Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


miércoles, 27 de noviembre de 2013

¿Por qué llamamos morisca a una azada ancha? (Pssss, va de Árabes)

Si ya he captado su atención tras el título le diré que es a causa de los agarenos que son los ismaelitas, es decir, los sarracenos, vamos, musulmanes que comúnmente constan como Moros. Tras conocer los diferentes nombres por los que se les conoce viajemos al inicio, a la causa de su presencia en Hispania.

Visigodos por Angel Pinto

Derrotados los visigodos en Guadalete su estado se colapsa y los beréberes de Tariq Ben Ziyad cubren el hueco político y militar más por el desbarajuste de los hispano-visigodos, las ventajas que ofrecían los nuevos señores y la asunción de la derrota que por su potencial militar.

En espacios de la meseta, incluso fueron recibidos como una auténtica bendición, al incorporar ventajas para los esclavos y para el pequeño campesinado en general: les dignificaba como seres humanos, pues les insertaba en el nuevo Estado como tributarios; y les convertía en productores responsables, obligados tan sólo a pagar una tasa fija anual, que, además, podían rebajar en caso de convertirse al Islam.

En la zona montañosa ganaron quienes corrieron a postrarse ante los nuevos amos. Los funcionarios hispano godos y líderes silvoganaderos que pactaron con el Islam y se convirtieron a tiempo mantuvieron, en contrapartida, seguir ejercitando la recaudación de tributos. Es prácticamente seguro que las campañas de Tariq y Muza afectaron a toda la meseta y a la mayor parte de la cornisa cantábrica. Dicho así parece que pisaron todos los rincones pero estos chicos fueron más prácticos y gracias a su velocidad, al respeto a los pactos (al fin y al cabo los árabes eran comerciantes), a la consideración hacia “los pueblos del libro” y a su peso militar pudieron asentarse, en el orden tributario, por todos los rincones del centro-norte peninsular, estrategia que, entonces, primaba frente a la obtención del botín o el exterminio de los vencidos.

Por todo ello, mantuvieron en lo fundamental la administración visigoda porque hay suficientes datos para afirmar que hubo una implantación generalizada de la tributación islamita a lo largo de la cuenca del Duero y aledaños. Así se mantuvo la red de “civitates” y castros de origen romano-visigodo, sobre todo en la Meseta Superior; se instaló a Munuza en la ciudad de Gijón para, navegando por la costa, controlar hasta el curso del Nervión, será la circunscripción o kura de Asturias; y crean las kuras de Amaya y de Alaba wa-l-Quilá en la vertiente sur de la cordillera cantábrica en el resto de la franja litoral, gestionando los segmentos correspondientes a los viejos complejos técnicos de Cantabria, Autrigonia y Caristia.

Bereberes de Tariq por Angel Pinto

 ¿Qué vemos con esto? Que no hubo prisa por “liberar las tierras de España, siempre cristianas”, del yugo del invasor. Más bien comprobamos que los pactos que Muza ibn Nusayr concertados el 714 con los notables del comitatus Vasconiae y con los del Ducatus Cantabriae, previamente sometido por las armas, funcionaron con absoluta naturalidad.

Resumiendo, el norte, nuestro norte irredento, entró en contacto con el Islam por los impuestos y la conversión al credo mahometano de los cristianos nativos que deseaban prosperar o pagar menos impuestos. Estos son los muladíes. Lo prueban las fuentes musulmanas al establecer una relación causa-efecto entre el desalojo del Islam del espacio astur y el reintegro, instantáneo, de los tornadizos al cristianismo. Algo muy normal en toda época y lugar.

¿Fácil? No. Ni tan rápido ni tan cómodo como apuntan los interesados relatos de las crónicas musulmanas. El larvado contencioso entre cristianos y agarenos cobró un sesgo espectacular con la revuelta beréber en las serranías norteñas y la Meseta Superior. El argumento que tiene más peso es el del reparto de las tierras conquistadas. Es en este momento cuando saltan las rivalidades entre las tribus musulmanas. Los árabes recibieron las tierras más ricas, sobre todo el grupo más influyente de los yemeníes; mientras, a los bereberes, se les otorgó zonas más pobres o feraces, entre las cuales se encontraba la Meseta Norte. La revuelta derivó en un desplazamiento masivo hacia el sur en son de guerra, ahuyentando o eliminando a su paso los escasos contingentes árabes.

Suelen presentarse otras razones para la revuelta Bereber: según la Crónica mozárabe, el gobernador al-Hurr tomó medidas contra los beréberes instalados en Hispania a los que reprochaba haber ocultado botín para evitar la sustracción del quinto legal o jums; o el contagio con el levantamiento promovido por los Bereberes del Magreb contra la prepotencia de los árabes.¿Tierras? ¿Influencia política? Da igual, nos vino bien a los norteños.

Con la marcha de los encargados de controlar a los cristianos, la recaudación de impuestos y, a cambio, ofrecer un entorno seguro dejó de funcionar a partir de los años cuarenta del siglo VIII (el límite estaría en 757 DC) En tan poco tiempo el modo de producción tributario-mercantil musulmán no echó raíces en la cornisa cantábrica ni en el conjunto de la Meseta Superior gracias a la tensión étnica y cultural entre árabes y bereberes.

Gracias a ello la cristiandad castellana pudo avanzar como una sociedad estable y articulada. En su salida, los musulmanes dejaban cambios frente a lo preexistente: Nada significativo de esclavismo, ni de servidumbre, ni de feudalismo, ni de nativismo en las llanadas de la cuenca al filo de 741, año en que los beréberes pusieron pie en el estribo sin ánimo de volver. Pero hubo un grupo que se empezó a tentar la ropa, los muladíes, que tras su conversión al credo coránico se vieron sin la protección militar de los bereberes.

Los cristianos tardaban en cubrir el hueco y ante tal incertidumbre, indiferencia y miseria, los muladíes decidieron, con indudable congruencia, aferrarse a su nueva fe y renunciar a nuevos cambios. Lo cual daría una nueva respuesta a la presencia en el corazón de la cuenca del Duero del considerable número de topónimos y antropónimos árabes y-beréber que registra la documentación protomedieval. Esta teoría no necesita de la inmigración mozárabe o de la ulterior aculturación andalusí por vía de irradiación. Allí donde ninguna superestructura sustituyó al Islam hasta mucho tiempo después de su retirada voluntaria el reintegro espontáneo a la fe cristiana no habría tenido para dichos tornadizos ni más ni menos sentido que su afincamiento en el credo coránico: poder resistir moralmente mejor la desestructuración que amenazaba con aplastarlos.

Enlazaríamos así con la visión de Oliver Asín y los topónimos árabes de Las Merindades, como la propia Medina, Zalama o la Alhama.



Pero los nuevos fieles de Mahoma se equivocaron. Los bereberes, los árabes o los andalusíes no volvieron. O al menos no volvieron para quedarse, solo realizaban aceifas en busca de bienes, esclavos y sumisión, nada más, luego retornaban al sur. Un error porque con el tiempo los cristianos ganarán terreno hasta llegar al punto en que masas de población hispano musulmana quedan englobadas dentro de los reinos cristianos. Esto ocurrió desde finales del siglo XI.

Los mudéjares, sarracenos o, más comúnmente, moros estuvieron obligados a reconocer la protección regia mediante el pago de impuestos directos especiales, en Castilla la cabeza de pecho (siglo XV). Por lo demás, los que viven en ciudades y pueblos de jurisdicción regia comparten el régimen tributario del resto de la población. Además, estaban inhabilitados para ejercer oficios públicos que implicaran jurisdicción sobre los cristianos. Debían mantener su personalidad y organización propias creándose para ello las aljamas en la que se podían integrar grupos menores de localidades próximas.

Una aljama les organizaba para diversas cuestiones de administración interna, así como para la práctica religiosa y judicial civil, basada en el Corán y en la Sunna. En Castilla, las autoridades de las aljamas se llamarán alcaldes, a menudo con un alcalde o viejo mayor, nombrado por el rey, como cúspide de la organización en todo el reino. Curiosamente, en Castilla no se obligó a los agarenos a vivir agrupados en morerías hasta 1480. Por ello, es dudoso que se cumplieran otras disposiciones civiles segregadoras que desde mediados del siglo XIII existían: portar señales o distinguirse por el corte de pelo y barba; o por la vestimenta. No podían tener criadas, cristianas, ni ser especieros, boticarios, médicos, cirujanos o parteras con ejercicio entre los cristianos. En el siglo XV Incluso la forma de construir sus nombres era equivalente a la de los cristianos (nombres propios islámicos pero apellidos de lugar, oficio o condición que solían ser idénticos a los de los cristianos). Y las estructuras elementales de parentesco y el régimen matrimonial, casi siempre monógamo, solían ser prácticamente iguales a las de la mayoría cristiana.

Los musulmanes tampoco podían ser herederos de los cristianos ni siquiera albaceas, y lo mismo regía en el sentido contrario. Esto sí se cumpliría, aunque los conversos tuvieron derecho a heredar la legítima de sus padres musulmanes. Todos los aspectos de limitación o discriminación provenían de ser los descendientes del enemigo vencido y su situación estar sujeta a los tratados de paz, aunque la vida cotidiana permitiera intercambios culturales y contactos humanos mucho más ricos y variados de lo que dejan ver los textos legales.

Pero la separación exitosa se producía en torno a las disposiciones religiosas o tabúes relativos a los alimentos y a aspectos de la convivencia o el contactos físicos: carnicerías halal, tahurerías o casas de juego especiales… Incluso les estaba prohibido, bajo pena de muerte, el trato sexual con cristianas, aunque fueran prostitutas.



De todas formas, los mudéjares actuaron a tenor de sus posibilidades y tradiciones profesionales y se mostraron como una minoría muy útil para el buen funcionamiento del sistema económico.

Y es que hay dos cosas fundamentales a recordar: Que la mayoría eran pobres y que, o bien eran jornaleros, o bien, artesanos y pequeños comerciantes urbanos. Tendremos: alarifes o jueces de edificios, albañiles, yeseros, ceramistas, alfareros o alcalleres, pintores, carpinteros y constructores de ingenios en madera, lo que les hacía también expertos en el mantenimiento de construcciones y en los servicios contra incendios. Los oficios del metal daban igualmente ocupación a bastantes como herreros y herradores, caldereros, algunos cuchilleros y fabricantes de ballestas, cerrajeros, doradores, incluso relojeros, etc. Hubo también esparteros, tintoreros y cardadores de lana, zapateros, borceguineros y artesanos del cuero, etc. No podemos olvidar la presencia de músicos, juglares y juglaresas, ni la de algunos médicos y parteras que conservaban en condiciones de dificultad y degradación la herencia científica andalusí. Y, por si creían que no, también constan prestamistas, como da a entender el testamento del Buen Conde de Haro y, con ello, prestatarios acosados por sus deudas con los judíos.



Apoyadas por los Velasco, mudéjares y judíos se instalarán en las Merindades a partir del siglo XIII, con unas funciones específicas para cada grupo: Los mudéjares serán artesanos y horticultores y los judíos están ligados al comercio de largo recorrido que tenía en Medina un lugar de almacenamiento intermedio entre los puertos del Cantábrico y la meseta castellana. Con el tiempo los judíos sustituirán a los mudéjares como administradores y recaudadores de renta de los Velasco, pero nunca tendrán el título de mayordomía, ni administrarán justicia a los cristianos. Ni realizarían los trabajos sucios que los Velasco cargaron en hombros moros como puede leerse en la Bienandanzas e Fortunas. A ellos hacía referencia el antiguo lema de los Velasco (a más moros más ganancia).

La Aljama mora estaba (¿extramuros?) desde la plazuela frente al Alcázar hasta a la puerta llamada Zarana. Lo que lleva a pensar en una dedicación al tejido de algodón homónimo de los moros allí instalados. No consta Mezquita lo que podría hacer pensar que la mayoría eran Moriscos (convertidos al cristianismo) o que sus número era pequeño.

Son varias las muestras que aún podemos contemplar de la actividad mudéjar en Medina, centradas en los frisos del Alcázar y en el monasterio de Santa Clara. En el interior de la clausura existen techumbres que recuerdan también el paso de los musulmanes por Medina. Incluso en artesonados posteriores, de los primeros años del Renacimiento en su tendencia plateresca, es patente la impronta mudéjar tanto en las soluciones de las cubiertas como en las maneras de resolver la decoración densa, geométrica y repetitiva. Una puerta gótica de arco rebajado, da paso desde el claustro al cementerio. Sus dos hojas están trabajadas a base de lacería en forma estrellada.

Trasladémonos a Bustillo, lugar aforado, donado por Juan II a Pedro Fernández de Velasco en 1372, aunque no por esto perdió los privilegios derivados de su pertenencia al Señorío de Vizcaya que siguió gozando en siglos posteriores. Como lugar cercano a Medina, dependió de la administración de Las Merindades. Desde su paso a los Velasco, éstos nombraron al cura del lugar y cobraron las rentas de los moros. Predominan los moros en Bustillo a partir de comienzos del siglo XIV, agudizándose el problema tras la donación de Medina. En 1368 aparece en Burgos un tal Hali de Bustiello, moro, y en 1456, maestre Mahomad de Bustillo. Uno de los momentos más decisivos de su confinamiento en este lugar fue la orden del Conde de Haro por la que mandaba en 1466, que los mudéjares de Medina de Pomar se trasladases a Bustillo, eso si pagándoles el valor de la casa que abandonaban (pero en madera y tejas) y que se derribaría después. En 1387 la población mora de Bustillo litigaba ante la Chancillería de Valladolid —diciendo que siendo del señorío de Vizcaya nunca en los tiempos pasados habían pechado salvo mil doscientos maravedís al año y que teniendo las libertades y franquezas del señorío de Vizcaya, se les envolvía con otros moros que vivían en otros lugares de la Merindad de Castilla la Vieja, que no eran del señorío de Vizcaya, ni tenían los fueros—la sentencia les confirmó el antiguo privilegio. Es decir que tendríamos unos “vizcaínos” que no solo no eran hidalgos sino que ni siquiera cristianos.

También en Frías los hubo. En el testamento de Catalina Ruiz (1329) manda que se pague a maestre Mahomar “lo que esta en el nuestro libro”. ¿Sería un alarife?

Los registros donde constan moros en Las Merindades son variados:
  • En 1313 tenemos seis esclavos moros en la fundación del monasterio de Santa Clara de Medina, un tejedor, un hortelano y cuatro para el cultivo, entendemos que no especializado.
  • En 1328 el maestre Mahomad, moro, compra para Ferrand Sánchez de Velasco (hijo de Sancho Sánchez de Velasco), tierras en Salazar.
  • En 1358 Alhalla, moro, y su mujer, moradores en Villacomparada de Rueda cambian con una monja de Santa Clara una tierra en ese lugar
  • En 1396 el moro Adilla hijo de Avidetes era propietario de tierras en Villacomparada de Medina.
  • En 1399 López Ruiz y Doña Xence, moros, vecinos de Medina de Pomar venden a Juan de Velasco un solar en Bisjueces.
  • En 1403 Abdalla Ginete vende a Don Santo Hain un solar en Villalaín para su señor Juan de Velasco.
  • En 1407 Mahomad de Bisjueces compra para Juan de Velasco un parral en Valdivielso.
  • En 1448 se menciona a maestre Farax, moro vecino de Medina, a quien junto con otros cristianos se les obliga a pagar diezmos de las tierras que poseía en Moneo.
  • En 1489, Abrain, moro de Medina, vendía cierta tierra a un vecino de Santa Gadea del Cid.
Pero la estrella entre la morisma de Medina de Pomar fue Don Alí: mayordomo y recaudador de las rentas de Pedro Fernández de Velasco desde 1358 hasta julio de 1387 poco después de la fecha de la muerte de éste (1383). En 1387 María Sarmiento, viuda de Pedro Fernández de Velasco liquida las cuentas con don Alí, que residía en Bisjueces, y le devuelve los solares de Cebolleros que éste le había cedido para pago de los alcances de las rentas de su recaudación, y le dejó 32.050 maravedís por sus buenos servicios, extendiendo a la vez carta de pago. Sin embargo el hijo, Juan Fernández de Velasco, no debió quedar conforme con la liquidación porque en 1399 los hijos Lope, Hamet, Reine, Yance y la nuera Fátima, mujer de Alí el joven que en esas fechas ya había fallecido puesto que actúa en nombre de sus hijos, venden a Juan Fernández de Velasco diversos bienes para pagar los alcances de la rendición de cuentas de la recaudación de Don Alí. De los bienes que devuelven consta que el mayordomo de las rentas llegó a tener, al menos, casa y palacio en Salinas de Rosío, tres solares en Quintanilla de Pienza, solares en Quintana de los Prados, Baranda, Gayangos, Quintanalacuesta, Villatomil, Miñón, una Dehesa en Quintanilla de Pienza, solares de heredad en Cebolleros, Céspedes, La Aldea, Barruelo, Bisjueces, Villalaín, Santa Cruz de Andino, Torme, Santurde, San Román, Angosto, Pomar, Barresuso, Villanueva la Lastra, Pradolamata, Almendres, Barcenillas del Ribero, varias casas en la calle Mayor de Medina y los molinos del Vado.


Pedro Fernández de Velasco tuvo mudéjares como mayordomos de las rentas, primero a Mahomad, y después a Alí, y los debía tener en buena estima puesto que en su testamento en 1383 manda que Don Alí continúe siendo el mayordomo de su hijo Juan Fernández de Velasco y ordena que se devuelvan unos solares que le había vendido y que pertenecían a un hijo de Don Alí del mismo nombre.

Posteriormente aparece otro Mahomat comprando en nombre de Juan Fernández de Velasco, si bien en ese momento, siglo XV, el administrador de las rentas ya es un personaje judío.

Sorprendentemente, si hemos seguido la relación de prohibiciones, consta que Don Alí, ejercía la potestad jurisdiccional en nombre de los Velasco, en las que eran alcaldes mayores, como lo prueba el hecho de que dictase sentencia en el pleito que mantuvieron en 1376 y 1377 Espinosa de los Monteros y el concejo del valle de Soba sobre términos, montes, prados, y cabañas, autorizado por un albalá de Enrique II, si bien Don Alí no debió atreverse y el asunto fue sentenciado por Pero Manrique, adelantado mayor en Castilla.


En el siglo XIV debió de comenzar la reinserción de los moros en la vecindad cristiana medinesa en condición de conversos. En 1523 aparece en Burgos como testigo otro converso moro: “Maestre Juan de Francia, carpintero vecino de Burgos..., declara que fue moro e se llamo maestre Ali de Francia... e se bautizo en Santa María del Salcinar, que es fuera de Medina de Pumar e que ha vivido e vive este testigo con el señor Condestable e que exerce el arte de la carpintería”.

Con el asentamiento en los reinos peninsulares de un estado moderno surgió el problema del “Máximo Religioso”, es decir, la visión de finales del XV donde solo cabe una religión en una sociedad monolítica: Súbdito es igual a cristiano. Los otros, moros y judíos, no lo son, son propiedad de la corona y deben ser “tolerados y sufridos”. La forma de integrarse como súbdito de pleno derecho era abrazando la fe cristiana. Posteriormente surgirá la locura de la limpieza de sangre y las sospechas de falsas conversiones acrecentadas con el bautismo masivo, pocas veces sincero por tal, de los musulmanes, obligados por la durísima alternativa de convertirse o marchar fuera de Castilla, establecida por la pragmática de 1502 en términos muy parecidos a los de 1492 para los judíos.

Por cierto, llamamos morisca a la azada porque la usaban los hortelanos moros.

Bibliografía:

“Las Minorías Socio-religiosas en la Castilla Vieja” por Fernando Suárez Bilbao. Profesor titular de Historia del derecho y de las instituciones. Trabajo incluido en “Las Merindades de Castilla Vieja en la Historia”.
“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media” (María del Carmen Sonsoles Arribas Magro)
“Historia de Castilla: de Atapuerca a Fuensaldaña” de Juan José García González.
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miércoles, 20 de noviembre de 2013

La Abadía de Rueda: Laicidad divina.

La Abadía de Rueda tuvo una peculiaridad: Era Seglar, es decir, sin órdenes clericales. O sea, vamos, una Iglesia y monasterio con territorio propio regidos por un abad o una abadesa o, tercera acepción de la RAE, territorio, jurisdicción y bienes o rentas pertenecientes al abad o a la abadesa. Y un abad, o abadesa, es alguien que ha tomado los hábitos. Entonces, ¿abadía seglar no es una contradicción? Ante todo tengamos en cuenta que una abad podía ser un título honorífico de la persona lega que por derecho de sucesión poseía alguna abadía con frutos secularizados (Que permanecían por las rentas de sus haciendas). Por tanto, existían abades que no eran religiosos y abadías sin monjes, o monjas.

García Sainz de Baranda siguió la pista a las abadías seglares, que permanecieron hasta los grandes cambios del siglo XIX. Señaló las de Rueda, Vivanco, Siones, Tabliega, Rosales y Ribamartín. Aunque podría haber más. Estas contradicciones en piedra eran comunes en Castilla, León, Cataluña, Aragón, Galicia, Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra. Hay documentos en los que los obispos de la época se quejan a los reyes por el intrusismo de las Abadías Seglares en su negocio (no el de salvar almas sino el de cobrar diezmos) a lo que alegaban los seglares que las iglesias databan de tiempos de Alfonso I y II, (o más allá porque Salazar y Mendoza y el P. Risco, datan la institución de estos abades en tiempos del Duque Pedro de Cantabria, coetáneo de la invasión árabe, y su fundación, concluyen, se debería a fines estratégicos).

El III Concilio de Letrán, en 1179, por aprobación del Papa Inocencio II se limitó a prohibir que en adelante los diezmos los percibieran seglares (Será un monopolio de La Iglesia). Como esta disposición debía perjudicar algunos intereses de personas de mucha influencia, llegaron sus quejas hasta las Cortes de Guadalajara en 1390, pero no consiguieron derogar aquella ley, sino que fue ratificada. Aunque desde entonces se prohibió a los ricos hombres, hijosdalgo e infanzones que tuviesen encomiendas en los abadengos, y se ordenaba que los abandonasen todos aquellos que las tuvieran, no se escuchó la orden en Las Merindades de Castilla Vieja, porque las abadías seglares ya dichas continuaron “ejerciendo” como si nada.

La Abadía de Rueda, mediados siglo XX.

Saltando atrás en el tiempo vemos que entre los siglos VIII y XI la posesión por legos de iglesias, oblaciones y diezmos como bienes patrimoniales era aceptado y consentido por obispos y pontífices romanos. El origen sería una bula del papa Zacarías (741-752), expedida a Alfonso I que permitía a los reconstructores de iglesias ser los patronos de las mismas y disfrutar de sus rentas. Será durante los siglos XII y XIII cuando los Papas ansíen esas rentas, pero teniendo mucho cuidado en excluir las pertenecientes a los reyes de Castilla y León.

La legislación de Las Partidas definió el derecho de patronazgo: encargado de la hacienda que guarda y busca para esa hacienda todo el bien que pueda. Este se ganaba de tres maneras: por haber dado el suelo para hacer la iglesia; por hacer la propia iglesia; y heredando (dote). El patronazgo conllevaba tres derechos básicos: la honra, el provecho y el trabajo de su gestión. La honra consistía en la presentación del clérigo para la iglesia y el encabezar las procesiones y ocupar el lugar de honor en el templo. El provecho se establecía en las Partidas para casos de pobreza y consistía en las rentas de la iglesia. En cuanto al trabajo consistía en la vigilancia de libros, vestimentas y administración de la iglesia y sus rentas para controlar al clérigo de ella. (¡¡Ajá!!)

El maldito dinero estaba detrás de la adquisición de los patronazgos de estas iglesias y monasterios: los diezmos, la venta o arrendamiento del beneficio-del oficio que realizaba el beneficiado- y, además, el poder propagandístico que conllevaba el control del púlpito (quien paga al cura manda en el sermón) y estos clérigos eran un elemento importante en el control ideológico de los campesinos y en la consolidación del sistema feudal. Aunque estas, a diferencia de las Abadías monásticas, debían nombrar priores o prepósitos para el culto.

En el siglo XVIII el patrón seglar de la abadía todavía percibía dos terceras partes de los diezmos. Entre el primer tercio del siglo XV se organizó por parte de los Velasco la compra de los derechos que persistían en manos seglares en los monasterios de Rueda, Vivanco, Siones, Colina y Rosales.


La abadía de Rueda, el palacio de los Rueda, se sitúa sobre una elevación del terreno que domina la llanura circundante, el campo de aviación. Es una construcción del siglo XVII y a su lado está el monumento religioso de la abadía de Santa María de Rueda. Habría dos edificios de diferentes épocas; una, románica (finales siglo XII) que Gonzalo Miguel Ojeda descubrió en las ruinas de un atrio que en 1958 estaba en estado ruinoso y otra posterior, del siglo XIV. Según el reparto administrativo del siglo XVI la abadía pertenecía al Partido de cabo del Agua, uno de los tres en que se dividía la Merindad de Castilla la Vieja (Julián Gª Sainz de Baranda dixit).

Manuel López Rojo recoge en su libro “Villarcayo, capital de la comarca Merindades” una descripción de la abadía: Palacio remozado entre el siglo XVI y XVII flanqueado por dos torres cuadradas con su alto y bajo; un fondo de 14 varas (83`54 cm por vara) que son unos 12 metros, y un largo de 26`50 varas que convertido al sistema legado por la revolución francesa son 22 metros. Su distribución interna disponía de portal, cocina y tres cuartos (dos medianos y uno pequeño). Tiene el suelo de las torres, su portal y caballeriza. Un aparte para troje del pan y más de cuatro cuartos bajos pequeños. Hay otra casa que se usa de pajar y caballeriza, una hornera y un cercado para el ganado.

La primera noticia del lugar de Rueda es de 1238 pero el monasterio aparece documentado en 1324 como Santa María de Rueda que es considerada una granja exenta de diezmos y que lo había estado siempre. La Quintana de Rueda, Villacanes y la Abadía de Rueda eran una parroquia bajo la advocación de Santa María (donde estaba la pila bautismal), aunque dos concejos. Bueno, vale ¿y? Pues esto nos dice que el sistema parroquial no tenía que estar organizado en paralelo a la jurisdicción civil. Rueda es una abadía seglar, así que no formará parte de los concejos de Villacanes, ni de La Quintana de Rueda. Pero para los asuntos celestiales, y sus gastos de gestión, sí estaban anejas a la Abadía de Rueda las ermitas de San Miguel de la Quintana de Rueda y la de San Caprasio de Villacanes. Para ser enterrados en ellas y en la abadía se necesitaba permiso del abad… y pagar los derechos de sepultura.

En el Catastro de Ensenada, diseñado para hacer una reforma fiscal en los reinos de España, se definía como lugar de Realengo que pagaba por diversos tributos una cantidad, aproximada, de 200 reales de vellón (Salvo error de lectura). Se explicaba que las tierras eran de secano y que se cultivaban de trigo y centeno un año si y otro no. Se informa que en las lindes de los campos cultivados y junto a los caminos había nogales, cerezos, olmos y robles.

Dicha fuente “estadística” nos indica que en la abadía residía Don Juan Francisco Ramírez de Arellano quién poseía las colmenas de la misma. Otros animales que pertenecían a la Abadía de Rueda eran los Bueyes de labranza, los novillos, las vacas, ovejas y una pollina que, entendemos, no formaría parte del grupo de animales de coche y caballos de de regalo.

En otro grupo de preguntas descubrimos el número de vecinos de la Abadía: UNO (1), Don Juan Francisco Ramírez de Arellano que vive en la única casa que hay. Además se afirma que por ser de realengo no se paga impuestos por ella. Bueno, no vivía solo, le acompañaba su criado, Cecilio López, de Brizuela que cobraba bruto anual 71`50 reales.

En el “Nomenclátor o Diccionario de las ciudades, villas, lugares, aldeas, granjas, cotos redondos, cortijos... con expresión de la provincia, partido y término a que pertenecen” de 1785, por orden de Floridablanca, lo cataloga como granja propiedad del Conde de Murillo. Por cierto, y como chascarrillo, el hasta hace poco conde de Murillo es el marido de Esperanza Aguirre.

El Madoz se refería a la localidad de la Abadía de Rueda en términos similares pero con la forma de hablar de 1850. También el “Indicador general de la industria y el comercio de la provincia de Burgos” de 1894 explica que tenía 8 vecinos, frente a las 150 casas de Madoz (claro que sumaba La Quintana, Villacomparada y la abadía en sí).

Y el nomenclátor de 1951 reducía el número de vecinos, otra vez, a uno.


Volviendo a Gonzalo de Ojeda, este investigador también reflejó el común expolio a que están sujetas las obras arquitectónicas de Las Merindades y se alegraba de tener los grabados de unos capiteles robados, arrancados de dos columnas fronteras, y haber copiado una inscripción existente a través de tres de los muros de la iglesia, que dice: «Esta capilla mandó hacer Juan López de Rueda, abad y señor que fue de esta abadía, está enterrado en esta capilla y en ella dejó dotadas tres misas cada semana y una cada mes perpetuamente. Acabóse en el año 1386». Aún a costa de ser irreverente, siempre me he preguntado cómo calculaban el valor de las misas futuras, más aún cuando estas eran una serie infinita. ¿Los curas aplicaban las matemáticas financieras y la actualización de valores futuros?

Describía Ojeda las ruinas con ese verbo vacuo de mediados del siglo XX: “Entre los pocos restos que se han conservado de la primitiva iglesia de Santa María de Rueda, hasta los principios del siglo actual, hemos podido admirar y podemos contrastar con fotografías, las removidas ruinas de un atrio románico, que, si bien de pequeñas dimensiones, muestra una factura bastante arcaizante, tanto en sus sillares como en sus elementos decorativos. En su parte frontal pueden contemplarse algunos arcos de elegante esbeltez montados sobre columnas con capiteles y ábacos labrados de diversa ornamentación y finura de sus tallas. Siguiendo el paralelismo de de dichas arquerías, se sobrepone una moldura de variada decoración románica con ajedrezados, etc., para destacar la caprichosa amenidad de los artistas a la obra escultural en su conjunto”.

Gracias a Dios, durante los años 1979, 1980 y 1981 la empresa CROFASA procedió a una restauración integral del edificio que actualmente es una propiedad privada.


La Abadía de Rueda en la Actualidad


Bibliografía:

“Apuntes sobre la historia de las Merindades antiguas de Castilla” de Julián García Sainz de Baranda.
“Abadía de rueda” de G.M. Ojeda.
Catastro de Ensenada.
Románico Digital
Retratos de Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja.
“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media” de María del Carmen Sonsoles Arribas Magro

miércoles, 13 de noviembre de 2013

El caballero del jabalí blanco o hijos tengas...

“Me llamo Zonio y nací en la primavera del año de Nuestro Señor de 774, año 812 de la era hispánica, año 158 de la hégira musulmana, reinando en Asturias el rey Silo. Me bautizaron en la iglesia vieja de San Bartolomé de Aldeacueva, en el valle de Carranza. Vine con mis padres a estas tierras cuando aquí no había sino enemigos y alimañas. Aré los campos, vestí los hábitos, empuñé la espada, luché mucho, perseguí un amor desdichado y repoblé tierras en el nombre de Dios Nuestro Señor. Conocí a Beato de Liébana y viví su guerra con el hereje obispo Elipando. Estuve en la batalla de Lutos y tomé Lisboa con mi rey Alfonso el Casto. Viajé a Córdoba y penetré en el harén del emir. Ví la tumba del apóstol Santiago en Compostela y viajé en embajada al país de Carlomagno. Hice presuras de tierras en Álava y estampé mi nombre en el fuero de Brañosera”.


Este es el hijo del escritor José Javier Esparza con el que nos podemos adentrar en la aventura repobladora de Las Merindades. El protagonista de una novela sobre la epopeya de los pioneros que decidieron cruzar las montañas. El personaje es hijo de Lebato y de Muniadona de Mena lo que me ha empujado a preparar esta entrada en el blog. Es un divertimento en torno al nombre del siempre dudoso Lebato.

Sobre este tipo de novelas no hay nada nuevo. La novela histórica tiene sus defensores y sus detractores (como todo) pero, si está bien escrita, permite conocer periodos de tiempo que, de otra forma, permanecen en la nebulosa del desconocimiento. En la internet (me niego a que sea en mayúsculas y sin artículo) disponemos de blogs que analizan seriamente estas obras. De este estilo les recomiendo “La novela Anti-histórica” de Carlos Rilova Jericó.

Las Merindades no suelen aparecer mucho en las novelas. Por eso, Zonio es uno de los pocos héroes de papel que podemos exhibir. La obra es una recreación de un periodo histórico y, salvo las tradicionales variaciones prodesarrollo de la trama, dibuja, con buena letra, el fin del siglo VIII. En cambio, desdibuja a los personajes que pecan de superficialidad y, quizá, sea parco en pinceladas naturalistas y humanas que potencien el conocimiento de aquellas gentes (vamos, que insista más en la suciedad, los piojos, el hambre y el mal aliento). El protagonista es el cicerone que nos relata los acontecimientos marcado por su buena estrella y por estar, siempre, en el lugar preciso. (Pero no nos importa para los fines educativos de este hijo de “La gran aventura del reino de Asturias”).

Nos contará las razones para saltar al Valle de Mena: Hambre, sobrepoblación, tributación y retirada de los Bereberes. “Ocurrió que en aquel tiempo lejano los moros habían abandonado muchas de sus posiciones al otro lado de las montañas. Al parecer, los mahometanos se habían enemistado entre sí. Apenas si dejaron algunas pequeñas guarniciones bereberes en las aldeas del gran valle. El rey Alfonso, yerno del glorioso Pelayo y depositario de su herencia, vio una oportunidad de oro para limpiar la frontera. Así, columnas de jinetes cristianos empezaron a partir todas las primaveras desde los altos valles del reino para vaciar el paisaje al sur. Mi abuelo nos había contado infinidad de veces, al calor del fuego invernal, aquellas correrías por tierra de nadie. La hueste llegaba a una aldea, aniquilaba a los moros, liberaba a los cristianos y los traía consigo al norte sin dejar tras de sí más que ceniza y desolación”. Describe la creación de una tierra de nadie entre moros y cristianos, aunque hoy sea una teoría en retroceso.

Aparecerán el miedo a ser atacados, los remedios para impedirlo, las pérdidas y el destino de los cautivos, la permeabilidad de la frontera a la que fluían cristianos de Al-Andalus… Veremos armas, batallas y traiciones, vinculaciones territoriales a través de matrimonios y dos posturas políticas: rendición y pacto con los musulmanes o guerra sin cuartel (Bueno, cuartel hubo, y mucho, pero es una frase hecha que todos entendemos lo que quiere decir: sin pactos, aunque los hubo).

Detallará las razones para empezar por Mena:

“El viejo guerrero cogió a su vez el tizón y completó el paisaje: los montes que cerraban el valle por el este y por el sur, el estrecho camino del oeste hacia el monte Cabrio y las ruinas de Area Patriniani… Realmente aquel valle era una fortaleza natural”.

Nos descubrirá Santa María de Mijangos y Tedeja y le restituirá su finalidad militar, aunque pasa junto a Cuevarana y no lo ve:

“Desde Oña atravesamos la garganta hacia el norte buscando el río Trueba. Entramos en el pavoroso desfiladero de La Horadada, donde el Ebro fustiga la piedra con la violencia de su juventud. En un extremo del desfiladero, como colgado de un monte, había un viejo castillo. (…) Nadie había allí, salvo extrañas gentes de aire feroz que habitaban las cuevas naturales;” ¿La Cueva de los Portugueses, tal vez?

Una novela interesante por lo que tiene de arraigo en nuestra tierra y de divulgación de un momento fundacional de Las Merindades y de Castilla.

Sobre el autor:

El periodistas y divulgador José Javier Esparza nació en Valencia en1963. Es columnista en prensa, en géneros dispares como la crónica política, la crítica de televisión o de la cultura. Ha sido redactor jefe de la revista cultural Punto y Coma y director de la revista Hespérides. Dirigió el programa “La estrella polar” en la cadena COPE y esta vinculado a Intereconomia. Ha publicado, entre otras obras y con relación a la historia, los siguientes ensayos y novelas:
  • La gesta española (Áltera, 2008)
  • España épica (Áltera, 2009)
  • La gran aventura del Reino de Asturias. Así empezó la Reconquista (La Esfera de los Libros, 2009)
  • Moros y cristianos. La gran aventura de la España medieval (La Esfera de los Libros, 2011)
  • Forjaron España (con Carmelo López-Arias, Ciudadela, Madrid, 2011)
  • Héroes españoles de la A a la Z (Ciudadela, Madrid, 2012)
  • Santiago y cierra, España. El nacimiento de una nación (La esfera de los Libros, 2013)
  • El caballero del jabalí blanco (La Esfera de los Libros, 2012). Novela.
 
 
Entrevistado por Europapress Esparza comentaba: "Todos hemos crecido con una idea bastante equivocada de la Reconquista, porque teníamos la extravagante imagen de que había sido una gran campaña política y militar que había durado 800 años. Pero las cosas son mucho más complicadas e interesantes. Realmente, la Reconquista empezó con pequeños grupos de campesinos de Asturias, Cantabria y Vizcaya que, en los últimos años del siglo VIII, decidieron cruzar las montañas y ocupar las tierras vacías del sur que sentían como suyas. Una epopeya que recuerda mucho a la historia de los colonos americanos". (Ese símil lo hemos utilizado los dos)
 
Eligió el intervalo entre el año 790 y el 802 “al pasar grandes cosas en la Península. En el Monasterio de San Millán de la Cogolla se conserva un pergamino en el que consta por primera vez el nombre de Castilla en un documento de propiedad de tierras de Lebato y Muniadona, un matrimonio que decidió saltar los montes y hacer premura de las tierras del valle de Mena por puro afán de libertad y búsqueda de una vida mejor Lo hicieron solos, sin un ejército, y durante todo ese periodo se sucedieron las expediciones musulmanas de castigo en busca de esclavos y tierras para saquear. Pese a todo, aquella gente permaneció allí. Muy pronto los colonos se extendieron hacia el este, por Valpuesta, y hacia el oeste por Espinosa de los Monteros y, al fin, la montaña de Palencia, y que aquí nació el primer municipio español: Brañosera".
 
Para el periodista, "contar la Reconquista desde la gente de a pie es un filón narrativo que quizá no hayamos explotado más por una mala digestión de nuestra propia Historia". "La leyenda negra es mentira, y la leyenda rosa, también. Por eso, series históricas como las que están llegando ahora a la televisión española son muy interesantes, a pesar de las críticas historiográficas que se les puedan hacer. Contar la historia de España es una forma de mantener nuestra identidad".
 
Cumplido.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Regimientos Asturianos en la batalla de Espinosa de los Monteros

El prestigioso Blog de Alfons Cánovas nos participa algunas láminas de un libro publicado en 1977 por la Obra Social y Cultural de la Caja de Ahorros de Asturias. "LA ASTURIAS GUERRERA ", (Banderas ,uniformes ,emblemas ,armamento, personajes e historias militares asturianas"), de J.E.Casariego.

Esta entrada está vinculada con las cuatro referidas a la batalla de Espinosa de los Monteros que les recomiendo que lean. 

Bandera Coronela del regimiento de Castropol (1808)

Milicia Provincial de Oviedo (1808)

Regimiento de Candás y Luanco (1808)

Regimiento de Cangas de Onís (1808)

Regimiento de Infantería de Luanca (1808)

martes, 5 de noviembre de 2013

Por Dios, por la Patria y el Rey lucharon nuestros padres... en el Tercio de Santa Gadea.

             “No hay animal más peligroso que un requeté recién comulgado”
                                                        (Indalecio Prieto)
 
 
Bandera del Tercio de Santa Gadea
 
Y para facilitar la comunión llevaban un capellán por compañía, mientras los demás lo tenían por batallón o por bandera. Y cuando no lo encontraban se confesaban entre sí, con seminaristas enrolados o con sus mandos.
 
José María Gárate Córdoba en “El pensamiento militar en los cantares de Gesta” contaba sobre un capellán castrense que siendo seminarista en el tercio de Santa Gadea, otro requeté le requirió para confesarse con él. Al advertirle que no estando ordenado mal podría absolverle, el otro le tranquilizó diciendo que menos podía el amigo con quien solía hacerlo, pues ni siquiera era seminarista y le inspiraba menos intimidad.
 
Vemos aquí resaltadas dos de las características de estas unidades de voluntarios: Arrojo y religiosidad extrema. Pero… ¿Quiénes eran? ¿Por qué un tercio se llama Santa Gadea? ¿Acaso no eran tropas Vascas y Navarras?
 
Procedamos: en un principio los Soldados del pretendiente Don Carlos no se llamaban “Requetés”. Parece ser que los cuatro primeros batallones navarros de la guerra de 1833 a 1840 se motejaron “Salada”, “Morena”, “Requeté” y “Hierbabuena”. Para la tercera denominación hay una leyenda referida al mal estado de los uniformes y el cantarles: “Tápate soldado, tápate, que el culo se te ve” que, pudorosamente, transformaron en “Tápate soldado, tápate, que se te ve el requeté”.
 
Este nombre se empieza a conocer empezado el siglo XX al ser usado en publicaciones tradicionalistas y, después, en las organizaciones paramilitares que surgían en todos los partidos de la época. Por ejemplo, en 1931 había unos 10.000 requetés organizados en Navarra.
 
El Coronel José Enrique Varela, carlista, redactará sus ordenanzas en 1932 (Luego participa en la Sanjurjada y acabará en la cárcel). La estructura resultante se compuso de una unidad básica, la patrulla, compuesta de cinco boinas rojas y un jefe; el requeté, una compañía de 246 hombres; y el tercio formado por tres compañías.
 
 

 
De los 41 tercios que participaron en el bando Nacional, sólo 10 eran navarros y 8 vascos. La mayoría de los Requetés procedía de zonas castellano parlantes, lo que no fue obstáculo para surgir problemas entre Requetés Valencianos y catalanes y Falangistas por el idioma en que se hablaba. En fin, se calcula la participación de unos 60.000 tradicionalistas de los cuales 6.000 murieron.
 
Y estalla la guerra civil de 1936. Destacaba en la zona Valeriano de Loma-Ossorio, tradicionalista y médico de Quincoces de Yuso con el “Círculo Católico Agrario” administrado por el Sr. Andino y presidido, honorariamente, por Francisco Estébanez, diputado.
 
 

 
Valeriano de Loma-Ossorio procedía de una familia poderosa de Sajazarra (La Rioja), lugar de su nacimiento en 1893. Llegó a Quincoces en 1920, recién licenciado, y allí se casó con María Antonia Mazón. Supongo que “por sus servicios”, se le nombró Conde de Riaño de Ojeda en 1949.
 
El Tercio de Santa Gadea (¿Por qué no de “El Cid”?) fue organizado por Valeriano de Loma-Ossorio. Tendría un origen alavés, bueno, límite entre Álava y Burgos, a causa de que algunos de sus mandos (Pedro Varona, Claudio Robredo y Enrique Ortega) procedían del Requeté alavés y de que las primeras operaciones fueron en la Sierra Salvada, Losa, Orduña, Valdegovía y Valle de Ayala. Mejor sería asociarlo a las unidades de Burgos, y más específicamente con Las Merindades, dado que en enero del 37 se organizó el 4º Batallón de Milicias de Burgos, luego llamada TERCIO DE SANTA GADEA, con cuatro Compañías de fusiles. Los alaveses estaban colocados en la 2ª Compañía al mando del Teniente Arturo García Solís. Por ello pasó a depender de la Capital sediciosa. Según Gárate Córdoba en “Memorias de la guerra del 36”, el tercio tuvo 68 muertos y 298 heridos de 600 efectivos. Para Julio de 1939 había vivos dos Sargentos, dos cabos y 20 requetés alaveses en sus filas.
 
En Quincoces la central de las tropas rebeldes se estableció en la casa del americano. Hubo hospitales de sangre (para las primeras curas) en la casa de Villoda y en las escuelas de niños.
 
Al mando del Tercio estaba el comandante Julio Molera Cebrián y el capitán Calvete. Los días 22, 23 y 24 de julio se organizó una Compañía. Evidentemente el Tercio de Santa Gadea enroló tradicionalistas de todas Las Merindades y cercanías. Primero de Quincoces de Yuso y valle de Losa y después grupos de Briviesca, Espinosa de los Monteros, Medina de Pomar y otras localidades del norte de Burgos. En agosto de 1937 ocupó el Valle de Mena y el Puerto de los Tornos pero, también participó en la ruptura del frente de León, Teruel, ofensiva de Huesca y Peñas de Aholo (Lérida). Terminada esta fase pasó al centro de la zona sublevada hasta el final de la guerra.
 
 

 
El final de la guerra significó una traición a los Carlistas o Tradicionalistas. Franco, caudillo de España por la gracia de Dios, actuó como deben actuar los dictadores que quieren sobrevivir: Traicionando, malpagando favores recibidos y pensando en quién necesitas para el futuro. Los tercios no recibieron los esperados homenajes (¡Hay que ser inocentes para pensar que el Generalísimo iba a permitir sombras a su triunfo!).
 
A pocas horas de comenzar el Desfile de la Victoria el 19 de mayo, tuvieron que sortear una orden para que desfilaran con camisa azul. Los del Tercio Burgos-Sangüesa cosieron sobre las camisas aspas rojas y el Tercio de Navarra se negó a ponerse la camisa azul. El mando del desfile se achantó cuando, además, se irritaba la IV División de Navarra. Todo esto según las memorias de Ignacio Yarza. La solución fue usar una camisa militar solo con los cuellos azules. Pensemos que los “azules” falangistas distaban bastante del ideario tradicionalista. Pero las limitaciones no se pararon allí: Al Tercio de Navarra le prohibieron llevar el crucifijo que le caracterizaba y al abanderado requeté, con “La Generalísima”, el estandarte por el que habían combatido generaciones enteras de carlistas durante el siglo XIX se le situó bajo el podio de autoridades, fuera de plano cinematográfico. Era una señal de que el nuevo estado no iba a ser el suyo.
 
 

 
Los tercios fueron acuartelados para evitar incidentes y altercados como los ocurridos con los integrantes de la Columna falangista de Sagardia en Estella cuando fueron trasladados a esta ciudad los restos de Ruiz de Alda, navarro cofundados de la Falange y fusilado mientras estaba encarcelado en Madrid en el verano del 36.
 
Los del tercio de “Las Merindades”, entre mayo y julio de 1939, fueron trasladados a Miranda de Ebro para su licenciamiento y disolución. Su comandante, Alfredo Mediavilla, se quejó del frío recibimiento y del trato desconsiderado del alcalde y jefe de Milicias de FET. Resultado: “incidentes lamentables” según la descripción de Julio Aróstegui.
 
Requetés destacados que formaron parte del Tercio de Santa Gadea:
  • Ramón Salas Larrazábal (Burgos 1916/ Salamanca 1993). Militar, paracaidista e historiador de la guerra civil. La guerra le pilló en Orduña pudiendo llegar a zona nacionalista y alistarse en la unidad que se encontró allí. Pasó a aviación y fue voluntario de la Escuadrilla Azul en Rusia. Tras convertirse en militar profesional fundó y dirigió la escuela de paracaidismo. Entre sus trabajos como historiador destacar: Cómo ganó Navarra la Cruz Laureada de San Fernando, Los datos exactos de la Guerra Civil, La defensa nacional, Historia del Ejército Popular de la República, Historia general de la Guerra de España, Los fusilados en Navarra en la Guerra de 1936, Pérdidas de la Guerra y El protectorado de España en Marruecos.
  • José Ignacio Escobar Kirkpatrick, 1898/1977 (los libros hablan del Marqués de Valdeiglesias pero su padre, que era el marques durante la guerra, sería demasiado viejo para enrolarse). Fue consejero del Movimiento y procurador en las Cortes franquistas. Se incorporó como Alférez en la unidad e interrogó a los muchachos, jóvenes campesinos, enrolados por las razones para ello: “Había una cierta coincidencia al considerar a la república un régimen fundamentalmente antiespañol. La mayoría no sabía explicarse bien pero se atisbaba en sus palabras algo así como que en España siempre había habido un Rey, por lo que era, en cierto modo, lógico que su ausencia hubiera coincidido con la etapa de crímenes, atropellos y devastaciones de los últimos años”. La patria y el rey eran todo uno junto a la religión y José Ignacio les había "hecho un traje", si se me permite la expresión.
 
El 11 de diciembre del 2011 se vendió en puja a través de la página de Todocolección la bandera de la primera compañía del Tercio de Santa Gadea que alcanzó un precio de 553 €. Por lo menos sabemos que por ahí circula un trozo (¿bueno? ¿malo?) de la historia de Las Merindades.
 
 

Bandera del Tercio de Santa Gadea Subastada.
 
Bibliografia:
 
“La continuidad ideológica del carlismo tras la Guerra Civil” Tesis Doctoral de don Manuel Martorell Pérez. Licenciado en Ciencias de la Información
"El pensamiento militar en los cantares de gesta" José María Gárate Córdoba
“El Cid y los héroes de antaño en la Guerra Civil de España”, Ángel Gómez Moreno Universidad Complutense, Madrid.
Fundación Franco Boletín Núm. 114 Abril-Junio 2008
“Los requetés alaveses en la guerra de España” de Javier Nagore Yárnoz.
“Diccionario Akal de Historiadores españoles contemporáneos”.
“Nacionalismo español, esencias, memorias e instituciones”. Carlos Taibo.
Himno de Oriamendi
Requetés.com
Uniformes militares de la guerra civil española con dibujos de José María Bueno.