Esta
es una historia que se puede leer en la prensa española de los años veinte y
treinta del pasado siglo. Por ello, dividimos este caso en dos partes para no
recargar mucho la lectura de los numerosos artículos periodísticos con los que
ilustraremos la vida de Amalia. La protagonista de esta aventura nació el tres
de septiembre de 1896 -bautizada el cuatro- en Quintana de los Prados. Era hija
de Agustina Ruiz López, nacida en Quintana del Rojo, y de Pedro Baranda
Martínez, nacido en Quintana de los Prados en 1856. Los otros hijos eran
Bernardo, Felisa, Nazario y Dionisio.
"El Progreso" (15/11/1924)
Domiciano
Sáez Estefanía escribió un libro en 1953, "Un caso interesante. Vida de
Amalia Baranda", donde afirmaba que el nombre de la niña fue Milagros Amalia.
Pero en el Registro Civil figura como "Amalia Baranda Ruiz" mientras
que en el libro parroquial de bautismo consta como "Amalia María Baranda
Ruiz". ¿María? Quizá; pero no “Milagros” que sería fruto de un deseo de Domiciano
de dar un mayor énfasis religioso a la tragedia de Amalia.
Periódico "La Cruz" (13/11/1924)
La
infancia de Amalia estará marcada por el ambiente religioso, no olvidemos que
su tío abuelo materno, Bernardo López, era párroco de Quintana de los Prados y,
después, de Montecillo. Amalia fue costurera en su juventud. Y… cuidaba de su
tío abuelo, el Padre Bernardo, ayudándolo en las labores eclesiales diarias y
profesando por ello, casi sin darse cuenta, una fuerte religiosidad. A los
siete años Amalia sufrió una ascitis. Mediante una paracentesis se le drenó
casi cuatro litros de líquido. Debemos saber que la ascitis es infrecuente en
niños porque las causas más comunes son las enfermedades cardiacas, renales o
hepáticas. Incluso pudo tener razones genéticas.
Otra
peculiaridad en lo referente a su salud, es el hecho de que Amalia no
menstruara hasta los diecinueve años y que, en los siguientes tres años, hasta
que cayó enferma, tan solo en dos ocasiones le vino el periodo. ¿Irregularidad
causada por problemas en sus genitales o en su hipotálamo e hipófisis que
alteraban el flujo de hormonas? ¿estrés? ¿Desnutrición?
En
el año 1909, Bernardo fue trasladado al pueblo de Montecillo de Montija. Un
lugar más tranquilo para un sacerdote delicado de salud. Detrás fue la familia
de su sobrina. Al fin y al cabo, había sido criada por él. El ambiente
religioso en que vivía la joven devino en el deseo de profesar en un convento.
A lo que se negaron sus padres. Así lo relató Manuel Gutiérrez Pérez, su médico
de cabecera: "Amalia Baranda, ya mujer, trató de profesar como
religiosa, pero se opuso la familia, la cual la propuso que contrajera
matrimonio".
"El Pueblo Cántabro" (18/12/1924)
Y
llegamos a la noche entre el 16 y el 17 de marzo de 1918 cuando al dirigirse a
su habitación, Amalia sintió un mareo. Llevaba unos quince días en los que,
tras las comidas, sentía una molesta acidez de esófago a la que no había dado
mayor importancia. Acostada, se sintió débil y con convulsiones.
Manuel
Gutiérrez Pérez se licenció en Medicina y Cirugía en el año 1911 y trabajaba en
Espinosa de los Monteros de donde acudió a montecillo a visitar a Amalia: "(...)
Me presento a la cabecera de la enferma a la hora aproximadamente de haber
ocurrido este accidente, encontrándola en decúbito supino, resolución muscular
completa, pérdida de conocimiento, intensa inyección conjuntival, dilatación
pupilar, nula reacción a la luz, desviación de los globos oculares hacia
arriba. De vez en cuando lanza algunos gritos, pronuncia con voz velada
palabras incoherentes, se lleva la mano al cuello y a la cabeza. Manifiestan
los que han estado presentes que la han tenido que sujetar para que no se
golpeara, y que hacía grandes esfuerzos con los brazos, moviéndolos en todas
las direcciones. Asimismo, hacen observar a las preguntas que les hago que
había bebido un vaso de agua fría a las dos o tres horas de haber cenado”.
En médico anotó que la casa estaba limpia y la enferma estaba bien alimentada,
no abusaba del vino y la familia no tenía antecedentes patológicos dignos de
mención. ¿Y las convulsiones? Podrían proceder de una epilepsia, de
deshidratación...
Ataques
idénticos se repitieron en las siguientes jornadas, a veces, varios en un mismo
día. El día 25 de marzo de 1918, sufre una hematemesis (sangre en el vómito).
Manuel Gutiérrez anotaba que Amalia "se queja de intenso dolor de
estómago, se timpaniza el vientre, sobre todo a nivel de epigastrio, la lengua
se pone saburrosa, el olor del aliento es fétido, dolor intenso de cabeza,
deposiciones fétidas, elevación térmica que oscila entre los 37`5 grados y 39
grados, se manifiesta una intolerancia gástrica para toda clase de líquidos”.
Estos síntomas se alargan durante un mes. Mientras, Amalia sobrevive de leche. ¡Gracias
a dios parece no ser intolerante a lactosa! Y, entonces, ¿por qué vomita? Hoy
diríamos que podría ser una ulcera gástrica, una gastritis erosiva o un tumor
de estómago. Aunque, sumados todos los síntomas podríamos pensar en una
deshidratación o algún problema metabólico debido a la desnutrición por no comer.
"La Región" (24/11/1924)
Mediado
abril parece que se recupera, pero en mayo “(...) se aprecia una tumoración
como del tamaño de una naranja, al nivel de curvatura mayor, que por palpación
exaspera el dolor que se irradia a dorso y omóplato izquierdo ". Era
el momento en que un humilde médico rural pidiese ayuda a otros doctores que,
ante la inefectividad de sus propuestas, hundieron a Amalia en un desánimo
mayúsculo. Claro que las terapias de la época eran la “repanocha”. Así el doctor
Gutiérrez pensó que todo era fruto de una "fuerte sugestión nerviosa"
que debía ser tratada con una "impresión mayor". Tras tratar a Amalia
y a su familia de malas maneras, el médico no obtuvo resultados positivos.
Vamos, Amalia empeoró. Lleva meses bebiendo solo leche y, ahora, la vomita. Diversos
médicos informan a la familia que Amalia morirá en breve dado el escaso aporte
de calorías frente al consumo de un cuerpo. Incluso uno de bajísimo consumo al
estar encamado y arropado.
Los
diversos facultativos estaban empezando a sospechar que Amalia, y su familia,
eran unos farsantes sacacuartos. Pero cada vez estaba peor… e, ilógicamente,
viva. Para investigar su enfermedad y su supervivencia viajó a Bilbao
ingresando en la Clínica del Dr. Cesáreo Díaz, en el Hospital de Bilbao: "Ingresa
el diez y seis de junio del año mil novecientos diez y nueve. Enferma desde
hace catorce meses, con dolores en el centro del epigastrio y dorso que se
exacerban con la comida y casi se hacen continuos. Ha perdido doce kilos de
peso. Aspecto bueno, punto doloroso alto en el epigastrio, estómago vacío en
ayunas, con el agua del lavado intestinal sale agua teñida de amarillo. Tiene
contractura de los músculos rectos. Prueba del hilo EIN-HORM negativa. Esto
es hacer tragar al paciente un trozo de madera atada a un hilo y ver si sale
empapada de sangre. Reacción de MEYER en heces positiva. Examen de Rayos X:
Estómago dilatado, en fondo sobrepasa cuatro traveses de dedo la línea
umbilical, violentas contracciones en antro pilórico que no cesan durante
veinte minutos que se la observa, sin pasar la papilla a duodeno. El día 16 y
17 del mismo junio se la pone bolsa de hielo que no tolera. Se queja de
intensos dolores, y se calman con una inyección de morfina que produce una
intoxicación tan acentuada que se le administra el Sacramento de la
Extremaunción.
El
día veinte le cuesta mucho tomar la leche, dolor continuo, vómitos,
estreñimiento, punto dorsal izquierdo, contractura de recto, buen color. Día
veinticinco: Laparotomía con anestésica clorofórmica. Se encuentra una
perigastritis con adherencias tan extensas que no se puede hacer nada,
suturando de nuevo el vientre. Continúa lo mismo el resto del mes y el de Julio
quejándose de intensos dolores, no mejorando nada con el tratamiento tónico,
alcalino, tratamientos de sol etc., saliendo el treinta y uno del mes de Julio
de alta en el mismo estado que ingresó".
Periódico "La Atalaya" (02/12/1924)
Amalia
permaneció ingresada en el hospital de Bilbao cuarenta y seis días. En ese
tiempo se le practicaron diferentes pruebas mediante las cuales, se pudo
concluir que Amalia padecía una “perigastritis adhesiva” de tal grado que nada
se podía hacer. Hoy no hay casos de esta dolencia porque era fruto de diagnosis
y tratamientos tardíos de úlceras gástricas, tumores, traumatismos
abdominales... La úlcera gástrica, es una "herida" en la capa estomacal
en contacto con los alimentos y que produce el ácido del estómago. Un exceso en
la producción de dichos ácidos produciría la úlcera. El paciente tiene unos
síntomas que consisten en dolor, vómitos de sangre, o excreciones negras. Si no
se diagnostica tempranamente, la úlcera evoluciona afectando al resto de capas
del estómago llegando a perforarlo. En su avance, los síntomas empeoran
progresivamente, la zona se inflama y toca el peritoneo que envuelve al
estómago produciendo intensísimos dolores, contractura en los músculos del
abdomen, intolerancia alimenticia y deterioro del estado general del enfermo.
Al parecer, los síntomas de Amalia. En el avance de la enfermedad el peritoneo
se "pega" a las zonas del estómago inflamadas, intentando hacer como
una especie de "parche" para el estómago inflamado y posiblemente
perforado, y eso son las adherencias. Si se producen muchas, con el paso del
tiempo las adherencias van tirando de las paredes del estómago, recubriéndolo y
haciéndolo cada vez más rígido y con menos capacidad para moverse, movilidad
que es fundamental para la digestión de los alimentos, el estómago se convierte
en una estructura rígida formándose la mencionada perigastritis adhesiva. Y,
por supuesto, la dificultad para respirar derivada.
Periódico "El Adelantado"
(15/11/1924)
De
regreso a Montecillo los dolores siguen aumentando. El Doctor Manuel Gutiérrez cuenta
el caso a otro médico de Madrid que recomienda la Clínica del Dr. Olivares.
Amalia es ingresada allí en febrero de 1920. Realizarán numerosa pruebas
-generalmente invasivas como una nueva laparotomía (abrirla en canal)- donde
ven que las paredes internas del estómago están adheridas dejando el órgano
inservible. Vieron, desgraciadamente, que la parte exterior delantera se unía al
tórax dificultando las aspiraciones profundas y los movimientos. Dos meses
después es dada de alta.
En
los comienzos del año 1921, Manuel Gutiérrez, le pide a Amalia que durante dos
días deje de tomar toda clase de líquido para ver si, después, puede comenzar a
soportar la alimentación. Fracaso. Amalia decidirá dejarse morir. Tras tres
años de dolores ha tirado la toalla y sólo tendrá el aporte energético diario
de una inyección del reconstituyente Phosphorrenal Robert, en ampollas de uno o
dos centímetros cúbicos. El Phosphorrenal era un medicamento elaborado por el
ingeniero químico y farmacéutico José Robert y Soler, en los laboratorios que
en Barcelona llevaban su nombre. Se proporcionaba como reconstituyente en caso
de convalecencia, desnutrición, pérdida de fuerza, crecimiento, estados
pretuberculosos, etc... Podía presentarse en formato inyectable, granuloso o
elixir. Pero, parodiando un viejo anuncio de televisión, no sustituye a una
comida al tener una kilocaloría y media por vial.
Pero
el médico y los familiares siguieron haciéndole trampas a Amalia para que no
muriese y buscaron nutrirla mediante enemas alimenticios dos veces al día: por
quinientos gramos de leche, una yema de huevo y peptona en cantidad suficiente.
La pena es que como vía de acceso nutricional es deficiente y hoy se emplea la
alimentación enteral (oral o por sonda) y la intravenosa. Eso sí, con esta
forma de nutrirse el paciente no se deshidrataría porque el colon puede
aumentar su capacidad de absorción hidroelectrolítica hasta varios litros al
día. Y con el periodo de adaptación suficiente, un paciente encamado en reposo
podría acercarse a cubrir sus necesidades calóricas basales, pero con el tiempo
aparecerían déficits nutricionales importantes por no absorción de vitaminas y
minerales, de aminoácidos esenciales que el organismo no puede sintetizar si no
los ingiere o ácidos grasos esenciales. El televisivo Miguel Ángel Almodóvar
-investigador del CIEMAT-CSIC-, en el programa de Iker Jiménez, “Cuarto
Milenio”, se sorprendía de la viveza de la mirada de Amalia porque si un ojo no
está hidratado, este, pierde la visión. Asumía en este coloquio que la
supervivencia de la muchacha era fruto de los nutrientes aportados por vía
rectal. Viable dado su bajísimo gasto metabólico. ¿Prueba a su favor? El rápido
fallecimiento al sacarla de su ambiente. No me explica cómo no ocurrió lo mismo
cuando fue trasladada a los diferentes hospitales y aquellos médicos no se
percataron del truco.
"Pueblo Cántabro" (23/10/1924)
Todo
estaba tan mal que un hombre de ciencia como Manuel Gutiérrez propuso llevar a
Amalia al Cristo de Límpias, cuyo milagro se había producido poco tiempo antes,
con la finalidad de mejorarla con cierto efecto placebo. Evidentemente no se
consiguió nada. Amalia volvió a su cuarto, a su rutina de comunión diaria, a
sus estampas de santos y su altarcito, a sus oraciones sola o en compañía…
Habían
pasado unas pocas semanas de su visita a Limpias cuando su estado de salud acentuó
su deterioro. Empezó con pesadez de cabeza que prácticamente la impedía abrir
los ojos. El doctor Gutiérrez redactó: "(...) gran inyección
conjuntival, dilatación papilar, reacción perezosa de ésta a la luz, pulso
hipertenso en radial y temporales". ¿Solución? Aplicar sanguijuelas
cada ocho, quince o más días, durante unos meses. Al momento le aliviaba, pero
la cantidad de sangre perdida debilitaba a la enferma. Estos animales se
empleaban en el tratamiento de úlceras y procesos inflamatorios, aunque se
extendía en los más diversos cuadros clínicos. Su fundamento eran las
propiedades anestésicas, vasodilatadoras y anticoagulantes, que posee la saliva
del parásito.
"El Liberal"
(20/11/1924)
Nada
iba bien. El doctor Gutiérrez animó a Amalia a ingresar en el Hospital de
Burgos en septiembre de 1921, quedando allí en manos del especialista médico Mariano
Lostao. Tras realizar sobre Amalia Baranda diferentes pruebas y estudiar su
historial el doctor impuso a la paciente un régimen alimenticio de café con
leche. Alrededor de veinte fueron los días que pudo seguir el tratamiento. Se
lo quitaron porque empeoraba la enferma. En días sucesivos se repitieron
pruebas, todas ellas con idéntico resultado. Cuentan que, en esas fechas,
también la sometió a sesiones de hipnotismo sin éxito. No es tan tonto porque,
seguramente, buscaban conocerían aspectos más profundos de la cognición o
pensamiento de nuestra paciente y transformarlas favorablemente. Otrosí, la
hipnosis puede llegar a actuar como un potente analgésico. En su regreso a
Montecillo, dada la nevada que se encontraron, Amalia tuvo que andar los quinientos
metros que separaban la carretera principal de la casa la familia Baranda.
A
mediados del año 1923, la familia de Amalia conoce la existencia de un médico
naturista prodigioso. ¿Qué se podía perder si Amalia tenía terribles dolores
estomacales diarios, irradiando hasta el omoplato? Lo visitaron y obtuvo un plan
basado en una dieta que duraría entre veinte y veinticinco días. Comería un
puré de almendras y unos cereales tostados que masticaría y escupiría. (¡Tela!)
En la primera toma los vómitos, acompañados siempre por intensos dolores se
hicieron presentes. A los veinte días -casi cumplido el plazo- los dolorosos
trastornos de la alimentación, obligaron a suspender el tratamiento.
"Cantábrico" (14/12/1924)
Un
síntoma del que no hemos hablado es la sequedad de boca que intentaban
compensar mediante colutorios de agua, azúcar y zumo de limón un par de veces
al día. Pero con cuidado de no tragar nada de ello porque “se ponía malísima
hasta que vomitaba todo”. Pero no piensen que la suma de colutorios y Phosphorrenal eran suficientes para mantener con vida a Amalia. Y, aun así, seguía viva.
¡Hombre! Quizá siguiesen con la alimentación rectal pero no parece que fuesen
constantes en esa vía.
"Diario de Burgos"
(21/11/1924)
Terminando
octubre de 1924 pareció presentarse el fin. Los dolores de estómago de Amalia se
agudizaron tanto que sus hermanos buscaron al médico. Este vio a Amalia convulsionando
y golpeándose de manera dramática. Cuando trató de sujetarle los brazos
encontró "gran fuerza muscular totalmente inusual en una enferma
encamada”. La muchacha suplicaba que le abriesen el estómago, aunque
muriera por ello, asegurando que no recaería ninguna responsabilidad en el
médico que lo hiciera. Pedía una inyección de morfina, consciente de las
reacciones que le produjo cuando se la aplicaron en la Clínica de Bilbao o
cuando el propio Dr. Gutiérrez, la suministró algo de morfina o de opiáceos. Le
fue aplicado varios supositorios de medio centigramo de morfina cada uno. Tres
en veinticuatro horas, calmándole un poco los dolores y no ocasionando intoxicación
aparente.
"La Prensa" (25/11/1924)
Manuel
Gutiérrez Pérez firmaba el cuatro de noviembre de 1924 un informe para la Academia
Nacional de Medicina en cuya última página se leían estas conclusiones:
"(...)
Primera: La enferma Amalia Baranda padece histerismo somático, modalidad mono
sintomática.
Segunda:
Que la enferma padecía desde un principio una úlcera latente de estómago
seguida de perforación, a los ocho o diez días de caer en el lecho, produciendo
una perigastritis con extensas adherencias a los órganos inmediatos y un foco
de peritonitis localizada en la región epigástrica.
Como
tratamiento tuvo en los primeros momentos, creyendo que se trataba de una
indigestión que hizo explotar un ataque histérico con intensa congestión
cerebral, emisiones sanguíneas, revulsivos en las extremidades inferiores,
bolsa de hielo a la cabeza, purgas, dieta hídrica y bromuros. A los ocho días,
cuando tuvo la primera hematemesis, dieta absoluta durante las primeras
cuarenta y ocho horas, trozos de hielo para calmar la sed y bolsa de hielo en
el epigastrio. Después alimentación con leche helada durante ocho o diez días,
alcalinos, desinfectantes intestinales, antiespasmódicos diversos y opiáceos. Esta
es escuetamente la historia y tratamiento de la enfermedad que aqueja a Amalia
Baranda”.
(11/12/1924)
Pero
no lo envió. ¡¿Cómo?! Manuel seguía temiendo una trampa y necesitaba estar
seguro antes de plantearlo ante la Academia. Para ello diseñó un plan junto al
doctor Sebastián Pinedo, llegado recientemente a la comarca; el periodista
Antonio Llanos; Joaquín Pérez Sánchez -que no formará parte del equipo- y
Bibiano de Porras, abogados; y Tomás de Echave, farmacéutico. Antonio de Llanos
habló del mismo en el ejemplar del diecinueve de marzo de 1925 de "El
Heraldo de Madrid". Iniciarían una observación ininterrumpida (de ocho a
quince días) y suficientemente prolongada para descartar que la alimentasen a
espaldas de todos. Y el sistema que empleaban, claro, puesto que el aparato
digestivo de Amalia estaba totalmente inservible. Se agregaron al proyecto los
doctores Hermenegildo Caballero, Ramón Rueda y Antonio García, de Villasante y
Villalázara. Y el fotógrafo Manuel Antón. Las guardias de seis horas se harían
en parejas y en ellas siempre un galeno. Y no avisarían a la familia. Me da que
ya no estaban aplicando eso de la alimentación rectal que tanto preocupaba a
Miguel Ángel Almodóvar.
"Heraldo de Madrid" (19/03/1925)
Vieron,
en esos catorce días, que le surgían hematomas donde se le inyectaban los viales;
que tenía un sueño ligero y apesadumbrado; y que, cuando le daba algún golpe de
tos o tenía hipo, se exacerbaban los dolores del estómago y vientre entre otros
síntomas ya habituales en ella. Certificaron que Amalia no había ingerido
alimento alguno ni solido ni líquido, ni tampoco defecó. Las cantidades
orinadas fueron ridículas, pero se analizaron en Bilbao.
(04/12/1924)
Un periódico de Cuba
Tras
esta prueba realizaron una exploración a Amalia: “Posición decúbito supino.
Buen aparente estado de nutrición. Lengua saburrosa en el centro de color pardo
obscuro. Dentadura superior falta por completo, de la inferior conserva los
incisivos, canino, y primer molar derechos, y de las demás piezas dentarias
solo existen restos. por palpación en región epigástrica se aprecia un plastrón
que indica haber existido una peritonitis en esta región. De aparato
respiratorio y circulatorio no existe nada digno de mención. Aparato urinario:
verifica micciones cada cinco o más días y en cantidad muy pequeña. Sistema
nervioso: reflejo corneal positivo. Reflejo faríngeo negativo. Reflejo de
Bavinski negativo en pie derecho y disminuido en el izquierdo. Sensibilidad: al
calor muy disminuida. Al frio aumentada. Al dolor igualmente disminuida. El
sentido del olfato y del oído extraordinariamente aumentado. El del gusto
pervertido y el de la vista normal. Creemos haber hecho la observación
padeciendo la enferma una infección intensa de carácter gripal”.
"La Atalaya" (06/12/1924)
¿Por
qué Amalia no tenía dientes? Fruto de su deterioro se los extrajeron y junto al
estado de desnutrición y deshidratación del cuerpo de Amalia, hizo que los
huecos en las encías jamás cicatrizaran completamente y la carne de las encías
fue desapareciendo. Todo ello, facilitó que el nervio quedara cada vez más expuesto
al exterior con los terribles dolores que por ello sufría Amalia ante el menor
cambio de temperatura.
Retomaremos
la vida de Amalia Baranda la próxima semana.
Bibliografía:
“La
pregunta número siete”. Juan José López Núñez.
“Misterios
y enigmas del norte de Burgos”. Fran Renedo Carrandi.
Periódico
“Diario de Burgos”.
Periódico
“El Cantábrico”.
Periódico
“El Progreso”.
Periódico
“La Tierra”.
Periódico
“El Adelantado”.
Periódico
“La Cruz. Diario católico de Tarragona”.
Periódico
“La Región”.
Periódico
“Diario de la Marina”.
Periódico
“El Pueblo Cántabro”.
Periódico
“El Luchador”.
Periódico
“La Atalaya”.
Periódico
“La Prensa”.
Periódico
“El Debate”.
Periódico
“La Voz de Menorca”.
Periódico
“El Pueblo”.
Periódico
“El diario palentino”.
Periódico
“El día de Palencia”.
Periódico
“El Orzán”.
Periódico
“Correo de la Mañana”.
Revista
“Mundo Gráfico”.
Periódico
“El siglo futuro”.
Periódico
“La Libertad”.
Periódico
“El Heraldo de Madrid”.
Periódico
“el Liberal”.
Periódico
“El siglo futuro”.
Revista
“Caras y caretas”.
Revista
“Estampa”.
Revista
“Nuevo Mundo”.
Periódico
“Crónica de Las Merindades”.
Blog
“Tierras de Burgos”.
Web
“Te interesa saber”. Programa
“Cuarto Milenio”
Podcast
“el prisma de la razón”.
"Vida de Amalia Baranda". Domiciano Sáez Estefanía.
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