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domingo, 20 de abril de 2025

“Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor” o Pedro I el Cruel (1350-1369) segunda parte.

 
 
Retomamos la vida de este sangriento rey, Pedro I de Castilla, recordando que en ese año 1355 tanto su madre como su anterior valido había puesto muchos kilómetros entre ellos y el rey. Aun así, en octubre era envenenado el antiguo valido Juan Alfonso de Alburquerque. No creo que haya dudas sobre el instigador, ¿verdad? Pedro I se dirige a Burgos, donde convoca a las Cortes para que le sufraguen un ejército con el que aplastar a los nobles díscolos.
 
¡Gracias a Dios los moros estaban tranquilos! ¿Y eso? Pedro I había firmado unas treguas con Granada. Los benimerines recuperaron Algeciras.

 
En 1356 surgió la guerra con Aragón. El detonante fue que diez galeras y un leño aragoneses, armados por mosén Francisco de Perellós, con licencia del rey Pedro IV “El Ceremonioso”, para ir en auxilio de Francia contra Inglaterra. Esas naves arribaron a Sanlúcar de Barrameda en busca de víveres y apresaron en aquellas aguas a dos barcos aliados de la República de Génova, que se encontraba en guerra con Aragón. Pedro I, que se hallaba en dicho puerto, requirió a Perellós para que abandonase su presa. El aragonés dijo: “nones”. El rey castellano se quejó a Pedro IV. El rey aragonés, creyendo débil a su tocayo castellano, declaró la guerra. Sin embargo, Pedro I tomó la iniciativa: acosó a los aragoneses en la zona de Molina de Aragón y el 8 de septiembre de 1356 tomó Alicante. Rápidamente Pedro I pasó a Cuenca, aunque al poco marchó a Sevilla a preparar la campaña de 1357 y reunir fondos para costearla. Pedro IV dedicó el otoño y el invierno a intentar atraerse a distintos nobles castellanos para contrarrestar la ofensiva de su rey. Uno de estos, Juan de la Cerca, yerno del anteriormente decapitado señor de Aguilar de la Frontera, Alfonso Fernández Coronel, marchó a Niebla a tratar de sublevar Andalucía contra Pedro I. fracasó y el rey lo ejecutó.
 
Para entonces ya había comenzado la ofensiva castellana de 1357 contra Aragón: buscaban Tarazona. Pedro IV trató de retrasar las operaciones enemigas con la mediación del experto legado papal, el cardenal Guillermo de la Jugie. El soberano castellano fingió acceder a respetar una tregua de dos semanas, que en realidad aprovechó para tomar Tarazona el 9 de marzo. Pedro I se avino a tratar entonces, alcanzados ya los primeros objetivos de la campaña y el 8 de mayo se firmó una tregua de un año por mediación del legado pontificio. No obstante haberse comprometido a buscar la paz, que en última instancia habían dejado al arbitrio del cardenal, los dos bandos simplemente deseaban aprovechar el cese temporal de las hostilidades para reforzar sus posiciones.
 
Como curiosidad diremos que entre los dos monarcas mediaron cartas de desafío, el cual no llegó a verificarse por exigir el aragonés que Pedro I acudiera al campo de Nules, mientras el castellano lo emplazaba ante los muros de Valencia, ciudad que tenía sitiada Pedro I y a cuyo socorro parecía lógico que acudiese el soberano de Aragón.

 
Pedro I regresó a Sevilla. Siguió desoyendo los consejos del papa que le recomendaba el respeto a su esposa legítima. Para seguir la lucha contra Aragón profanó los sepulcros de Alfonso X el Sabio y de la reina Beatriz de Suabia, despojándolos de las joyas de sus coronas. Cuentan que el rey sedujo a Aldonza Coronel aunque antes lo intentó con su hermana María, viuda del ejecutado Juan de la Cerda. Cuentan que María Coronel se retiró al convento sevillano de Santa Clara para huir de Pedro. E incluso abrasó partes de su cuerpo para resultar horrible al rey de Castilla.

María Fdez. Coronel.
 
En 1358 Enrique de Trastámara entra en Soria con una nutrida hueste mientras Fernando invade Murcia y se dirige contra Cartagena. Pedro I reacciona enviando una flota contra Valencia. Mal paso, porque una galerna destroza dieciséis de las dieciocho naves que componían la escuadra. Pero dice la crónica que al rey de Castilla le bastarán ocho meses para reparar quince de ellas, armar doce más y hacerse traer otras diez galeras del rey de Portugal y hasta tres barcos del rey de Granada, que, recordemos, era aliado suyo. En cuanto tenga la flota lista, Pedro capitaneará una nueva singladura contra Barcelona e Ibiza. También en 1358 Pedro convoca en Sevilla a Fadrique de Castilla, hermano de Enrique de Trastámara, y le mata. Ese mismo año es apresada, y ejecutada al año siguiente, Juana de Lara, señora de Vizcaya y esposa de Tello de Castilla, otro hermano de Enrique. Al parecer el propio Tello avaló la operación -¿y eso? ¡¿Pero si estaba huido en Francia?!-. En las mismas fechas, el infante Juan de Castilla y Aragón es “suprimido” a mazazos como Fadrique. En 1359 es asesinada Leonor de Castilla y Portugal, y también lo será la esposa del infante Juan, Isabel de Lara. Enrique de Trastámara terminó refugiándose en Francia. La lista de cadáveres no dejaría de aumentar en los años siguientes: Gutierre Fernández de Toledo, Gómez Carrillo e incluso el judío Samuel Leví, aquel con cuya ayuda había escapado de Toro. Y sin contar los destierros de gente tan principal como el mismísimo arzobispo toledano, Vasco Fernández de Toledo.

 
Las cosas parecen cambiar hacia septiembre de 1359, cuando Enrique de Trastámara y su hermano Tello derrotan a una hueste de Pedro de Castilla en Araviana (Soria). Allí muere Henestrosa, el tío de María de Padilla y valido del rey. Pedro I ordenará ejecutar a otros dos hermanos Trastámara que tenía presos, Juan y Pedro, de diecinueve y catorce años. Ese año, asesina a su tía Leonor, la exreina de Aragón y madre del infante Fernando, su otro oponente.
 
En 1359, María de Padilla paría un hijo varón, Alfonso, al que Pedro haría reconocer como heredero legítimo. Atentos, los dos hijos varones de Pedro eran “ilegítimos”. Pero el rey sabía cómo solucionarlo: asesinando a Blanca de Borbón y coronando a María de Padilla. Blanca, encerrada en el castillo de Medina Sidonia, fue asesinada en 1361 con veintidós años. Todo hubiera salido bien si no fuese porque María de Padilla moría ese mismo año, probablemente víctima de la peste. Pedro reunió a las Cortes en Sevilla de las que consigue la anulación de sus matrimonios con Blanca y Juana y que María fuera declarada reina post mortem. Ahora Alfonso era heredero legítimo y... ¡muere en 1362! Ahora Pedro I se queda con Juan como posible heredero. Pero era fruto de un matrimonio que el propio rey había hecho declarar nulo. ¡terrible! Por cierto, en 1363 nacerá otro niño bastardo fruto de la relación de Pedro con Isabel de Sandoval. Se llamó Sancho y su tío Enrique lo mantuvo encerrado los ocho años que vivió. Pero…

Pedro I de Castilla.
 
El gusto por la sangre de Pedro I empujó a muchos nobles hacia las filas de Enrique de Trastámara. Esta situación incita a Enrique a tomar la iniciativa. Intenta pactar con Pedro IV de Aragón que preferirá apoyar a su sobrino. Entonces, Enrique, ataca sin el apoyo de Aragón. En la primavera de 1360 el Trastámara se apodera de la villa de Nájera. Pedro el Cruel marcha sobre Nájera con una hueste de diez mil infantes y cinco mil jinetes. Viendo enemigos por todas partes, mandó matar a Pedro Álvarez de Osorio, a los hijos del magnate vallisoletano Fernán Sánchez, al arcediano de Salamanca Diego Arias Maldonado, a un tal Pedro Martínez le hizo cocer en un caldero, y a un tal Pedro Sánchez ordenó asarlo en su presencia. Cuando llegó a las cercanías de Nájera, salió a su encuentro un fraile de Santo Domingo de la Calzada para decir al rey que el santo se le había aparecido para decirle que Pedro se arriesgaba a morir a manos de su hermanastro. Mala idea: Pedro mandó quemar vivo al fraile.
 
Y hecho esto, lanzó a sus tropas contra Nájera. Superados en todos los frentes, las tropas de Trastámara terminaron encerrándose en la ciudad. Los de Enrique estaban perdidos. Pero en ese momento, Pedro abandonó el cerco y regresó a Sevilla. ¿Y eso? Ciertas señales que interpretó de forma supersticiosa: Un soldado que lloraba la muerte de un amigo; la profecía del fraile de Santo Domingo; y un legado pontificio que le esperaba en Aguilar para tratar paces. Enrique de Trastámara puedo escaparse.

 
En Sevilla Pedro ajustició a las tripulaciones de cuatro galeras aragonesas, con su capitán valenciano. Además, firmó un pacto con el rey de Portugal para la entrega recíproca de refugiados. Los desdichados castellanos que habían buscado cobijo en Portugal terminaron en manos de Pedro “El Cruel”, que una vez más hizo honor a su apodo. Ahí cayó Pedro Núñez de Guzmán, padre de Leonor de Guzmán y abuelo de Enrique de Trastámara.
 
Después le tocó a Aragón. Pedro I atacó en la frontera de Zaragoza, desde Berdejo hasta Alhama. Aunque tuvo que firmar unas treguas porque los musulmanes de Granada atacaron plazas castellanas. ¿Y las treguas que tenían firmadas de antes? Bueno, lo que estaba pasando era que el emir Mohamed V, aliado de Castilla, había sido derrocado por una conspiración palaciega en 1359. Su sucesor, Ismail II, hermanastro del anterior, un año después fue asesinado por un cuñado suyo que subió al trono como Mohamed VI. Para afianzarse en el poder se envolvió en la religión y en el enemigo exterior: Atacó Castilla. Tras un ataque exitoso se vieron obligados a retroceder ante la potencia castellana. El 21 de diciembre de 1361 los musulmanes sufren una derrota decisiva en Linuesa. Logran recuperarse pocas semanas después en Guadix pero antes de que llegue la primavera de 1362 Pedro I ha tomado toda la línea al norte del Genil, desde Benamejí hasta Zagra, a setenta kilómetros de la capital granadina. El rey Mohamed VI busca, en vano, la paz al seguir vivo Mohamed V, el amigo de Pedro. Mohamed VI, que había conspirado para elevar al trono a Ismail II y que después había asesinado a este para coronarse, será “eliminado” en Sevilla por mano de Pedro I el Cruel.

Ismail II y Mohamed V
 
Arreglado este asunto retomó Pedro el tema de Aragón. Empezó atacando Ariza, Ateca y toda la línea del Jalón. Calatayud soporta un duro asedio. Al año siguiente, 1363, los castellanos entran por Cariñena y Teruel, atraviesan el sur del Maestrazgo y llegan hasta Segorbe y Sagunto antes de plantarse ante los mismísimos muros de Valencia. La Corona de Aragón está a punto de colapsar. ¿Era Castilla tan fuerte? Quizá, pero disponía de refuerzos navarros y portugueses. El Pedro aragonés está reforzado con las capitidisminuidas huestes de Enrique de Trastámara y el respaldo diplomático de Francia. En tales circunstancias se negoció la paz de Murviedro fechada el 2 de julio de 1363, que significaba la derrota de la Corona de Aragón: Calatayud, Tarazona y Teruel pasaban a Castilla y, al parecer, por parte aragonesa hubo el compromiso de eliminar al Trastámara y a Fernando de Aragón, que efectivamente fue asesinado. Las ventajas obtenidas por Pedro el Cruel eran tales que no se comprende cómo incumplió lo pactado y reanudó la lucha: ocupación de la comarca alicantina y sitio de Valencia en enero de 1364. Al final el papa, hacia 1365, detiene brevemente el combate.

 
La potencia naval castellana hizo estragos en el litoral mediterráneo. Los castellanos llegaron a asolar las costas del Levante y a tomar plazas decisivas del poder aragonés. ¿Pedro I era consciente de que cada victoria suya representaba una amenaza para Francia? Por ello, hacia 1366 Francia atacará a Pedro I. No a Castilla, sino a Pedro. El nuevo rey francés Carlos V, llamado “El Sabio”, tenía un reino arruinado y no podía permitir la victoria de Castilla sobre Aragón. A pesar de la tregua concertada con Inglaterra. No solo eso, una intervención directa en la península ibérica despertaría el recelo de los ingleses y renovaría las hostilidades en territorio francés. Había, además, la necesidad gala de tener una marina de guerra eficaz, como la castellana. Necesitaba la flota de Castilla y eso era posible con un cambio de rey.
 
Aragón no tenía disquisiciones tan exquisitas. Necesitaba derrotar a Castilla y, para ello, necesitaba ya la ayuda francesa. Enrique de Trastámara, el hermanastro del rey Pedro I y aspirante al trono castellano era el embajador aragonés en Francia y consiguió el apoyo de Carlos V para un cambio de dinastía en Castilla. Recurrió para ello a bandas de mercenarios que robaban por territorio francés. Castilla era un buen lugar donde desaguar esas “compañías blancas”, como se las llamaba por el color de sus banderas. En marzo de 1366 cruzaron hasta Aragón al mando del condestable Bertrand du Guesclin. Oficialmente, Enrique las había reclutado en suelo francés. La operación contaba con el respaldo expreso de Pedro IV de Aragón. Pero es que, además, muchos en Castilla estaban deseando levantar las armas contra su rey. La corona de Pedro I el Cruel tenía los días contados. Bertrand du Guesclin o Duguesclin era bretón, de casi cincuenta años, cabezón y bajito, feo, más ancho que largo y fuerte como un toro. Había cobrado del rey de Francia y del papado 200.000 florines de oro por arrastrar a los mercenarios a Castilla. El contingente del Trastámara pasó a Aragón donde recibió refuerzos locales. Acto seguido, Enrique se dirigió a Calahorra que cayó sin oposición. Allí, sus tropas lo proclamaron rey de Castilla y de León. En los días siguientes muchas plazas vecinas se pasaron a su bando. Y en pocas semanas, la mayoría de las ciudades y villas de Castilla. Enrique, confiado, licenció a la mayor parte de las compañías blancas con un soberano estipendio, para que no siguiesen creando problemas en su nuevo reino, y se quedó solo con Duguesclin y sus bretones.

Du Guesclin
 
Pedro I el Cruel perdía pie. Aunque lo primero que hizo cuando se enteró de la caída de Calahorra fue asesinar al caballero Juan Fernández de Tovar por ser hermano del gobernador que había rendido la plaza. El rey legítimo estaba en Burgos cuando cayó Calahorra y se escapó camino de Sevilla. Durante el viaje constató que le estaban abandonando por lo que continuó su fuga hasta Portugal donde reinaba su tío Pedro. Su tío estaba acariciando la baza de invadir Castilla por lo que Pedro I marcha a Galicia y recaló en Santiago de Compostela. Veinticinco días después de su entrada en Castilla casi todo el reino había aceptado como rey a Enrique. Solo Galicia, Sevilla y algunas villas de León permanecían fieles a Pedro. Terminaba ya el mes de junio de 1366 y Sevilla había reconocido a Enrique. Ante tamaño insulto Pedro manda asesinar al arzobispo de Santiago, Suero Gómez de Toledo y, después, embarcó en La Coruña rumbo a Bayona, la de Francia, que estaba en manos inglesas. Allí lo ayudará Eduardo de Woodstock, el Príncipe Negro, heredero de la corona inglesa que sabía que necesitaba Castilla de su lado. Su flota les permitía controlar tanto el Atlántico como el Mediterráneo occidental. También hubo un acuerdo entre Pedro I “El Cruel” y Carlos “El Malo” de Navarra: oro por derechos de paso y alguna cosilla más. Las huestes inglesas, con Pedro I y el Príncipe Negro al frente, cruzaron Navarra al final del invierno de 1367. Con los ingleses venían gascones y aquitanos reclutados sobre el terreno, un contingente de refuerzo llegado desde Londres con centenares de caballeros y arqueros y, en el mismo lote, otra hueste cedida por el rey de Mallorca, Jaime IV, que veía aquí una manera de hostigar a su enemigo el rey de Aragón.

 
A Pedro le habían dicho que Enrique de Trastámara estaba en La Rioja y el 3 de abril se plantó en Navarrete, cerca de Nájera. Ahí estaban Enrique y Duguesclin. ¡A luchar! Enrique y Duguesclin confiaron todo a la caballería, pero los arqueros ingleses anularon la superioridad numérica del ejército Trastámara, compuesto sobre todo por levas de campesinos poco fiables en el combate. Tampoco escogieron bien el lugar del combate y las huestes de Enrique quedaron atrapadas entre el frente enemigo y el río Najerilla. Las diezmaron. Enrique escapó a Francia y Bertrand Duguesclin se entregó al Príncipe Negro y pagó un fuerte rescate para salir libre. Curiosamente, Duguesclin pensaba que su precio era bajo de modo que él mismo lo subió.

 
Pedro tenía la mano ganadora. Y le volvió a cegar el gusto por la sangre. Ordenó matar a todos aquellos que consideraba enemigos, desde el caballero Íñigo López de Orozco, asesinado a sangre fría después de la batalla, hasta los nobles de Toledo, Sevilla y Córdoba que no se habían mostrado suficientemente hostiles al Trastámara. Y, para terminar, Pedro no pagó al Príncipe Negro quién abandonó Castilla en agosto de ese 1367. En cuanto Enrique de Trastámara se enteró montó un nuevo ejército en Francia, cruzó Aragón, pasó a Castilla y volvió a Calahorra. ¡Y es aclamado por toda Castilla! Más de la mitad del reino era suyo sin necesidad de dar una batalla. ¿Y Pedro? Se hizo fuerte en Andalucía, donde recabó la ayuda del rey de Granada. El moro le cedió un ejército de cuantiosa infantería y 7.000 jinetes.
 
El año 1368 tuvo dos reyes en el trono… Hasta que Pedro atacó en el campo de Montiel, en La Mancha, en marzo de 1369. Pedro se dirigía a Toledo, asediada por Enrique. En el camino se encontraron las huestes de los hermanastros. Los del Trastámara no dieron opción: esta vez Enrique tenía más y mejores hombres. Los de Pedro se refugiaron en el castillo de Montiel con su rey a la cabeza. Viéndose atrapado, Pedro envió un mensaje al bretón Duguesclin proponiéndole una rendición por separado previo pago de una formidable suma. Duguesclin accedió. Pedro salió del castillo. Era el 23 de marzo.

 
Bertrand Duguesclin llevó a Pedro al campamento de Enrique. ¡El mercenario tenía honor! Una vez en el campamento de su enemigo, la cólera le venció y se lanzó contra Enrique para matarle. El Trastámara cayó al suelo. Pedro esgrimió su puñal para acabar con la vida de su hermanastro. Alguien levantó a Pedro de los pies, Duguesclin el forzudo, lo que permitió que Enrique sacase su daga apuñalando a su hermanastro. Ahí es cuando el bretón dejó su frase para la historia de Castilla: “Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”. Enrique ordenó cortar la cabeza de Pedro y la arrojó a un sendero. El resto del cuerpo lo mandó colgar en el castillo de Montiel. Enrique fue reconocido como rey: Enrique II. Con él comenzaba la dinastía Trastámara, que llegaría a reinar tanto en Castilla como en Aragón. La nueva dinastía se consolidó pronto y con ella se produjeron dos hechos aparentemente contradictorios: el avance de la centralización del poder, incluso en cuestiones de fiscalidad, y un nuevo y gigantesco reparto de riqueza entre los miembros de la nueva nobleza.
 
 
 
Bibliografía:
 
“¡Santiago y cierra, España!” José Javier Esparza.
“Historia de castilla de Atapuerca a Fuensaldaña”. Juan José García González y otros autores.
“Atlas de Historia de España”. Fernando García de Cortazar.
“Historia de España. La crisis del siglo XIV. El declive de la civilización medieval y el triunfo de los Trastámara”. Salvat.
 

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