Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


miércoles, 5 de julio de 2017

Asesinato en dos tiempos en Villacomparada de rueda (1924)


La imagen actual de un sacerdote es la de una persona entregada a la difusión de la palabra de Dios, pastoreo de su grey y al cuidado de los pobres. Aunque, desgraciadamente, también aparecen personas que, pervirtiendo las funciones y el respeto a su cargo, abusan de una posición preponderante. Son humanos mal que nos pese y actúan como tales. No es algo excepcional, si leemos los periódicos del siglo XIX y XX nos encontramos con casos repugnantes y con casos heroicos. Les presentaré dos, uno de cada tipo, que están alejados en el tiempo pero no en el espacio. Después hincamos el diente al sangrante plato principal.

Casa de Villacomparada de Rueda

Pecado: Trasladémonos al pueblo de Rucandio, el de Burgos porque hay otro en Cantabria, donde Silverio Cuevas Lorente, cura párroco del lugar en aquel abril de 1900 y amancebado con su sirviente Benita Saiz Fernández, decidió suprimir el fruto de su lujuria de la forma más expeditiva: estrangulando a la niña.

Bizarría: Frente a esta muestra de carácter corrompido les presento la valentía del párroco de Extramiana quien, en 1892, repelió a tiros de pistola el asalto a su residencia espantando a seis ladrones que, desgraciadamente, se dirigieron a Quintanilla Monte Cabezas donde atacaron la rectoría… ¡Donde el sacerdote se defendió a dentelladas y patadas! Y lo puso en fuga.

Como ven había de todo en la viña del señor pero siempre es más llamativo el recuerdo de las “bestias pardas” que se escondían bajo el vuelo de una sotana que los que se desvivían por sus convecinos. Y la peor de entre ellas parece que fue la alimaña cazada en 1925 que, además, fue reincidente. Recordamos un asesinato por “violencia de género” o “violencia machista” –términos semánticamente peculiares, por cierto- y que ya causó un gran escándalo en su tiempo. Otrosí, fue durante la dictadura de Primo de Rivera y se necesitaban noticias impactantes que desviasen la atención y mostrasen la dureza legal del régimen.

Clemente Huidobro Marquina.

Seguro que han escuchado la historia del cura de Villacomparada de Rueda, Clemente Huidobro Marquina, que mató a Dolores González González una vez y lo intentó dos. Lo consiguió entrado el año nuevo de 1925 cuando le descerrajó siete tiros. Pero ya lo había intentado unos meses antes. Fue en junio de 1924 y la causa se vio –siguiendo la más reputada tradición española- tras el asesinato de la muchacha, en febrero de 1925.

Desandemos el camino hasta un viernes de junio de 1924. Pocos días antes, o quizá la víspera de ese día, cuando Dolores paseaba con Agapito Peña, que supongo era su novio, fue amenazada de muerte. Algunas fuentes añaden un disparo por parte de Clemente para amedrentarles. Así que ese viernes de junio la chica ya sabía con quién se tenía que enfrentar. Y Clemente Huidobro fue a la huerta donde estaba trabajando Dolores y la incitó a mantener relaciones sexuales que ella rechazó airada. Entonces él le dijo que estaba dispuesto a matarla y sacando la pistola hizo un disparo al aire. Ella marchó a contárselo a sus padres seguida por el cura que seguía lanzando propuestas tales como que estaba dispuesto a colgar los hábitos y marchar a América para casarse con ella.


Al llegar a casa la chica se lo contó a su madre. Sorprendentemente, el cura entró en la habitación y dijo: “¡He dicho que te mataba y te mato!”. Y disparó. Atravesó el vientre de la muchacha. La madre se abalanzó contra él y sujetó su mano impidiendo que hiciera nuevos disparos. El disparo atrajo al padre de la moza que vio al sacerdote aún sujeto por su esposa. El ensotanado peleó con ambos hasta que por fin se liberó y se marchó a Villarcayo.

Otra versión –avanzo que en la prensa de la época esto es normal- dice que al día siguiente de amenazar a la muchacha y a su novio y enterado de que iba a ser denunciado a las autoridades, Clemente se presentó en el domicilio de Dolores, y a cuatro pasos de distancia hizo un disparo sobre la joven y la hirió gravemente en el hipocondrio izquierdo. Tras ello, golpeó al padre y mordió en un hombro a la madre, supongo que para zafarse de ella. Luego ya coincide en la marcha a Villarcayo.

 En el juicio por el homicidio figura una tercera versión: “(…) por lo que llegó una vez, en que iba acompañada del vecino Agapito Peña, a amenazarla de muerte, y el día 26 de Junio último, encontrándola en la calle, la hizo varios disparos de pistola con el propósito de matarla, causándole heridas gravísimas”. Y empalmamos con la escapada a Villarcayo.


En dicha población consiguió que un amigo le llevase a Burgos en su automóvil. Conocido el suceso salieron, persiguiéndolo, dos o cuatro Guardias Civiles (la prensa baila la cifra) en otro coche. Ya en Burgos lo detuvieron en la fonda donde solía alojarse. Había solicitado una habitación para la noche. En ese momento se encontraba de sobremesa fumando un puro y cuando vio a los agentes les dijo: “¿Venís por mí? Pues vamos, la he matado”.

La benemérita condujo al criminal a Villarcayo donde ingresó en la cárcel. La muchacha herida estuvo en estado grave, pero se recuperó.

Se le acusó del delito de homicidio frustrado en la persona de Dolores González. Claro, a esas alturas (16 de febrero) la protección de la Audiencia Provincial de Burgos estaba reforzada dada la expectación del caso y la siempre habitual querencia al morbo y la crónica negra. Daba igual, la vista se hizo a puerta cerrada. El fiscal pedía 12 años de prisión. Fue condenado a 10 años y un día de prisión mayor.


¿Notan algo raro en esto? Yo me encuentro con la peculiaridad de que quien dispara contra una feligresa, un alma de su grey, no es enviado lejos del lugar. Parte de los lugareños pudieron tener –a toro pasado- cierta culpa en el crimen. Tras el acto de junio de 1924, Clemente Huidobro bajaba casi todos los días a Villacomparada desde Bocos (residía allí) y entraba en casa de los vecinos participando de su cordialidad hasta la madrugada. ¡Sin reproches por ello! Incluso le eran admitidos los convites de vasos de vino que agradecían los parroquianos.

Claro, tras saberse el asesinato, y siguiendo una muy humana tendencia exculpatoria, muchos residentes en Villacomparada de Rueda se escudaban en las influencias del cura, el poder de sus familiares, de las protecciones de los de arriba…

Los vecinos le valoraban las recientes obras de arreglo de la iglesia. En esa Navidad de 1925 seguía la torre desmantelada, pero el interior y el pórtico estaban ya rematados. Las hizo Clemente por propia voluntad sin tener claro el origen de las 2.500 pesetas de coste. Se rumoreó que procedían de un legado instituido por un señor fallecido en Villarcayo para la reparación de la iglesia.


Pero, ¿por qué mató a Dolores? Porque no accedió a sus demandas de trato carnal… ¿O porque dejó de acceder a las mismas? ¿Y eso se sabía? ¡Qué decirles! Era, y es, un pueblo pequeño en una comarca con poca población donde los cotilleos se difundirían con la velocidad de los arrieros y esta historia había tenido ya capítulos menores. Se tenía que saber que el cura estaba encelado con Dolores, que no cedía en su postura.

Lo chocante es que durante la instrucción del proceso por homicidio frustrado no se decretó ningún tipo de prisión provisional a la espera de juicio y el sacerdote salió el 23 de septiembre con una fianza de unas muy respetables 3.000 pesetas de 1924. Ni siquiera tuvieron la prevención de obligarle a residir lejos de la víctima o quitarle cualquier arma de fuego.

Le sorprendió, incluso, a Clemente que en una entrevista carcelaria concedida a “El liberal” comenta el asunto de 1924 con las siguientes palabras que nos muestran pinceladas del carácter del sacerdote y de su época:

“Además, si yo disparé la primera vez contra ella fue por defenderme de sus padres y no por otra cosa. Pero, en fin, aquello no tuvo importancia, y se hubiera arreglado. Un año de cárcel, y después a Madrid o a otro punto cualquiera, y hasta olvidarlo todo...”

Libre, Clemente, recuperó la pistola que tenía escondida. El 29 de Septiembre, buscó en el campo a Dolores, quién al verle y temiendo una agresión, se encerró corriendo en su casa, saliendo al poco acompañada de varias personas lo que obligó al cura a retirarse.


El juicio por este delito se produjo el 16 de febrero de 1925, es decir, tras cometer el asesinato de Dolores. Evidentemente, esto distorsionó el ambiente de forma imposible amen de resultar totalmente superfluo.

Superado el Homicidio nos queda el asesinato.


Bibliografía:

Periódico “El Liberal”.
Periódico “El correo militar”.
Periódico “la opinión”.
Periódico “La correspondencia de España”.
Periódico “El Papa-moscas”.
Periódico “El heraldo de Madrid”.
Periódico “El imparcial”.
Periódico “El sol”.
Periódico “La correspondencia militar”.
Periódico “La época”.
Periódico “La libertad”.
Periódico “La Nación”.
Periódico “La voz”.
Revista “Mundo Gráfico”.
Revista “Nuevo Mundo”
Periódico “Crónica de Las Merindades”.
“Crónica negra de 1925” por Carlos Maza Gómez.


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