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domingo, 23 de marzo de 2025

Iglesia de San Lorenzo de Vallejo de Mena.

  
En otra entrada de esta bitácora ya hablamos sobre Enderquina, la donante del templo a la orden de Malta. En esta conoceremos lo más llamativo de esta iglesia de San Lorenzo de Vallejo que es una de las joyas del románico en Las Merindades. Fue construida en dos fases, siendo la más antigua la cabecera que se enmarcaría en el último cuarto del siglo XII, coincidiendo -según la teoría general- con las fechas de Anderquina. San Lorenzo era la iglesia parroquial de Vallejo, pero no dependía del obispado de Burgos, puesto que la Orden de San Juan de Jerusalén tenía jurisdicción propia y exenta de la organización episcopal.

 
El primer estudio de conjunto de este templo fue escrito por López del Vallado en 1914. Dedujo la duplicidad de campañas constructivas y calificó de “ojival” el abovedamiento. José Pérez Carmona (1959) dedicó en su obra de síntesis del románico burgalés algunos apartados a esta iglesia. Los benedictinos Luis María de Lojendio y Abundio Rodríguez (1966) publicaron el siguiente estudio monográfico seguido por los de Ruiz Vélez (1986) y Paloma Rodríguez-Escudero (1996).

 
Juan Luis García Muñoz (2023), en función de las fechas de fallecimiento de Endrequina -para él, antes del año 1124-, adelanta la construcción del tambor del ábside y el tramo recto que le precede a finales del siglo XI o principios del XII. Esto hubiera permitido la existencia de un templo anterior puramente románico. ¿Posible? Pensemos que los padres de Endrequina Álvarez, en el año 1107, refundaron el monasterio de Ibeas, por tanto, si esta señora fuese natural de Mena, y hubiera heredado el Monasterio de Vallejo de sus padres, se podría barajar como fecha del primer templo de Vallejo ese año de 1107 o, incluso, anteriores. ¿Por qué? Porque sus padres pudieron hacer más fundaciones y obras. Si esta señora no fuera de Mena -que únicamente lo fuera su marido, Diego Sánchez- el templo lo hubieran podido construir tanto su marido como los padres de él. Ángel Nuño, siguiendo a otros autores, dice que es una iglesia amplia en un entorno rural pequeño. Una iglesia-monasterio con un claustro que podemos observar en la fachada sur.

 
Veríamos así, que la Orden de San Juan de Jerusalén reconstruyó la iglesia de San Lorenzo de Vallejo con un románico de transición, dado el apuntamiento de los arcos. Los canteros tallaron cruces de la orden de San Juan en diferentes partes exteriores como el husillo de la fachada sur o la puerta de la fachada norte. También encontrarán un singular capitel de temática caballeresca y las arquivoltas de la puerta que mira hacia el oeste. La temática guerrera no aparece en el tambor y tramo recto del ábside. Esto lleva a algunos autores a descartar esta parte como ejecutada por la Orden de San Juan de Jerusalén.

Foto cortesía de José Antonio San Millán Cobo
 
Identificamos las dos fases constructivas gracias a la diferencia de color de la piedra. A la primera corresponde la cabecera, compuesta de un presbiterio coronado por un ábside semicircular en el interior y pentagonal al exterior. Este diseño lo vemos también en San Juan de Ortega o la ermita de San Vicentejo de Treviño. Dispone de ocho pilares, cuatro en el tambor con columnas a diferentes niveles, y otros cuatro en el tramo recto, dando idea de que el primer templo iba a ser más grande y pesado que lo que ha terminado siendo. Todos los arcos en esa zona son de medio punto, presentando un aspecto románico mucho más puro y rico, con influencias lombardas, definidas mediante las arquerías ciegas.

 
La cabecera se asienta sobre un alto zócalo que salva el desnivel norte-sur. Los haces de columnas-estribos de la cabecera parten de basas áticas con fino toro superior, breve escocia y toro inferior aplastado -siento los tecnicismos-, componiéndose de cinco columnas, la centras el doble de gruesa. Será esta columna media la que alcanza con su capitel la línea de canes de la cornisa. Las demás columnas disminuyen de tamaño en cascada.

Cortesía de José A. San Millán Cobo.
 
En la línea de arquillos de medio punto se han llegado a ver influencias lombardas, catalanas o de Daroca, pero algunas de las formas arquitectónicas aquí presentes gozaron de cierto éxito en el tardío románico soriano (Almazán, Caltojar, etc.), zamorano, gallego o del sudoeste de Francia. En casi todas las paredes del ábside son tres los arquillos de medio punto, sobre el mismo número de canes y los capiteles de las columnas medias del haz. Si visitan el lugar fíjense en los arquillos del lienzo central donde vemos una “chapuza” que pudo surgir por un mal cálculo del espacio que resultó en tres canecillos desiguales y en que el extremo de uno de ellos no se apoye en la columna sino en un canecillo adicional.
 

La conexión entre el ábside y el resto de la iglesia se produce con desiguales haces de columnas. Las centrales y sus colaterales alcanzan la cornisa, mientras que las extremas recogen un tejaroz recto sobre canes, dispuesto a mayor altura que la cornisa con arquerías del ábside. Aquí parece que la obra se interrumpió sin rematarse, por lo que se ha sugerido que los haces de columnas que sobrepasaban la cota de cubierta del presbiterio debían integrarse en una previsible estructura torreada o linterna, al estilo de Santa María de Siones o Tabliega.

 
El interior del ábside se alza sobre un banco corrido de fábrica bajo el cuerpo de ventanas. Sólo se abre en el hemiciclo la ventana central, abocinada al interior y flanqueada por una pareja de columnas compuestas de fuste quebrado en zigzag y que se enlazan sobre el vano a modo de arco de medio punto. En el sector meridional de la cabecera, correspondiéndose con la ornamental del exterior, se dispuso una doble ventana ciega, a modo de hornacinas pareadas, con tornapolvos biselado y dobles arcos baquetonados que se continúan como un haz de cuatro fustes en el centro. Una banda decorativa recorre arcos y fustes enrollándose helicoidalmente. Este diseño es más propio de un edificio renacentista que románico. En el otro lado del ábside se disponía una ventana ciega similar, de la que únicamente restan los arranques del arco, pues fue el lugar elegido para colocar el monumento funerario de Fernando de Vivanco y Sarabia, fallecido en 1631.

Foto cortesía de José Antonio San Millán Cobo.
 
Se cubre el ábside con bóveda de horno reforzada por dos fuertes cuadrados que descansan en sendas ménsulas integradas en la línea de imposta de la que parte la bóveda. Una de esas ménsulas está decorada con dos cuadrúpedos y la otra con dos bustos masculinos. En el cruce de los nervios de la bóveda hay un florón a modo de clave.
 
Las ventanas abiertas en los muros laterales del presbiterio tienen diseño en el interior que en el exterior. Vemos un arco trilobulado que corona la de la derecha -mirando hacia el ábside-, cuyo vano aparece enmarcado por una moldura de mediacaña con bolas. De la del muro opuesto resta el arco decorado con triple haz de boceles (moldura convexa lisa, de sección semicircular) y tornapolvos achaflanado, habiendo desaparecido las columnas que lo sostenían.
 
Separa la cabecera y la nave un arco triunfal de medio punto y triple rosca hacia el oeste, que reposa en un pilar compuesto de gruesos fustes, dejando una columna en el centro para recoger el arco interior.

 
La primera campaña terminó tras finalizar el ábside. Algunos investigadores suponen que se dejó trazado, pero sin cubrir, el tramo cuadrado de la nave inmediato a la cabecera. El resto de la iglesia lo terminaría un segundo taller, aunque influido por el trabajo del primero. Incluso en la primera campaña se llegó a trazar el husillo con la escalera de caracol que daría acceso –a través de puerta trilobulada dispuesta en el interior– al posible falso crucero, luego aprovechado para dar servicio a la galería que sobre la fachada meridional conduce a la espadaña, que data de época moderna, tal como atestigua una inscripción en el pasadizo que deja memoria de la intervención del maestro José Ruiz. La interrupción de la obra debió de durar poco tiempo por lo que quizá debamos hablar más de un cambio de proyecto o de equipo de canteros que de un parón como tal.

Cortesía de José Antonio San Millán Cobo.
 
La nave del segundo equipo ha sido denostada por la mayor parte de la historiografía al considerar que vulgariza la magnificencia del ábside, pero, quizá, su ejecutor sólo terminó una obra que había pecado por exceso. Probablemente se mantuvo el perímetro del proyecto original, completando la nave con dos tramos rectangulares de desigual longitud y abovedando el conjunto. Desechada la idea de alzar sobre el falso crucero interior una linterna o torre, se cerró este tramo y los dos más occidentales con bóvedas de crucería para lo que debieron acomodar los pilares ya alzados del tramo oriental de la nave con una solución de compromiso: los nervios cruceros apean hacia el este sobre capiteles que rematan dos de las columnas centrales del pilar, mientras que otros capiteles recogen la rosca exterior del arco triunfal.

 
Dividen los tramos fuertes arcos dobles de medio punto, que reposan en machones con dobles columnas en sus frentes y tres parejas de columnas acodilladas a los lados. A estos pilares llegan los arcos que aligeran los muros excepto en el tramo central donde recogen los nervios cruceros de la bóveda. Por lo demás, los maestros de la segunda fase encajaron su obra de forma notable. Al exterior dispusieron una imposta saliente nacelada, a modo de tejaroz, sustentada por canecillos. Sobre ésta el muro se retranquea para favorecer el desarrollo de las bóvedas, coronándose con una cornisa sustentada por canes de simple nacela.

Cortesía de José Antonio San Millán Cobo.
 
La duplicidad de campañas constructivas es notoria también en lo escultórico. En la cabecera trabajó un taller “cantábrico”, pues sus recursos y expansión parecen seguir los valles de la cordillera desde Cantabria al norte de Las Merindades. Los capiteles de los haces de columnas de la cabecera están tallados, los de las ventanas y la serie de canecillos también y, al interior, los capiteles que reciben los formeros y torales. Los tallistas tocaron temas figurativos, vegetales y geométricos, sin un programa iconográfico como tal. En el alero encontramos capiteles vegetales de caulículos y hojas picudas acogiendo bolas; otros contienen rostros humanos en los ángulos de la cesta y aun caulículos de los que penden pesados frutos. Si paseamos la mirada nos encontraremos una mano mostrando la palma, una figura humana acuclillada, barrilillos, figurillas humanas frontales -una con los brazos en jarras-, lo que parece un contorsionista o bien un personaje engullido por una máscara monstruosa, una campanilla o cencerro, cabezas humanas barbadas o infantes armados.

Cortesía de J. A. San Millán Cobo.
 
Los capiteles que recogen la arquería ornamental y los de las ventanas se decoran con hojas de palmera con cogollos en las puntas, palmetas colgantes en forma de venera, anchas hojas rizadas con frutos centrales y un cuerpo, bustos humanos y volutas, un león rampante de cabeza humana y anchas hojas lisas con frutos en las puntas, entre otros elementos. Los capiteles de las ventanas son más elaborados encontrándonos con prótomos -medios cuerpos- de cánidos, máscaras humanas -alguna barbada-, un híbrido de cuerpo de ave y enroscada cola de reptil, una venera, etc. Destacan los capiteles de la ventana abierta en el paño central del ábside donde, de izquierda a derecha del espectador, vemos una cabeza de venado de astas ramificadas, un prótomo de cuadrúpedo de cuello encorvado, monstruos cuyos cuerpos forman dos aspas rematadas en cabezas indeterminadas cogiendo objetos globulares con sus garras y una serpiente enroscada rematada en cabeza animal de enhiestas orejas.

Cortesía de J. A. San Millán Cobo.
 
Si nos fijamos en la decoración exterior de los haces de columnas que comunican el ábside con la nave, en sus capiteles laterales vemos un animal bajo volutas, un busto humano, una cabeza de raposo con grandes y enhiestas orejas, una forma irreconocible bajo volutas y un monstruo que engulle la cabeza de un personaje acuclillado que alza sus brazos impotente. Las últimas cestas se colocaron inacabadas, dando idea de una interrupción no programada de las obras. En la columna central presentaron dos asuntos asociados entre sí: un personaje que introduce sus manos en las fauces de un león y, junto a él, la escena del caballero victorioso, jinete barbado y coronado de corcel ricamente enjaezado y espada al cinto que aplasta con las patas de su caballo a un hombre postrado de larga melena. Con el gesto de su diestra alzada se dirige el jinete a una figura femenina que ocupa el frente de la cesta. Viste ésta velo y túnica con ceñidor de grandes mangas según la moda de la época, alzando en su brazo izquierdo un halcón. Vemos aquí una complementación entre el personaje dominando a la fuerza bruta o diabólica (el presunto Sansón) y el noble sometiendo al enemigo vencido.

 
El primer taller, en el interior, labró los capiteles de los haces de columnas de la nave y presbiterio, así como los del arco triunfal y algunos del sector oriental del tramo este de la nave, esa especie de falso crucero. Comenzando la descripción por el haz de columnas por el lado del evangelio, el capitel central se decora con dos bestias del apocalipsis de siete cabezas afrontados. Su escamoso cuerpo de reptil, alado y con fuertes garras, termina en un largo cuello del que brotan seis pequeñas cabezas de serpiente, mientras que otra mayor se contorsiona en sentido opuesto. Lo flanquean otros pequeños capiteles con hojas lisas con bolas colgantes, vegetal con volutas y bolas y un prótomo de cánido o felino de fuertes garras que parece morder. En el haz de columnas del lado de la epístola tenemos un capitel con aspas rematadas en cabecitas monstruosas. Entre las aspas que determinan los cuerpos de los monstruos se disponen los cuartos delanteros de bestezuelas, con cabezas del mismo tipo y dos prótomos más salientes. Hacia la nave nos debemos fijar en el capitel que recibe el nervio crucero donde un personaje hace ademán de partir en dos con su espada una capa siendo la representación de la caridad de San Martín. Otro capitel tiene una arpía velada de cola de reptil rematada en brote vegetal.

 
En los haces de tres columnas que articulan el paso al ábside, las del lado del evangelio muestran un capitel decorado con dos bestezuelas reptiliformes, dos cabezas humanas entre una hoja carnosa en abanico con un ramillete central en el que soporta el nervio crucero, y una escena enigmática en el que recibe el toral. Vemos en el frente un sarcófago del que asoma un personaje con las manos unidas en actitud orante, mientras un cortejo de seis figuras parece abrir la tapa del sepulcro. Paloma Pérez-Escudero cree que una de las figuras -masculina- es alada, interpretando la escena como la “Visitatio Sepulchri”, aunque luego admite la posibilidad de que se refiera al hallazgo y enterramiento de los restos del apóstol Santiago, opinión que luego recogen Palomero e Ilardia. Lojendio y Rodríguez se decantan por ver aquí la resurrección de Lázaro, aunque no se identifica a Jesucristo. 


Entre los capiteles del haz de columnas del lado de la epístola nos encontramos con un felino que muerde el collarino, y tras él y bajo un prótomo de oveja, un caprino atacado por otro felino que le muerde una de las patas traseras.

 
Al primer taller se adscriben la mayoría de los capiteles que coronan los truncados haces de columnas del sector oriental del falso crucero, aunque en algunos parece evidente que fueron recolocados y adaptados al reanudarse las obras y, en otros, se duda sobre su autoría. Se observan al menos dos facturas dentro del taller escultórico que trabaja en la zona oriental de la iglesia; una es más cuidadosa, domina la composición y el volumen, y pese a que no sea excesivamente proclive al detallismo, dota a sus figuras de un cierto encanto. Caracterizan su estilo los rostros alargados de aire grave, con gruesos labios de comisuras caídas y ojos globulosos. Junto a este maestro tenemos un “aprendiz” que se ocupa de los elementos menores. Daría la sensación de que en Vallejo intervienen dos equipos bien diferenciados: uno arquitectónico y otro escultórico.

Cortesía de José Antonio San Millán Cobo.
 
No debió tardar mucho tiempo en reanudarse la actividad constructiva en San Lorenzo, pues si en la obra escultórica de la primera campaña encontramos vínculos con la cercana iglesia de Siones, éstos se refuerzan en los frutos de la segunda, pudiendo incluso pensarse en la continuidad de parte de los escultores. El taller de la segunda fase recurre más a lo vegetal.

 
En el tercer tramo vemos un capitel con nueve personas embarcadas, destaca el situado a popa que sostiene un remo o timón. En el mascarón de proa advertimos una cruz. Paloma Rodríguez-Escudero llegaba a ver en este capitel a un grupo de peregrinos dirigiéndose a Santiago de Compostela por la ruta marítima. En el capitel doble cercano hay dos híbridos afrontados de aves con cuerpo de serpiente que entrecruzan sus picos atacándose mientras alzan sus patas interiores asiendo con sus garras el brote vegetal que las separa. Sobre los híbridos se disponen dos pequeñas aves y tras ellos un leoncillo y una cabecita de reptil que muerden sus colas en un lateral y dos aves afrontadas en el otro.

 
Vayamos al capitel que corona la doble columna del pilar norte del primer tramo donde hay dos caballeros enfrentados a ambos lados de un árbol de ramas ondulantes. Están pertrechados para el combate, armados de yelmos con protección nasal y embrazando escudos, jinetes y monturas protegidos con lorigas. No parece que empuñasen lanzas o espadas. El gesto del de la izquierda tirando del freno se refleja en el caballo. Acompañan a los jinetes sendos infantes también protegidos por yelmos y lorigas, portando espadas y grandes escudos normandos en los que se marca perfectamente la bloca, en forma de gran cruz de brazos flordelisados en uno y con más radios la otra.

 
El templo cuenta con tres portadas: norte, sur y pie del templo. Tienen arcos apuntados y, evidentemente, son de la segunda campaña. La más monumental es la abierta en un antecuerpo del lado oeste. Tenemos cuatro arquivoltas rodeadas por chambrana (una moldura sobre la portada) que apean en jambas escalonadas. Hay cuatro parejas de columnas, sobre basas áticas de toro inferior aplastado y con lengüetas y alto basamento. El arco se moldura con dos baquetones (moldura redonda vertical, normalmente dispuesta en hilera con otras) en las aristas entre mediascañas decoradas con puntas de clavo y la arquivolta interior y la siguiente reciben boceles (moldura convexa lisa) entre mediascañas. Las dos arquivoltas exteriores reciben decoración historiada, con las figuras dispuestas en sentido longitudinal, algunas muy maltratadas por la erosión. Veremos una figura femenina; dos varones portando cayados (probablemente peregrinos pues uno luce una concha en su zurrón y lleva sobre el hombro un manto colgando); un grupo de tres figuras, la central sedente y las otras sujetándola; un rey, un santo y un hombre y, sobre ellos, la tapa de un sepulcro y la figura de un ángel; dos animales afrontados; un posible San Miguel sin alas que clava su lanza en la boca de una serpiente; un peregrino; una peregrina con vieira en el zurrón en bandolera, bastón y otra concha junto a ella; un ángel rodilla en tierra y un personaje de torso desnudo y larga cabellera, encadenado de cuello y manos al estilo de los de Soto de Bureba y Bercedo. La arquivolta externa se inicia con una mujer encadenada, castigada, sufriendo por los mordiscón de una serpiente en pechos y lengua mientras otras dos culebrillas se introducen por sus orificios nasales; una figura arrodillada alza una maza y porta una vaina de espada o un carcaj; un centauro que apunta su arco contra un cuadrúpedo descabezado; una dovela irreconocible; dos arpías de colas enroscadas; tres figuras femeninas vestidas con túnicas de arrugados pliegues y luciendo tocas con barboquejo, la central muestra las palmas de sus manos sobre su pecho y las laterales se abrazan a ella; dos infantes ataviados con cota de malla y espadas entre la representación de un sepulcro; un ave atacando a un pez; tres dovelas irreconocibles; un centauro disparando su arco; dos infantes cubiertos con loriga, yelmo con protector nasal, alzando sus espadas y protegidos por escudos normandos con bloca; vemos el Pecado Original mediante un de árbol de cuyas ramas penden pesados frutos y los primeros padres ocultando sus vergüenzas, con los detalles recurrentes de la serpiente inspirando el pecado a Eva y Adán llevándose la mano a la garganta; un juglar tocando la viola acompañado de un acróbata y dos desleídas figuras, una blandiendo una maza.

 
La portada abierta al sur tiene un arco apuntado liso rodeado por tres arquivoltas y chambrana (moldura que rodea la puerta) de mediacaña. Vemos jambas escalonadas en las que se acodillan tres parejas de columnas. Lograremos ver entre las tallas puntas de clavo, botones vegetales, piñas, zarcillos, rosetas, veneras, bolas con caperuza, cabezas humanas y tres figuras humanas, una portando un libro abierto, otra femenina y frontal y una que parece portar un incensario, así como una escena juglaresca en la que un músico toca una especie doble cuerno y sobre él realiza sus acrobacias una mujer.
 


Cortesía de José Antonio San Millán Cobo.

La puerta del muro norte, de arco apuntado liso, dos arquivoltas y chambrana, dispone de jambas escalonadas con dos parejas de cortas columnas de basas áticas y plintos. Aparte de las figuras decorativas identificaremos dos serpientes entrelazadas y una prevención ante el pecado, bajo la imagen de la tapa de un sepulcro y una figura acosada por una serpiente.
 
Tenemos, tras este rápido recorrido, que iconográficamente vemos representaciones del castigo de los vicios, alusiones a la muerte y la presencia de peregrinos. Esto último quizá sea una referencia al paso de los mismos por esta comarca.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Vallejo de Mena”. Texto: JMRM - Planos: PSJS - Fotos: JMRM/JLAO
“El Valle de Manzanedo. El Valle de Mena.” María del Carmen Arribas Magro.
“La encomienda de Vallejo: Orden de San Juan de Jerusalén”. José Luis García Muñoz Ortiz de Taranco.
La guía digital del arte románico. 
www.ArteGuías.com
www.torresanmartin.com
“El caballero victorioso en la escultura románica española. Alguinas consideraciones y nuevos ejemplos”. Margarita Ruiz Maldonado.