Hidalgos. Una palabra que nos evoca, en el mejor
de los caso, a “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” y su locura.
Pero un hidalgo era más, mucho más, sobre todo si era de Las Merindades.
Vayamos por partes -exactamente dos si me
permiten la broma- para conocer a este grupo social que existió durante cerca
de mil años.
Lo primero es conocer la palabra que expresa
esta idea tan variable: fijos dalgo, fidalgos, hijosdalgo, hijos de algo y la
clásica hidalgos. Puede haber, al menos, tres orígenes del término: la posible
procedencia latina con “italcos” asociado a los derechos de los pueblos
itálicos; la procedencia goda donde el hijo del godo no pagaba impuestos; Y la
procedencia castellana fijada en las partidas alfonsinas.
Las Partidas de Alfonso X, concretamente la Ley
34, título XXI de la Partida segunda dice que la hidalguía “es nobleza que viene a los omes por linaje” y la consideraba mayor
y más preciada, cuanto más antigua y más indefinida era la línea de
progenitores, que se distinguieron por sus méritos y servicios al Estado. Traducido:
por sangre. Y, claro, junto a esta distinción venían los honores que tenían
efectos prácticos.
En este punto puede que les salte en la cabeza
el término “infanzón”. Era lo mismo que hidalgo pero en Castilla y León cayó en
desuso aunque no en Navarra y Aragón. Ambos hablan de nobles sin título. Baja
nobleza, vamos. Exactamente por debajo de los Caballeros (tanto de hábito como
simples).
Baja, pero deseada. Conviviendo hidalgos y
pecheros y disponiendo de privilegios sólo los primeros el deseo de sumarse al
grupo favorecido por parte de los que cargaban con el sostenimiento de la
república gracias a sus impuestos era inevitable. Esa tensión y voluntad de
segregación se muestra en los empadronamientos, las informaciones de hidalguía,
la separación en las casas de concejo y hasta en la posición en la iglesia.
Pero, ¿era para tanto la tensión existente? Sí.
Podríamos decir que a partir del siglo XVI la hidalguía en Castilla se reserva
para la nobleza de rango inferior, carente de derechos jurisdiccionales y con
escaso nivel económico y relieve social. Eran como los pecheros pero que no
pagaban impuestos. Y la situación empeoró en el siglo XVII, y en el XVIII.
Otra de las razones para la tensión era el,
parece ser, alto número de hidalgos que, por cierto, no era uniforme en todos
los reinos de España. Castilla tenía más hidalgos que Aragón, por ejemplo. En 1541
teníamos 108.000 hidalgos; 134.223 en 1591; y para Domínguez Ortiz eran 137.000
hidalgos, dentro de una población de 1.294.995 vecinos en la Castilla del siglo
XVI. Puntualizaré que no se distribuían de forma uniforme por el reino sino en
función de la Reconquista y a los avatares políticos del s. XIV y XV.
En la franja norteña, Cantabria, Las Merindades
y regiones colindantes, casi todos son hidalgos. ¡Son la mitad de los que hay
en toda la Península! ¡Y no como los vizcaínos y guipuzcoanos que lo son por el
fuero sin tener que probar razones! Claro que aquí no veremos grandes y
rimbombantes títulos. A medida que bajemos al sur esta proporción se invertirá.
De ello se deduce que en el Norte no se considera la hidalguía un hecho
socialmente relevante. En el Sur son pocos y están bien situados mientras que
en la zona central son numerosos, pero minoría respecto a la población total, y
no tienen grandes posesiones, aunque se empeñan en marcar las diferencias con
el pueblo llano. De esa situación intermedia derivarán muchos de los problemas
del hidalgo y su imagen literaria.
Es por lo dicho que la mayoría de los hidalgos
norteños viven en el campo y cultivan sus tierras o ejercen sus industrias sin
perder la categoría de noble. Habitan en, pequeñas comunidades y a veces
aislados en granjas donde vive una sola familia y es hidalga. El colmo de esta
situación serán los hidalgos vascos. Por ello, el decreto de Carlos II donde
aclaraba que la hidalguía era compatible con el comercio y la artesanía nos resulta
poco menos que irrelevante en Las Merindades.
Pero en estas merindades y gracias a las cuentas
tomadas en Villarcayo en 29 de Septiembre de 1592 ante el escribano de Las
Merindades, Blas de Olavarría por los Contadores Pedro Díaz de la Peña y Pedro
de Villamor tenemos ciertas cantidades aclaradoras. Vemos que los vecinos de la
comarca sumaban 3.743. El adjunto cuadro muestra un desglose entre hidalgos y
pecheros por zonas. Verán que faltan los aforados de Cuesta-Urria y de Losa que
sostenían pleito con las merindades sobre si debían contribuir con ellas. Eran
Vizcaínos.
Una fuente adicional será el censo de
Floridablanca que nos chivará la composición de la población entre 1785 a 1787
y cercana al fin del modelo (1830). En todo el reino había 480.589 hidalgos de
un censo de 10.268.150 vecinos. Que no nos dice mucho pero si algo. Y en
Castilla Vieja eran 275 vecinos hidalgos que, si estimamos un multiplicador
familiar de 2.11 –como en Vizcaya- tenemos 582 hidalgos de entre 73.890
personas. Un 80%. ¡Pues casi hidalguía universal!
Tal vez las cifras sobre Castilla resulten
incomparables (que no se pueden comparar) por lo que les diré que en otros
países de “nuestro entorno” la nobleza era: 1% en Inglaterra, 2% en Francia y
3% en Rusia.
Recapitulemos, ¿qué tenemos hasta ahora? Un
grupo de personas y sus familias con un privilegio antiguo obligada a
evolucionar, aun sin quererlo. Tras las necesidades de la Reconquista y, aunque
en un principio el rey no podía crear hidalgos, las guerras civiles en Castilla
de finales del siglo XIV y en el XV empujaron a los soberanos a ennoblecer a
diestro y siniestro para reclutar partidarios. Incluso uno de los reyes del
periodo debe su sobrenombre a esta práctica: Enrique II "el de las mercedes". Estas se hicieron crónicas, rematándolo
los Reyes Católicos en la guerra civil contra la Beltraneja y la toma de
Granada, en que el número de concesiones de privilegios de hidalguía fue
considerable.
Enrique II de Castilla |
Con Carlos I se prohíbe la concesión de nuevas
hidalguías, intentando devolver a éstas el carácter de sangre. La causa
fundamental debió ser la protesta de las Cortes y los concejos, que veían
disminuir el número de pecheros frente a las cargas impuestas al municipio. Los
concejos no cesaban de embarcarse en largos y costosos pleitos para evitar el
aumento de hidalgos. Este rey revocará algunas concesiones, pero, en general,
se confirmarán la mayoría de los privilegios concedidos anteriormente.
Desde este momento, las necesidades financieras
de la Corona llevarán a ésta a vender títulos, como vía de mantenimiento del
tesoro. La profusión de concesiones de hidalguía será menor, no obstante,
favoreciendo a la alta nobleza con la concesión de altos títulos y primándoles
en los altos cargos.
En este mundo cambiante ¿Qué les quedaba a los hidalgos?
Tenemos unas personas que, tras la pérdida de sus medievales funciones bélicas impuesta
por las necesidades nuevas del ejército moderno -caducidad del combate
individual, importancia de la infantería, creación del ejército real y no
señorial con elementos del estado llano-, y expulsados de los cargos relevantes
les queda solo la honra. Honra maravillosamente dibujada por nuestra literatura
del Siglo de Oro. Con lo que volvemos al Quijote o al hidalgo del “Lazarillo de
Tormes”.
El hidalgo se encuentra emparedado entre la alta
nobleza y el pueblo llano. Pero seguía siendo una salida del opresivo mundo de los pecheros.
Sigamos con muestra descripción. En Castilla la
Vieja –no Castilla Vieja o Las Merindades- en los siglos XVI y XVII, la mayoría
de los hidalgos apenas poseía su escudo de armas, y como dice Elliott lo "esculpían en las fachadas de sus
casas, en las iglesias, las tumbas, los conventos, con una profusión propia de
un mundo en el que la heráldica era la clave indispensable para todas las
sutilezas de la situación social".
Torre de los Azulejos de Espinosa de los Monteros |
El refranero nos confirma la idea de que el
poder se asocia más a la riqueza que a la sangre: "Pobreza no es vileza, más deslustra la nobleza", o
también "Espinosa de los Monteros,
muchas torres y pocos dineros", proverbio muy concreto de nuestra
villa que en el siglo XVI tenía censados 531 vecinos, de los cuales 524 eran
familias hidalgas, y siete clérigos. Pero podría ser por pura envidia hacia el
privilegio de la vigilia real.
Quizá por esa situación de angustia económica o,
por no exagerar, de vida de clase media y media baja, nos encontremos pleitos
como el seguido entre hidalgos y pecheros en 1585, sobre el porte de trigo al
puerto de Santander, mandado por el Corregidor de Palencia García de Girón. En
este pleito se hace constar la afirmación del procurador de parte Pedro de
Castillo que “todos o la mayor parte de
los vecinos de Las Merindades estaban en nombre y posesión de hijosdalgos, los
cuales eran los más ricos y hacendados que en pueblos de 40 o más vecinos no
había sino uno, dos o tres o a veces ningún pechero y que había merindades, como
la de Losa que constaba de más de mil vecinos que todos eran hijosdalgos y no
había ningún labrador”.
Estampa del siglo XVI |
No solo eso. Se dispone del testimonio del escribano
de Laredo, Francisco Antonio González, de que Don Antonio de Escalante vecino
de dicha villa, en virtud de la orden expedida por Don García de Araciel del Consejo
de S. M. en el Supremo de Guerra y Castilla y cometida al Gobernador de las
cuatro villas de la Costa, pasó con asistencia de dicho escribano a hacer
vecindario a Las Merindades, con distinción de estados de todos los vecinos
sacerdotes, viudas y menores de 15 años en adelante. Y resultó haber en Las
Merindades, en 1711, 1.885 vecinos que desglosados nos daban:
1.734 hidalgos, incluidos 117 sacerdotes.
151 vecinos, de ellos 45 sacerdotes del común.
Vamos, que no sería eso de la hidalguía
universal de los Vizcaínos, pero casi. Casi porque los pecheros, los vecinos
del común, eran los que asumían todos los tributos personales. Por ello peleaban,
pleiteaban, por disminuir las prerrogativas y exenciones de los nobles y
repartir mejor las cargas. Se alteraban al ver que los hidalgos estaban
exentos del pago de pechos aunque tenían que contribuir a repasar las cercas o
muros, fuentes y puentes de los pueblos en que morasen; no podían ser
encarcelados por deudas civiles, excepto las que procedían de delito o de
tributos reales; no podía trabarse ejecución en la casa del hidalgo ni sus
armas y mulas a no ser por débitos reales; estaban exceptuados del tormento; no
podía condenárseles a desdecirse de la injuria que hubieran hecho a otro;
tenían obligación de usar pistola de arzón cuando iban a caballo y llevar traje
decente; no podían renunciar a las preeminencias del estado, sino en caso de
ser presos, ni se podía penetrar su casa; y no podían ser condenados a muerte
afrentosa en horca. Para colmo, sus viudas disfrutaban de estas ventajas
siempre que no se casasen con un pechero.
Incluso había un curioso privilegio que era el
de los hidalgos de devengar quinientos sueldos eran los que por fuero
inmemorial tenían derecho a cobrar 500 sueldos como satisfacción de las
injurias que se les hacían, en lo que parece ser una reminiscencia del antiguo
derecho visigodo a recibir compensaciones económicas por no aplicar la Ley del
Talión.
Bibliografía:
“Apuntes de Nobiliaria y nociones de Genealogía
y Heráldica”. Instituto Luis de Salazar y Castro, Ediciones Hidalguía, 1984.
“La Hidalguía en las Merindades antiguas de
Castilla”. Julián García Sainz de Baranda.
“Los hidalgos en la España de los siglos XVI y
XVII: una categoría social clave” Bartolomé Bennassar Perillier (universidad de
Toulouse-le Mirail).
Censo del Conde de Floridablanca.
Diccionario R.A.E.
Novísima recopilación de las leyes de España.
Revista “Folklore.
Censo de Pecheros de Carlos I de 1528.
Para saber más y mejor:
Anexos.
Tipos
de hidalgos.
1. Hidalgos notorios de solar de vengar 500
sueldos a Fuero (5). Son los de origen más antiguo. A veces el solar de su
propiedad da nombre a la familia (los Lara, los Guzmán, los Ávila, los
Córdoba...).
2. Hidalgos de sangre, son los hijos o nietos de
los que tienen ya la hidalguía. A veces no se les considera como tal si no
demuestran varias generaciones anteriores con tal condición.
3. Hidalgos de privilegio, son los que reciben
de los reyes este privilegio, por servicios prestados a la Corona.
4. Hidalgos de ejecutoria. Se denominaba así a
los que litigaban y obtenían confirmación de hidalguía. Era la confirmación de
una posesión anterior de hidalguía, previa demostración de ello.
5. Hidalgos de gotera o de canales adentro, son
los que no han podido demostrar la hidalguía más que en ellos y en su padre.
Gozan de hidalguía en su lugar de residencia, pero no fuera de él.
Definición diccionario R.A.E. |
Para Ricardo Sáez hay cuatro tipos de hidalgos:
De solar conocido: su nobleza no se pone en tela
de juicio y son los de más prestigio. Son del norte y poseen casa blasonada.
Notorios: su nobleza es aceptada por su nombre.
Por la memoria social.
De Ejecutoria: Su nobleza se probaba gracias a
documentos. Eran la ejecutoria sellada por una de las chancillerías del reino.
Les resultaba humillante tener que mostrarlos para demostrar su nobleza.
De privilegio: aquellos que lo eran por algún
servicio prestado al reino.
Lamentable, es totalmente injusto que esos privilegios de nacimiento ya sea la alta nobleza como en este caso baja nobleza todos somos iguales
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