En
una entrada anterior ya tratamos la figura de este guerrillero pero nos faltaba
una relación de sus andanzas por estos pagos. Recordemos qué era un guerrillero y su peculiar forma de lucha, un tipo de combate
global muy común hoy en día: las guerrillas.
No
era algo nuevo y Napoleón tenía una fórmula para suprimirlas que era
hacer fusilar
a un grupo nutrido de personalidades destacadas y comprar voluntades.
Lo especial de la guerrilla española es la extensión, generalización,
persistencia e intensidad de dicha lucha.
¿Guerrilla? ¿y eso
que es?
Fuerzas
que se generan en la retaguardia imperial, lejos de La zona
dominada por las fuerzas patrióticas, que viven y combaten en regiones ocupadas
por el enemigo y teniendo que obtener de allí los recursos para su subsistencia que
emplean métodos de lucha irregular. En el caso de nuestro
protagonista, este se movía a lo largo de una franja situada en Las Merindades y
parte occidental de Álava y La Rioja, llegando en algunos casos a Vizcaya y
Navarra e incluso Cantabria. Algunos batallones de su división Iberia llegaron hasta
Salamanca y Ciudad Rodrigo. Finalmente, siguieron la persecución del enemigo
hasta Francia tras la batalla de Vitoria.
¿Qué les empujó a la lucha? El rechazo a la ocupación, venganza
personal... En el
caso de Longa no sabemos exactamente cuál fue el fulminante de su decisión
guerrillera. Pero si nos fiamos de sus propios escritos, parece que fue esa
decisión de llevar presos a todos los miembros de su familia lo que desencadenó
su ira y el comienzo de su partida.
Contra
los guerrilleros poco pudieron los métodos napoleónicos, la guerra había adquirido un
carácter cruel y sanguinario y no se hacían prisioneros, pues eso, terror
a ser capturado por los españoles. Ese terror soportado y
ejercido es el que sufrieron los suegros de Longa y 27 parientes más que fueron
deportados a Francia. Con todo ello, se estima que las pérdidas sufridas por
los imperiales por acciones de retaguardia y sobre las líneas
de comunicaciones superaron a las registradas en los campos de
batalla.
Los
guerrilleros españoles llegaron a componer fuerzas importantes, que se
enfrentaban con notable éxito al enemigo cuando tenían la ventaja de su parte,
y,
si no, se esfumaban. Por ejemplo, cuando Francisco de Longa era perseguido
solía
dividir su fuerza en dos, la caballería escapaba a La Rioja y la infantería
hacia
La Montaña de Cantabria. Para evitar a la caballería enemiga, las partidas de
infantería debían atravesar las llanuras de noche. De agosto
de 1810 a
abril de
1811 la
guerrilla de Longa recorrió unos 2.000 kilómetros
esquivando a los franceses. Para ello un guerrillero marchaba con su
fusil y un exiguo equipo que contenía una manta, munición y algo de
comida (10 a 15
kilos)
frente a los 30
o 40
kilos
que cargaban los imperiales.
El modo
de lucha guerrillero se caracterizó por combates frecuentes, de poca entidad y
dispersos por un territorio muy extenso. Esto obligó al ejército imperial a
mantener guarniciones en todas las ciudades y pueblos importantes de la
retaguardia así como en las localidades a lo largo de las principales líneas de
comunicaciones, organizando además columnas móviles para operar contra los
insurgentes. La guerrilla cortaba las comunicaciones, hostigaron los
destacamentos, capturaron convoyes y correos y, en fin, hicieron muy dura la
vida al soldado francés. Quizá por eso se encuentra en la
composición de las guerrillas desertores del ejército imperial que se
integraron en algunas partidas, sobre todo alemanes e italianos.
El
tamaño y número de las partidas guerrilleras fue variando a lo largo de toda la
guerra. Al inicio de ésta las partidas era pequeñas de 100 a 50 componentes, algunas
incluso más pequeñas. A mediados de la contienda proliferaron muchas partidas
medias de varios centenares de hombres y unas pocas superaron los 1.000
combatientes. Muchas de las partidas grandes y medias acudieron al
reclutamiento para engrosar sus filas; según fue avanzando la guerra este
fenómeno se hizo más acusado. Desde mediados de 1811 se produjo una tendencia
muy definida de concentración de los partidarios sobre las 16 o 17 grandes
guerrillas que llegaron a reunir el 85% de los guerrilleros.
En
el caso de Longa parece que marchó en 1808 con cuatro vecinos de La Puebla del
Arganzón (Burgos) aunque el primer hecho de armas que aparece en su hoja de
servicios data del 10 de agosto de 1809. El 21 de diciembre ataca a un grupo de
cuarenta franceses en Nanclares de Oca. Dos días después repite el ataque en las
Conchas de La Puebla de Arganzón, cogiéndoles 7 caballos y 9 mulas de tiro. El 30
vuelve al ataque en las proximidades de La Puebla y les torna 7 mulas y 5 caballos.
Las
partidas guerrilleras vivían a costa de la población local que les proveía el
sustento tanto para los hombres como para los caballos. Según las partidas
fueron creciendo y la población fue acusando el desgaste de la guerra, la
población perdió "pasión patriótica" y las partidas
utilizaron más las amenazas y la fuerza. La principal fuente de obtención de
armamento fue, hasta que las guerrillas fueron creciendo, los fusiles y las
armas requisados a la población local, los
arrebatados al enemigo, las traídas por los desertores y el armamento
entregado por los depósitos militares españoles y británicos. Pero más
difícil era conseguir munición. Bastante de ella era francesa fruto de emboscadas.
El
hartazgo de la población a lo largo de la guerra, el hambre, la necesidad, obligaba
a que las guerrillas supiesen esconder bien el armamento, la munición
y
todo lo que no pudiese cargar tanto de los franceses y sus confidentes como de
los lugareños. Francisco de Longa ocultó a todos la
carga de una gran presa que hizo en el puerto de Orduña a una columna francesa atacada
despeñando sobre ella gran número de piedras que habían sido colocadas en lo
alto la noche anterior.
Después de despejar el camino de
piedras, animales muertos y carromatos inutilizables y conseguir dar la vuelta
al convoy de carros, el material de los carros destruidos fue cargado en los
carros útiles. Hasta el amanecer no pudo salir la columna de las escabrosas
peñas para dirigirse al valle de Losa. Desde allí hizo que los carros se
dispersaran por diferentes valles y lugares haciéndoles
caminar de noche de modo que los fardos fueran descargados antes de
llegar a los indicados puntos. Los fardos fueron después descargados por el
camino y rellenados con paja por mano de personas calladas sin
que los carreteros vieran lo que se había hecho ni donde se había ocultado la
carga. Desde los diferentes lugares, los falsos fardos fueron
conducidos con escolta hasta Medina de Pomar y Villarcayo y quemados allí a una
con el carro, a fin de hacer creer al público que eran los vestuarios cogidos.
Pocos
días después la guerrilla de Longa tuvo que volver a abandonar por un tiempo su
cuartel general en Medina de Pomar perseguido por las fuerzas ocupantes que
acudieron allí para vengar el ataque y buscar –sin éxito– el material perdido (Longa
ubicaba su cuartel general unas veces en Moneo, otras en Trespaderne, en Medina
de Pomar, en Villarcayo, etc.).
Por
supuesto, no todo fueron virtudes en la guerra y en la guerrilla. La primera
crítica era el caos, abusos y desorden que acompañaba por lo común a la acción
de las partidas, aunque también había unos ciertos celos por parte de los
ofíciales del ejército regular por el renombre de que gozaban los cabecillas
guerrilleros. Uno de los males que muchos militares veían en las partidas
de guerrilla era el que por la vida licenciosa, que se les suponía, ofrecían al
ejército un aliciente que provocaba en él la deserción. En las partidas
tuvieron entrada muchos individuos procedentes de los cuerpos del
ejército; pero generalmente fueron prisioneros fugados, y otros que, en la
dispersión que con frecuencia sufría aquel, se retiraban a sus casas, y en
ellas hubieran permanecido, si no se les hubiera compelido por las partidas a
tomar de nuevo las armas. De este modo las partidas de guerrillas, lejos de
provocar la deserción en el ejército, ayudaban a contenerla, porque los
soldados de éste, generalmente, no se acomodaban a la vida azarosa de aquellas.
Bibliografía:
La Guerrilla
en la Guerra de la Independencia, por don José Pardo de Santayana, Coronel.
Historiador
Un guerrillero vizcaíno en el noste de la provincia de Burgos (1808 - 1814) Carlos González Echegaray. Director de la Hemeroteca Nacional
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