Aunque parezca mentira los paisajes se inventan
y el cómo se llegarán a imaginar lo determinan razones histórico-culturales. Las
relaciones entre la naturaleza y el hombre que la percibe crean juegos de perspectivas
sutiles y complejos: la psicología de la percepción implica que el observante
tiene capacidad para vaciar las características del objeto e insuflarle otras
en función de la cultura del que mira.
Y el lobo no podía ser menos. En la literatura se
le presenta desligado de su entorno natural y asumiendo muchas de las connotaciones
negativas del bosque en el que vive: oscuridad, peligro, amenaza…
Vemos referencias de esto en “El libro del buen amor” del Arcipreste
de Hita con lobos que hablan y están alejados de su entorno. Tomemos el ejemplo
de la copla del “Lobo, la cabra y la
grulla” donde el lobo encarna la ferocidad, la avaricia y el engaño.
La obra del siglo XV “Batalla campal de los perros contra los lobos” de Alfonso Palencia
tenemos que la muerte del caudillo de los lobos, Harpaleo, desemboca en la
declaración de guerra contra los perros. Esta trifulca se convierte en una
guerra por toda Europa de estas especies que culmina en una sangrienta batalla
sin vencedor claro. Lo interesante es cómo describe el mundo del lobo, con
tintes oscuros, húmedos, alejados de la civilización y lleno de bestias y caza.
Pero cuando el lobo caza se dirige al llano, al territorio humano, a las
ovejas. Estamos ante una alegoría política: hay una vinculación de la fábula
con la batalla de Olmedo. Les explico, Palencia decía entre líneas que el
pueblo (las ovejas) y los pastores (el poder regio) estaban hostigados por los
perros y los lobos (nobleza poderosa y levantisca). Esta obra consiguió la
identificación entre lobo y noble que será frecuente en la literatura política
del XV castellano.
Este símil también aparece en el lamento fúnebre
a la muerte de Alfonso V el Magnánimo por Diego del Castillo (“Visión sobre la
muerte del rey don Alonso”).
Las “Coplas
de Mingo Revulgo” emplean la sátira para criticar al rey Enrique IV (1425-1474)
de Castilla a través de dos pastores –Mingo Revulgo y Gil arribato- que
comentan la mala situación de los ganados por culpa del amo Candaulo (Enrique
IV). La metáfora animal oculta la difamación e injurias a personas concretas
como Diego Arias de Ávila (Judío converso que fue Contador Mayor del Reino).
Evidentemente la estrofa fue censurada en la primera edición de 1485. En otras
estrofas se trata a los poderosos como una manada de lobos de instinto
sanguinario que asola a los humildes. En la obra, también, se asocian rasgos de
los lobos con los pecados capitales.
En la “Égloga”
(1495) de Francisco de Madrid, a través de otra alegoría pastoril, trata
asuntos del gobierno –la política italiana de Fernando II de Aragón, Fernando
el Católico- con tres pastores que son: La Paz, Fernando y Carlos VIII de
Francia. Los lobos son los franceses que amenazan al pastor/paz.
Como vemos los autores del renacimiento inicial
ocultaban en sus obras la transcendencia política de sus argumentos. Pero no
solo entonces recurrieron al lobo. En los panfletos catalanes anti-castellanos del
siglo XVII son calificados estos, despectivamente, como “Llops”.
Tirso de Molina en “Desde Toledo a Madrid” desgrana el cuento del león dormido cuyas
posesiones tratan de repartirse los lobos. El cuento parece relacionarse con el
conflicto entre España (el león), Richelieu (el pastor) y la Liga de Aviñón
(los lobos) por Valtellina que es una zona alpina al norte de la Lombardía.
Pero la imagen descontextualizada del lobo no es
exclusiva de la literatura política. Evolucionará hacia un lugar común en
multitud de textos y en un elemento del idioma cotidiano. Y, es que, el
simbolismo de determinados animales, dada la reiteración, llegaba a ser obvio
para todos los oyentes.
¿Y qué decir del refranero? Bueno, pues la
mayoría de los refranes se fijan en la condición de depredador del lobo; “Verle las orejas al lobo”, “Meterse en la boca del lobo”, etc.
Me dirán que hay ocasiones en que el lobo tiene
valores positivos. Cierto, pero son las menos. Por eso los cazábamos. ¿No?
Y por eso hablaremos hoy de la…
Lobera
de Gurdieta (Relloso, Valle de Losa)
Está emplazada en una ladera del monte Gurdieta,
en la sierra de Carbonilla y está mal conservada, principalmente, por el empleo
de sus piedras para realizar pistas que facilitasen el acceso y transporte de
madera para pasta de papel hacia un teleférico del cual permanecen algunos
restos. Se empleaba para bajar la madera por el cerro de los Tornos hasta el
puerto de Angulo.
Esta lobera cuenta con quince cabañuelas
colocadas en tres líneas de puestos. Junto al muro este, casi paralelas al
precipicio, está la primera línea de cabañuelas y sería previa a la reforma con
la construcción de una nueva pared oeste.
La segunda línea de cabañuelas está en la zona
del camino para el carboneo situado al norte del roquedo de Murga. Y la tercera
línea, cinco cabañuelas, están: una, a 40 metros del foso, tres en línea en el
punto más cercano al foso de la pared central y una “gran cabañuela” (según
Félix Murga) ligeramente alejada de la pared oeste y algo más retrasada que las
otras.
La lobera primigenia no debió resultar eficaz
porque su pared oeste fue rectificada. Se trazó una nueva con un ángulo más
abierto que creaba un embudo más amplio. Es de suponer que parte de los
materiales de la vieja pared fuesen empleados en la construcción de la nueva.
El espesor medio de los muros es de 80 cm y la
longitud de estos es 339 metros (oeste) y 290 metros (este). La pared este,
además, cuenta con un portillo de 1 metro de anchura.
El foso tiene una profundidad de 2`46 metros con
una superficie de unos 16 metros cuadrados. Si sienten curiosidad por el amontonamiento
de piedras del interior tenían como finalidad que el lobo no pudiese tomar
carrerilla para dar el salto a la libertad.
Es la lobera con más cabañuelas de todas Las
Merindades. Según F. Murga a las batidas de Gurdieta acudían gentes de
Quincoces de Yuso, Villaventín, Castresana, Relloso, San Miguel de Rellosos,
Quincoces de Suso, Lastras de la Torre, Oteo, Villabasil y Vescolides.
Construida entre los siglos XVII-XVIII estuvo en
activo hasta 1950 fecha en la que dos vecinos de Quincoces de Yuso mataron unos
lobos.
Anotar que próximas a las cabañuelas de los
batidores, en la segunda línea de estas, hay restos de una edificación
rectangular vinculada a los carboneros que fabricaban carbón vegetal de haya.
Algo común en los contornos y que enriquece el emplazamiento.
Bibliografía:
“Loberas en la comarca de Las Merindades
(Burgos)” por Judith Trueba Longo.
“Sobre el bosque y el lobo en la literatura
castellana del siglo XV” por Santiago López-Ríos (Universidad Complutense de
Madrid)
Fototeca digital (Fototeca.cnig.es)
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