Retomamos
la vida de este sangriento rey, Pedro I de Castilla, recordando que en ese año
1355 tanto su madre como su anterior valido había puesto muchos kilómetros
entre ellos y el rey. Aun así, en octubre era envenenado el antiguo valido Juan
Alfonso de Alburquerque. No creo que haya dudas sobre el instigador, ¿verdad?
Pedro I se dirige a Burgos, donde convoca a las Cortes para que le sufraguen un
ejército con el que aplastar a los nobles díscolos.
¡Gracias
a Dios los moros estaban tranquilos! ¿Y eso? Pedro I había firmado unas treguas
con Granada. Los benimerines recuperaron Algeciras.
En
1356 surgió la guerra con Aragón. El detonante fue que diez galeras y un leño
aragoneses, armados por mosén Francisco de Perellós, con licencia del rey Pedro
IV “El Ceremonioso”, para ir en auxilio de Francia contra Inglaterra. Esas
naves arribaron a Sanlúcar de Barrameda en busca de víveres y apresaron en
aquellas aguas a dos barcos aliados de la República de Génova, que se
encontraba en guerra con Aragón. Pedro I, que se hallaba en dicho puerto,
requirió a Perellós para que abandonase su presa. El
aragonés dijo: “nones”. El rey castellano se quejó a Pedro IV. El rey aragonés, creyendo débil a su tocayo castellano, declaró la
guerra. Sin embargo, Pedro I tomó la iniciativa: acosó a los aragoneses en la
zona de Molina de Aragón y el 8 de septiembre de 1356 tomó Alicante.
Rápidamente Pedro I pasó a Cuenca, aunque al poco marchó a Sevilla a preparar la campaña de 1357 y reunir fondos para costearla.
Pedro IV dedicó el otoño y el invierno a intentar atraerse a
distintos nobles castellanos para contrarrestar la ofensiva de su rey. Uno de
estos, Juan de la Cerca, yerno del anteriormente decapitado señor de Aguilar de la Frontera, Alfonso
Fernández
Coronel, marchó a Niebla
a tratar de sublevar Andalucía
contra Pedro I. fracasó y el rey lo ejecutó.
Para
entonces ya había comenzado la ofensiva castellana de 1357 contra Aragón: buscaban
Tarazona. Pedro IV trató
de retrasar las operaciones enemigas con la mediación del experto legado papal, el cardenal
Guillermo de la Jugie. El soberano castellano fingió acceder a respetar una tregua de dos
semanas, que en realidad aprovechó para tomar Tarazona el 9 de marzo. Pedro I
se avino a tratar entonces, alcanzados ya los primeros objetivos de la campaña y el 8 de mayo se firmó una tregua de un año por mediación del legado pontificio. No obstante
haberse comprometido a buscar la paz, que en última instancia habían dejado al arbitrio del cardenal, los
dos bandos simplemente deseaban aprovechar el cese temporal de las hostilidades
para reforzar sus posiciones.
Como
curiosidad diremos que entre los dos monarcas mediaron cartas de desafío, el
cual no llegó a verificarse por exigir el aragonés que Pedro I acudiera al
campo de Nules, mientras el castellano lo emplazaba ante los muros de Valencia,
ciudad que tenía sitiada Pedro I y a cuyo socorro parecía lógico que acudiese
el soberano de Aragón.
Pedro
I regresó a Sevilla. Siguió desoyendo los consejos del papa que le recomendaba
el respeto a su esposa legítima. Para seguir la lucha contra Aragón profanó los
sepulcros de Alfonso X el Sabio y de la reina Beatriz de Suabia, despojándolos
de las joyas de sus coronas. Cuentan que el rey sedujo a Aldonza Coronel aunque
antes lo intentó con su hermana María, viuda del ejecutado Juan de la Cerda.
Cuentan que María Coronel se retiró al convento sevillano de Santa Clara para
huir de Pedro. E incluso abrasó partes de su cuerpo para resultar horrible al
rey de Castilla.
María Fdez. Coronel.
En
1358 Enrique de Trastámara entra en Soria con una nutrida hueste mientras
Fernando invade Murcia y se dirige contra Cartagena. Pedro I reacciona enviando
una flota contra Valencia. Mal paso, porque una galerna destroza dieciséis de
las dieciocho naves que componían la escuadra. Pero dice la crónica que al rey
de Castilla le bastarán ocho meses para reparar quince de ellas, armar doce más
y hacerse traer otras diez galeras del rey de Portugal y hasta tres barcos del
rey de Granada, que, recordemos, era aliado suyo. En cuanto tenga la flota
lista, Pedro capitaneará una nueva singladura contra Barcelona e Ibiza. También
en 1358 Pedro convoca en Sevilla a Fadrique de Castilla, hermano de Enrique de
Trastámara, y le mata. Ese mismo año es apresada, y ejecutada al año siguiente,
Juana de Lara, señora de Vizcaya y esposa de Tello de Castilla, otro hermano de
Enrique. Al parecer el propio Tello avaló la operación -¿y eso? ¡¿Pero si
estaba huido en Francia?!-. En las mismas fechas, el infante Juan de Castilla y
Aragón es “suprimido” a mazazos como Fadrique. En 1359 es asesinada Leonor de
Castilla y Portugal, y también lo será la esposa del infante Juan, Isabel de
Lara. Enrique de Trastámara terminó refugiándose en Francia. La lista de
cadáveres no dejaría de aumentar en los años siguientes: Gutierre Fernández de
Toledo, Gómez Carrillo e incluso el judío Samuel Leví, aquel con cuya ayuda
había escapado de Toro. Y sin contar los destierros de gente tan principal como
el mismísimo arzobispo toledano, Vasco Fernández de Toledo.
Las
cosas parecen cambiar hacia septiembre de 1359, cuando Enrique de Trastámara y
su hermano Tello derrotan a una hueste de Pedro de Castilla en Araviana
(Soria). Allí muere Henestrosa, el tío de María de Padilla y valido del rey.
Pedro I ordenará ejecutar a otros dos hermanos Trastámara que tenía presos,
Juan y Pedro, de diecinueve y catorce años. Ese año, asesina a su tía Leonor,
la exreina de Aragón y madre del infante Fernando, su otro oponente.
En
1359, María de Padilla paría un hijo varón, Alfonso, al que Pedro haría
reconocer como heredero legítimo. Atentos, los dos hijos varones de Pedro eran
“ilegítimos”. Pero el rey sabía cómo solucionarlo: asesinando a Blanca de
Borbón y coronando a María de Padilla. Blanca, encerrada en el castillo de
Medina Sidonia, fue asesinada en 1361 con veintidós años. Todo hubiera salido
bien si no fuese porque María de Padilla moría ese mismo año, probablemente
víctima de la peste. Pedro reunió a las Cortes en Sevilla de las que consigue la
anulación de sus matrimonios con Blanca y Juana y que María fuera declarada
reina post mortem. Ahora Alfonso era heredero legítimo y... ¡muere en 1362! Ahora
Pedro I se queda con Juan como posible heredero. Pero era fruto de un
matrimonio que el propio rey había hecho declarar nulo. ¡terrible! Por cierto,
en 1363 nacerá otro niño bastardo fruto de la relación de Pedro con Isabel de
Sandoval. Se llamó Sancho y su tío Enrique lo mantuvo encerrado los ocho años
que vivió. Pero…
Pedro I de Castilla.
El
gusto por la sangre de Pedro I empujó a muchos nobles hacia las filas de
Enrique de Trastámara. Esta situación incita a Enrique a tomar la iniciativa. Intenta
pactar con Pedro IV de Aragón que preferirá apoyar a su sobrino. Entonces,
Enrique, ataca sin el apoyo de Aragón. En la primavera de 1360 el Trastámara se
apodera de la villa de Nájera. Pedro el Cruel marcha sobre Nájera con una
hueste de diez mil infantes y cinco mil jinetes. Viendo enemigos por todas
partes, mandó matar a Pedro Álvarez de Osorio, a los hijos del magnate
vallisoletano Fernán Sánchez, al arcediano de Salamanca Diego Arias Maldonado,
a un tal Pedro Martínez le hizo cocer en un caldero, y a un tal Pedro Sánchez
ordenó asarlo en su presencia. Cuando llegó a las cercanías de Nájera, salió a
su encuentro un fraile de Santo Domingo de la Calzada para decir al rey que el
santo se le había aparecido para decirle que Pedro se arriesgaba a morir a
manos de su hermanastro. Mala idea: Pedro mandó quemar vivo al fraile.
Y
hecho esto, lanzó a sus tropas contra Nájera. Superados en todos los frentes, las
tropas de Trastámara terminaron encerrándose en la ciudad. Los de Enrique
estaban perdidos. Pero en ese momento, Pedro abandonó el cerco y regresó a
Sevilla. ¿Y eso? Ciertas señales que interpretó de forma supersticiosa: Un
soldado que lloraba la muerte de un amigo; la profecía del fraile de Santo
Domingo; y un legado pontificio que le esperaba en Aguilar para tratar paces.
Enrique de Trastámara puedo escaparse.
En
Sevilla Pedro ajustició a las tripulaciones de cuatro galeras aragonesas, con
su capitán valenciano. Además, firmó un pacto con el rey de Portugal para la
entrega recíproca de refugiados. Los desdichados castellanos que habían buscado
cobijo en Portugal terminaron en manos de Pedro “El Cruel”, que una vez más
hizo honor a su apodo. Ahí cayó Pedro Núñez de Guzmán, padre de Leonor de
Guzmán y abuelo de Enrique de Trastámara.
Después
le tocó a Aragón. Pedro I atacó en la frontera de Zaragoza, desde Berdejo hasta
Alhama. Aunque tuvo que firmar unas treguas porque los musulmanes de Granada
atacaron plazas castellanas. ¿Y las treguas que tenían firmadas de antes? Bueno,
lo que estaba pasando era que el emir Mohamed V, aliado de Castilla, había sido
derrocado por una conspiración palaciega en 1359. Su sucesor, Ismail II,
hermanastro del anterior, un año después fue asesinado por un cuñado suyo que
subió al trono como Mohamed VI. Para afianzarse en el poder se envolvió en la
religión y en el enemigo exterior: Atacó Castilla. Tras un ataque exitoso se
vieron obligados a retroceder ante la potencia castellana. El 21 de diciembre
de 1361 los musulmanes sufren una derrota decisiva en Linuesa. Logran recuperarse
pocas semanas después en Guadix pero antes de que llegue la primavera de 1362
Pedro I ha tomado toda la línea al norte del Genil, desde Benamejí hasta Zagra,
a setenta kilómetros de la capital granadina. El rey Mohamed VI busca, en vano,
la paz al seguir vivo Mohamed V, el amigo de Pedro. Mohamed VI, que había
conspirado para elevar al trono a Ismail II y que después había asesinado a
este para coronarse, será “eliminado” en Sevilla por mano de Pedro I el Cruel.
Ismail II y Mohamed V
Arreglado
este asunto retomó Pedro el tema de Aragón. Empezó atacando Ariza, Ateca y toda
la línea del Jalón. Calatayud soporta un duro asedio. Al año siguiente, 1363,
los castellanos entran por Cariñena y Teruel, atraviesan el sur del Maestrazgo
y llegan hasta Segorbe y Sagunto antes de plantarse ante los mismísimos muros
de Valencia. La Corona de Aragón está a punto de colapsar. ¿Era Castilla tan
fuerte? Quizá, pero disponía de refuerzos navarros y portugueses. El Pedro aragonés
está reforzado con las capitidisminuidas huestes de Enrique de Trastámara y el
respaldo diplomático de Francia. En tales circunstancias se negoció la paz de
Murviedro fechada el 2 de julio de 1363, que significaba la derrota de la
Corona de Aragón: Calatayud, Tarazona y Teruel pasaban a Castilla y, al
parecer, por parte aragonesa hubo el compromiso de eliminar al Trastámara y a
Fernando de Aragón, que efectivamente fue asesinado. Las ventajas obtenidas por
Pedro el Cruel eran tales que no se comprende cómo incumplió lo pactado y reanudó
la lucha: ocupación de la comarca alicantina y sitio de Valencia en enero de
1364. Al final el papa, hacia 1365, detiene brevemente el combate.
La
potencia naval castellana hizo estragos en el litoral mediterráneo. Los
castellanos llegaron a asolar las costas del Levante y a tomar plazas decisivas
del poder aragonés. ¿Pedro I era consciente de que cada victoria suya
representaba una amenaza para Francia? Por ello, hacia 1366 Francia atacará a
Pedro I. No a Castilla, sino a Pedro. El nuevo rey francés Carlos V, llamado “El
Sabio”, tenía un reino arruinado y no podía permitir la victoria de Castilla
sobre Aragón. A pesar de la tregua concertada con Inglaterra. No solo eso, una
intervención directa en la península ibérica despertaría el recelo de los
ingleses y renovaría las hostilidades en territorio francés. Había, además, la
necesidad gala de tener una marina de guerra eficaz, como la castellana. Necesitaba
la flota de Castilla y eso era posible con un cambio de rey.
Aragón
no tenía disquisiciones tan exquisitas. Necesitaba derrotar a Castilla y, para
ello, necesitaba ya la ayuda francesa. Enrique de Trastámara, el hermanastro
del rey Pedro I y aspirante al trono castellano era el embajador aragonés en
Francia y consiguió el apoyo de Carlos V para un cambio de dinastía en
Castilla. Recurrió para ello a bandas de mercenarios que robaban por territorio
francés. Castilla era un buen lugar donde desaguar esas “compañías blancas”,
como se las llamaba por el color de sus banderas. En marzo de 1366 cruzaron
hasta Aragón al mando del condestable Bertrand du Guesclin. Oficialmente, Enrique
las había reclutado en suelo francés. La operación contaba con el respaldo
expreso de Pedro IV de Aragón. Pero es que, además, muchos en Castilla estaban
deseando levantar las armas contra su rey. La corona de Pedro I el Cruel tenía
los días contados. Bertrand du Guesclin o Duguesclin era bretón, de casi
cincuenta años, cabezón y bajito, feo, más ancho que largo y fuerte como un
toro. Había cobrado del rey de Francia y del papado 200.000 florines de oro por
arrastrar a los mercenarios a Castilla. El contingente del Trastámara pasó a
Aragón donde recibió refuerzos locales. Acto seguido, Enrique se dirigió a
Calahorra que cayó sin oposición. Allí, sus tropas lo proclamaron rey de
Castilla y de León. En los días siguientes muchas plazas vecinas se pasaron a
su bando. Y en pocas semanas, la mayoría de las ciudades y villas de Castilla.
Enrique, confiado, licenció a la mayor parte de las compañías blancas con un
soberano estipendio, para que no siguiesen creando problemas en su nuevo reino,
y se quedó solo con Duguesclin y sus bretones.
Du Guesclin
Pedro
I el Cruel perdía pie. Aunque lo primero que hizo cuando se enteró de la caída
de Calahorra fue asesinar al caballero Juan Fernández de Tovar por ser hermano
del gobernador que había rendido la plaza. El rey legítimo estaba en Burgos
cuando cayó Calahorra y se escapó camino de Sevilla. Durante el viaje constató
que le estaban abandonando por lo que continuó su fuga hasta Portugal donde
reinaba su tío Pedro. Su tío estaba acariciando la baza de invadir Castilla por
lo que Pedro I marcha a Galicia y recaló en Santiago de Compostela. Veinticinco
días después de su entrada en Castilla casi todo el reino había aceptado como
rey a Enrique. Solo Galicia, Sevilla y algunas villas de León permanecían
fieles a Pedro. Terminaba ya el mes de junio de 1366 y Sevilla había reconocido
a Enrique. Ante tamaño insulto Pedro manda asesinar al arzobispo de Santiago,
Suero Gómez de Toledo y, después, embarcó en La Coruña rumbo a Bayona, la de
Francia, que estaba en manos inglesas. Allí lo ayudará Eduardo de Woodstock, el
Príncipe Negro, heredero de la corona inglesa que sabía que necesitaba Castilla
de su lado. Su flota les permitía controlar tanto el Atlántico como el
Mediterráneo occidental. También hubo un acuerdo entre Pedro I “El Cruel” y Carlos
“El Malo” de Navarra: oro por derechos de paso y alguna cosilla más. Las
huestes inglesas, con Pedro I y el Príncipe Negro al frente, cruzaron Navarra
al final del invierno de 1367. Con los ingleses venían gascones y aquitanos
reclutados sobre el terreno, un contingente de refuerzo llegado desde Londres
con centenares de caballeros y arqueros y, en el mismo lote, otra hueste cedida
por el rey de Mallorca, Jaime IV, que veía aquí una manera de hostigar a su
enemigo el rey de Aragón.
A
Pedro le habían dicho que Enrique de Trastámara estaba en La Rioja y el 3 de
abril se plantó en Navarrete, cerca de Nájera. Ahí estaban Enrique y
Duguesclin. ¡A luchar! Enrique y Duguesclin confiaron todo a la caballería,
pero los arqueros ingleses anularon la superioridad numérica del ejército Trastámara,
compuesto sobre todo por levas de campesinos poco fiables en el combate. Tampoco
escogieron bien el lugar del combate y las huestes de Enrique quedaron
atrapadas entre el frente enemigo y el río Najerilla. Las diezmaron. Enrique escapó
a Francia y Bertrand Duguesclin se entregó al Príncipe Negro y pagó un fuerte
rescate para salir libre. Curiosamente, Duguesclin pensaba que su precio era
bajo de modo que él mismo lo subió.
Pedro
tenía la mano ganadora. Y le volvió a cegar el gusto por la sangre. Ordenó
matar a todos aquellos que consideraba enemigos, desde el caballero Íñigo López
de Orozco, asesinado a sangre fría después de la batalla, hasta los nobles de
Toledo, Sevilla y Córdoba que no se habían mostrado suficientemente hostiles al
Trastámara. Y, para terminar, Pedro no pagó al Príncipe Negro quién abandonó
Castilla en agosto de ese 1367. En cuanto Enrique de Trastámara se enteró montó
un nuevo ejército en Francia, cruzó Aragón, pasó a Castilla y volvió a
Calahorra. ¡Y es aclamado por toda Castilla! Más de la mitad del reino era suyo
sin necesidad de dar una batalla. ¿Y Pedro? Se hizo fuerte en Andalucía, donde
recabó la ayuda del rey de Granada. El moro le cedió un ejército de cuantiosa
infantería y 7.000 jinetes.
El
año 1368 tuvo dos reyes en el trono… Hasta que Pedro atacó en el campo de
Montiel, en La Mancha, en marzo de 1369. Pedro se dirigía a Toledo, asediada
por Enrique. En el camino se encontraron las huestes de los hermanastros. Los
del Trastámara no dieron opción: esta vez Enrique tenía más y mejores hombres. Los
de Pedro se refugiaron en el castillo de Montiel con su rey a la cabeza.
Viéndose atrapado, Pedro envió un mensaje al bretón Duguesclin proponiéndole
una rendición por separado previo pago de una formidable suma. Duguesclin
accedió. Pedro salió del castillo. Era el 23 de marzo.
Bertrand
Duguesclin llevó a Pedro al campamento de Enrique. ¡El mercenario tenía honor! Una
vez en el campamento de su enemigo, la cólera le venció y se lanzó contra
Enrique para matarle. El Trastámara cayó al suelo. Pedro esgrimió su puñal para
acabar con la vida de su hermanastro. Alguien levantó a Pedro de los pies, Duguesclin
el forzudo, lo que permitió que Enrique sacase su daga apuñalando a su
hermanastro. Ahí es cuando el bretón dejó su frase para la historia de
Castilla: “Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”. Enrique ordenó
cortar la cabeza de Pedro y la arrojó a un sendero. El resto del cuerpo lo
mandó colgar en el castillo de Montiel. Enrique fue reconocido como rey:
Enrique II. Con él comenzaba la dinastía Trastámara, que llegaría a reinar
tanto en Castilla como en Aragón. La nueva dinastía se consolidó pronto y con
ella se produjeron dos hechos aparentemente contradictorios: el avance de la
centralización del poder, incluso en cuestiones de fiscalidad, y un nuevo y
gigantesco reparto de riqueza entre los miembros de la nueva nobleza.
Bibliografía:
“¡Santiago y cierra, España!” José Javier
Esparza.
“Historia de castilla de Atapuerca a
Fuensaldaña”. Juan José García González y otros autores.
“Atlas de Historia de España”. Fernando
García de Cortazar.
“Historia de España. La crisis del siglo
XIV. El declive de la civilización medieval y el triunfo de los Trastámara”.
Salvat.
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