Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 14 de diciembre de 2025

Más tumbas de los moros, esta vez en Quintanilla de Santa Gadea.

 

 
Vamos a dar a conocer, brevemente, unas tumbas de “moros” que nunca contuvieron a hijos del islam… como todos los lugares que se motejan así en Las Merindades. Para esta visita deberemos desplazarnos hasta el desaparecido partido judicial de Sedano, a Quintanilla de Santa Gadea (alfoz de Santa Gadea), junto a Arija.

 
Estas sepulturas son de fácil acceso al estar junto a la carretera. Al menos el cartel porque ustedes deberán andar unos cincuenta metros para encontrarse con la zona excavada del yacimiento. Por cierto, en el cartel llaman al yacimiento, evidentemente, “Tumbas de los moros”. Y, no solo eso, en los riscos más bajos que están por encima del arroyo Curas -antes, al parecer, llamado San Pedro- y que forman parte de la plataforma en la que se localizan las tumbas existía la Fuente de la Mora. ¡¿Cómo no van a ser muestra de asentamiento ismaelita?! Pues… estas tumbas antropomorfas serían recuerdo de un despoblado cuyo centro de culto, ligado al cementerio que observamos, estaba dedicado a San Pedro que era un culto que se generalizó entre los siglos V y VIII.

 
El despoblado -vamos a asumir el nombre de San Pedro- está datado en la Alta Edad Media. Los nombres asociados a los moros los asociaríamos a la idea de que pudo ser un asentamiento habitado por mozárabes provenientes de Al Ándalus de la segunda mitad del siglo VIII o IX. Una parte de los especialistas consideran que los despoblados que contienen tumbas excavadas en la roca pudieran ser de época visigoda. Sin embargo, en la actualidad, se ha descartado esta hipótesis cuando no existe ningún otro elemento que lo pueda confirmar.

 
El yacimiento se asienta en un afloramiento de roca arenisca que forma una plataforma ligeramente inclinada hacia el arroyo de Curas, a unos 300 metros de su margen izquierda. Estamos sobre una necrópolis de tumbas antropomorfas excavadas en la roca. Se contabilizan al menos veinticinco pertenecientes tanto a individuos adultos como a niños, todas tienen orientación oeste-este con los pies apuntando al este siguiendo el ritual cristiano. Cristiano, no moro. Las tumbas están distribuidas en dos conjuntos principales, en pequeños grupos o como tumbas asiladas. Son todas tumbas excavadas. En este yacimiento no aparecen tumbas de lajas.

 
Están muy bien conservadas, con una labra muy cuidada, y nos permiten revisar las diferentes tipologías de tumbas. Las hay de bañera con cabecera de herradura, con cabecera semicircular, con exterior trapezoidal e interior antropomorfo y tumbas trapezoidales; varias cuentan con rebajes perimetrales muy marcados donde ajustar la losa de la cubierta, otras con rebajes que hacen la función de canal de drenaje de agua… Entiendo que haber estado protegidas por la cubierta vegetal ha ayudado a su conservación. Cubierta vegetal que, quizá, esconde más tumbas en los alrededores. Tumbas u otros restos.

 
En el punto más elevado se observa la presencia de un grupo de tejas de tipología antigua que pudiera indicar el lugar en el que se localizaba la iglesia que, en las fechas de datación y en lugares humildes, solían construirse con materiales modestos: madera, barro, paja… y también piedra. Para colocar las vigas del inmueble se perforaría la roca para asentarlas. Estas marcas son pistas de la existencia de las edificaciones. Por su parte, se presupone que la iglesia tendría una cobertura de tejas frente a la madera y las ramas de las casas de los vecinos.

 
En 1680 perduraba el centro de culto con la categoría de ermita y las actas de la visita pastoral diocesana indican que el mantenimiento y reparación de la ermita de San Pedro corrían a cargo del concejo que la mantenía decente, la ermita vuelve a ser registrada en 1709.

 
La necrópolis fue excavada en 1968 por Alberto del Castillo Yurrita y su equipo y llegaron a la conclusión, dado el tipo de enterramientos, de que la necrópolis surgiría en los siglos altomedievales, entre los siglos VIII-X.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Los alfoces de Arreba, de Bricia y de Santa Gadea. Los valles de Bezana y de Zamanzas”. María del Carmen Arribas Magro.
“Eremitorios rupestres en la comarca de Las Merindades (Burgos)”. Judit Trueba Longo.
“Necrópolis medievales excavadas en la roca”