Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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lunes, 11 de abril de 2016

De bolos y bolas


Quizá no se hayan fijado, sobre todo si viven o veranean en las poblaciones mayores de Las Merindades, en los “juegobolos” que alegraban a chicos y grandes en los diferentes pueblos de esta tierra de Castilla Vieja.

Los urbanitas de hoy en día van mucho a la bolera pero esta es solo la tecnificación –industrialización y masificación- de una variedad de juego de bolos que, desde el centro y norte de Europa, migró a través de sus gentes a las colonias americanas, luego EEUU.


Porque se han jugado un sinfín de variedades de juego bolos. Aquí, hasta finales del siglo XIX se jugaba tanto a los “bolos” como al “pasabolo” ¡y en la misma cureña! Pero por el tiempo y la especialización devinieron a mediados del siglo XX en las actuales “Bolos Tres Tablones” y “Pasabolo Tablón”.

El área de disfrute de estas modalidades no se circunscriben a Las Merindades (¡No! ¿Por Dios!) sino también por Comarca del Ebro, La Bureba, Sedano y las Loras, Valderredible, Campoo, Luena, Valles Pasiegos, Valle de Soba, las Encartaciones, Valle de Ayala, Valle de Valdegovía…

Concluiría la introducción señalando que los bolos han formado parte de la identidad local. Esta pasión estuvo enraizada en todos los hijos de Las Merindades hasta que la emigración de mediados del siglo XX quebró esta cadena. Y quebró el negocio entorno al juego de los bolos. Se dejó de tallar bolas, y bolos, y se desatendieron las cureñas o tablones.

Club bolera Merindades (Madrid)
Fuente: www.bolos3tablones.com

En este juego, como en muchos de los tradicionales, la madera era imprescindible: Se emplean tres tablones sobre los que se plantan nueve bolos y un mico de madera. Contra ellos se lanza una bola… de madera.

Vemos, por tanto, tres elementos a estudiar: Cureñas o tablones, bolos y bolas. Vayamos por partes:

Las cureñas de madera son de 4`20 m de largo por 0`40 m de ancho, con un grosor de 20 cm. Vale, también pueden ser de hierro con un grosor, diríamos que mínimo, de 2 cm. Pensemos que sobre ellas caen bolas de madera maciza de 8 kg de peso medio.

Estos tablones solían ser de roble pero, obviamente, estaban a la intemperie castellana sin protección: inviernos húmedos y veranos a pleno sol. Además, con el golpeteo de la bola, era normal que los tablones tuvieran desperfectos. El lado positivo es que los jugadores locales podían aprovechar el “factor campo".

Felipe Pereda (Mozares)
Fuente: María Jesús López Muñiz.

Los cases donde se plantaban los bolos dañaban, indefectiblemente, los tablones al convertirse, con el uso, en un pocillo. Con ello, el bolo queda hundido en el tablón y al pegarle la bola, ésta se atascaba y el bolo salía disparado con gran violencia y dirección imprevista poniendo en peligro a jugadores y público. Para solucionarlo estaba el barro. Mejor dicho, la arcilla que se mantenía en un hoyo de unos 50 x 50 cm en un lateral del campo. El cas era rellenado de arcilla y sobre esa base de arcilla se asentaba el bolo.

Debo informarles de que los bolos no tenían anillo metálico y con el uso su base quedaba redondeada dificultando mucho su plantado. Tan es así, que en partidas de campeonato los bolos los plantaban los compañeros del tirador… por si acaso.

Cuando los tablones estaban deteriorados se sustituían mediante el servicio comunitario. El alcalde compraba un roble, o bien lo donaba algún vecino, y se arrancaba con tocón incluido. Una vez serrado longitudinalmente, en dos mitades, se guardaba, al menos durante un año, tapado en un “tamo” (zona de la era donde se almacenaba año tras año la paja inservible para que se fuera pudriendo). Allí se iría secando lentamente para evitar agrietamientos. Según el tamaño, la duración se aproxima a los dos años. El cerezo para considerado bueno permanecía 10 años.



En algunos campos de juego donde los tablones eran más largos de lo habitual se hacían de dos piezas pues no era fácil encontrar un roble largo y sin nudos. Para economizar gastos se colocaba el tablón nuevo en el centro, el tablón del centro pasaba al lado izquierdo (dándole una cepillada de un par de centímetros como cuando se rebaja la madera de casa: para eliminar fallos). Si los tablones del lado izquierdo eran aprovechables se ponían en el lado derecho que era el que siempre estaba en peor estado por ser el que menos se usaba. Si se retiraba el tablón del lado derecho se solía aprovechar para reforzar una de las dos vigas de los fondos del juego, la zona donde golpeaban las bolas.

El segundo elemento, del que hemos hablado un poco ya, son los bolos. Unos simples palos gruesos, trozos de madera dura procedente de: encina, beyemo, “pie” de olmo, olmo joven, espino, fresno, arce silvestre (acerón) o roble -o de plástico (fibra de teflón que duran 25 años o más sin problemas) pero ahora no es el tema-. El espino es madera muy fina y salen los bolos rojizos pero fuertes y duros. Con el olmo aparecen amarillentos, claros, y cuando se desbasta, salen las vetas. En el fondo, de la madera que se tenía a mano. No lo he dicho pero unos bolos de encina viven bien unos cuatro años.


Nuestros bolos son torneados en forma de tronco de cono de 35 a 40 cm. de alto, con un diámetro de la base de 4 cm. (¡Ojo! base plana para que asiente en la cureña) y de 3 cm en la punta redondeada. Pero esto es una descripción teórica porque no eran uniformes. Aunque la altura suele ser la misma, el grosor y el peso varían. Lo cual no es malo porque lo aprovechan los jugadores, de ambos equipos, en función de la jugada.

Frente a estos bolos de “tres tablones” tenemos los de “pasabolos”: 30 centímetros de altura. A estos se les golpea hacia abajo para que salten y vayan lo más lejos posible. En los "tres tablones" se tiende a dar al bolo en la parte superior, ya que se derriba, no se desplaza.

El artesano trabajará con cuidado de que el bolo permanezca derecho porque si se tuerce las vetas saltan. Antes de los tornos eléctricos, quitaban lo mayor con el hacha, haciendo la forma en bruto, de la cabeza al pie. El proceso termina con el refinado. Una vez desaparecida la madera sobrante se inicia el acabado donde, con un cepillo, se va limpiando y alisando el bolo. Sujeto se le pasa la escofina y, a veces, un cristal para rematar con la lija.

El mico, o cuatro, tendría medidas diferentes, unos 25 cm de alto y con una base de 7 cm de diámetro. Se adorna con alguna forma, más piramidal, y un remate esférico. Vamos, que es cabezón.


La tercera pata del banco de este juego de bolos es la bola. Las bolas son esféricas, o se intenta. Antes no llegaban a serlo. Su diámetro no debe superar los 28 cm pero su peso dependerá de la madera usada y de su volumen. En el pasabolo el diámetro de la bola es de 23 centímetros. Aun así, en ambos el peso es importante, no solo es cuestión de preferencias o de fuerza física sino, también, de su influencia en el juego. Oscilarían entre cinco y ocho kilos de media. ¡¿Y qué decir de los vizcaínos?! Sus bolas son de hasta 31 cm de diámetro.

La madera más idónea por su calidad y dureza es la de nogal, raíz de nogal. Se aprovechaba lo que no servía a los nogaleros. La de olmo dura menos y pesa. Otros prefieren la de haya, chopo (breves, se parten), aliso, Sauce llorón (ligeras) o roble (muy pesadas). El nogal conviene que sea viejo, de madera que "se asienta", el árbol joven se apolilla antes. El que se paga más es el que tiene el corazón "bien negro". 100 a 200 años. Del nogal se utiliza la parte metida en la tierra.

Y es que las bolas de nogal duran unos 10 años. Un buen plazo, pero con los golpes “merman”, se quedan pequeñas.

Micos y Bolos (www.bolos3tablones)

Tras cortarla, o recogerla del monte, la madera se dejaba secar a cubierto porque el sol estropea la madera y esta se abre. A veces, tardaba en perder la humedad medio año, si procedían de los restos dejados en el campo, el tiempo de oreo era menor. Si el tronco es gordo puede estar de tres a cuatro años, o más.

Una vez que la madera se podía trabajar se procedía al desbastado, quitar la corteza y lo que sobrase, incluso empleando el hacha, para desviar algún nudo.

Después, con un compás curvo se toman dos medidas sobre la madera, una en la parte plana del tronco y otra desde ahí hacia el tronco. Poco a poco, gracias a la azuela la bola va saliendo del tocón a los 28 centímetros de diámetro o menos. Señalaremos que en el reglamento de 1971 el diámetro no podía superar los 25 cm. La escofina se usa para el refinado. Para el acabado se solía fijar la bola en una cárcel para pasar cómodamente la herramienta por su superficie. Una consideración: las bolas no pueden ir contrapesadas.

La última fase era preparar la llave. Para el jugador es importante que esté bien hecha. Es la zona por donde se agarra y el lugar más propenso a sufrir roturas que arruinan la bola. La agarradera o llave consiste en un agujero circular para el dedo pulgar y una hendidura para los otros cuatro dedos.

 (www.bolos3tablones)

Con una barrena, u otra herramienta similar, se marcaban los agujeros, situados en forma de cuña y separados unos 5 cm que luego se agrandaban con una gubia. Es necesario limpiar bien todo el espacio para introducir los cuatro dedos de la mano, excepto el pulgar que se aloja en otro espacio circular.

Aun así, como protección, se llegaba a colocar una capa a la llave que, al mismo tiempo que protegía, permitía una mayor duración de la bola. Pensemos que cuando a una bola se le rompía la llave se le hacía un injerto de madera. La chapa que se ponía, en estos casos, protegía el injerto. Pero lo injertos… Lo mismo ocurre con las restauraciones, rectificados, de las bolas. Caro y poco efectivo.

¿Cuánto se tarda en hacer una bola? Felipe Pereda de Mozares tardaba un día para una bola, con agarradera casi día y medio. Pero era artesana cien por cien.

El remate sería, a gusto del consumidor, pintarlas o barnizarlas para resaltar la madera. Aunque la pintura suele ocultar defectos. Quizá para las bolas de cachos venga bien pintarlas. Estas tienen materiales blandos en el centro y se recubren de nogal con lo cual pesan menos. Otros las taladran y colocan maderas ligeras en los huecos.

Una curiosidad, hay bolas para zurdos y bolas para diestros.


Era costumbre que cuando se iba a jugar mucho se echasen todas las bolas al pilón de la fuente de la plaza, con el fin de que se hincharan, cogieran peso, y una textura más fibrosa y esponjosa que aguanta mejor los golpes para evitar que se rajaran. Esta operación no debía ser nada beneficiosa para la durabilidad de las bolas porque cuando se secan aumentan las posibilidades de que se rajen.

Hay que guardarlas en sitios secos y oscuros. Antes, algunos, las cocían en aceite o les daban una capa de aceite usado de tractores en la confianza de que así duraban más al endurecerlas.

Respecto a las herramientas, utilizadas para hacer el juego de bolos vemos compases, hachas, azuela, sierra, escofinas, formones, gubias, barrenos, limas y cepillos. Se complementan con bancos, tochos o cárceles de madera, donde apoyan las bolas.


Bibliografía:

Programa “Huellas en el Tiempo” de Radio Espinosa Merindades presentado por José Antonio San Millán Cobo.
“Los oficios Tradicionales en Las Merindades” de María Jesús López-Muñiz.
Reglamentos blos tres tablones de 1971, 1983, 1999


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