Es algo evidente que esta población pertenece al
club de lugares habitados desde hace un par de miles de años. La razón está en
su subsuelo: la sal. Este condimento se ha venido empleando principalmente para
conservar alimentos y aliñarlos pero tenía otros empleos como el ser moneda de
cambio (literalmente).
Por ello los lugares como Poza de la Sal,
Salinas de Añana y Salinas de Rosío eran tan importantes. Enclaves blanqueados
por la sal puesta a secar… claro que en el caso de nuestro pueblo hoy es
difícil de imaginarlo. Quien se acerque en busca de las eras salineras no
encontrará nada. Bueno, un pozo de extracción de salmuera que carece del
atractivo que irradian las otras dos poblaciones salineras de La Bureba y de
Álava.
Mosaico romano en Salinas de rosío |
Pero acerquémonos al tema desde el remoto
pasado. Estoy seguro que los hijos de la loba no descubrieron el emplazamiento
y que, probablemente, sería conocido por Autrigones y Cántabros. Pero será Roma
la que lo explote según el estilo mediterráneo. Prueba de ello sería el rastro
arqueológico de Las Molleras que estudió, allá por los 70, el profesor J. A.
Abásolo.
Este yacimiento lo encontramos a orillas del río Salón
–denominado así por esa característica en sus aguas-, ocupando una laderita al
oeste del río. Las excavaciones localizaron una habitación de, al menos, 18`90
por 12`18 metros. Con 14 columnas, cinco en los lados grandes y cuatro en los
pequeños era, tal vez, un lugar público donde se realizaban operaciones
comerciales de venta de la sal a escasos metros de la calzada que desde la costa
avanzaba hacia el valle del Ebro. Datado en la segunda mitad del siglo II d. C.
o a inicios del III.
Casi seguro que el emplazamiento continuó
habitado durante el Bajo Imperio, el reino Visigodo, el corto periodo andalusí
(unos 40 años) y la reconquista inicial de la Alta Edad Media. A pesar de las aceifas
con que el reino musulmán del sur asolaba las tierras de Castilla Vieja, Las Merindades,
y que no olvidarían Salinas de Rosío y su preciada sal. Claro que uno de los
principales problemas que aparece sobre las aceifas es que en los documentos moros
los nombres de los lugares son difícilmente identificables. El grafismo
musulmán -diferente al cristiano- con los errores de ubicación dificultan la
tarea de determinar los lugares saqueados.
Relación de salineros del Catastro de Ensenada |
Podríamos asegurar que este pueblo sufrió, al
menos, las aceifas de 836, 863, 865 y todas aquellas que se internasen a través
de la calzada romana citada porque atravesaba esta población.
Avanzando los años el rey Alfonso VIII asignó a la catedral de
Burgos, y a su obispo, la décima parte de toda la renta de las salinas de
Salinas de Rosío en el lejano año de 1190 “in
perpetuum et irrevocabiliter percipiendam”. El uno de Abril de 1192 recurre
este rey, nuevamente, a estas salinas para el monasterio de Oña. Le otorga 160
maravedís para su ropero. A su vez, 160 almudes de sal (según medida de Burgos)
y 100 maravedís, ambos anuales, a cambio de las eras de sal de ese monasterio
en Rosío y Poza. Lo otorgó el Abad Pedro a cambio de “Áureos” no “maravedíes”,
solo como curiosidad.
También recurrió a las rentas de la sal de este
pueblo doña Blanca de Portugal, hija del rey Alfonso IV de ese país. Retirada en
el monasterio de Las Huelgas Reales de Burgos dejó ordenado un aniversario en
la catedral fundamentado en Salinas de Rosío, de donde fue señora, tras su
muerte el 17 de abril de 1321.
Algo así explica el Becerro de Behetrías que nos
dice que este pueblo era de Realengo y de la orden de San Juan. De cada fanega
de sal el rey cobraba solo dos maravedís porque eran, las salinas, del
monasterio de Las Huelgas de Burgos y de otros herederos.
No fueron los únicos que aprovecharon el
potencial económico de estas salinas y el Buen Conde de Haro, para el
mantenimiento del Hospital de Medina, determinó que, entre otras variadas
fuentes, se entregasen 50 fanegas de sal.
Y, por terminar el tema, dejaremos constancia de
la Escritura otorgada por Doña Sancha García, ampliando la de fundación del
Convento de Santa Clara: “E otrosí yo la
dicha Doña Sancha otorgo quedo en donadlo a Vos las dichas Dueñas del dicho
monasterio de Sta. Clara de Medina para las que son y serán de aquí adelante
las heras de facer sal que yo la dicha Doña Sancha e en Salinas de Rosío que
fueron de fijos de Juan Díaz las que fasta hoy día que rentan en cuantía de dos
mil seiscientos maravedís”.
En el momento del catastro del Marqués de la
Ensenada (1750-1754) el pueblo tenía 36 vecinos de los cuales la mayoría eran
agricultores por cuenta propia, sin jornaleros, y salineros que estaban
distribuidos en 104 concesiones. De la sal, que es el tema del día, se extraían
unas 19.600 fanegas (55´50 litros/fanega). Tengamos en cuenta que en aquellos
tiempos la Real Hacienda pagaba 60`50 maravedís por fanega de sal. Eso daba un
flujo hacia la población de unos 34.900 reales de vellón al año. ¡Un pico!
Será por ello que el rey Carlos III quiso
mejorar las comunicaciones entre Salinas de Rosío y la ciudad cántabra de
Laredo desde donde esta sal abastecía los mercados de Vizcaya, Asturias,
Galicia, Francia, Inglaterra y Holanda. El camino, por el que los ingenieros
calcularon el paso de hasta 8 millones de kilogramos de sal al año en las más
de 300 carretas alistadas para realizar esta ruta, nacía en Salinas para
continuar por Tabliega, El Ribero, Villasante y Agüera de Montija, en Burgos.
De ahí se adentraba en la cuenca del Asón hasta llegar a Laredo.
La guerra de la independencia llevó a que fuese
el guerrillero Longa el que gestionase las salinas como representante del
gobierno de Cádiz. Lo mismo hizo con las otras dos salineras de la zona.
Preservó las salinas y los ingresos que generaban. O algo por el estilo.
Saltemos hasta el “Diccionario geográfico-estadístico
de España y Portugal (1826-1829)” de Sebastián Miñano y Bedoya que apuntaba la
existencia de un hospital y fijaba la población en 54 vecinos que no eran
suficientes para trabajar las salinas.
"Venta de sal" |
La primera guerra carlista también afectó al
negocio de la sal en Las Merindades, o a su gestión y uso. Muestra de ello es
el siguiente escrito de Juan Fernández Tello donde les recomiendo no se pierdan los argumentos y justificaciones:
“Excmo.
Sr.: Ayer a las once de la noche recibí por extraordinario la soberana resolución
de S. M. que V. E. se sirve comunicarme con fecha primero del actual, y en la
que a resultas de quejas producidas por el intendente de Burgos y administrador
general de rentas estancadas, quiere S. M. que se suspenda el estipendio de la
sal que yo dispuse de las existencias de Salinas de Rosío.
Doy mis
oportunas disposiciones a fin de que tenga cumplido efecto lo voluntad Real que
profundamente venero; pero como V. E. al trasladarme la Real orden se sirve
manifestarme de la misma augusta procedencia que S. M. espera que en lo
sucesivo me cuide de no disponer medidas de esta especie que tanto perjudican a
los intereses de la nación, y cuyas consecuencias pueden ser sumamente
desagradables; espero que V. E. se sirva hacer presente a la augusta Gobernadora
cuanto a continuación expresaré, bien seguro por mi parte de que S. M. estimará
en más las fatales consecuencias que pueden sobrevenir del estado desgraciado
de estas tropas, que las que ofrecer pudiera la venta de sal, no inventada por mí
y ya acontecida por disposición del señor capitán general de Aragón en el año
pasado; sin que tal vez fuesen iguales a los presentes los apuros que justificaron
su conducta.
Noria Salinera por Xochitl Guevara, México, (2014) |
Al
encargarme del mando de este cuerpo de ejército en 19 del anterior, todos los jefes
me manifestaron que estaban socorridos con diez cuartos para la clase de tropa
y media paga para los oficiales hasta fin de abril; que en fondos, sin recursos
de ningún género, viviendo en un país miserable, no daban al soldado ni dos cuartos
diarios con que pudiese aquel condimentar la ración de menestra, a que estaban
atenidos oficiales y tropa, siendo la necesidad extrema y el disgusto y la
murmuración general. Los quintos, inclusos en el mismo presupuesto, estaban
pagados por iguales proporciones; pero sin el recurso de la ración de menestra
perecían de necesidad; y en el depósito de Miraveché había en 27 del próximo pasado
50 hombres exánimes, espirando de miseria, faltos absolutamente de alimento.
Del hospital de Balmaseda desapareció el contratista y demás dependientes por falta de recursos; el de Medina de Pomar tocaba igual extremo; y ciertamente
los ojos de la augusta, de la magnánima CRISTINA habrían derramado lágrimas de
profundo dolor, viendo a los que 15 días antes vertieron su sangre por el Trono
de ISABEL II y la libertad Nacional, carecer de alimento; sin vendajes, sin
hilas con que curar sus honrosas heridas, tendidos en jergones podridos, sin
cabezales, con sábanas llenas de sangre y de inmundicia; y causándoles más
dolor que sus heridas el lechó que la patria les ofrecía, el lecho que
compraron con su sangre generosa y su ardor en el combate: no la sal, el mejor
diamante de la corona de Castilla, mi vida y mi libertad personal hubiera
vendido, si compradores encontrara.
La
fortificación de Balmaseda, baluarte donde descansa la seguridad de las
Castillas, objeto privilegiado del enemigo, y cuya situación en la extrema izquierda
de la línea merece un particular cuidado, que mal podría yo llevar a efecto con
1200 hombres de operaciones, iba a paralizar sus trabajos, como habrá sucedido a
esta fecha por la misma genérica universal razón. Antes que ver al soldado sin
sobras, sin un solo cuarto al día, antes de ver disueltos los depósitos de
quintos establecidos en La Bureba; antes que se aprovechen las proclamas, las
malignas seducciones que el enemigo asesta, más que en otra alguna en la
presente ocasión, cuyas condiciones conoce sobradamente; antes que dejar perecer
los que enfermaron, los que regaron con su sangre la legitimidad de ISABEL II;
antes que dar lugar a un golpe desgraciado del enemigo sobre un objetivo de que
no separa sus ojos; persuadido altamente de que podrían resultar males sin
cuento de mi carácter altamente delicado, preferí mandar vender las existencias
de Salinas de Rosío, expuestas a ser saqueadas por el enemigo , como sucedió en
el año anterior; pero sin perder de vista los intereses nacionales, de que soy
celoso inspector, y por cuyo aumento y gloría haciné servicios infatigables no
desconocidos a mi Patria.
Cuidadoso
de evitar el fraude, así como de fijar el precio más arreglado a los intereses
de la Hacienda, mandé que se nombrase un interventor de la operación
proyectada, y que se acordase entre el ordenador de este ejército y el
administrador de Salinas el precio a que podría venderse sin que sufriese
menoscabo la Hacienda; se me dijo que a 58 reales/fanega estaba prevenida su
venta; pero que era de cuenta de la renta su trasporte a los estancos del
interior, y deducidos estos vendría a quedar casi al nivel vendida a 40 en los
almacenes de salinas de Rosío.
No vi
pérdida en esto como V. E. tampoco la verá; pero no cesaba de temer las consecuencias
que pudiesen ofrecer soldados que cuentan 36 días sin socorros al frente del
enemigo, en una guerra intestina en que se defienden legitimidad de derechos y excelencia
de principios. Yo al frente de este ejército soy el solo responsable a S. M. y a
la Patria de cuantos acontecimientos tengan lugar en él; pero si la vista del
enemigo no me intimida, si vivo con descanso en medio de sus planes, y de mi
difícil posición militar, me arredra la idea de no poder acudir al soldado en
tan extrema necesidad; y yo faltaría a lo que debo a S. M., a mis tropas, y a
mi reputación, si no manifestase a V. E. que no reúno dotes suficientes para ser
garante del orden, del concierto en las actuales circunstancias, en que por
tantos y tan distintos como repetidos conceptos se tienta la fidelidad de las
tropas , y en que por desgracia hay tantos motivos para temer que puedan
aprovecharse de nuestra crítica situación.
Sin
embargo de que por el conducto de ordenanza pido una dimisión que fundo en las
razones que llevo ofrecidas, ruego a V. E. que al dar cuenta a S. M. de los
motivos que tuvieron lugar a que dispusiese la venta de la sal, le manifieste
los mismos en que apoyo mi determinación de no poder continuar al frente de
estas tropas, cuando no se las acude, y se me imposibilite el hacerlo por
medios a otros jefes otorgados en circunstancias de menos consideración y
trascendencia.
Dios,&c.
Cuartel general de Villasana, 4 de Junio de 1836.
Excmo.
Sr.-Juan Tello.
Excelentísimo
Señor secretario de Estado y del despacho de Guerra”.
Parece una defensa ante la necesidad de vender
la sal por fuera de los circuitos regulares y, por ello, sin pagar los
impuestos de un producto monopolizado de venta regulada.
Subrayemos lo de que era una venta sujeta al
férreo control del estado porque, por ello, se nombraban administradores como Francisco
del Valle, administrador subalterno de rentas de Medina de Pomar o el
administrador Juan Ugarte de Salinas de Rosío. Por cierto, ambos cesados el 22
de Enero de 1853. Claro que este segundo caballero volvió a ser nombrado para
el mismo cargo en fecha posterior… para volver a caer en desgracia en
septiembre de 1858.
Pero, tristemente, la designación de los
administradores estaba sujeta al amiguismo, al clientelismo o a intereses poco
claros. Por ello “El Clamor Público” bramaba el 18 de Octubre de 1854 en contra
de esos malos usos en la gestión de las explotaciones salineras:
“La
empleomanía es el obstáculo principal del régimen representativo en nuestra
Nación: de ella nacen casi todos las perturbaciones, más o menos directamente, y
acabará con el edificio constitucional, labrando antes su descrédito completo
si no se la pone coto. ¿Cómo han de cercenarse los presupuestos ni suprimirse contribuciones
y otros establecimientos perjudiciales si los primeros funcionarios de la
Nación y los que pasan por el concepto de más liberales, se hallan apegados a
los abusos por los malos hábitos de un egoísmo indigno? Las Cortes deberán
ocuparse inmediata y muy severamente de este asunto, pues si muy pronto no se
destruye la epidemia, somos perdidos.
En
estos días, y como si no hubiera un número harto excesivo de exigencias, fundadas
en antecedentes más o menos legítimos, pero lógicas siquiera, se ha dado la
plaza de inspector de las salinas de Rosío a un mozo imberbe y de antecedentes
negativos. También se ha concedido la administración de Correos de Lanestosa a otro
sobrino de dicho señor, cuyos servicios se ignoran. Siguiendo pues por la senda
de tan anárquico despilfarro, preciso será repetir: somos perdidos”.
¡Qué moderno! ¿Verdad? La pena es que el
periódico no dejaba constancia del nombre de sujeto. ¿Quién sería?
Nueva iglesia tras el derrumbe de la preexistente y que tanto atrajo al militar italiano Sandri |
El diccionario Madoz explicaba que el pueblo
tenía buenas casas. De hecho, –indicaba- que una de ellas era una construcción
recia destinada a almacén de la sal. El río Salón abrazaba las eras de las salinas
y la sal se sacaba de un pozo de 30 pies de profundidad gracias a una maquina
similar a una noria. Por supuesto, nos hablaba de que existía una escuela de instrucción
primaria con 40 alumnos y realzaba la iglesia parroquial de San Juan Bautista. En
esa fecha el pueblo tenía 94 residentes.
En 1876, tras la tercera carlistada, la Salina
de Rosío producía 10.138 quintales métricos, con 40 hombres, 10 mujeres y 10
muchachos, trabajando que ganaban 1,25 pesetas los hombres y 0,56 pesetas de
jornal los otros grupos.
Nomenclátor de 1950 donde figuran los residentes que tenía, en esos momentos, Salinas de Rosío |
Si nos fiamos de los datos de Poza de la Sal, y
suponemos similares destinos para la venta, podríamos decir que, por entonces, la
de Salinas de Rosío se consumiría en: Burgos, Valladolid, Palencia, León y
Zamora, costando una peseta el trasporte del quintal métrico a la estación de
Briviesca (única vía existente), de donde la conducían por tren, según tarifa
general de 0,55 reales, por tonelada y kilómetro.
La entrada del siglo XX nos informa de la
situación del pueblo. Para 1905, los 269 habitantes se apuntaban la fabricación
de sal, de la que exportaban anualmente 20,000 quintales. La situación
permanecía estable en 1908, aun cuando habían cambiado de municipio. ¿Y en 1911?
Pues, lo mismo.
Situación actual de las eras salineras |
La producción avanzó por el siglo XX con
normalidad. Una estampa de esa situación es la que retrató el legionario
italiano Guglielmo Sandri durante la estancia de los soldados voluntarios de Mussolini
en el frente del norte. En una serie de ocho fotografías refleja calles,
iglesia, vida y producción salinera de la población en aquel lejano 1937.
Fotografía de Sandri donde se ve uno de los chozos (1937) Cortesía de Relatos en Las Merindades |
En los documentos industriales de 1954 seguían
constando tanto Poza de la Sal como “Salinillas” de Rosío como ricos
yacimientos de sal gema. Poco le quedaba a esta industria.
¿Dónde están los que viviesen pegados al
pingoste, al rodillo, a la regadera y a la argarilla? Residen en el pasado.
Solo nos quedan amarillos recuerdos del único manantial –la noria- que citaba el
diccionario Madoz.
La noria tenía dos ruedas que se movían con caballerías.
Una horizontal y otra vertical con los cazos, los colodros, que sacaban el agua
del manantial para ser dirigida a los siete pozos: cuatro muy grandes y tres
regulares.
Con el pingoste (palo con una cuerda y un balde
atado a su extremo) se trasladaba el agua a otros pozos más pequeños que
estaban en las eras. El último paso era verterlo en las eras para lo que se
empleaba una regadera.
Una vez evaporada el agua de la salmuera la sal
depositada se recogía con un rodillo y con las angarillas se llevaba a las construcciones
de piedra, chozos, del centro de las eras.
Después salía a los diferentes mercados, locales
y alejados, e incluso a mezclarse con la producción de Poza de la Sal y Salinas
de Añana. Qué cosas.
La pedanía medinesa de Salinas de Rosío cuenta
en la actualidad con 16 personas censadas y difícilmente podemos hacernos una
idea de lo que fue.
Bibliografía:
Becerro de Behetrías.
Catastro del Marqués de Ensenada.
Anuario del comercio, de la industria, de la
magistratura y de la administración.
“España Sagrada” de Enrique Flórez (1771)
Anuario Riera
“Apuntes históricos sobre la ciudad de Medina de
Pomar” por Julián García Sainz de baranda.
Apuntes sobre historia de las antiguas Merindades
de Castilla
Periódico “El Católico”
Periódico “El Clamor Público”
Periódico “El Español”
Compendio de la historia de Burgos por Antonio
Buitrago Romero
Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares,
aldeas y demás entidades de población de España formado por el instituto
Nacional de estadística con referencia al 31 de diciembre de 1950.
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de
España y sus posesiones de Ultramar” de Pascual Madoz.
Diccionario Miñano.
Periódico “La Época”
“Guía General de Burgos” por Antonio Buitrago y
Romero.
Boletín Oficial de la Provincia de Santander
“Guglielmo Sandri en Las Merindades. La guerra
civil tras la cámara del teniente italiano”
“Burgos en el recuerdo” de Elías Rubio Marcos.
Diario de Burgos.
“Batallas en Las Merindades” de Felipe González
López y Aitor Lizarazu Pérez.
un poco de historia sobre mi pueblo y la importancia que tuvo en el pasado, por su sal.
ResponderEliminarun poco de historia sobre mi pueblo y la importancia que tuvo en el pasado, por su sal.
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