Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 22 de septiembre de 2019

Sólo puede quedar uno… vivo.



Las causas naturales y, principalmente, la influencia humana reducirán el número de testas coronadas en la península ibérica. Al menos en el lado cristiano.

El condado de Castilla había pasado de Sancho a Fernando; en Pamplona había caído Sancho El Mayor sucediéndole su hijo García Sánchez; y en León tenemos a Bermudo, o Vermudo, el tercero de ese nombre con dieciocho años. Lo único bueno que tiene es su juventud porque a sus pies se extiende un reino rasgado por las luchas nobiliarias y un corrosivo feudalismo. Cumplidos los veinte años estimó que era el momento de liberar de la “obligación” de “protección” que tenía contraída con su cuñado García. Para iniciar ese reconquista saldrá de su refugio gallego para recuperar las tierras entre el Cea y el Pisuerga -parte de Palencia, parte de Valladolid—, a caballo entre los señoríos de Cea, Saldaña y Mozón, ocupadas en su día por Sancho el Mayor e incorporadas al condado de Castilla. Por ello, para Fernando eran suyas… y para Bermudo III también.

Rey Bermudo III de León.

El tema es que entonces no había unas Naciones Unidad o un tribunal internacional de lo que fuese que pudiese dirimir entre las partes. ¿El papado? Tal vez. Miren, esas tierras formaban parte de la dote de Sancha de León, hermana del rey Bermudo. Era la prometida del “suprimido” conde de Castilla García. Muerto este, Sancha fue transferida a Fernando, el actual conde de Castilla. Como ven era un asunto de cuñados y, como todos sabemos, la tensión entre cuñados es de altísima intensidad. Peor aún, estos dos señores eran cuñados por partida doble porque, además, la mujer de Vermudo III de León es Jimena, hermana de Fernando de Castilla, y de García el de Nájera. Un buen autor teatral sacaría chispas de una tragedia familiar de este nivel.

En 1037, a finales de agosto o primeros de septiembre, Bermudo cruza el río Pisuerga en son de guerra. Fernando, alarmado, pide ayuda a su hermano García, el del reino de Nájera y Pamplona, comúnmente: Navarra. Se enfrentarán – probablemente- en Tamarón (Burgos). Bermudo intentará un golpe para compensar su inferioridad numérica. Montado en su caballo Pelagiolo (Pelayuelo) se lanza en busca de Fernando para derrotarle en un combate personal. ¡Un rey valiente! Y descerebrado. Envuelto por sus enemigos es presa fácil. Así, una lanza castellana le derriba del caballo y las crónicas relatan que siete caballeros enemigos cayeron sobre Vermudo y lo mataron.

Análisis contemporáneos han hallado en el cadáver del rey hasta cuarenta heridas de lanza; todas en el vientre, que es donde peor protegía la armadura. Estaba claro que los hijos de Sancho el Mayor lo querían bien muerto. Fue llevado a León y sepultado en el panteón de los reyes, en la iglesia de San Juan. Con Bermudo III desaparecía el linaje del duque Pedro de Cantabria, Alfonso I y el guerrero Fruela Pérez. El trono, por tanto, pasaba a su hermana Sancha, es decir, a la mujer de Fernando de Castilla, el mismo hombre que lo había asesinado.


No habrá sido la primera vez, ni la última, en que una regicida sea el heredero de la corona. Y con el reino llega la necesidad de hacerse querer. El conde de Castilla y rey de León, Fernando Sánchez, tiene frente a él a una levantisca nobleza, traidora a su rey, pero sujeta por la legitimidad que posee Sancha. ¿Y eso era importante? Pues… poco. Fernando descubrió que su oposición estaba entorno a Fernando Flaínez, conde gobernador en la ciudad de León y su alfoz. Evidentemente no estaba solo: su hijo Flaíno Fernández y su sobrino Fáfila Pérez, mayordomo que fue del difunto rey Bermudo III (y recordemos que el mayordomo, en la corte leonesa, venía a ser un valido) le respaldaban.

El propio obispo de la diócesis, Servando, está con Flaínez. Y este conde cerrará León y negará la entrada al rey Fernando. Ante esta situación Fernando, y Sancha, se esforzaron en asentarse en el resto del reino. Fue durante el invierno, entre los años 1037 y 1038. Seguramente combinaría la fuerza militar con la política y las relaciones humanas. Estuvo en Galicia, en Sahagún... Diez meses después de la batalla de Tamarón, sólo quedaba pendiente el problema de Fernando Flaínez...

Cortesía de EL FUERO DE LEÓN.

…Que termina con un acuerdo rubricado el 21 de junio de 1038. Hay un diploma del acto. Lo firma el clan Flaínez al completo: el conde Fernando Flaínez, su hermano Pedro Flaínez, su hijo Flaín Fernández y su sobrino Fáfila Pérez. Un acuerdo no suele ser más limpio que un baño de sangre. O no tan sucio. ¿Por qué cedió Fernando Flaínez? ¿Qué se cedió? Esto último es fácil: aseguró al conde que mantendría su estatus, concedió el título condal a su hijo Flaín Fernández y confirmó al clan en el gobierno de la propia ciudad de León y de la comarca del río Esla. ¿Fácil? Quizá debemos puntualizar que la madre del conde Flaínez, Justa Fernández, era hermana de la abuela del rey Fernando, Jimena; ambas, damas de la casa de Cea. Traducido: el conde Flaínez era tío segundo del rey Fernando. ¿Asuntos de familia? Seguramente. Así es la vida.

El día siguiente de la entrada de Fernando en León, 22 de junio, fue consagrado y ungido en la iglesia de Santa María. A partir de este momento un navarro que venía de Castilla pondrá un cuidado exquisito en parecer leonés. Exhibirá el título de imperator, confirmará el Fuero de Alfonso, reunirá a la curia regia -los magnates del reino- y observará escrupulosamente el código visigodo que regía la vida en León incluso a la hora de dictar nuevas leyes...

La crónica comenta, además, que el rey tuvo que “domar el feroz talante de algunos de los magnates”... y los doblegó.

Fernando de León.

¿Y Castilla? ¿Era Fernando Rey de Castilla? Siento decirles que con ese título… NO. Castilla era un condado subsidiario de León. Muy influyente pero solo un condado. Fernando era rey por León, no por Castilla. Nos constan cuatro diplomas de los años 1036 y 1037 que le otorgan el título de conde. Esta tierra a la cual pertenecen Las Merindades era pujante gracias a su sociedad abierta a diversas influencias y el surgimiento de nuevas ciudades y villas. Entiendan que numerosos grupos de colonos se instalan en un territorio que sigue ofreciendo amplios espacios vacíos, los monjes cluniacenses multiplican las fundaciones, los puertos de Cantabria y Vizcaya abren vías de comercio hacia Europa... Anotemos que Fernando I adjudicó la capitalidad del Condado de Castilla a Burgos en 1038 y que Al-Isidri, en 1049, dejó constancia de la grata impresión que le produjeron la aglomeración y el dinamismo de sus bazares.

Pero… ¡Ay! Castilla se encontraba dividida por culpa del abuso de Sancho III el Mayor en cuyo testamento dispone de esta tierra regalando una parte de ella a Navarra. Y García de Nájera, heredero de Navarra, quiere más. Y Fernando, rey de León, quiere recuperar la extensión original del condado de Castilla.

¿Todo claro? Pues según algunas fuentes, los investigadores Moret y Pérez de Urbel habrían opinado que Fernando pagó a García sus mesnadas contra Vermudo III mediante la entrega de estas tierras castellanas. ¡Sea! Pero Fernando al coronarse habría cambiado de opinión. ¿Verdad, mentira? Pero, si hubiera sido cierto ¿lo hubieran permitido los barones castellanos? Aún hay más porque el profesor Lacanda en su “Historia del reino de Navarra” desliza la idea de que ese supuesto se produjo tras la batalla de Tamarón. Tranquilos, no cuadran las fechas porque el reparto fue anterior a 1037. Lo de Tamarón, como veremos, fue otra cosa.

Sobre la zona en poder –dada como pago o heredada- de Navarra podemos decir que José de Moret y Mendi asigna a García: Navarra, Álava, parte de la Bureba, tierras de Losa, Lantarón, Mena y Santander y territorio del Oca hasta el Arlanzón. Por su parte Menéndez Pidal dice que se deslindaba desde Santander, seguía el río Miera, pasaba entre Bricia y Arreba (dejando Castilla Vieja, Bureba y Álava para Navarra), oeste de Monasterio de Rodilla y Atapuerca, hasta tocar en el Arlanzón, casi a las puertas de Burgos.

De la fundación de la iglesia colegial de Nájera en 1052, se deduce que el rey García donó a ésta cuantas iglesias y derechos pertenecían a Valpuesta, desde Zaharra hasta Rodilla, Arlanzón y Poza, siguiendo después por la ribera del Ebro, Bricia, Cudeyo, Santofía, Valle de Mena, Losa y Valdegovía. (“Regnante rege García in Pampilona, in Álava, in Castella – Vetula usque in Burgis, et usque in Briciam et obtinente Cutelium, cum suis terminis in Asturiis…”) Resumiendo, un buen bocado sobre un territorio tradicionalmente castellano y del reino de León. Veríamos que en esas tierras castellanas, García sería súbdito de su hermano Fernando, rey de León.

Nájera

¿Cómo? Debemos ver el mundo con las gafas del siglo XI cuando los dominios territoriales se yuxtaponen, autónomos entre sí con un enlace con el poder regio. Y Castilla estaba subordinada al Reino de León. Lo que el testamento de Sancho el Mayor reparte no es el territorio sino las funciones de gobierno y sus rentas. Vale, lo sé, ¿dónde está la diferencia? Fernando, rey de León, es soberano de toda Castilla, pero es conde sólo en una parte de ella, la que recibió en herencia; García, rey de Navarra, es conde en una parte de Castilla, la que heredó, pero lo es como súbdito del rey de León.

Inicialmente, en 1038, hubo un acuerdo. Se demarcaron unos límites tras la batalla de Tamarón para bendecir la situación existente de hecho. ¡Increíble! ¡Una solución pacífica y amistosa que beneficia a ambas partes! Eso es: increíble. Pronto se prodigan gestos de distancia, hostilidad… y el más campanudo es García que buscará esposa en la francesa casa de Foix y no en León. Es la primera vez en siglos que un rey de Navarra busca esposa fuera del ámbito de la vieja corona asturleonesa. Señal de que García quiere romper lazos con León. Más: en las arras que García entrega a Estefanía de Foix para sellar su compromiso matrimonial, le traspasa derechos sobre numerosos territorios y villas del condado de Castilla, incluidos los más occidentales, esto es, los de más conflicto con el Reino de León: Colindres, Mena, etc. ¡Toma! ¿Qué significa esto? Lo evidente: aumentar el control sobre “su” Castilla.

Evolución de la frontera entre León y Nájera-Pamplona.
Y no hay dos sin tres: los tenentes nombrados por García en Castilla serán navarros prescindiendo de los señores locales. Optó por gente de su confianza directa. Más señales que parecían preparar la separación de su parte de Castilla de la soberanía de León.

Con la que se cocinaba era raro que no tuviésemos a la Iglesia por medio, y más en aquellos tiempos: a la altura de 1047 García patrocina la reforma de la iglesia de Santa María del Puerto en Santoña que especifica el interés de Navarra por dominar la costa del Cantábrico y cerrar la salida de la Castilla recortada al mar y a la sal. Eso ahogaría la economía de Burgos. León se contuvo y eso que hacia el año 1052 el rey de Navarra reajusta la administración eclesiástica de su Castilla. La diócesis de Valpuesta desaparece y se incorpora a la de Nájera-Calahorra y, por poner otro ejemplo, los dominios de San Millán de la Cogolla se extienden hacia los territorios castellanos limítrofes. Y Oña.

Un último clavo para remachar la cruz de la guerra fue el asunto de las parias del reino moro de Zaragoza. El dinero es el dinero.

Parece que la guerra era inevitable a causa del choque de intereses. Además, los nobles de Castilla estaban agraviados por la “navarrización” del territorio y presionaban a Fernando para recuperar el poder perdido.

Solo era cuestión de encontrar la ocasión.

Y este llega, según nos cuenta la tradición, cuando García cayó enfermo y se recluyó en su palacio de Nájera. Era una ocasión, eso sí. Pero, ¿Para quién? Fernando acudió a visitarle. ¡La ocasión! El enfermo intentó –o lo pareció- apresarle. El rey de León escapó a uña de caballo. Quizá por eso cayó enfermo. Y García le giró su correspondiente visita. ¿Otra ocasión? Sí porque las fuentes apuntan a que buscaba acortar el sufrimiento de Fernando por la vía de acabar con su vida. Entonces hubo un giro de guion y Fernando encierra a su hermano García en el castillo de Cea.

García III de Nájera y Pamplona.

Debo pedir un aplauso para los hombres de armas del rey de Navarra porque lograron liberarlo… “Y desde entonces y con gran furia -dice la fernandina Crónica Silense- buscó ya abiertamente la guerra, ansioso de sangre de su hermano, y comenzó a devastar todas las fronteras que están a su alcance”. No había ya freno ni discreción teniendo escaramuzas a lo largo de la frontera castellana.

La misma crónica informa que Fernando mandó emisarios a García “proponiéndole que cada uno viviera en paz dentro de su reino y desistiese de decidir la cuestión por las armas, pues ambos eran hermanos y cada uno debía morar pacíficamente en su casa”. García los rechazó. Escalada de tensión entre dos reyes gallitos o, tal vez, reyes empujados por sus arribistas.

García invadió la Castilla leonesa. Era el primer día de septiembre de 1054. Instaló su campamento en el valle de Atapuerca, en la ruta que une Nájera y Burgos, siguiendo el Camino de Santiago. Un ancho llano, a tres leguas de Burgos (unos 20 km), muy apto para mover ejércitos con comodidad y sin riesgo: allí acamparon las huestes del rey navarro: tropas de su reino y moros (seguramente de la taifa de Zaragoza o de Tudela, tributaria del rey navarro). Así era la vida entonces: permeable y mutable.

Estas tropas mixtas están separadas de la ciudad de Burgos por una breve serranía, con cerros dispuestos en media luna: la sierra de Atapuerca. Una buena posición defensiva que amenaza Burgos, ya sea por el sur, a través de Ibeas de Juarros, ya por el norte, por Rubena, o incluso por los dos lados a la vez, en tenaza sobre la capital castellana. La zona escogida estaba bien pensada, no solo como campamento, sino como señalización de un objetivo económico destacado.


Fernando intentará obtener una posición mejor ocupando puntos más elevadas que las del enemigo para atacar cuesta abajo, duplicando así la potencia de la ofensiva. Conseguirá durante la noche subir a los cerros que se extienden frente al despliegue navarro y afirmarse en las cumbres. Tampoco piensen que era mucha altura porque hablamos de unos cincuenta metros de elevación. Pero es suficiente. Gonzalo Martínez Díez estima que Fernando se acercó a García por tierras del antiguo alfoz de Arlanzón, tenencia del reino de Nájera y Pamplona en 1054.

Al alba, las huestes de Fernando atacan. Obligan a los navarros a atender distintos puntos de ataque a la vez con lo que pierden toda capacidad de maniobra. Toda la atención está en García, rey de Pamplona, porque los leoneses buscan atraparlo vivo, por ruego de la reina Sancha de León.

No se obedeció al regio ruego. Matan a García. La batalla ha terminado. ¿Quién mató al rey de Navarra?

Opción A: los caballeros leoneses del séquito de Fernando. ¿Por qué? Porque García, al fin y al cabo, comandó con Fernando el ejército que en su día mató al rey leonés Bermudo. Y ya que no podían matar a Fernando, que era ahora su rey, mataron a García.

Opción B: caballeros castellanos que se la tenían jurada al rey de Navarra por las humillaciones infligidas a su orgullo (recordemos que García había entregado el gobierno de su parte de Castilla a caballeros navarros, en detrimento de los castellanos). Claro que, con respecto a esta posibilidad, autores como Aitor Pescador Medrano reduce la presencia de tenentes navarros solo al área de La Rioja.

Opción C: quienes empuñaron el arma letal fueron unos caballeros navarros que, agobiados por los impuestos de García, habían tenido que abandonar sus tierras y refugiarse en Castilla, y ahora se tomaban la venganza.

Opción D: El rey Fernando I de León porque “muerto el perro se acaba la rabia”.

Fernando de León y de Castilla acumulaba ya dos cadáveres: su cuñado Bermudo y su hermano García. No es extraño que la crónica tratara de suavizar al máximo la siniestra fama que empezaba a acompañar al personaje. Piadoso, hizo que condujeran el cadáver de su hermano a la iglesia de Santa María de Nájera, fundada por el difunto, y donde fue enterrado.


El hijo de 14 años del difunto García, Sancho, fue proclamado rey en Atapuerca. Pamplona tuvo que aceptar la superioridad leonesa. El triunfo de Fernando no significó la recuperación inmediata de la totalidad de la parte del condado castellano bajo poder navarro. Recuperó Oca, Bureba y Castilla Vieja y eso de forma escalonada.

Nos explicamos: La documentación del monasterio de San Salvador de Oña de entre los años 1056 y 1065 confirman el control del leones sobre la Bureba; sobre el valle de Valdivielso (1 de junio de 1057) y la tenencia de Tedeja con una primera penetración en Las Merindades de Castilla Vieja. Según un diploma del 14 de mayo de 1055, un año después de Atapuerca, todavía conservaba el joven rey Sancho Garcés IV la llamada Castella Vetula. Solo esta.

Dada la localización de Atapuerca debió ser fácil ocupar la Bureba y la comarca de Montes de Oca y avanzar por las cuencas superiores de los ríos Ubierna o Úrbel.

Un diploma del año 1062, de la comarca de Montes de Oca, declara que reinaba “Fredinando principe in Legione et in Burgis et in tota Castella” con lo cual el dominio efectivo de Castilla Vieja estaría entre 1055 y 1062. Hay constancia del el reconocimiento de la autoridad de Fernando I de León en la villa de Condado en el valle de Valdivielso dentro de los tres años siguientes a 1055.

Por último, el asunto de las parias seguiría dando problemas –León recibía unos 40.000 dinares al año- pero Fernando I es el poder más visible de la cristiandad. Y eso ayuda en este tema.

Y, no nos olvidemos, Oña. Centramos un poquito el foco en este monasterio. El abad Iñigo acrecentó su influencia y poder gracias al nuevo orden navarro en Castilla Vieja. Así, tras oficiar el entierro de Sancho III el Mayor, celebrado en Oña, ocupó un lugar prominente en la corte de García, el de Nájera. Junto con los abades de San Millán de la Cogolla e Irache confirma, en 1052, el acta fundacional de Santa María de Nájera. Pero tras la batalla de Atapuerca aceptará a Fernando I como nuevo dueño de Castilla. ¡Hombre!



Bibliografía:

“Historia de las antiguas Merindades de Castilla”. Julián García Sainz de Baranda.
“Moros y Cristianos”. José Javier Esparza.
“Historia de Castilla de Atapuerca a Fuensaldaña”. Juan José García González y otros.
“La frontera de Castilla con el reino de Pamplona en el siglo XI”. Gonzalo Martínez Díez.
“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media”. María del Carmen Arribas Magro.
“Guía del antiguo reino de Castilla”. Emilio Valverde Álvarez.
“Tenentes y tenencias del Reino de Pamplona en Álava, Vizcaya, Guipúzcoa, La Rioja y Castilla (1004-1076)”. Aitor, Pescador Medrano.
“Alfoces y Tenencias”. Gonzalo Martínez Díez.
“La batalla de Atapuerca”. Luciano Huidobro Serna.
“Atlas de Historia de España” Fernando García de Cortázar.




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