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domingo, 2 de febrero de 2025

Manzanedo, pueblo y capital de su valle.

 
 
Si venimos desde Villarcayo encontraremos este pueblo tras una curva con los restos muy mermados de una posada. Está un poco alejado del río Ebro lo que nos obligará a tomar un desvío.

 
En la actual población de Manzanedo, o en sus cercanías, hay constancia de poblamiento humano desde el Neolítico-Calcolítico en Las Mesas, y en la Edad del Hierro en las Mesillas. La primera vez que aparece este pueblo en los documentos escritos es el 4 de febrero de 1238, cuando se redactó un documento notarial en el lugar de Manzanedo, por el que Día Gonzálvez de Montecillo, marido de Milia, vendía al monasterio de San Andrés de Robredo lo que le pertenecía en la presa de Bailera.

 
Uno de los grandes propietarios del Valle de Manzanedo era Rodrigo Rodríguez Malrric que vendió al monasterio de Rioseco propiedades en Manzanedo durante el siglo XIII. Eran diez solares que estaban arrendados con los nombres de “los clérigos”, Vermudo, Domingo de Cocina, Juan Pérez, Pedro Celeruelo, Cantón, el de Miguel -que estaba yermo-, Martín Palaciano, María y Mary Manrique. Además, les vendió media presa en los molinos, el parral de Palacio y una haza de viña, la heredad de San Martín de Ciella y la quinta parte de las torres. ¡Un buen lote! La mayor parte del precio del arrendamiento se entregaba en especie, pero también había una pequeña parte que se hacía en moneda. Así tenemos que cuatro pagaban dos almudes de pan mediado, un maravedí, un pozal de vino y un tocino, otros cinco pagaban exactamente la mitad y, por último, uno estaba exento de infurción. Este documento indicó la existencia de elementos fortificados en Manzanedo que enseñoreaban la propiedad del linaje Manzanedo. El documento nos indica, también, cuáles eran los medios de vida en Manzanedo en la Edad Media: se sembraba trigo y cebada, se cultivaban vides y parras y criaban cerdos. Y había molino.

 
En el censo de Pedro I conocido como Becerro de Behetrías (1351), Manzanedo era un lugar de señorío de Nuño, de Pedro Fernández de Velasco, del monasterio de San Martín de Elines y del monasterio de Rioseco, que tenía un solar. Parece que estos solares estaban yermos y despoblados. Sin embargo, echamos en falta los diez solares vendidos por Rodrigo Rodríguez Manrique. Pagaban al rey moneda y servicios. Casa solar pagaban al señor dos almudes de pan mediado, ocho maravedís y una gallina, al de Velasco le pagaban en sus solares dos almudes de pan, seis maravedís y una gallina.

 
En 1519, Manzanedo y Manzanedillo hicieron un acuerdo por el que sólo los vecinos arraigados en ellos pudiesen gozar y vender los solares furcionegos que tenían de la casa de Velasco. En 1591 Manzanedo tenía 20 vecinos, diecinueve pecheros y un clérigo. El término de Manzanedo contaba también con las ermitas de San Esteban, Santa Olalla, Santillán y San Ginés que identifican barrios, los despoblados de Villanueva y Villasalce, y la referencia a San Martín de Ciella como eremitorio y monasterio.

 
Debemos avanzar ciento cincuenta años para conocer la fotografía que realizará el delegado del catastro mandado por el marqués de la Ensenada, José de Huidobro. Aparecerán cómo secundarios el cura beneficiado de Manzanedo Tomás de la Serna y los vecinos Tomás Fernández, Simón García, Juan de Sedano y Francisco Sánchez. Confirmaron que el pueblo era de realengo. (Y, sí, en este tipo de entradas creo fundamental dar muchos nombres)

 
Dijeron que las tierras que tenía eran de secano y producían trigo, maíz, habas, lino, avena y centeno; que los frutales estaban en los linderos y caminos y eran nogales, perales, ciruelos, olivos y fresnos; y que había cuatro molinos harineros. Uno de estos, de tres piedras, estaba en el río Ebro y molía todo el año. Era del concejo y estaba arrendado a Felipe Fernández en 43 fanegas de trigo y centeno. Los demás estaban sobre el arroyo Valdequintana y los gestionaban José Fernández, Francisco Sánchez y María de la Peña, aunque esta lo arrienda Felipe Fernández.
 
Había 18 colmenas propiedad de Tomás de la Serna (1), Tomás Fernández (1), Felipe Pérez (2), Simón García (3), Domingo Sainz (1), Francisco Rojo (1), Blas Rojo (3), José Fernández (3) y otro Tomás de la Serna (3).

 
Los veintinueve vecinos -y una viuda- de Manzanedo tenían bueyes de labranza, ovejas, carneros, burros, cabras y cerdos. En el lugar había treinta casas habitables y una taberna en común con Manzanedillo. Al parecer había un cirujano para las necesidades del pueblo y el valle. De lo que tenían de sobra era de canteros al decirnos que había una docena de ellos: Manuel Rojo, Gregorio Martínez, Mateo Bueno, José Pérez, Juan González, Juan de la Serna, Antonio Bueno, Francisco y Blas Rojo, José y Juan Fernández y Domingo Fernández. Con todo, el pueblo tenía dos pobres de solemnidad que eran Domingo y Martín González.

 
Durante la Década Ominosa (1823-1833) Manzanedo tenía 68 vecinos que se transformaba en 276 habitantes más un párroco. El “Miñano” nos recordaba que pasaba por el centro del pueblo un arroyo y que sobre el mismo había molinos harineros que molían dos meses al año. Dejaba constancia de que su vega producía trigo, maíz y algunas hortalizas. Hace doscientos años la mitad de los vecinos eran labradores y el resto eran o canteros o carpinteros o tejedores. O, quizá, un eran un poco de todos estos oficios.
 
Manzanedo contaba en 1848 con 101 habitantes, según hace constar Pascual Madoz en su Diccionario geográfico. También nos dijo que era un lugar de clima frío y las enfermedades más comunes eran las catarrales y pulmonías. En ese año había cuarenta y tres casas, una escuela de primera educación con dieciocho niños pagada por sus padres. Tenían una fuente de buenas aguas dentro del pueblo y una iglesia parroquial que colocaban bajo la advocación de San Esteban (¿?), servida por un cura párroco y un sacristán. El cementerio estaba fuera del pueblo con la ermita de San Ginés en su interior. Subrayaba que el terreno es de mediana calidad y de poco fondo, bañado por el Ebro. Había varios prados naturales que criaban buena yerba y algunos montes poblados de encinas y carrascas. Producían trigo, cebada, patatas, legumbres y maíz.

 
En 1860, la iglesia de Santa María de Manzanedo estaba dirigida por Miguel Martínez, Cura Beneficiado, de 53 años que cuidaba del alma de los 176 residentes en el lugar. Sabemos que Miguel seguía en 1972.
 
El ayuntamiento del Valle de Manzanedo, como creo que ya hemos indicado y si no lo decimos ahora, estaba en el pueblo de Manzanedo. Hacia 1881 vivían allí 200 personas repartidas entre 91 edificios. ¿Muchos? Sí, porque 42 estaban abandonados. Había una escuela incompleta para ambos sexos costeada por el ayuntamiento del Valle. El anuario Riera publicaba que todos los residentes en el pueblo eran agricultores. ¡Qué cosas! Porque otros anuarios del mismo año -y antes: 1879- nos dicen que hay un molinero (Clemente Martín González) y un veterinario (Manuel Pereda Pereda) que, seguramente trabajaba en todo el valle. Ambos seguían trabajando en 1894 cuando obtenemos más información sobre las “fuerzas vivas” de Manzanedo: el juez municipal era Manuel González González y el fiscal Román Corrales. Perfecto, pero, en otras fuentes, el fiscal ese año es Tomás de la Hera Peña. ¡Todo un lío! Creo que para lo que vale toda esta relación de personas es para que alguno de los lectores reconozca algún antepasado. Que no es nada malo. Más de 1894: José González García (Carpintero), Félix de la Mata Peña (Practicante) y Sebastián Sainz Sainz (Vinatero).

 
En 1903 el alcalde era Pedro Sainz Herrera; el secretario era Emilio de Peña Robredo; el secretario judicial Miguel Fernández (o Hernández según el Anuario Riera); el nuevo fiscal se llamaba Aquilino Pérez; el párroco era Emilio de la Iglesia Fernández; el maestro, Clemente de la Hera y Peña; el médico Francisco Pereda Cañedo; el practicante fue Félix Mata Peña; y citamos también a José Antonio Cuesta que tenía una zapatería en Manzanedo. Lo que sí cambió ese año fueron los molineros apareciendo Ciriaco López y Cipriana Rojo. Siguieron en 1904 según unas fuentes. En el Anuario Riera de 1904 nos dan otro nombre para el juez municipal Toribio Martínez González y el fiscal era Serapio Hernández. En este registro el cura es Braulio N. Adjunto verán más nombres de vecinos de Manzanedo y sus oficios.
 
 
En 1905, además de los nombres anteriores, aparece quién fue el ecónomo del lugar: Braulio Cayo. Pero, según el Anuario Riera, tenemos:
 
  • Alcalde: Jacinto Rojo Rojo.
  • Secretario: Emilio de la Peña. Pero en 1908 figuraba Sebastián Bueno.
  • Juez Municipal: Toribio Martínez González. Y en 1908 José Muñoz Ruiz.
  • Fiscal: Serapio Hernández. O Eugenio Rosales en 1908.
  • Secretario: Miguel Fernández González.
  • Párroco: Braulio Gallo González. ¿Quizá el citado ecónomo?
  • Correos: Benito Rojo.
  • Tenderos: Emilio Peña y Sebastián Sainz. En 1908 se une Ana Sainz.
  • Canteros: Ramón González, Benito Rojo, Jacinto Rojo, Miguel Rojo, Cándido Vallejo y Domingo Vallejo.
  • Carpinteros: José González, Juan González, Bonifacio Marlarca y Jacinto Rojo.
  • Comestibles: Matías González y Emilio Peña. Y, en 1908, Ana Sainz.
  • Maestros: Bernardo Pelar (Niñas) y Clemente de la Hera (Niños).
  • Estanco: Sebastián Sainz.
  • Molinero: Ciriaco López. En 1908, para el anuario Riera, sólo consta Nicolás López.
  • Posada: Hipólito García. En 1908 se añade Sebastián Sainz.
  • Practicante: Félix de la Mata.
  • Zapatero: Juan Antonio Cuesta.
  • Propietarios principales: Mariano Fernández, Miguel Fernández, Manuel González, Emilio Peña, Sebastián Sainz.
 
En 1906 vivían en Manzanedo 218 personas. El nuevo juez municipal era Manuel Ruiz. Para una de nuestras fuentes el statu quo se mantiene hasta, al menos, 1911. Cómo vemos no lo tenían claro ellos. Ni nosotros.

 
Manzanedo, cabeza del valle, y presentaba en 1900 un censo de 149 personas. Habitaban 156 personas en 1950. Se repartían entre 33 viviendas y disponían de otras 54 edificaciones diversas. Desde ahí la merma: 20 habitantes en el año 2000.
 
Cuando entren en Manzanedo para recorrer sus calles encontrarán algunas casas con balcón corrido o solana que algunos denominan “casa montañesa”. Este tipo de balcón suele estar hecho en madera, situado en la última planta y protegido por el saliente del muro o muros laterales que vuelan a la par que él, a modo de resaltos pétreos del paño de la fábrica de la fachada. Mirando esas casas con solana sabremos cual es la mejor orientación en Manzanedo. De hecho, el resto de las fachadas de las casas tendrán ventanas pequeñas. Este tipo de edificaciones tiene su mayor difusión en Las Merindades durante el siglo XIX. El valle de Manzanedo es un buen lugar para estudiarlas. Incluso con las variaciones castellanas sin protección lateral de la solana o como un balcón retranqueado.

 
Pero lo que más destaca, siempre, en un pueblo de Las Merindades es su iglesia. Debemos asumir que, aunque es un templo inicialmente románico, las ampliaciones y reformas posteriores han deformado su planta románica de nave única y ábside semicircular. La portada es románica, apuntada, con dos arquivoltas lisas, bajo pórtico abierto. Y la torre es en espadaña, románica, rematada en cruz, con tres huecos, dos campanas y un campanillo. Por sus características arquitectónicas la fábrica sería de mediados del siglo XII. En el siglo XIV se añadió otra nave al norte algo más estrecha que la anterior, y su cubierta fue reformada por otra de crucería. La cabecera se mantiene tal como era en un principio, con cubierta de bóveda de medio cañón en el tramo presbiterial y de horno en el ábside. La iglesia está consagrada a Santa María.


 
 
 
Bibliografía:
 
“Amo a mi pueblo”. Emiliano Nebreda Perdiguero.
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar (1846-1850)”. Pascual Madoz.
“Diccionario geográfico estadístico de España y Portugal”. Sebastián Miñano.
“Diccionario geográfico, estadístico, histórico, biográfico, postal, municipal, militar, marítimo y eclesiástico de España y sus posesiones de ultramar”. Pablo Riera Sans.
“Estadística del Arzobispado de Burgos”.
“Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población de España formado por el Instituto Nacional de Estadística con referencia al 31 de diciembre de 1950”.
“Arquitectura popular de Burgos”. José Luis García Grinda.
“Las Merindades de Castilla y su Junta General”. Rafael Sánchez Domingo.
“Anuario del Comercio, la industria y la
“Anuario Riera”. Pablo Riera Sans.
“Indicador general de la industria y el comercio de Burgos”. M. Velasco.
Becerro de Behetrías.
“El Valle de Manzanedo. El Valle de Mena”. María del Carmen Arribas Magro.
Catastro del Marqués de la Ensenada.
 

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