Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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lunes, 12 de diciembre de 2016

San Juan de la Hoz y su ruina. Conoceremos la bodega, el claustro y sus monedas.


Y llegaron los navarros.

El conde de Castilla es asesinado en León (1029) por lo cual el territorio lo hereda su hermana que lo pasa a su hijo Fernando y, de resultas, a Sancho III de Navarra quien será tutor del chaval.


Y lo hará con desparpajo, ¡como si Castilla fuese su heredad! Por medio de un Real Privilegio del 27 de junio de 1033 reforma el monasterio de San Salvador; disuelve las comunidades regulares de monjas de Oña y sus prioratos y rellena el hueco con mojes de Cluny; confirma las donaciones del conde don Sancho; dispone el gobierno de la casa, la elección del abad por el convento y la exención de justicia eclesiástica y secular; Las monjas son trasladadas a San Juan de Lences con una renta vitalicia; nombra abad de Oña a García que procedía de San Juan de la Peña (1032) con autoridad sobre todas las iglesias y monasterios dependientes de Oña. Y esto se aplicó, y padeció, San Juan de la Hoz de Cillaperlata.

Puerta de la Iglesia con el muro
del claustro al fondo

Tengan claro que los diezmos, primicias, oblaciones y derechos se los llevaba Oña. Tanto de San Juan como del poblamiento de Cillaperlata, que era infurcionego de Oña. Los vecinos pagaban: 28 celemines de pan mediado por cada pareja de bueyes, con uno la mitad y si no tenías… siete celemines; hacían un día de serna sin estipendio y cuando y donde lo decidiese el prior; todos los montes eran propiedad del monasterio por lo que los vecinos no podían ni roturar, ni cortar leña sin licencia del abad de Oña.

Un gran combustible para odios y disputas como la parroquialidad y potenciador del ensañamiento en la destrucción de San Juan.

Muro del Claustro

Pero no nos aceleremos, hubo un tiempo en que San Juan de la Hoz se libró de San Salvador de Oña gracias al mal encarado abad García III. Su mal carácter llevó a que lo denunciaran a Roma que mandó al arzobispo de Toledo, don Cerebruno, resolverlo. Vinieron a Briviesca el arzobispo y el obispo de Burgos, Pedro Pérez, para ello. Finalmente García III fue renunciado a la abadía (1169) tras cuatro años en el cargo. El rey Alfonso VIII le cede la villa de Encinillas, Castrillo y San Juan de Cillaperlata vitaliciamente. Luego se reintegrarían al patrimonio de Oña. Pero, ¡vaya regalito para Cillaperlata!

En el año 1187 compra Cillaperlata, por 44 maravedíes, la villa yerma de Encinillas. San Juan de la Hoz les vende un erial. El clero haciendo amigos.

Área del claustro

Puede que fuese esa relación de cordial enemistad la que produjo frutos como los tres siglos de pleitos entre Nuestra Señora de Covadonga y el priorato de San Juan de la Hoz por los derechos de parroquialidad (y sus haberes). Empezaron en 1519 y finalizaron en 1706.

La primera concesión obtenida por la ermita de Covadonga fue el derecho a tener misa los festivos, excepto los más solemnes de la iglesia. En 1559 Covadonga arranca tener Santísimo Sacramento y poder enterrar a los menores de 8 años en la ermita. Claro que los del monasterio intentaron quitarles el Santísimo Sacramento en 1603 y… pleitos. Este lo ganan los de Cillaperlata de Abajo que arañan el tener un clérigo regular para la asistencia de la ermita. En 1604 consiguen que el clérigo de Covadonga sea distinto al de San Juan de la Hoz, claro que deberán pedir permiso al abad de Oña para tener Santísimo Sacramento.

Iglesia de San Juan Bautista

En 1705 los vecinos de Cillaperlata de Abajo consiguen que las misas sean cantadas en las fiestas y que haya procesión; que se pueda dar la paz y se pueda cantar responsos. En 1706 se podrá enterrar en Nuestra Señora de Covadonga… si lo deja declarado en sus últimas voluntades el finado.

Y llegamos al fatídico 10 de marzo de 1810, en plena Guerra de la Independencia española (para secesionistas catalanes: guerra del francés) cuando el prior de San Juan de la Hoz, fray Juan Muñoz, dio muestras de afrancesamiento –quizá porque, para algunos, el priorato estaba arruinado, ¿Cierto?-. Longa, guerrillero que comandaba las tropas en el norte de Castilla, inició ese 10, como acción punitiva, un saqueo que se prolongaría durante varias jornadas y destruyó iglesia y convento. Aunque Longa y sus huestes no participaron más allá del momento inicial.


Vamos, que fueron los vecinos de ambos barrios de Cillaperlata los que, tras Longa, se dieron al trabajo. Claro que, cuando un soldado cogió el Copón de las Sagradas Formas, un vecino del Barrio de Arriba lo traslada a la ermita de San Clemente. Y los vecinos de este barrio, sin consultar a los del otro, piden al arzobispo que la parroquialidad del destruido San Juan pase a San Clemente. Y el ilustrísimo Manuel Cid Monroy lo sanciona.

¿Cómo en una sociedad católica, respetuosa de la Iglesia y liderada por gente temerosa de Dios ocurrió esto? Por el afrancesamiento del prior en un tiempo de guerra con Napoleón que lo situaba en el campo enemigo y el odio de los lugareños fermentado durante generaciones.


Bueno, muerto el perro se acabó la rabia, ¿no? Pues no. En 1821 las ermitas de San Clemente y de Covadonga son denominadas parroquias pero al finalizar en Trienio Liberal y vuelto Fernando VII en toda su majestad anula este nombramiento. Y peor, cuando ese 1923 los vecinos del Barrio de Arriba solicitan la edificación de una iglesia porque la ermita de San Clemente era insuficiente. Con la desamortización decretada por el ministro Mendizabal, liberal de Isabel II, el monasterio pasará a manos de los Saez de Parayuelo que eran hidalgos de la Revilla o Barrio de Arriba. Era un tiempo de pleitos con el barrio de Abajo por la titularidad parroquial debido a que la ermita de San Martín era pequeña y ruinosa. Ni cortos ni perezosos desmontarán el ábside y otras partes del monasterio para crear la iglesia de San Juan.

Más fechas: 1842, en este año Nuestra Señora de Covadonga será nombrada filial de la nueva parroquia de San Juan; 1846 cuando a Nuestra Señora se le nombra parroquia; 1868, cuando se deja sin dotación la parroquia de Arriba y queda como iglesia matriz la de Covadonga; 1880 cuando la de Covadonga se declara única parroquia de los dos barrios; 1926 a 1927 cuando se derriba la iglesia de San Juan del Barrio de Arriba a petición del párroco de Cillaperlata, Sr. Baranda.


Se buscó salvar, en este derribo, las piedras labradas que procedían del expolio de la iglesia del monasterio de San Juan de la Hoz y que en su día adornaron la portada y el ábside de la nueva del Barrio de Arriba y los capiteles del interior. Cuentan que se desmontaron con cuidado, se montaron en la trasera de un camión camino de Burgos y… desaparecieron para siempre. Como en el cuento de “El Flautista de Hamelín” sólo se salvarían una parte de las arquivoltas de la portada que están en la puerta de Nuestra Señora de Covadonga. El sagrario también llegó a este templo… Y pequeños restos decorativos procedentes de la excavación arqueológica con su valor museístico. En la placa explicativa del viejo monasterio nos informan de que elemento de esa iglesia de San Juan se emplearon para construir la casa parroquial del pueblo.

Casa parroquial

Desaparecido el templo desapareció el barrio de arriba o desaparecido el Barrio de Arriba desapareció San Juan, y ya solo conocemos una Cillaperlata.

Pero para que el olvido del Monasterio de San Juan de la Hoz no acompañe al Barrio de Arriba les invito a seguir conociendo los restos arqueológicos.

El claustro.

Lo tenemos al sur de la iglesia con una superficie de unos 780 metros cuadrados. Disponía de galería cubierta con las habitaciones de los monjes y los servicios para la comunidad en los laterales oeste y sur. Los lados este y norte se ha visto que disponían de un paseo de tres metros con guijarros. El centro, como era tradición, estaba ajardinado.

Entrada del claustro San Juan de la Hoz a
principios de siglo 

Se accedía a la iglesia por una puerta en su lado norte. Este muro era de 12`30 metros de largo y un grosor doble de lo normal. Se conserva un fragmento de 8`30 metros por 5`25 metros de alto. Vemos tres ménsulas que se debieron emplear para sostener la cubierta.

Pared del claustro situada junto al arroyo

En el lado oeste hubo una galería de 5`20 metros de anchura con muros de 80 cm de grosor y embaldosada con baldosa roja. Una cata nos mostró una puerta de salida del claustro en el ángulo Suroeste con un escudo de piedra sobre ella que se conserva en el jardín de la iglesia de Cillaperlata. Esa puerta del claustro luego fue cegada y construida otra, más pequeña y adintelada.

Camino de guijarros

En el lateral sur, si quitásemos la maleza, veríamos que estuvo cubierto y que tuvo habitaciones conventuales. El claustro probablemente se construyese en los siglos XVI-XVII.

La bodega de los frailes

Es la plasmación de cómo se aprovechó una estructura natural para facilitar las construcciones humanas. A simple vista se perciben los encajes de vegetación y restos de dos muros laterales y uno paralelo a la roca que cierran un espacio y sobre los que descansarían una posible bóveda y el tejado de la obra.

Roca trabajada como pared en la Bodega
de los Frailes

Un rectángulo de 17 metros por 5 metros y muros de 60 cm. La bóveda fue de buena piedra sillar y el tejado a una vertiente encajado a 6 metros en la roca.

Se han encontrado diversos restos –desde huesos de animales a marcas de fuego- pero por la continua reutilización y movimientos de la tierra no se puede determinar nada.


La bodega sería una construcción de los siglos XVII a XVIII pero empleada, basándonos en los restos prerrománicos, desde siglo X o siglo XI. Quizá fue parte del convento en un principio.

Monedas

Hasta ahora se han recuperado 132 monedas de diversos momentos de la historia en Las Merindades: desde Alfonso VIII (1158-1214) hasta Alfonso XII (1874-1885). Son muy variadas y aparecían asociadas a restos óseos. Concretamente, la mayoría proceden del osario (de los enterramientos tendremos que hablar) que estaba debajo la iglesia confirmando, indirectamente, la fecha de construcción de la misma al aparecer una moneda de Alfonso VIII y, a su vez, la fecha de destrucción al aparecer también una moneda de Carlos IV.

Pared del claustro

Y, sí. Si lo estaban pensando creo que tienen razón: parece que estos enterramientos tenían un toque de paganismo al asociar al cadáver una moneda, ¿el óbolo de Caronte? Seguro. Pero esta moneda no se colocaba en la boca sino en la mano del difunto.

Dada la forma en que se encuentran estas monedas debemos olvidarnos de la estratigrafía. De hecho, la de Alfonso XII se origina por el despiste de un excursionista al aparecer sobre el pavimento que cubría el osario. Salvo las 13 monedas de Enrique III que pudieron haber estado en una bolsa. Anotar, como curiosidades, la presencia de una moneda árabe de la ceca de Granada del rey Alí Ben Said del año 1476 y algunas portuguesas.


Las monedas han permitido ver la falta de monetario en la época medieval al ser la mayoría de ellas posteriores a los Reyes Católicos y el aumento progresivo de la riqueza y la disposición de efectivo. Decaen en el siglo XVIII por la posibilidad de enterrar en Nuestra Señora de Covadonga y por la prohibición de los enterramientos dentro de la iglesia. Un detalle: la moneda de Carlos IV se recogió en el suelo de la sacristía por lo que podemos imaginar que se le cayó a un saqueador despistado.



Bibliografía:

“El conjunto arqueológico del monasterio de San Juan de la Hoz de Cillaperlata (Burgos)” Josefina Andrio Gonzalo, Ester Loyola Perea, Julio Martínez Florez y Javier Moreno Blanco.
Románico digital.

Para saber más:






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