargos particulares.

El retablo de Moneo fue una de las primeras preocupaciones del testamentario Andrés López del Valle, quien el 6 de marzo de 1588 concertaba en Pamplona con Juan de Anchieta la realización de parte del retablo de la capilla del obispo Lafuente en Moneo. La diligencia de López del Valle se correspondía lógicamente con el interés demostrado en vida por el prelado hacia el retablo pues incluso había dejado hecha una traza del mismo, a la que se sometía el escultor. Y tuvimos suerte porque para agosto de ese 1588 –año en que los restos del obispo llegan a su pueblo- también estaba muerto el último albacea. Indiquemos que el cadáver López del Valle también terminó enterrado en la iglesia de Moneo cuando se acabó la capilla panteón del obispo. Eso fue en 1590.

Retablo de Anchieta en Moneo

En las condiciones capituladas se comprometía Anchieta a realizar el sotabanco y primer banco solamente. Tras hacer las acostumbradas referencias a la madera, arquitectura, etc., se señala con precisión la iconografía a desarrollar en escultura, que se siguió casi en su totalidad. Se fija como fecha de entrega “el día de Nuestra Señora de Septiembre primero beniente del dicho año de ochenta y ocho”, y el lugar sería en la ciudad de Pamplona, lo que es muy infrecuente pues lo usual es dar las obras asentadas, lo cual se puede explicar porque aún no estuviera terminada la Capilla del obispo Lafuente.

Concertaron el trabajo por la cantidad de doscientos cincuenta ducados, de los que cincuenta se entregaban en el momento del compromiso, otros cien al promediar el retablo, y los cien últimos al entregar la obra. En caso de que cualquiera de las partes incumpliera el contrato sería sancionada con doscientos ducados, mitad para el fisco real y mitad para el contrario perjudicado.

Se trataba de un encargo de reducido trabajo -tan sólo el banco y sotabanco del retablo de una capilla (Aunque otros autores dicen que resultó así por la muerte del escultor)- que había en la misma ciudad donde tenía él su taller. El precio asignado a aquel trabajo no era desdeñable y Anchieta tenía un buen taller.

La capilla del obispo don Pedro de Lafuente está construida, tal como tenía designado el prelado, en el testero de la nave de la epístola de la iglesia parroquial de Moneo, alineada con su capilla mayor, comunicándose ambas por un arco que permite la iluminación natural del presbiterio. En el retablo de la capilla se distinguen perfectamente las dos manos que lo trabajaron: en la parte inferior la de Anchieta, mientras que el resto es ya de un romanista menos seguro, más imitativo y artesanal. Y, supongo, más barato.

Iglesia de Moneo (Cortesía de J. García Gasteasoro)

El elevado bancal de Anchieta se organiza en tres calles. La central, formada por una sobria hornacina de acusada perspectiva, incluye en la parte inferior del sagrario, adornado por tres relieves separados por una elemental decoración de cartelas, triglifos y gotas. La puerta del sagrario no representa la “historia de la Cena del Señor” como pedía el contrato, sino una bella composición del “Planto ante Cristo muerto”, cuya tristeza se acentúa al permanecer sola la Madre, sobre un simplificado fondo con la cruz desnuda, mirando dolorida a Cristo, que yace recostado, formando un triángulo en la parte inferior izquierda. Contrasta vivamente el claroscuro de los pliegues del manto de la Virgen y la luminosidad trascendente que aclara la superficie del cuerpo clásico de su Hijo.

Los tableros laterales del sagrario, alineados con el central, están rebajados en forma de hornacina plana dentro de la que coloca en pie las figuras de San Bartolomé y San Benito, mirando ambos hacia el centro aunque su cuerpo se dispone frontalmente. El tratamiento de los paños reitera los convencionalismos romanistas, con amplias curvas del manto del primero y con acusadas verticales en los hábitos monacales del segundo. Es la misma organización que tienen los tableros laterales del sagrario que años antes hiciera el mismo Anchieta para la parroquia de San Miguel de Vitoria.

También en la hornacina central, encima del sagrario, está “la figura de San Pedro Apostol quando negó a Xpo”, que se indicaba en el contrato. Se le representa sentado, apoyado en un codo, las manos juntas con los dedos entrelazados, y la mirada dirigida hacia arriba. El pie izquierdo sobre un escabel fuerza la composición de la figura cuyos pliegues redondeados adquieren así las líneas oblicuas tan frecuentes en las formas romanistas. Ayudan a situar la escena evangélica el gallo dispuesto a la derecha en una cornisa y la leyenda en el frente del conjunto: “CONVERS DOMIN RESPEXIT PETRVM, ET EGRESS FORAS PETR FLEVIT AMARE LVC ZZ”.


Las dos calles laterales se ilustran con dos historias de San Pedro en relieve. Dos de ellas, de un tamaño mayor, representan la Entrega de las llaves y su Martirio, siguiendo las indicaciones del contrato. Constituyen un auténtico repertorio de los convencionalismos del artista, aunque realizados con gran finura y briosa corrección. Cuerpos en contraposto, cuellos forzados, posturas de brazos vueltos, plegados amplios y blandos, cabezas heroicas, barbas mosaicas...

Encima de los anteriores relieves, ocupando lo que llamaríamos banco del cuerpo superior y que en el contrato se denomina sotabanco, hay otros dos relieves de menores dimensiones en los que representa la escena de la Liberación de San Pedro y la del “Quo vadis” (ésta en lugar de la Aparición de Cristo en el largo de Tiberíades, como se le indicaba en el contrato). Tira Anchieta de las escenas que ya hiciera para los retablos de Zumaya y Cáseda, salvo diferencias debidas a la composición apaisada en nuestro caso. Como es menor el tamaño de los relieves, se sintetizan más las formas y se deforman las proporciones, pero sigue insistiendo en el mismo modelado y posturas anteriores.

El resto del retablo, consistente en una escena del Calvario, San Juan Bautista, San Pedro y el Salvador, en bultos exentos, que no se incluían en el contrato de Anchieta, fueron realizados más tarde por una gubia también romanista, pero en la que una mayor sequedad denota cierta impericia o un popularismo prebarroco propio de algunos años posteriores a la muerte de Anchieta.

Tenemos, por tanto, una gran obra colocada en la iglesia de San Saturnino de Moneo que acompaña a los restos de su promotor, el obispo Pedro de Lafuente quién, a pesar de no llegar a verla, sí que cubrió con su blasón episcopal el templo. Señal de modestia cristiana, supongo.

Bibliografía:

“Historia del Arte” María Concepción García Gainza.
“Becerra, Anchieta y la escultura romanista” José Javier Vélez Chaurri.
Periódico “Crónica de Las Merindades”.
“El retablo de Anchieta en Moneo (Burgos)” Salvador Andrés Ordax.
“Juan De Anchieta En Burgos: Dos Nuevas Esculturas en Las Huelgas”. Salvador Andrés Ordax.
“Historia de la Iglesia y Obispos de Pamplona” por Gregorio Fernández Pérez.
“El escultor Juan de Anchieta en su cuarto centenario (1588-1988)” María Concepción García Gainza.
“La estancia de Juan de Anchieta en Valladolid” Juan José Martin González.
Domus Pucelae.



domingo, 11 de marzo de 2018

Medina de Pomar a la vanguardia sancionadora de entreguerras.



El mundo es cruel. Y, como parte de este mundo, la justicia... también.

Feria de Medina de Pomar.

Marchemos a Medina de Pomar gracias al periódico “La voz” del 22 de julio de 1931:

“Un crimen incalificable
Todo un pueblo, enfurecido lincha a un ladronzuelo.
Detalles espeluznantes de la terrible persecución.

BURGOS 21 (11 n). Hoy se ha tenido noticia en esta población de un bárbaro acto de linchamiento cometido en el pueblo de Medina de Pomar con motivo de la celebración de la feria de aquel lugar.

Según referencias, parece que entre los feriantes corrió la voz de que había llegado un carterista decidido a cometer toda clase de fechorías. También se dice que dos vecinos llamados Raimundo López y Valentín Ortiz se dedicaron a excitar al pueblo para que buscara y matara al individuo en cuestión. El carterista, que se apodaba "el Riojano", fue, por fin, hallado y acorralado por los individuos del pueblo. Una pareja de la Guardia Civil cogió al muchacho y lo encerró en un pajar para librarlo de las iras del pueblo; pero éste, enardecido, entró por una puerta trasera del edificio, y cuando ya iba a dar alcance al "Riojano" logró escapar el perseguido y subirse al tejado.

Como allí corría peligro, pasó a otro tejado, y viéndose perdido se puso de rodillas y pidió clemencia. El pueblo, lejos de compadecerse, se exaltó más, y entonces "el Riojano", ya sin escape posible, trató de defenderse arrojando tejas contra sus perseguidores. Cuando ya le faltaron las fuerzas se arrojó del tejado a la calle, y allí fue brutalmente acometido con horquillas y otros aperos de labranza y a palos.

Tras grandes esfuerzos, la Guardia Civil consiguió recoger al caído, que fallecía momentos después con el cuerpo lleno de heridas y contusiones”.

Pues eso, que los de Medina optaron por linchar al muchacho del que no nos dan ningún dato salvo el mote. Parece importar poco. En cambio sí nos presentan a dos miembros de la turba acosadora. No sé yo pero un asunto de este tipo hubiera merecido otra consideración. Quizá era porque en el nuevo régimen –pensemos que la república había sido declarada solo tres meses antes- la autoridad se sentía indecisa e insegura. De todas formas, ¡Imagínense que ocurriese hoy! (Aunque mejor no, nos lo enviarían por WhatsApp).

"El Progreso"
27/07/1931

Tal vez esta noticia fue presentada de forma alarmista, o sesgada, por parte de “La Voz”. Hay más periódicos que la comentan:

“Los feriantes de Medina de Pomar, lincharon a un carterista.

Burgos, 21. En Medina de Pomar, durante la celebración de la feria los tratantes notaron la presencia de un carterista. Le acorralaron con ánimo de darle una paliza. Acudió la benemérita, que logró sacar en un carro al maleante, ocultándole en un tejar (sic), guardando la puerta; pero el edificio tiene dos entradas y penetraron por la posterior las gentes. El carterista, al verse en peligro, subió al tejado, suplicando clemencia, que no se le concedió por el gentío. Al verse acosado arrojó desde el tejar piedras contra el público. Este se soliviantó, hasta que rendido el maleante se arrojó a la calle, recibiéndole a estacazos los feriantes, que armados de aperos de labranza dejáronle moribundo.

Las autoridades lograron llevarle al hospital, donde falleció al poco tiempo. Se practicaron dos detenciones. El cadáver no ha sido identificado. Sólo se sabe que era carterista profesional, conocido por «El Riojano». Se dice que había substraído la cartera con dos mil pesetas a un aldeano, lo que originó el linchamiento.-Vargas”.

Este segundo artículo nos aclara por qué no sabemos el nombre del finado: se desconoce. Faltan todavía unos veinte años para la expedición del Documento Nacional de Identidad. Pero sí nos da dos datos interesantes. A saber: que el móvil del tumulto fue el rumor de que había robado una cartera con una fuerte cantidad de dinero destinada, seguramente, a invertir en comprar en la feria; y que hubo detenidos por lo cual entendemos que la Guardia Civil sí que actuó con independencia de la situación política de la nación. ¡Qué descanso!

Ayuntamiento de Medina de Pomar.

Y, en esos años treinta, ¿era tan excepcional una reacción popular de este estilo? Pues… ¿Cómo lo diría sin ofender?… NO.

Unos ejemplitos de orden español:

  • “Barcelona. Intento de linchamiento de unos timadores por suponerles atracadores”. (La Vanguardia del 5 de octubre de 1933).
  • “La "hazaña" de un maleante Madrid. A primera hora de la tarde, un maleante intentó arrebatar a un ciego vendedor de loterías, el bolso del dinero que llevaba para pagar algunos premios. Una mujer advirtió la maniobra, dando la voz de alarma y, entonces, numerosos transeúntes se arrojaron sobre el maleante, que huyó dejando abandonado en el suelo el bolso. Perseguido en su huida, fue detenido por una pareja de la Guardia de Seguridad, que tuvo que realizar grandes esfuerzos, para evitar, que fuera linchado. El suceso ocurrió en la calle de Espoz y Mina”. (El adelanto del 24 de diciembre de 1931)
  • “Un carterista a punto de ser linchado. Un individuo que viajaba en los autobuses Roca, al llegar el coche, al cruce del Paseo de Gracia con la Avenida del 14 de abril, ha intentado sustraer la cartera a uno de los pasajeros, el cual, dándose cuenta del intento, ha rechazado al carterista, el que ha sido arrojado del vehículo por el resto del pasaje. Fuera ya del coche, el público ha intentado linchar al carterista, produciéndose un gran escándalo. La presencia de un Guardia de Seguridad que ha detenido al amigo de lo ajeno, ha impedido que la cosa pasara a mayores (…)”.(La Cruz del 29 de marzo de 1933)


Y eso que estos altercados estaban penados por la ley. Para el caso de Medina de Pomar: el código penal de 1870 que era el que estaba en vigor ese primer año de la II República Española. Tenía una serie de artículos donde se encuadraría esta situación: Art. 263.2 que habla de atentar contra la autoridad pública; Art. 271 y Art. 272 referidos a desordenes públicos y alteración del orden públicos por injurias a un tercero; Art. 419 referido a homicidio; y el art. 420.

"La correspondencia de Valencia"
17-12-1932

Como vemos, a pesar de la ley, la población reaccionaba agresivamente. ¿Por qué? Hay varias razones que podrían haber actuado -de forma aislada o conjunta- en un linchamiento: El miedo; la indignación ante un suceso reiteradamente impune o mínimamente condenado; tensión política; la corrupción o ineptitud de la policía o la justicia; Un código penal que no comprende la repercusión del delito o falta cometido para las víctimas o para el grupo que deriva en turba; condicionamientos religiosos; racismo…

En este sentido Medina de Pomar no estaría ya a la altura de las grandes ciudades de España sino que se codearía con preeminentes lugares del mundo como los avanzadísimos Estados Unidos de Norteamérica de 1930 que reconocemos de las viejas películas a blanco y negro.

Calle Mayor de Medina de Pomar.

Cojamos unas muestras publicadas en la prensa española del momento:

  • “LINCHADO.NUEVA YORK. En Shaffer (Dakota del Norte), la muchedumbre ha linchado a un muchacho, colgándole de un árbol, por confesar haber dado muerte a toda una familia”. (El día de Palencia del 30 de enero de 1931)
  • “Hazard, Kentucky. Una turba de hombres y de mujeres penetró violentamente en la cárcel y se apoderó del negro Rex Scott, que fue linchado bárbaramente”. (El cantábrico del 8 de enero de 1934)
  • “Más del linchamiento del negro Cheek. Columbia, (Tennessee), 16 (por cable). Un desconocido telefoneó a las autoridades dándoles cuenta del linchamiento del negro Cord Cheek. Las autoridades acudieron y hallaron al negro colgado de un árbol y acribillado a balazos, pero no tienen indicaciones sobre quienes llevaron a cabo el linchamiento. Resulta que Cheek fue detenido el 16 de noviembre, acusado de haber violado a una muchacha de once años, que habita en una granja, pero el supuesto delincuente fue puesto en libertad por incomparecencia de los padres de la niña. United Press”. (La Vanguardia del 17 de diciembre de 1933).
  • “Indignación por el asesinato del hijo del millonario Hart. Millares de manifestantes asaltan la cárcel y linchan a dos gangsters. Hayward (California), 27 (por cable). El cadáver hallado en la bahía de San Francisco ha sido identificado. Se trata de Brocke Hart, hijo de un rico comerciante, que secuestrado y probablemente muerto. Al saber estas noticias, una muchedumbre de cinco mil hombres ha asaltado la cárcel donde se hallaban detenidos Thurmond y Holmes, quienes al parecer se habían confesado complicados en el crimen. Los oficiales de la cárcel intentaron rechazar a la turba usando bombas de gases lacrimógenos, pero con todo la muchedumbre se pudo apoderar de los dos individuos y los ahorcó.—United Press”.(La Vanguardia del 28 de noviembre de 1933)
  • "Linchamiento de un negro. Saint Joseph (Missouri), 89 (por cable).Una multitud enfurecida de siete mil personas, ha ahorcado al negro de 19 años Lloyd Warner, frente a la cárcel del condado. Warner había confesado haber ultrajado a una distinguida muchacha blanca el domingo último. Las autoridades de la cárcel emplearon gases lacrimógenos para contener a la multitud, pero sólo lo consiguieron por breve rato. Ni siquiera con el refuerzo de la Guardia Nacional pudieron impedir que la turba arrastrase a Warner desde la celda. Después de ahorcado, la muchedumbre encendió allí cerca una gran hoguera. United Press". (La Vanguardia del 30 de noviembre de 1933)


Vamos, que lo de Medina de Pomar estaba en consonancia con las “prácticas parajudiciales” de los años treinta del siglo XX.

Linchamiento de Shipp y Smith (año 1930 EEUU)

Entonces, lo normal. ¿No?


Bibliografía:

Código Penal español de 1870.
Periódico “La voz”.
Periódico “La vanguardia”.
Periódico “El Adelantado”.
Periódico “La Cruz”.
Periódico “El día de Palencia”.
Periódico “El Cantábrico”.
Periódico “La Correspondencia de Valencia”.
Periódico “El Progreso”.
Todocolección.net.