Esta es la segunda jornada en la que disfrutaremos
de la prosa y los Recuerdos
de Villarcayo de Ricardo San
Martín Vadillo sobre el Villarcayo de su infancia y juventud. Recuerdos que
todos atesoramos y que se difuminan, junto a cada uno, en la bruma del tiempo
pasado. Desde esta bitácora aprovechamos la cordial relación que tenemos con
Ricardo para que nos pinte su acuarela de sentimientos más privados que le han
acompañado en su recorrido vital y que, afortunadamente, ha decidido
compartirlos fuera del círculo familiar más íntimo.
Entorno, calles, plazas, comercios, edificios
públicos, iglesia y ermitas. Un lugar esencial en mi vida fue aquella casa de
mi familia materna construida en piedra, en la Plaza Santa Marina en la que me crie.
Esa casa fue anteriormente lugar para la escuela y, más tarde, tuvo allí su
sede el Centro Republicano. Posteriormente, pusieron mi abuelo y mi tío Félix
un almacén de materiales de construcción y mi tío Pedro un taller mecánico. Aquella
casa, su extensa huerta, el taller y el almacén suponen un cúmulo de vivencias
esenciales para ser lo que he sido, y soy. La casa era el lugar de mi
seguridad, del afecto y cariño que recibí de mis abuelos y tíos. La huerta era
lugar para el juego: alberca, regatos, pozo tenebroso y amenazante, peligroso;
lleno de todo tipo de árboles y arbustos: manzanos (las reinetas algo amargas
pero deliciosas), perales, cerezas (rojas y blancas), el guindo, ciruelo, avellano,
frambuesas, fresas, y una variedad de hortalizas: lechugas, coles, acelgas,
patatas, zanahorias, cebollas, ajos, etc. Había también un gallinero, además de
conejos. Todo para consumo interno de la familia.
"El tiempo no es, sino el espacio entre
nuestros recuerdos".
Henry F. Amiel
Mis lugares queridos.
“Pater noster, qui es in caelis
sanctificetur Nomen Tuum;
adveniat Regnum Tuum;
fiat voluntas Tua…”
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