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viernes, 8 de agosto de 2014

Longa: El Curro Jiménez de Las Merindades. (Primera parte)


En una entrada anterior ya tratamos la figura de este guerrillero pero nos faltaba una relación de sus andanzas por estos pagos. Recordemos qué era un guerrillero y su peculiar forma de lucha, un tipo de combate global muy común hoy en día: las guerrillas.

Curro Jimenez (Archivo TVE)

No era algo nuevo y Napoleón tenía una fórmula para suprimirlas que era hacer fusilar a un grupo nutrido de personalidades destacadas y comprar voluntades. Lo especial de la guerrilla española es la extensión, generalización, persistencia e intensidad de dicha lucha.

¿Guerrilla? ¿y eso que es?

Fuerzas que se generan en la retaguardia imperial, lejos de La zona dominada por las fuerzas patrióticas, que viven y combaten en regiones ocupadas por el enemigo y teniendo que obtener de allí los recursos para su subsistencia que emplean métodos de lucha irregular. En el caso de nuestro protagonista, este se movía a lo largo de una franja situada en Las Merindades y parte occidental de Álava y La Rioja, llegando en algunos casos a Vizcaya y Navarra e incluso Cantabria. Algunos batallones de su división Iberia llegaron hasta Salamanca y Ciudad Rodrigo. Finalmente, siguieron la persecución del enemigo hasta Francia tras la batalla de Vitoria.



¿Qué les empujó a la lucha? El rechazo a la ocupación, venganza personal... En el caso de Longa no sabemos exactamente cuál fue el fulminante de su decisión guerrillera. Pero si nos fiamos de sus propios escritos, parece que fue esa decisión de llevar presos a todos los miembros de su familia lo que desencadenó su ira y el comienzo de su partida.

Contra los guerrilleros poco pudieron los métodos napoleónicos, la guerra había adquirido un carácter cruel y sanguinario y no se hacían prisioneros, pues eso, terror a ser capturado por los españoles. Ese terror soportado y ejercido es el que sufrieron los suegros de Longa y 27 parientes más que fueron deportados a Francia. Con todo ello, se estima que las pérdidas sufridas por los imperiales por acciones de retaguardia y sobre las líneas de comunicaciones superaron a las registradas en los campos de batalla.

Los guerrilleros españoles llegaron a componer fuerzas importantes, que se enfrentaban con notable éxito al enemigo cuando tenían la ventaja de su parte, y, si no, se esfumaban. Por ejemplo, cuando Francisco de Longa era perseguido solía dividir su fuerza en dos, la caballería escapaba a La Rioja y la infantería hacia La Montaña de Cantabria. Para evitar a la caballería enemiga, las partidas de infantería debían atravesar las llanuras de noche. De agosto de 1810 a abril de 1811 la guerrilla de Longa recorrió unos 2.000 kilómetros esquivando a los franceses. Para ello un guerrillero marchaba con su fusil y un exiguo equipo que contenía una manta, munición y algo de comida (10 a 15 kilos) frente a los 30 o 40 kilos que cargaban los imperiales.



El modo de lucha guerrillero se caracterizó por combates frecuentes, de poca entidad y dispersos por un territorio muy extenso. Esto obligó al ejército imperial a mantener guarniciones en todas las ciudades y pueblos importantes de la retaguardia así como en las localidades a lo largo de las principales líneas de comunicaciones, organizando además columnas móviles para operar contra los insurgentes. La guerrilla cortaba las comunicaciones, hostigaron los destacamentos, capturaron convoyes y correos y, en fin, hicieron muy dura la vida al soldado francés. Quizá por eso se encuentra en la composición de las guerrillas desertores del ejército imperial que se integraron en algunas partidas, sobre todo alemanes e italianos.

El tamaño y número de las partidas guerrilleras fue variando a lo largo de toda la guerra. Al inicio de ésta las partidas era pequeñas de 100 a 50 componentes, algunas incluso más pequeñas. A mediados de la contienda proliferaron muchas partidas medias de varios centenares de hombres y unas pocas superaron los 1.000 combatientes. Muchas de las partidas grandes y medias acudieron al reclutamiento para engrosar sus filas; según fue avanzando la guerra este fenómeno se hizo más acusado. Desde mediados de 1811 se produjo una tendencia muy definida de concentración de los partidarios sobre las 16 o 17 grandes guerrillas que llegaron a reunir el 85% de los guerrilleros.

En el caso de Longa parece que marchó en 1808 con cuatro vecinos de La Puebla del Arganzón (Burgos) aunque el primer hecho de armas que aparece en su hoja de servicios data del 10 de agosto de 1809. El 21 de diciembre ataca a un grupo de cuarenta franceses en Nanclares de Oca. Dos días después repite el ataque en las Conchas de La Puebla de Arganzón, cogiéndoles 7 caballos y 9 mulas de tiro. El 30 vuelve al ataque en las proximidades de La Puebla y les torna 7 mulas y 5 caballos.



Las partidas guerrilleras vivían a costa de la población local que les proveía el sustento tanto para los hombres como para los caballos. Según las partidas fueron creciendo y la población fue acusando el desgaste de la guerra, la población perdió "pasión patriótica" y las partidas utilizaron más las amenazas y la fuerza. La principal fuente de obtención de armamento fue, hasta que las guerrillas fueron creciendo, los fusiles y las armas requisados a la población local, los arrebatados al enemigo, las traídas por los desertores y el armamento entregado por los depósitos militares españoles y británicos. Pero más difícil era conseguir munición. Bastante de ella era francesa fruto de emboscadas.

El hartazgo de la población a lo largo de la guerra, el hambre, la necesidad, obligaba a que las guerrillas supiesen esconder bien el armamento, la munición y todo lo que no pudiese cargar tanto de los franceses y sus confidentes como de los lugareños. Francisco de Longa ocultó a todos la carga de una gran presa que hizo en el puerto de Orduña a una columna francesa atacada despeñando sobre ella gran número de piedras que habían sido colocadas en lo alto la noche anterior. 

Después de despejar el camino de piedras, animales muertos y carromatos inutilizables y conseguir dar la vuelta al convoy de carros, el material de los carros destruidos fue cargado en los carros útiles. Hasta el amanecer no pudo salir la columna de las escabrosas peñas para dirigirse al valle de Losa. Desde allí hizo que los carros se dispersaran por diferentes valles y lugares haciéndoles caminar de noche de modo que los fardos fueran descargados antes de llegar a los indicados puntos. Los fardos fueron después descargados por el camino y rellenados con paja por mano de personas calladas sin que los carreteros vieran lo que se había hecho ni donde se había ocultado la carga. Desde los diferentes lugares, los falsos fardos fueron conducidos con escolta hasta Medina de Pomar y Villarcayo y quemados allí a una con el carro, a fin de hacer creer al público que eran los vestuarios cogidos. 

Pocos días después la guerrilla de Longa tuvo que volver a abandonar por un tiempo su cuartel general en Medina de Pomar perseguido por las fuerzas ocupantes que acudieron allí para vengar el ataque y buscar –sin éxito– el material perdido (Longa ubicaba su cuartel general unas veces en Moneo, otras en Trespaderne, en Medina de Pomar, en Villarcayo, etc.).



Por supuesto, no todo fueron virtudes en la guerra y en la guerrilla. La primera crítica era el caos, abusos y desorden que acompañaba por lo común a la acción de las partidas, aunque también había unos ciertos celos por parte de los ofíciales del ejército regular por el renombre de que gozaban los cabecillas guerrilleros. Uno de los males que muchos militares veían en las partidas de guerrilla era el que por la vida licenciosa, que se les suponía, ofrecían al ejército un aliciente que provocaba en él la deserción. En las partidas tuvieron entrada muchos individuos procedentes de los cuerpos del ejército; pero generalmente fueron prisioneros fugados, y otros que, en la dispersión que con frecuencia sufría aquel, se retiraban a sus casas, y en ellas hubieran permanecido, si no se les hubiera compelido por las partidas a tomar de nuevo las armas. De este modo las partidas de guerrillas, lejos de provocar la deserción en el ejército, ayudaban a contenerla, porque los soldados de éste, generalmente, no se acomodaban a la vida azarosa de aquellas.



Bibliografía:

La Guerrilla en la Guerra de la Independencia, por don José Pardo de Santayana, Coronel. Historiador
Un guerrillero vizcaíno en el noste de la provincia de Burgos (1808 - 1814) Carlos González Echegaray. Director de la Hemeroteca Nacional




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