Cuando los niños están expectantes por los
regalos que esperan encontrar como premio por las buenas acciones del año
retornamos al viejo siglo XIX para estudiar unos hechos de guerra que asolaron
el Valle de Mena.
Oficial Cristino |
La ocasión era propicia para un ataque de las partidas
del pretendiente. El brigadier Iriarte, capitán general de Castilla, había
desplazado el grueso de sus tropas para apoyar a Espartero contra
Zumalacárregui en la acción de Ormástegui y la batalla de Celaieta (Guipúzcoa).
Quedaba para cubrir la zona de Mena y de Montija, aparte de las unidades de
urbanos, las tropas que dirigía el Marqués de Campoverde.
El día cuatro de enero, a las tropas que
restaban en el valle de mena les llegó el aviso de que el comisario general del
ejército Real (carlista) de Vizcaya, Pascual Mazón, había pedido miles de raciones
de campaña para la villa de Arceniega. Gracias a este chivatazo el comandante
de armas y el capitán de la segunda compañía de urbanos (milicia cristina),
Álvaro de la Quintana, decidieron que una parte de esta última saliese de avanzada
hasta los confines de Retes de Tudela (Álava). A los pueblos de esa zona
(Artieta, Montiano, Angostina…) se les remitieron órdenes para que informasen
de tropas rebeldes.
Mapa de Situación de Retes de Tudela |
Desgraciadamente ese día hubo una densa niebla
que impidió detectar a tiempo por la descubierta, y los vigilantes de los
pueblos la aproximación de los carlistas, forzando un repliegue desorganizado
que conllevó que la noticia del ataque contra los cristinos llegase junto a los
rebeldes. Los Urbanos que escapaban hacia el fuerte de Mercadillo tuvieron que
refugiarse en el de Vallejo. Además, una columna de refuerzo al mando del coronel
Ramón de Castañeda al ver el pastel optó por ocupar las alturas que llevan a Ordunte
y escapar hacia Valmaseda para escapar de los que le perseguían.
Reagrupadas las tropas favorables al
pretendiente tras el fracasado enfrentamiento con las huidizas tropas de Ramón
de Castañeda se centraron en el fuerte de Mercadillo. Frente al mismo los
carlistas colocaron su caballería y a ambos lados y detrás la infantería, unos 3.500
hombres al mando del comandante general carlista de Vizcaya Francisco Benito de
Eraso. Le acompañaban: Cástor Andéchaga, Simón Latorre, Goiri, Arroyo y Epalza.
Fuerte de Mercadillo actual Mesón Don Saulo |
La guarnición de la Reina Gobernadora estaba al
mando del subteniente del provincial de Segovia Ignacio de la Infanta y
reforzado con efectivos de la segunda de Urbanos –total: unos 100 soldados-. La
segunda compañía de Urbanos estaba comandada por el capitán y diputado Álvaro
de la Quintana, Guardia Real retirado en 1832; el teniente Ángel Mendieta,
boticario; el sargento Agustín González de Villa; Manuel Olavarrieta, Modesto
Martínez y Casimiro Llano. Se refugiaron también, al parecer, los miembros del
ayuntamiento: Bernabé García (Alcalde), el diputado Mariano Fernández Vallejo, Juan
de Arrope (alguacil). Los civiles Santos Fuentes (médico) y Antonio Zaballa. Por
supuesto todas estas personas, y demás refugiados en el fuerte, participaron en
su defensa.
Rechazaron la rendición y respondieron al fuego
que se les hizo desde la una de la tarde hasta las once de la noche. Esto fue
posible porque los carlistas rotaban los batallones de la línea de ataque. Hubo
un punto de tensión hacia las nueve cuando, amparados en la oscuridad y envalentonados
por el alcohol, los atacantes se lanzaron hasta las troneras gritando “arriba granaderos de Castor” y “guardia real de Carlos V que ya son
nuestros”. Buscaban sujetar los cañones de los fusiles de los defensores e
introducir por las troneras sus bayonetas.
Ante el fallo de esta acción se optó por
incendiar el mesón del médico y dos casas del boticario que ocupaban el frente
del fuerte. Buscaban conseguir la rendición mediante el humo. Cuenta la prensa
de la época –quizá con su pizca de exageración y parcialidad- que “sus mismos dueños que con un valor
increíble habían desempeñado funciones de un mero soldado en las troneras al
lado de sus mujeres y familia, no por eso desmayaron, antes bien se reanimó más
y más su valor y decisión para aniquilar si pudieran a tan depravados enemigos;
sus mismas mujeres, a pesar de la desgracia que tenían a la vista, se veían con
serenidad increíble, y todos estaban poseídos de un entusiasmo sin igual, y
solo este pudo evitar una rendición pronta y segura cual atendida la debilidad
del fuerte y sus pocos defensores se la prometían los facciosos”.
Tres veces se pidió a los defensores que se
rindiesen: dos de palabra y una por escrito donde se les ofrecía un indulto
completo de Carlos V. Los Isabelinos, incluso, dispararon al cabecilla Latorre
-hiriéndole levemente- cuando envió la primera propuesta de rendición. El alto
al fuego de la noche no supuso la calma para los sitiados que continuaron
atentos junto a sus troneras. Todos esperaban el alba. Una casa junto al fuerte
no había sido incendiada y, los facciosos, le acercaron un carro cargado de
madera, o paja, para ello. Debía estar en una posición más peligrosa que las
otras porque, poco después de amanecer, el cabo Narciso Haz y el soldado
Domingo Prieto, salieron del fuerte para incendiar este carro antes de que lo
colocaran en posición. Desde ese momento, los carlistas cambiaron de objetivo y
se agruparon en la población de Villasana de Mena a poco más de un tiro de
fusil del fuerte de Mercadillo.
Oficial carlista de los Húsares de Arlaban (José Clauzel) |
El número de bajas causadas por los isabelinos
en las tropas del pretendiente es desconocido y las propias de los defensores,
seguramente, están reducidas señalándose cuatro muertos carlistas, innumerables
cadáveres de estos tirados a las llamas y muchos heridos evacuados frente a la
muerte del sargento primero Pedro Gómez y dos soldados heridos de la guarnición
del fuerte.
Reorganizados los facciosos se dirigieron a las
seis y media de la noche del 5 de enero hacia el fortín de Vallejo, guarnecido
por la tercera compañía de Urbanos del Valle de Mena. No cedieron a las
intimaciones de palabra y por escrito que les hicieron. Incluso dudaron que el
fuerte de Mercadillo hubiese sobrevivido. Aun así, hubo un vivo tiroteo durante
unas tres horas. Al día siguiente, seis de enero, el cabecilla Cástor Andéchaga
se retiró hacia la parte de Arceniega cargado con carros y bagajes ayudado por civiles
de la zona del pretendiente. Llevaron grano, cobre, ropas, muebles y cuantas
yuntas y ganados vacunos y de cerda encontraron. Eraso, con el resto de dicha
facción, avanzó hacia Montija.
Situación de Vallejo con relación a Villasana y Mercadillo |
Ambas partidas carlistas saquearon las casas de
los Urbanos y liberales de los lugares por donde pasaron. Los residentes
huyeron para ocultarse entre las breñas y montes. El día de la Epifanía, por la
tarde, regresó Eraso al Valle de Mena descendiendo por la peña de la Magdalena.
No se detuvo a nada. Pero sí que lo hizo Cástor Andéchaga el día 7 de Enero.
Apareció por la parte del pueblo de Medianas con deseos de saquear y quemar las
casas de todos los Urbanos que no entregasen sus armas pero abandonó la idea al
observar una columna que llegaba desde Valmaseda con víveres y municiones para
el fuerte de Mercadillo al mando del coronel Castañeda. Finalmente, Cástor se
retiró hacia Arceniega.
Durante toda esta refriega los Isabelinos no
permanecieron quietos –a pesar del mal tiempo, que padeció Campo Verde, y de
las pésimas comunicaciones- y se ordenó al brigadier Iriarte que volviese a las
Encartaciones y de la división del general Latre se sacaron refuerzos para
proteger la parte de Castilla. El capitán general reunió fuerzas y salió de
Burgos hacia el Páramo de Masa, a pesar de las ventiscas, para proteger la
marcha del general Manuel Latre por la Horadada y Trespaderne.
Texto del incidente en "La revista española" |
Para el día 7 de enero de 1835 el general Latre,
con su división, se encontraba en Bustos de Bureba dirigiéndose al valle de Tobalina;
el general Bedoya con tres escuadrones en Briviesca camino de Valdegovía; y el
capitán general hacía Villarcayo. Eraso y Andéchaga recularon hasta Arceniega y
Villalobos se hallaba en Valpuesta.
Bibliografía:
Periódico “El eco del comercio”.
Periódico “La revista española”.
“Las guerras carlistas en el Valle de Mena y su
resonancia en Pío Baroja y Benito Pérez Galdós” Miguel Ángel García de Juan.
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