Cuando
Güilliam de Canford y la Gatusa subieron al páramo de Masa entendimos en este
blog que nos despedíamos de estos personajes creados por Daniel Bilbao y cuyas
novelas han sido publicadas por la editorial Mong. Aun así lo recuperamos -¿por
última vez?- para recapitular su recorrido por Las Merindades.
Lo
interesante de esta novela veraniega es la aparición, ya cerca de la ciudad de
Burgos, de un interesante viajero que visitó esta bitácora hace muchos años:
León de Rosmithal y… ¡Alto! No vamos a destripar una interesante y
ligera novela muy apropiada para un par de tardes de tumbona.
El
libro se lee rápido y se acaba dejándonos un apéndice donde un fantasmagórico
profesor universitario nos presenta un informe sobre la historicidad de “el
siniestro arquero sin dedos”. Este es el aspecto fundamental que nos hace ver
“El Brazo de Dios” como la pieza que cierra el ciclo de Las Merindades al
analizar las cinco novelas. Y la razón principal para hablar de una trama que
se desarrolla fuera de nuestra zona.
Recreación del castillo de Frías, cortesía de ZaLeZ.
En
el “informe” se habla de la calidad del papel de los manuscritos, de la
ortografía, sintaxis y semántica, de los lugares y de la lógica del mundo
feudal.
Esta
entrada se centrará en las referencias geográficas que aparecen en las
descripciones de Daniel Bilbao –Güilliam- a lo largo del, llamémoslo así, ciclo
de Las Merindades. Recordemos que “El perro ladrador” transcurre en la ciudad
de Frías y en tres ubicaciones principales: el castillo, la iglesia de San
Vicente y la judería para lo que se aplicó el trazado actual de la población.
Güilliam comentará que se alegraba que “la toma del castillo de Frías no
fuese mi problema” dada su configuración similar a la actual. Con respecto
a la iglesia de San Vicente, ubicada en el otro extremo del cortado rocoso, no
nos encontramos con la que hubiera visto el Arquero porque de la fábrica románica
solo quedan unos restos, y su portada principal está en el Museo de los
Claustros de Nueva York. La judería estuvo emplazada entre las calles Convenio
y Virgen de la Candonga.
Iglesia de Frías, cortesía de Javier Gómez Montacedo.
El
monasterio de Oña aparecía en “El gato negro” y el autor no incide en describir
su arquitectura dado el complejo encabalgamiento de estilos aplicados tras la
fecha de la novela. Toca el panteón real, atribuido a fray Pedro de Valladolid,
y la bóveda estrellada de la capilla principal, construida en el periodo en que
La Gatusa y el arquero visitan Oña por Fernando Díaz de Presencio. Daniel
Bilbao aprovecha que un gran número de personajes de la nobleza castellana deseaban
-y lo consiguieron- sepultarse allí para crear una trama de corrupción,
bastante creíble, maquinada por el ecónomo. También hablará de las gárgolas,
cañetes y esculturas con la impronta personal de los masones que las tallaban.
Entre ellas encontramos figuras de vírgenes, santos, animales y un gran número
de las esculturas grotescas y soeces.
Güilliam
visitó Medina de Pomar en la crónica titulada “El caballo regalado” y su
ambientación siguió, básicamente, las calles actuales, aunque la disposición
urbanística de Medina de Pomar difiere de la del siglo XV. El alcázar estaba
protegido por una primera muralla que lo aislaba del resto y la población también
estaba rodeada de una muralla en la parte oeste y con casas colgantes en el
este. Les destriparé algo de la novela para indicarles que el recorrido de la
carrera de cerdos fue por la calle Mayor.
Desde
el alcázar se divisan los dos ríos que pasan junto a Medina: el Trueba al oeste
y el Nela al este. Sus riberas llanas permiten imaginar donde situar el hipódromo
improvisado y el campamento de la compañía de soldados. El primero estaría a
orillas del Trueba, donde ahora se encuentran un polideportivo y unas piscinas,
y el segundo a orillas del Nela, zona por la cual se han expandido las
urbanizaciones.
La
crónica de “Los bastardos legítimos” transcurre entre las Merindades de
Castilla la Vieja y Valdeporres, más las villas de Cidad, Salazar, Cernégula y
Puentedey. Para los recorridos a caballo de Güilliam se han empleado las
diferentes rutas de senderismo que cubre la región y se midió el tiempo que se
necesitaba para recorrer los diferentes tramos. Cernégula permitirá al alter
ego de Daniel Bilbao mostrar su escepticismo con cualquier fenómeno paranormal.
Sin embargo, el ambiente que describe es suficiente para promover la leyenda en
torno a la Charca de las Brujas en una sociedad más crédula.
Una
sociedad que Daniel deja señalada someramente a lo largo de las páginas de la serie porque,
al relatarse en primera persona por un contemporáneo de los hechos hay muchas
circunstancias plenamente asumidas y conocidas por todos, incluidos los
lectores: los castillos artillados, la vida de los judíos, la posición de la
mujer o el clero…
Evidentemente
no podemos hablar de la misión de Güilliam pero, a cambio, el autor nos va dejando
pinceladas de su vida: nació en Canford, un pequeño pueblo del condado de
Dorset, al sur de Inglaterra; que es un bastardo, hijo ilegítimo de un
religioso; que era arquero; y que, quizá por su padre, tuvo una extensa y muy
poco corriente educación porque Güilliam hace referencia a Occam o a
Protágoras, domina la lógica, conoce a los filósofos griegos y posee nociones de
aritmética y geometría.
Probablemente
Daniel Bilbao quiso que su héroe -para facilitar el transcurrir de la obra- aparentase
ser un estudioso de su momento. Un chico que se incorporó a la universidad a la
edad habitual de catorce años y que recibió la enseñanza incluida en el trivium
(gramática, lógica y retorica) y en el quadrivium (aritmética, geometría,
astronomía y filosofía). Quizá podamos leer en una futura novela sus andanzas
juveniles y salgamos de dudas.
Tenemos
claro que se incorporó a una compañía de arqueros mercenarios y que formó parte
de los helle-kin, una tropa de arqueros montados de élite que cobraban más del
triple que un arquero de a pie, aunque debiesen aportar su propia montura. Fue capturado
por las tropas francesas y le amputaron los dedos. No nos aclaran cómo convenció
al orfebre judío benjamín Sitien para que este
le recompensase fabricándole su mano de metal articulada. Ni sabemos nada del
crimen con el que le amenaza Fernando el Católico.
Daniel
Bilbao nos deja caer en el apéndice de este quinto libro, que parece cerrar las
crónicas de Las Merindades, múltiples referencias a hechos a producirse desde
este punto como para permitirnos soñar con nuevas entregas de este cínico James
Bond del medievo.
La
esperaremos con ilusión, aunque no hablemos de ellas si se desarrollan fuera de Las Merindades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, tenga usted buena educación. Los comentarios irrespetuosos o insultantes serán eliminados.