Nos
acercamos al Valle de Mena que formó parte de la provincia de Santander y que
quiso ser Vizcaya para visitar un pueblito situado en la parte más secreta de
Las Merindades. Estamos hablando de Orrantia que fue muy conocido por los
lectores de periódicos durante la guerra de 1833 a 1840 al estar en la línea
del frente. Pero hoy reposa mirando al País Vasco.
Su
iglesia está dedicada a la Asunción de Nuestra Señora. Es de una nave
rectangular, recrecida hasta casi la altura de espadaña preexistente a la
reforma con dos huecos y dos campanillos. El ábside es rectangular con
contrafuertes en las esquinas. Y la portada es adintelada guarecida bajo un
pórtico decimonónico con tres arcos de medio punto con impostas. El cielo y las
paredes de este pórtico es de color azul desconchado y sobre la pared del
templo hay una placa: “Reedificada por Joaquín de Orrantia por orden de su hermano
coronel don Francisco. Dirigido por Ángel de Urruela en 1842”.
Hay
bastante información aquí. Sabemos el nombre del arquitecto encargado de la
obra de reforma que, a diferencia de los maestros medievales, adjuntó su nombre
para que pasase a la posteridad. O porque era una iglesia. También hay dos
hermanos implicados: Joaquín y Francisco de Orrantia. Nos centraremos en
Francisco que, al fin y al cabo, es el instigador de esta obra.
El
coronel Francisco de Orrantia nació en esta población en 1780. Siendo joven fue
enviado al virreinato de Nueva España junto a su abuelo. Este le preparó para
dirigir una de sus haciendas, entiendo que, en San Miguel el Grande en Oaxaca. En
alguna publicación nos dice que se unió al regimiento local cuando el cura
Hidalgo se levantó contra la corona el 16 de septiembre de 1810. Pero Francisco
aparece en 1795 en la relación de oficiales que habrían de integrar el
Regimiento Provincial de Dragones de la Reina en San Miguel el Grande como
porta guiones. Ojo, era un regimiento de milicias.
Lo
tenemos peleando en 1810 no contra los franceses sino contra otros españoles,
los del independentista Hidalgo. En el año 1817, exactamente el 17 de abril, desembarca
el guerrillero liberal Javier Mina en Soto la Marina (Tamaulipas). Le
acompañaban 308 “voluntarios” procedentes de Londres y Nueva Orleans para
reavivar el sentimiento independentista que el virrey había logrado encauzar. En
su manifiesto, Mina, decía no combatir la soberanía española en sus territorios
de Ultramar, sino la tiranía del rey Fernando VII. Pero, se proclamó general
del "Ejército Auxiliador de la República Mexicana". El 24 de mayo avanzó
hacia el interior del país para unirse a los insurgentes de Pedro Moreno en el
fuerte del Sombrero, al noreste de Guanajuato.
La
rápida sucesión de los triunfos de Mina alarmó al virrey Apodaca que envió
contra Mina y sus aliados una fuerte columna al mando del mariscal de campo
Pascual Liñán. El Virrey puso a disposición del mariscal cuantas tropas
operaban en las provincias vecinas al teatro de las operaciones de Mina, al
cual declaró en su proclama de 12 de Julio, “sacrílego, malvado, enemigo de la
religión y traidor a su rey y a su patria”.
Las
unidades de Apodaca persiguieron y acosaron a Mina hasta el punto de refugiarse
este en Guanajuato el 25 de octubre y salir al escape el 26 con cuarenta
hombres hacia el cerro de Venadito (Provincia de Guanajato), anexo a la
hacienda de la Tlachiquera donde le recibió el propietario Mariano Herrera.
Parece que fueron delatados al comandante de Silao que avisará a Orrantia. Eso
sí la tropa del menés estaba cansada -cosa que sabía Mina- y Francisco solicitó
al general Negrete doscientos caballos de refresco.
Con
ellos recorrió esas millas y sorprendió a Mina al amanecer del día 27. Esta
victoria le valió al virrey Apodaca el título de Conde de Venadito y a Orrantia
el grado de coronel. Al poco hizo líquido su patrimonio y herencia y regresó a
la península para instalarse en Jerez de la Frontera.
El
otro elemento que nos habla de generosidad será la escuela. No he visto placa
conmemorativa alguna, por cierto. Esta fue fundada por Domingo Tomás de Lámbarri
(o Lambarri). Como el expatriado anterior fue residente en San Miguel el Grande
y formó parte del Regimiento Provincial de Dragones de la Reina en San Miguel el Grande. Siendo teniente de la décimo
segunda compañía de ese regimiento de milicias. Sabemos que en 1802 seguía
residiendo allá porque consta un pleito de Manuel Lámbarri, vecino de Orrantia,
que junto a Domingo Tomás y Pedro José de Lámbarri -sus hermanos residentes en
San Miguel el Grande (Oaxaca, México)- en la Real Audiencia y Chancillería de
Valladolid, sala de los Hijosdalgo. Por cierto, Pedro José era teniente en la
séptima compañía del regimiento que estamos citando. A su vez, Manuel de Lámbarri
residía en Méjico y ante el grito de Hidalgo en Dolores logró las charreteras
de Capitán de caballería. Domingo llegó en esa guerra al grado de teniente
coronel de caballería.
Edificio de la escuela (tras el árbol) y la iglesia
Decíamos
que la escuela de Orrantia se fundó con bienes Domingo Tomás de Lámbarri según
se dispuso en su testamento, otorgado en Sevilla en el año 1837. En un
testimonio expedido por el Ayuntamiento de Villasana de Mena, con fecha 15 de
enero de 1845, se hace constar que los albaceas fueron Francisco de Orrantia (el
coronel arriba citado) y Marcos Santos de Lámbarri, residentes en Jerez de la
Frontera. Se dotaba una escuela de primeras letras con 3.000 rs. de renta
anual, casa y huerta satisfaciéndose dicha cantidad al Maestro en la forma
siguiente: 1.140 rs. en réditos de un censo, y el resto lo remiten los
albaceas.
Los
testamentarios tuvieron que comprar casas y tierras, y realizaron diferentes
plantaciones de arbolado y viñedo, para el establecimiento de la escuela. “Primeramente
una casa fabricada de nueva planta en este pueblo de Orrantia para habitación
del Maestro con local separado de la misma para la enseñanza y bodega destinada
para cubas, con derecho de esta casa a trillar en la era de Santa María; linda
esta casa solano a la Iglesia, cierzo a Benita Gutiérrez, y vínculo de Bringas,
ábrego a campilla común, y regañón carrera pública”. Parece que fue
instituida en 1850 por los albaceas.
Además,
Domingo dejó una cantidad de dinero para que se repartiera entre los vecinos
pobres de Orrantia y atender a las necesidades que hubiese en el pueblo. Con el
dinero de este militar voluntario se costearon la fábrica de la iglesia de
Orrantia, la casa rectoral, la obra de la fuente comunal, una calzada y varios
caminos concejiles. (recuerden esta frase).
Los
albaceas no fueron lo rectos que se esperaba en el cumplimiento del encargo malgastando
las rentas asignadas. Recurrieron al municipio para reflotar el asunto para encontrarse
con que el ayuntamiento rechazaba asumir el patronato de la escuela al
considerar que era dañoso para los intereses generales. Una escuela era dañosa.
¡Una escuela! pero, desgraciadamente, no es todo tan claro.
Hubo
un oficio del Ayuntamiento del Valle de Mena dirigió a Fray Joaquín Miguel de
Orrantia (exacto, el “hermano” cuyo nombre sale en la placa de la iglesia era un
religioso) en donde se le dice que: “Este Ayuntamiento no sabe por qué ha
obrado V. como dueño absoluto de los fondos destinados a la fundación de una
escuela en ese pueblo, verificando compras y obras de mucho costo e improductivas,
haciendo desaparecer así un crecido capital, sin dar cuenta alguna ni razón de
su inversión. No sabe por qué cuando se contrató por V. Maestro para dicha
escuela le asignó la dotación anual de 3000 reales, y se la pagó algunos años,
y después le dijo que no podía pagarle, y tuvo que despedirse el Maestro por no
habérsele cumplido lo ofrecido; no sabe cómo en tan breve tiempo, contándose
con productos para el pago de dicha dotación, los que ofrecen las fincas
compradas o destinadas por V. para el sostenimiento de la escuela, aun
contándose con los que puedan rendir impuestas que sean las pequeñas
existencias que V. conserva, se han reducido en términos que no llegarán ni a
una cuarta parte de aquéllos en el día. No sabe por qué V., cuando tenía fondos
abundantes, dispuso arbitrariamente de ellos, dándoles un empleo tan
improductivo, y sin haber contado para nada con esa Justicia Pedánea ni con el
Ayuntamiento; y cuando V. ha reducido casi a la nulidad los productos, por su
impericia, pretende ahora con toda urgencia que ese pueblo, primeramente, y el
Ayuntamiento, después, se encargue de los miserables restos de tan pingüe fundación,
sin presentar cuenta ni razón alguna del capital recibido ni de su inversión. El
Ayuntamiento desearía conocer bajo de qué título él o ese pueblo de su
residencia se ha de encargar de las dichas existencias, si como patrono, o sólo
como autoridad a falta de patronos; si el bienhechor no dejó fundación escrita;
si los testamentarios no la han formalizado ni piensan formalizarla, como
parece de su deber, pues de otorgarse, en ella debían nombrarse los patronos,
no sólo para la administración, sino para la elección de Maestro. El
Ayuntamiento, sin estos y otros datos, no puede encargarse de las fincas y
existencias que V. le ofrece, porque sería aprobar tácitamente la inversión de
fondos sin previa cuenta ni razón.
El
Ayuntamiento no perderá de vista este asunto por el deber que le incumbe de
vigilar por el cumplimiento de semejantes fundaciones, por el objeto laudable y
benéfico a que tienden, pero de pronto no puede acceder a lo que V. pretende en
su oficio del 15 del corriente; si ese pueblo, por medio de su Alcalde y señor
Cura, o de sujetos de moralidad y responsabilidad, quieren encargarse de las
existencias y administración de las fincas, por medio de escritura pública para
que siempre conste, podrán hacerlo, sin perjuicio de los derechos y
reclamaciones que quepan; y si así no fuese, no debe V. abandonar la
administración ni dejar de atender las fincas, ni de arrendarlas, aunque sea en
pública licitación, mientras que los testamentarios del fundador, que se lo
encargaron, no dispongan lo conveniente, o se proceda en otro caso como
corresponda.
Dios
guarde á V. muchos años. Villasana octubre 30 del año 1849. El alcalde
presidente, Juan de la Azuela.
Sr.
D. Joaquín Miguel de Orrantia. (Papeles de D. José de San Pelayo y Lámbarri.)”
Recordemos
que Domingo Tomás de Lámbarri debió de ser un hombre rico pues su fundación
adquirió nuevas propiedades para la escuela, disponía en Orrantia de varias
casas, hornos, una huerta para hortalizas del Maestro, y terrenos con muchos
árboles frutales y plantaciones de veintiuno a veintidós mil cepas de parras en
viña. Y no había fondos en 1849 para mantener la escuela.
¿No
notan nada raro?
Venga,
por un lado, tenemos que uno de los autores consultados -el único que lo
refiere- indica que la reconstrucción o actualización de la iglesia y la casa
del párroco lo pagó Domingo (o su herencia). Si lo hizo Domingo, ¿Por qué
figuran los nombres de Joaquín y Francisco en la placa? Hay dos respuestas, que
lo hicieran ellos, o directamente Joaquín con su dinero y el autor está
equivocado; o que lo pagase Domingo y los hermanos Orantia se aprovecharon de
que el “paganini” estuviese muerto.
Por
otro lado, y asociado a lo anterior, vemos que las escuelas fueron mal
económicamente y que los representantes municipales dejan caer que el
responsable de que hayan desaparecido los fondos para la escuela es Joaquín y
que no invertirán dinero si no se hacen con el control.
Con
los pocos datos que he podido encontrar me asusta llegar a la conclusión de que
el benefactor de la iglesia fuese Domingo Lámbarri y los Orrantia emplearon su
dinero para homenajearse. Tanto en el pórtico de la iglesia como dilapidando
los fondos de la fundación.
Ojo,
que los libros consultados pueden estar equivocados.
Bibliografía:
“Amo
a mi pueblo”. Emiliano Nebreda Perdiguero.
“Arquitectura
religiosa del valle de mena durante la primera mitad del siglo XVIII”. Isabel
Cofiño Fernández.
“Memoria
de los trabajos hechos por la junta provincial de beneficencia particular de
Burgos durante el año de 1874, y reseña de las fundaciones particulares
instituidas en la provincia por d. Federico Martínez del Campo”.
“La
Virgen de Mesyco. Seis encuentros con el fenómeno guadalupano”. Fredo Arias de
la Canal.
“Noticia
del noble y real Valle de Mena. Provincia de Cantabria”.
“Diccionario
geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar
(1846-1850)”. Pascual Madoz.
“Memorias
de un criollo. El conde del Venadito.”. Enrique de Olavarría y Ferrari.
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