El
primer documento en que aparece esta población data de 1035. Evidentemente esa
no fue la fecha fundacional del lugar. En aquel texto, un grupo de infanzones
de Trespaderne, junto con Galindo Bellacoz, el merino y el sayón de Nofuentes
dirimen un pleito entre Didago de Cillaperlata y el monasterio de Oña: “Galindo
Bellacoç qui sub domino meo Fredinando rege, rego Tet[elia] et totam
Castellam Uetulam, una cum Annaia maiorino meo et Elce saione de Nunfontes et
ipsos infançones qui erant in ipsa alfoçe de Tetelia”. Las tenencias de
Colindres, Duart, Mena, Tudela y Lanteno era ejercidas por el “senior Lope
Uellacos et senior Galindo Uellacoz”. Encontramos una situación similar
-demasiado similar, sospecho- en 1054 donde aparece Galindo Vellacoz, quien
junto con el merino Anaia y Elce, sayón de Nofuentes y algunos infanzones,
dirime una contienda entre el abad de Oña y el senior Didaco Ennecoz de
Cillaperlata.
Nofuentes en 1946
Pero,
¿cuándo se fundó Nofuentes? Lo desconocemos, pero podría haber un asentamiento varios
siglos antes de la fecha arriba indicada porque, según Isaac Moreno Gallo, una
vía romana pasaría por aquí viniendo de Frías y Trespaderne hacia Medina de
Pomar y El Ribero donde entroncaría con la vía Flaviobriga a Uxama Barca y
Veleia.
Otro
momento documentado es cuando Aznar Sánchez y su mujer Guntroda donaron, en
1068, a San Millán de la Cogolla la parte que tenían aquí. Nofuentes vuelve a
aparecer en 1170 como un punto de referencia de nombre duplicado -fontes de
Nozoentes- cuando el rey Alfonso VIII dejó las villas de Encinillas y Castrillo
a un abad de Oña que había dimitido del cargo por conflictos con los monjes.
Ese mismo año se vuelve a citar Nofuentes como punto de referencia en el apeo
de los bienes de Oña en Trespaderne. A su vez Guterrius de Nofuentes hace de
testigo en una compra que realiza el monasterio de Oña en 1180. La confirmación
de las donaciones a Oña que realiza el rey Alfonso VIII en 1187 vuelve a hacer
referencia a las fuentes de Nofuentes. Sancho Pérez donó a Oña dos solares en
Nofuentes en 1189. En 1202 el monasterio de Oña arrendaba a Urraca Pérez un
bien comprado previamente a Gutierre de Nofuentes. Martín Pérez, yerno de
Martín Martínez de Nofuentes hacía de fiador de la compra de unos molinos en
Mijangos que realiza el monasterio de Oña en 1258.
Diego
de Haro, en 1287, eximía a sus vasallos de Nofuentes de la obligación de pagar
mañería (Derecho que tenían los reyes y señores de suceder en los bienes a los
que morían sin sucesión legítima) y yantar. En 1292 Oña arrienda de por vida el
solar que tenía en Nofuentes, que había sido de doña Mayor de Barruelo, y que
estaba adscrito al monasterio de San Martín de Tartalés de Cilla. En 1326 era
María de Haro, mujer de Juan Núñez, la que eximía a los dos barrios de pagar
pechos, tributos o repartimientos, lo que muy probablemente supuso una exención
fiscal total. Buena prueba de ello será la ausencia de Nofuentes en el Libro
Becerro de las Behetrías, como Espinosa de los Monteros.
Ese
mismo año de 1326 el concejo de Nofuentes pleiteaba con el concejo de Mijangos
por el reparto de lo que tenían que pagar entre todos los pecheros que estaban
incluidos en la jurisdicción del monasterio de Oña. Probablemente se creyeron
exentos de toda fiscalidad, pero la sentencia obligó al concejo de Nofuentes al
pago con la posibilidad de enviar una persona al concejo de Mijangos cuando se
hiciesen los repartos de los pechos.
Día
Sánchez de Torres fue uno de los propietarios de solares en Nofuentes, que
fueron objeto de venta judicial por los Velasco en marzo de 1382. El mismo mes
de 1383 se producía otra venta judicial de una casa pajiza, la mitad de una
era, dos parrales, un linar, y un huerto que eran de Ferrán Ruiz.
El
titular parroquial de Nofuentes es San Pedro, como consta por el apeo de los
bienes diocesanos de 1515. En 1523 el apeo de los bienes de Oña nos informa que
tenían un barrio en Nofuentes que estaba dado en arriendo a Lope Zurrilla,
vecino de Nofuentes. Este barrio es llamado también el solar de Solas, término
que era comunero de Nofuentes y Arroyuelo junto a la Revilla del concejo. Las "revillas" suelen hacer mención al lugar de reunión para
tratar la administración de tierras que han quedado comunales entre dos o más
lugares.
En
1591 tenía Nofuentes 39 vecinos, 28 de los cuales eran hidalgos, tres pecheros
y tres clérigos, cinco franciscanos y cuarenta y seis religiosos no
franciscanos. Realmente estaban bien situados porque, como hemos comentado en
el caso de los romanos, los caminos atravesaban la población. Así, el camino a
Laredo por la Horadada, que llegaba a Trespaderne atravesaba Nofuentes. Luego,
esta vía entroncaba con la principal de los Hocinos en Medina de Pomar hasta la
década de 1560, o con el de Villarcayo en el puente de Quintanilla.
El
Marqués de la Ensenada dice en su Catastro de 1752 que era lugar de realengo
pagando tributos a la Corona. Aquí se presentó Nicolás Pérez de la Peña para
anotar el catastro. Bueno, el escribiente. En la reunión estaban José Canuto
Fernández Cadiñanos (Cura beneficiado más antiguo de la iglesia parroquial),
Carlos Miguel Fernández Cadiñanos, Tomás Ruiz (teniente regidor por ausencia de
Andrés Ruiz Capillas), Aniceto Antonio Fernández de Cadiñanos (alcalde de
Nofuentes) y Manuel Fernández de Quintanilla. Comentaron que las tierras eran
de secano. Disponían de nogales, cerezos, guindos, ciruelos, membrillos,
melocotoneros, olmos, álamos, avellanos... También trigo, habas, cebada,
centeno, arvejas, titos, garbanzos y lentejas.
Tenían
dos molinos harineros municipales sobre el Nela que molían durante ocho meses.
Curiosamente, es el primer pueblo en que me encuentro que reconoce no tener
colmenas. Y sí cuarenta y ocho bueyes de labranza, mulas, pollinos… y treinta y
cuatro vecinos, un pastor, seis viudas y cuatro mujeres “habitantes”. Todos
vivían en el casco urbano, en cuarenta y ocho casas, al no tener ni alquerías
ni casas de campo. Había veintinueve pajares, un horno de pan y dos lagares. Y
a estos los acompañaban una taberna, una posada y una panadería.
Nofuentes
contaba con dos hospitales en ese 1752. Uno, de una cama, dedicado a sacerdotes
y estudiantes en tránsito y a pobres. El otro hospital era para los pobres del
pueblo y transeúntes y tenía dos camas. Estaba a cargo de la iglesia parroquial
con una renta. El concejo y los vecinos completaban lo que faltase para el
alimento en los dos hospitales. Juan Díaz tenía un puesto de buhonero, había un
cirujano llamado Manuel de Comazar (¿?), Francisco Isidro de Comazar era
Sangrador, Manuel Gómez Varona y Antonio Ruiz Capillas fueron escribanos y
notarios en este pueblo, José Alonso de Nela era arriero, Francisco Gómez fue
trajinero, Juan Díaz Gravilla era sastre, Vicente López era herrero y el resto
de los vecinos tenían la agricultura como actividad principal… o única. Salvo
los dos pobres de solemnidad que mendigaban: José Vadillo y Ángela López.
Mención
aparte merecen los tres clérigos José Canuto, Fermín Cadiñanos y Nicolás de
Rebolleda. Y el convento de Santa Clara, vamos, de clarisas. En el mismo vivían
dieciocho monjas y dos padres franciscanos.
El
diccionario de Sebastián Miñano, publicado durante la década ominosa (1825),
nos cuenta que hay 154 habitantes. Nos puntualiza que estaba en la carretera
entre Santoña y Burgos. Es decir, era importante estar encima de una vía de
comunicación.
Contaba
con 131 habitantes en el año 1848, como atestigua Pascual Madoz en su
Diccionario Geográfico. Nos recuerda que tenía 44 casas, inclusa la
consistorial de la merindad; una fuente de buenas aguas dentro del pueblo;
iglesia de San Pedro Apóstol servida por un cura párroco y un sacristán. ¿El
terreno? De buena calidad. En esas fechas de mediados del siglo XIX se
cultivaba trigo, cebada, legumbres y frutas. Tenían ganado lanar churro y pesca
de truchas y barbos. Disponían de algún molino harinero.
En
1863 ese cura párroco era Baltasar García de 51 años que, además de cuidar las
296 almas de Nofuentes, era el arcipreste del arciprestazgo de Cuesta Úrria. La
circunstancia de ser la capital de la merindad nos permite obtener una
información jugosa. En 1879 toda la merindad de Cuesta Úrria tenía 2.475
habitantes. En Nofuentes había una escuela cuyo profesor era Agustín Robador
Santa María. Guillermo Hierro construía carros; Lorenzo Ruiz Capillas era
farmacéutico; Toribio Pereda Cámara y Pedro Rueda Corral eran médicos en el
lugar; Pedro Pablo Ruiz Capillas era el notario; y Clemente Zamora Cereceda era
el veterinario. Por supuesto trabajarían en toda la merindad y cercanías.
El
Anuario Riera nos describe cómo era Nofuentes en 1885. Escriben que tenía unos
280 habitantes con una escuela incompleta para niños de ambos sexos. “Ninguna
importancia encierran los edificios que la forman”. En fin.
Toda
la información siguió igual hasta el año 1885. Puede que alguno de nuestros
lectores de Nofuentes reconozca alguno de los nombres que presentaremos. Ese
año el alcalde fue Castro Ruiz de Salar; el secretario municipal, Manuel
Fontecha; el juez municipal, José Celada; el fiscal, Lorenzo Ruiz; y el
secretario judicial, Pedro Ruiz. Descubrimos al estanquero Vicente Alonso y leeremos
que ya no está el médico Pedro Rueda Corral. El nuevo notario es Secundino
Izarra. Al veterinario Clemente le había salido competencia: Marcos Ortiz. Por
último, Isidro Bárcena tenía un negocio de vinos. ¡Y cambia el profesor! Ahora
tendremos a Primitivo del Hierro en esa tarea.
En
1888 el alcalde será Ignacio Ezquerra con un secretario municipal llamado Juan
Ruiz Trechuelo. Otros cargos que cambiaron fueron el juez municipal -Prudencio Rebolledo-
y el fiscal -Félix Ortiz-. Nos dan el nombre del párroco, Juan Zatón. Había un
par de herreros llamados Florentino y Silvestre Herrán. Quizá hermanos que
compartían negocio.
Ya
sé que llegamos algo tarde para participar en el evento, pero en 1892 “a
voluntad de su dueño y en público remate ante el Notario de Nofuentes D. Julián
Pindado se sacará á venta el día 28 de febrero del corriente año y hora de las
doce de su mañana una casa- mesón con todas sus dependencias, sita en la calle
Real y plaza de la villa de Trespaderne, que fué de sus propios, y mide unos
500 metros de área ó superficie. El que quiera saber pormenores de la venta
puede enterarse de dicho Notario, y en esta ciudad en San Lorenzo, núm. 34,
casa de Fernández”.
En
1894 este pueblo cerealista tenía como alcalde a Lino López; Gregorio Alonso
Moral era el juez municipal; Blas del Hierro González, fiscal; secretario
judicial, Pedro Ruiz Capillas; y párroco, Ramón Rodríguez. Solo nos consta un
herrero, silvestre, lo que apoya la idea de que Florentino y Silvestre eran familiares.
El nuevo notario era Julián Pintado Hernández. Había una tienda de tejidos a
cargo de Andrés González y, de los animales, ahora se encargaba Lucas Pinedo
Lafuente. Manuel Castresana gestionaba el molino harinero. Algunas de las
fuentes consultadas nos indican la presencia de otros herreros llamados Juan
rosales y Tomás Zorrilla. En este año ya estaban abiertos los locales de vinos
y licores de Gregorio Alonso Moral y Nicolás Alonso Ruiz. Y los zapateros
Fernando Dioniso Roldan y Felipe Martínez. Entendamos que estos negocios se
veían ayudados por la carretera y por ser Nofuentes la capital de la merindad
de Cuesta Úrria.
En
1898, este pueblo de 343 habitantes, tenía como alcalde a Vicente Alonso; como
secretario a Manuel Fonseca; el juez era José García Zamora; el fiscal parece
ser el antiguo juez municipal Gregorio Alonso; su secretario fue Prudencio del
Moral; y el cura seguía siendo Ramón (Sainz) Rodríguez. El profesor fue Dámaso
Ahedillo. Ya constan tres establecimientos de comestibles: el de Gregorio
Alonso, el de Isidro Barcena y el de Víctor Diez. Avelino Ruiz Tapillar era el farmacéutico;
y Benito Gómez era el herrero. Toribio Pereda Cámara seguía siendo médico, pero
se reparte los enfermos con Teobaldo Busto, que no aparece en 1899. El notario
era Gonzalo Gil y el practicante Ángel González Robredo. Las dos tiendas de
tejidos que refieren son las de Julián Alonso y Fulgencio Lavín. Para 1899
había dos nuevas tiendas de comestibles: la de Simón López y la de Félix Ortiz.
Un herrero más, llamado Juan Rosales, y dos zapateros que respondían a los
nombres de Felipe Martínez y Fernando Roldán.
José
García Zamora pasará de juez a alcalde en 1900 y el cargo libre lo ocupó
Avelino Ruiz Capillas, que también era el farmacéutico, y que tenía unos
apellidos conocidos en Nofuentes. De hecho, la farmacia llevaba años abierta
porque previamente la llevó su padre Lorenzo y, tras su fallecimiento, fue
llevada como “Viuda e hijos de Lorenzo”.
Nofuentes
tenía 350 habitantes en 1906. Su alcalde era Mateo Landeras Bañales, el juez
municipal era Gregorio Alonso Moral, el fiscal Domingo Ortiz Moruelos… y el
cartero -sí, el cartero- era Víctor Diez. Tenemos un barbero, que daría
servicio a las pequeñas poblaciones cercanas (Alejandro Carrillo), un carnicero
(Victoriano González) y un carpintero (Luis del Campo). Los principales agricultores
eran Zacarías Alonso, Lorenzo López y Lino Ruiz López. Los establecimientos de
venta de alimentación, incluida la carnicería, ascendían a seis con nuevos
nombres como Juan Hierro González, Simón López y Félix Ortiz. El notario fue Francisco
Rodríguez. El cartero, Víctor Diez, tenía una posada y un mesón. Sé que resulta
pesada esta concatenación de nombres, pero, y me ha ocurrido, algunos lectores
llegan a reconocer a algún antepasado. Por ello, les cuento que hubo un sastre
llamado Miguel González Moral y una expendeduría de tabaco de manos de Félix
Ortiz Comenzana.
Julián
Ortiz Ortiz dirigía el municipio en 1908 mientras que Mateo Landeras era en
juez municipal. Para los que hablan, con razón, de la vergüenza de las “puertas
giratorias” en la política deben entender que, en aquellos tiempos, afectaban
en el reparto de cargos públicos tanto el caciquismo como la falta de personas
con suficiente instrucción para ejercer esos puestos. Por eso mismo el fiscal
ese año es Gregorio Alonso Moral que ya había sido el juez. El nuevo maestro
fue Eladio Fernández y Fernández. Los hombres se debieron volver más coquetos
en Nofuentes porque tendremos un barbero más, llamado Damián González Vadillo. Ejerciendo
como notario tenemos a Carmelo Garriga Aznar. En las tiendas de tejidos, que no
ropa ya confeccionada, tenemos a Manuela Abascal, Julián Alonso y Antonio
García López. Nos encontramos con un tercer zapatero: Félix Fernández Diego. Por
lo menos Ramón seguía siendo el párroco y Lucas era el veterinario. Y Sor María
del rosario era la abadesa de las Clarisas.
Las
ferias de ganado se celebraban en Nofuentes los días 25 y 26 de octubre y 24 y
25 de noviembre. Sin contar con la que se producía entre el 29 y el 30 de
junio. En 1911 el alcalde fue Victoriano González Vadillo; el secretario
municipal se llamó Julio Fernández Arimiego; el juez Lucas Fernández Comenzana;
el fiscal Víctor Diez Vivanco; el secretario del juzgado se llamó José García
Zamora; y la profesora -¡profesora!- fue Polonia Blanco Luvona. También
teníamos tres carpinterías, o tres carpinteros. Estos señores se llamaban Luis
del Campo, Vicente Mardones y Baltasar Mendieta. Tendremos un segundo
restaurante dirigido por Félix Ortiz. El practicante era Rústico Pérez (no
hagamos chistes) y, finalmente, el veterinario será Javier Peña.
Vemos
que la población de Nofuentes llegará a unas 350 personas hacia 1900. En 1950, eran
359 residentes de hecho. Fruto de la compensación entre la emigración a las
grandes ciudades, la guerra y el movimiento entre los pueblos en busca de
mejores condiciones de vida. Se repartían entre 77 viviendas. Ni su ubicación
ni el hecho de ser la capitalidad de la Merindad de Cuesta Urria ha impedido la
pérdida de población por, principalmente, la búsqueda de oportunidades en otros
lugares. Para el año 2023 había censadas 96 personas.
El
término de Nofuentes cuenta con los despoblados de San Juan que era la iglesia
del otro barrio, San Salvador, Santa Lucía, Villacastro, Villasante, Solas, la
ermita de Nuestra Señora del Espadañal y el convento de Santa María de Rivas.
La
iglesia, que como hemos dicho está dedicada a San Pedro y San Pablo, es
barroca, de tres naves y cúpula con columnas cuadradas y arcos de piedra y
bóvedas de yeso moldurado. Su ábside es rectangular y la portada, adintelada,
es clasicista con pilastrones. Enfrente tiene otra portada, cegada, de medio
punto con ménsulas. Y la torre es cuadrada, de tres cuerpos, rematada en una
especie de cupulita para la campana del reloj, con cinco huecos, dos campanas y
dos campanillos. La pila, de aspecto románico, es lisa con una cruz incisa
(hecha posteriormente) y pie cónico. El retablo mayor es neoclásico, asemejando
mármoles. En otro retablo de estilo rococó con columnas estriadas hay una buena
Santa Ana triple del siglo XIV. Hay también una Virgen gótica, flamenca, con
Niño; y un santo obispo, gótico. Los libros parroquiales comienzan en el año
1494, los más antiguos de la diócesis.
Paseando
por las calles de Nofuentes encontramos algún escudo de armas. En una casona
cerca de la iglesia veremos un casco con bellos penachos, acompañado por cuatro
cabezas humanas. Completan el adorno una cartela de rollos, lambrequines,
cascabeles y dos cabezas de león, una a cada lado de la punta. Su campo es
cuartelado:
- Una
cadena puesta en banda y sobre ella dos perros pasantes, el de la parte
superior mirando a la diestra y el de la inferior, invertido, y mirando a la
siniestra. En jefe tres cruces puestas en faja: Armas de Cadiñanos.
- Una
barra. A su diestra, cinco estrellas de ocho puntas, puestas una en el cantón
diestro y las cuatro restantes en posición de barra. A su siniestra cinco
flores, puestas, una, dos y dos.
- Un
árbol con un perro pasante a su tronco, cebado y contornado, y en la punta un
grifo, contornado.
- Una
barra engolada en boca de dragones acompañada de tres estrellas de ocho puntas,
a cada lado.
- En
la bordura general una cadena.
Francisco
Oñate Gómez, dentro de las limitaciones de su obra, cuenta que consta en el
testamento de Carlos Fernández de Cadiñanos que el doctor Lucas Fernández de
Cadiñanos, canónigo de la Metropolitana Iglesia de la ciudad de Burgos, fundó
un mayorazgo en fecha indeterminada. El beneficiado fue Lucas Antonio Fernández
Cadiñanos posible sobrino del canónigo. Este Lucas casó con Antonia Vélez
Angulo y fue padre de Carlos, Bernarda, Margarita, Manuela y de Tomás.
Carlos
Fernández de Cadiñanos se casó con Vicencia Núñez de la Cantera, de Moneo. De
este matrimonio nacieron Vicencia Antonia; Carlos Miguel, bautizado el 17 de
febrero de 1702; Ventura Manuel, que fue beneficiado en Barruelo; Ángela
Micaela; Juana; José Canuto, beneficiado en Nofuentes; Salvador; Clemente
Andrés, nacido en 23 de noviembre de 1718; Matías; Aniceto Antonio, nacido el
18 de abril de 1722; y Francisco Julián.
Clemente
Andrés Fernández de Cadiñanos casó con Manuela Sáez de Espiga y fueron padres
de Dionisio (cura beneficiado de Mijangos) y de Manuela. Aniceto Antonio
Fernández de Cadiñanos, el que aparece en el catastro del Marqués de la
Ensenada, en su matrimonio con Josefa Fernández Villarán tuvo los siguientes
hijos: Nicolás (nacido el 3 de septiembre de 1748) Paula Juana, Isidra,
Ulpiana, Miguel, María Josefa y Martina. Este matrimonio fue vecino de
Mijangos.
Carlos
Miguel Fernández de Cadiñanos sucesor en el mayorazgo, casó con Clara Ordoño
Rosales. De este matrimonio nacieron Francisca e Isabel Antonia, que murieron
niñas, y Manuela Antonia, nacida el 24 de diciembre de 1738.
Manuela
Antonia Fernández de Cadiñanos casó con Juan López del Campo. De este
matrimonio nacieron Luis, Agustina Josefa y Justa Rufina. Luis López del Campo
y Fernández de Cadiñanos casó con María de la Calleja. De esta unión nacieron Ciriaco,
Isabel Cecilia, Luis, Manuela Justa, Eusebio y Pascual (el 17 de mayo de 1800).
Pascual
López del Campo y de la Calleja casó dos veces. Su primera esposa fue Policarpa
Fernández de Villarán. De esta unión nacieron Lino (23 de septiembre de 1825) y
Eustaquio. De su segundo matrimonio con María López de Castro, hija de Pablo
López de Castro y de Apolonia de Celada, vecinos de Mijangos, nacieron,
Francisco, Leonardo Zacarías, Fulgencio y Luis.
Lino
López del Campo y Fernández de Villarán casó con Casilda García y fueron padres
de Paula, nacida el 15 de enero de 1856, con la que Francisco Oñate finalizaba
la genealogía de esta casa.
Hay
otro escudo, similar a uno de Cebolleros, cuyas armas son un árbol y a su
tronco un lobo o perro, pasante y contornado: ¿Armas de Pereda? Y trece
estrellas de ocho puntas puestas en tres palos y una en punta que son las Armas
de Salazar.
Comentaremos,
para terminar, un escudo colocado en un dintel en el que se observan las armas
de la familia Salazar y las posibles armas de Pereda junto a tres flores de lis
que se reparten un cuartel con una torre similar a las armas de Castilla. Resulta
llamativo el cuartel inferior derecho donde parece verse una mano de cinco
dedos que sale de una manga corta o un sauce llorón con las raíces al aire. O
cualquier cosa.
Si
recorren Nofuentes encontrarán una ventana con varios escudos de armas, pero
procede de otra población.
Bibliografía:
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a mi pueblo”. Emiliano Nebreda Perdiguero.
“Las
Merindades de Burgos: un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la
Antigüedad a la Edad Media”. María del Carmen Sonsoles Arribas Magro.
“El
arte mudéjar en Burgos y su provincia”. María Luisa Concejo Díez.
“Caminos
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Estadística
del Arzobispado de Burgos.
Nomenclátor
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España formado por el instituto nacional de estadística con referencia al 31 de
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“Diccionario
geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar”.
Pascual Madoz.
“Diccionario
Geográfico. Estadístico, Histórico, Biográfico, Postal, Municipal, Militar,
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“Diccionario
Geográfico-estadístico de España y Portugal”. Sebastián Miñano.
“Anuario
del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración”.
“Indicador
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del Marqués de la Ensenada.
Instituto
Nacional de estadística de España.
“Blasones
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Francisco Oñate Gómez.
“Las
siete merindades de Castilla Vieja. Valdivielso, Losa y Cuesta Urria”. María
del Carmen Arribas Magro.
Boletín
Oficial de la Provincia de Burgos.
Fototeca
Digital de España.
Google
(Street View).