Ya se que es verano y desean cosas ligeras, por ello, les presento la perfecta guía del viajero "cultureta" de 1888 por cortesía de don Amador de los Ríos. Tienen que saber que no solo la descripción se referirá a aquella época sino que el léxico será el de finales del siglo XIX. Todo ello va acompañado de fotografías (de 2013, no vayan a pensar en daguerrotipos o cosas por el estilo) y grabados originales del libro.
Pasen y vean:
Pasen y vean:
Medina de Pomar desde Carretera de Trespaderne |
“Regada por el río Trueba, sobre el cual existe un puente de sillería, y en cuyas márgenes hay moderna fábrica de curtidos, la villa, compuesta por 2,218 habitantes, se tiende con efecto en la explanada que ofrece el terreno, no sin subir formando una de sus calles más principales, penosa cuesta que se hace á la izquierda de la carretera la cual prosigue adelante hasta morir en Salas.
Curtidurías Medinenses |
Semejante por su animación á Briviesca, puede asegurarse que Medina de Pomar ha experimentado muy escasas modificaciones desde los tiempos medios, por lo que á su importancia se refiere, aunque se haya renovado el caserío, cual revelan los monumentos religiosos que se ofrecen repartidos por el lugar, perdida ya en él sin embargo y por completo la memoria de la aljama de los hebreos que, unida á las de Oña y Frías, tributaba al finar del siglo XIII doce mil maravedises de servicio.
Convento de San Francisco |
Cuéntase en su recinto notables edificios como son la Iglesia Parroquial de Santa Cruz y la de Nuestra Señora del. Rosario adjunta de la anterior, la de Santa Lucía, hoy trocada en cuadra, el famoso convento de Santa Clara, anterior al de Briviesca, el de San Pedro, de Agustinos, las ruinas del de San Francisco, convertida en míseras viviendas, y los esbeltos muros de sillería del antiguo castillo, hoy denominado sencillamente en Medina por las Torres.
Iglesia de la Santa Cruz |
Labrado el atrio el año de 1801, según consta en la clave del arco principal del mismo, la iglesia de Santa Cruz, consta de tres naves de vulgar construcción ojival, no exenta de gallardía; y si bien los retablos que hoy decoran sus capillas no corresponden á la fábrica, conserva en cambio algunos arcos sepulcrales, no todos sin embargo de la época, cuyo número llega al de tres en el perímetro del templo. Prescindiendo del que se muestra en el muro del lado de la Epístola, en el ingreso, sencillo aunque enriquecido de resaltado grumo, y falto así de la estatua yacente que hubo de descansar sobre el lucillo, como del epígrafe funerario ,-á una y otra parte de la Capilla Mayor figuran los dos restantes, obra del siglo XVI el·del lado del Evangelio, ornado de contrapostas semejantes á las de la “Puerta de la Pellejería” en la Catedral de Burgos, y ostentando en el tímpano del luneto e! relieve de la Anunciación con ángeles desnudos tenantes de heráldicos blasones en los extremos. Conforme á la tradición de este linaje de túmulos, en el fondo del arco resalta el relieve de la Visitación, bajo el cual se extiende la tarjeta con la inscripción sepulcral en nueve líneas de grabados caracteres latinos, sucediéndose después la estatua yacente de don Pedro de Ontañón, cuyas cenizas descansan en la urna, decorada por dos escudos con ángeles por tenantes, uno y otro separados entre sí por balaustres.
Ornado de cardinas, conopial, y de época anterior por tanto, es el arco del lado de la Epístola, en cuyo templete destaca la figura del Padre Eterno, sentado y cercado de ángeles y de santos, descubriéndose en el fondo sostenida por dos ángeles la lápida funeraria con doce líneas de inscripción, la cual revela hallarse allí sepultados e! Bachiller Lorenzo de Salinas, y Juan Frías de Salinas.
Nuestra Señora del Rosario |
Extramuros de la villa, dando ya al campo, álzase la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, cuya portada ojival no terminada, conserva reminiscencias notables del estilo anterior románico, por las cuales puede deducirse que hubo de ser labrada en el primer tercio de la XIIIª centuria; desdichadamente colorido, mírase en el tímpano de la portada el relieve de la Anunciación, falto de mérito; y blanqueado con infeliz acuerdo el interior del templo, que consta de tres naves espaciosas como el de Santa Cruz de que este es anejo, ha perdido mucho de su majestad primitiva.
Anunciación |
Adviértese con efecto en algunos de los arcos que en los muros se ostentan, y en los capiteles historiados del toral, las mismas reminiscencias románicas de la portada, como en otras partes del edificio, pareciendo así acreditarse el supuesto de que pudo acaso ser su fábrica contemporánea del Obispo don Mauricio, cuya efigie se conserva en la Sacristía, como se conservan también otras y un retablo en estado lastimoso, que parece corresponder al siglo XV.
Convento de San Pedro |
Renovada en el pasado, la iglesia del Convento de San Pedro sólo se hace notable por el retablo mayor, el cual, si bien fue labrado en esta época, se aparta algún tanto de los patrones á que entonces generalmente se acomodaron los artistas, no subsistiendo ya del de San Francisco, que fue labrado en el período de transición ojival al Renacimiento, sino las bóvedas del claustro, un arco ojiva con exornos tetrafoliados y parte del grumo, y encima el escudo real de Castilla y León, flanqueado por el de los Velasco, y otro en cuyo campo resalta una cruz sencillamente.
Monasterio de Santa Clara |
De portada asimismo ojival, recorrida de cardinas y ostentando en el tímpano la imagen de Nuestra Señora de las Angustias, la iglesia del Convento de Santa Clara, panteón de los Duques de Frías á quienes pertenece, consta, como la del Convento del mismo título en Briviesca, de una sola nave, á cuyos lados se abren profundos arcos ó mejor fúnebres recintos, ocupados por los arcos funerarios de los individuos de aquella ilustre familia.
Monasterio de Santa Clara (detalle) |
Insistiendo sobre la, puerta que da, en pos del atrio, ingreso al templo,-el coro se halla formado de un cuerpo del Renacimiento, de tres huecos, los dos laterales provistos de rejas, en los cuales los vástagos que los forman se enroscan vistosamente para producir espesa celosía, mientras en el del centro resaltan las estatuas orantes de don Íñigo Fernández de Velasco, Condestable de Castilla, y de doña María de Tovar, su mujer, aquél armado de todas armas, y ésta ricamente indumentada, pareciendo por los trajes ser uno y otra fruto de los días del austero Felipe II, y leyéndose en el friso que hace oficio de zócalo en el coro, larga inscripción de tres líneas de caracteres alemanes sobre fondo de oro.
Figurando suspendida de un clavo, á la derecha de la puerta de ingreso adviértese una lápida con ocho líneas de escritura, en la cual se declara que fue el coro labrado por los referidos señores, mirándose los muros de la Capilla Mayor, cuadrada y del ancho de la nave, decorados por gran número de lápidas ó epitafios, mientras al costado de la epístola se abre sencilla puerta que da paso á otra Capilla, anchurosa, ochavada, de hermosa bóveda ojival que apoya sobre labradas pechinas, bajo las cuales resaltan los blasones de los Velasco, y donde, demás del restaurado retablo, de buena y antigua traza, dotado de estimables imágenes y en cuyo centro se figura flameada gloria con la Virgen y el Niño, se ha conservado un púlpito que hubo de ser bueno, pero que hoy se halla horriblemente pintado, y la puerta plateresca, que conduce á la sacristía.
Ermita de Santa Lucía / San Millán |
Sombríos son los claustros del Convento libres de clausura, que nos fue dado visitar, cuyas bóvedas de cascos y resaltado nervios, son obra al parecer de la XVIª centuria, haciéndose más de reparar, exenta é inmediata á este edificio, la abandonada iglesia de Santa Lucía, llamada antes de San Clemente, y cuya, portada de sabor románico en todos los detalles, produce sentimiento por el estado deplorable en que se halla.
No es ciertamente menor el que engendra la contemplación de las soberbias y cuadradas torres de la señorial morada que los duques de Frías tuvieron en Medina de Pomar, y que han dado nombre á la plazuela donde se levantan. Aunque la fábrica al exterior conserva su aspecto regular, no puede ser en el interior más desconsolador y más triste el espectáculo que á los ojos se presenta, considerando por los restos de la decoración, que aún subsisten, cuán grande hubo de ser en otro tiempo la riqueza, desplegada allí por aquellos suntuosos magnates castellanos, y, cuán censurable la incuria y el menosprecio con que sus sucesores han mirado joya de tanto mérito como es en realidad el, desmantelado castillo.
Formado éste por regio salón rectangular, flanqueado por dos torres de planta cuadrada, muestra sus muros recorridos á la altura del piso superior por lujoso friso de mudéjar yesería, formado de medallones unidos por otros lobulados, unos con el escudo de la familia y los demás llenos, de dibujos geométricos, los cuales reproduciéndose con otros exornos de no menor elegancia, forman en torno de las fenestras peregrino y conopial marco del mejor efecto; á manera de orla, corre unida á este friso, por su parte inferior, una faja no interrumpida y llena de caracteres alemanes en resalto con una inscripción latina no legible, pero en la cual se entiende algunas palabras, que revelan el sentimiento profundamente religioso por el cual se sentían inspirados siempre los próceres de Castilla en todos los actos de su vida durante la XVª centuria.
De mayor suntuosidad aún, poniendo de relieve, á despecho de las afirmaciones de modernos arqueólogos, la eficacia de la tradición mudéjar, y la certidumbre de cuanto respecto de ella dejamos hasta aquí asegurado, es el friso que, á análoga altura, decora los cuatro sólidos muros del torreón de la izquierda, friso de tal belleza, que bien podemos asegurar no haber nunca gozado, no en esta provincia de Burgos, sino quizás en toda las de Castilla, de otro más bello que el presente, formado de fingidas celosías al gusto y manera granadinos, semejantes á las que recorren por igual arte los muros del Salón de Embajadores del mudéjar Alcázar sevillano; y mientras en las orIas que por una y otra parte decoran el friso, se advierte leyendas en caracteres alemanes, latinas las unas y castellanas las otras,.no todas completas ni con grande congruencia, descúbrese :en algunos de los exornos, principalmente en los ángulos, inscripciones arábigas en caracteres africanos y cúficos, algunos de los cuales se reproducen en forma ornamental de derecha á izquierda, con otros latinos repartidos en disposición asemejable.
Cuando al volver hacia Briviesca para tomar allí el tren que había de conducimos á Miranda de Ebro, la antigua Maran situada en los confines del país de los Autrigones con el de Vardulios, tornamos á deshacer el camino,-durante largo tiempo al acompasado andar de la góndola desvencijada contemplamos a los rayos ardorosos del sol en la mañana, la perspectiva de este monumento, que al fin y en una de las vueltas de la carretera perdimos de vista, con la triste convicción de que en breve…”
Amador de los Ríos y Fernández de Villalta (1849-1917)
Rodrigo Amador de los Ríos y Fernández de Villalta |
Nace en Madrid en una familia acomodada. Hijo del escritor, literato, historiador y arqueólogo D. José Amador de los Ríos, siempre estuvo rodeado de un ambiente cultural y artístico. El hermano de su padre era D. Demetrio de los Ríos y Serrano, arquitecto, arqueólogo y escritor, que sería junto con D. José la mayor influencia de nuestro autor. Ambos introducirían a D. Rodrigo en el gusto por la historia y la arqueología medieval islámica.
Estudió en el colegio de jesuitas de San Isidro en Madrid. Tras terminar los estudios primarios es enviado a Granada a realizar sus estudios de Bachillerato. En dicha ciudad crecerá su pasión por la arqueología medieval islámica y por la epigrafía arábiga entrando en contacto con uno de los principales arabistas del momento, F. J. Simonet, discípulo de D. Pascual de Gayangos, que por entonces era Catedrático de Árabe en la Universidad de Granada.
Durante su estancia en Granada también estudiará una de sus grandes pasiones, el Derecho, matriculándose en la Universidad a la misma vez que hacía Filosofía y Letras. Rodrigo termina el Bachillerato en marzo de 1867 y se licencia en la Facultad de Filosofía y Letras en junio de 1868. Tras licenciarse se marchará a Madrid para ocupar una plaza como ayudante en el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios con destino en el Museo Arqueológico Nacional. El estallido de la revolución de 1868 en Madrid, provocará su cese como miembro del Cuerpo y su vuelta a Granada, donde termina sus estudios de Derecho, licenciándose en junio de 1869. Al terminarlos, vuelve definitivamente a Madrid.
En Madrid trabajará durante seis años en el bufete de abogados del Excmo. Sr. D. José María Fernández de la Hoz, que había sido Ministro de Gracia y Justicia. Durante este período publicará sus estudios sobre la propiedad literaria.
En la primavera de 1875 vuelve a ser reintegrado en el Cuerpo con su destino anterior. Se encargó desde entonces de las antigüedades arábigo-españolas y mudéjares en el Museo Arqueológico Nacional hasta su jubilación en 1916.
Durante la segunda mitad de la década de los setenta, compaginará sus labores en el museo con su actividad docente en la Universidad Central de Madrid, en la que dará clases como profesor auxiliar de Historia Crítica de la Literatura Española. Así mismo, será académico y profesor de la Academia de Jurisprudencia y Legislación, dando a luz su Proyecto de Ley de Propiedad Literaria en 1877.
En este momento de esplendor profesional es cuando publica sus obras epigráficas sobre Sevilla (1875) y Córdoba (1879), y cuando es comisionado por el gobierno para la recogida de todas las inscripciones árabes de España y Portugal (1883). Tras éstas obras realiza varios elencos monumentales de la serie España: monumentos y artes, su naturaleza e historia, como son los de Burgos (1888), Murcia y Albacete (1889), Huelva (1891) y Santander (1891). Todas estas obras le valdrán el reconocimiento intelectual e institucional siendo elegido individuo de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1891 y correspondiente de otras muchas corporaciones literarias y científicas, tanto españolas como extranjeras. Durante los años siguientes la producción científica de Rodrigo será muy intensa, escribiendo libros y artículos epigráficos, históricos, arqueológicos y artísticos en numerosas revistas especializadas.
En 1911 es elegido Director del Museo Arqueológico Nacional tras 36 años trabajando en él, sustituyendo a D. Juan Catalina García López. Durante el tiempo que desempeñó la dirección (1911-1916), preparó dos nuevos salones para las antigüedades de las civilizaciones orientales y tres para el valiosísimo donativo del marqués de Cerralbo; hizo construir numerosas vitrinas para diferentes instalaciones y comenzó el catálogo del establecimiento, que enriqueció con un crecido número de objetos cedidos graciosamente a sus instancias.
En 1916, a la edad de 67 años y tras haber estado en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos durante 41 años se jubila, dando paso en la dirección del Museo a D. José Ramón Mélida. Tras su jubilación reglamentaria por edad, el 4 de marzo de 1916, se le confirió la dirección del Museo de Reproducciones Artísticas, como también se había hecho anteriormente con D. Juan de Dios de la Rada y Delgado en 1900, cargo que ocuparía hasta su muerte, acaecida un año después. Fallecería en Madrid, el domingo 13 de mayo de 1917.
Bibliografía:
AMADOR DE LOS RÍOS, R.: España: sus monumentos y artes. Burgos, Barcelona, Tip. Edit. Daniel Cortezo y Cía., 1888, 1072 págs. con fotograbados y fototipias, 24 cm. 1889. Ejemplar procedente de la biblioteca de Bizkaiko Foru Aldundia - Diputación Foral de Bizkaia (es decir, la biblioteca de la diputación foral de Vizcaya).
Revista “Arqueomurcia”.
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