“VILLARCAYO
25 (11 m.). -El sábado último tomó posesión del cargo el delegado gubernativo
de este partido judicial D. Antonio Calderón y López Vago, capitán de
Infantería. El acto se verificó en el salón de sesiones de la
Casa-Ayuntamiento. El alcalde presentó al delegado en un discurso patriótico,
que terminó con vítores al Directorio y al Rey. (Febus.)”.
Este
pequeño párrafo del periódico “El Sol” del 23 de diciembre de 1923 nos sirve de
pie para hablar de una peculiaridad de la dictadura de Primo de Rivera. Y no es
la censura y el arte de fabular al escribir. El gobierno del dictador buscaba modernizar
España y, para ello, era necesario purgar el país de estructuras -formales e
informales- que entorpecían ese cambio. Pero en lugar de cambiar a todos los
cargos públicos municipales procedió a crear la figura de los Delegados Gubernativos
en los partidos judiciales, ejecutores de las medidas de saneamiento dictadas
para regenerar la nación:
“Por
cada cabeza de partido judicial, y como delegados de los gobernadores civiles
de las provincias, se designará un jefe o capitán del Ejército, que informará a
aquéllos de las deficiencias funcionales de los Ayuntamientos que constituyan
el partido judicial correspondiente, proponiendo los remedios adecuados e
impulsando en los pueblos las corrientes de la nueva vida ciudadana”. (R.D. 20/10/1923)
Por
tanto, los delegados eran el puente que enlazaría con la nueva ley municipal. Debían
supervisar y orientar las funciones de los concejos. La pena es que solían desconocer
todo sobre la zona a la que eran destinados, lo que mermaba desde el principio
su posible eficacia. Dadas sus difusas funciones los Delegados Gubernativos
ejercían el poder real en los municipios. Es por eso que, cuando Eliseo
Cuadrado quiso dimitir, en 1925, como concejal de Villarcayo necesitó la
autorización del Delegado Gubernativo según el artículo 89 del estatuto
municipal.
Estos
funcionarios eran el arma contra el caciquismo. Para ello, recurrían a “personas
independientes” mientras eludían los movimientos de aproximación por parte de
las estructuras caciquiles. Uno de estos movimientos era dando coba al delegado
como, por ejemplo, publicando una nota de prensa por su cumpleaños:
10/12/1924
Su
nombramiento era por un año para evitar corruptelas del militar delegado. En
este tiempo figuraban como disponibles cobrando la diferencia hasta su sueldo
en activo, así como las indemnizaciones que originasen sus viajes oficiales,
que se pagaban por el partido judicial a prorrateo entre los municipios. ¡Otra
razón para “alegrar” a los dirigentes lugareños! Eso sí, el viaje de
incorporación a sus puestos era por cuenta del Estado. A su vez el pueblo
cabeza de partido judicial -en nuestro caso Villarcayo- estaba obligado a
proporcionarles casa, vivienda, oficina o, en su defecto, una gratificación
mensual de 75, 100 ó 150 pesetas según el empleo del delegado. En concepto de
gastos de material y personal de oficina y franqueo, percibian cien pesetas
mensuales, también a prorratear entre los pueblos del partido judicial.
Diario de Burgos
El
plazo máximo de permanencia hizo que varios militares pasasen por Villarcayo como
el capitán Antonio Calderón López-Bago (diciembre 1923 a abril 1924), Gerardo
Diez de la Lastra y Peralta (abril 1924 a enero 1925) o Emilio Rodríguez
Tarduchy que, residiendo en Briviesca, atendía ese partido y el de
Villarcayo desde marzo de 1925.
El
capitán Antonio Calderón, miembro de la logia masónica “Hijos de la africana”,
falleció en 1926 en el protectorado de Marruecos. Gerardo Diez de la Lastra, en
1936, estaba destinado en el Regimiento América 23 de Guarnición en Pamplona.
El Teniente Coronel Gerardo Diez de la Lastra
en Amorebieta.
El
señor Tarduchy (1879-1964) fue el más conocido de los Delegados Gubernativos
que estuvieron en Villarcayo. Era un militar sevillano, comandante de
Infantería, que se le nombró delegado gubernativo en los partidos citados. Por
Orden Circular de 23 de mayo de 1931 fue declarado indeseable por el entonces
ministro de la Guerra y el 6 de julio del mismo año se le concedió el retiro causando
baja en el Ejército.
En
1932 tomó parte en los trabajos de preparación de la sublevación del 10 de
agosto, cumpliendo los cometidos que le ordenara el general Luis Orgaz. En 1933
publicó, con el periodista César González Ruano, una biografía del general
Sanjurjo. Fue uno de los hombres que gozó de la confianza, el respeto y la
simpatía personal de José Antonio Primo de Rivera.
Emilio Rodríguez Tarduchy
Constituida
Falange Española, fue designado jefe de Asistencia Social y se le incluyó entre
los miembros fundadores de la primera Junta Política, asistiendo a los trabajos
del primer Consejo Nacional de FE de las Juntas de ofensiva
Nacional-Sindicalista (JONS). Como periodista, con carné número 19 de la
Asociación de la Prensa de Madrid, fue director de “La Correspondencia Militar”,
y subdirector y crítico militar del diario carlista “El Siglo Futuro”. Fundó, a
finales de 1933, junto con Bartolomé Barba Hernández, capitán del Cuerpo de
Estado Mayor, la Unión Militar Española (UME), formando siempre parte de la
Junta Directiva; encargándose mayoritariamente de la misión de unir a los
militares retirados por la Ley Azaña y consolidar una red de apoyo que recibió
el nombre de “sección Tarduchy”. Tras el triunfo del Frente Popular, Emilio se
volcó en la conspiración que dio lugar al levantamiento militar. Era
vicepresidente de la Junta Central que la UME había constituido en Madrid para
ello.
Pasó
la Guerra Civil dentro de la Embajada de Chile, en Madrid, donde se refugió el
10 de octubre de 1936, con su esposa e hijos, tres de los cuales, aún menores
de edad, fueron asesinados cuando, engañados, salieron de la protección
diplomática para dirigirse a su domicilio para retirar algunas pertenencias de
su madre. Salió de la Embajada de Chile el 3 de marzo de 1939 para ponerse al
frente de los Tercios de Requetés que clandestinamente se estaban organizando
en Madrid y con los cuales actuó los días 28 y 29 de dicho mes de marzo.
Acabada
la guerra, por Orden comunicada el 6 de junio de 1939 el ministro de Defensa
Nacional le nombró jefe de su Secretaría Política. Por Orden de 18 de agosto de
1939 se le reintegró a la situación de actividad; ascendió al empleo de coronel
con la antigüedad de 28 de marzo de 1939. Se le concedieron tres Medallas de
Sufrimiento por la Patria con carácter honorífico, por Orden de 21 de
septiembre de 1939, por fallecimiento de sus tres hijos. Recibió el
nombramiento de director de la Red Nacional de Radiodifusión. Por Orden de 17
de enero de 1941 fue designado para ocupar la vacante de presidente de la Junta
del Patronato de Huérfanos de Militares. En 1942 pasó a ocupar la Delegación
Provincial de Madrid de Información e Investigación, un organismo de los
servicios de Inteligencia del Estado. En 1943 era inspector de los Servicios
Provinciales de Propaganda. Procurador en Cortes en calidad de consejero
nacional, en 1952 fue nombrado vocal de la Comisión de Defensa Nacional y vocal
de la Comisión de Educación Nacional.
El Castellano (24/11/1924)
Descrito
algo de la vida de los Delegados conocidos en Las Merindades diremos que su
actuación, aunque formalmente igual en todo el territorio nacional, fue más
intensa y directa en los municipios rurales. En los grandes municipios, en
donde se producen relaciones más institucionalizadas, se guardaban más las
formas con escritos a los alcaldes recordando la misión de los delegados
gubernativos y menos agresividad en las intervenciones que generaban
expedientes o depuraciones de funcionarios.
Los
Estatutos Municipal de 1924 y Provincial de 1925, influyeron en los regímenes
posteriores, hasta el punto de que la República dejó en vigor gran parte del
Estatuto Municipal, sobre todo en materia de Hacienda y funcionarios públicos.
Es de destacar la importancia que los cuerpos de secretarios e interventores
tuvieron en el funcionamiento de las Corporaciones Locales y en su posterior
desarrollo.
26/11/1924
La
actuación, en general, de los delegados estuvo vigilada y dirigida por los
gobernadores. A partir de mayo de 1924 se centraron en la formación de
somatenes y núcleos del naciente partido, la Unión Patriótica, con lo que adquirió
mayor peso su función de selectores del personal político. Desde estos momentos
las tareas de fiscalización irían perdiendo importancia y empuje. Prestarían
mayor atención a sancionar los comportamientos públicos o a organizar fiestas
patrióticas de todo tipo. Quienes habían de jugar un papel esencial en la
regeneración del país se estaban convirtiendo en censores de la moral pública. Para
finales de 1924 se encargaban, además, de vigilancia de la confección del censo
electoral, fomento de la creación de pósitos, inspección de la enseñanza
primaria, ejercicio de la censura de prensa...
24/11/1924
Los
Delegados Gubernativos fueron criticados por las autoridades locales por su
coste y el abuso de sus competencias. En algunos casos crearon un nuevo
caciquismo. Visto esto, el Directorio redujo sus funciones y su número, pasando
en enero de 1925 de 426 a 138, y se les puso bajo las órdenes estrictas de los
gobernadores civiles (en 1927 quedaron reducidos a 72, trabajando como asesores
de los gobernadores civiles).
Bibliografía:
Periódico
“El Sol”.
“Los
delegados gubernativos militares (de la provincia de Alicante) durante la
dictadura de Primo de Rivera”. Juan Francisco Pérez Ortiz.
“La
administración local en la dictadura de Primo de Rivera”. José Antonio Gómez
Pedreira.
Periódico
“Diario de Burgos”.
Periódico
“El Castellano”.
Periódico
“El Adelantado”.
Real
Academia de la Historia.
Portal
digital de la cultura navarra.
“Orígenes
ideológicos de los talleres masónicos contemporáneos en Melilla: Militares y
Masonería (1893-1927)”. Vicente Moga Romero y Adoración Perpén Rueda.
“El
Cuerpo de Oficiales en la Guerra de España de Carlos Engel”.
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