Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


miércoles, 27 de diciembre de 2017

El último lobo y la última lobera (Alto El Caballo).


“El hispano supo entonces que no podía demorarse más. Y, a disgusto, había llegado a la inevitable conclusión de que tan solo les quedaba una opción: cavar.

Durante largos días habían trabajado duro, acarretando tierra, cortando raíces, abriendo el suelo de la montaña. Agradecidos de que el inusual calor se hubiera llevado pronto los barros del invierno. Bañados en sudor, los hombres del general habían sachado una zanja enorme.

Una rampa que se estrechaba según descendía por la ladera. Que terminaba en un pozo disimulado con ramas y hojarasca.


Un embudo de tierra que quedó encerrado entre paredes alzadas a prisa con pedruscos arrancados de aquí y allá. La disciplina de las legiones había servido una vez más. Habían construido una trampa. Un coso.

Y esa misma mañana, bien temprano, se habían preparado para cebarla y acabar con aquel último par de bestias.

Sin embargo, por sorpresa, antes de poder empezar, a Lucio Trebellio se lo había llevado al galope uno de los guardias embozados del general, a quien tanto parecía urgirle tener noticias como para presentarse de improviso en aquel rincón del fin del mundo. Aun así, Cainos y el resto habían seguido con el plan.

Y se echaron al monte para barrer la ladera. Esparcidos, cubriendo todo el terreno del que fueron capaces, gritando a los cuatro vientos como si espantaran lémures, descendieron con la pendiente. Acorralando a las fieras. Azuzándolas. Pareció funcionar.

La loba, sin salida, había huido hacia el único resquicio que los hombres le dejaron. Hacia el pórtico de la trampa. Embocando su perdición. Y la bestia había caído en el foso.

Pero no el macho. El lobo había escapado. Una vez más.”

El párrafo que han leído corresponde a una novela reciente en la cual, en el marco del fin de la guerra civil romana entre Pompeyo y César, se produce la lucha entre unos alimañeros romanos (soldados encubiertos) y un gran lobo que busca venganza. El autor jugará a lo largo del texto con las viejas leyendas contadas en los pueblos y relatos al estilo de las novelas de Jack London, aquellas que los de EGB leímos en el colegio: "La llamada de la selva" y "Colmillo blanco". Cierto, el lobo es el protagonista.


En una cuidada presentación histórica nuestro escritor coloca la construcción de una lobera en el norte español. A su vez impregna su obra de una angustia pesimista, rendida, que acepta su fin. Un segundo fragmento de “Donde aúllan las colinas” de Francisco Narla donde el autor se pone en la piel de la loba apresada. Es ahí donde esta novela breve arriesga:

“Todavía sentía el miedo que la había perseguido durante el día.

Las voces aún resonaban. Aquellos gritos de los hombres la habían obligado a abandonar la lobera.

Había corrido alejándose de ellos, pero la acosaron ladera abajo. Había querido detenerse al notar la tierra recién excavada, al ver las piedras amontonadas. Pero venían tras ella, azuzándola. Y había seguido hacia delante, sin comprender.

Se había ido estrechando y ellos no cejaron. Vio el final y desconfió de aquellas ramas que olían a savia recién cortada, pero ellos venían, se acercaban. Se detuvo. Pero ellos venían. Gimió.

No le quedó otra que avanzar y, entonces, cayó. Había intentado escapar. No pudo. Se hundió en la trampa.

No se rindió, y no se rendiría ahora. Quizás atesorando la esperanza que había sentido al escuchar como él le respondía desde el bosque.”

Describe las actitudes de los hombres y de los animales. Pero cada uno en su plano, no humaniza a los animales pero les dota de sentimientos –primarios- y del instinto de venganza.


Y ya pasamos a hablar de la lobera de la entrada. La lobera Alto el Caballo cuyos restos los encontramos en el monte homónimo. En el siglo XX dejó de ser útil y el abandono y la repoblación de pinos realizada en el monte supuso la destrucción parcial de los muros y su deterioro. Cuando la visitó Judith Trueba Longo su estado era malo pero el proyecto “Naturaleza y Hombre, Montaña Pasiega” y el Ayuntamiento de Espinosa de los Monteros -propietario de los terrenos- reconstruyeron los muros con materiales originales.


La lobera, ubicada en la ascensión a Picón Blanco, conserva sólo parte de los dos largos muros, de 257 metros en la pared norte y 302 la del sur. Al parecer los muros estaban conformados por piedras grandes y regulares, sin mortero ni ripio. Hay restos de dos cabañuelas en el extremo de las paredes donde se apostaban los alimañeros. Félix Murga decía que el foso era largo y estrecho, rematado con piedras dispuestas en alero.

La construcción estaría entre los siglos XVII y XVIII y a sus batidas acudirían personas de espinosa de los Monteros, Montija y Valle de Soba.



Bibliografía:

“Loberas en la comarca de Las Merindades (Burgos)” Judith Trueba Longo.
“Donde aúllan las colinas” Francisco Narla.
Fundación Naturaleza y Hombre.


domingo, 17 de diciembre de 2017

El Halcón Maltés y El Rebollar.


Probablemente no reconozcan a la orden hospitalaria de San Juan de Jerusalén pero bajo esa denominación de “hospitalarios” se esconden los actuales Caballeros de Malta y, antes, de Rodas. Y tienen que ver con un halcón y con Malta. La orden surge cuando unos mercaderes de la ciudad de Amalfi (Italia), del antiguo Reino de Nápoles, que comerciaban en Siria y visitaban frecuentemente los Santos Lugares de Jerusalén, quisieron una iglesia de rito romano -y no bizantino- en dicha ciudad. 

Símbolo Hospitalario 

Obtuvieron permiso del califa de Egipto al-Mustansir (1036-1093) para erigirla en el barrio cristiano, frente al templo de la resurrección. Será Santa María la Latina. Viendo que el número de los Peregrinos aumentaba y que muchos llegaban miserables y enfermos se hizo junto a Santa María un monasterio con sus dependencias para una comunidad de monjes italianos. En algunas fuentes figuran dependientes del abad de santa Marta. Y, con el tiempo, un monasterio femenino bajo la advocación de Santa María Magdalena.

Tierra Santa fue –y es- una zona en continua crisis causada por la desarticulación del territorio que derivaba en inseguridad y abusos tributarios. Por ello, los peregrinos llegaban empobrecidos, hambrientos, sedientos y desnudos con la carga de necesitar la moneda de oro que las autoridades locales les exigían para entrar en Jerusalén. Dentro la cosa no mejoraba quedando a merced de malhechores y bandidos. Los dos monasterios amalfitanos no daban abasto. Construyeron un hospital de acogida en torno a una tercera iglesia junto a sus monasterios, y dedicada al patriarca del siglo VII Juan de Alejandría, “El Limosnero”.


Tres fundaciones amalfitanas vivían de las limosnas anuales que los comerciantes reunían. ¿Mal? Pues tuvieron la ayuda de Dios. Jerusalén es tomada por los cristianos en 1099. Todo lo que hemos dicho hasta ahora nos sirve para Las Merindades ¿Y eso? Será una pista para ubicar el rastro de los hospitalarios medievales. Los rastros toponímicos, quiero decir. Ya lo verán.

Godofredo de Bullón les donó posesiones en Provenza. Tras esta dádiva llegaron otras que decidió a los hospitalarios a separarse –según ciertas fuentes- del abad de Santa Marta y hacer otra congregación independiente bajo la protección de San Juan Bautista. Traducido: adquirieron una vieja iglesia bizantina del siglo V, situada junto al Santo Sepulcro, bajo la advocación de San Juan Bautista. ¿Más poder? Mejor patrono, con más caché. ¡Ciao, Limosnero!

Destaquemos dos puntos, digamos progresistas, de lo que hemos visto: su carácter asistencial y la inclusión de la mujer en las prácticas de la institución. En España el monasterio femenino más importante de la orden será el de Sijena, en Aragón.

Priorato de El Rebollar

En 1113, el mismo año que el papa Pascual II asumía la protección del hospital de peregrinos que los amalfitanos habían levantado medio siglo antes junto al Santo Sepulcro de Jerusalén, la reina Urraca entregaba a los hermanos del santo hospital de Jerusalén una aldea próxima a Salamanca, Paradinas. Primer asentamiento registrado en España.

Y esto no parará. Cuando en noviembre de 1156 Alfonso VII decrete la total inmunidad de los bienes y dominios sanjuanistas en sus reinos, la exclusiva ligazón señorial de sus hombres respecto a la orden y la liberación de los moradores de sus tierras de toda servidumbre lo hacía convencido de que se había cumplido una primera fase, y no poco importante, de la instalación de los sanjuanistas en Castilla y León. El proceso de acumulación patrimonial hospitalaria que caracteriza todo el siglo XII, puede ser dividido, a su vez, en dos fases enlazadas por la muerte de Alfonso VII y la escisión de la monarquía en sus dos reinos constitutivos: Castilla y León. Aun así, nuestra comarca quedó desplazada de la zona principal de los Hospitalarios que tenía a Toro como centro de referencia.


El rector hospitalario Raymundo del Puy (Raimundo del Podio 1080-1160) les dio la primera regla en 1120 que les obligaba hacer los votos de pobreza, castidad y obediencia; pedir limosna para los pobres; rigoroso ayuno los miércoles y sábados; y, entre otras varias, todos los Hermanos debían llevar una cruz sobre el hábito y otra sobre la capa.

Lo prioritario era el cuidado de los enfermos a los que los frailes hospitalarios consideraban “sus señores”. En los centros hospitalarios se proporcionaba atención espiritual y material; respeto; y ayuda hasta el punto de que el desvío de fondos era una gravísima falta sancionada con la expulsión de la comunidad. Su carácter canónico permitía a sus miembros organizar todo un sistema de colectas con destino al cumplimiento de sus fines, basado en desplazamientos y predicaciones a cargo de los freires.


Raymundo del Puy también reorientó el superávit de la hermandad a la guerra contra los musulmanes cambiando la composición de los hospitalarios que eran solo Clérigos y Legos. Ahora serían tres clases: Nobles destinados a las armas en defensa de la Fe y protección de los peregrinos; Clérigos; y Hermanos sirvientes. Lo aprobó Papa Inocencio II en el año 1130 dándoles su estandarte: una cruz blanca en campo de gules.

Finalmente participaron de la orgía de sangre que era la Guerra Santa y La Cruzada. El desastre de Hattin, que supuso la pérdida de Jerusalén en 1187, militarizó la orden. De hecho, en el último tercio del siglo XII el proceso de militarización era ya tan intenso que hacia 1180 el papa Alejandro III recordaba al maestre Roger de Les Moulins que era la asistencia el principal cometido de la orden.


Musulmanizada Jerusalén, cambiarán varias veces de residencia: la fortaleza de Margal en Fenicia que entonces les pertenecía; cuatro años después pasan a Tolemaida; expulsados de Palestina caen en Chipre; y, después, conquistarán Rodas. Perderán esta por la traición –así lo cuentan- de un portugués, prior de Castilla y Canciller de la Orden. Este, Andrés de Amaral, fue descubierto y decapitado. Tras 213 años los Hospitalarios salía de Rodas en 1523, rumbo a la Isla de Malta. No la conquistaron que se la concedió Carlos V de Alemania. La orden se instaló en 1530.

En Iberia, la segunda mitad del siglo XII fue el inicio de proceso de expansión y robustecimiento de los distintos reinos, que influiría en la orientación militar de la orden hospitalaria -sin dejar su vocación humanitaria- que llegó incluso a emplearse contra otros reyes cristianos peninsulares.


Me parece que es el momento de explicar la estructura de la orden. Fundamental: al frente estaba el Gran Comendador. Fruto de la expansión territorial, a partir del 1301, los hospitalarios empezaron a dividirse en grandes agrupaciones geográficas o “lenguas”. Una de ellas fue la de Hispania que perduró hasta el año 1462, cuando se dividió en dos: una de Castilla y Portugal, y otra de Aragón, Cataluña y Navarra. Esta organización en Lenguas se mantendría hasta el siglo XVIII.

Cada Lengua tenía reservado un cargo relevante en el Consejo Supremo o Completo de la Orden, organismo central con sede final en Malta. A la Lengua de Castilla le correspondía el Gran Canciller.

En España se organizaba en cuatro grandes prioratos: Cataluña, Aragón (conocido como Castellanía de Amposta), Navarra y Castilla y León. El nivel inmediatamente inferior a los prioratos era el de las encomiendas y bailías. Una era la encomienda de Vallejo situada en el valle de Mena, evidentemente en Vallejo. La mayoría de las encomiendas ibéricas nacerán en los siglos XII y XIII, independientemente de que fueran hospitalarias desde sus orígenes o hubieran pertenecido primero al Temple. Los templos hospitalarios, en principio, estaban adscritos a encomiendas.


El comendador sanjuanista mantenía en esta época competencias sobre el patrimonio más propiamente “eclesiástico" de la Orden. El problema era que con cierta frecuencia no proporcionaban los recursos mínimos para el mantenimiento del culto en las iglesias del Hospital. En 1457 un capítulo provincial del priorato de la Orden de San Juan en Castilla y León tenía que ordenar que el prior castellano y los comendadores respetasen los derechos y rentas asignados a los priores y capellanes de los templos sanjuanistas. De ahí que algunas veces el prior o presbítero a cargo de la iglesia llegase a apaños con el comendador.

Para la eficacia económica de sus enclaves potenciaban la obtención de rentas y tierras, tener trabajadores y campesinos dependientes con contratos de larga duración, la constitución de casas dependientes y la consecución de autonomía respecto a la jerarquía episcopal tanto en materia económica (exención diezmal confirmada, en cierta forma, por sucesivos monarcas) como disciplinaria (elección libre de prepósito).

Los diezmos principales eran los de trigo, cebada y centeno que se recogían en las paneras (o casas tercias) de cada lugar y que pertenecían a la dignidad prioral, dirigidas por los mayordomos (o administradores de tercias) que eran vecinos de aquellos lugares. La ventaja de estos era además que conocían a sus convecinos y hacían más ajustados los padrones (tazmías) de cada año. Otros diezmos eran los de corderos, queso, lana, vino, aceituna y algunas tierras llamadas sernas y huertas propias.

El Rebollar en el Becerro de Behetrías.

Al igual que las demás Órdenes Militares el Hospital cobraba diezmos y primicias en sus zonas, teniendo en cuenta que en muchos lugares un mismo concejo tenía dos parroquias, una de la Orden y otra incluida en la organización episcopal. A finales de la Edad Media cobraba diezmos y primicias en el valle de Mena; Valle de Losa; Merindad de Castilla Vieja; Merindad de Cuesta Úrria, San Martín en Quintanilla del Rebollar (Merindad de Sotoscueva) y en San Millán de Mijaralengua (Valle de Tobalina). Pero, aun así, tuvieron que hacer frente a algunos ataques y usurpaciones en sus posesiones protagonizados por los concejos de realengo y la nobleza.

Otra fuente de ingresos, y de ayuda, provenía de personas laicas. Destacaremos los donados que desde los siglos XII y XIII eran hombres y mujeres que realizaban donaciones y se enterraban en sus cementerios a cambio de gozar de los beneficios espirituales sanjuanistas y, a veces, también de ventajas materiales. En el siglo XIV la Orden sigue recibiendo donados aunque ahora se les conoce como “paniaguados”. En las Merindades tenemos el caso de Fernán García de Frías y de su mujer María Fernández, quienes se hicieron donados del Hospital en la encomienda de Vallejo de Mena en 1305.

Los partidos en los que se organizaba para la recogida de las rentas eran Vallejo, Castrobarto, Medina de Pomar, San Pantaleón de Losa, Nuestra Señora del Rebollar. Las trojes para la recogida estaban situadas en los mismos lugares, a excepción del partido de Medina de Pomar que tenía su centro recaudador en la granja de San Miguel de Miñón y las de San Pantaleón que se recogían en la venta de la Tejera.

(Cortesía de María del Carmen Arribas Magro)

En nuestras Merindades algunas de las fortificaciones que habían sido abandonadas a lo largo del siglo XI fueron reconvertidas por la Orden de San Juan de Jerusalén para vigilancia y control de los caminos. La pista nos la dan las fundaciones religiosas advocadas a San Lorenzo, San Pantaleón, San Miguel, San Juan y la Magdalena en las inmediaciones de elementos defensivos como el priorato de El Rebollar cuyo campanario es, claramente, una torre defensiva almenada con varias saeteras, y que está junto al camino de Santiago que atraviesa Mena y Sotoscueva.

Una característica del hospital del Rebollar es que no estaba en el casco urbano. Más bien, el casco urbano es diminuto. Cuatro casas y el palacio del priorato de la Orden de San Juan de Jerusalén junto a la iglesia románica y por último el Hospital, algo separado del casco. Lo dataríamos en el siglo XIII por la arquitectura de la iglesia de Santa María del Rebollar.

Ya en la Plena Edad Media serán las mujeres de la orden de San Juan de Jerusalén las encargadas del cuidado y mantenimiento de los hospitales que la Orden fundó en las Merindades; así encontramos su presencia siempre ligada a la advocación de la Magdalena en lo que entendemos fue la parte conventual de los hospitales, en la que se alojaban las mujeres de la Orden. Algunas de estas mujeres llegaron a obtener la tenencia de bailías enteras.


El Rebollar, localizado en la población del mismo nombre en la Merindad de Sotoscueva, - objeto de esta entrada- tenía asociado también un hospital, en el camino que comunicaba los llanos de Castilla Vieja con el valle de Valdivielso a través de la Tesla. Sin descartar que el lugar fuese una creación de la misma orden puesto que su iglesia está advocada a San Juan Bautista.

Consideramos que todas las fundaciones advocadas a la Magdalena lo fueron por la Orden de San Juan de Jerusalén, o bajo su influjo, en el siglo XIII. . En 1489 el papa Inocencio VIII unió a la Orden de San Juan las órdenes del Santo Sepulcro y de San Lázaro. Así se hizo cargo del hospital de San Lázaro y de Santa María de la Puente junto al puente de Frías, añadiendo una ermita con el nombre de la Magdalena al hospital de leprosos.

Detalle de las saeteras

En cualquier caso, a partir de 1350 la orden de San Juan, debilitada y en buena medida desnaturalizada, es una institución alejada del espíritu y de los presupuestos que animaron su fundación. ¿Sería porque el mundo de la baja edad media estaba cambiando? Tenemos una organización que crece a través de novedosas fórmulas que se perfilan como alternativa a un modelo social y económico basado en las rentas de la tierra. Es la primera crisis del feudalismo, la del aprovechamiento alternativo de los recursos. Y en las crisis se sufre, se aprende y se sobrevive. Entre 1290 y 1325 los poderes sanjuanistas merman. Seríamos injustos si pensamos que solo eran causas sociales. La caída de Acre en 1291 disparaba una crisis de identidad y de legitimación. En Castilla prácticamente desaparecen las donaciones espontaneas.

De la disolución del temple no obtuvieron gran cosa, al menos en el norte peninsular, y esto –quizá- sea un síntoma de inactividad o del proceso de transformación que desplazará a los hospitalarios a un segundo nivel entre las instituciones señoriales castellanas.

Y ahora es cuando entra en escena el “Halcón Maltés” del que tenemos idea por la película homónima de Humprey Bogart. La Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, conocida como la Orden de Malta a partir de 1530 cuando el emperador Carlos V, de acuerdo con el Papa Clemente VII, les concedió las islas de Malta, Gozo, Comino y el puerto de Trípoli. Desde ese momento será una fuerza naval contra turcos y berberiscos del Mediterráneo.


En España, a partir de Felipe II, la corona influirá –y decidirá- nombramiento de personas de la familia real para los prioratos de Castilla y León y Portugal. En 1593 el rey obtuvo un breve pontificio, de Clemente VIII, para reservar el priorato de Castilla en favor de persona real, por el cual se nombraría en 1598 Prior de Castilla a un niño de 9 años, el príncipe Manuel Filiberto, no sin oposición de los caballeros sanjuanistas.

La dependencia de los abastecimientos provenientes de Sicilia vinculó la Orden con la Monarquía Hispánica. Durante los siglos XVII y XVIII las naves hospitalarias se dedicaron al corso contra las naves musulmanas. Era el canto del cisne militar. En 1798 Napoleón tomó la isla expulsando a la Orden. Dos años después sería conquistada por los ingleses y aunque en el Tratado de Amiens de 1802 se reconocían los derechos de la Orden sobre la isla, no se respetaron (¿Les suena Gibraltar?) y Malta ya no sería la sede de los caballeros hospitalarios que pasaría, durante el siglo XIX, a la ciudad de Roma.


En 1802, por Decreto de 20 de enero Carlos IV aprovecha e incorpora los señoríos sanjuanistas a la Corona declarándose Gran Maestre de la Orden en sus dominios, con una finalidad económica pues se buscaban nuevos recursos financieros para la Hacienda Real con la venta de territorios que anteriormente habían pertenecido a la Orden de Malta.

Finalmente, la acción de las Cortes de Cádiz con la abolición de los señoríos jurisdiccionales en 1811 supuso la pérdida de estos derechos por parte de la Orden de San Juan del Hospital. Serían recuperados en 1814 con la vuelta del Absolutismo, perdidos en 1820 con el Trienio, vueltos a recuperar en 1823, y definitivamente suprimidos en 1836, aunque la influencia de la Guerra Carlista y el dominio realista en algunos lugares, sobre todo en tierras del Maestrazgo, supusieran la inaplicación de las medidas liberales desamortizadores hasta la llegada de la década de 1840.


Bibliografía:

“Historia de las comunidades monásticas”
“La orden del hospital en España durante la edad media: un estado de la cuestión” Por Carlos Barquero Goñi.
“Señoríos de los Prelados burgenses Fortalezas y Palacios a ellos anejos” Luciano Huidobro y Serna.
“El conflicto por los bienes templarios en Castilla y la Orden de San Juan” por Carlos Barquero Goñi.
“Las Merindades de Burgos: un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media” María del Carmen Sonsoles Arribas Magro
“La orden militar de San Juan en Castilla y León. Los hospitalarios al norte del sistema central (siglos XII-XIV)”Carlos de Ayala Martínez (Universidad Autónoma de Madrid).
“Los hospitalarios castellanos durante el reinado de Alfonso X (1252-1284)” Carlos Barquero Goñi.
“La estructura de la orden de San Juan de Jerusalén en la Edad Moderna” Juan Francisco Baltar Rodríguez.
“La orden militar del hospital y la monarquía castellana durante la baja edad media” Carlos barquero Goñi.
“La casa de borbón y las órdenes Militares durante el siglo XVIII (1700-1809)”. Memoria para optar al grado de doctor presentada por Juan de A. Gijón Granados.
"Becerro de Behetrías".



domingo, 10 de diciembre de 2017

Un rey, un conde, un califa y… Almanzor.(966-978)


En el 966 dejábamos un rey de León de cinco años. La lucha por la regencia entre su madre y su tía que, por ende, son monjas. Y no nos olvidemos de Bermudo, el hijo de Ordoño III, pretendiendo la corona con el dispar apoyo de la nobleza gallega. ¿Suficiente? No lo parece porque los vikingos desembarcarán en Galicia.

Elvira Ramírez –la tía- había profesado monja a los doce años en San Salvador y salió para hacerse cargo de la regencia. Ganó porque tenía apoyos: Castilla, Navarra y los poderosos condes Rodrigo Velázquez de Galicia, Fruela Vela de Álava y Gómez Díaz de Saldaña. Frente a ella tenemos a Teresa Ansúrez -la madre- que ha ingresado en un convento tras su viudez. Pero su ascendente con el rey no genera apoyos. Sólo la propia familia Ansúrez, los condes de Monzón, la respaldan. No son suficientes. Teresa abandona.

Elvira lo hará medianamente bien: aplicó los ritos bizantinos para la liturgia cortesana leonesa; y mandó embajadas a Córdoba para atemperar las cosas y obtener del califa una paz ventajosa. Allí su embajada se encontraría con las de Aragón, Navarra y los grandes condes de Castilla y Gómez Díaz, de Saldaña. Todos tienen claro quién es el fuerte en este momento y entre ese “todos” están el germano emperador Otón II y el emperador de Bizancio.

Al-Ándalus brilla. El absolutismo de los califas ha reducido las querellas internas y maximizado la riqueza del país. Córdoba controla dos tercios de la Península Ibérica y domina el norte de África. El califato controla la salida occidental del mar Mediterráneo. ¡Demasiado!


Y para agigantar la cruz de los cristianos peninsulares, en el 968, aparecen en Galicia… ¡los vikingos! Esta vez venían de la Normandía francesa y los mandaba un tal Gundar, Gunduredo en las crónicas. Las narraciones cifran en cien barcos y ocho mil vikingos la fuerza de asalto de Santiago de Compostela, famosa por ser capital de peregrinación, rica y sin fortificaciones. Cuando se plantaron en Santiago sonrieron al enfrentarse a un ejército comandado por el obispo Sisnando Menéndez, titular de la sede jacobea. No lo conocían. El bueno de Sisnando II era todo un ejemplar: Clérigo de maneras despóticas, magnate, conflictivo y buscapleitos.

Se enfrentaron en Fornelos (parroquia de Raris), unos veinticinco kilómetros al sureste de Santiago, el 29 de marzo. En la refriega, una flecha mató al obispo lo que desorganizó las huestes gallegas. Entonces los vikingos pasaron a la ofensiva. Y, de pronto, aparecieron los refuerzos del conde Gonzalo Sánchez, que volvieron a invertir el curso del combate. Los normandos de Gunduredo huyeron a sus barcos. Se cuenta que perdieron por el camino muchos hombres, muchos barcos y un nutrido botín que pasó a manos gallegas.

Los vikingos habían comprobado que estas gentes todavía tenían nervio militar y que, cada vez más, había señores que capitaneaban las hueste de forma ejemplar. Lo que no vieron es que estos nobles militares estaban asentando en partes del territorio cristiano un régimen feudal. Entendamos que a partir de las grandes campañas del siglo X, quienes ganan nuevas tierras ya no son sólo los campesinos que se aventuran en tierra de nadie, sino, y en gran medida, la nobleza militar, que obtiene territorios a cambio de sus servicios en combate, y los monasterios y obispados, que se benefician de las donaciones que reciben de los reyes y de los nobles. Los colonos que lleguen a estas tierras no tendrán la libertad que se respiraba antes. Poseen fueros y privilegios por estar en zona peligrosa pero no la propiedad de la tierra. Seguro que están mejor que de donde salieron pero el que manda es el señor de la tierra. Hay otra razón, no había un Estado capaz de proteger los derechos de los súbditos por lo cual nada impedía a un señor saltarse la ley y tomar las tierras de algún pequeño propietario, ya por dinero, ya por la fuerza. El pequeño campesino buscará un protector. Lo mismo que cuando la descomposición del Impero Romano de Occidente. Esto le vendrá bien a Castilla que se convertirá en tierra de libertad y de oportunidades.

Sancho II de Navarra

Y en el año 970 muere Fernán González, conde de Castilla: guerrero feroz, político agresivo, caudillo implacable... Fue traidor y leal a sus reyes. Aliado y enemigo de Pamplona por sangre e intereses. Fernán solo era leal a Fernán. Nació en 910 en el castillo de Lara. Los Lara eran uno de los grandes linajes del Reino de León. Desde unos años atrás, el título de conde de Castilla se transmitía en el interior de esa familia. El padre de Fernán, Gonzalo, fue conde. Su tío, Nuño, también. Fernán obtiene el condado cuando muere Nuño, después de un breve gobierno de los Ansúrez.

Podríamos decir que Fernán González fue una creación del rey Ramiro II: él fue quien convirtió a aquel veinteañero en conde de Castilla como lo había sido su padre, Gonzalo Fernández con anchísimos poderes en la zona oriental del reino. Este Conde debería frenar las recurrentes aceifas moras en tierras castellanas, pilotar la repoblación y asentar la autoridad del reino en aquellas tierras. Y, ciertamente, una autoridad se asentó: la suya.

Su hijo, García, heredaba el condado y la cultura popular empezaba a tejer la leyenda que dará lugar al Poema de Fernán González. Esta obra crea el sobrenombre de Fernán, “el Buen Conde” y muchas mentiras.

Fernán parece que murió en el mejor momento para… el califa. Enemigos débiles y frontera militar afianzada en el Duero devenían en la hegemonía política de Córdoba. El califa Alhakén II podía extender sus dominios por el norte de África.

Castillo de Gormaz

El gozo de Córdoba no será duradero porque, es connatural a la vida, sus enemigos aprenden. Tenemos a García Fernández, que desde el 1 de marzo de ese año ya figura como gobernador de las tierras de Castilla y de Álava, y que a sus treinta y dos años ha heredado el condado sin que León rechiste. Desde 965 está casado con la condesa Ava de Ribagorza, una dama de la marca pirenaica, que le permite señalar su independencia frente a la corona de León. Seguro que estuvo la mano de doña Toda por el medio.

Pamplona también está espabilando, aunque no viva doña Toda. El rey García Sánchez, el hijo de doña Toda, ha muerto en ese mismo año de 970 y le sucede su primogénito Sancho, hijo del rey y de la condesa de Aragón Andregoto Galíndez. De manera que el nuevo rey será, además, conde de Aragón. Sancho tiene alrededor de treinta y cinco años cuando hereda el trono. Poco antes se ha casado con Urraca Fernández, hija del conde de Castilla Fernán González, la misma que antes había sido esposa de los reyes de León Ordoño III y Ordoño IV, y que ya tenía al menos cuatro hijos de sus anteriores matrimonios; con Sancho tendrá otros cuatro.

El nuevo rey de Pamplona será el primero en titularse rey de Navarra. Será Sancho Garcés II; la historia le conocerá como Sancho Abarca. Y con esto nos encontramos con que las alianzas inclinan la balanza lejos de León, hacia los Pirineos.

Monedas de Hisham II

Pensemos en esto cuando nos dirigimos al reino heredero de Asturias. Es 973 y hay una reunión en la cumbre. Están Ramiro III, de doce años -sigue siendo un niño pero ya figura como rey-, su tía la monja Elvira Ramírez, el obispo de Santiago Rosendo Gutiérrez y otros. Rosendo ha gobernado Galicia, ha extendido la fe por todo su territorio y es unánimemente respetado tanto por el poder como por el pueblo. Sin duda él tuvo parte en esa decisión: suprimir el obispado de Simancas.

¿Y por qué? ¿Recuerdan la victoria de 939 sobre los musulmanes allí? Desde entonces, Simancas proyectaba León hacia el sur. Suprimir la sede episcopal declaraba que el reino no podía defenderla, era insegura. ¿Y eso? Lo explicaremos con una comparación. ¿Recuerdan que previo al ataque de Pearl Harbour los Yankees retiraron lo más precioso que tenían? Pues la sede episcopal era el portaaviones de León. ¿Sabía Ramiro III que los musulmanes romperían las paces por allí? No. Sabía que el califato atacaría León porque esa sería la respuesta al ataque de Ramiro III.

Las relaciones entre Córdoba y los reinos cristianos se habían deteriorado. Castilla necesitaba expandirse hacia el sur, pero estaba taponada por la plaza mora de San Esteban de Gormaz; había dos líderes jóvenes en Castilla y en Pamplona, con ansias de gloria guerrera y energía para acometer nuevas empresas. La repoblación seguía su camino en las sierras castellanas y en las tierras de La Rioja, y los colonos provocaban continuos conflictos con los moros de la frontera.

La oportunidad de volver a la lucha nos la otorgó el califa al orientar sus intereses hacia el Magreb. El grueso de su ejército estaba en Ceuta. Era posible golpear sobre las posiciones sarracenas y recuperar lo perdido por Sancho el Gordo y Ordoño el Malo.

El 2 de septiembre de 974 el conde García Fernández, a pesar de tener embajadores en Córdoba negociando tratados de paz, ataca la plaza mora de Deza, al sur del Duero. Las huestes castellanas bajan hasta Sigüenza, en Guadalajara. Saquean a fondo el territorio. Pasan por Medinaceli, la base del sistema defensivo moro en la región, pero los sarracenos no son capaces de dar respuesta. Su general, Galib, está en Córdoba, recién llegado del norte de África, disfrutando de su victoria en el Magreb.

Castillo de Gormaz

El éxito de García dio alas a los cristianos. Inmediatamente se constituyó una coalición como la de los viejos tiempos: bajo el mando teórico del imberbe Ramiro III las tropas de León y de Castilla, incluidos los Banu Gómez de Saldaña, hicieron frente común con los pamploneses de Sancho Abarca y marcharon sobre las líneas moras. ¿Dónde? San Esteban de Gormaz, cuya sola presencia encarnaba mejor que ninguna otra cosa la hegemonía militar musulmana en el Duero. Pero el 28 de junio el general Galib al frente de un numeroso ejército.

Las huestes cristianas levantaron el campo perseguidas por Galib y su veloz caballería que les alcanzó a la altura de Langa, pocos kilómetros al oeste de Gormaz. Galib lanzó sus tropas por el valle alto del Duero y más allá. La derrota no afectó sólo a los castellanos, sino también a los navarros. Los descalabros de Gormaz, Langa y Navarra tuvieron efectos políticos. La derrota militar implicaba la caída en desgracia de un partido de la corte de Ramiro III: el castellano y navarro, cuyos líderes habían mordido el polvo. ¡Y era el bando de la regente Elvira Ramírez!

La venganza es un plato que se sirve frío, dicen. El caso es que era el momento de la madre del rey, Teresa Ansúrez y de los Ansúrez, los condes de Monzón, que no habían roto los lazos diplomáticos con Córdoba y, con ello, aparecían ahora como salvavidas de la corona. ¿Su plan? Dejar de guerrear, llevarse bien con Córdoba y asentar la organización del reino. El Reino de León tenía dos granos purulentos: la levantisca Castilla, ahora acallada por la derrota, y los magnates gallegos, que acababan de perder a la regente.

Ramiro III (Ayto. de León)

¿Cómo lo aplicará Teresa? Pidiendo la paz a Alhakén II, el califa. Sencillo. Pero hubo un problema: el califa moría en septiembre de 976. Y el califato se enfrentaba a un vacío de poder. Córdoba tenía, como León, un heredero menor de edad. ¿Quién mandará? Hisham tenía once años y frente a él hay dos partidos: los suyos, con el visir al-Mushafi como regente, y los de su tío el príncipe al-Mughira.

Al-Mushafi, para asegurarse la posición, elimina al príncipe con la colaboración del jefe de la policía cordobesa, Abu Amir alias Almanzor. Al poco este nuevo intrigante será el tutor de Hisham además de jefe de la policía, inspector de la ceca y de herencias vacantes. El joven califa nombró hayib, primer ministro, al entonces visir al-Mushafi y a Almanzor visir y delegado del hayib.

Para el año 977 hay títeres en León y en Córdoba. En León, el poder lo tienen los grandes linajes nobiliarios que en Castilla, Monzón, Saldaña, Cea, Galicia o Portugal hacen y deshacen a su antojo. Y en Córdoba, la viuda Subh, el hayib al-Mushafi y el visir Almanzor. En un determinado momento, Almanzor y Subh se hacen amantes. Sobra alguien. Así que Almanzor usará a Galib para desplazar a al-Mushafi. Cada peldaño que Galib ascendiera, sería un peldaño que al-Mushafi bajaría. Galib no poseía ambiciones políticas, pero su buen nombre entre las masas hacía obligado contar con él: quien ambicionara el poder, ganaría puntos si exhibía el apoyo del general Galib. Ahora bien, el visir estaba tratando por todos los medios de conciliarse con el general, y exactamente por los mismos motivos que Almanzor: el deseo de anular al vecino. ¿Dónde estaba la clave del apoyo de Galib? Al-Mushafi buscó una solución, digamos, tradicional: pidió para uno de sus hijos la mano de la hija del general, llamada Asmá. Ese matrimonio podía crear un bloque de poder realmente indestructible. Pero Almanzor no tardó en reaccionar.

Pero Almanzor le ofreció algo que le atrajo más: éxitos militares. Así en 977 le planificará una campaña en la frontera sur del Reino de León, un territorio fácil. Simultáneamente, un decreto del califa -por supuesto, inspirado por Almanzor y la viuda Subh- otorga a Galib nuevas dignidades políticas en detrimento de al-Mushafi, mientras concede al propio Almanzor el mando sobre las tropas acantonadas en Córdoba, la capital. Al viejo al-Mushafi le quedaba una última carta: el compromiso matrimonial de su hijo con la hija de Galib, la codiciada Asmá. Pero Almanzor no era hombre que se detuviera ante compromisos ajenos. Sin es fuerzo, logró que se anulara el contrato, que ya estaba firmado, y más aún, pidió la mano de Asmá para sí mismo. Galib, evidentemente, apostó a caballo ganador y accedió al matrimonio.

Busto de Almanzor

Al-Mushafi, el viejo hayib, estaba perdido y lo sabía. En la primavera de 978 se desatan los acontecimientos. Para empezar, Almanzor dirige una nueva campaña contra la frontera cristiana. Fue en Ledesma, cerca de Salamanca, otra vez para desmantelar la obra de los repobladores. La expedición es fácil y breve, pero la propaganda la airea con grandes voces en la capital. Con su popularidad en alza por la victoria, Almanzor procede entonces al segundo movimiento de su maniobra: el 29 de marzo de 978, el viejo al-Mushafi es destituido, detenido y encarcelado junto a sus hijos. ¿Por qué? ¿Importa? Almanzor ordena desahuciar el palacio familiar de al-Mushafi. El viejo hayib moriría cinco años más tarde, en prisión, asesinado.

El triángulo que gobernaba Córdoba tiene ahora a Galib. Pero el vértice más poderoso es Almanzor, que asumía los cargos, y rentas, que antes desempeñaba al-Mushafi. En este momento comienza la dictadura de Almanzor. Sorprende la facilidad con que Almanzor golpeó dos veces, en dos años consecutivos, contra las fronteras de León. ¿Qué estaba pasando allí? ¿Nadie contestaba? Sí, alguien contestaba: el conde de Castilla, García Fernández, estaba dispuesto a dar guerra.

Gormaz se mantenía musulmana y con ella controlaban a los cristianos del alto Duero. Ahí actuará García Fernández. El conde de Castilla ya es un poder autónomo respecto al rey de León, pero sigue reconociendo la superioridad jerárquica de la corona. Por tanto, García acude donde Ramiro III y le pide refuerzos. Va a ser que no. ¿Por qué León se negó? Miedo a las iras de Almanzor.

Bote de Zamora

El moro había golpeado en Salamanca, Cuéllar y Ledesma. Estos eran puntos fuertes que servían de columna vertebral a la colonización de la Meseta norte. Tras ese duro golpe León no estaba para recibir más del potente ejército creado por Almanzor. Pero el conde de Castilla no se frenará y recurrirá a sus mesnadas, sus campesinos en armas, sus hombres de frontera incrementados gracias a las ventajas sociales, jurídicas y económicas de los fueros. Esto hacía que las posibilidades de ascenso social en Castilla fuesen mayores que en cualquier otro lugar de la España cristiana. Y, con ello, las de luchar. Atraídos por ese horizonte de vida más libre, muchas personas habían acudido a Castilla desde el norte y el oeste. Y ésas eran las gentes que García Fernández tenía ahora bajo su mando. Gentes acostumbradas a levantarse tras una aceifa y a la guerra y al saqueo de los campos musulmanes del sur.

Atacó en el verano de 978. Empezó por Gormaz y la rinde. Penetra en territorio enemigo: ataca y saquea Almazán donde aniquila a la guarnición mora; Barahona, ídem; elude la cercana Medinaceli y toma sobre Atienza. García Fernández solo parará ante el invierno regresando con un botín enorme. El conde entrega parte al infantazgo de Covarrubias, un señorío eclesiástico regentado por la abadesa Urraca, su hermana.

Se ha recuperado la plaza -esencial- de Gormaz, se ha batido el territorio hasta la frontera misma del dispositivo de defensa moro, se ha golpeado con dureza a las orgullosas armas de Córdoba y se ha protegido de nuevo a los colonos que por su cuenta y riesgo han ido instalándose entre las sierras de Soria, Guadalajara y Segovia. Una victoria extraordinaria.

¿Y Almanzor? Nos sorprende que no reaccionase pero, seguramente, estaba en otras tareas: hacerse con todo el poder, es decir, dar un golpe de Estado. ¿Será el golpe de estado de las sonrisas?

Bibliografía:

“Moros y Cristianos” José Javier Esparza.
“Atlas de historia de España” Fernando García de Cortazar.