Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 29 de enero de 2017

USPAT: 306.904 Date: 1884/10/21


La máquina de escribir es hoy un invento muerto. Pocas mantienen en casa una encima de un armario (quizá una de aquellas Olivetti portátiles) y los más jóvenes solo reconocen de ellas el teclado QWERTY de su ordenador que se ha convertido en el canon. ¿Quién inventó la máquina de escribir? Pellegrino Turri, Henry Mill, William Austin Burt, Christopher Sholes, Carlos Glidden, Samuel W. Soule… y, quizá, también uno de Medina de Pomar, en Las Merindades.


Caminen desde la plaza Somovilla hacia la avenida de Bilbao. Avancen por ella hasta el cruce con la calle Portugalete y tómenla. Lean los carteles de las que se encuentren: Príncipe de Asturias, Pedro de Paz, Paraguay, Paraguay otra vez... y Vicente A. de Celada y Varona (este último apellido no aparece en la placa de la calle). Descansen un poco y remiren el nombre de la calle. ¿Lo conocen? Este ilustre medinés, con calle dedicada, es un jándalo que hizo su vida en la Tacita de Plata. Un hombre que cambió Las Merindades por el malecón de Cádiz ejerciendo de profesor mercantil en la ciudad más comercial del sur de España.

Don Vicente nació en Medina de Pomar el 19 de Abril de 1827, en plena década oprobiosa de Fernando VII. Según el libro “Medina de Pomar. Cuna de Castilla” fue el inventor de la primera máquina de escribir. Un invento hoy muerto, como les avanzábamos.

Sección desde el lado izquierdo

Con poco más de 50 años (1 de febrero de 1879) constituye una sociedad –parece que la segunda de este tipo- con el objeto social de desarrollar su invento. La base primera de dicha sociedad nos informaba que "Habiendo encontrado el señor don Vicente Alonso de Celada la difícil fórmula para escribir la palabra del hombre, a fuerza de estudios severos, tan pronto como se pronuncia por cierto aparato, se asociaron a dicho señor los comparecientes Torre y Rodruejo a fin de que, después de practicados los correspondientes estudios, se diese al público en España y en el extranjero, previa las patentes de derecho. Por virtud de la presente escritura, se aumenta la sociedad primitiva con la cooperación espontanea del señor Lazaga, que desde hace algún tiempo viene confundiéndose con los demás comparecientes".

En otra cláusula del acuerdo se le reconocía primacía frente a los demás socios en cuestión de reparto de beneficios pero él, generosamente, renunciaba a ese privilegio.

La máquina fue patentada en España el 17 de noviembre de 1881 con número de registro X0. 2.031.

“Invento: A los Sres. D. Pedro Torres y Soto, D. José Pérez Lazaga, D. Vicente Alonso de Celada y D. Jorge Rodrigo y Pueyo, vecinos de Cádiz, se les ha expedido patente por veinte años por un aparato titulado “Protuógrafo” (sic), para sustituir a la taquigrafía, reemplazándola en todas sus aplicaciones de seguir y reproducir la palabra y el pensamiento humano por medios mecánicos y con caracteres impresos, sirviendo al mismo tiempo para todos los usos de la escritura realizada mecánicamente. Si el Sr. Torres es como suponemos el digno hijo del notable fabricante de instrumentos de precisión, en la patente que antecede, hay ciertas probabilidades de que se trate de algún invento verdadero”.

Mención en "La Gaceta Industrial"

Sorprende la duda sobre la existencia de ciertos inventos patentados y la mala transcripción de su nombre. En fin, sigamos. No solo en nuestra patria sino que también se inscribió la patente en Francia el 15 de julio de 1882 y N ° 150.124; en Inglaterra el 31 de julio de 1882 y número de registro N ° 3.633; y en USA se presentó la solicitud el 18 de diciembre de 1882 y se registró el 21 de Octubre de 1884 como mejora de aparatos taquigráficos para reproducir discursos. Es decir, para registrar el habla por medios mecánicos y en caracteres impresos. Parecía un piano pequeño y tenía treinta teclas.

Cada una de ellas designaba una letra, carácter o signo a imprimir en el papel cuando la tecla es pulsada. Huelga explicar el mecanismo de las teclas de una “máquina de escribir” pero, si tiene interés, les adjuntamos las hojas de la oficina de patentes americana donde se explican esos pormenores, y algunos otros que se han obviado. Sigamos con las explicaciones: el papel que recoge los datos está enrollado sobre un tambor –carrete-, y pasa de allí, entre dos rodillos, sobre la plataforma de impresión hacia otro rodillo.

Vista lado derecho

El papel queda sujeto por medio de un dispositivo de fricción que actúa por medio de un muelle. El papel se enrolla finalmente sobre un segundo carrete por medio de un movimiento de reloj que concentra su fuerza sobre una rueda dentada que engrana con dicho carrete.

Los avances del papel son de tres milímetros en tres milímetros. Si se pulsa cualquier tecla, por ejemplo la “A”, su palanca la imprimirá y el rodillo hará avanzar el papel. Terminada la charla, el mecanismo de reloj es desacoplado, el freno liberado y la tira de papel escrita puede volver al primer carrete. Entonces es agarrada por su extremo para hacer que pase a través de una ranura de la máquina y enrollarlo a un carrete paralelo a la ranura y, haciendo que la bobina gire a mano, se puede leer y copiar los datos. Este nuevo carrete sobre la tapa es desmontable.

El funcionamiento del aparato tenía ciertos condicionantes. Para permitir que el operador captase todas las palabras al menos una sílaba debe ser pulsada a la vez. Todas las sílabas se pueden integrar en un sistema que incluye un conjunto completo de consonantes para las consonantes iniciales, un conjunto de vocales y un conjunto completo de consonantes para las consonantes finales.

Sección eliminando la parte superior

Claro que, al parecer, el número de sonidos articulados de un golpe de voz es cinco. Si son más sonidos resultan irreconocibles (al menos en castellano). Y, también, el máximo de cinco sonidos sólo se alcanza en una sílaba donde hay dos sonidos consonantes iniciales y dos finales. Las sílabas que contienen cinco o menos sonidos ocuparán casi la misma duración, ya que sólo se requerirá un impulso de la voz (que determina la duración del tiempo ocupado).

En el caso de que una sílaba contenga más de cinco sonidos, el tiempo de enunciación se duplicará, o casi, si se añade un solo sonido, y se aumentará proporcionalmente si se añaden más sonidos y, en consecuencia, los golpes de voz. Resumiendo: el operador de un aparato taquigráfico nunca será requerido para golpear más de cinco llaves simultáneamente.

Vista frontal

Y lo dicho influye en la disposición del teclado y de las manos sobre el mismo. El teclado se dispuso para que las consonantes iniciales fuesen operadas solo por los dedos de la mano izquierda, las consonantes finales solo por los dedos de la mano derecha y las vocales por los pulgares de ambas manos. Resultando que cada mano controla un conjunto de llaves que representan todas las letras, o todos los sonidos fonéticos de una lengua. Estas claves, duplicadas para las vocales, constituyen una característica del invento y ventaja para su uso dada la proporción de vocales. Por ello podría disponerse, explicaba el inventor, desde veintiséis teclas para cada mano en el cálculo más bajo y cuarenta teclas si se adoptan caracteres fonéticos. Para evitar una disposición engorrosa se disponen treinta llaves: quince llaves por mano donde varias pueden ser pulsadas simultáneamente.

Inicialmente las instrucciones podían parecer engorrosas pero Vicente indicaba que era sencillísima la aplicación del sistema. Hum… Veamos:

“Sólo la mano (izquierda), ya que la disposición del teclado de la mano derecha en general será el reverso de la de la izquierda, esas letras se colocan primero (en el lado izquierdo), que nunca puede ser la segunda letra combinación posible de dos Consonantes, y entre estas letras y las vocales se colocarán aquellas letras que pueden llegar en segundo lugar en una combinación de dos consonantes. Las consonantes de casi todos los idiomas se pueden arreglar de tal manera que proporcionen casi todas las combinaciones posibles de dos consonantes, de modo que se necesitará un solo conjunto de letras y los pocos casos excepcionales son tan raros que muy pocas combinaciones arbitrarias Suficiente para cubrirlos.”

Plano transversal inferior

Don Vicente indicaba que el dedo meñique de la izquierda se emplea para operar sucesivamente sobre la primera, la segunda, la tercera, la cuarta y la quinta teclas, que representan, respectivamente, las letras GKBPF; que el anular para actuar sobre la sexta clave (letra T); que el dedo medio sobre la séptima llave, letra D; y que el dedo índice está destinado a ser pasado sucesivamente sobre la octava, novena, décima, undécima y duodécima llave (L R RR M J). Así es posible formar hasta veinticinco consonantes. El pulgar produce las vocales A I U presionando las llaves decimotercera, decimocuarta y decimoquinta.

La mano derecha actúa simétricamente. Hay veinticinco consonantes y seis vocales bajo el control de la mano izquierda, y el mismo número de consonantes y vocales bajo el control de la mano derecha.

El invento podía registrar números. Un solo pasaje de los dedos sobre las teclas era suficiente para anotar todos los números correlativos de 1 a 9.999.999 y es posible llegar a un total de cuarenta millones, menos cuatro unidades. Y, para evitar confusiones hay variaciones en el sistema de cifrado.

Café Fornos (Cortesía de "Es Madrid no Madriz")

Por supuesto este era un superficial acercamiento a la máquina pero, entendemos, que necesario para comprender lo qué se presentaba en el “café Fornos” de Madrid. 

Este local se abrió el 21 de julio de 1870 en la esquina de la calle Virgen de los Peligros con Alcalá. Era un aviso de modernidad: se hablaba de política, de literatura y de regeneracionismos tras el año 1898. Nobles y burgueses se solazaban en el local. Quizá ayudados por los reservados, salas y diversas plantas que les permitía estar, si lo deseaban, separados de las clases medias que visitaban el local. Era un lugar de divanes, tapices, alfombras y cuidada vajilla. Toda una novedad para la época de Alfonso XII. Tuvo, incluso, un reportaje de inauguración en la prensa del momento. Su propietario era Pepe Fornos, cercano al marqués de Salamanca. Fue un punto de reunión de lo mejor de la sociedad madrileña del momento.


En la planta superior había un restaurante con una carta exquisita. En el entresuelo se encontraba la tertulia “La Farmacia”. En la planta inferior se encontraban los discretos reservados en los que se realizaban almuerzos, cenas privadas y demás saraos, siempre dentro de la más estricta intimidad.

Y es en uno de los reservados del sótano donde se presentaría el “Pontuógrafo” -que es el nombre correcto del aparato-. Les transcribo el texto que presentó el “Diario de avisos” de Madrid del jueves 11 de agosto de 1887 sobre un acto sucedid el lunes 8 de agosto por la tarde:

“En el entresuelo del café de Fornos se ha verificado el examen y prueba de un nuevo aparato llamado Pontuógrafo, que sirve para trasmitir las palabras de un discurso y las concepciones del pensamiento con suma rapidez. Consiste este aparato en un lujoso mueble de palo-santo primorosamente trabajado, de forma muy parecida a la del armonium, pues tiene, como éste, un teclado dividido en dos, colocado convenientemente para ambas manos, y que comunican por medio de palancas a un alfabeto especial. Para funcionar dicho aparato no hay más que tocar con los dedos a un mismo tiempo tantas teclas como letras o sílabas se quieran gravar en el papel, resultando con frecuencia la impresión de una sola palabra en un solo golpe.

A la construcción de ese aparato debida al instrumentista mayor del Observatorio de San Fernando, D. Pedro Torres y Soto, ha servido de base la clave silabográfica inventada por don Vicente Álvaro de Celada, quién empleó en tan arduo trabajo más de veinte años.

El Sr. Celada ha muerto antes de ver que el éxito ha coronado la obra a que consagró todos los desvelos de su existencia y todos sus recursos, y gran parte de los de su familia. Las pruebas practicadas dieron un brillante resultado, contribuyendo a ello la señora viuda de Riánsares, encargada de la manipulación del aparato”.

“La correspondencia de España” completaba el texto (martes 9 de agosto), idéntico por otro lado, con una última frase que conviene adjuntar:

“Los periodistas y demás invitados a presenciar el ensayo del Pontuógrafo fueron obsequiados por el Sr. Torres con un espléndido lunch”.

La revista bilingüe “Volapúk” recogía esta presentación, firmado por Iparraguirre, en su número IX de 1887 y cuyo recorte presentamos:



Si se han fijado la invención de Prontuógrafo se la asigna a Pedro Torres y Soto. Supongo que fruto de la máxima de que “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Y el bollo, evidentemente, era la búsqueda de financiación entre los burgueses que disfrutaban del bar. La pena es que la prensa lo presentó como una curiosidad y podríamos llegar a pensar que era un espectáculo para disfrute de ricos ociosos.

A estas alturas del trabajo se habrán percatado que lo de inventar una máquina de escribir es mentira. Más bien era una máquina de taquigrafía. ¿Y fue inventor de esta? Pues…


Antes de responder demos unas notas sobre la taquigrafía. Esta omite partes de los discursos y un texto así recogido no puede ser entendido por otro taquígrafo que no lo haya escuchado previamente. Nombres de inventores de sistemas de taquigrafía tenemos a Jenofonte, Marco Tulio Tirón, Timothy Bright, Heinrich Roller, o Francisco de Paula Martí en 1802 para España. A su vez hay varios sistemas taquigráficos como el método Pitman, el Garriga, el de Gregg o el Larralde.

(Cortesía Bibliotypes)

Estamos acostumbrados a ver en las películas, en el Congreso de los Diputados del reino de España o -si han tenido el inconveniente- en los juicios al taquígrafo pulsando unas pocas teclas (21 a 25) en una cajita. Esas máquinas son tanto mecánicas como digitales, las letras presentes se adaptan a los diferentes idiomas… y llevan en circulación desde el siglo XIX. Como la de Vicente.

¿Qué queda? ¿Qué importancia tiene la creación de Vicente? Mejor dicho, ¿Creó “la” máquina estenógrafa (nombre correcto del invento)? No. Pero, al menos, creó una.


Bibliografía:

Periódico “Diario oficial de avisos”.
Periódico “La correspondencia de España”.
“La Gaceta Industrial”.
Periódico “Crónica de Las merindades”.
Periódico “La dinastía”.
“Medina de Pomar. Cuna de Castilla” Inocencio Cadiñanos Bardeci, Emilio González Terán y Antonio Gallardo Laureda.
Oficina de patentes de EEUU (a través de Google)



Anexo: Documentación de la patente para EEUU:














domingo, 22 de enero de 2017

En el recuesto de la montañuela descansa Villacomparada de Rueda.


Hoy nuestra entrada recorrerá la historia de esta población. No la confundamos con la Villacomparada de Medina de Pomar que está camino de Trespaderne. La de Rueda está prácticamente unida a Villarcayo o, al menos, las aceras y las farolas –clásicos indicadores de entorno urbano- llegan al inicio del pueblo. Los “dos kilómetros” de hace más de cien años ya no son nada.

Como nada son los mil años que acumula sobre sus espaldas. La advocación de la iglesia es de las generalizadas entre el siglo V y el VIII en un época, de cultura neovisigoda, en el que se asienta la cristianización del norte. Momento de reestructuración del reino de Asturias por Fruela I y por su hijo Alfonso II que llega hasta mediados del IX.

En Villacomparada (de Rueda) tenemos la advocación de San Martín y un yacimiento altomedieval para reforzar los hechos. Formó parte del alfoz de Cigüenza y, posteriormente, de la Merindad de Castilla la Vieja con capitalidad en este lugar.

Campanario de la iglesia de San Martín

Esta población nos consta documentada en el año 993 como donación al monasterio de San Pedro de Cardeña. Y en el cartulario de San Millán –año 1009- aparece como Villacomaparate.

El Becerro de Behetrías nos dice que este lugar es solariego de hidalgos y de la iglesia de Burgos y que paga al rey moneda y servicios “cuando los otros”. Con respecto a los derechos de los señores consta (dando nombres) que don Nuño y don Diego, hijos de Pedro Fernández, reciben nueve almudes de pan por medio de trigo, cebada y veintisiete maravedís. La iglesia de Burgos solo tres almudes por los mismos conceptos y nueve maravedís.

Hoja correspondiente a Villacomparada de Rueda
en el Becerro de Behetrías

A mediados del siglo XIV aparecen diversas referencias a las posesiones de la iglesia de Burgos en Las Merindades. En algunas ocasiones se refieren al obispo, otras a Santa María de Burgos, al cabildo de Burgos –lo más probable- o iglesia de Burgos. En fin, que tenía parte en Villacomparada de Rueda entre otros lugares como San Julián de Mena o San Martín de Porres.


Sin escaparnos del siglo XIV (en 1358) vemos una transacción poco “cristiana” en la que el moro Alhalla y su mujer, moradores en Villacomparada de Rueda, cambian con una monja de Santa Clara una tierra. Es decir, que hubo mudejares viviendo en el caserío de Villacomparada de Rueda. ¿Vivian entre los cristianos? ¿Había una zona mora? ¿¡Qué decirles!? Asuman que en Castilla no se les obligó a vivir en aljamas hasta 1480 con lo cual…

Lo que está claro es que, además de la mayor carga fiscal, los mudéjares, como los judíos, estaban inhabilitados permanentemente para ejercer oficios públicos que implicaran jurisdicción sobre los cristianos, iba “contra natura”.

De todas formas en algunos aspectos la integración sociocultural de los mudéjares, lenta y parcial, se producía: en el siglo XV era general la pérdida de la construcción onomástica árabe por lo cual estos musulmanes llevaban nombres propios ismaelitas pero apellidos de lugar, oficio o condición a menudo idénticos a los de sus convecinos cristianos. Al mismo tiempo, las estructuras elementales de parentesco y el régimen matrimonial, casi siempre monógamo, eran prácticamente iguales a las de la mayoría.


Evidentemente no era lo mismo ser mudéjar en el campo –caso del vecino de Villacomparada de rueda que era agricultor- o en la ciudad, especializados en oficios manuales de carácter artesanal o de pequeño comercio urbano.

Con el Marqués de la Ensenada y su catastro obtenemos más, mucha más, información. La encuesta se recogió en Villarcayo el 28 de abril de 1853 Bernardo Martínez Avellano como abogado de los reales Consejos se reúne con Antonio Díaz de la Peña, cura beneficiado de Villacomparada, con Vicente Romero como teniente de regidor y con José Gutiérrez, Matías Fernández y Julián Sainz, labradores. Se declaraba lugar de realengo pagando a la corona 116 reales de vellón por diferentes impuestos.

Terreno de secano con tierras dedicadas a trigo y centeno; tierras en barbecho y tierras sin cultivar; árboles como manzanos, nogales, perales, olmos y ciruelos dispersos por las tierras de labor y los caminos. No hay ganaderos y el soto del pueblo se arrendaba a los tratantes que llegaban a las ferias de Villarcayo. Colmenas sí que había y podríamos definirlas como “un tipo de ganado”. Eran 29 colmenas propiedad de Margarita Saravia (veintiséis delante de su casa), Matías Fernández (1) y Francisca de la Campa (2).

Relación de vecinos del Catastro de Ensenada

Hemos dado la impresión de que no había ganado. Falso. Había bueyes, vacas, ovejas, cerdos y cabras para los usos correspondientes de las casas. Ya sabe, lo típico, un par de bueyes, una vaca, un cerdo para consumo…

A la iglesia le pagaban los diezmos (un tercio para el obispado y dos para el cura beneficiado) y primicias. Diez fanegas y cuatro celemines por vecino respectivamente. Y, ojo, que solo había ocho vecinos y dos viudas que constaban como media vecina cada una. Amén del pastor del ganado. Había doce casas habitables, dos pajares y seis casas arruinadas. Ningún hospital ni similar.

Y esa poca población tenía una deuda de 1.250 reales de principal al seis por ciento suscrito con Beatriz Colmenares y Juan Saravia y que ahora posee Margarita Saravia. Parte de esa deuda la pagarían con ayuda de la taberna arrendada por el pueblo a Matías Fernández por 210 reales. Otro que redondeaba el año, aparte de ser agricultor, era Pedro Vivanco Zorrilla que es sastre y trabaja en ello 180 días.

Palacio de los Rueda Saravia al fondo.

Como ya sabrán si siguen esta bitácora, a partir de este momento se sucederán los diccionarios geográficos y las publicaciones profesionales decimonónicas que recogen la situación de los pueblos de España.

Si nos fijamos en el diccionario de Sebastián Miñano (1928) nos dice que es de la provincia de Burgos, del partido de Castilla la Vieja en Laredo y del corregimiento de Villarcayo, merindad de Castilla la Vieja. Ya, del tirón, nos informa que son 22 vecinos lo que se traduce, realmente, en 92 habitantes. Subraya que tiene una parroquia.

Vista aérea entre 1945-1946

Saltemos hasta el centro del siglo XIX donde conocemos las referencias que sobre Villacomparada de Rueda escribe Pascual Madoz. “Situado al pie y falda de una cuesta que le domina por el este. Reinan con frecuencia los vientos del Norte. Su clima es frío pero sano, y se sufren pulmonías y constipados. Tiene 19 casas y una iglesia parroquial (San Martin) servida por un cura párroco. El terreno es de mediana calidad. Le fertiliza el río Nela, sobre el cual hay varios pontones de madera. Los caminos son locales y el correo se recibe de Villarcayo. Se producen cereales, legumbres y patatas, se cría ganado cabrío y vacuno”. Su alimentación se complementa con la caza menor y la pesca común de río. ¿Habitantes? Pues 16 vecinos que agrupaban a 60 personas.

De 1827 a 1850, unos 23 años, la población descendió en un tercio. Nada bueno. Quizá por ello, en 1872, los vecinos de este pueblo pidieron ayuda económica para reparar el puente de la carretera de Torme. Pero el ayuntamiento de la Merindad de Castilla la Vieja les dicen que “verdes las han segado” y que esperen al año siguiente para ver algo de dinero. Bueno, o eso le dijo Félix Martínez (Alcalde de la Merindad) a Julián de la Peña (alcalde de Villacomparada).

Vista aérea 1956-1957

No era un gran pueblo, entiéndanme, me refiero a que era un pueblo pequeño con un número reducido de vecinos y a poca distancia de Villarcayo. Y se notaba porque en 1881 no figuraba ningún comerciante en Villacomparada. Y, como mínimo, la situación continúa así durante una década. Será en 1894 cuando, hurgando entre polvorientos y frágiles libros digitalizados, sepamos el nombre del pastor de almas que cuidaba del rebaño local: Isaac López que continuará hasta, al menos, 1911.

En cambio, los profesores que instruirán a los niños rotarán con mucha más facilidad. Sabemos que en 1894 el profesor fue Bruno Alcalde; entre 1898 y 1901 es Santiago Heras Contreras (que cuando estuvo de baja por enfermedad fue sustituido por el párroco); Francisco Mayoral Pérez es nombrado en diciembre de 1904 para atender a los hijos de sus 104 moradores; Leocadia Hernández se encargará del trabajo en 1906; para el curso 1909 a 1910 el Profesor sería Moisés Barga López; y en 1911 Petra Llanos Ortega. Un concurso de traslados urgente trae a Felisa Miguel Villa. Por no ser insistente dejaré caer algún nombre más como Teodora Puertas, Rogelio Rodríguez Salazar, Ricardo Díez Medina, Prima Feliciana López Omar o Celso López Gallego.

Escuelas de Villacomparada de Rueda

Pero retomemos el hilo de la industria de Villacomparada de Rueda porque en 1902 está funcionando una fábrica de electricidad llamada “Electra de los Arriolas”. Esta, parece ser, se encargaba del alumbrado público de Villarcayo junto a la de Churruca. Puede que gracias esa empresa tuviesen la carpintería de Donato Rueda, al menos desde 1905. ¿Suficiente para un pueblo de 114 habitantes?

Y ustedes pensarán: “¿Cómo había una central hidroeléctrica en Villacomparada de rueda? ¡Nunca he visto un pantano en la localidad!” Pero seguro que han visto los restos de un molino junto al río. Si rastreamos las relaciones empresariales encontramos que, al menos en 1908 y no dudamos que seguramente desde mucho antes, eran fabricantes de harinas que en ese alambicado lenguaje significa molineros.

Fotografía aérea 1973-1986

Y, dado que estamos en España, debemos señalar los bares que ya existían en este lugar, paso obligado de carreteros en su camino hacia Villarcayo desde la lejana villa de Bilbao y el Valle de Mena. Son la taberna de Pedro Albajara y la de Víctor Casas.

Tras la guerra civil del siglo XX, en 1950, hay 128 habitantes. Una cifra que no se aleja de la línea de años anteriores a la guerra (100 habitantes en 1931). Actualmente hay entre 30-50 personas censadas en este pueblo del municipio de Villarcayo que les recibirá con cariño cuando lo recorran.

Toma aérea 1980-1986

Lo encontrarán pegado “a la carretera (…) edificado en el recuesto de la montañuela, con iglesia románica interesante del siglo XII, que conserva íntegro su ábside y varias casas palacios, entre otras, las de los de Rueda (siglo XV) y Peña” palabras de Julián García Sainz de Baranda.

Desde la carretera general hacia Villarcayo vemos la torre superviviente de lo que fue el palacio fortificado de los Saravia de Rueda los cuales fundarían en 1515, a través de Juan Sánchez Saravia de Rueda, sobre la torre de Loja -o de Penilla- en Quintana de Valdivielso un mayorazgo que heredó su hijo el licenciado Juan de Saravia Rueda fallecido en 1534. Fue alcalde mayor del Condestable de Castilla.

Fachada de los Díez Peña

En el centro del pueblo, mirando desde abajo a la iglesia, encontrarán la casa de los Díez de la Peña. Según Luis Varona Saravia, "aunque hubo muchas casas con este apellido, la de más antigüedad y nobleza estuvo ubicada en esta localidad de Villacomparada de Rueda. Construida en piedra de cantería tenía por defensas tronerar y saeteras, cubos en sus puertas, foso y barbacana. Su término redondo era muy extenso, cercado de cal y canto, con huertas dentro y fuera de él. En la iglesia de San Martín (la del lugar) contaban con capilla propia, al lado del Evangelio, para para sus entierros”.

Probables restos de esa, también, desaparecida casa fuerte hay en la fachada de una casa un escudo de armas bastante deteriorado. Está timbrado por un casco de cuyos penachos surge una mano empuñando una espada quebrada. Dos salvajes provistos de sendas varas hacen de tenantes. Completan el adorno lambrequines, hojas y cascabeles. En su campo figura un castillo donjonado defendido por una muralla, con su puerta y varios cubos, y surmontado por tres estrellas de ocho puntas: armas de Peña. En la bordura una estrella de ocho puntas, en jefe, y diez cabezas de moros con turbante: armas de Díez. Al pie del escudo figura la leyenda. "Esto solo satisface”

Escudo de los Díez Peña

“Hállanse noticias -según Varona- desde Juan Díez de la Peña, señor de esta casa de Villacomparada de Rueda, que casó con una hija del alcalde Pedro Pérez  de Salinas, de la casa de este apellido en Medina de Pomar, de donde era vecino. De este matrimonio fue Hernando Díez de la Peña, que sucedió en la casa y Francisco de la Peña que casó en Soria.

Hernando Díez de la Peña casó con María Fernández Varona, natural de Puentedey, y tuvo a Juan Díez de la Peña que sucedió en la casa y mayorazgo. Juan Díez de la Peña casó con Susana Saravia de Rueda, hija de la casa de Saravia de Villacomparada y tuvo a Juan Díez de la Peña, que sucedió en la casa y al capitán Pedro Díez de la Peña que casó con doña María Gómez de Isla, de Villalaín.

Juan Díez de la Peña fue Comendador de la Orden de Santiago, pasó a Inglaterra con el oficio de aposentador de Felipe II. Hallóse en la batalla de San Quintín ganando una bandera que depositó en la capilla y entierros de su casa en la iglesia de Villacomparada. Concurrió con Pedro Merino el que prendió en aquella ocasión al Condestable de Francia. Casó con doña María de Bustamante, hija de la casa de Villalázara y tuvo a Juan Díez de la Peña, que les sucedió; a doña Aldonza de la Peña que casó con don Juan de Velasco, señor de la casa de Ribacardo, y a doña María de la Peña que casó en Salinas de Rosío con dos Juan de Céspedes Vallejo.

Juan Díez de la Peña casó con doña Inés de Isla Salazar, hermana de don Bartolomé de Salazar, de esta casa en Villarcayo, y tuvo a don Pedro Díez de la Peña, abogado de los Reales Consejos, que casó con su prima hermana doña Ana María de Velasco, hija de doña Aldonza de la Peña y de don Juan de Velasco. Tuvieron cuatro hijos y una hija. El mayor, estando estudiando en Valladolid casó desigualmente en el año 1655, por lo que posiblemente fue desheredado”.

En los libros de bautizados de Villacomparada de Rueda consta don José Díaz de la Peña Velasco, posible sucesor en el mayorazgo, casado con doña Francisca González de Cartes, vecinos de Burgos. Hijo se este matrimonio fue don Felipe Díaz de la Peña Velasco Salinas que casó con doña Francisca de la Campa. De este matrimonio fueron Antonio Jacinto, bautizado el 20 de febrero de 1724, Josefa Francisca, Lucía Felipa, José Felipe, Teresa Francisca, José Bernardo, Lucas Pedro, Pedro Felipe y Rosa.

“En el año 1803 localizamos al que fue uno de los últimos mayorazgos de casa. Se trata de don Pedro Díaz de la Peña Salazar y Rozas, teniente de fragata la Real Armada, señor mayor de las casas fuertes de Villacomparada, Villanueva y Ribacardo, vecino de la ciudad de Burgos; hijo legítimo de don José Díaz de Peña y Velasco y de doña Juana de Rozas, el primero difunto, vecino que había sido de la referida ciudad, y la dicha señora residente en Madrid. Había casado el citado don Pedro con doña Ascensión de Vera y tenía tres hijos: Lino, Felipe y Manuela”


Y ya que nos hemos metido a hablar de sagas familiares (solo los de una de las tres casa con escudo que hay en la población, ojo) recordar, para finalizar esta entrada sobre Villacomparada de rueda, al niño Gonzalo Pérez Herrero fallecido en una rara explosión en el cercano junio de 1979 mientras jugaba con dos amigos en los campos cercanos al casco urbano de la pedanía.


Bibliografía:

Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración.
Anuario Riera.
“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media”. María del Carmen Sonsoles Arribas Magro
Becerro de Behetrías.
“Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo XVI”
“El Obispado de Burgos y la Castilla primitiva desde el siglo V al VIII” por Luciano Serrano, Abad de Silos.
“Apuntes descriptivos históricos y arqueológicos de la Merindad de Valdivielso” por Luciano Huidobro y Julián García Sainz de Baranda.
“Diccionario Geográfico-estadístico de España y Portugal” de Sebastián Miñano.
“Villarcayo y la Merindad de Castilla-Vieja” por Julián García Sainz de Baranda.
“Medina de Pomar, arqueológico y centro de turismo” por Julián García Sainz de Baranda.
Gaceta de Instrucción Pública y Bellas Artes
La Revista de Santander (Santander).
Suplemento a La Escuela moderna.
Revista de historia y de genealogía española.
Periódico “El Papa-Moscas”
Periódico “La Hoja del Lunes”
“Nomenclator o Diccionario de Ciudades y pueblos” de Floridablanca
“Nomenclator de las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población de España formado por el INE con referencia al 30 de diciembre de 1950”
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar” de Pascual Madoz.
Fototeca Digital del Ministerio de Fomento del Reino de España.


sábado, 14 de enero de 2017

Cuando los Becerros hablan.


En esta entrada intentaremos desbrozar el asunto de la dependencia múltiple, de servir a más de un señor, que –como todos sabemos por la catequesis- es algo poco viable. Pero el campesino castellano llegaba a depender de dos o más amos. El asunto tenía relación con el desarrollo de la propiedad de los señores (propiedad dominical) y con el de las estructuras señoriales (dominio señorial). Conceptos importantes que hay que recordar.

La mayor parte de la información sobre esta doble dependencia nos asalta desde las páginas del “Becerro de Behetrías”. Imprescindible documento para conocer Castilla la Vieja y que se remonta a 1351 cuando Pedro I de Castilla (conocido por “el Cruel” o “el Justiciero” según enemigos o amigos) accedió al gobierno efectivo del reino tras recuperarse de una grave enfermedad. Su privado Juan Alfonso de Alburquerque solicitó, en las Cortes de Valladolid de ese 1351, que las villas de behetría fueran repartidas entre quienes eran sus naturales, como si fueran solariegos. Una forma como otra cualquiera de empezar pisando los callos de los nobles, de buscar ensanchar la capa burguesa del reino y de fortalecer la corona.

Retrato idealizado de Pedro I de Castilla por
Joaquín Domínguez Bécquer

Evidentemente al reparto se opuso, entre otros, un poderoso señor de behetrías como era Juan Rodríguez de Sandoval. ¡Minaban sus fuentes de ingresos! Dada la polémica el rey ordenó que se realizara una pesquisa general en la Merindad Mayor o Adelantamiento de Castilla para conocer la situación de las behetrías. Es decir, escogían una muestra de poblaciones para estudiar el sistema a juicio. Esto nos lo cuenta el famoso canciller Ayala, Pedro López de Ayala, en su crónica. El resultado es el libro conocido como “Becerro de las Behetrías”. En él se registraron el tipo de señorío de cada enclave, el nombre del señor o señores del lugar, las rentas que los campesinos pagaban al rey y las que pagaban al señor o señores dentro de quince de las merindades menores que se integraban en la Merindad Mayor de Castilla. Entre ellas la Merindad de Castilla Vieja donde la behetría estaba presente en el 28'03% de los lugares. ¿Mucho? Pues compárenlo con la de Asturias de Santillana (59'21%) o con la de Tierra de Campos (18'93%).

Fragmento del "Becerro de Behetrías" (1 de 3)

Unas especificaciones más: el Becerro no contiene una lista de lugares o núcleos de poblamiento sin más, sino una de aquellos que tenían entidad fiscal y/o jurisdiccional. Así, hay lugares con aldeas dependientes y estas últimas pueden aparecer sólo mencionadas en el epígrafe del lugar principal -caso más frecuente- o en su propio epígrafe. Otro problema son los despoblados, algunos de los cuales aparecen y otros no. Por último, un tercer problema son los lugares que no se mencionan, sin que aparentemente existan justificaciones, debido a posibles errores de los pesquisidores u otras razones más… “indolentes”.

Fragmento del "Becerro de Behetrías" (2 de 3)

Cualquier campesino castellano dependía, en primer lugar, del señor o señores de la villa donde vivía. Es el dominio señorial que muestra el Becerro con detalle: Rey, noble u orden religiosa. Las tierras que trabajaba ese campesino, o las casas que habitaba, podían pertenecer a ese mismo señor o podía haber otro u otros señores que dispusieran de ciertos derechos sobre ellas -propiedad dominical- y le reclamaran, por ello, el pago de rentas. Una última posibilidad sería que las tierras que trabajara el campesino no estuvieran sujetas a reclamación directa de derechos de propiedad ni por parte del señor del lugar -que basaría su señorío en un componente diferente- ni por otros señores-propietarios. Suyas, vamos, del villano.

Fragmento del "Becerro de Behetrías" (3 de 3)

Vamos, que un campesino podía verse obligado a depender de diferentes señores que podían estar, incluso, enemistados unos de otros. Asuman que era inherente a la behetría la fragmentación señorial, el depender de varios señores. Bartolomé Clavero definió hace tiempo los componentes de la propiedad territorial feudal en términos jurídicos. Serían derechos superpuestos que Clavero fue capaz de aislar y definir históricamente. Claro que enfoca el asunto desde un punto de vista jurídico, de una sociedad donde las leyes tendrán un peso abrumador.

Y eso, aunque solventa problemas, no sirve para solucionarlos todos cuando se aplican al medievo no tardío. Las relaciones sociales en el marco de un señorío hacia 1300 estaban delimitadas por normas jurídicas, entre ellas las relativas a los derechos sobre la tierra. Pero no sólo por normas jurídicas.

Relación medieval "clásica". 

¿Mucho lío? Retomemos los términos de propiedad dominical, dominio señorial y señorío jurisdiccional. Y, también, insistamos en el término de behetrías. Son una forma de señorío en la que actúan varios señores: un grupo de diviseros o naturales que ocupan lo que viene denominándose el señorío intermedio, y un señor, generalmente individual, ocupa el señorío superior o singular del lugar. Sin olvidar los condominios; es decir, los lugares en los que existen varios señores en combinaciones de formas señoriales distintas. Los más frecuentes eran los condominios de abadengo y solariego, los lugares donde hay uno o varios señores eclesiásticos (abadengo) y uno o varios señores laicos (solariego).

¿Miramos lo que dice el R.A.E.? “Behetría: que podía elegir por señor a quien quisiese, con tal que fuese de determinados linajes que tuviesen naturaleza en aquel lugar”. Es una forma de verlo. Podían elegir señor casi como se elige hoy a quién le alquilas la casa. ¿Más claro? Ale, pues sigamos.


Analizando varias de las merindades del libro vemos la mayor importancia del señorío laico sobre el eclesiástico. Sumando las behetrías más los solariegos más los lugares de condominio con cualquier forma de participación de behetría o solariego, obtenemos que los nobles laicos podían ejercer derechos señoriales en el 63'74% de los 684 lugares estudiados por Ignacio Álvarez Borge de entre los 2.404 poblamientos. Los condominios con participación de abadengo son el 38'74%. Y eso teniendo en cuenta que el volumen de documentación superviviente para el período anterior a la segunda mitad del siglo XIV es de procedencia casi eclesiástica. Con lo cual conocemos mejor la historia de los señoríos de la Iglesia que la evolución de los señoríos de la nobleza.


Obviamente, unos y otros tuvieron aspectos comunes. Y dispares. En este conocimiento nos ayuda el “Becerro de Behetrías”. Además, la presencia de varios señores en un lugar determinaba de manera importante las situaciones concretas de dependencia señorial para los campesinos. Buen número de campesinos castellanos vivía en lugares cuya situación señorial no corresponde con la imagen “tradicional” de señor feudal y siervo.


Tanto en el caso de que hubiera un sólo señor como en el caso de que hubiera varios, el señor o señores del lugar podían disponer de derechos sobre el conjunto de las tierras de labor -por supuesto, también sobre los comunales, bosques, ríos ...pertenecientes al lugar-. Dejando a un lado los derechos de los campesinos sobre las tierras que trabajaban, derechos que también podrían definirse en términos de propiedad, pero de propiedad dominical.

Una forma de aproximarse al estudio de la propiedad señorial es reconstruyendo dominios eclesiásticos y laicos. La documentación conservada permite hacerla –cómo hemos indicado- para los religiosos, en bastantes casos, con una cierta precisión, pero apenas recogemos datos sueltos sobre los nobles laicos. Asumimos que los dominios nobiliarios eran similares, en su estructura, a los de las documentadas instituciones eclesiásticas.

Valle de Losa

La mayoría de los señores clericales tenían tierras en muchos más lugares que las villas y aldeas donde podían ejercer derechos señoriales. Las proporciones entre propiedades y señoríos (lugares donde tienen propiedades y lugares donde pueden ejercer el señorío) son muy diversas.

La presencia de nobles propietarios no siempre ha quedado reflejada con claridad en la documentación conservada. Y no solo eso sino que hay casos en que los nombres están alterados, o cambiados, lo que genera dudas sobre esos individuos y su estado. Agravémoslo, los apellidos toponímicos son menos útiles cuando se trata de los sectores inferiores de la nobleza porque el apellido no se transmitía de padres a hijos con la misma regularidad que entre los sectores superiores. De los bastardos mejor ni hablamos porque solían llevar un apellido distinto al de sus hermanastros.

Merindad de Montija

Y -ya metidos en esta digresión de los herederos- fijémonos en el caso femenino. Desesperante. Primero, un noble tendría derechos en cierto lugar por su mujer sin poder identificar esta. Claro que hay salvedades: Diego Pérez Sarmiento tiene la mayor parte de sus derechos en cierta merindad por su mujer que era María, la hermana de Pedro Fernández de Velasco. Atribuir esos derechos a los Sarmiento sería falsear un tanto los datos porque proceden de la herencia del padre de María y Pedro, muerto unos años antes de la redacción del Becerro. Segunda posibilidad es que el Becerro diga que en tal lugar hay derechos de tal mujer, Urraca Pérez por ejemplo -sin decir su apellido toponímico-, esposa o viuda de tal personaje. ¿A quién habría que atribuir esos derechos al marido muerto, cuya posición en la jerarquía nobiliaria puede llegar a conocerse, o a su esposa de quien no sabemos más que un nombre incompleto?

En cualquier caso, hay indicios suficientes para considerar la existencia de una propiedad nobiliaria muy desarrollada desde, al menos, el siglo XIII que genera, en parte, la propiedad de las instituciones eclesiásticas. ¡¿Cómo?!

Pedro I el Cruel o el Justiciero

Paciencia. Tómense su tiempo, descansen la vista y prepárense un café. Expliquémoslo con un ejemplo. Fijémonos en La Nuez de Abajo, a 18 Kms. al noroeste de Burgos. El Becerro de las Behetrías indica que en 1352 el lugar era abadengo del monasterio de San Salvador de Oña y que lo tenía el noble Lope Díaz de Rojas por cesión del abad. Las propiedades y derechos de Oña en la villa están bien atestiguadas desde principios del siglo XI, incluidas en la dotación fundacional del monasterio por el conde de Castilla Sancho García. Sin embargo, en La Nuez también había propiedades en manos de nobles laicos. La villa tenía al menos dos barrios, uno de ellos era el barrio de Suso donde parece que se concentraba la propiedad nobiliaria.

Oña

En 1276, Garcí Martínez de Zumel, un noble local de la zona, vendió al monasterio de Oña las heredades que tenía en La Nuez en el barrio de Suso, En total se trataba de 13 tierras y dos viñas, por las que recibió 500 maravedís. Unos días más tarde el monasterio cedía a ese personaje y a su mujer una serna en La Nuez; la cesión era vitalicia y la condición era que ni el beneficiario ni sus hijos “fuessen contra ningunas de las heredades que nos et los nuestros vasallos de la Nuez tenemos e avemos ganadas fata ay, et nos fuessen contra ellas por entramiento o por demanda, o por otra razon quelquier", Este acuerdo es probable que fuese causado porque el monasterio hubiera adquirido propiedades de campesinos de behetría, o propiedades sobre las que algún noble alegaba (o podía alegar) derechos de behetría. Desde finales del siglo XII ese tipo de transacciones estaban prohibidas, lo que permitía a los nobles laicos que alegaban derechos apropiarse mediante “entramiento” de las heredades adquiridas por los eclesiásticos.

Localización aérea de Zumel y La Nuez (Google)

¿Exagerado? ¿Por qué creen que se soborna a Garcí? Los entramientos son característicos de los conflictos entre abadengo y behetría, aunque pueden producirse también en el ámbito del solariego. Son una magnífica muestra de la articulación entre la propiedad señorial y el señorío.

Entonces, ¿Cómo conseguían las tierras los monasterios sin que se produjese el “entramiento”? Aparte del acuerdo “extrajudicial”. Pues, heredando.


Y, todo hay que decirlo, las herencias también nos dan una información liosa. Las hay no divididas, repartidas equivalentemente entre todos los herederos o la primacía de uno de ellos (casi siempre el varón de mayor edad). Muchos de los testamentos que nos han llegado realizados por nobles antes de 1350 no incluyen una auténtica distribución de sus patrimonios territoriales. Las escasas propiedades inmuebles que se mencionan en ellos se dirigen casi siempre a las instituciones eclesiásticas (¡Tachán! Aparecen los curas), formando parte de la quinta del testador. ¿Significa eso que, en los otros casos, el testador no hacía uso de la posibilidad de mejora y que sus dominios se repartirían equitativamente entre sus herederos? Cabe imaginar que si se disponía un reparto equitativo no fuera necesario fijarlo por escrito, pero no hacerlo cuando se optaba por mejorar la herencia de uno de los sucesores era abrir una vía potencial de conflictos muy importante.

Batalla de Nájera

Un testamento podía contener una lista de reparto de bienes concretos entre los herederos. ¡Estupendo! Tenemos una lista de bienes pero desconocemos su valor y, por lo tanto, no podemos comparar unos con otros. Un ejemplo: en 1311 Juan Sánchez de Velasco y su hermana Teresa Fernández se repartieron los bienes procedentes de la herencia de su madre. Ambos eran hijos de Fernán Sánchez de Velasco que hizo de partidor. Casi todas las heredades estaban situadas dentro del territorio de la merindad menor de Castilla Vieja, (Las Merindades). El reparto fue como sigue: Juan Sánchez de Velasco obtuvo la casa de Quincoces, la casa de Oteo, heredades en Castresana, el solar de Gobantes, el solar de Paresotas y otras heredades en Mena; su hermana Teresa obtuvo la casa de Villamezán, la casa de Santurde, heredades en Pajarón, el solar de Cuestaurría, el solar de Bascuñuelos, el solar de Santotís, la casa de Quintanilla de Rosío y el solar de Gayangos.

Valdenoceda

Aparentemente es un reparto equitativo, aunque Teresa obtuvo heredades en 8 lugares y su hermano en 6, pero… ¿Cómo interpretar las heredades en Mena que obtuvo Juan Sánchez? ¿Era un reparto equitativo por ser bienes de la madre? ¿No? ¿Sí?

Para terminar de rizar el rizo pensemos que la sucesión entre generaciones no siempre se ajustaba a una trasmisión perfectamente lineal.

Torre de Zumel (Cortesía de Montacedo)

Volvamos con el asunto entre el monasterio de Oña y el noble Garcí Martínez de Zumel cuyo acuerdo es de mayo de 1276. En diciembre de ese mismo año el monasterio compró otra tierra en La Nuez a un tal Pedro González. Presumiblemente noble al aparecer como tal puesto que fue fiador de Garcí Martínez de Zumel en el acuerdo entre éste y el monasterio del mes de mayo. Ser fiador de un noble no es un dato concluyente para considerar como noble al personaje en cuestión, pero es un indicio importante. En 1278, año y medio después de estos conflictos, Garcí Martínez y su madre dieron al monasterio de Oña un prado en La Nuez por el alma de su padre Sancho García de Zumel. Recordemos que en el Becerro figura la cesión del lugar por el abad a otro noble destacado, Lope Díaz de Rojas. Es posible que estemos ante una encomienda o ante un arrendamiento. Otros casos similares se hicieron para proteger los intereses patrimoniales de los monasterios ante el acoso de algunos nobles laicos. Una panda de pilluelos.

Oña

Centrémonos en un campesino de estos pueblos de la Castilla medieval que no depende de un señor al tener la “suerte” de ser un campesino de behetría. Vamos, quiero decir que no dependía sólo del señor singular de la behetría sino también del colectivo de diviseros. Lo dicho: una suerte para esos míticos campesinos libres de Castilla. Si era propietario de las tierras dependería solo del señor de behetría. Podía realizar negocios jurídicos con esas tierras: venderlas, comprar otras similares, cederlas a otros campesinos en arriendo, sus descendientes podían heredarlas libremente, etc. Pero su propiedad también estaba limitada jurídicamente por las normas que prohibían los traspasos de heredades de una forma señorial a otra.

Nuestro campesino, además, podría completar sus ingresos trabajando como vasallo solariego y, por serlo, pagaba la infurción fijada. Esa infurción expresa con claridad la diferencia entre la propiedad del campesino y la propiedad dominical de un señor-propietario como podía ser el Monasterio de Oña.

El pago de la infurción señala a nuestro campesino castellano como trabajador de tierras de un señor. A diferencia de la infurción, que se pagaba en dinero, la renta de los arriendos se pagaba en especie.

Merindad de Valdeporres

Aclarando, los campesinos que trabajan las tierras de estos señores dependen de los mismos y se expresa en el pago de rentas. A su vez, tienen una relación de dependencia con los señores de los lugares respectivos que se expresa en el pago de otras rentas.

La documentación conservada fue realizada desde el ámbito de los señores y no es fácil avanzar en el análisis. Pero podemos apuntar que las relaciones entre los señores y los campesinos no eran unilineales situando en un polo a un señor y en otro a un bloque de campesinos homogéneo. Las relaciones eran multilaterales.

Las leyes matizan bien la dependencia por el solar como la base de la dependencia por la tierra. En ese sentido el campesino es vasallo, vasallo solariego, de aquél señor que es propietario del solar donde habita. Así, en bastantes de los lugares de señorío compartido el Becerro indica el número de solares que tenía cada señor. La primera consideración del campesino se daba desde el solar. Pero a partir de ahí la composición de las tierras de labor de un campesino podía ser muy variada.


Encima tenemos el tema de las heredades que se acomodaban mal en muchos casos con la rigidez de las formulaciones legales. Los solares se hacían y se deshacían, quedaban yermos o arruinados y volvían a reconstruirse, a veces la iniciativa sería de los señores que podrían controlar más o menos el proceso, pero otras veces la iniciativa sería de los campesinos que podían construir sus explotaciones sobre tierras pertenecientes a varios señores. Más lío.

La consolidación de una estructura señorial, como la que muestra el Becerro de las Behetrías, conlleva el establecimiento de unos marcos jurídicos y políticos sobre los que actúa esa estructura señorial. Podemos utilizar el término aldeas para referirnos a esos marcos jurídicos y políticos, o el de villas que se utilizaba más frecuentemente en la zona por los contemporáneos.

El desarrollo del señorío fue paralelo a la fijación de la red de aldeas como células básicas de organización de la vida política y como entidades jurídicamente definidas. Desde este punto de análisis, importan menos los aspectos estrictamente relativos al poblamiento, la existencia de caserío concentrado o disperso, los distintos modelos de explotación campesina, etc.

Vista de la aldea de La Nuez

El Becerro transmite la imagen de una red de aldeas sólidamente establecida -aunque frágil-. Ser señor de un lugar hacia 1300 significa serlo de una entidad jurídica que tiene unos límites y términos claros -aunque los múltiples pleitos desmienten que en realidad estuvieran siempre tan claros-; términos en los que habitan campesinos que se consideran a sí mismos, y son considerados por los demás y por el señor, como vecinos de ese lugar y por esa razón son vasallos del señor.

En la configuración de la red de aldeas como marcos jurídicos y políticos intervinieron decisivamente dos factores: el propio desarrollo del señorío y el desarrollo de la monarquía y de la fiscalidad regia. No hay que olvidar que las aldeas se conformaron también como unidades de tributación de las rentas regias. ¿Recuerdan que al inicio del artículo comentaba la finalidad recaudatoria de liberar de la dependencia a los campesinos de Behetrías?

Y lo peor, ¿qué sucedía cuando una aldea dejaba de serlo? Los señores procuraron establecer mecanismos de defensa frente a la reducción de los campesinos dependientes. Por ejemplo, el principio de “al pie de la heredad”, que obligaba a los campesinos a vender sus heredades a otros que continuaran prestando servicios al mismo señor; o la prohibición de la transferencia de heredades de unas formas señoriales a otras establecida desde la Curia de Nájera (finales del siglo XII).


Otro tema era el hecho de que los solares, por una razón u otra, de un señor quedaran despoblados no significaba que perdiera sus derechos señoriales. Ni que las tierras dejasen de ser explotadas y trabajadas. El señor puede seguir percibiendo un volumen de rentas similar si arrienda las tierras a otros campesinos, frecuentemente campesinos vasallos de otros señores, vecinos de las aldeas próximas o habitantes de núcleos urbanos cercanos.

Si esto no fuera suficiente los recaudadores reales se resistían a dar de baja de sus padrones los lugares despoblados y los señores se resistían a admitir que no podían ser señores sobre un lugar deshabitado -sobre ese lugar podían ser sólo propietarios-o que la situación señorial de muchos lugares era, como diría el expresidente Zapatero sobre la Nación Española: discutida y discutible.

¿Qué convertía a un señor-propietario en señor de un lugar? La respuesta no es sencilla, intervienen muchos elementos, como el volumen de sus propiedades, su origen, la intervención del rey, etc. Pero uno de esos elementos es su propia intención de considerarse señor del lugar y ser visto y aceptado -o imponerse- como tal por los campesinos y por otros señores. Traducido: Orgullo, buen nombre y poder. El ejercicio del señorío incluye aspectos que no quedan recogidos en la relación de dependencia por la tierra. Aspectos como el nombramiento de los oficiales concejiles, el ejercicio de la justicia, etc. Pero ejercidos en la vida cotidiana local donde la interrelación y las interferencias debían ser abundantes.

Real Chancillería de Valladolid.

De todos es conocida la situación de conflictividad acusada del período de las últimas décadas del siglo XIII y las primeras décadas del XIV. Esa conflictividad no sólo se manifiesta en las guerras civiles sino también está presente en los ámbitos locales. Como muestran los entramientos, esa conflictividad no puede entenderse fuera del marco de unas estructuras señoriales y de la propiedad señorial como hemos visto arriba. Los conflictos eran una de las formas de negociar o renegociar cada cierto tiempo las relaciones de poder en los ámbitos locales.


Esa renegociación era absolutamente necesaria en situaciones en que en un lugar podía haber dos o tres señores con derechos señoriales y otros cuatro o cinco disponiendo de propiedades. Por otra parte, los pleitos se desarrollan por elementos concretos -el entramiento de una tierra, la recaudación de una renta, etc.- pero casi siempre son elementos parciales de relaciones más complejas. Uno de los mejores ejemplos es, de nuevo, el pleito entre el monasterio de Oña y el noble Garcí Martínez de Zumel cuando, muy poco después, el noble litigante entrega al monasterio unas tierras por el alma de su padre.

Bibliografía:

“Dependencia campesina y propiedad de los señores y señoríos en Castilla la Vieja en la Plena Edad Media”. Ignacio Álvarez Borge
“Nobleza y señoríos en Castilla la Vieja meridional a mediados del siglo XIV” Ignacio Álvarez Borge.
Fototeca.



Para saber más:

C.SÁNCHEZ ALBORNOZ, "Las behetrías" y "Muchas páginas más sobre las behetrías"
B, CLAVERO, "Behetría 1255-1365. Crisis de una institución de señorío y de la formación de un derecho regional en Castilla", en Anuario de Historia del Derecho Español, XLIV (1974).
C. ESTEPA, "Formación y consolidación del feudalismo en Castilla y León”, "Estructuras de poder en Castilla (siglos XII-XIII). El poder señorial en las merindades 'burgalesas", "Propiedad y señorío en Castilla (siglos XIII-XIV)".
E. SARASA y E. SERRANO (eds.), Señorío y Feudalismo en la Península Ibérica (ss. XII-XIX).
C.JULAR, "Dominios señoriales y relaciones clientelares en Castilla, Velasco, Porres y Cárcamo (siglos XIII-XTV)", "Familia y clientela en dominios de behetría a mediados del siglo XIV".
J- ESCALONA, “Transformaciones sociales y organización del espacio en el alfoz de Lara en la Alta Edad Media”, "Arcaísmos y novedades en el panorama señorial de la región de Salas de los Infantes según el Becerro de las Behetrías".
I. ÁLVAREZ BORGE, "Sobre las relaciones de dependencia en las behetrías castellanas en el siglo XIII: hipótesis a partir del caso de Las Quintanillas".